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El maqui: Selene

en Grandes Relatos

EL MAQUI: SELENE

Siguió recordando su pasado más reciente. Entre los catorce y los dieciocho tuvo algunas experiencias sexuales con chicos pero ninguna fue tan satisfactoria como la primera en la que se podría decir perdió su virginidad al menos espiritual. Ninguna después de aquella le había dejado un recuerdo tan profundo.

A los dieciocho años ingresó en la universidad para cursar el primer  curso de derecho, como su familia se había trasladado al norte de Francia ella ingresó en la residencia  André Honnorat de la Ciudad Universitaria  de París situada  junto al Boulevard Jourdan. Allí, le asignaron una habitación a compartir.

 Era un cuarto de unos doce metros cuadrados con un armario ropero, dos camas pequeñas separadas por una mesita de noche y dos pupitres con unas estanterías, al fondo un cuarto de baño que era compartido por las dos personas que se alojaban en la habitación. Entre los dos pupitres una ventana que daba a un jardín.

Cuando Myriam llegó a la habitación se encontró con la que sería su compañera durante todo el año, una mulata llamada Selene, de piel marrón claro casi café con leche, satinada y sin una sola imperfección. Hija de un médico senegalés y una diplomática francesa,  estaba matriculada en el último año de medicina.

Era alta, medía aproximadamente 1,70, de una complexión fuerte: hombros anchos brazos musculosos casi varoniles, caderas también anchas, con un culo respingón y unos senos exuberantes. El cabello ensortijado y muy corto. El rostro formaba una peculiar combinación de rasgos africanos y europeos: Ojos verdes que le daban un aspecto felino a su mirada, enmarcados por unas cejas bien perfiladas, los pómulos muy marcados y la nariz recta y afilada, los labios eran gruesos y de un color rojo oscuro, cuando los abría dejaban ver una dentadura perfecta y blanquísima.

Cuando entró por primera vez en la habitación, Selene la recibió con cierta frialdad, se limitó a indicarle cuales eran su cama, su pupitre y la parte del armario que le correspondía, después abandonó el cuarto y la dejó organizando su equipaje.

Durante las primeras semanas apenas coincidían las dos salvo a la hora de dormir. Myriam comprobó  que Selene dormía casi desnuda, tan solo con las braguitas y que se desnudaba delante de ella sin el más mínimo pudor. Pudo contemplar los senos de su compañera en todo su esplendor en multitud de ocasiones, siempre los observaba con disimulo y admiración, realmente eran unos senos hermosos, grandes que se descolgaban un poco debido a su propio volumen y peso, pero que se mantenían rígidos y proyectaban hacia adelante impúdicamente unos pezones casi siempre erectos de unos dos centímetros rodeados por una gran aureola de un color oscuro, casi morado, cuando se inclinaba hacia adelante los pechos se descolgaban y aún parecían más grandes. Al mismo tiempo que se mecían al mismo ritmo de los movimientos de su dueña. También pudo darse cuenta del abultamiento que se producía en las bragas justo donde se juntan los muslos, lo que le hizo imaginarse lo prominente que era el pubis y la vulva de la mulata.

Aquellas visiones le producían cierta inquietud, mucha curiosidad y alguna excitación.

Muchas noches.  Cuando se despertaba pudo escuchar la respiración agitada de Selene y en la penumbra del cuarto pudo distinguir los movimientos de las sábanas que la cubrían, lo que le indicaba sin duda que Selene se estaba masturbando, en estas ocasiones siempre terminaba con un suspiro o un gemido y un movimiento violento de todo el cuerpo que casi llegaba a incorporarse en la cama, para luego dejarse caer desfallecido.

Estas situaciones causaban en Myriam una enorme excitación que siempre la conducía a acariciarse intentando contener la respiración para que la otra chica no se diera cuenta de la situación, aunque siempre tuvo la duda de si las masturbaciones de su compañera serían o no intencionadas para provocarle aquellas ganas de masturbarse también ella misma.

Selene tenía por costumbre pasearse por la habitación tan sólo vestida con las braguitas y una blusa de tela muy fina que permitía que su generoso pecho se moviera libremente con cada uno de sus gestos y cuando se sentaba para leer o para escuchar música en un aparato de radio que tenía en su estantería solía acariciarse la cara interior de los  muslos y su abultada entrepierna de manera que a veces se marcaba en la tela de las bragas la raya que insinuaba vulva generosa que escondía.

Todo aquello ocasionaba en Myriam un desconcierto, ya que despertaba su deseo de besar y acariciar aquellas formas femeninas tan rotundas y eso la hacía dudar sobre sus inclinaciones sexuales.

