miprimita.com

Lujuria, humillación y castigo en Italia

en Confesiones

Mi comadre Virginia –en el centro- y yo, a la derecha, en una fiesta, año 2005.

 

Mi nombre es Norma y tengo 43 años de edad, lo que les contaré ocurrió en 2005, entonces, tenía 38 años y cambió por supuesto, y de manera dramática el curso de mi vida y el de otros seres queridos, aún hoy, sobre todo en las noches de soledad y silencio, cuando contemplo a mi bebé me pregunto: ¿Cómo pudo haber pasado esto? ¿Por qué no logré controlarme?

Entonces me desempeñaba como Analista de Sistemas recién incorporada a un estupendo equipo de trabajo en un Periódico regional de mi país, aunque poseía un buen currículo como Especialista en Informática, y además de -modestia aparte- un buen porte, ya para mi edad era un tanto difícil conseguir un buen empleo en Venezuela y sobre todo en mi región tan golpeada por la crisis.

Pero lo logré, un estupendo empleo, con gente buena, grato ambiente de trabajo y un excelente patrón –Don Filippo, que en santa gloria esté- que realmente valoraba y consentía a su personal, con beneficios extra fuera del contrato colectivo. Precisamente, y tal vez para mi desventura, resulta que desde un principio le caí en gracia al Presidente del Periódico y poderoso Grupo Empresarial.

-¿Ves ese señor que está allí, que viene entrando? –me indica Xiomara, asistente de Recursos Humanos, encargada de introducirme a la Empresa- Es Don Filippo, deja que te lo presente también.

Sabía por supuesto, desde antes de venir a trabajar en el Diario, quien era él, pues se trataba de una figura pública muy conocida, alto, de ademanes pausados y sin embargo, dotado de una implícita energía que inspiraba respeto y admiración, el venerable señor se adelanta a nosotros y soy presentada.

-Don Filippo, le presento a Norma, nuestra nueva adquisición en Sistemas- le indica Xiomara.

-Mucho gusto Signorina, espero le vaya bien y haga carrera con nosotros, es usted muy guapa también, por cierto, ese color es un tesoro para nosotros, los del viejo continente–me dice, refiriéndose a mi tez morena, al tiempo que me toma la mano y la besa en el torso, como todo un caballero a la antigua, yo, como cortada, sólo le atino a decir: "¡Gracias, Señor, Don Filippo, haré mi mejor esfuerzo para esforzarme!"

"Mi mejor esfuerzo para esforzarme" ¡coño bruta! Pero ya el mal estaba hecho. Nerviosa y emocionada, soy presentada a todos mis nuevos compañeros de trabajo e inducida a mis labores en la Empresa, con el transcurrir de los días y las semanas me voy adaptando y haciendo amistades, y cada día me sentía más a gusto en mi nuevo trabajo.

De Don Filippo había escuchado muchas cosas buenas, de grandes sorpresas que otorgaba a sus trabajadores, como fiestas repentinas o premios, aparentemente sin ningún motivo en particular, casi no lo creía hasta que llegué a verlo con mis propios ojos, como si fuera una lotería, de repente venía y abordaba a cualquiera de sus subalternos y les soltaba cosas como: "Fulano, lo he inscrito en un simposio para elevar la Autoestima, es en Caracas éste fin de semana, no se preocupe por la estadía y los gastos, que eso está pagado" o bien: "Zutana, váyase con Mengana para El Restaurant tal cual, donde las van a agasajar con motivo del cumpleaños de ambas, pónganse bellas y tómense el resto del día". ¿Quien no iba a querer trabajar en un sitio así?

Y un buen día – ¿o quizás aciago día? – esa "lotería" me tocó a mí.

Estando en mi cubículo, se acerca mi Supervisor, indicándome que Don Filippo quería hablar conmigo

-¿Hablar conmigo? ¿Y que querrá ese señor conmigo?- pregunté a mi Supervisor, toda nerviosa, ya tenía un poco mas de dos meses trabajando en el periódico y creía que lo estaba haciendo todo de manera satisfactoria, mas bien mis superiores me habían felicitado un par de veces por alguna labor buena que hice.

-No te preocupes –me dice mi Supervisor- no debe ser para algo malo, Don Filippo por lo general llama a la gente para cosas buenas o para encargos o trabajos especiales.

Más calmada pero aún un poco nerviosa, me dirijo a sus oficinas, al llegar lo encuentro en una reunión con altos ejecutivos de sus Empresas, también estaba su hijo y algunos otros invitados, todos hablando italiano, al verme me obsequia una afable sonrisa y un saludo afectuoso:

-Signorina ¿Cómo vae?

-¿Yo? Muy…bien, Don…Filippo, muy bien ¿y usted?

-Bene, bene, ¿Cómo están en casa?

- ¿En mi casa? Bien.

- Bueno, rápidamente, por que estoy un poco atareado aquí ¿tiene planes para el mes que viene?

- ¿yo? Bueno, seguir trabajando.

- Muy bien ¿Tiene usted pasaporte?

-¿Yo? Si, Don Filippo, sí tengo pasaporte (a éstas alturas ya me temblaban las piernas).

-¡Excelente! Bueno, le digo porque el mes que viene me voy para Italia en plan de trabajo y usted me va a acompañar.

Creo que del tiro se me bajó la tensión ¡imagínense! ¡Yo viajando para Italia, en Europa! En mi vida podía decirse que salí de país y eso para Aruba, en el Caribe, que para eso había sacado el pasaporte con tanto sacrificio y resulta que no se necesitaba para ir a esa isla.

-Pero, Don Filippo ¿yo para Italia?

- Si, si, vaya a su trabajito que ahorita estoy ocupado, yo después la llamo para los detalles, era para que se prepare psicológicamente, que va a visitar las playas italianas y me la pienso llevar para que usted disfrute de Italia.

