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Ana, mi nueva compañera de piso (2)

en Hetero: Infidelidad

Dormir aquella noche me resultó casi imposible, en mi mente sólo se reflejaban las imágenes que habían acontecido, pocas horas antes, una mezcla de satisfacción y odio, eran mis únicos sentimientos aquella mañana. Sobre las ocho de la mañana empecé a notar como los primeros rayos de sol, iban dejándose colar lentamente por los huecos de la persiana.

A mi lado dormía placenteramente Ana, su rostro reflejaba una mezcla de satisfacción, y mientras dormía y sin que ella supiera que la estaba observando me regalaba una preciosa sonrisa. Yacía dormida a mi lado totalmente desnuda al igual que yo, y solamente cubría parte de su cuerpo, con la sabana de color celeste de su cama. En el salón empezaron a sentirse movimientos, sin duda o Juanjo o Marta habían regresado a casa o para quedarse y estudiar o cogerían sus apuntes y se dispondrían a ir a la universidad. Abracé a Ana y la besé en la mejilla, ella abrió sus ojos, al principio su cara reflejó un pequeño susto, se extrañó de verme junto a ella, pero rápidamente esa sensación desapareció y me abrazó ella también fuertemente, acariciando mi cara con su rostro:

-No estamos solos, le dije

-¿Qué dices?

-Fuera ahí alguien.

-¿Y?

-No se, pero debería estar en mi habitación, ahora ¿que hago?, o me tengo que esperar aquí hasta que se vaya, o salgo y me tengo que enfrentar a un cuestionario tarde o temprano.

-Pues te quedas aquí y ya veras como encontramos alguna forma de pasar el tiempo.

-Ana, no tengo ni ropa, ayer al salir de la ducha nos vinimos a tu habitación y me traje la toalla.

-Ya te veo.

Detuvo un rato la conversación para besarme apasionadamente, mientras con una mano me apretaba fuertemente el culo.

-¿Quieres que salga y sino ahí nadie en el salón te traigo ropa?

-Pues no estaría mal, además si te traes algo de beber, se agradece.

Ella se levantó de la cama y encendió la luz de la habitación, aquello fue como si a uno le dieran una bofetada de repente, sentir la luz de repente sin que a uno se le acostumbren los ojos. La observé detenidamente, realmente la encontraba preciosa, su pelo caoba colgaba enmarañado llegando a la altura de media espalda, justo donde terminaba este, empezaba un tribal en color negro que acaba donde la espalda empieza a perder el nombre, en su tobillo izquierdo me fije que tenía una tobillera de colores blanco y verde, asemejándose a la bandera de Andalucía, seguramente se la habría echo ella. Mientras ella buscaba entre un montón de ropa y por el armario, el vestido que quería ponerse, observé la naturalidad con que ella se movía desnuda por la habitación, quizás le parezca una estupidez, pero a mi en su momento me impresiono, las demás chicas con las que había estado se ruborizaban siempre al estar desnudas delante mía el primer día, algo similar me sucedía a mi, digamos que era como una falta de confianza de no estar seguro si realmente cuando estas desnudo delante de otra persona por primera vez, tu eres realmente como ella esperaba, y sientes algo de miedo a que no sea así y desilusionarla. Sin embargo ella estaba segura de si misma, casi diría que le gustara que la estaba observando, es como si ya entre los dos hubiera una complicidad mucho mayor, que solo uno consigue con el paso del tiempo en la relaciones, pero que con ella sucedía desde la primera noche.

Finalmente encontró un vestido, se lo colocó sin nada de ropa interior, y antes de cerrar la puerta concienzudamente para que no se pudiera ver nada del interior, me dijo:

-No me eches mucho de menos, feo. Y sacándome la lengua en señal de burla, al punto que llegue a ver su piercing, salio de la habitación.

