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La vuelta de vacaciones

en Amor filial

 

Hace unos 10 años, un compañero de trabajo me había contado la historia de una relación sexual con su madre. Era un alto secreto,

cuando le dije que lo había publicado como un relato erótico, en principio se enfadó conmigo de forma contundente, pasado el tiempo

volvimos a comentar la historia, porque lo había vuelto a leer de nuevo, había visto la cantidad de gente que lo había leído y pensó que

no estaba tan mal el hecho de compartir su historia con mucha gente. Esto le dio pie a comentárselo a un íntimo amigo suyo, también

compañero de trabajo, con el que yo no tenía un gran relación pero dada la amistad entre ellos y lo mucho que le había gustado la

historia tal como la había contado, él quería contarme la suya. Ellos las habían compartido años antes y de esos secretos había nacido en

parte su gran amistad.

 

Aunque el secreto de este hombre, era totalmente opuesto, ya que él era el padre. Había sido el que, a priori se había aprovechado de su

hija. Tenía un gran pesar en su conciencia, aunque se había visto aliviado cuando se lo contó a su compañero de trabajo.

 

La historia ocurre a finales de los 90, su hija tenía 19 años, y él a penas 40, cosas de jovencitos, había dejado embarazada a su esposa, se

habían casado y nacido aquella preciosidad que tanto le recordaba a su esposa cuando tenía sus mismos años, el mismo tipo, la misma

sonrisa y sobre todo aquellas tetas tan bien puestas y de un tamaño casi perfecto.

 

Estaban de vacaciones en Espiño, un pueblo de la costa portuguesa, ellos residían en Boiro, un pueblo marinero en la costa gallega, en la

misma ría de Arosa que su compañero de trabajo. Volviendo a la historia, estando de vacaciones en la playa, tanto su esposa como su

hija estaban con sendos bikinis, no muy grandes,por cierto, las dos dejaban ver un buen cuerpo, aunque la madres, con 19 años más y

unos poquitos kilos encima. El tamaño del pecho era muy similar, un poco más caído el de la madre, por supuesto, pero las dos muy

guapas.

 

El hecho es que su hija lo pilló mirándola con cara de macho, la estaba comparando con su madre y recordando los polvos que echaban

cuando eran novios, fruto de uno de ellos allí estaba Antia. Al estar de lado, pues se notaba la erección. No es que fuera su figura, sino el

conjunto de todo lo que estaba viendo y los recuerdos que se cruzaban en su mente, pero el caso es que estaba empalmado y como el

bañador, estilo años 90 era ceñido, tipo nadador, pues o se ponía boca abajo o no se podía disimular y mira por donde los ojos de su hija

se fijaron en esa parte. Su miradas se cruzaron y él se puso como un tomate, desvié la mirada hacia la revista que estaba leyendo, pero

estaba claro que era demasiado tarde. Ella no dijo nada, solo sonrió ampliamente y le guiñó un ojo.

 

Joer, lo había pillado mirándola como mujer y no como hija. Podía haber puesto una disculpa, podía disimular de otra manera, pero

simplemente, como niño al que cogen infraganti, solo pudo cambiar la mirada y sentirse turbado.

 

Las vacaciones continuaron unos días más, por supuesto, procuró no mirarla más de esa forma, pero notaba que ella, cuando estaban en

la playa o por el apartamento, no dejaba de buscar que sus miradas se cruzaran, de mostrar a veces algo de su cuerpo, un pecho que se

deslizaba al salir de la ducha envuelta en la toalla, esta se caía al suelo cuando menos te lo esperabas, siempre procurando que su madre

no estuviera presente. Una tarde, mientras su madre se duchaba, se puso a darse crema en las piernas y por descuido no llevaba bragas y

le enseñó su sexo depilado, dios, como lo estaba provocando continuamente, la muy cabrita sabía que el empalme que le había visto en

la playa en parte era por su cuerpo.

 

A la vuelta de vacaciones, ya finales de agosto Dolores, su esposa, les

comunicó que la empresa donde trabajaba la enviaba dos semanas a Argentina para auditar las cuentas de la sucursal del Cono Sur,

porque daba la impresión que alguien estaba metiendo la mano en la caja y desde Ribeira la empresa pesquera no podía saber con

exactitud que era lo que estaba pasando.

