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Elenas Tale I

en Amor filial

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...Durante la semana previa a navidad, hicimos lo que comúnmente harían madre e hija, la rutina de comer juntas y andar de compras. 

Si es que ya existía la atracción que sentía por mi madre, esta era prácticamente imperceptible o quizás solo estaba disfrazada por un sentido de admiración cualquiera. "Espero que cuando llegue a su edad pueda verme como ella" pensaba. Y aun así recuerdo la primera vez que mi corazón golpeo contra mi pecho como lo haría cuando descubres un primer sentimiento erótico en la pubertad o cuando tu mano traviesa descubre lo que guardabas entre los muslos.  

De compras en el centro comercial, mi madre se había metido un probador con un par de vestidos que le gustaban para usar en la Cena de Navidad y de detrás de la cortina me llamo para que entrara a ayudarle. No había donde colgar uno de los vestido mientras ella se probaba el otro, así que me lo puso en los brazos y se dio vuelta para desvestirse. En el reducido espacio mi mirada se quedó fija en el suelo, en la alfombra y en sus pies descalzados mientras escuchaba los ruidos de los probadores de junto. Por un momento me había quedado perdida en la silueta de sus piernas y la horrible forma de su ropa interior que escondían el nunca mostrado contorno de suespalda baja. No estoy realmente segura de lo que fue esa sensación, como si el tiempo se detuviera a causa de que algo lo suficiente provocativo como para llamar mi atención. Sus muslos largos se hicieron como nunca antes presentes, habían vivido ocultos bajo docenas de faldas formales y sus hombros descubiertos y bronceados, dañados con docenas de pecas que bajaban por su espalda, se acercaban a mi rostro, rosaban mi pecho. En ese momento una sensación tibia trepo por mis piernas y se introdujo entre ellas como un pececillo travieso que después broto por mi pecho en golpeteos explosivos. Me sentí tan incomoda que le roge a mi madre por que se apresurara. Cuando salí del probador y el aire me pego en el rostro me di cuenta de lo sonrojada que estaba. 

Los días que siguieron a esa ocasión fueron completamente comunes. Paso navidad y después año nuevo, y en mi cabeza, casi como si fuera el recuerdo de un sueño, se mantenía la visión fatídica de mi madre semidesnuda en el probador. No quería pensar en eso como si fuera algún tipo de atracción física, quizás simplemente mi madre me parecía lo suficientemente hermosa como para disgustarme.Pero entre mas pensaba en eso, las primeras reacciones físicas se hicieron notorias. Si unos minutos antes de dormir venia a mi mente aquella figura de mi madre, una sensación como eldel ronroneo de un gato se introducía entre mis piernas, como un sueño húmedo antes del sueño. Me esforzaba por intentar no explicarme porque me pasaba eso y hacer como que no sucedía, pero la tentación caía como agua helada. 

Poco tiempo después, ya habiendo vuelto a la escuela, pasaba las horas pensando como seria si se repitiera ese tipo de acercamiento con mi madre, he incluso me distanciaba de otras cosas pensando en su casi desnudez.  

En ocasiones Intencionalmente olvidaba alguna de mis prendas en el baño para después poder regresar mientras mí madre se bañaba en la regadera; solo era un rápido desliz, mirar su silueta detrás de la transparentosa cortina, deseando que en vez de salir de ahí, me quedaba y que con cualquier pretexto abría la cortina y la miraba, o que quizás ella misma me pedía una toalla y así podia observarla mejor; incluso pensaba en entrar a báñame con ella, que nos podíamos ver desnudas como cuando yo era niña y aun no había pudor solo un sentimiento de ternura, pero no podía engañarme, no había sentimiento de inocencia o ideas infantiles en mis intenciones, me empecé a dar cuenta de que realmente me sentía atraída por mi madre, realmente deseaba que hubiera algo distinto al sentimiento madre e hija. 
 
La primera vez que considere realmente que era lesbiana fue cuando tenia 14 años, cuando visite a una amiga. Entre las tonterías y demás, jugando todas las niñas empezaron a intercambiar ropa, a disfrazarse. Recuerdo ver a mis amigas sacándose las pijamas y las medias y pidiéndome que me pusiera la ropa de alguien mas. A la hora de devolver la pijama que tome, con la cara roja de vergüenza pude notar lo húmeda que la había dejado. Nadie bromeo sobre nada, ni siquiera hubo miradas extrañas de niñas tan despiertas, solo mariposas en el estomago como para vomitar al momento en que mi mejor amiga tomaba mis pies para pintarme las uñas. 

Ser lesbiana era una cosa, quizás todos podrían aceptar que yo deseaba a otras chicas ¿pero como podría alguien siquiera considerar en aceptar que una chica sienta atracción por su propia madre? Una atracción que se siente en la carne, con la que fantaseas y te tocas en la noche deseando que el momento llegue. 

Para mí ya era más que obvio lo que quería. Pase de no pensar en eso como algo posible a pensarlo constantemente como algo que podía pasar. Mientras estaba con ella o no estaba, mientras comíamos o mirábamos tele, o mientras ella trabajaba en casa sobre el sofá masticado la tapa de un bolígrafo y moviendo los dedos de sus pies por debajo de sus medias, pensaba en infinitos pecados. 

