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El secreto de Lucía - IV (2)

en Voyerismo

 

4.2 Juerga nocturna.

 

    Aquel pueblo costero también mantenía su encanto por la noche. Sin ser oficialmente fiestas, sí parecía celebrar que comenzaba la temporada turística. Para dar abasto a tanto guiri y turista nacional suelto, los locales de ocio se prodigaban a lo largo de todo el paseo marítimo y del puerto viejo, y nuestro grupito estaba dispuesto a visitar el mayor número posible de ellos.

 

El tiempo seguía portándose. Soplaba un suave viento sur que hacía que estar en la calle fuera una delicia. Por suerte no era el suficiente para levantar faldas, ya que a mí, que llevaba un vestidito veraniego muy ligero, me hubiera hecho la puñeta. Una vez más (y no lo digo aprovechando ser la que escribe esto, nooo) volvía a ser la más elegante... ¡Que no la más guapa, aunque me fastidie decirlo, mmmpfff! Describiré la ropa de mis amigas, para que te hagas una idea: Kata iba un poco macarra, con pantalones largos estrechos, botas y camiseta "heavy" sin mangas, anudada por delante, dejando a la vista su fina cintura (sólo le faltaba una `chopper´ con esa pinta de motera); Beni, camiseta de tirantes con escotazo "wonderbra", minifalda de cuero y medias de rejilla calibre red de pesca, con taconazos (la palabra "putón" vino a mi mente; hoy en día le dirían "choni"); Patri, por una vez, se había soltado su pelo rubio y llevaba faldita, que resaltaba sus torneadas piernas, a la vez que su chaquetilla y botas camperas le daban un aspecto de turista de Minnesota muy curioso. De hecho, hubo alguno que la tomó por guiri. En cualquier caso estaba muy guapa y se lo dije, y, por primera vez, vi a Patri ruborizada. La verdad es que todas íbamos más arregladas que cuando salíamos normalmente por la ciudad, pero también ahí se notaba que éramos "casi adultas". Sin embargo, la que iba más guapa era Mireia. Llevaba un vestido de verano parecido al mío, pero le quedaba digamos que algo mejor que a mí... Los finos tirantes dejaban a la vista su precioso escote sin caer en lo chabacano. Pero por encima de su ropa era su cara la que destacaba. Enmarcada por su melena negra, tenía ese tono tostadito debido al sol que, unido al rímel, hacía que sus ojazos azules resaltaran más que nunca. Estaba guapísima, sí.

 

Con semejante arsenal de belleza nos dedicamos a atacar todos los bares y discos posibles. La competencia era dura pero estuvimos a la altura. Bebimos y bailamos y viceversa; nos reímos muchísimo y más y, cómo no, nos entraron los tíos a cascoporro. Bueno, hablo en primera del plural porque éramos un equipo, ¿vale? Que ya sabemos todos a por quienes iban la mayoría... Pero no voy a llorar, que por una vez me lo pasé muy bien hablando (donde la música lo permitía) y bailando con algún que otro chico. De todo había, pero en general eran majetes y no se pusieron demasiado pesados con nosotras. Al menos al principio de la noche...

 

    Conforme las horas pasaban y nos adentrábamos en la madrugada, también lo íbamos haciendo en la parte más recóndita del puerto viejo. Los bares "normales" ya habían cerrado o estaban en ello y solo quedaban los garitos más sórdidos. Guiadas por Beni y gracias a la información que había sacado a los camareros llegamos a uno de ellos. Parecía de moteros, pero de moteros chungos.