Titubeando, todavía en Shock por la noticia, voy a mi escritorio y me siento a pasar el trauma, se acercan mis superiores y compañeras de trabajo y me preguntan que quería el gran Jefe conmigo y les digo:

-Me dijo que... ¡que me va a llevar a Italia!

Todas me abrazan y me felicitan, me bombardean con consejos –ya otras personas han viajado con Don Filippo- y se emocionan conmigo.

-yo una vez fui a Italia con él –me indica Donna, una compañera de mediana edad- por lo general él va de trabajo, a comprar insumos, a un seminario o algo así y la deja a una por su cuenta, entonces tú puedes ir donde quieras, la playa, las islas, el campo, las ciudades y museos y la vida nocturna, si eres atrevida puedes vivir la aventura de tu vida y gozar un poco -me dice con picardía- Enriqueta es la que cuadra todo eso, yo le voy a decir para que te dé algunos tips, y te cuadre alguna actividad chévere mientras el patrón anda en lo suyo por allá, ah por cierto, tanto es así que te deja por su cuenta, que a veces se viene él solo y tú te vienes por tu cuenta, pero no te preocupes, que eso lo cuadran aquí también.

Toda emocionada, ese día me voy contenta y feliz para la casa, no aguanto y le cuento todo a mi comadre Virginia, mi mejor amiga.

-Si comadre, ¡me voy para Italia, coño, para Italia!

-¡Que emoción! Pero, Comadre, acuérdate que el mes que viene es el cumpleaños de tu ahijada Vanessa.

 

Vanessa en una playa de Venezuela, año 2004

 

¡Había olvidado el cumpleaños de Vanessa! Mi ahijada linda, a quien quiero como una hija, cumplía 17 años y le había prometido una velada inolvidable, como amigas, Virginia –que es su madre- y yo.

No tenía todos los datos, pero me descorazonaba pensar que el viaje iba a coincidir con el cumpleaños y la reunioncita que humildemente le habíamos preparado a Vanessa, esa duda me atormentaba, pues iba a tener que elegir entre el cumpleaños y el viaje y me iba a dar mucha pena tener que decirle no a Don Filippo, además de lo feo que se iba a ver en mi imagen laboral, no le dije nada a nadie, pero el malestar se notaba en mi rostro, en eso estaba una mañana de trabajo, cavilando y trabajando, cuando alguien acerca su rostro al mío por detrás:

-¿Qué ocurre Signorina?

-¡Don Filippo! ¡Me asustó!

- Aquí no estamos para asustar, sino para ayudar, dígame, que podemos hacer por usted, porque se ve que está como cabezona.

Esa expresión tan coloquial me hizo sonreír, pero luego de un segundo me enserié y le pedí que si podíamos hablar un momentito en privado.

Asintió y fue allí, en su oficina que le conté, con los ojos humedecidos, lo que me inquietaba, sobre el viaje y el cumpleaños de mi ahijada.

-¿Y eso era todo?- me dijo, yo le seguía extrañada- yo pensaba que era una vaina mas grave, dígame Signorina ¿ya su ahijada y su comadre sacaron el pasaporte?

Empezaron a temblarme las piernas otra vez.

Casi no veía la hora de llegar a casa, corrí de inmediato a la casa de Virginia y Vanessa a contarle la noticia:

-¡Muchachas! ¡NOS VAMOS LAS TRES PARA ITALIA!

Pensaron que era una broma, tuve que contarles desde el principio, detalle a detalle una y otra vez y aún así costó para que me creyeran; Por fin cuando se convencieron de que todo era verdad, reinó la algarabía en esa casa, parecíamos unas niñas quinceañeras, las tres abrazadas en círculo, saltando y gritando:

¡NOS VAMOS PARA ITALIA! ¡NOS VAMOS PARA ITALIA! ¡NOS VAMOS PARA ITALIA!

A partir de ese día todo fue emoción y expectativas: La compra de enseres, ropa, trajes de baño –que más tarde, como les contaré, no necesitamos al final- contarle a nuestros amigos, recabar información sobre el País; Don Filippo se reunió conmigo y ultimó detalles, efectivamente, prácticamente la Empresa se ocupó de todo, Don Filippo tenía un itinerario en Italia y nosotras íbamos a tener otro y probablemente no íbamos a coincidir con él en aquel país una vez tocáramos tierra. La señora Enriqueta preparó todo un paquete turístico con instrucciones precisas para nosotras seguir, y asegurándonos de que no iba a haber problemas, por la comunicación que no nos preocupáramos, el Italiano es un idioma fácil, muy similar al Español, también solía haber una gran cantidad de hispano hablantes en cualquier lugar de Italia, así como anglo parlantes –yo mas o menos hablo inglés- y de otros idiomas europeos.

Llegó el día. Partimos en un avión en primera clase –el regalo de Don Filippo era completo- emocionadísimas, casi no dormimos. Llegamos al Aeropuerto Internacional de Roma y de allí hicimos trasbordo en otro avión, mas pequeño, rumbo a una región llamada Toscana, aterrizamos en el Aeropuerto de Peretola, en la hermosa Ciudad de Florencia, era de mañana y casi teníamos 48 horas sin dormir por la emoción, pero todo estaba arreglado, nos quedamos en una hermosa villa, acogedora y romántica que nuestra agenda y el cansancio no nos dejaron disfrutar. En la mañana, llenas de energía y excitación, nos despedimos del Señor Filippo, pues ése día, después de una reunión en Florencia, partiría hacia Roma nuevamente.

-ya saben, ragazzas y usted en especial, Norma, están aquí para disfrutar de Italia- nos ordenó cariñosamente Don Filippo, antes de despedirse de nosotras.

