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Cuando te enamoras de alguien por sus zapatos (II)

en Fetichismo

Me levanté y me puse tan rápido como pude en la taza del báter. ¡Joder! Debe ser la ley de Murphy, como cuando te estás masturbando en casa, y justo tiene que entrar alguien, y si no te estas masturbando, no entrará nadie en todo el día, pues esto igual.

Era Luis, debió de notar que hice algún movimiento raro al entrar, pero no creo que llegara a sospechar nada, al menos no de eso. Entró diciendo qué:

- ¿Te ha pasado algo? Llevabas mucho tiempo dentro, y pensábamos que te encontrabas mal por el alcohol, y he venido a ver si estabas bien. ¿Te queda mucho? Es que Lucía se ha puesto mala, y es urgente que entre al baño. ¿Te importaría salir ya?

- Sí no te preocupes, ya mismo salgo.

¡Pues claro que me importaba! Si salía ya, dejaría ahí los zapatos con la corrida sin limpiarla, pero si esperaba mucho tiempo más, empezarían a sospechar que algo raro estoy haciendo ahí dentro. Así que salí, dejando la corrida ahí, era la opción más factible, y esperar a que la suerte o el destino secaran el semen tan rápido como sea posible.

Lucía se tiró como cuarto de hora vomitando, y eso hace caer un mito, de alguien que se supone que está buena, verla en esas condiciones la quita ese punto sexy que ha tenido siempre. No obstante, yo seguía en mis pensamientos, pensando alguna forma de limpiar la corrida discreta y rapidamente. Esperaría a que Lucía acabara, y ya entraría después.

Pero las cosas nunca son como en los cuentos, al salir Lucía del baño, Marta y dos amigas suyas más, dijeron que se iban a acompañarla a casa, y que ya no volvían. Eso me ponía en un gravísimo aprieto, pues ni si quiera se habría secado el semen de sus zapatos, y se los tendría que poner, ¡ya!

Marta cogió sus taconazos negros, con mi regalo dentro de sus zapatos, los llevó al salón, y los tiró al suelo descuidadamente, se sentó y se dispuso a ponérselos. Yo observaba la escena con el corazón vibrando a mil por hora, con el rabillo del ojo mirando hacia ella y cómo se pondría sus zapatos, nerviosísimo. Pero justo cuando se los iba a calzar, un milagro ocurrió:

- ¡Eh, Marta! Me he traído un par de manoletinas, no las voy a usar lo digo por si las quieres. - le ofreció una amiga suya.

- No, descuida, me apetece andar con tacones.

En efecto, el milagro ocurrió, pero tan pronto ocurrió como se esfumó. Y el corazón me volvió a vibrar a mil por hora. Parece de estos momentos de película, en los que algo malo va a ocurrir, y todo sucede a cámara lenta. Pues esto fue igual, hasta que cogió el primer zapato, y se lo fue a llevar a su pie, introdujo primero los dedos y luego el resto del pie. En mi cabeza me imaginaba como debería estar notando un líquido calentito, pringoso en su pie según iba metiendo el pie en el zapato. Pero no pasó nada. Claro, aún quedaba el otro zapato, que era dónde me había corrido. De nuevo la escena se repitió, cogió el segundo zapato, yo con el corazón a mil observandola, y sus dedos entraron, y después su pie.

- ¡Agh! ¿Qué hay aquí? - gritó Marta.

Se sacó el zapato del pie, y lo observó por dentro. La escena en un video porno, hubiera quedado de maravilla, su pie lleno de semen, y el zapato por dentro igual. Pero a ella no pareció gustarle la idea.

- ¡Es sémen! - gritó Marta con cara de asco. - ¡¿Quién cojones se ha corrido en mis zapatos?!

~Continuará.