 

No sé si era que no pagaban la luz pero más oscuro no podía estar. Música "death metal" atronaba los tímpanos. El olor a porro hubiera parecido perfume en ese antro. La "choni" y la "macarra" no desentonaban allí, pero las otras tres parecíamos corderitos en el matadero. Y no era sólo la ambientación del local, los que estaban allí también tenían pinta de peligrosos... Pero lo que realmente me daba miedo era que todo lo que habíamos bebido empezaba a hacer efecto. Tenía esa sensación de no controlar; de moverme un segundo más tarde que mis pensamientos; de sentir la mente ligera pero el cuerpo espeso... ¿o era al revés? Eso mismo en el ático de Kata hubiera supuesto echarse unas risas, pero allí, en aquel bar de mala muerte... Los tíos que se discernían en lo oscuro, que eran mayoría, nos sacarían diez años como poco. ¡Que igual eran excelentes padres de familia, no digo que no, pero a esas horas...! ¡Qué mal rollo me estaba dando...!

 

Acodadas en la barra, nos tomamos una cerveza; la enésima del día. Kata y Beni parecían tan felices, riendo y cuchicheándose en la oreja porque no había otra forma de comunicarse con tanto estruendo. Patri, en cambio, demostraba su "alegría" encogiéndose dentro de su chamarra, intentando pasar inadvertida. Mireia, que tuvo los ovarios de ir al lavabo, me gritó al oído a su vuelta:

 

-¡Pues no has visto el baño! ¡Mejor lo haces en la calle!

 

Estaba por confesarle al barman que yo era menor de edad para que me echase del bar... A eso que un garrulo enorme con una mala pinta que te cagas, que no podía ser motero porque no había en el mundo moto de su talla, un verdadero troll de Mordor en definitiva, se acercó a esa parejita feliz que formaban Kata y Beni. Se colocó entre ellas y, pasándoles las manazas por sus caderas, agachó su cabezota para decirles algo. Ellas volvieron la cara a un lado porque supongo que el aliento del tipo no olería a eucalipto precisamente; más bien el gigantón tenía aspecto de haberse bebido medio bar. Las chicas, sin embargo, no perdieron la sonrisa y Kata le dijo algo al oído al maromo. Éste se echó hacia atrás irguiéndose con cara de sorprendido, miró a una y a otra y luego negó con la testa. Kata le asintió con la suya y el otro nada, seguía renegando. Kata se encogió de hombros, se giró hacia Beni y, de repente, le puso una mano en la cintura y la atrajo hacia ella. La miró a los ojos. Beni sonreía. Bajó la mirada a su boca. Kata ladeo la cabeza y acercó sus labios a los labios de Beni hasta tocarse. Se besaron con suavidad. Tras unos segundos separaron sus caras medio palmo. Se volvieron a mirar, esta vez con una sonrisa pícara y, como leyéndose la mente la una a la otra, se lanzaron otra vez a besarse pero de forma más apasionada. En un momento quedaron abrazadas para asombro nuestro y del personal, dándose un morreo tremendo. Kata deslizó su mano desde las caderas hasta el culazo de Beni, apretándolo con la misma intensidad que le besaba. Beni le agarró por la nuca, queriendo hacer más fuerza hacia ella. Cada vez estaban más pegadas la una a la otra, pecho contra pecho, girando sus caras entorno a sus bocas abiertas. Prácticamente se podía adivinar el movimiento de sus lenguas dentro de ellas... ¡Tremendo!

 

Algunos tíos de las mesas parecían jalearles y aplaudían... Nosotras no dijimos ni mú. Con la caña en la mano y ojipláticas, nos quedamos de piedra. Hasta el tipejo aquel se apartó con gesto de "aquí no pinto nada" y fue a sentarse al otro extremo de la barra, derrotado...

 

Kata y Beni dejaron de hacer ventosa por fin al de un rato. Se miraron, pasándose la lengua por los labios, como saboreando tamaño morreo, y acabaron riéndose, chocando sus vasos en un brindis y apurando sus cervezas. Luego se volvieron hacia nosotras y Kata nos debió gritar que si nos íbamos. Tardamos unos segundos en reaccionar y salir de aquella cueva. Yo estaba tan en las nubes que ya me iba llevándome la media cerveza que me quedaba por tomar. Volví atrás, la dejé en la barra y al levantar la mirada vi cómo el orco me hacía un gesto con los dedos, en plan "V" pero moviéndolos imitando una tijera, y se los acercaba luego a la boca sacando la lengua y moviéndola entre ellos. No entendí bien pero me pareció muy grosero por su parte. Le hubiera enseñado mi dedo corazón al muy cabrón pero, literalmente, no tuve huevos.