Nos fuimos con nuestro equipaje a trasladarnos por tierra hacia la costa de Toscana, ya en la mañana se sentía un fuerte calor y eso se reflejaba en las personas que caminaban en la calle, turistas y parroquianos, hombres y mujeres quienes, indiferentes a todo, apenas si andaban vestidos, con minúsculos calzoncillos, pareos, camisetas, sostenes y algunos chicos incluso sin camisa, algunos muy atractivos, como modelos de ropa interior masculina.

-¡Si así llueve que no escampe! Grita la picarona de mi comadre, al ver los hermosos ejemplares masculinos, todas nos reímos.

Llegamos a la costa, allí tomamos un transporte marítimo –yate- que nos llevó a nuestro destino final: La Isla de Elba. Desembarcamos en el puerto y rápidamente conseguimos un taxi que nos llevara a un apartamento que previamente nos habían reservado, en un poblado llamado Capoliveri. Desempacamos y empezamos a acomodarnos para la aventura, nos duchamos y rápidamente nos preparamos con nuestros bikinis para disfrutar de un excitante paseo por el pueblo y la playa.

Ya habíamos visto con atención todo, vimos lo atrevido y ligero de los atuendos de la gente, así que ¿Por qué no nosotras? Nos pusimos a modelar nuestros trajes de baño y a alabar nuestros cuerpos, Virginia y yo somos de raza negra tercerona, con cuerpos robustos, propios de nuestra raza, pero bien proporcionados para nuestra edad y a pesar de ser madres, Virginia con mas cuerpo que yo, pero ambas con un buen "rabo", Vanessa por supuesto, era una joven bien formada y de piel mas clara, su edad, obviamente, pudiera hacerla mas "apetecible" sexualmente hablando.

Así que del apartamento salimos trajeadas, todas con excitantes hilos dentales, podíamos darnos ese lujo, nuestros cuerpos lo permitían, apenas disimulado con un pareo transparente, no sé como se sentían las muchachas, pero yo me sentía emocionada y…excitada.

Caminamos el largo trecho, bajo un hermoso sol, hacia la playa, allí íbamos, tres hembras exquisitas, tres morenas casi desnudas, caminando tranquilamente por esas calles del pueblecito italiano ese, nuestra piel de porcelana negra por el sol y el sudor, deslumbrando a cuanto varón que nos veía pasar, la sensación de excitación que todo aquello me provocaba era embriagante.

Ya en la playa, la situación se tornó aún mas excitante, Remaiolo recuerdo que se llamaba la ensenada, muy concurrida por personas de toda clase, una babel de idiomas podía escuchar, así como gentes de todas edades y clases, familias con sus niños, señoras gordas, señores calvos, adolescentes y hombres solos, verdaderos Adonis, y nosotras, las mulatas, centro de atención de las miradas, pero lo que mas me llamó la atención fue ver a algunas personas pasear por la playa ¡ completamente desnudos!

-¡Comadre que vaina es ésta! –me increpa Virginia, mientras Vanessa hacía una gran "O" con su boca, asombrada de ver sobre todo tantos hombres bien formados con aquella "cosa" colgándoles libremente.

-Bueno, Virginia, estamos en otro país, otra mentalidad, yo…yo no le veo nada malo tampoco-respondo.

-No, es que yo no estoy diciendo que sea algo malo, al contrario ¡que paisaje tan sabroso! ¡Y tú que carajo niña! ¿Te estás relamiendo de gusto?

-¡No mamá! ¿Cómo crees? Pero…están desnudos.

-Bueno, siga viendo las palomas y disfrute, le doy permiso-le ordena Virginia a su hija, las tres estábamos realmente emocionadas.

Colocamos las toallas en la arena para acostarnos, sin perder de vista a aquellos machos que circulaban por aquí y por allá, también habían mujeres, ancianos, niños y adolescentes desnudos, pero no todos andaban sin ropas, sólo algunas personas, los demás sí tenían sus trajes de baños y vestidos. Duramos un rato viendo aquello y acomodándonos, de vez en cuando algún caballero nos dirigía su mirada, cosa que me gustaba.

-Virginia, comadre-comienzo a hablar luego de un rato pensativa- viéndolo bien ¿nosotras venimos a disfrutar de Italia, no? Nos lo dijo don Filippo.

-Si, correcto ¿y entonces?

-Bueno, aquí nadie nos conoce, yo creo que… ¿Qué tal si imitamos las costumbres de los parroquianos éstos, de ésta gente que es tan turista como nosotros?

-¿Tú dices, desnudarnos?

- Bueno, si, como…dijimos que no era malo ¿no?

-¡Verga comadre, como te tardaste!

Acto seguido se para Virginia, dejándonos locas a Vanessa y a mí, quitándose de inmediato el traje de baño de dos piezas, hilo y sostén, quedando completamente desnuda, yo sorprendida, emocionada y nerviosa, pero sin amilanarme la imito, sin pararme del piso, algunos transeúntes observan.

-¿Qué estás esperando ésta niña? ¡Quédate en pelotas!

Mi comadre siempre con sus cosas, De inmediato Vanessa se desnuda y allí estábamos, tres venezolanas en cueros en una isla italiana, mas varones hacen pausa y nos miran, detallan nuestros muslos fuertes y sudados, nuestros vientres planos, nuestras tetas grandes, con sus pezones achocolatados y amplios (los de Vanessa mas pequeños, acordes con su edad), nuestros culos bien torneados y generosos, como buenas negras y latinas (allí están Beyoncé, Jennifer López y Vida Guerra para confirmarlo), y sobre todo nuestros "templos del amor", jugosos y prominentes, como pequeñas colinas esperando un escalador, con sus labios gruesos y carnosos y nuestros clítoris abultaditos y paraditos (sobre todo el mío), Virginia y yo teníamos el corte brasileño, pero Vanessa la tenía afeitadita toda, como se acostumbra ahora.

-Signora.

-¿Ah? ¿Qué?

-¡Ah, español! ¿No?

