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Hermanos en acción (3)

en Amor filial

HERMANOS EN ACCION (III)

A Javier le gustaba recoger a su hermana a la salida de clase, por lo que solía ir al colegio donde ella estudiaba montado en una motocicleta de gran cilindrada. Un día llegó antes de lo habitual, enfundado en unos pantalones de cuero ajustados y con su espectacular chupa de cuero al viento, recorriendo las calles de la ciudad a toda velocidad. Después de aparcar la moto fuera del recinto del colegio se dirigió al ala del edificio donde se ubicaban las clases del curso de su hermana, pero al darse cuenta de que había llegado demasiado pronto decidió dar una vuelta por el edificio y así hacer tiempo hasta que Susana por fin saliera. Por pura casualidad se encontró con un grupo de muchachos de dieciséis o diecisiete años que jugaban al fútbol y, siendo como era amistoso y abierto, después de entablar conversación con algunos de ellos, se cambió de ropa, se puso ropa deportiva y acabó jugando él también. Cuando terminó el partido se dirigieron al vestuario de los chicos. Para entonces ya se había olvidado prácticamente de su hermana, pero empezaba a sentirse excitado después del ejercicio físico. Casi todos los muchachos se marcharon del vestuario, pero dos chavales se demoraron: Jorge, de diecisiete años, de la clase de Susana, quien al parecer había decidido que las clases le importaban un bledo, y Rafael, de dieciséis, que estaba en un curso inferior.

Javier es muy guapo, ya lo conocemos. Jorge es rubio, cuerpo de atleta casi tan formado como el de Javier, ojos azules, rostro poblado a medias por barba trigueña, 180 centímetros de estatura, con el vientre, las nalgas y las piernas cubiertos de una espesa capa de seda dorada. Es también muy guapo y está muy desarrollado para su edad. Es decididamente bisexual, igual que Javier. Rafael, en cambio, tiene un aspecto casi infantil. Nadie diría que Jorge le lleva tan solo un año. Tiene rostro femenino, pelo y ojos castaños, y es más bajo que Jorge y menos desarrollado físicamente. Como siempre, de forma inconsciente Javier exuda sexualidad por todos sus poros, y ese atractivo físico no pasa desapercibido para nadie, ni hombres ni mujeres, que captan por instinto su belleza salvaje, su vigor de macho, ese aura animal que penetra hasta las vísceras de quien lo observa, percatándose de que se encuentra ante un verdadero semental, la auténtica carne de la virilidad, y todos sin excepción sonríen complacidos y exultantes por el favor de sentirse protegidos por semejante pedazo de macho imponente y escultural. Jorge empieza a sentir el deseo, es como una corriente eléctrica que atravesara su cuerpo, que va en ascenso, que empieza a quemarle, al tiempo que la polla empieza a crecerle pidiendo la satisfacción sin condiciones del impulso sexual que todo varón anhela saciar. Rafael, por su parte, empieza a temblar, como la yegua que tiembla de excitación ante el semental de pura raza que pronto la va a hacer suya.

El vestuario de los chicos es bastante grande, pero al final quedó desierto, salvo por nuestros amigos, que, extrañamente, aún so se habían duchado cuando todos los demás se hubieron marchado, de modo que allí permanecían los tres, con el cuerpo todavía sudado. Jorge tiene el pelo lacio y trigueño, y en ese instante lo tenía todo revuelto y mojado por el sudor, la cara sin afeitar. Llevaba un polo blanco y un pantalón largo y gris de tela deportiva. Su excitación iba en aumento, como la orquesta que, de un murmullo apenas perceptible al principio, se va transformando gradualmente en una sonoridad que acaba en estruendo apoteósico. Así es el deseo que invade a Jorge, un deseo puro, animal, que no pide ni puede dar más que sexo, puro y límpido como sus ojos del color del cielo. Rafael vestía un chándal color azul clarito, en tanto que Javier llevaba una camiseta larga blanca de algodón que le ajustaba el cuello, los potentes brazos y el pecho atlético. Su cuello broncíneo se erguía robusto y aristocrático, mientras la preciosa melena negra de indio le caía anárquica por la cara. El también estaba excitado; normalmente se sentía así cuando practicaba ejercicio intensamente. Llevaba asimismo un pantalón corto negro de deporte que dejaba ver sus hercúleas piernas, del color de la caoba por la enorme mata de pelo negro encrespado que las recubría.