 

La noticia le causó un poco de desasosiego, en el estado en que estaba con su hija, solo faltaba que se quedaran los dos solos en casa un

par de semanas, además, él trabajaba, pero Antía no empezaba las clases hasta mediados de septiembre, fecha en la que se iría a Coruña

a estudiar, pero mientras, todo el día en casa y él por su trabajo llegaba a las cuatro de la tarde y estarían solos. El entró el pánico por lo

que pudiera pasar. Habló con su mujer para ver si de alguna forma podía conseguir que fuera otra persona del departamento de

contabilidad, pero por más que insistió, no había nadie especializado en fraudes y cazar a los estafadores, además había sido ella la que

había levantado la liebre con unos gastos de combustible en dos de los barcos que faenaban en la zona. Le propuso dejar a la niña con

los abuelos y pedirse él dos o tres semanas de permiso sin sueldo. La cara de su esposa le dio la respuesta y después los argumentos, la

niña empezaba curso nuevo fuera de Boiro, había que llevarle las cosas al piso nuevo de Coruña, había que ver esas amigas con las que

iba a compartir piso, había que ayudarla a instalarse, en fin, ¿cómo se le podía ocurrir en aquel momento dejarla sola?

 

A los cuatro días, domingo por la tarde, los tres salieron para Compostela a despedir a la madre, rumbo a Buenos Aires, en total se iría

desde el día 3 hasta el 20 de septiembre, uffff, le quedaban dos semanas antes que Antía empezara las clases en la uni en Coruña. Estaba

muy nervoso. Después de comer cerca del aeropuerto, habló un rato a solas con su mujer y le pidió que hablara con su hija y que se

portara bien, que no le diera la lata ya que él iba a estar muy nervioso, por tener que hacer toda la mudanza y el asiento en el nuevo piso,

que la niña se fuera buena y no le montara muchos cristos, que todos iban a estar muy nerviosos.

 

Dolores no entendía muy bien a que venía todo aquello, José siempre se encargaba de todo, ella trabajaba mañana y tarde, en Ribeira, a

30 kms de casa, mientras que él trabajaba en una correduría de seguros al lado de casa, siempre se había encargado de casi todas las

cosas de casa, comida, cuidado de la niña, reuniones en el colegio, las actividades extraescolares, jugaba al fútbol. No iba hacer nada

nuevo, además, “la niña” tenía 19 años y ya se valía por si sola. Precisamente eso era lo que él más temía, que se valiera por si sola, uffff,

si ya así lo ponía a cien, sabiendo que su madre estaba por casa o a punto de llegar, cuando se viera sola, a ver como se desarrollaban las

cosas, pero él se temía que habría un incremento en las situaciones de acercamiento de su hija. Esperaba poder controlar la situación,

pero le daba pánico que pudiera pasar algo. Siempre que leía algo sobre la relaciones de un padre con una hija, pensaba en lo mal nacido

que era ese hombre, aprovecharse de una hija inocente, de una cría para abusar de ella. Pero claro, esta niña suya, ya no era tan niña,

seguro que no era virgen y además, ya tenía la edad de su madre cuando la parió a ella. Ya no era una niña, era un mujer, sino que se lo

preguntaran a los “amigos” que la acompañaban a casa algunas noches, que él bien los veía desde la ventana algunas veces.

 

El avión de Dolores despegó a la hora en punto, nueve de la tarde, mes de septiembre, aún quedaba una hora y media de día. Salieron de

la terminal y su hija le propuso parar en Padrón a tomar una caña antes de irse para casa. A José le pareció muy bien, incluso podrían

tomar una raciones y ya no hacían cena, los dos estuvieron de acuerdo en esta solución y ella escogería las raciones para tomar, por

supuesto, tendría que haber una de Pimientos de Padrón, como dice el dicho “pimentiños de Padrón, unhos picas e outros non”

 

Llegaron a la villa padronesa y después de aparcar, Antía cogió del brazo a su padre y lo llevó de paseo por las estrechas calles, en busca

de un bar que tuviera mesa y sillas fuera, para tomar el fresco mientras degustaban unas raciones. Cuando se sentaron y una vez pedidas

unas raciones de pimientos, tortilla y unas “xoubiñas fritas” su hija dijo que tenía que ir al aseo un momento. José dio un trago a su

cerveza sin alcohol, tenía que conducir y siempre en esos casos, ni una gota.

