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Esther. La propuesta.

en Hetero: General

Cuando regresé a casa la mañana siguiente de pasar la noche con Luna, alguien estaba sentado en mi escalera. Tengo un piso a las afueras de Madrid en un barrio tranquilo. Quizás por eso me asusté cuando llegué al rellano de mi casa y allí la vi sentada en la escalera junto a mi puerta. 

-Dios! Que susto! ¿Has estado aquí toda la noche?- le pregunté.

-No, he llegado hace una hora. Te estaba esperando-, me dijo con cara de buena. Era mi ex, Esther. Su melena rizada le caía por los hombros. Y sus ojos marrones me miraban implorando una tregua, aunque sólo fuese temporal. Mirando hacia la puerta saqué las llaves y abrí. Me detuve antes de entrar. Lo pensé un momento y sin quererlo salió de mi boca un “Anda entra”, del cual me arrepentiría, estaba casi seguro. Ya dentro me fui directo al baño. Me desvestí y me duché. Sin pensarlo y como mi mamá me trajo al mundo salí del baño y me dirigí a mi habitación. Por el rabillo del ojo la vi en el salón de pie mirando unas fotos. Me metí en la habitación y me vestí con algo cómodo. Al salir al salón ella ya se había sentado en la silla de mi ordenador.

-Estoy mirando mi facebook, espero que no te importe-, me dijo.

-No me importa. ¿Quieres café? Porque yo lo necesito-. Pregunté.

-Si porfi-, respondió muy amablemente, de lo cual yo desconfié. No era normal tanta amabilidad. No quería ser tampoco un paranoico. Dios, esa chica me transformaba.

Me relajé un poco mientras hacía el café. De todas formas yo ya no tenía nada con Esther, aunque ella pensase que estábamos predestinados a terminar juntos y toda esa mierda. Terminé de hacer el café y salí al salón donde ella me esperaba sentada cómodamente en el sofá.

-Toma como a ti te gusta, con poca leche y mucho azúcar-.

-¿Lo recuerdas aún? Pensé que ya te habrías olvidado de mi y de mis gustos-, me dijo en tono un poco irónico -¿Quien era esa de anoche?-, y poco menos que escupió las palabras.

-Ya sabía yo que esto no podía ser nada pacífico-. Respondí muy tranquilamente y como si le hubiese contagiado la tranquilidad me respondió.

-No es por nada, sólo preguntaba-, dijo.

-Pues una amiga-, contesté intentando eludir la pregunta -¿Y a que debo la visita?- pregunté para cambiar de tema.

-¿Es que no puedo visitarte cuando me plazca?-

-No es eso Esther, es sólo que pensé que venías por algo en concreto-, supuse.

-Bueno, si y no. Es que como los últimos meses hemos estado distantes pues venía a proponerte un viajecito-, y me dice lo de distantes como si viviésemos juntos.

-Distantes no, es que ya no somos novios. Que lo dejamos hace tiempo, ¿no lo recuerdas?-, y deje bien claro el tono irónico.

-Lo sé, !no me lo digas más!-, dijo crispándose un poco. -Que me voy a Tailandia. Voy sola, así que si quieres venir estás invitado-.

-No sé si es buena idea, ya sé que los dos queríamos ese viaje, y que lo queríamos hacer juntos, pero ahora después de la ruptura no sé si es lógico que nos vayamos, eso, juntos-. Expliqué intentando no hacerla mucho daño.

-Lo sé, y no me sentará mal que no vengas, sólo que, bueno yo no tengo pareja, tu tampoco...¿no?-, preguntó asustada.

-No, no la tengo-

-Pues eso, que no veo mala idea el irnos juntos-.

-Está bien lo pensaré, por que sabes que ese viaje llevo mucho esperando poder hacerlo-, respondí, aunque en el fondo sabía que iría. La miraba y veía los gritos, las desesperaciones, las incomprensiones, pero también veía las caricias, los buenos momentos, los polvos unos buenos y otros mejores. Es que aquella chica follaba muy bien. Supongo que hay cosas en el universo que no se pueden remediar, y mi atracción física hacia aquella mujer eran una de ellas. El silencio se alargo. Ella miraba la taza de la que bebía y yo la miraba a ella con disimulo. Aquellos pechos de tamaño ideal, aquellos rizos, las piernas y ocultado por los cojines del sofá ese culo que sino era perfecto se le acercaba mucho. Me estaba excitando. Y eso que con luna había pasado una noche movida.