Javier se quitó lentamente la camiseta de algodón, y con ese movimiento expuso en toda su radiante belleza sus potentes abdominales, marcados cual tubos de carne bajo su piel morena, y sus pectorales olímpicos. Al pasarse la camiseta por la cabeza Jorge y Rafael apreciaron la profusa mata de vello negro que sombreaba sus axilas levantadas, mostrando sus poderosos brazos en tensión y sus anchos hombros. Frente a los dos adolescentes, insinuante, se bajó el pantalón corto y dejó al descubierto el minúsculo slip blanco, estrecho y ceñido a la entrepierna, de diseño deportivo. Jorge también se desnudó, dejándose el calzoncillo puesto. Uno frente a otro, los dos muchachos semejaban dioses: Javier, de poderosa musculatura, encontraba su pareja idónea en Jorge, rubio vikingo de músculos no menos poderosos, turgentes, henchidos como si fueran de goma, sus caderas recias, viriles, sus piernas de vello dorado como columnas de oro, su abdomen liso y duro como el basalto y cubierto de un reguero de vello rubio casi translúcido hasta alcanzar el ombligo.

No hicieron falta las palabras. En momentos así las palabras siempre sobran, estorban. El deseo no necesita de la palabra para hacerse realidad; fructifica en silencio. Tan solo requiere del instinto, se hace notar intuitivamente. Cuando ha de explotar, explota. Todo el mundo conoce su significado, lo que busca, lo que ofrece, lo que promete. Se sacia sin compromiso, sin excusas, sin justificación. Javier cogió a Jorge de la cadera le bajó el slip y le agarró los huevos. La polla de Jorge ya estaba medio crecida. El sabía desde el principio que deseaba a ese macho intensamente y Javier lo comprendió al instante. Javier se la empezó a menear con delectación, con exquisito cuidado. Entonces se bajó su propio slip y cogió con la mano izquierda su propia verga. Jorge suspiraba entusiasmado y se dejaba hacer, viendo cómo Javi utilizaba su mano derecha para mover con mimo y delicadeza la polla del vikingo, y cómo con su mano izquierda se cascaba la rugiente verga oscura, poniendo con ello el brazo izquierdo en tensión, duro por la musculatura largamente trabajada. Las manos de Javi son grandes, nervudas, y no obstante elegantes y refinadas, cubiertas no en exceso de vello, a diferencia de las piernas. A Jorge le encantaba sentir cómo una de esas manos varoniles le trabajaba el falo incesante pero suavemente, diríase con parsimonia, como si le estuviera dando un masaje. El falo de Jorge no es demasiado largo pero sí extraordinariamente grueso. Javi también pudo percatarse del grosor de sus testículos al sopesar con la mano el tamaño y extensión de su escroto. Un auténtico pura sangre, pensaba con entusiasmo mientras le acariciaba los cojones.

Rafael sintió miedo en un primer momento, el mencionado de la yegua que teme y desea al tiempo ser montada por su macho, pero a continuación cayó al suelo cegado por la excitación, y de forma impulsiva se llevó la mano a la bragueta, donde la estuvo moviendo espasmódicamente. En ese preciso instante entraron en el vestuario Susana y su amiga Lucía, muy despacio, para no ser advertidas, de modo que los chicos no se dieron cuenta de que estaban siendo observados con detenimiento. Javi y Jorge se encontraban de espaldas a ellas, cada uno masturbando el falo del otro. La visión era sublime: Cástor y Pólux, el rubio y el moreno; el uno de piel oscura del color del bronce, el otro del color de la miel, suave y delicada. Los dos mostraban la piel brillante a causa del sudor, dado que todavía no se habían aseado; dos espaldas anchas y perfectas, gimnásticas, dos traseros apretados, carnosos y musculosos. Susana y Lucía se relamieron de gusto al contemplar la multitud de pelillos dorados que surcaba las nalgas de miel de Jorge, y las comparaban con las no menos gloriosas nalgas del veinteañero abonadas de abundante vello oscuro que trepaba a las intimidades de su orificio anal.

"Ya te dije que mi hermano Javi está de locura, y te folla por el culo como un cabrón".