 

Cuando volvió del aseo Antía, la notó diferente, con una sonrisa muy pícara y como moviendo la minifalda de otra manera, si es cierto

que la había subido un par de dedos, inapreciable, si antes no se hubiera fijado que un moratón que se había hecho en la playa de Espiño

no se veía y ahora estaba al descubierto, pero salvo eso, no notó ninguna diferencia. Como no habían traído la comida, él fue también al

aseo, cuando se levantaba, miró a su hija y se fijó que los pezones se notaban en su camiseta, la muy cabrita se había sacado el sujetador,

coño, ya empezaba la operación de acoso. Ella le guiñó un ojo al tiempo que le decía, que no tardara mucho, que la comida llegaría en

un momento.

 

 

Una vez degustadas las viandas que les sirvieron y tras dar un corto paseo por la villa de Rosalía de Castro, salieron rumbo a su querida

villa marinera de Boiro. Durante el trayecto, Antía no dejaba de hablar, de gesticular y sobre todo de moverse, enseñando el canalillo de

sus pechos y con una cara de alegría incontenible.

 

Al llegar a casa, José le dijo a su hija que se iba a dar una ducha y vería un poco la tele antes de irse a la cama. Su hija le dijo que ella se

ducharía después y que también vería un poco la tele, ya se pelearían como siempre por el control del mando o por ver la serie que más

les gustara.

 

Cuando Antía salió de la ducha y se fue al sofá, José se puso un poco nervioso, venía con un camisón muy holgado, con un generoso

escote y adamás con el lazo que cerraba aquel escote sin anudar, con lo que al menos movimiento los pechos se verían en casi toda su

totalidad. Iban a ser dos semanas duras para mi, me iba a poner a prueba continuamente. Y como me recordaba a su madre en aquella

misma edad, era descarada, provocadora y sensual como ella.

 

Antía se sentó a su lado, le preguntó que estaba viendo, como todos los domingos estaba viendo la serie Frasier, una serie que le

encantaba por ser de humor y estaba bien para irse a la cama y no pensar que al día siguiente empezaba una nueva semana. La niña se

sentó a su lado, apoyó la cabeza en su hombro y le dijo que la serie estaba bien, aunque el que de verdad estaba bien era el protagonista,

con sus añitos y lo sexi que era. José la miró un de soslayo y le dijo que si le gustaban los tíos mayores, a lo que ella le respondió que no

todos, algunos si y mientras lo decía, le pasó una mano por encima del cuello y se quedó allí acurrucada y con medio pecho fuera del

camisón.

 

José miró para la tele y trató de centrarse en la serie y olvidar el comentario de su hija, pero no pudo por mucho tiempo, ya que su hija se

dejó caer, como de forma casual, sobre sus pierna, apoyando la cabeza en su regazo y una mano sobre su muslo. Él no quería moverse,

pensar en otra cosa, su hija le estaba provocando de una forma descarada, ¿qué sería lo próximo que haría?, no tuvo que esperar mucho,

la mano empezó a moverse arriba y abajo por su muslo, su cabeza se acomodó encima de sus genitales y su polla empezó a crecer, sus

nervios iban en aumento, empezó a sudar y a respirar entrecortadamente. Empujó a su hija y se levantó de golpe, sin decir una palabra se

fue al aseo, pasó el pestillo interior y se sentó en la taza de water, metió la cabeza entre sus manos, se mesó el cabello y se puso a pensar,

que coño iba a hacer con aquella situación. Estaba claro que algo tenía que hacer y ya, para evitar que aquello se le fuera de las manos.