 

Ya fuera del local, Mireia, algo desconcertada todavía, se lanzó a preguntar a las dos besuconas:

 

-Esteee... Vamos a ver... ¿Nos podéis aclarar lo que ha pasado ahí dentro, si no es mucha molestia?

-Naaada... Ya lo habéis visto... Que somos novias -contestó Kata claramente de coña.

-Sí, no nos podíamos aguantar más las ganas... ¡Ja, ja, ja! -añadió Beni sin poderse aguantar la risa-. ¡Jo, tía! ¡Es que estás taaaaan buenorra...!

 

Se empezaron a partir la caja las dos sin poder parar. Estaban ya en ese punto de borrachera en que te brillan los ojos, todo te hace gracia y eres incapaz de pronunciar las "erres"... Las dos habían bebido y mezclado bastante más que el resto. Ya por fin se calmaron y nos contaron lo que había pasado en realidad:

 

-Bueno, va... -empezó Kata- El caso es que el tío feo ese quería montárselo con las dos y, como no tenía pinta de ser razonable, he cortado por lo sano y le he dicho que éramos todas lesbis. Pero como el mamón no se lo creía y se estaba poniendo pesado pues he cogido y... ¡toma demostración! ¡Y a tomar por culo con el puto borracho! ¡Já! -finalizó haciendo un sonoro corte de mangas en dirección al bar.

-Así que somos todas bolleras... Muy bien. ¿Pero no se te ha ocurrido que vuestro numerito le podía haber calentado aún más, a él o a sus amigos, ¡eh!, lista? -le dijo visiblemente cabreada Mireia. Después de Patri, era la que iba más "entera" y seguramente por eso tenía mayor percepción de lo peligroso que podía haberse vuelto la situación.

-¡Nuestro "numerito" nos ha evitado un montón de moscones babosos! -contestó Kata empezando a mosquearse- ¡Que sabemos de sobra cómo tratar a esta clase de tipos, así que no me jodas, Mireia!

-Si no es para tanto... Te aseguro que esos tíos no tienen peligro. Son todo fachada... -intervino Beni para apaciguar los ánimos- ¡Venga!, vámonos al siguiente bar que es donde he quedado con el chico del chiringuito. Que me dijo que iría con sus colegas, y como estén la mitad de buenos que él...

 

Beni consiguió que la discusión no fuera a más, pero no nos convenció para seguir de fiesta. A Mireia, Patri y a mí nos pareció que ya era suficiente por esa noche y decidimos volver al piso.

 

-De verdad, que sosas sois... -nos picó Kata para convencernos- Si ahora viene lo mejor...

-Venga, que os divirtáis, pero id con cuidado ¿vale? -les despidió Patri, preocupada por las dos juerguistas.

 

Yo les daba más crédito. Si alguien se sabía defender en esos ambientes eran ellas. Y aunque no lo pareciera, aguantaban bebiendo más que muchos tíos. No sé donde metían tanto alcohol... ¡Bueno! Siendo mala, me hacía una idea... Cuando ya se iban por una callejuela recordé que Mireia y yo teníamos los dos juegos de llaves del apartamento. Corrí a darles el mío:

 

-¡Tomad! Que, si no, os veo despertándonos a todas...

-¡Ay, sí! ¡Se me habían olvidado! -dijo Kata y me insistió- Pero en serio, ¿No quieres venir con nosotras? Que te lo vas a pasar muy bien...

 

Quizás era por la borrachera, pero me lo dijo en un tono... Entre sensual y peligroso, podría decirse.

