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Sentirás como siento.

en Sexo Anal

 

      Caía la tarde. En el crepúsculo del día, diríase ahítos a juzgar por la caída de sus párpados y la laxitud de sus cuerpos, yacían abrazados tras haber saciado su hambre y su sed del otro.

 

      Pegado a su espalda, aún sudorosa, acariciaba con suavidad su pecho. Era el gesto que ella necesitaba y esperaba, siempre, después de cada encuentro; el abrazo. Era la conjugación perfecta sentido-sensibilidad.

 

      Sonreía satisfecha sin dejar de mirar el reloj que había en la mesilla.

 

 -(Apenas falta media hora para que llegue ese momento con el que tanto he soñado), pensaba.

 

      Sentir la cercanía del momento, volvió a provocar su excitación. Dándose media vuelta, besó su cara. Se buscaron sus labios, se enredaron sus lenguas, volvió el deseo a hacer presa en sus cuerpos

 

-Tengo una sorpresa para ti, le susurró al oído.

 

      Él abrió los ojos para mirarla. Estaba ya sentada en el borde de la cama y sacaba algo de su mesilla que no tardó en ver: cinco pañuelos de seda, negros como el azabache, negros como sus ojos que brillaban extrañamente al decirle:

 

-Necesito que confíes en mí y me dejes hacer.

 

-Soy todo tuyo, dijo él.

 

-Ponte completamente boca arriba, voy a atarte manos y piernas.

 

      Como movida por un resorte, su verga respondió levantándose tímidamente.

 

      Colocó el primero de los pañuelos en sus ojos besándolo dulcemente. Llevó uno de sus brazos al cabezal de la cama y lo ató con otro de los pañuelos, haciendo después lo mismo con el otro brazo. Pasó a separar sus piernas e hizo lo mismo con ellas.

 

      Desde sus pies inició un lento ascenso con su lengua hasta llegar a su verga, ya vigorosa y asemejándose, por su grosor y unas venas tremendas que la recorrían, al tronco de un árbol.

 

      No la veía, no lo necesitaba para saber que se estaba mordiendo los labios mirando su verga dura.

 

-¿Me has atado para comérmela a tu antojo, puta? dijo sabiendo que a ella, en determinados momentos, le gustaba que usara un lenguaje soez y bestia que la encendía.

 

-Cómeme la polla puta, cómela como sabes que me gusta.

 

      Mamaba con fruición y cuanto más fuerte era el lenguaje, con más voracidad devoraba su verga.

 

-Controla tu lengua o te vacío ahora mismo, dijo dejando de comérsela.

 

      Sus manos se pusieron a masajear sus huevos al tiempo que su lengua recorría su culo desde arriba hacia abajo para acabar entrando en él y humedeciéndolo todo con su saliva. Paraba y se incorporaba ligeramente buscando sus ojos, entornados, dejándose llevar por la placentera corriente que sus terminaciones nerviosas llevaban desde su ano a la punta de su polla, mojada ya. Una de las veces, ascendió hasta su boca para devorarla mientras hacía que un dedo de su mano derecha, entrara en su culo, a fondo y sin resistencia.

 

      Apenas un leve gesto de dolor cuando entró el segundo, ya grito de placer cuando entró el tercero, espasmos cuando los tres al unísono entraban y salían.

 

      Ella sabía que había llegado el momento que tanto había deseado, con el que tantas y tantas veces había fantaseado.

 

 

                                                                                            Y la fantasía se hará realidad si el lector quiere seguir leyendo. Nos “vemos” en la próxima entrega.