Yo tumbado en la cama, me hacía mil preguntas, todavía no asimilaba muy bien, como solo unas cuantas horas después de haber dejado a mi novia en la estación de bus había sido capaz de serle infiel, realmente Ana lo debía de tener pensado de antemano, y el que Julia fuera a verme ese fin de semana solo fue el detonante para ella. Julia se había pasado todo el fin de semana aparentando, sobre todo, cuando Ana estaba cerca que yo era su novio, se afanaba en besarme, me abrazaba, esto para mi que la conocía ya bien, pues llevaba dos años y medio con ella de relación sabía que no era común, sin duda, ella había visto algo en la forma en que Ana me hablaba, o de la forma que bromeábamos y le estaba dando a entender, que yo era su chico. Realmente todo esto son conjeturas mías, ya que realmente no puedo estar en la cabeza de la una o de la otra, pero conforme habían sucedido las cosas esto era al menos lo que yo pensaba.

No tardo mucho en aparecer, con ropa mía entre sus manos, pero realmente no se cuanto, estaba demasiado enfrascado dándole vueltas a la cabeza. Cerró la puerta suavemente y pasó tirándome la ropa a la cara, en tono gracioso.

-Es Marta la que ha venido, no la he visto, pero a través de la ventana del salón se ve luz en su habitación.

-Bueno. ¿Qué has traído?

-Te he cogido la camiseta y el pantalón corto que tenías puesto ayer, tampoco quería pararme mucho a rebuscar en tu cuarto, además mira lo que he traído para pasar un poco la mañana.

-Ah ¿pero no vamos a ir a clase?

-Claro que no.

Y me mostró la caja de condones que esa misma noche le había cogido a su amiga.

-Ya te veo yo lo que quieres. Le dije.

-Digamos que estás en mi territorio y no te puedes negar.

Ella primero se sentó en el filo de la cama, para después inclinarse hacia mí y besarme lentamente en la boca, poco a poco se fui tumbando del todo hasta que termino tumbada sobre mí. Nos besábamos tiernamente, a penas nuestras lenguas jugueteaban con el labio del otro, o llegaban a rozar suavemente los dientes hasta que uno se la mordía al otro, la intensidad de nuestros besos fue aumentando paulatinamente, yo estaba completamente desnudo, por lo que ella debía de notar mi erección ya que se encontraba sobre mi, metí mi mano derecha en el interior del vestido acariciándole toda la espalda y sus nalgas. Después de pasar varios minutos acariciándonos y besándonos, la abracé fuertemente de la cintura y me alcé, sin cesar de besarnos terminamos en principio sentados en el filo de la cama, ella abrazada a mí con sus brazos entrelazados sobre mis hombros y sus piernas en mi cintura. Decididamente me levante de la cama manteniéndola a pulso abrazada y me acerqué a su escritorio sentándola en la mesa.

Sus respiración entrecortada, me excitaba sobremanera, no me daba tregua, estaba con un desasosiego enorme de penetrarla, no paraba de morderle el cuello, de succionarle el lóbulo de la oreja, cada vez nuestras caricias eran mas intensas, al punto que ella dándome como respuesta a uno mis bocados en su labio inferior, me clavó las uñas fuertemente en mi omoplato para luego deslizarlas con decisión la espalda abajo, ¡Dios! Como me arañó la espalda, yo apreté mas fuertemente su labio sobre mis dientes, a la par que con una mano le agarré su melena y estiré de su cabello hacía detrás de forma que su labio quedaba tensado como queriéndose desprender del resto de su cara, ya no pude aguantar más, agarrándole la parte baja de su vestido, se lo alcé sobre la cabeza y lo lancé a un lado de la habitación.

Esta vez que pude observarla desnuda a plena luz, contemple lo hermosa que era, realmente uno no se podía cansar de observarla. La sonrisa de sus labios cada vez que yo le observaba desnuda era lo que mas me gustaba de ella, era el complemento perfecto de esa cara de alegría y satisfacción con la que ella me miraba. Durante unos segundos me quedé atontado observándole a los ojos, el brillo que estos reflejaban eran atrayente y te obligaba supongo a imitar el mismo gesto de alegría y satisfacción, su voz me despertó:

-Que guapo estas con la cara de bobo.

