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Lizeth

en Amor filial

LIZETH

(Sus experiencias de amor filial contadas por Luisita)

Por recomendación de una de mis compañeritas, encontré la oportunidad de platicar con Lizeth, quien al platicarle yo lo que me ocurría con papá (ver relato de Luisita), me confesó que su papi la hizo suya por primera vez cuando ella cumplió 12 años... Desde entonces cogen cuando tienen ganas, dos o tres veces por semana, cuando su mamá tiene guardia en el hospital.

Al día siguiente de mi primera noche de amor con papá, busqué en el colegio a Lizeth para presumirle mis recientes experiencias. Me felicitó, opinó que estaba bien, pero que ya me contaría las suyas para que las aprendiera y practicara con mi hombre.

Busqué su compañía en la primera oportunidad y le pedí que me contara lo prometido. Así reinició sus comentarios:

"En una de tantas sesiones de sexo con mi papi, el encuentro se inició con besitos y caricias que poco a poco fueron aumentando nuestro calor. Me puso apoyada en la cama sobre manos y rodillas y me lamió por atrás la rajita, ricamente como me tenía acostumbrada. Pero inmediatamente después besó y recorrió con su lengua mi culito, y un presentimiento empezó a inquietarme y pensé: "Tal vez quiera penetrarme también por ahí. ¡No me va a caber su pene!"

Como tú sabes, la naturaleza no nos brinda a las mujeres ningún placer particular por esa cavidad, a menos que la introducción anal se produzca junto con el gusto que nos dan los mimos en la vagina, el clítoris, los senos y otras partes donde cada una tiene estremecimientos especiales.

Por eso, sabiamente mi papi metió con delicadeza uno de sus dedos en mi recto mientras prodigaba tiernos tocamientos a todas las áreas de mi vulvita y apretaba despacito mis pezones. Me tenía habitando el paraíso, nos decíamos frases de amor, deseo y placer, y yo le exigía que continuara:

-¡Qué hermoso macho tengo!, ¡qué rico, papacito!, ¡eres divino, divinooo!

Cuando el dedo fue hospedado cómodamente por mi ano, hizo que entrara uno más; al poco rato ya eran tres los visitantes a mi colita. Puso crema en el hoyito y otro poco en su verga. Yo lo miraba hacer, excitada y nerviosa, pero toda la acción parecía tan natural que, sin ningún sobresalto de mi parte, el amoroso aparato fue penetrado en esa parte final de mi intestino.

Pero en lugar de pensar en el novedoso ingreso, mis sensaciones estaban concentradas en las amorosas caricias que aquel varón genial se hallaba dando con sus dedos a mi clítoris, al conducto vaginal y a la parte superior, frontal e interior de la misma vagina. ¡Son increíbles las sensaciones que produce esa triple caricia!

Le decía, entrecortadamente:

-¡Así, papito lindo, qué hermoso siento tu verga entrando y saliendo en mi colita...! ¡No sabía lo que era esto y tenía miedo, pero ya no!, ¡ya no!, ¡la puedo recibir, la adoro!, ¡acaríciame y empuja, así, así, papacito, qué bello!, ¡ahhh!

Arrebatada de esta forma sublime tuve orgasmos en número incontable (sobre todo porque en tal momento no estaba en condiciones de llevar ninguna cuenta), y mis explosiones sexuales hubieran sido infinitas si él no hubiera descargado su ardiente semen en mis entrañas.

Ahí permaneció un buen rato que aproveché para exprimir con el esfínter el vigor que aún le quedaba al intruso, el cual, ya menos firme, abandonó poco después su cálido refugio.

Aquello fue verdaderamente exquisito. En el conducto anal me quedó un vacío enorme... Quedé echada de bruces en el lecho que ahora había sido testigo de mi segunda desfloración (bueno, la tercera si se incluye la de mi boquita, que ocurrió algún tiempo antes).

Mi caballero y su arma tremenda quedaron derrotados junto a mí.

Al rato me incorporé como pude y fui al baño, limpié con cuidado toda mi sacrificada zona genital y mojé una toalla facial para limpiar al amado instrumento de los rastros de su valerosa gira de placer en mi pequeño y tierno traserito.

Una vez perfectamente limpio lo besé con cariño y agradecimiento por haberme concedido el goce desconocido por mí hasta hacía apenas unos momentos.

Me hallaba en ese deleite cuando el pájaro de mi papi comenzó a llenarse de fuerza nuevamente, y fue ahora mi vaginita la que le dio entrada con gran ansiedad, porque es de entenderse que a estas alturas ya estaba extrañando su propia ración del disfrute que sabía darle la verga de papá.

Cambiamos de lugar y esta vez me correspondió cabalgarlo, dueña de la situación. Curiosamente, una se siente (y se sienta) al mando de todos los movimientos que exige la cópula, como una diosa desde su trono. De este modo conduje todos los movimientos del coito, y terminé e hice acabar a mi señor exactamente cuando quise. Tienes que conocer estas dos experiencias mías, Luisita, pero creo que es necesario que platiques antes con tu papá con el fin de que todo sea perfecto.

Meterte el cañón masculino por el recto no es cualquier cosa; hay que hacerlo con cuidado pero también con paciencia y cariño, que no sea un acto salvaje y animal porque te puede producir un desgarro y un trauma, ¿me explico? Y si todo sale bien, como espero porque tú eres una chica inteligente, tendrás siempre disponible tu culito para él cuando ambos quieran variación en sus relaciones. Papá me cuenta que a la mayoría de los hombres les encanta sentir su pene en ese orificio y contemplar desde ahí la belleza y la redondez de las nalguitas femeninas, sometidas a sus fogosos

empujes.

Quiéranse mucho, amiga, atiéndelo, cuídalo, hagan el acto con ternura, y en particular cuando sientas que él se halla alterado por problemas del trabajo, de la calle y de la casa. Que tenga contigo las satisfacciones sexuales que no le permite tu mamá, porque para eso estás tú, para ser su hembrita, su muñequita, su reina, el consuelo de sus preocupaciones, el objeto de su pasión y el desahogo de sus urgencias viriles.

Además, ¿quién tiene más derecho a disfrutar tu cuerpo con amor, que el hombre que hizo tu cuerpo con amor? Siempre que sea con tu consentimiento, por supuesto. Por otra parte, ¿quién te puede querer, proteger y desear para ti lo mejor más que él?

Como yo, nunca sientas como pecado lo que es unión y fogosidad filial, y una vez que te venga la regla, que no te falta mucho tiempo, toma las precauciones suficientes para que no les sobrevenga un embarazo que trastornaría la placentera felicidad que han creado en secreto los dos."

La sapiencia de Lizeth me llenó de admiración. Era todavía una niña, pero el amor por su padre la había colocado en un sitio por encima de todas nosotras. Sabía aparearse con él como ninguna, y también como ninguna de las mujeres que mueren de viejas sin haber conocido las mieles del amor real, del sexo sin inhibiciones, hipocresías ni mezquindades, carente de los moralismos y prejuicios que envenenan más que nutren el alma y el cuerpo.

Este es mi homenaje de respeto y cariño a Lizeth; su nombre es verdadero y sus experiencias auténticas. Su belleza se ha perfeccionado en la intensa actividad sexual con su padre desde los más tiernos años, por eso en la actualidad tiene algunos pretendientes y hasta algunas proposiciones de matrimonio, pero aunque éste ocurriese, estoy segura de que ella seguiría manteniendo relaciones con su papi, que es su primera, más grande e irrenunciable pasión.