Un muchacho buen mozo me aborda, un italiano hermoso como Brad Pitt en sus buenos tiempos, pero de pelo negro, cuerpo esbelto y definido, tez blanca, desnudo, de porte armonioso hasta en su miembro viril, bello e imponente, mas atrás observan dos jóvenes mas, como en sus veinte, igualmente bellos y desnudos.

-¿Qué? ¡Ah! Si, español, soy latina, somos latinas -le respondo, Vanessa y Virginia observan atentas, los otros muchachos se acercan.

-Que bueno, son muy guapas ¿lo sabían? Mi nombre es Piero, mi amigo aquí es Fernando, él es de España y aquí está Paolo también, aunque somos turistas de la misma forma que ustedes, les damos la bienvenida.

Entre español e italiano, comenzaron los chamos a platicar con nosotros, al principio nerviosas, por nuestra condición de andar desnudas, rápidamente nos adaptamos a la situación, incluso Vanessa, que era la que estaba mas cortada, se desenvolvía bien con los chicos, riendo y conversando amenamente, a pesar de eso no podíamos dejar pasar por alto, mirándolos de reojo, esos penes tan bien formados que poseían, mi vagina empezaba a responder con flujos.

-Chicas, como somos casi anfitriones, debemos responder por su seguridad, el Sol está inclemente, así que, lo que se acostumbra como caballeros es protegerlas, sobre todo a damas tan hermosas, vamos a colocarles un bronceador con protección solar- sugiere Paolo, las chicas sonríen sorprendidas. Para mí –y supongo que para mi comadre también, un año mayor que yo- era muy halagador sentirse atractiva para éstos muchachos, casi tan jóvenes que podían ser nuestros hijos. No nos dan tiempo de reaccionar y entre risas e insistiendo, proceden a untarnos el bloqueador solar, cuando siento el contacto de sus manos en mi piel, ya no me puedo resistir, las tres somos masajeadas con firmeza y experiencia por aquellos extraños, seguimos el juego y nos colocamos boca abajo, nuestras espaldas, brazos e incluso nuestras nalgas, son amasadas con maestría, cierro los ojos para disfrutar y oigo las risas nerviosas de las muchachas, que también disfrutan el masaje.

-Ragazzas, éste lado está listo, ahora pasemos al otro- indica Paolo, procedemos a voltearnos para seguir el "tratamiento", con todo el descaro del mundo, los chicos se esmeran en el masaje, tocando muslos, brazos, piernas, vientres y nuestros senos.

"¿Qué está pasando?" –Pienso- "¿es esto…normal?" Para confirmar o esperando alguna respuesta o reacción volteo y veo a Virginia, a mi lado recibiendo el mismo tratamiento en las tetas, resoplando pero aguantando tranquila el método, mas allá Vanessa lucha con su chico, que manipula sus senos con firmeza, pero la lucha es desigual y está perdiendo, veo gentes a nuestro alrededor, muy cerca un chamo muy joven, como de quince o dieciséis años, observa todo con atención, está desnudo y no por joven no deja de ser atractivo. Las manos de Piero van bajando, lo veo cuando al fin alcanzan la cuca de Virginia.

¡Comadre tengo sed! –Replica Virginia poniéndose de pie súbitamente- voy a ver donde consigo agua por aquí ¿Quiere un poquito? Yo le traigo ¡párate Vanessa!

El pobre Piero queda con la nota cortada, tocó terreno prohibido –ojalá yo hubiese tenido la misma fuerza de voluntad, el mismo poder de control que tuvo Virginia en ese momento, la historia hubiese sido otra- Fernando no tuvo tiempo de explorar la cuchara de Vanessa, ésta se para de inmediato evidentemente excitada y sigue a su madre, las dos parten y me dejan a mí allí, sin poder reaccionar, estoy a merced de las manos de Paolo, sus dedos ya perfilan mis pezones descaradamente, me manipula con fuerza y en una de esas rozo su hermoso pene, con firmeza éste reacciona con una potente erección.

-Mira lo que hizo Signora –replica Paolo- ahora debe hacer algo para remediarlo ¿capisce?

-Parece que quedaste tú solita para nosotros-indica Fernando, alcanzo a darme cuenta que tanto él como Piero ostentan unas hermosísimas vergas, orgullosamente paradas.

Y yo sin reaccionar ¿Por qué no hice nada? ¿Por qué no me levanté y salí corriendo? ¿porqué al menos no dije ni una palabra? Allí estaba, en una playa en un país extranjero, rodeada de gentes que veían todo, a merced de tres güevos, dispuesta para el sacrificio, sin nadie que lo detenga.

Fernando se acerca y me ataca por la derecha, tomando mi seno y apretujándolo, al tiempo que abre mi pierna, otro tanto hace Paolo, que separa mi otra pierna para apreciar bien mi vulva hinchada y húmeda, Piero se acerca amenazante y se arrodilla entre mis muslos, el ataque es inminente.

-Bienvenida a Italia, puta.

-¡Aaaah!

La penetración es firme y decidida, el hermoso cipote blanco de Piero no encuentra resistencia en mi cuca sudada y tibia, me coge rítmicamente, mientras Fernando se anima a chuparme una teta y Paolo toma mi mano y lo pone en su pene para que lo masturbe, cosa que hago de forma accidentada, estoy en el paraíso, tres machos para mí solita, estoy embriagada de la mas pura lascivia.

-¡que sabroso mi macho, dale mi catire, así, así!