-¿Yo?

-Si tu.

Sonreí un poco ruborizado, notando que pese a lo caliente que estaba la parte de mi cuerpo que mas calida notaba era la cara, seguramente me habría sonrojado. Agache la cabeza un poco avergonzado, y ella añadió.

-Sencillamente me encantas.

Con su mano izquierda, agarró decididamente mi muñeca y me atrajo hacia ella, comenzó un desesperante juego en el cual ella rozaba sutilmente todos mis labios con la punta de su lengua, humedeciéndolos suavemente, rechazando cada uno de mis intentos de besarla o morderla alejándose a penas unos centímetros de mi rostro, no dejándome acercarme a ella, debido a que con sus dos manos sujetaba fuertemente mi cabeza. Ana conseguía calentarme de una manera muy diferente a la que jamás nadie lo había echo antes, ella conseguía llevarme a un punto en el que, sentía algo parecido a un arrebato que te durante unos minutos te enfervorizaba y la única idea que en tu mente rondaba era la de follarla salvajemente. Pero cuando más encendido estabas te frenaba y conseguía de nuevo llevarte al comienzo de la situación, en la que era ella la que poseía el manejo de todo.

Ya realmente había llegado al punto que no aguantaba más, y en aquel momento mi cabeza solo me decía que debía follármela ya. Eche un vistazo en el escritorio para ver si ella habría dejado la caja de condones en este, y por fortuna así fue. Intentando que ella no viera lo que tramaba, deslicé una de mis manos de su cadera a la mesa y lentamente la acerqué hasta los globos, con una mano intenté abrirla, pero me costaba trabajo, y ella se dio cuenta de lo que estaba haciendo, paro de besarme, y dándome un manotazo primero en la mano, cogió la caja.

-¿Qué quieres una cosa de estas aquí? Me dijo apretándome con la otra mano mi polla.

Yo solo le pude asentir, la garganta la tenía tan seca que mi voz hubiera sido un hilo.

-Pues dímelo, y yo te lo pongo.

Asentí con la cabeza, y ella me la soltó, abrió el preservativo con una lentitud fastidiosa, estábamos en un punto que realmente estaba harto ya de tantos juegos, por fin una vez abierto volvió a agarrar mi falo y coloco sobre la punta el condón para después desenrollarlo a todo lo largo de mi polla, que en aquel momento estaba tan dura que realmente palpitaba. Ana una vez termino de colocarme el preservativo, agarrando con una polla mi mano y con la otra mi pelo me acercó hasta ella al punto que mis pectorales y sus senos quedaron unidos. Ella la dirigió a la entrada de su coño, primero la restregó por todo lo largo de su raja, y cuando la llevo a la entrada de su húmedo y calido coño, se movió mas hacia delante para quedar mas al filo de la mesa.

Cuando noté que ya estaba preparada para que la penetrase, ella me agarró mi mano derecha, me hizo que la pasara por la mesa donde ella estaba sentada, y pude notar como había llegado a mojar incluso el escritorio, Dios, estaba chorreando.

-Mira como me tienes, fóllame.

Agarré mi polla y la llevé a su coño, aquella sería la última vez que mi polla tocara su coño para luego apartarse. La agarre con una mano del culo y ella sosteniéndose sobre mi cuello a pulso se alzó, mi polla a penas estaba clavada unos centímetros, solo el glande se había conseguido abrir camino hacia sus adentros, yo notaba como sus flujos escurrían mi polla abajo llegando hasta mis huevos, y entonces ella de golpe dejó su cuerpo muerto cedió la fuerza de sus brazos y se clavó toda mi polla. Era increíble como a pesar de llevar condón lo bien que escurría mi polla entre sus labios vaginales, estaba mojadísima.