Todo comenzó aquel día en que estaba en la ducha cuando Selene entornó la puerta y asomó la cabeza: “Disculpa, pero esto es una urgencia. Pis”. Y sin esperar respuesta entró, se bajó las bragas y se sentó en el inodoro e inició una micción que resonó en todo el cuarto de baño como si se hubiese abierto un grifo.

Myriam miraba atónita y curiosa como la mulatita miccionaba con los ojos cerrados. Cuando Selene terminó de orinar abrió los ojos, la miró y por primera vez le dedicó una sonrisa: “¡Uf! ¡Qué gusto! No aguantaba más”. Y se puso en pie con las bragas bajadas hasta las rodillas, tomó un pedazo de papel y se secó la vulva adelantando las caderas y separando los labios con la otra mano.

Myriam quedó hipnotizada por aquella visión; el pubis y los labios mayores estaban recubiertos por una densa mata de pelos negros y muy rizados, al separar los labios de la vulva le permitió ver los labios menores y la entrada de la vagina todo ello de un color rojo intenso que destacaba sobre el color negro de la mata de pelos.

Bueno, parece que te gusta lo que estás mirando. Mira, no te cortes”. Y se quitó las bragas mientras daba un paso hacia la ducha en que se encontraba Myriam.

¿Quieres que te enjabone la espalda?” Y sin espera respuesta entró en la pileta de la ducha, se quitó la parte superior de la ropa quedando tan desnuda como la propia Myriam y con la mano le acarició la espalda: “Eres muy suave”.

Sin esperar alguna respuesta a su proposición  tomó la esponja enjabonada y procedió a pasarla suavemente por la espalda de Myriam, que aceptó sin decir una palabra y cruzando los brazos instintivamente sobre sus pechos de pezones excitados y de un subido color rosado.

Selene deslizaba la esponja suavemente por toda la espalda, desde los hombros hasta la cintura, se insinuaba por los costados y el nacimiento de los senos, en un momento pasó a la parte delantera del cuerpo pasando la esponja enjabonada por el vientre, el estómago y por fin, apartándole  suavemente los brazos llegó al pecho.

Soltó la esponja y con ambas manos impregnadas de espuma le acarició las tetas. Comenzó por la parte de abajo, sujetando y alzando los dos senos, para luego rodearlos con las manos y apretarlos por los dos lados hasta juntarlos en el centro. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Myriam y una sensación sumamente placentera hizo que se estremeciera, cerrara los ojos aceptando las caricias y que de su garganta surgiera un leve gemido.

Los dedos pasaron sobre la aureola y luego los pulgares y los índices pinzaron ambos pezones y los retorcieron suavemente provocando que el vientre de Myriam se contrajera en una serie de espasmos preorgásmicos.

Selene se percató y aflojó la presión de sus dedos:”Aún no, marranita, todavía no te corras”. Y pasó las manos a la cintura deslizándolas por la piel mojada hasta las nalgas. Volvió a tomar la esponja y enjabonó la raja que separa ambos glúteos deteniéndose en el orificio del ano, la humedad y la espuma facilitaron la introducción de un dedo en aquel estrecho reducto.

 Inmediatamente los músculos del esfínter se contrajeron en un intento vano por expulsar a aquel intruso, que lejos de salir se internó más por el conducto del recto hasta que los nudillos impidieron su avance. El dedo realizaba movimientos de rotación acariciando intensamente las paredes del intestino y Myriam comenzó a sentir sensaciones placenteras. Era la primer vez que alguien, y menos una mujer, violaba su ano, y lo que hasta entonces consideraba una aberración se estaba transformando en un cúmulo de sensaciones sumamente placenteras.

Cuando aquel dedo intruso salió de su interior estuvo a punto de gritar pidiendo que no se retirara e instintivamente inclinó levemente el cuerpo proyectando su trasero hacia Selene en una clara invitación a que continuara con las caricias anales.

Parece que te ha gustado. Tranquila que aún hay muchas cosas que hacer”. Y el dedo se deslizó por la zona del perineo hasta la entrada de la vagina. No la penetró inmediatamente, en un principio se limitó a deslizar un dedo a lo largo de la raja hasta donde el clítoris ya se insinuaba inflamado a causa de la enorme excitación que Myriam sentía. Movía las caderas de adelante hacia atrás en un vaivén intentando que el contacto de su vulva con el dedo fuese mucho más intenso.

Selene disfrutaba haciéndole desear la penetración y demoraba hacerlo para retardar el orgasmo. Con sus dedos recorría la vulva deteniéndose unos segundos en el clítoris para frotarlo con suavidad, lo que provocaba en Myriam la agitación de todo su cuerpo al tiempo que emitía un ronrroneo como de gatita en celo.