 

Decidió volver al salón y hablar claramente con Antía y dejar las cosas claras. No podían estar dos semanas, como mínimo en aquella

tensión. Eran padre e hija y no iba a pasar nada, pero había que aclararlo y cuanto antes mejor. Bebió un vaso de agua y respiró

profundamente tres o cuatro veces, se dio ánimos y abrió la puerta para aclararlo todo con su hija.

 

Volvió al salón y allí estaba Antía, sentada en una butaca individual, José respiró más tranquilo, parecía que las cosas se iban a solucionar

de forma rápida, tomó asiento en el sofá donde estaba con anterioridad y mirando a su hija con rostro serio, empezó a hablar con ella de

lo que había ocurrido y de como deberían comportarse desde aquel momento. No duró mucho su tranquilidad, ya que a las pocas frases

una sonrisa pícara y sexi apareció en el rostro de su hija, al tiempo que le decía que no había nada que hablar, todo estaba aclarado, no

 

habría más escenas en el salón. José se sintió aliviado e invitó a Antía a tomar media cerveza con gaseosa, hacía calor y algo fresco le

vendría bien antes de irse a la cama. La chica aceptó la invitación y ella misma fue al frigorífico a buscar la cerveza y el botellín de

gaseosa para prepara el combinado. Se lo tomaron mientras hablaban de cómo hacer la mudanza para A Coruña, La carrera iba a ser

larga, seis años para llegar a ser arquitecta. Despues de casi una hora de charla Antía dijo que se iba a la cama, cuando se levantó del

sofá lo hizo con calma y con el cuidado suficiente para que su padre viera que no llevaba bragas y pudiera verla con calma, al mismo

tiempo que le dedicaba a su padre una mirada pícara. José se puso rojo como un tomate y sus miradas se cruzaron, por supuesto que su

hija no se turbó, mas bien fue una mirada desafiante y provocativa, al tiempo que se mojaba los labios con un movimiento circular de su

lengua.

 

José se quedó un rato más en la sala, aquel jesto de su hija más bien parecía un desafío lo puso nervioso, pensaba que ya había quedado

todo aclarado, pero aquello era una declaración de intenciones. ¿Cuánto iba a aguantar?, no quería llamar a Dolores para contarle lo que

ocurría,no quería causarle más quebraderos de cabeza que los que le diera el trabajo y lo intranquila que se había marchado, sabiendo

que Antía tenía que irse a Coruña. No sabía muy bien como afrontarlo, era una situación que temía lo superara y acabara cayendo en la

red. Bien pensado, su hija estaba cañón, cómo lo estaba su mujer cuando eran novios y se casaron. El tipo era similar y por lo que

parecía su temperamento era muy parecido.

 

El lunes trascurrió con normalidad, volvió del trabajo y Antía había hecho la comida, después un descanso ligero y a ponerse con labores

de casa, antes de salir a correr, como hacía tres días a la semana. A media tarde se quedó solo, ya que su hija había quedado con la

pandilla para salir un rato, volvería a las 10 de la noche. José tenía tiempo a todo, salir a correr y preparar la cena.

 

Como le único que tenia que madrugar era él, se acostó temprano, quedándose la niña viendo la tele. Se despertó sintiendo un cuerpo

pegado al suyo, ¿?, solo podía ser Antía pero estaba desnuda, pegada completamente a él y con una mano cerca de su sexo, la otra

metida debajo de la almohada. Al sentir que su padre había despertado, se abrazó con fuerza a él y le dijo que se había puesto nerviosa

pensando en que en dos semanas ya no estaría en casa y que le había entrado miedo, por eso se había cambiado de cama. El abrazo se

hizo más intenso y José sintió como los pechos de su hija se aplastaban en su espalda y su pelvis se pegaba a su culo, quiso girarse, pero

la presión aumentó y la mano que estaba en sus pecho bajaba rápidamente a su entrepierna, al tiempo que le decía que todo estaba

controlado, que era solo miedo de pensar que se iba a separa de él y su madre. José bajó puso su mano encima de la de su hija, pero esta

la bajó más y se cerró sobre su sexo, sobre su polla, el intentó librarse de la mano de su hija, pero esta manteniéndola con firmeza, le dijo

que por favor, la dejara quedarse un rato, solo un ratito, al mismo tiempo sintió como la pelvis de su hija se apretaba más contra su

cuerpo.