La agarré con mis dos manos de sus cachetes y ella apretó sus rodillas sobre mis caderas para sostenerse en vilo, yo la alzaba vigorosamente y la dejaba caer de golpe hasta que ella apretaba más fuerte las rodillas para sostenerse y no caerse. Ana es bajita y delgada, y el manejarla en esa posición era sencillo pesaba poco y pese a llevar ya un par de minutos a alzándola con énfasis, no estaba cansado. Sus gemidos empezaron a aumentar la intensidad, y sus primeros suspiros ahogados iban dejando paso a una respiración más fuerte.

A mi me gusta mientras follo, que mi acompañante hable que me diga cosas, a Ana no le gustaba mucho hablar, o todavía no había cogido la confianza suficiente. Así que de nuevo repetí mi operación la alcé hasta que mi polla solo quedó sepultada unos pocos centímetros y la mantuve así en vilo, ella hacía fuerza para dejarse caer, pero yo poseía mucha mas fuerza que ella, y no podía.

-¿Qué haces?

-Si quieres más pídemelo.

Su boca, que era la protagonista de su cara lasciva, empezó a soltar palabras instándome a que siguiera fallándomela.

-Follame, métemela, quiero que me folles no pares sigue, la quiero, dámela. ¡Vamos, follame joder!

Instado por sus palabras proseguí con mi tarea, la alzaba y la dejaba caer, una y otra vez, cada vez ella me instaba más y más. Note como una vez se dejó caer de golpe me abrazó con los muslos en mi cintura y apretó fuertemente.

-No me la quites, déjala dentro, así, no la saques.

Sus jugos corrían ya por mis muslos, y notaba como ella apretaba fuertemente mi polla contra sus paredes vaginales, el cansancio comenzaba a hacer mella en mi, así que sin dejar que mi polla saliera ni un centímetro de su coño, me acerque a la mesa y la senté en el borde, ella entendió lo que quería con una rápida mirada, se tumbó a lo largo del escritorio y alzó sus piernas apoyando sus tobillos sobre mis hombros, mis manos fueron a sus muslos y comencé unas arremetidas que culminaban con el palmeteo de nuestros cuerpos, ella de nuevo comenzó a hablarme, me excitaba oírla como había cambiado su dulce voz en menos de un día, la voz ahora era mucho mas ronca y la tosquedad de sus palabras me excitaba tantísimo.

Ya realmente no podía aguantar mucho más desminuí la frecuencia de mis penetraciones para aumentar la intensidad de estas. Ella debió de notarlo porque se alzó y abrazándola por su espalda hice que sus pechos se pegaran sobre sus piernas, la levante en vilo y la apreté fuertemente contra mi, la apreté con tanta fuerza que a ella se le escapó un grito, que fue el detonante para que mi polla empezara a palpitar y comenzara a rellenar ese maldito capuchón que separaba mi polla de su coño, con mi leche. Me deje caer sobre la cama, quedando ella tumbada debajo, y manteniéndome a pulso sobre mi manos, aun la estaba penetrando. Mis gotas de sudor escurrían por mi espalda y las de la cara llegaban a la nariz para gotear con dirección a sus pechos. Nuestros jadeos se fueron acompasando y ella me abrazó. Así permanecimos durante unos minutos ella acariciándome el pelo, jugando con mis cabellos y yo rascándole todo el brazo.

El momento mágico se interrumpió cuando ella me separo, y agarrando mi pene de la cepa, se lo fue sacando poco a poco, una vez separados, me recosté en la cama que estaba fría, y mi cuerpo lo agradecía. Ana se levanto, se hizo una coleta y cogió el paquete de tabaco, junto a medio coco que utilizaba como cenicero, y se tumbo a mi lado. Me ofreció un cigarrillo, pero lo rechace. Ella se extrañó pero no dijo nada, se encendió uno y colocando el cenicero sobre mi barriga se recostó sobre mi pecho, yo le acariciaba el cabello y ella me abrazaba con una mano mientras que con la otra fumaba tranquilamente sobre mi regazo.

