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Dos Hermanas deprimidas

en Confesiones

Mi nombre es Anais y tengo 28 años, dos años menos que mi hermana mayor, Dayana, somos pues, dos mujeres jóvenes y de buen ver, aunque no somos misses, ambas hemos tenido una vida sexual activa, pero digamos “normal”, de hecho Dayana tuvo una relación seria en el pasado que la convirtió en madre por vez primera y luego de esa relación fracasada, en seguida pescó a otro, que ni corto ni perezoso, la dejó preñada otra vez, con treinta años. Los chicos siempre nos han considerado atractivas, se puede decir que hemos tenido suerte con los machos, y me han dicho que yo dizque soy mas bonita que Dayana, yo soy de tez blanca, delgada pero bien proporcionada, de buena cintura, modesto trasero pero sobre todo con unas tetas atractivas, pues me las operé, quedando atrayentes y apetitosas, como melones grandes y turgentes. Dayana es mas pequeña de estatura que yo, de tez trigueña y cuerpo mas equilibrado, buen culo, senos pequeños y bonita piel, cabellos castaños y semi corto, mientras yo los tengo negro y largo.

 Le dedicamos años desde nuestra adolescencia a una conocida empresa de bebidas, allí nos formamos profesionalmente y crecimos, ascendimos, empezamos juntas y fuimos separadas a departamentos distintos donde continuamos haciendo méritos, o al menos así lo creíamos. Un buen día –bueno, fue en días separados- la Organización a la que le habíamos dedicado tanto, decidió prescindir de nuestros servicios –primero me despidieron a mí, días después le tocó a Dayana- nunca nos dijeron de manera formal la razón, aunque teníamos nuestras sospechas (concretamente, un manejo irregular que yo tuve con algunos recursos y el trato “cariñoso” que yo le daba a ciertas personas, se puede decir que fue por mí, y esto arrastró a Dayana), sólo se limitaron a darnos excusas y rodeos, junto a las amenazas del bufete de abogados que la Empresa tenía contratado para querellas con los empleados, en fin, como al final optaron por darnos un arreglo monetario conjunto por encima de lo que pautaba la ley, decidimos no pelear e irnos en paz.

Pero aquello nos pegó duro, supieron darnos en el alma, nos sentimos traicionadas y abandonadas, sobre todo Dayana, que había formado una familia, con dos niños pequeños ya, también estábamos recién graduadas de la Universidad, todo pensando siempre en nuestro trabajo y la Organización. Habíamos cuadrado un viaje a la playa para celebrar nuestra graduación y nuestros posibles ascensos –somos muy “bonchonas”, alegres y divertidas, como buenas venezolanas nunca faltan motivos para celebrar- pero aquello nos afectó el ánimo, de todas maneras, como ya estaba pagado el viajecito hicimos de tripas corazón y decidimos ir a la playa.

Fue un viaje de esos que se anuncian en los periódicos, alguien lo organiza, uno lo llama, deposita en su cuenta, anota el nombre de uno y ya. En un día sábado en la mañana, llegamos al punto de encuentro, cerca de una plaza y nos montamos en una camioneta alquilada para el viaje, básicamente un grupo de personas desconocidas entre sí, van familias pequeñas, unos señores, algunos niños, etcétera, y por supuesto, nosotras, las dos hermanas. La gente lleva sus cosas básicas en sus bolsos, nosotras llevamos unas sandalias, trajes de baño, golosinas, bronceador y una botella de ron.

El viaje transcurre con normalidad, vamos a una de las hermosas playas de la costa aragueña, una zona conocida por su ruta agreste y montañosa, los accesos a ciertas playas también son así, un poco difíciles y algo aisladas, por lo que hay que llevarse de todo, la comida y todo eso. Andábamos un poco desanimadas a pesar de la algarabía del resto de los viajeros, adormecidas también, de pronto suena el celular de Dayana, recibiendo un mensaje de texto, ella lo lee y queda en silencio por un minuto, pero su rostro me indica que no es algo bueno, con cara de rabia, casi llorosa, me muestra el mensaje, es de un antiguo compañero de trabajo que quedó en la Empresa donde fuimos despedidas, decía: “las botaron por putas, eso es lo que se dice aquí, yo nada mas les digo”.