 

José le dijo que su hija que ya estaba bien, que si se quería quedar un rato para hablar, perfecto, pero que le soltara y se pusiera al otro

lado de la cama. Antía, no se separó, sino que empezó a mover su mano en torno a su polla, la cual, a pesar de todos los esfuerzos por

mantener la mente fría y dar la orden de no empalmarse, empezó a reaccionar a la caricia y empezó a ponerse morcillona. Las caricias

subieron, la mano empezó un movimiento de subir y bajar, haciendo una paja, lo que hizo que la polla se pusiera tope, la mismo tiempo

que su cuello recibió los primeros besos de aquellos labios encantadores, suaves y carnosos. Hizo un nuevo intento de separarse diciendo

que aquello era una locura, que se fuera a su cama y se olvidaran de lo que estaba sucediendo, pero la mano seguía con un movimiento

de sube y baja, con suavidad y acariciando la punta en cada movimiento, con la otra mano acariciaba su pecho y le apretaba una tetilla,

los besos empezaban a ir más hacia las mejillas al tiempo que le decía que era maravilloso sentirlo así de grande y caliente. La mente de

José estaba nublada, por un lado era su hija, por otro, era un mujer preciosa y joven, le recordaba a Dolores cuando eran novios y

conseguían una noche para los dos en un hotel o en casa de algún amigo, era caliente como su madre.

 

Giró un poco la cabeza hacia atrás para hacer una nueva protesta, pero solo recibió un beso en, suave al tiempo que le decía que lo

deseaba, que quería sentirse abrazada y acariciado por él. Consiguió argumentar a duras penas un “somos padre e hija, esto no esta bien,

vamos a dejarlo aquí”, pero la mano que lo masturbaba lo hacía con gran diligencia y el placer empezaba a surtir efecto. Consiguió

ponerse frente a frente, se miraron a los ojos y en ese momento supo que no había vuelta atrás, que había perdido la partida, no quiso

pensar en nada más, solo que tenía entre sus brazos un cuerpo maravilloso y lo iba a disfrutar. Cerró los ojos y pensó que la mujer que

acariciaba era Dolores, bajó una mano hasta el culo y empezó pasando un dedo entre las nalgas, son la otra mano se fue a sus tetas y

comenzó a masajearlas, primero una, luego la otra, un pezón, luego otro. Abrió los ojos y se dio un baño de realidad, aquel cuerpo,

aunque muy parecido, era diferente, la dureza de los pechos, las nalgas, el sabor de los besos, el olor del cuerpo eran diferentes, pero

aquella pasión, aquella forma de gemir, era la misma que la de su esposa, la madre de aquella criatura. Sus bocas se unieron, sus lenguas

se enlazaron e invadieron la otra boca, las caricias eran por todo el cuerpo, su mano bajó a la entrepierna de su hija, estaba mojada,

empapada, estaba jugosa, no lo pensó dos veces y bajó besando cada centímetro de su cuerpo hasta llegar a su coñito, era más pequeño

que el de su madre, lamió los muslos, el vientre y se fue acercando al coño, al clítoris, los gemidos de su hija eran más intensos, eran

continuos y sus manos apretaron su cabeza contra su coño, al tiempo que le decía que siguiera, que siguiera, que no parara, que quería

 

sentir lo que sentía su madre cuando le comía el coño hasta que se corría en su boca, ella quería sentir lo mismo. ¿Qué se habrán contado estas?, pensó.

 

Pasaron unos minutos y los gemidos se intensificaron y su cuerpo se tensó, arqueó la espalda y de su boca salieron gritos contenidos, el

orgasmo había sido intenso y largo, sus manos apretaban su cabeza contra su coño, el sabor era maravilloso, José se empapó de ellos y

lamía con intensidad y delicia los labios y metía su lengua dentro de la vagina de su hija, era delicioso. Se incorporó sobre sus codos, la

miró a los ojos y se puso encima de ella, su polla estaba en pleno apogeo, buscó en el cajón de la mesilla un preservativo y se lo puso,

acercó la punta de la polla a la entrada de aquel coño que acababa de comer y con suavidad, muy despacio fue empujando sus caderas

para ir entrando en el vientre de su hija. Esta con los ojos cerrados, una cara de excitación tremenda, con sus manos en las caderas de su

padre, tiraba de él para que la penetración fuera más profunda.