-¿Te gusta?

-¿El qué? Contesté muy bien sin saber a que se refería.

-Pues lo que ha pasado, que va a ser.

-Hombre gustarme claro, sino no estaría aquí. Le dije.

-¿Y que vas a hacer?

-Ana ahora si te digo la verdad no se que hacer, me gustas eso es obvio, y tu te has podido dar cuenta, ahora me siento bien, otra cosa será esta tarde cuando esté solo y empiece a asimilar realmente lo que pasado.

-¿Y?

-No se, creo que debo pensar tranquilo y ver que hacer. ¿Tu que es lo que quieres realmente?

-A ti.

Mi respuesta y su pregunta me pareció una tontería, realmente no se porque lo pregunte yo durante toda la noche que había pasado en vela, ya había entendido muy bien que era lo que ella quería. La conversación me puso nervioso y desistí de mi idea de fumarme el cigarro a medias como me gustaba hacer con Julia. Alargué mi brazo y cogí su paquete de tabaco, para encenderme un cigarrillo.

Continúe en la misma posición, ya no le acariciaba el brazo estaba enfrascado en mis pensamientos, con mi mirada perdida en un póster de la pared, no me había gustado la conversación y lo peor era que todavía no había terminado. Cada vez me venía mas a mis pensamientos la imagen de mi novia, llorando, reprochándome que como había podido hacerle eso, los ojos sin que pudiera irlo notando fueron tomando un tono brilloso, y la nariz comenzaba como a picarme de una manera extraña, y sin darme cuenta la primera de mis lagrimas se escapó por uno de mis ojos, ella no lo noto y tampoco quería que lo viese.

Me levanté de golpe, y dándole la espalda para que ella no me viese el rostro fui hacia mi ropa, notaba como sus ojos se clavaban en mi espalda, la situación no me gustaba, ya no me encontraba nada cómodo. Encontré mi pantalón corto, me lo puse y al girarme la observé apoyada en el cabecero de la cama escrutándome, durante un instante permanecimos así, su rostro ya no reflejaba la sonrisa que pocos minutos antes poseía, pero aun con esa cara de intriga se veía muy bella, su pelo caoba enredado le colgaba por los hombros llegando algunos mechones al comienzo de sus senos, sus ojos me miraban fijamente, el silencio me resultaba exasperadamente molesto. Los dos queríamos hablar pero ninguno daba el paso, nos observábamos esperando que el otro dijera algo, pero nada sucedía. Yo me acerqué a la cama y me senté en el filo mirándola, por fin ella habló:

-Jorge.

Yo la miré mas fijamente tenían la intuición de lo que ella me iba a decir no me gustaría. No pronuncié palabra y tras unos segundos de indecisión, me dijo:

-Creo que te quiero.

Esperaba muchas cosas, si les soy sincero, pero aquello no, no sabía que hacer abrazarla, levantarme, salir de la habitación, que debía hacer. Mi cerebro pensaba una cosa, pero no se como mi inconsciente me traiciono, y poco a poco mis labios fueron esbozando una sonrisa. Su cara de nuevo empezó a reflejar alegría, no hice nada, creo que ella intuía todas mis dudas, de un salto se abalanzo sobre mí y me abrazó fuertemente, no llevaba ni medio minuto abrazándome cuando comenzó a darme infinidad de besos en la boca, estaba como enloquecida, me cogió el rostro y me besaba toda la cara, primero la boca, luego las mejillas, el cuello, los ojos. Aquellos no eran besos de pasión, eran besos de cariño.

Una voz en mi interior no paraba de gritarme, ¡Jorge, que coño estas haciendo!, entre mi confusión lo único que recuerdo es que la abracé con dulzura, ahora que lo revivo, creo que ese abrazo se asimila, al que una madre da a su hijo pequeño, un abrazo de cariño y dulzura. Si mi cabeza me decía una cosa, lo cierto es que mi cuerpo no respondía, yo estaba muy a gusto y no quería soltarla, quería pasar con ella todo el tiempo, que ese momento no hubiera terminado jamás. Así proseguíamos abrazados, cuando noté como la puerta de la habitación se abría y vi la cara de sorpresa que puso Marta al vernos a los dos juntos, la muchacha no sabía que hacer ni que decir, lo único que hizo fue girarse y salir rápidamente gritando: Perdón, al cerrar la puerta.