Susana había hablado en voz alta a su amiga, rompiendo el silencio que tácitamente reinaba en el vestuario. Javier y Jorge se volvieron con tranquilidad, dejando sus rabos tiesos frente a ellas. Susana, sin decir otra palabra, se acercó a su hermano, se puso de rodillas ante él y llevó su falo a la boca. Lo chupaba, lo lamía, lo devoraba con fruición, ansiosa, hambrienta, en celo. Lucía, su amiga, se estaba masturbando apoyada en la puerta del vestuario. Se había bajado la minifalda negra e introducía sus dedos en el chocho, por entre las bragas, que estaban mojadas de excitación. Movía los dedos acompasadamente dentro de la fuente de la vida, ese coño fresco y oloroso, que no paraba de destilar flujo, expandiéndose el olor a hembra joven en celo mientras veía cómo Susana le comía el rabo a su hermano como si en ello le fuera la vida. El coño de Lucía se abría y cerraba al compás del ritmo que le imprimían sus dedos entrando y saliendo de él, como la carnosa flor de un jardín tropical, embriagador, pleno, repleto de vida, y de cuando en cuando acercaba los dedos a su boca y los chupaba con lascivia, el cuerpo de la chica contoneándose en sensual lambada junto al quicio de la puerta.

Lucía tenía entonces diecisiete años, como Susana. Por supuesto, ya no era virgen. Las dos llevaban minifalda y bodys deportivos negros que realzaban sus siluetas. Susana es más morena que Lucía y llevaba el pelo largo y suelto sobre los hombros. La minifalda le marcaba un culo redondo y con forma de corazón que no tiene igual. Es un culo prodigioso, lleno, rotundo, ya completamente formado, capaz de alojar en él cualquier polla, incluyendo los más de veinte centímetros de su hermano Alvaro; y su chocho es igualmente lúbrico, siempre empapado por el engrudo que emana de él, regado constantemente por sus propios fluidos como una planta frutal. El culo elástico es acomodable a cualquier potente verga, y, cómo no, las gruesas pollazas de sus hermanos se deslizan dentro de él con suma facilidad, lo ensartan hasta lubricar el ojete de la hembra adolescente, que no necesita vaselina, pues todo cipote que entra en él queda empapado por los jugos de la muchacha, lábil hasta el extremo. Lucía carece de un culo tan impresionante, pero al echarse hacia arriba el body negro sacó dos melones coronados por pezones oscuros enormemente gruesos, unas tetazas de lolita lujuriosa, tiernas, jugosas, hechas para el placer.

Javier estaba de pie disfrutando de la mamada que le estaba haciendo su hermana; suspiraba y cogía la cabeza de Susana con sus manos y las movía por su pelo. Pensaba en cuánto disfrutaba de una buena mamada, pero también en cuánto le gustaba comerse la picha de un efebo. Ahora tenía veintiún años, su afición a las pollas tiernas databa de hace dos años. Empezó a comerle la polla a su hermano Alvaro cuando éste sólo contaba catorce años. Susana se metía todo el enorme pedazo de carne en la boca, hasta la base del cipote, y dejaba un espeso reguero de saliva cuando la boca abandonaba aquel manjar, de modo que el cipote de Javier parecía una herramienta recién engrasada, brillante por la saliva de su hermana. Lucía decidió acercarse a la pareja y también se arrodilló en el suelo frente al rabo de Javier. Susana agarró la verga con una mano y la dirigió a los labios de su amiga, que se tragó el rabo de un solo bocado, mientras no paraba de trabajarse la vulva con su mano izquierda, que ya para entonces estaba completamente encharcada. Ahora Javier tenía a su disposición a dos chavalas, arrodilladas delante de él, que se disputaban el comerse su soberbio cipote, alternándose las dos en saborear el pollón, mezclando sus lenguas y sus labios junto a la carne del macho.

Tras preparar la polla de Javier y ensalivarla de arriba abajo, éste introdujo el cipote entre las soberbias tetas de Lucía, que lo pajeaba admirada. La verga se introducía sin problemas por entre el canalillo, dejando muestras destacadas de humedad entre las tetas de la colegiala, ya que estaba abundantemente llena de saliva de las muchachas. Lucía se agarraba las tetas con las dos manos y sostenía el potente falo, que se deslizaba una y otra vez por ellas, aprisionándolo con dulzura y masajeándolo desde que se deslizaba por los senos de la ninfa hasta que alcanzaba sus labios. La potente verga estaba suficientemente engrasada, acoplada entre los dos enormes frutos maduros, y rendía su homenaje rozando la piel turgente de la chavala a medida que le follaba las tetas, primero con dulzura, más tarde con furia, embistiendo con fuerza las domingas de la colegiala.

Susana siguió en el suelo, pero, girando el cuerpo, colocó el culo en dirección a Jorge, que hasta el momento había permanecido detrás de Javier cascándose la polla, así que Jorge no desaprovechó la ocasión y ensartó sin más preámbulo su pollón en el culo de la chica, mientras que Rafael se había situado detrás de Javi y le estaba lamiendo con pasión el trasero. Javi cambió seguidamente de posición y, tomando a Lucía entre sus musculosos brazos, la dejó suspendida en el aire y empezó a follar el chomino de la chavala con todas sus fuerzas.