Ponía especial atención en ella y en los pequeños detalles de su comportamiento casi de una forma obsesiva. La miraba caminar descalza por el pasillo hasta la cocina, adoraba cómo se marcaban las venas de sus pies cuando usaba tacones altos y las diferentes formas que tomaba su silueta cuando estiraba sus piernas o las encogía. El fetiche iba mas haya de sus piernas, hasta la curva de su espalda y sus senos caídos por la gravedad. Todos esas cosas siempre habían estado ahí y me parecían tan normales, comunes, porque ella era mi madre, pero mas que eso porque soy mujer y no había ningún misterio que su cuerpo pudiera ocultarme comparado con lo desconocido que resultaba el cuerpo de un hombre. Pues mis senos toman la forma de los de ella, la figura de mi vagina es la que ella me dio, tengo su cuello alargado y su nariz, sus orejas y sus caderas, y otras cosas que mi madre me heredo. Todo eso me hacía desear con más fuerza su cuerpo: somos iguales, a los 17 años ya me había convertido en una versión joven de ella y eso me encantaba. 
 
Mientras mi madre no estaba en casa, pasaba el tiempo en su recamara mirando sus cosas. Olía sus perfumes, me probaba toda su ropa, incluso la mas fea. Frotaba mis mejillas con su ropa interior intentando impregnarme de su aroma como parte de un acto morboso o mágico                                 

Sentía que tenía que hacer algo, no podía seguir sintiéndome de ese modo, como sin poder respirar. Me asustaba, pero me obsesionaba y me excitaba pensar en una docena de circunstancias y oportunidades de lo que podía hacer bajo los limites de una madre e hija que viven solas, en lo que estaría bien y que nunca seria considerado como un comportamiento extraño. Así que una tarde le hable a mi madre sobre un montón de ideas que tenia respecto a nuestra relación. Quería que ella fuera mas como mi amiga y a cambio yo podía darle a ella el mismo tipo de comprensión. Después de todo si ambas nos sentíamos con mas libertades todo mejoraría. Le pedí que fuéramos mas intimas y que no existieran vergüenzas. 

Yo sentía que me quemaba el alma. Quizás pensaba mas con toda la lujuria acumulada en mi, que con mi cerebro, ya que el siguiente sábado había decidido que quería que mi madre me viera desnuda, no tendría nada de raro, o eso pensaba, pero la idea me emocionaba. Así que al terminar de bañarme en vez de vestirme, me quede totalmente desnuda y aun mojada. Me dirigí a la cocina donde ella estaba. Al entrar la vi sacando bolsas de un estante y de espaldas a ella le dije "Ma, creo que no voy a cambiarme hoy, ¿para que?" Ella volteo la cabeza y soltó una expresión graciosa como de asombro junto con un gran "¡Elena!" Ese momento fue mucho mas cómico que extraño. Pude notar una risita avergonzada y después quito su mirada de mi, estando toda apenada quizás porque hasta ese momento no había apreciado bien la mujer en la que me había convertido. También note que mis rodillas temblaban incontrolablemente, todo transcurría como en otra dimensión. Le volví a dar la espalda y le dije "Deberías andar igual, mamá, es como... relajante" Pero ella solo respondió sarcásticamente y salió de la cocina. 

 Así al día siguiente, sintiendo que transpiraba desesperación; muy temprano por la mañana, espere hasta que mi madre fuera a bañarse. Espere uno, dos minutos, espere unos segundos mas y entonces entre apresurada "!Mamá por que no me despertaste, por que no me dijiste, no me he hecho nada!" Le reclame desde el otro lado de la cortina del baño y enseguida hice una de las cosas con las que mas había fantaseado. Jale la cortina y me metí con ella a la regadera. No podía creerlo, ella estaba ahí, estremeciéndose un poco y furiosa. El agua caía sobre ella y como "un montón de pececillos" las gotas recorrían su pecho y sus senos que eran pálidos y grandes ojos con una pupila oscura en el centro de cada uno, después los pececillos corrían por su abdomen marcado por su alguna vez embarazo, hasta perderse entre el rizado y espeso bello que había por debajo de su ombligo, bello que cubría por completo su vagina. Hubo un remolino de pensamientos, podía jurar que pasaron todos en tan solo un segundo. Quería abrazarla y tocarla y quería con tanta fuerza besarla o que ella me basara a mi, como en la película de un sueño de una película. Era mi madre y quería tomarla con lujuria; apretar su cuerpo mojado contra el mío, que mis senos acariciaran a los suyos y que los pececillos saltaran de mis caderas a las de ella; y yo sabia que ese momento estaba resultando horriblemente incomodo para ella, lo podía ver en su rostro, pero al final no pude aguantar mas. Después de un par de minutos de fingir no mirarla y aparentar lavarmesumamente concentrada, tuve que acercarme y abrazarla; la tome y recosté mi cabeza en sus pechos. Era estúpido todo lo que sentía; morbo, lujuria, nerviosismo y desesperación, además del miedo de que ella pudiera notar una obvia intención sexual y pecaminosa en mi; pero en vez de eso, ella solo me abrazo, pero  lo hiso como una madre. "Te quiero, mami" fuelo único que dije. Todos esos años y mi infancia opacados en ese solo momento en el que yo la veía como una mujer en vez de como una madre. 

Y en eso se quedó esa mañana, en una abrazo. En una madre que abrazaba a su hija bajo la ducha y en una mujer que abrazaba a la mujer que deseaba, ambas desnudas bajo la ducha...