Aquello me revolvió a la realidad, parecía que había estado abrazado a Ana durante mucho tiempo, pero en realidad pienso que a penas fueron unos minutos. Creo que mi cara denotaba mis nervios, porque Ana me dijo:

-Tranquilízate, Marta es mi amiga, no va a decir nada.

-Que me tranquilice tu ves normal, te imaginas que nos pilla follando, joder no sabe llamar a las puertas, ¿y tu?, peor aún no sabes cerrar la habitación con llave.

-Joder ella es mi amiga es normal que pase sin llamar, además yo debería estar en clase y necesitaría cualquier cosa.

-Si a mi todo eso me parece muy bien, pero no llevamos ya ni un día liados y ya lo sabe una persona, genial.

-Te vuelvo a decir que Ana es mi amiga y no va a decir nada a nadie, la conozco desde hace mucho tiempo, además yo se lo hubiera dicho.

-Claro y por que no se lo dices también a Juanjo, y este a su novia y así ya yo no tengo que hablar con Julia.

-Pues mira, es una opción, pero eso es cosa tuya y tu debes decidir si hablas con ella, el como y el cuando.

-Claro, que si gracias por tu comprensión. Le dije muy enfadado

Me levante de la cama, me puse la camiseta y salí de la habitación dejándola con la palabra en la boca.

Al salir de la habitación, vi a Marta sentada en el sofá con cara de arrepentimiento, es posible que Ana tuviera razón y Marta fuese de fiar pero a mi personalmente no me hacia ninguna gracia que alguien supiera lo nuestro. Ella me miro luego agacho la cabeza y me dijo:

-Jorge, yo… lo siento, no podía imaginar que estabais… juntos. De verdad lo siento, yo pensaba que no había nadie necesitaba el secador. Ana debía estar en clase.

Durante un tiempo permanecí callado observándola, por momentos el nerviosismo de la muchacha aumentaba, al fin me decidí a hablar.

-Tranquila Marta, no pasa nada, lo que si quiero…

-No, no, yo no he visto nada de verdad, Jorge, te lo prometo, pero te quiero pedir una cosa sola.

-¿Qué?

-Ella te quiere, yo lo se, la conozco nunca la había visto hablar de nadie como hablaba de ti, ella esta muy ilusionada contigo, no la defraudes, hagas lo que hagas, por favor.

No contesté, me dirigí al baño, al pasar noté como una puerta se abría y luego se cerraba, Ana había salido de su habitación.

Me enjuagué la cara con agua fría, y me quede durante un tiempo mirando la cara de imbécil que reflejaba en el espejo, hastiado conmigo mismo, me metí en la ducha y me senté en el plato de ducha dejando que el agua ardiente cayera por todo mi cuerpo, miles de pensamientos venían a mi. Intentaba ordenar algo mis ideas, pero me era del todo imposible, para todos aquellos que están conociendo mi historia quiero aclararles antes de proseguir que aunque parezca mentira, yo estaba bien con mi novia y la quería, era obvio que ya no estaba como al principio, pero creo que eso en todas la relaciones sucede, la pasión del comienzo de una relación, lentamente se va apaciguando y va dejando paso a un bienestar mas tranquilo y sosegado, pero yo a Julia la quería, me costó mucho salir con ella, y ella me quería también. Con Ana era una pasión que apenas acababa de surgir y yo no sabía que podía pasar con aquello, ella me podía decir que me quería muchísimo, pero el tiempo hace que la pasión pase a cariño, el cariño a bienestar, y el bienestar a rutina. Y este podía ser perfectamente nuestro caso.