No me importaba nada, ni siquiera ese montón de gente que está a mí alrededor viendo el espectáculo de Sexo en vivo y directo conmigo de protagonista principal, acercándose cada vez más ¿Por qué me va a importar si esa gente no me conocía? Risas, vítores, muchas voces, un señor viejo, de tez muy blanca y con una gran panza, con lentes oscuros y un sombrero de ranger se masturba descaradamente, halando su modesto pipí, a su lado me observa otra señora gorda, desnuda, con lentes oscuros y sombrero de ala ancha, me imagino que su esposa. El pistoneo de Piero continúa con furia y energía, Fernando se cansa de magrear mi teta y acomoda su polla suculenta en mi boca, cogiéndome por la nuca con abuso y sin protesto, Paolo muerde mi pezón izquierdo, mientras le sigo haciendo la paja, siguen los gritos, la gente no se pierde detalle, están mas cerca:

¡Dale duro, dale duro, fóllatela!

¡La sua fucca! ¡La sua fucca!

¡Fuck her! ¡Fuck that fuckcing nigga! ¡Harder, that fucking bitch!

¡Polizei Polizei!

Cambian de lugar, me ponen de lado, Paolo se acuesta detrás de mí y así inserta su gruesa polla en mi cuca, a Piero le toca el turno de follarme por la boca, Fernando de pie toma mi pierna izquierda, para que Paolo pueda cogerme bien, mientras él mismo opta por darse con una paja a mi nombre, ya la gente no tiene miramientos, se acercan y toman fotos de mi cara y mi cuerpo, me filman con sus celulares, los mas audaces se atreven a tocar mi piel, mis tetas, siguen los gritos.

¡COMADRE!

Llegan Virginia y Vanessa, las observo fijamente mientras sigo chupando con furia la gruesa y blanca verga de Piero, es curioso, recuerdo que no existía ninguna vergüenza en mí, lo tomé como algo natural que mi comadre y mi ahijada me vieran mamar güevo de un tipo desconocido, sus ojos desorbitados del asombro no me impedían disfrutar con la "redoblona" que me estaban dando aquellos machos y mi descomunal gozo.

¡Aaaahhhh!

Potente descarga de semen en mi boca, Piero se corre y yo degluto golosa toda la leche del macho italiano, otro tanto hace Fernando, el español, salpicando mi cuerpo de tibia savia.

¡Giovanni! ¡Súbito! ¡Súbito!

Llaman al adolescente que estaba con ellos, viéndolo todo desde el principio, Paolo se sale de mí y quedo boca abajo, piernas bien abiertas, expectante, no aguanto y masajeo mi pepita, en espera de lo que sé que va a pasar, oigo a Virginia:

-¡Comadre no lo haga! ¡Es un bebé! ¡Es mas chamo que Vanessa! ¡Casi un niño!

No respondo nada, sólo veo aquel chico tan hermoso, de piel blanca, pelo castaño oscuro, ojos claros, quizás azules o verdes, no sé, cuerpo definido, acorde a su edad, y sobre todo con una hermosa verga, de respetables quince centímetros, apuntando hacia el Cielo, me mira como suplicando, dudoso, como pidiendo permiso, yo ya estaba a punto.

-Signora, signora.

-Véngase papito, véngase mi niño, venga con mami, anda, cógeme.

-Signora, ¡Signoraaaaa!

Penetración suave pero firme, toma mis caderas y bombea, yo estoy en cuatro patas, él aún con dudas, yo no aguanto, me lo saco y me volteo, lo agarro contra mi pecho y lo abrazo con fuerza, tomo su pene y lo inserto en mi vagina.

-Vente mi niño, cógete a tu vieja, dale duro chamo, dale, dale, DALEEEEE!!!

-¡Signoraaaa!

Su descarga de leche en lo mas profundo de mi útero coincidió con el orgasmo más grande, con la corrida mas descomunal que jamás haya tenido en mi vida, grité con fuerza y lloré casi desmayada del mas puro placer, aún estaba desfallecida, con los ojos cerrados, cuando siento que soy agarrada con fuerza por un brazo, levantada con violencia del piso, del paño donde los machos italianos me habían follado, tan fuerte fue mi éxtasis que no atinaba a comprender nada, estaba desmayada y soy arrastrada por la playa por unos tipos uniformados de negro, alcanzo a ver como una señora gorda señala a mi comadre y a mi ahijada, otros hombres uniformados, policías, las toman con fuerza y se las llevan también, dando órdenes en italiano que no entiendo, somos metidas en una furgoneta de la Policía y nos trasladan a no sé adonde. Vanessa y Virginia, realmente asustadas, se abrazan.

-En que lío nos metimos, Comadre –reclama Virginia- ¡En que lío nos metiste!

Si, YO las había metido en un lío a las tres, pero todavía no tenía la mente reflexiva, la jornada de orgía brutal en la playa me había dejado sin fuerzas ni reflexión, todavía temblaba de placer, allí estaba yo, en esa furgoneta de la Policía Italiana, desnuda, llena de arena, sudor y sucia, con semen escurriendo por mis muslos y toda pegostosa, Vanessa y Virginia estaban desnudas también, pero al menos estaban un poco mas decentes que yo, no dirigimos a la costa, al puerto, allí proceden a ponernos esposas a las tres y somos conducidas sin ningún miramiento a una lancha de policía, puedo ver un escudo y un nombre: Carabinieri. Fue allí donde empecé a tener noción de que realmente estábamos en problemas muy serios.

Llegamos a la costa, allí nuevamente nos meten en otra furgoneta de Policía, en todo éste lapso de tiempo no hubo quien amablemente nos cediera algo para cubrirnos, una manta o algo, como se ve en las películas, pero no, caminamos todo el trayecto desnudas, ahora muertas de vergüenza, con la cabeza cabizbaja, evitando las miradas de los transeúntes que nos observaban inquisidores, nos llevan unos policías con miradas sádicas y sonrisas burlonas, dos adelante y uno con nosotras, el cual se deleitaba detallando cada parte de nuestros cuerpos, especialmente el de Vanessa. Llegamos a un pueblo y vamos a su Comisaría o Comandancia de Policía, como quiera que lo llamen, Solivicille o algo así, no recuerdo muy bien, lo vi en el letrero en la entrada del Edificio. Allí nos sentaron en un banco donde permanecimos acurrucadas las tres, temblando de frío, miedo y vergüenza, a la vista de todo el mundo, visitantes, presos y policías, Vanessa no paraba de llorar. Un Policía lleno de condecoraciones, de bigotito y uniforme impecable se nos acerca:

-¡Chao, gualdrinas!