 

José sentía que aquella vagina era más estrecha que la de su esposa, el roce lateral era mayor, pero era deliciosa, bajó su boca hasta

alcanzar los pechos de su hija, paró en el movimiento de cadera y empezó a mordisquear ligeramente los pezones, por su cabeza pasaba

si también le gustaría que se los mordiera con cierta rudeza y hacerla sentir un poco de dolor como a su esposa. No tuvo que esperar

mucho para saber que era así, una mano apretó su nuca y levantó el pecho para presionar más su pecho con su boca, al tiempo que le

decía que apretara más, que era delicioso como le mordía los pezones. ¡¡Joder, era sensible en ese punto como Dolores!!, por algo eran

madre e hija, mientras con sus dientes mordía un pezón, con una mano apretaba la otra teta desde la base, como para tirar de ella hacia

fuera, unos empujones de cadera, una lamida con la legua alrededor del pezón para de nuevo volver a morderlo con cierta intensidad y

un nuevo orgasmo llegó y recorrió toda la espalda de Antía, que esta vez, si, sin morderse los labios, lanzó unos gritos de placer que

hicieron que soltara la teta que le estaba apretando para taparle la boca. Algún vecino podría escuchar aquellos gemidos de placer y sería

difícil explicar como era posible si estaban solo padre e hija.

 

José,pasados unos minutos de reposo, empezó con un frenético movimiento de dentro fuera, quería correrse dentro de su hija, aunque

fuera con un preservativo, pero quería llegar a su orgasmo, quería que su hija sintiera el calor de su semen, aunque este no se derramara

en su interior. Aceleró, colocó sus manos debajo del culo de la chica y lo levantó para hacer la penetración más profunda, no tardó en

sentir como el corazón se le aceleraba y una maravillosa sensación de placer le recorría todo el cuerpo, el orgasmo llamaba a la puerta,

metió la cabeza en el hombro de su hija, apretó su pelvis con todas sus fuerzas contra la de su hija y el semen empezó a salir de su polla a

borbotones, al tiempo que su hija lo apretaba con fuerza y le pedía que no se moviera, que empujara pero no retrocediera y empezó a

temblar entre sus brazos, porque un nuevo orgasmo la estaba invadiendo.

 

Había sido maravilloso, pero el placer duró poco y la alegría también, los remordimientos entraron en su mente a los pocos minutos de

haberse corrido. La repulsa por lo acontecido. Él, el padre, había follado a su niña. Se apartó de ella, se puso serio, las lágrimas

aparecieron en sus ojos y mirando a su hija le preguntó que qué habían hecho, estaban locos, como habían podido llegar hasta ese punto.

Eran padre e hija, aquello era un crimen, aquello era una aberración, ¡¡pero que clase de padre soy si te he forzado a tener relaciones

conmigo!! Antía se acercó a el e intentó abrazarlo, él la rechazó, pero ella insistió y cuando se hubo abrazado a su padre le dijo que no

había sido él, que ella sentía desde hacía mucho tiempo ganas de acostarse con el, que ella era la culpable y que no pasaba nada, eran dos

personas adultas, eran mayores de edad, no había forzamiento, era consentimiento y que aquello había sido maravilloso. Ya hablarían

con calma en un par de días, ahora a dormir tranquilos, con la mente fría hablarían de lo ocurrido, pero ahora tocaba dormir. Le dio un

beso en la mejilla a su padre y se acomodó tapándose con la sábana para dormir. José le preguntó si se iba a quedar a dormir allí, porque

entonces él se iría a la habitación de invitados, ella le cogió una mano, se la besó y le dijo que se acostara, la cama era amplia y cada uno

en una orilla, ya había pasado, ya hablarían, ahora a dormir. Apagó la luz y le dijo a su padre de forma cariñosa un “hasta mañana amor

mío, mañana será otro día, ahora duerme y ten lindos sueños”