Con el rostro rojo de la indignación, Dayana me dirige una mirada, yo no atino a decir nada, se me acelera el corazón, es cierto que no éramos ningunas santas, y en los años que estuvimos allí nos “cepillamos” a unos pocos –que yo recuerde, cinco y Dayana, que yo sepa, tres nada mas- pero tampoco era para ser tratadas de putas, allí había y pasaron muchas chicas mucho mas corridas que nosotras, las niñas pasantes por ejemplo, alternaban su trabajo con favores sexuales que les permitían obtener regalos, tales como celulares, zapatos caros, productos gratis y cosas así, hubo una niña que quedó embarazada dos veces de dos gerentes distintos y con lo que ellos le daban en “secreto” pudo sostenerse y llevar una vida cómoda. Incluso nuestras respectivas jefas, era público y notorio que ascendieron gracias a la “Operación Colchón”, ambas fueron cogidas por el Director de la Compañía y mi jefa en particular, nunca dejó de darle al cuerpo lo que éste le pidiera, una mujer cuarentona y casada, con hijos adolescentes -aunque bien conservada- además del jefe de ella, que se la cogía cada cierto tiempo, todos los viernes se quedaba hasta tarde en su oficina con algún joven trabajador, un mesonero, un jardinero, un asistente administrativo, a veces un obrero, sus orgasmos eran muy intensos, desde afuera de la oficina la escuchábamos gemir y todos sonreíamos cómplices, nunca dijimos nada, yo llegué a entenderla porque sabía que su esposo era cuadrapléjico y  asumía que era impotente, una vez incluso nos convocó a una reunión improvisada inmediatamente después de una de sus faenas amatorias y el olor a sexo era intenso en la oficina, por descuido no había limpiado el mesón donde se la había follado un pasante y allí quedaron sus flujos y un pequeño charco de semen. Todo eso lo viví y nunca reporté nada.

Y ahora…resulta que las putas éramos  nosotras. El amigo le seguía enviando mensajes de texto a Dayana, le decía que me habían visto a mí en “cosas” con algunos tipos, todo eso era falso, es cierto que yo era “cariñosa” y quizás no me medía en esos pequeños excesos de confianza, es cierto que alguna vez me provocó un chamo y nos dábamos “latazos” en algún rincón, dándonos al magreo, hubo uno que incluso me chupó una teta en un pasillo, pero eso era todo, nada pasó mas de allí. Sin embargo todo eso fue suficiente para que alguna persona nos “ayudara” y completara la imagen negativa, el amigo le decía por mensaje de texto que yo tenía un remoquete: Aparato sexual. Así me decían a mis espaldas y así quedó mi recuerdo por allá donde yo trabajaba.

Todo eso nos puso peor, todo el viaje perdió interés y sentido, molestas, deprimidas y tristes, llegamos a la playa sin ganas y nos pusimos a caminar cabizbajas, en alguna zona aislada intentamos animarnos y nos pusimos los trajes de baño, dos modelos enterizos iguales, uno fucsia para Dayana y otro amarillo para mí, los había comprado por encargo y los estábamos estrenando, parece que me equivoqué en las tallas, pues nos quedaban un poco apretados, nos separamos bastante del grupo y seguimos caminando, la playa tenía cierto nivel de concurrencia, pudimos notar grupos organizados de excursionistas por aquí y por allá, como al que pertenecíamos nosotras, donde habíamos llegado, vimos unos grupos como de estudiantes de secundaria y otro que parecía de un grupo de Scouts, o algo así, en trajes de baño, pero con distintivos y banderas. De repente Dayana saca la botella de ron, ya estaba empezada, la destapa y se lanza un trago directo del pico de la botella, ambas éramos bebedoras “serias” y no era raro que tomáramos así, aunque por lo general acompañábamos la bebida con alegría, hoy no era así.

-¿Qué te parece-me dice Dayana, al tiempo que me pasa la botella-“putas” ¡que bolas!

-Si hombre –le respondo, en voz suave, resignada y cabizbaja-que le vamos a hacer, ya nos botaron.

Dayana estalla en llanto.

-¡No joda, coño de su madre! ¿Porqué a nosotras? ¿Porqué a mi, si yo estaba bien en mi trabajo?

-Bueno hermanita, no sé, la envidia, tal vez, no éramos moneditas de oro de todo el mundo, no todo el mundo nos quería-le respondo, me pasa la botella y bebo un sorbo de la bebida, en seguida me la quita y apura un trago largo.