No sé que dice, pero de inmediato otro Policía, creo que un subalterno, le informa alguna cosa en italiano, el otro hombre se enfurece, grita, patea el piso y echa maldiciones, no sé que haya pasado, lo cierto es da algunas ordenes y enseguida somos conducidas de vuelta a la calle, donde somos metidas en otro auto patrulla, allí mas o menos entendí que íbamos a ser trasladadas a la Ciudad de Siena, en donde había un Consulado de Venezuela.

Al llegar a la Oficina del Consulado uno de los Policías habla con un señor, después supe que era el Vicecónsul y su apellido era Rodriguez, éste nos hace señas de que nos metamos en una oficina, apuradas y miedosas acatamos la orden, al menos en un sitio cerrado y privado nadie nos vería desnudas. Luego de un rato de espera, entra el Vicecónsul a la Oficina.

-Buenas, hola, disculpe, se…señor, yo, que pena, que le quería decir ¿no podría prestarnos unas mantas? Es que como ve nosotras estamos…

¡PUAFFFFF!

Una sonora cachetada cimbra mi cuerpo, haciendo que me tambalee, las muchachas retroceden, presas del susto y la sorpresa.

-¡Piazo é putas! ¿Qué se creen ustedes, cuerda de zorras? ¿Creen que pueden venir al extranjero a manchar el nombre de nuestro país, perras sucias?

A una retahíla de insultos y amenazas, siguió un interrogatorio nazi que sólo hizo que Vanessa y Virginia lloraran a moco suelto, suplicando y pidiendo perdón por cosas que ellas no hicieron… pero que yo si.

Lo peor: Averiguó que habíamos venido a Italia nada menos que con Don Filippo, hombre muy apreciado en círculos Diplomáticos y Empresariales de ambos países, el Funcionario encendió en cólera, no sólo no nos dio nada para cubrir nuestros cuerpos, sino que nos sacó a empujones de la Oficina, entregándonos nuevamente a los mismos policías que nos habían traído, llevándonos de vuelta a la ciudad de Sovilicille. Allí nos recibió nuevamente el policía ese de bigotito, con una sonrisa socarrona que nos dio pavor, pronto entraríamos en una verdadera pesadilla.

-Hola, putas -nos dijo en un castellano neutro, muy bien hablado- bienvenidas de vuelta, pensé que las había perdido, pero el buen Vicecónsul, amigo mío, me las volvió a mandar aquí, eso es muy bueno…para mí ¡je, je, je!

Fuimos llevadas a un patio, donde, con una manguera de presión nos bañaron como si fuéramos animales, para mí, aunque la presión del agua lastimaba, fue realmente reconfortante, ya que me encontraba muy sucia y maloliente. De allí nos llevaron a una celda de prisión, con barrotes y todo, enfrente y al lado de otras celdas con prisioneros hombres, que nos gritaban y trataban de tocarnos, alguno incluso masturbándose descaradamente.

-Bueno ragazzas, la cosa es así –empezó a decirnos el policía de las condecoraciones, con su bigotito y su risita cínica- Yo estoy al mando aquí y debo, digamos, suministrar cierto desahogo a éstos presos de mierda, para que no molesten tanto, claro, eso tiene un precio y quien debe cobrar ese precio es, digamos…yo ¡je, je, je!

Ya casi no podía sostenerme en pie, las palabras de ese canalla me estaban causando un pavor tremendo, y no temía por mí, sino por mi pobre comadre y mi pobre ahijada, que no merecían ésta vaina, la única culpable soy yo.

-¡Por favor, Señor, se lo suplico, no nos hagan nada! ¡No les haga daño a mis amigas que ellas no tienen la culpa! ¡Si hablamos de putas la única puta aquí soy yo! ¡Por favor! ¡Por piedad!

- No te preocupes gualdrina, que no es nada de lo que tú piensas, lamentablemente me pusieron limitaciones, pero no importa, algo se hará, esos tres cuerpos van a dar placer, como sea.

Allí realmente entré en pánico y me puse a llorar junto a mis compañeras. El Policía corrupto sale y habla con otro Policía, veo la entrega de un dinero, lo cuenta, veo una fila de hombres desnudos que van llegando, detrás de él, entran en nuestra celda juntos con otros Policías, el terror se apodera de nosotras.

¡FORCHETTA RAGAZZO!

Los hombres desnudos, que me imagino eran presos de esa cárcel, se abalanzan sobre nosotras, nos cargan, toman nuestras manos, nos obligan a masturbarlos, nos manosean, nos besan por todo el cuerpo, muerden los pezones, chupan nuestras cucas, nos lamen, algunos hasta se atreven con nalgadas y cachetadas.

-¿Qué les dije troias? ¡Les dije que iban a gozar y hacer gozar, perras!

Nuestros gritos y llantos son acallados por tres vergas que nos penetran a las tres por la boca, resignada a mi suerte, me aboco por mamar aquel güevo maloliente sin pensar en nada, mientras de rodillas masturbo a dos mas con cada mano, y hay un cuarto recluso acostado en el piso, entre mis piernas, hurgando mi crica con su lengua, Vanessa y Virginia hacen mas o menos lo mismo, entre sollozos, de los hombres solos, que esperan su turno para usarnos, algunos no aguantan y eyaculan allí mismo, la escena era demasiado fuerte para ellos, uno de mis machos me baña de semen casi al mismo tiempo que aquel a quien le chupo la polla, tragándome casi toda la lefa, esa pausa me permite ver como la pobre Vanessa se vino en vómito, quizás rechazando el semen o porque la polla que le tocó era muy larga para su garganta.

