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Tormenta

en Hetero: General

  • Me gustan las tormentas de verano, ese anticipo de un otoño más fresco. Incluso antes de que caigan las primeras gotas ya penetra en nosotros ese inconfundible olor de la humedad sobre las calles resecas, que desean bañarse. Cuando al caer, nos sorprende, nos refresca y nos llena de emociones.

    Era la segunda quincena de septiembre, había llegado calada hasta los huesos por esa breve pero intensa tormenta de verano, que nadie esperaba, creo que pilló por sorpresa a toda la ciudad. Me apetecía darme un buen baño, me acerqué a la bañera y comencé a llenarla mientras que con una toalla me secaba un poco el agua que caía del cabello mojándome la cara. Pensaba que seguramente a él le habría pasado lo mismo que a mi y que cuando terminara, le prepararía nuevamente la tina para darle una sorpresa.

    De repente oí el inconfundible sonido de sus llaves al entrar.

  • ¿Andrés?

  • Si

  • Hola ¡que sorpresa!, no te esperaba tan pronto.

  • He salido un poco antes y uuufffff, mira como vengo.

    Me acerqué a él y sonriendo le dije

  • ¡Pues mira como he llegado yo! – dándole un dulce beso de bienvenida.

    Me encantó sentir su risa atrapada brevemente entre mis labios, le cogí de la mano y lo llevé hasta el cuarto de baño, el vapor que se había formado dentro era una sensual tentación, nos miramos fijamente y una voz pícara se escapo de mi.

  • Me alegro que te guste.

    Sentí el húmero sonido de su camisa al caer al suelo y al ver su torso desnudo, estuve a  punto de abalanzarme, pero quería jugar un rato.

    Él enarcó una ceja.

  • Voy a darme ese baño contigo – me dijo con el sonido más seductor que había oído en mucho tiempo.

    De algún modo, sus dedos encontraron por iniciativa propia la parte inferior de mi camiseta y se prepararon para sacármela por la cabeza, observándome como con una penetrante mirada cargada de deseo, se posó en mi sujetador donde podían distinguirse a la perfección mis pezones erizados.

    Miré hacia abajo y pude ver a través de su pantalón que el calor ya había adueñado de su cuerpo tanto como en el mío. Incapaz de mirarlo y pensar al mismo tiempo me dí la vuelta, deshaciéndome del calzado y el sujetador, tenía ya los dedos en la cinturilla del pantalón, cuando pude sentir el calor de su cuerpo tras el mío y sus labios sobre mi cuello, cálidos, pecaminosos. Me estremecí, él notó como me había puesto la piel de gallina.

  • No hagas trampas Andrés.

    Unas manos grandes y cálidas ascendieron por mi torso hasta los pechos, no pude evitar dar un respingo ante aquel movimiento y me besó nuevamente en el cuello, incliné la cabeza hacia un lado para proporcionarle un mejor acceso y él deslizó su lengua lentamente atrapando una gota que había caído desde mi cabello, siguió por la nuca antes de apartarse y enganchar con el pulgar el botón de mi vaquero, apartó el pantalón y las braguitas a un mismo tiempo y se alejó un paso para ver como me introducía en el agua.

    Andrés seguía donde lo había dejado, deleitándose, con aquellos ojos penetrantes que tanto me atraían. Con la mirada acaricié su pecho, su abdomen, bajé aún más y me deshice en deseo.

  • Ven aquí Andrés.

    Me sonrió y se metió conmigo en la bañera.

    No pude evitar que mis ojos se quedaran atrapados entre sus muslos cuando se metió conmigo, el agua le golpeó en el pecho cuando se sentó frente a mí. Me acerqué a él y me rodeó la cintura con un brazo tirando de mí hasta sentarme a horcajadas sobre sus caderas, con las piernas alrededor de su cintura, me agarré a su cuello echándome hacia atrás para poder mirarlo a la cara, apretándome contra él y frotándome contra su durísima erección, pero frenó los movimientos con sus manos, para después aplastarme con más fuerza contra su polla, manteniéndome inmóvil en aquella posición, martilleándome continuamente con el tallo en mitad de los labios vaginales y su suave y terso glande a la altura de mi clítoris, haciéndome temblar de placer.

    Mordisqueé los tendones de su cuello y un escalofrío se apoderó de los dos. Con uno de sus dedos comenzó a trazar círculos en torno a mis pezones, mientras yo estaba ocupada besándole, cogió la pastilla de jabón y empezó a pasarla por mis hombros, la espalda, un agradable aroma inundó el baño y mis manos descendieron por debajo del nivel del agua. Empezamos a explorar nuestros cuerpos, cuando sentí que me pellizcó el clítoris amenazando con llevarme al orgasmo.

  • Aaaaahhhhhh.

  • Aún no Lucía – y me introdujo uno de sus dedos

    Suspiré y sentí como al poco… deslizaba dos dentro de mí, me dejé llevar.

    Mientras tome con mis manos su polla dura, las bajé y noté como la suave piel que la recubría estaba tan tensa que no tenía casi movimiento, su glande asomaba por completo grueso y vibrante, nuestras bocas se mezclaron en un beso salvaje, mientras me penetraba con sus dedos en rápidas y fuertes embestidas, me corrí con un estallido de placer que ahogó dentro de su boca, salió con una perversa lentitud de mi interior y después me cogió de las nalgas, alzándome y colocándome su polla en el comienzo de mi viscosa abertura, para penetrarme con un golpe seco y profundo que me llevó de nuevo a los límites del abismo.

  • Ahora quiero que me cabalgues Lucía.

    Lo cogí por el cuello enredando mis dedos en su cabello tirando ligeramente de él y comencé a montarlo de la forma más sexual y apasionada de la que era capaz en el estado en que me había dejado. Mis brazos rodearon sus hombros, el agua chapoteaba a nuestro alrededor y sus manos pasaron por mis muslos hasta mi coño abriéndolo con sus dedos, dejándome totalmente expuesta a su sexo, uno de sus índices me hacía presión sobre la contraída y rugosa piel del ano. No deseaba que aquella entrega terminase nunca, pero mi cuerpo se movía con voluntad propia, en subidas y bajadas cada vez más rápidas y profundas, hasta que sentí como un potente chorro de semen se derramaba dentro de mí seguido a los pocos segundos de unas deliciosas réplicas que me inundaron por completo de su blanco y denso esperma, al que yo respondí bañándolo con una copiosa lluvia de flujo cálido, mientras gritaba su nombre y el apretaba sus labios entra mis pezones, con las mandíbulas contraídas por el placer.

    Nos quedamos abrazados besándonos, con una sonrisa de satisfacción compartida,  mientras que lentamente nuestros cuerpos se relajaron y su polla se deslizó fuera de mis entrañas. Salimos juntos de la bañera rodeándonos en unas cálidas toallas para dirigirnos al dormitorio, pero a ninguno de los dos se nos pasó por la mente el dormir… la noche continuaría hasta bien entrada la madrugada.