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Cuando te enamoras de alguien por sus zapatos III

en Fetichismo

Marta me ordenó tumbarme en el suelo. Ella estaba sentada en el sofá, y yo me dispuse lentamente a tumbarme en el suelo. Ella llevaba los tacones negros de los que me había enamorado, movió su pierna y colocó su pie con sus zapatos en mi pene, notaba la fria suela de sus zapatos. Empezó a frotar, hasta que yo me corría. 

Abrí los ojos, y me di cuenta de que estaba soñando. No sé como tenía aún ganas de soñar con Marta y sus zapatos después de lo ocurrido aquel día, aunque he de reconocer que el sueño fue fantástico. 

Nunca olvidaré lo ocurrido aquel día, era obvio que nadie más excepto yo podía haberse corrido en sus zapatos, porque acababa de entrar al baño y la corrida estaba caliente y reciente. Nunca olvidaré la cara de todos mis amigos y amigas, mirándome con cara de extrañados, como si fuera el bicho más raro del mundo. Menos mal que es algo a lo que estamos preparados todos los fetichistas, sabemos que la gente piensa que somos raros, pero es muy importante saberlo, y saber que no somos raros, sólo tenemos gustos diferentes al del resto de personas. Así que no le di mucha importancia. 

Marta me envió un sms al día siguiente, me puso: "kdamos a las 16:00 n la calle de la Nuza". Y a esa hora, allí estuve. Yo llegué antes que ella, y cómo os podéis imaginar, estaba muy nervioso. Ella llegó, llevaba una ropa bastante sexy, y llevaba unas manoletinas negras (que si pudiera, me correría en ellas, pero bueno no es el caso a hablar ahora, se supone que debería estar arrepentido o triste). Tenía una bolsa en la mano, me saludó y me dio dos besos. Estaba como enfadada, con razón supongo.

— Toma, te traigo esto. — Me dijo.

— ¿Qué es?

Marta extendió el brazo con la bolsa, y cogí la bolsa. La abrí, y estaban los zapatos de tacón negros de 12 cm. con plataforma. Sin duda, el mejor regalo que alguien me podía dar.

— Eran mis preferidos. Pero quédatelos, ya no los quiero. — me dijo con tono un poco triste.

— Yo... lo siento. Sé que no debería haberlo hecho, estoy muy arrepentido. — lo dije en cierto modo, arrepentido.

— Bueno no te preocupes, supongo que es tu naturaleza como fetichista, no podrías evitarlo. Me voy, hasta luego. Te los regalo.

— Lo siento...

Y se fue. Era una doble sensación, por una parte sabía que había hecho mal y me arrepentía, por otra parte me sentía afortunado, tenía los tacones que quería.

Al llegar a casa, solté la bolsa. La abrí, cogí el par de zapatos de tacón, me desabroché el cinturón, y me bajé los pantalones. Me tiré en la cama, y con una mano me frotraba con el zapato en el pene, con la otra mano olía el zapato, lo chupaba, lo lamía. Tenía la pasión desatada por esos zapatos, era como estar en el mismisimo paraíso. Notar la fría suela del zapato frotrando mi pene, oler el olor a cuero, notar el tacto del zapato en mi lengua. Y me corrí. Qué sensación tan genial (supongo que alguien que no es fetichista no podría entenderlo, pero es una de las mejores sensaciones del mundo).

Guardé los zapatos, y los escondí en un armario dónde nunca nadie mira. Me senté en el ordenador, y abrí el facebook. Marta estaba conectada, y lo más raro de todo es que me saludó.

— ¿Qué tal te ha ido con mis zapatos? — me puso. No me lo podía creer, ¿de verdad me estaba preguntando eso?

— La verdad es que bien. Si te soy sincero, me encantaron tus zapatos la primera vez que los vi.

— Pues me alegro, espero que los disfrutes.

— Gracias, pero... ¿te importa si te pago con ellos? No me siento bien si me los regalas.

— Da lo mismo, esos te los regalo. Pero tengo más zapatos que ya no uso, y me gustaría quitarmelos del medio. ¿Te gustaría comprarlos?

— ¡Estaría encantado!

No me lo podía creer, en serio. A pesar de todo lo mal que lo pasé, parece ser que al final algo empezaba a salir bien. Que me aceptara y me vendiera sus zapatos, era un empiece. De lo que estaba seguro, es que empezaba a tener esperanzas de cumplir mi sueño: que Marta me masturbara con sus zapatos y me los hiciera limpiar. De momento, me conformaré con sus zapatos.

~Continuará.