Ocurren conatos de peleas entre los presos, quieren que les chupemos las pollas en lugar de sólo masturbarlos, pero sólo hay tres bocas y seis manos, los Policías ponen orden dando rolazos por aquí y allá. El mal nacido que nos desgració la vida gira instrucciones a presos y policías:

¡Ordine Prisioneri! ¡Non penetrazione, non penetrazione!

Las descargas de leche se suceden unas tras otras, dentro del caos y la desgracia, parece que le vamos tomando el ritmo del trabajo, Vanessa y Virginia, entre sollozos y expresiones de asco, se van despachando dos machos cada una y rápidamente vienen dos mas, algunos están agotados, otros quieren repetir, calculo que son mas de quince sementales, de cuerpos, facciones y pollas diversas, habían algunos de piel morena, algunos hablaban italiano, otros hablaban otros idiomas desconocidos, unos olían mal, otros eran hasta bien parecidos, con tatuajes y cicatrices en el cuerpo. Virginia succiona un miembro en cuatro patas, un prisionero aprovecha el descuido y la penetra desde atrás con violencia.

-¡Ayyyyy!

¡PUAFFF! Un violento coñazo dado en la espalda con un rolo hace que el tipo caiga convulso en el piso, despegándose de la cuchara de mi comadre, aunque la penetró, por lo menos no alcanzó a bombearla con su pene ni eyacular en su interior.

¡Non penetrazione! ¡Non penetrazione!

Ya casi estábamos secas de tanto llorar, no nos salían más lágrimas y sólo nos limitábamos a chupar vergas y drenar semen, mientras atiendo unos machos veo como dos reos ponen a Vanessa en una mesa para abusar mejor de ella, había entendido que tenían órdenes de no follarnos, de no penetrarnos en la almeja o el culo, solo debíamos mamarles el güevo, a lo mejor para no dejar evidencia de violación o algo, pero no podíamos confiarnos de esos tipos, menos en esas circunstancias tan caóticas y calientes; Vanessa acostada, le hace la felación a un tipo, mientras otro se ocupa de explorar su concha, pellizcando sus labios y su clítoris, acerca su pene peligrosamente a su chumino, se masturba con furia, veo el peligro, apuro mi trabajo con mi boca para que el preso a quien atiendo se corra, por unos momentos me convierto en puta por caridad, alcanzo a que el macho acabe con fuerza en mi boca y trago con rapidez mi ración seminal, justo en el momento en que el preso que se pajea cerca de la cuca de Vanessa le eyacula en la entrada, eso no lo puedo permitir: Me abalanzo sobre ella y con avidez limpio la tibia leche del macho, de su ingle, sus muslos y su vulva, lamo su clítoris, chupo sus labios y los abro para poder penetrarla con mi lengua y así recuperar toda la esperma que ingresó a su vagina, meto mi lengua en lo mas profundo de su gruta adolescente y puedo sentir el sabor del semen, así que creo que tengo éxito, la abro un poco mas y succiono con toda mis fuerzas.

-¡No Madrina, no me haga eso!

-¡Tengo que hacerlo mi niña! ¿No entiendes? ¡Tengo que hacerlo por tu bien!

Los presos aplauden el calenturiento show lésbico que no se esperaban, El hombre del bigotito y uniforme negro impecable, ríe a carcajadas, mi pobre Comadre presencia aquel espectáculo denigrante que le acabo de ofrecer, con rostro enjuto y vergüenza contenida, mientras masturba a dos tipos y un tercero muerde su clítoris, alargando los gruesos labios de su cuca con los dientes, el engendro aquel de cuyo rostro no quiero acordarme, cuenta los Euros satisfecho, afuera de la celda otro lote de presos desnudos con sus vergas paradas esperan su turno, mientras reciben instrucciones de otro policía italiano.

Cuarenta y ocho horas de infamia y ensañamiento contra nosotras, dos días completos con sus noches, apenas unos minutos para comer algún sándwich, una fruta y un vaso de agua, ahora que lo recuerdo, casi no tenía hambre, posiblemente aquellas continuas descargas de tibia esperma, a veces dulce, otras veces un tanto agria, me hacían sentir llena y no requería de mucho alimento, con todo aquello de todas maneras, lo menos que pensábamos era en comer.

Dos días después de aquella jornada de Sodoma, somos entregadas a una Comisión Militar del Ejército Venezolano, reconocimos sus uniformes, estos buenos hombres por fin se compadecieron de nosotras y nos dieron unas cobijas para cubrir nuestros cuerpos desnudos y explotados, viajamos por tierra a hasta un Aeropuerto, no se cual, y nos montan en un avión militar, un Hércules C-130 con Bandera Venezolana.

Hacemos tres escalas –creo, no estoy segura- y luego de un interminable viaje, humilladas, usadas, sin pasaporte, ropa o documentos, hambrientas y cansadas, llegamos al Aeropuerto Internacional de Maiquetía, estropeadas por el viaje en ese avión militar. Por un instante pensamos que quizás despertamos de la pesadilla, pero no, la pesadilla continuaba.

-Buenas tardes, mi Comandante, aquí están las tres ciudadanas deportadas, son remitidas del Consulado de la República en Siena, en Italia, acusadas de ejercer la prostitución y corrupción de menores.

- Que vaina con éstas putas Capitán, bueno, entréguelas a la Comisión del Comando Regional de la Guardia Nacional, ellos verán que hacen con esas zorras, yo las mandaría pa´ Colombia, a que se las cojan los narcos.

Somos enviadas a una Oficina o Cuartel de la Guardia Nacional, en el mismo Aeropuerto, donde continúan los interrogatorios, nos quitan las cobijas y quedamos nuevamente desnudas, allí unas Guardias Nacionales mujeres se ensañan con nuestros cuerpos, hurgando en todas nuestras cavidades sin ningún tipo de consideración, dizque para buscar drogas.