"¡Dios, Susana, cómo jode tu hermano!" Lucía aspiró embelesada el olor acre de Javier, mezcla de sudor y de sexo. "Hueles a macho caliente y salvaje", le decía al oído, mientras su cuerpo botaba en el aire sobre el pollón de Javier, que chapoteaba en los jugos del chocho cuando entraba y salía de la hembra, y el macho le devoraba la boca, metiéndole la lengua hasta el fondo y dejando literalmente sin saliva la boca de la chavala. Lucía suspiró embriagada y emitió grititos de placer antes de atinar a decir: "¿No te excita, Susana, el olor de tu hermano?" Susana sonrió lascivamente y entornó los ojos, gozando de la potente enculada que le estaba propinando Jorge. Entonces añadió: "Pues cuando Javi te encula su olor corporal es irresistible, porque se mezcla con tu propio olor. Y este cabrón de Jorge no le va a la zaga. Tiene un aroma denso que me deja empapada sólo con aspirarlo". Susana prosiguió jadeante, describiendo vaivenes acoplada al cuerpo de Jorge, que no paraba de cabalgarle el ano, montando a la chica por detrás con furia. Susana estaba siendo empalada a gatas, a cuatro patas sobre el suelo del vestuario, cerca de la zona de las duchas. Y cuando estaba a punto de alcanzar el orgasmo recordó que lo más delicioso que había experimentado nunca había sido chuparle la polla a su hermano pequeño, Alvaro, y sorber el aroma de su gigantesco cipote, sólo comparable a la sensación indescriptible de sentir la verga de Javier penetrándole el culo y abriéndose paso hacia su interior.

"¿Y Alvaro", preguntó Lucía.

"Alvaro es un auténtico cielo". Susana jadeaba como una leona mientras Jorge seguía sodomizándola. "Alvaro tiene una picha tan deliciosa que ni siquiera Javi puede resistirse a ella. El fue quien empezó a comérsela primero".

Javier, por entonces ya presa total de la lujuria y con ganas de follarse todo lo que pillara, dejó a Lucía en el suelo y tomó violentamente de la cintura a Rafa, que aún le estaba lamiendo el culo. Javier tomó su cuerpo imberbe, lo cubrió con sus potentes brazos y lo penetró brutalmente. Rafa lanzó un grito de dolor agudo, pero poco a poco el dolor fue remitiendo y empezó a gemir de placer. Javi lo enculaba una y otra vez, entrando y saliendo su verga del pequeño y caliente trasero del adolescente. El chico estaba disfrutando como nunca. En un momento dado Javi sacó la polla del ano del chico con la mano derecha y la apretó contra la izquierda, como si quisiera exprimirla; seguidamente recogió con la palma de la mano sus jugos previos a la eyaculación, se ensalivó la verga con la mano derecha y volvió a encular al muchacho, acoplándose fuertemente a él. Entonces acercó su mano izquierda a la boca femenina del chico y le dio a probar los jugos de su pollaza.

Susana cabalgaba ahora a Jorge como una amazona experta. "Jorge jode casi tan bien como tú -le decía a Javier-, pero tú eres el mejor, jodes como un cabrón".

"¿En serio? ¿Qué tal follo, Rafa, te gusta cómo te la meto, ehhh? -le preguntaba Javier a Rafa, excitado y agresivo, acoplándose a él con fuerza y empalándolo brutalmente-

"¡Síiiii, síiiii, rómpeme el culo!"

Ya había transcurrido un buen rato cuando finalmente los dos sementales se pusieron delante de Lucía para que ésta los masturbase. A Susana, viendo cómo su amiga pajeaba la soberbia polla de su hermano, le entraron ganas nuevamente de comérsela entera, no sin antes dejar que su hermano, ya por enésima vez en su vida, la enculase. La obsesión permanente de Javier era perforar el culo de la chavala; y al parecer lo hacía siempre deliciosamente, como a ella más le hacía gozar. Verdaderamente era un joven muy bien dotado. Se la fue introduciendo poco a poco hasta acabar golpeándole el lomo con salvajes embestidas, mientras todos los demás contemplaban el espectáculo extasiados. Todo terminó cuando hermano y hermana se comieron mutuamente sus cuerpos exultantes. Los dos jodieron maravillosamente y ella se bebió su leche. Fue una jornada inolvidable. ¿Qué más se podía pedir?