Con los dedos índice y pulgar pinzó el capuchón que recubría el clítoris y procedió a pajearlo como si se tratase de un diminuto pene, el orgasmo no se hizo esperar y se produjo de una forma violenta.

Myriam no podía controlar los espasmos que agitaban todo su cuerpo, todos los músculos de su vientre se contraían violentamente y de su vagina brotaba una abundante cantidad de flujo espeso que mojaba todo el vello que la rodeaba. El orgasmo se prolongó por más de 15 segundos, después fue remitiendo poco a poco hasta dejarle una agradable sensación de relajamiento y un sabor dulzón en los labios.

Tomándola por las caderas, Selene la obligó a girarse y situarse frente a ella, la atrajo hacia si y le propinó un profundo beso. La lengua de la mulata exploró cada uno de los rincones de la boca y se enredó con su propia lengua. La abrazó con fuerza aplastando sus enormes pechos contra el suyo y frotando el pubis contra su vientre. Podía sentir la aspereza suave de los rizos púbicos contra su piel y el sabor agradable de la boca de Selene.

La boca descendió hasta su pecho y se apoderó de uno de los pezones que al sentir las caricias húmedas de la una lengua respondió con gallardía alcanzando su máximo tamaño y dureza. Las manos presionaban las tetas y la boca pasaba de un pezón al otro frenéticamente haciendo que el nivel de excitación volviera a alcanzar un alto grado.

Myriam llevó sus manos al pecho de su partenaire y comprobó las dimensiones y la turgencia que le adornaban, comprobó que los pezones eran de un tamaño muy superior a los suyos propios y de una dureza extrema, comprobó que Selene le dejaba hacer con enorme satisfacción y comprobó que el ritmo de su corazón se aceleraba y su respiración se convertía casi en un jadeo.

Selene se apartó, salió de la pileta de la ducha y con un dedo le hizo gestos de que la siguiera.

La condujo mojada como estaba hasta la cama y allí la acostó, tendiéndose ella misma a su lado.

Ahora me toca gozar a mí. Hazme disfrutar, quiero correrme con tus caricias”. Más que a petición sonó como una orden.

Te tumbó con las manos bajo la nuca y con las piernas bien abiertas, ofreciendo todo su cuerpo a la vista y a la inspiración de Myriam.

Los pechos de oscuros pezones cayeron blandamente hacia los costados y la vulva se abrió ofreciendo los pliegues de su rojo interior como una granada abierta.

Myriam contempló aquel cuerpo lujurioso dudando qué hacer con todo aquello que se mostraba a sus ojos y a sus caprichos.

Posó con cierta timidez las manos sobre aquellos pechos enormes, lo hizo casi con precaución  como si temiese que a su contacto algo pudiera romperse. Poco a poco comenzó a masajearlos en toda su extensión y entonces percibió la suavidad sedosa de aquella piel exceptuando los pezones cuyas aureolas estaban moteadas por pequeños bultitos.

Se mojó con saliva los dedos y los pasó por los pezones que inmediatamente respondieron a las caricias adquiriendo una dureza pétrea y duplicando su tamaño.

Amasó la pulpa de los pechos y pellizcó los pezones tal y como a ella le habría gustado que le hicieran y Selene respondió acelerando la respiración con débiles jadeos.

Acercó los labios y succionó aquellas dulces protuberancias como si esperase sacar de ellas el fruto lácteo para el que estaban diseñadas. Alternó los chupetones con ligeros toques dados con la punta de la lengua mientras con ambas manos presionaba los senos juntándolos en el centro del pecho. Veía el rostro de Selene con los ojos cerrados y con los labios entreabiertos y sin soltar los pechos posó sus labios sobre aquellos iniciando un profundo beso en el que las lenguas se reconocieron y se abrazaron en señal de aceptación.

Selene posó una mano en su cabeza y la empujó hacia abajo indicándole el camino que debería seguir para saciar sus deseos. Sin dejar de magrear los pechos su boca se desplazó por el vientre de la mulata hasta entrar en contacto con aquel bosque de pelillos rizados. Le sorprendió que pese a su aspecto áspero fuesen de tal suavidad.

Percibió el aroma nada desagradable que emanaba de aquel pozo abierto entre los muslos de su compañera y eso la excitó. Sus manos se desprendieron de las dos esferas carnosas del pecho para dirigirse, bajando por el vientre hasta el pubis y juguetear unos instantes con los rizos intentando que se enroscaran entre sus dedos para formar una especie de anillos de azabache que destacaban con la blancura de sus dedos. Mientras que con cuatro dedos jugaba con el vello el que quedaba libre, el pulgar de su mano derecha rozaba la excrecencia que brotaba en la parte superior de la vulva, y bajo la cual se escondía el clítoris, que poco a poco, ante la llamada de las caricias, emergió majestuoso y de un color rojo encendido.