Somos llevadas sin escuchar explicaciones -aunque por otro lado ¿Qué explicaciones íbamos a dar?- transportadas hasta el Instituto Nacional de Orientación Femenina (INOF) o cárcel de mujeres de Los Teques, Vanessa por ser menor es recluida en una dependencia del Instituto Nacional del Menor (INAM) en Maracay y así, durante dos semanas mas, mientras se llevaban a cabo las averiguaciones sobre lo que hacíamos en Italia, nos convertimos en unas reclusas mas, con reseña policial y todo, al cabo de dos semanas somos echadas a la calle sin explicaciones, como dos perras mas, bueno, después de todo esa era la referencia que trajimos de Italia. Así terminó nuestra trágica y bizarra aventura.

No, mentira, no terminó todo allí.

Estaba tan avergonzada que ya no me atrevía a regresar a mi trabajo, a estas alturas ya todo se sabría –escuché que alguna noticia sobre el caso salió publicada en un periódico- una mañana, recibo una llamada al teléfono de mi casa:

-Signora ¿reconoce mi voz?

Volvían a temblar mis piernas, pero ya no era de emoción, era de miedo y vergüenza.

-Necesitamos hablar con usted, por favor, venga a mi oficina hoy en la tarde.

Colgó.

No podía decir que no, sentía que le debía, sabía que le había decepcionado, que le había traicionado de alguna manera, y en lo más profundo de mí ser esperaba que me perdonara, que todo había sido un pequeño error de una pobre negra verrionda. Al llegar a las Oficinas, desde el mismo momento de llegar al Edificio hasta el portero y los vigilantes me veían y se reían, murmuraban, se relamían los hombres de manera obscena, aquello era casi un pelotón de fusilamiento. Nadie me saluda, pero todos me ven, algunos con mirada de desprecio.

Llego a la puerta de su Oficina, mi Corazón palpita con fuerza, me tiemblan las manos y las piernas, pero logro sostenerme, toco la puerta y alguien abre, al fondo está él, en su escritorio, justo donde me había dado la buena noticia de que me iba llevar con él a Italia, allí estaba su hijo, Xiomara de Recursos Humanos, la señora Enriqueta y dos personas mas, reconozco un abogado de la parte legal también, todos me miran, serios e inquisidores.

-Signora –habla, Don Filippo, serio y distante- ¿Cómo le va? Me imagino que ahora estará, digamos, un poco más "desahogada" ¿no?

No me atreví a defenderme de su ironía, callada y cabizbaja.

-Cuando le dije que me la iba a llevar a Italia, le indiqué que era para que usted disfrutara de Italia, no al revés, que toda Italia la disfrutara de usted.

Acto seguido me indicaron una serie de disposiciones legales y contractuales que yo había violado, la imagen de la Organización manchada por mi conducta libertina, que Mesalina quedaba como la virgen María delante de mí, que los costos legales de mis "travesuras" debían ser cubiertos por mis prestaciones sociales y en fin, por último Don Filippo me pidió, como un favor personal, que ni por asomo se le ocurriera poner en mi currículo que había trabajado para él en su periódico, cosa a la que accedí en medio de un mar de temblorosas disculpas, finalmente le tendí la mano para despedirme de él y él solo volteó su butaca giratoria, dándome la espalda. Ése fue el último día que lo volví a ver, al bueno de Don Filippo, que sólo quiso darme una oportunidad, tiempo después caería víctima del hampa que azota a mi país, cuando fue secuestrado y al oponer resistencia fue acribillado a balazos por sus captores. Paz a sus restos.

Salí de las oficinas con una cajita de cartón donde estaban mis cosas, todos me veían, pude ver un grupo de personas reunidas ante una pantalla de computadora viendo un video, a penas lo miré de soslayo, parecía un video porno de aficionado, no se veía bien, apenas medio pude ver una mujer morena follando con unos tipos en la playa.

"La magia de Internet, sexo amateur al instante" pensé para mis adentros, al salir del ascensor, el vigilante fue quien se encargó de darme la despedida final, a nombre de la Empresa:

-Chao negra zorra, que te vaya bien.

Y ¡puaff! Una nalgada a mi gordo culo, estaba tan deprimida que no tuve ganas de replicar, por el camino tiré la cajita de cartón a una cesta de basura.

Pero de toda esa tragedia y desventura de puta que viví en Italia me traje un recuerdo que a la larga hizo que todo valiera la pena ¿Qué le vamos a hacer? Al retraso de mi período, siguieron los malestares típicos, una consulta al médico me lo confirmó: Estaba Embarazada. Ya para entonces mi marido me había echado a patadas de la casa y mis hijos mayores me abandonaron.

A Vanessa también la preñaron. De nada valió aquellas lamidas intensas y las succiones fortísimas que le apliqué a su cuca adolescente, a pesar de las grandes cantidades de semen que logré sacarle, alguna gotita, algún espermatozoide solitario llegó a su útero y logró fecundarla. La vergüenza para ella y su madre era demasiado, se mudaron a otra parte con su niño bastardo, jamás me perdonaron y nunca mas las volví a ver.

Yo por mi parte, continué con mi desventura, sigo luchando, perdí mi carrera pues nadie mas quería contratar a una "negra puta" como me dijeron en una agencia de empleo, me fui a vivir a Caracas, con mi madre, mi viejita que nunca me abandona y quien me recibió con los brazos abiertos, a mí y a su nuevo nieto, su chiquito catire. Ahora estoy de buhonera en una plaza de un sector de Caracas llamado Redoma de Petare, vendiendo cigarros y alquilando teléfonos, en la lucha por la vida.

Y al Sol de mi vida, a la razón de mi lucha, a mi rubio bello, mi italianito, le puse por nombre Giovanni