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París II

en Trios

La chica que me había abierto la puerta se encontraba tumbada con sus piernas flexionadas, bien abiertas. La otra, la de las tremendas tetas, estaba de rodillas, acodada entre las piernas de su amiga, dándole una descomunal comida de coño. La estampa era maravillosa; verla así, con sus tetas bamboleándose, mientras hacía que la otra se retorciera de gusto, hizo que mi polla, por esas cosas de la edad, volviera a apuntar al techo con una dureza enorme.

Me uní a la tetona, entre las piernas de la otra chica, y me dispuse a ayudarla con sus lametones. Nuestras lenguas se entrelazaban lamiendo y chupando juntas ese delicioso coño. Cuando una lengua subía, la otra bajaba. Cuando una se dedicaba al clítoris, la otra se hundía todo lo que podía dentro del coño. Cuando la primera la imitaba y se clavaba profundamente, la otra se introducía en el culo. El ir y venir por toda la inmensidad de su coño tenía a la chica totalmente fuera de sí. Se retorcía, movía su cabeza hacia los lados, jadeaba con fuerza y se pellizcaba los pezones, tirando de ellos.

Llegados a este punto, la tetona se levantó. Sin dejar de follar ese coño con mi lengua, la seguí con la mirada y vi cómo se dirigió hacia un armario, cogió un neceser negro y sacó de él tres consoladores. Dos de ellos con un tamaño importante, y otro más pequeño.

Se volvió a colocar a mi lado, dejándole yo sitio. Los dos más grandes, además de vibrar, tenían una parte de perlas que giraban. Lo puso en marcha y comenzó a frotar el clítoris con él, provocando los gemidos instantáneos de su amiga. Una vez empapado el consolador, lo colocó en la entrada del coño y empujó suavemente hasta conseguir que fuera engullido por completo. Accionó otro botón y las perlas comenzaron a girar, causando jadeos cada vez más intensos de la otra chica. Lamió su culo, lo volvió a mojar bien y clavó de un solo golpe el más pequeño de los tres en él. De esta forma inició un frenético mete y saca, arrancando bramidos  de su amiga que estaba fuera de sí.

Me incorporé, cogí el consolador que quedaba, y me coloqué detrás de la tetona. Tras pasarlo varias veces vibrando por su coño, totalmente inundado ya, lo puse en modo girar y vibrar y de una fuerte estocada lo metí hasta el fondo de su hambriento coño. Lo recibió con un fuerte gemido y comencé a meterlo y sacarlo al mismo ritmo que ella se follaba a su amiga. Veía cómo, además de llenarle el coño y culo con los consoladores, también le estaba chupando y mordiendo el clítoris.

Yo, mientras tanto, al tiempo que follaba con furia su coño con el consolador, mojé su culo con mi saliva y le metí la lengua bien adentro. Me puse de pie sobre la cama, coloqué mi polla en la entrada de su culo, y se la metí hasta chocar mis huevos contra sus nalgas.  Comencé a follarla sin piedad; duro, fuerte, con desesperación, sin dejar de mover el consolador dentro de su coño. Notaba perfectamente la vibración en mi polla a través de la fina pared, causándome un placer enorme.

Seguí follándola con furia cuando noté cómo la otra se corría entre gritos, bramidos, convulsiones y espasmos. Cogía la cabeza de su amiga y la apretaba fuerte contra su coño, moviéndose de forma descontrolada. La tetona tampoco aguantó mucho más. Tras disfrutar la corrida de su amiga, se cuerpo se tensó, se llevó una mano a su clítoris y, dándose palmadas en él, se corrió también notando mi polla entrando y saliendo de su culo y el consolador haciendo maravillas en su coño. Sentía perfectamente las contracciones de su culo, los espasmos y las convulsiones. Me salí rápidamente de su culo para no correrme de esa forma.

Me tumbé boca arriba en la cama y las mujeres captaron el mensaje. Como dos lobas hambrientas se abalanzaron sobre mi polla, chupando, succionando, pajeando. La visión era espectacular, lujuria en estado puro y, en castellano, aún sabiendo que no me entendían, les decía que no pararan.

-          “Vamos, putas, no paréis….chúpamela, zorra!!”

Mientras una me chupaba el capullo y me pajeaba, la otra lamía mis huevos y culo.

-          “Ooohhhhh…..síííí, me voy a correrrrrrrrrrrr”, grité al no aguantar más.

Lancé grandes chorros al aire que aterrizaban en mi torso y vientre y en la cara de una de ellas. La electricidad me recorría, los espasmos me invadían sin dejar de lanzar leche.

Las dejé en su habitación, las dos tumbadas y me dirigí hacia la mía. Me dispuse a darme una merecida y necesaria ducha, pensando en lo ocurrido. Las imaginaba jugando una con la otra de nuevo después de irme, provocando en mí otra erección. Me pajee con furia durante unos minutos, fantaseando con las dos mujeres comiéndose literalmente, hasta volver a explotar, esparciendo mi leche por la mampara del baño, quedándome temblando durante unos minutos mientras el agua caía incesante sobre mi cuerpo.