Myriam observó entre sorprendida y admirada aquel clítoris rojo y brillante de unos dos centímetros, nunca había imaginado que pudiese ser tan grande. Inmediatamente sus caricias se concentraron en aquel centro del placer y sintió como su propietaria se estremecía cuando con la punta de la lengua lo hizo vibrar de un lado a otro.

En un momento Selene cruzó los muslos sobre la nuca de su amante apretando la cabeza contra su vulva. Miriam casi se sintió ahogar, sus labios fueron absorbidos por aquellos otros labios que le sonreían verticalmente, los rizos del pubis le hacían cosquillas en la nariz y un aroma penetrante inundó sus fosas nasales.

Comenzó a trabajar con la lengua y los labios alternando húmedos besos con ardientes lametones, a cada paso de la lengua por las ninfas palpitantes y endurecidas Selene se agitaba apretando lo más posible su vientre contra el rostro de Myriam pretendiendo que la lengua penetrara en ella lo más posible.

Myriam comprendió los deseos de su amiga y comenzó a follarla con la lengua buscando la penetración más profunda en la vagina y moviéndola circularmente cuando había penetrado lo máximo posible.

Selene se convulsionaba y bramaba por el placer que aquella muchacha novata le estaba proporcionando, sentía como el orgasmo se acercaba al galope, como las oleadas de placer le hacían perder el control sobre su propio cuerpo, como su útero se contraía casi dolorosamente y como las mucosas de su vagina se disolvían en  un jugo que era ávidamente degustado por aquella boca que la poseía.

Myriam sintió la venida del orgasmo de la otra mujer, sintió los espasmos de sus músculos vaginales que se contraían sobre su lengua y sorbió con placer los líquidos que manaban de aquella fuente del amor. Sacó la lengua de aquella cueva roja y húmeda y como haciendo una gracia propinó un mordisquito al clítoris que ahora presentaba su máximo tamaño, esto último hizo que Selene diera un grito y un respingo para luego quedar totalmente desmadejada sobre las sábanas.

Se abrazaron y permanecieron así durante varios minutos, ambas con los ojos cerrados y los cuerpos sudorosos, saboreando el pasado momento de máxima intimidad.

Nuevamente las manos de Selene viajaron por todos los rincones del cuerpo de Myriam, se detuvieron en los rincones más erógenos hasta que consiguió que nuevamente se excitara y deseara que los tocamientos fuesen más intensos. Con los ojos cerrados y esbozando una sonrisa aceptaba de muy buen grado que las manos se solazaran en sus pechos, y en su vulva.

Cuando Selene intuyó que la otra ya estaba deseando proseguir con aquella función de sexo, se sentó entre sus piernas agarrándolas por los tobillos las separó todo lo que pudo y se introdujo entre ellas de manera su pierna izquierda quedara bajo la pierna derecha de Myriam y la derecha suya sobre la izquierda de la otra. Manteniendo agarrada la derecha se acercó de manera que su sexo quedó en contacto con el otro sexo, iniciando así una sesión de tribadismo que, por ser algo desconocido para Myriam, le causó cierta sorpresa.

Ahora te voy a follar”. Le espetó Selene con una voz llena de lujuria. Y comenzó a moverse de manera que ambas vulvas, con los labios abiertos se frotaban la una contra la otra y el clítoris de la mulata cuyo tamaña había vuelto al máximo se restregaba contra el clítoris de Myriam, quien al sentir los ardores de la excitación acompañó los movimientos de la otra con los suyos propios. Las manaos de cada una vagaban y apretaban los pechos de la otra mientras las caderas se movían en una danza frenética que se aceleraba más a medida que sentían la proximidad del orgasmo.

Fue Myriam la primera en llegar al clímax. Al oír los jadeos y sentir las convulsiones, al notar como la humedad de la vulva aumentaba, Selene se dejó ir,  llegando así ambas de manera simultánea a un violento orgasmo.

Durante aquel curso de mil novecientos treinta y cinco mantuvo con Selene su primera y única relación sáfica, no es que ella fuera lesbiana como sí lo era Selene, pero recordaba aquel año como uno de los más felices.

Mantuvo alguna relación sexual esporádica con algún compañero de facultad, lo que ponía furiosa y celosa a Selene, pero con ninguno alcanzó las cotas de erotismo, lujuria y placer como las que disfrutó con su compañera de habitación.

Cuando el curso terminó, Selene regresó a Senegal y no volvió a tener noticias de ella nunca.

                                                                                                                                (Continuará)