-y tan bien que nos iba, coño, venirnos a hacernos esto cuando dimos bastante por esa empresa... ¡y no cuca coño! ¡Cuca repartieron otras!

-Bueno, manita, allá ellos, sí me duele que hayamos quedado rayadas, aunque qué carajo, ya no estamos allá, que se la gocen

-Nojoda  Anaís, a mí también me duele, y mucho-replica Dayana, mientras va sorbiendo otra dosis larga de ron, su rostro lloroso expresa tristeza y rabia. Continuamos caminando, alejándonos cada vez mas de la gente de la playa, continuamos platicando sobre nuestra arrechera y tristeza por nuestro despido injusto, nos sentamos en un tronco de palmera caído en una zona con arbustos y algo de sombra, bastante retiradas de la playa, parecía zona de “desahogo”, había en la arena numerosos trapos viejos, botellas de refrescos, latas de cerveza y hasta pantaletas vi. Ya los efectos del licor se sentían, nos sentíamos mas relajadas y empezamos a conversar de cualquier cosa.

-Verga Anaís ¿no te fijaste bien sobre estos trajes de baño? ¡Me queda apretado! ¡Se me mete en el culo!

- ¿y a mí? ¡Que se me salen las tetas!- le replico, al tiempo que libero mis senos de la estrecha tela

- ¡Buena idea!- observa Dayana, quitándose de inmediato la prenda, quedando completamente desnuda.

-¡Qué haces loca!

-¡Ay Nojoda! ¡Tengo calor y esta vaina me molesta! ¡No me importa un carajo!

-Bueno, de repente así nos bronceamos mejor, ¡je, je, je!    

Seguimos platicando y bebiendo a sorbos la botella de ron, la cual casi acabamos, quedando un tanto “alborotadas”, conversando y riendo de todo como tontas, al rato sentimos un ruido extraño cerca de unos arbustos, pudimos ver que alguien se encontraba escondido, Dayana asume postura defensiva, botella en mano

-¡Quien anda ahí!

-Hola.

De los arbustos sale un hombre, un adolescente, que nos saluda con naturalidad y sonrisa franca.

-Me llamo Luis, no vine a molestar, andaba por aquí paseando y de lejos vi…unas cosas lindas ¿Cómo están ustedes? ¿Disfrutando de la…playa?

Considerando que yo estaba en topless y Dayana completamente desnuda, no nos inmutamos, detallamos al muchacho, un chico realmente atractivo, tez blanca, como de un metro setenta y cinco, alto para su edad, cabello negro impecablemente recortado, quizá 16 o 17 años, cuerpo atlético, con unos abdominales hermosos y bien definidos y brazos fuertes y fibrosos. Dayana me  mira sonriendo, veo picardía y malicia en su rostro

-Ojalá no las haya molestado y las haya agarrado en un mal momento.

-No, papito, para nada, de repente fue mas bien el momento perfecto- dice Dayana. El Corazón se me acelera, siento como unas palpitaciones también “allá abajo”

-Mira chamo, vente, échate un palo, aquí todavía queda-dice Dayana, el chico toma la botella de ron y bebe de a poquito, mientras mi hermana acerca su cuerpo desnudo al torso del chavo, lo acaricia y mientras éste bebe con apuro lo que queda de la bebida, ella va bajando, sin vacilaciones ni dudas, le baja la bermuda, vemos un hermoso miembro adolescente, de tamaño apropiado, lampiño y erecto, Dayana saca la lengua picarona, me mira y lo acaricia, con movimientos suaves pero firmes, enseguida se lo engulle y le aplica una mamada con todas las de la ley, yo termino de quitarme el traje de baño para poder darme dedo en mi cuca.

-¡Uf! ¡Señora! ¡agh!

-No me llames señora, gafo –protesta Dayana, interrumpiendo un segundo la felación, yo estoy espatarrada en la palmera caída, con dos dedos en mi encharcada cuchara, me doy duro con los dedos y en seguida alcanzo mi primera corrida, ofreciéndole un espectáculo porno en vivo a Luis, mientras disfruta de la potente mamada que le da mi hermana, está bufeando y con el rostro contraído, pero resiste el violento tratamiento  que le dan a su joven verga, completamente erecta, por fin Dayana no se resiste y se acuesta sobre unos trapos viejos que están allí, sobre la arena.