-Puedes dejar de desnudarme con los ojos, si quieres vamos, que a mi no me molesta-, mierda, me había pillado! Me había quedado ensimismado mirándola y pensando en nuestros momentos sexuales.

-Perdona estaba pensando...-y dejé la frase ahí como para no darle importancia.

-Da igual, ya te he dicho que no me molesta-, se levantó y se marchó por el pasillo. Al minuto escuché su voz.

-¿Me puedes echar una mano?- me levanté y fui al servicio, donde yo creí que estaría. Nada. -Estoy por aquí-, y parecía que la voz salía de mi habitación.

-Esther no quiero jueguecitos- dije mientras iba hacia allá. Entre y allí estaba completamente desnuda.

-Ayúdame. No encuentro mi ropa-, me dijo suavemente.

-Vamos, ya te he dicho que no quiero jueguecitos-, dije acercándome al borde de la cama y extendiendo una mano para ayudarla a levantarse.

-¿Tanto me odias?-

-No te odio Esther, es sólo que...-, y mi voz se detuvo porque ella empezó a frotarme el paquete.

-Pues tu chico no dice lo mismo-, acercándose al borde y tumbándose de costado apoyada en un brazo empezó a desabrocharme el pantalón con la otra mano. Yo la observaba allí desnuda, con la vagina afeitada, con los pezones ya erectos por el juego y con esa cara de zorra que sólo ella era capaz de poner. Y me excitaba. Maldito universo y sus fuerzas de atracción! Para cuando hube terminado ese pensamiento ella ya había engullido mi polla y mi cuello se había relajado dejando mi cabeza para atrás. Solté un largo y placentero gemido.

-Ves como te gusta-, dijo.

-Calla y chupa-, ordené. Y me abandoné a la situación. La mamada no fue muy larga porque pronto la agarré y allí como estaba tumbada me agaché y sin termino medio me metí un pezón en la boca y succioné, mientras mi mano buscaba su clítoris. Sabía que aquello la volvía loca y que acabaría pronto. Ella gemía y gritaba mientras mi mano en su clítoris trabajaba a la par que mi boca chupaba su pezón. Ella me agarraba la cabeza y me la apretaba contra su pecho. Tenía un cuerpo escultural. Pronto se corrió entre estertores.

-Métemela-, me pidió.

-No pienso metertela-, dije poniéndome otra vez de pié. Creo que le dije eso para establecer límites o algo así. No quería que se me fuese de las manos. No sé.

-Eres un cabrón-, me dijo sonriendo. Y se volvió a meter en la boca mi falo brillante ya por la mamada de antes. Madre mía! Como chupaba. Creo que las mejores mamadas que me han hecho nunca, me las ha hecho ella. No tuve que decirla nada, cuando me vino el orgasmo, ella no dejó de chupar ni por un segundo. Se lo tragó todo. Eso sí, no dejó de mirar hacia arriba ni un momento. Mi orgasmo fue buenísimo, viendo como me miraba mientras tragaba todo lo que mi polla expulsaba dentro de su boca. Joder! Tengo que admitirlo, teníamos conexión en el sexo. Yo había perdido un poco la noción de realidad, abandonado a mi orgasmo y cuando volví en mi, me vi agarrando su cabeza y literalmente follándome su boca. Ah, que sensación más buena. Eso tendría que probarlo estando del todo consciente.

Sin decir nada, me fui al servicio y me lavé lo poco que Esther había dejado escapar. Esa zorra sabía chupar una polla. Cuando volví ella estaba tumbada con la cabeza en la almohada.

-No me has besado-, me dijo en plan reproche -Ni siquiera una vez-.

-No me has dado tiempo-, mentí. La verdad, no me quedaban muchas ganas de besarle después de todo lo que había pasado antes y durante la ruptura. Me tumbé a su lado y la di un beso cariñoso pero corto. Ella se echó sobre mi y me besó otra vez jugando pidiendo juego con su lengua. Yo me relajé. Ella habló, sijo algo que no recuerdo y la realidad se fue alejando cada vez más mientras yo me sumergía en el mundo de Morfeo. Cuando desperté unas horas después ella no estaba allí. En el salón había una nota que decía “Llámame cuando te decidas con respecto al viaje...besos húmedos”. Yo sabía que era ella quien me llamaría para preguntarme. Que poco se conoce la gente a si misma.

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