No se cuanto tiempo llevaba ya en la ducha, pero algo me empujó a levantarme, me enjuagué y salí de la ducha, me di cuenta que no tenía toalla, cogí el albornoz de mi amigo y me dirigí a mi habitación. Al pasar por el salón observé que las niñas estaban sentadas en el salón sentadas preparando el desayuno, pasé de largo, y me refugié en mi cuarto. Una vez allí, me quité el albornoz y me quedé tumbado en la cama ensimismado pensando en las musarañas.

No se el tiempo que llevaría, pero ví como la puerta a penas se abría y Ana pasó rápidamente, instintivamente no se muy bien porque me tapé con las sabanas, ella me sonrió.

-Ahora, te da vergüenza que te vea desnudo.

Cabreado le conteste:

-Ahora es que se ha perdido, la educación en esta casa y se entra a todos los sitios sin antes llamar a la puerta o ¿qué?

-No te lo tomes así, venía a decirte si querías desayunar, te lo has ganado.

Su comentario aun me enfadó más.

-No tengo hambre.

-¿No vas a comer?

-Ahora no me apetece

-¿Quieres que hablemos?

-Ahora preferiría que no.

Ella se inclino hacia mi para besarme en la boca pero yo torcí un poco el rostro de modo que su boca a penas llegó a tocarme la comisura de los labios, después se levantó y salio. De nuevo volvía a estar solo. Agradecí el silencio de la habitación y la tranquilidad de que nadie me pudiera observar y el tener que pensar, que era lo que querían decirme. Tranquilamente me vestí, incluso me peine con un bote de gomina que tenía en la habitación, para así no tener que pararme en el baño, cogí mi mochila y mi cazadora y me dispuse a salir del piso, no quería que dentro de un rato volviera Ana y me empezara a agobiar o peor aun que viniese Juanjo y me empezara a contar gilipolleces, así que abandoné mi habitación, al pasar por el salón se extrañaron de verme vestido y Ana me pregunto:

-¿A dónde vas?

-A clase.

-¿Ahora?

-Si

-¿Para una hora solo?

-Si.

No le dio tiempo a seguir interrogándome, porque ya había abandonado la habitación y estaba en el pasillo camino a la puerta de la casa. Una vez en la calle me sentí mejor, instintivamente me eche las manos al pantalón y me di cuenta que no había cogido ni la cartera ni el móvil, menuda mañana me esperaba. Busqué en la mochila y por suerte encontré un billete de cinco euros arrugado, al menos algo era algo. Me fui a una cafetería cercana, me pedí un café y compre un paquete de cigarrillos. Mentiría si dijese que me tome el café, tenía el estomago cerrado, nada me entraba, lo único que hacía era fumar y fumar, al cabo de un tiempo no se muy bien porque, decidí que esa misma tarde iría a ver a Julia, miré el reloj, llevaba ya una hora y media fuera de la casa, es increíble como pasa el tiempo cuando uno se encuentra enfrascado en lo suyo.

Me dirigí al piso, no sabía muy bien que le iba a decir a Ana, pero por fortuna, el destino me ahorró ese tragó cuando llegue al piso no había nadie, o se habían ido a comprar al supermercado o estaban comiendo por ahí, rápidamente metí en mi mochila, unos vaqueros, dos pares de camisetas y un par de mudas de ropa interior, me puse un jersey, y le escribí una nota a Ana.

"He ido a ver a Julia, por favor no me llames, quiero hablar con ella, supongo que como muy tarde volveré el miércoles. No te agobies, y espera un poco, necesito tiempo, todo esta pasando demasiado rápido. Perdona por como me he portado esta mañana, tu no tienes culpa de nada. No se muy bien que hacer, espero que lo entiendas, hasta pronto."

Dejé el móvil en mi habitación encendido, convencido de que no me haría caso y me llamaría, y coloque la nota sobre su cama. Cerré la casa y me dirigí a la estación de autobuses.

CONTINUARA