-¡Vente papi! ¡cógeme!

De inmediato Luis no se hace de rogar y de un envión penetra a Dayana, que lo abraza con sus piernas, Luis le soba las tetas y le pellizca sus pezones, el ritmo es enérgico y violento, se oye el “¡flop flop!”, típico del choque de caderas, Daya empieza a desvariar de pura lascivia:

-Eso mano, dale, cógeme sabroso que soy una perra, te estás cogiendo a una tronco é perra ¿verdad Anais, que somos perras?

-Si hermanita, lo que tú digas, somos perras- le replico casi sin pensar, disfrutando el show y haciéndome una paja enérgica, casi llegando a mi segunda o tercera corrida. Dayana, que siempre le ha gustado tener el control de todo, empuja al chamo hacia arriba y se reincorpora, ordenándole que se acueste boca arriba. En seguida se ensarta ella sola en el güevo y empieza a cabalgarlo, me da instrucciones:

-Vente Anaís, vente para acá

Sedienta de sexo sigo sus instrucciones por señas que entiendo a cabalidad: me coloco a horcajadas sobre el rostro del muchacho, poniendo a disposición mi vulva encharcada, Luis me toma por las caderas y empieza a explorar mi gruta con su lengua curiosa, el goce es demasiado intenso, muy cerca logro escuchar algunas voces, me abrazo a mi hermana que está ensartada, allí formamos un triángulo de placer los tres, mi hermana me susurra a mi oído:

-Que rico Anais, que sabroso hermanita, que rico ser puta caliente, gozando, gozo, ay, ay, ay

Estaba acabando, yo sin querer le clavo las uñas en la espalda, pues el chamo con su lengua me había arrancado un orgasmo.

-¡Ugh! ¡Coño que sabroso!

El chamo resistía con la fuerza de la juventud, corrimos con suerte de conseguir a un semental con potencia, Dayana se despega y me ordena:

-Ahora tú, tíratelo.

Asumo el reto y me ensarto en la polla, que entra rapidito en mi gruta super lubricada, enseguida de cuclillas subo y bajo, subo y bajo, apoyándome en el vientre del muchacho, puedo ver el joven rostro de Luis, empapado en sudor, contraído de placer, de repente, como cosa curiosa, recordé a mi jefa, Sonia, que acostumbraba tirarse muchachos de ésta edad e incluso mas jóvenes, en su oficina, éste pensamiento me hizo acelerar el ritmo y de inmediato me corrí, cayendo desmayada en el pecho del carajito. Todavía el desgraciado tenía ganas, podía sentir como empujaba y sacaba su pene de mi pucha violada.

-¿y eso es todo, perra? –me reta Dayana- ¡dale bien a ese güevo! ¡Sácale la leche!

Acepto el desafío y luego de un par de minutos –la joven polla continúa parada dentro de mí, palpitando- me aplico, por fortuna estoy en forma, debido a mis trotes mañaneros, clases de spinning y aerobics de alto impacto, empapada en sudor, muevo con furia mis caderas, contraigo alternativamente los músculos pubococcigeos, y me bato de atrás hacia delante y dando círculos, toda la verga talla las paredes de mi vagina, Luis cierra los ojos y bufea, agarra mis tetas grandes y jala mis pezones.

-¡Eso mi hermanita! ¡Demuéstrale que eres arrecha! ¿No nos botaron por eso? ¡Tira como la buena puta que eres! ¡maraquea marica, maraquea! –me grita histérica Dayana, al tiempo que se mete la botella vacía de ron, dilatando su crica sin piedad, una cantidad de flujos caen en la arena de su vulva dilatada, yo me desenvuelvo como una potente batidora y a ¡al fin! Logro mi meta

-Verga zorra, voy a acabar, chama voy a acabar, ahí va, ahí va ¡AHÍ VAAAA!

Potente descarga de semen en mi útero, coincidiendo con un sorprendente “squirt” de mi hermana, di por terminado mi trabajo y me levanté, sólo para dejarle el campo libre a la increíblemente zorra de mi hermana, quien se dio a la tarea de lamer y limpiar aquella paloma, retirando y tragando el semen y mis abundantes flujos que la habían bañado.

Nos quedamos tranquilos los tres, sólo unos cinco minutos, al rato ya estaba Dayana en cuatro patas, mientras Luis la desfondaba al estilo perrito, me tocó a mi tomar entonces la botella de ron y metérmela en la cuca, mientras veía a mi hermana dándome el show porno, nada mas ver como escurría semen de la cuca de Dayana me hizo acabar con fuerza.

Le sacamos la leche al carajito dos veces mas cada una en un lapso relativamente corto, aunque joven y potente,  el pobre chamo ya no se daba abasto él solo para dos hembras tan cachondas.

-¡Verga coño ya no aguanto, chamas! ¡ya no puedo!-suplica.

-¡Quedamos picadas, quedamos picadas! ¡resuelve! –le exige mi hermana, mientras se mete tres dedos en la panocha.

-Bueno…ya vengo.

Se va corriendo y trastabillando el chamín, mientras nosotras seguimos masturbándonos a nuestras anchas. No pasaron diez minutos y Luis había regresado…con refuerzos.

Se trataba de dos chicos tan jóvenes como él, uno trigueñito de estatura pequeña y otro de raza negra, mas alto y fornido, nunca conocimos sus nombres, no hizo falta, no perdimos tiempo, nos abalanzamos cada una sobre un macho, quitándoles de inmediato sus bermudas, a mí me tocó el negro, santa suerte, excelente dotación, grande y grueso, como a mí me gusta, nos engullimos esos toletes de carne viva con lascivia pura y desespero verriondo, me bastaba ese trabajo para correrme, pero claro, apenas comenzábamos con éstos. Erectas las vergas al máximo, fuimos folladas como debe ser. En algún momento, como cosa increíble, pedí “taima” para reponerme de un semidesmayo, cosa que aprovechó Dayana para acaparar los machos, cabalgaba a uno de espaldas mientras le mamaba el güevo al otro, su ritmo era suave pero firme, pude ver bien su hermosa vulva, con sus labios finos y su clítoris mediano y de dos tonos, mi “equipo” es de color rosadito, tanto mis labios como el capuchón de la pepita.

Echamos polvos de varias maneras, en la posición perrito estábamos las dos en algún momento, lado a lado, como una competencia, allí, mientras éramos embestidas por los chamitos y sólo se escuchaba el sonido de nuestras nalgas chocando con las caderas de ellos, Dayana me dirige una mirada y me confiesa, con un tono de máximo deleite:

-Verga chama, como que tenían razón, ¡tremendas putas que salimos!

-Si hermanita, mas putas imposible.

Logramos alternarnos a nuestros sementales varias veces, logrando decenas de orgasmos, la abundancia de semen que logramos engullir me imagino que ayudó a saciar un poco el hambre, Luis ya solo se limitaba a masturbarse. Mas o menos pasadas las diez de la mañana y hasta después de la cinco de la tarde duró aquella bacanal con esos muchachos desconocidos, ellos se fueron agotados y nosotras duramos unos minutos sentadas en la palmera, mientras se escurrían nuestras grutas ensanchadas, del abundante flujo que le habían depositado por horas. Luego regresamos a nuestro grupo de viaje y partimos de vuelta.

Aquella experiencia marcó nuestras vidas, para bien o para mal. Se originó como en un desquite inconsciente, como en descargar la rabia de alguna manera ¡y de que manera!

Dayana quedó preñada otra vez. Dio a luz un hermoso morenito que se lo pudo encasquetar al cornudo de su marido, ese tonto. En nosotros se reforzó un vínculo mas estrecho entre hermanas, de mas afecto, de mayor complicidad, siempre que podíamos nos tratábamos de “putas” con alegría y entusiasmo, era común saludarnos y dialogar con total descaro:

-¡Hola, tronco e´ puta!

-¿Qué mas zorra? ¿Cómo está esa cuca trajinada?  

Cosas así. Un día, ya el niño había cumplido seis meses, recostadas en la cama, recién bañadas y desnudas, yo me estaba pintando las uñas mientras Dayana ojeaba el periódico, oigo que lee: “viajes. Se hacen viajes a la playa”. De repente siento que desliza su mano bajo mi pierna, alcanzando los labios de mi totona, diciéndome picarona:

-¿Qué tal hermanita puta? ¿No se te antoja un viajecito a la playa?

Me sobresalté un poco.

Lo estoy pensando…