 

-¡Va, anímate! -se metió Beni- Que ya sé que Mireia está pensando en su novio y Patri en sus pruebas de atletismo, pero tú... ¿Qué excusa tienes?

-¿Yo? Que me caigo de sueño...

-No sé. Yo más bien creo que seguirías de fiesta pero no te atreves... Y yo sé por qué... -miré a Kata. ¿Le habría contado lo mío? "Ahora sí que la mato". Beni prosiguió-. Se te nota más de lo que crees, ¿sabes? Tú... tú eres virgen, ¿verdad?

 

Suspiré aliviada y asentí. Con casi dieciocho años no creo que fuese delito serlo, pero en opinión de Beni parecía que sí.

 

-¡Pues vente con nosotras! ¡Qué seguro que te encontramos un tío guapo que te de caña! ¿Eh, qué te parece?

-Me parece que "gracias" pero no puedo seguir vuestro ritmo. ¡Que lo paséis muy bien, par de locas! -respondí y me volví con las otras.

-¡Te pierdes lo mejor, boba! -me gritó Kata. Me giré. Ella me sonrió y luego agarró por el talle a Beni para soltarle un piquito en los morros.

 

Y así se fueron las dos, riendo, bailando y pegando saltitos por la calle abajo, tan felices...

 

 

    Durante todo el camino de vuelta al apartamento, Patri y yo tuvimos que aguantar a Mireia despellejando a Kata "por habernos puesto en peligro"... ¡Vaya repaso le dio! Aún no se había dado cuenta de que una de las cosas que mejor se le dan a Kata es, precisamente, controlar y dirigir de forma sutil cualquier situación, consiguiendo que la gente termine haciendo lo que ella quiera, como demostró cuando estuvimos en su casa. Es de esas personas a las que les gusta jugar con fuego y, aunque se quemen alguna vez, seguirán haciéndolo por pura diversión.

 

Y para fuego, la bocanada de aire caliente que nos recibió al abrir la puerta del piso. El calor de la calle se había metido dentro y nos iba a fastidiar el sueño. Ventilamos todo en la medida de lo posible, nos aseamos y nos cambiamos para dormir. Vestidas con camiseta y bragas, en cuanto nos echamos en las camas comprobamos que era demasiada ropa. Las camisetas volaron y nos quedamos en tetas.

 

Para que corriera el aire habíamos dejado abierta la puerta de la habitación; la ventana tuvimos que cerrarla porque daba a un patio interior que no olía demasiado bien. Encima, aunque el cristal era esmerilado, no tenía ni persiana ni cortina y, cuando apagamos la luz, descubrimos que el alumbrado del patio iluminaba el dormitorio perfectamente. No era molesto para dormir, pero lo suficiente para que se distinguiera todo bastante bien. Con mi cama colocada perpendicularmente a los pies de las de mis amigas, que quedaban más altas, y orientada hacia la entrada del cuarto, me di cuenta de que, con esa luz, Beni podría verme perfectamente al cruzar el pasillo, así que no arriesgué y decidí enfundarme otra vez la camiseta para poder ocultar mis bragas con paquete incluido. "Como en los viejos tiempos" -pensé con ironía- "¡A esconderlo todo! ¡Qué bien!". Perdida la costumbre de dormir vestida, tener que hacerlo sólo por si se daba el caso de que me viera Beni era un incordio...

 

Por si el calor, la luz y la ropa no eran suficientes, enseguida noté que la cama iba a ser una pesadilla. Tonta de mí, había elegido voluntariamente el catre plegable por no fastidiar más a Mireia y a Patri, y bien que lo iba a sufrir. El colchón estaba más que machacado por el uso y, además, cada vez que me movía un poco el somier chirriaba desagradablemente. Cojonudo todo, en definitiva. Pese a las horas que eran ya y al cansancio acumulado, me iba a costar dormir y a mis amigas, oyendo como se revolvían encima de sus camastros, también.

 

Traté de ponerme en una postura cómoda y dejar la mente en blanco. Mis pensamientos me llevaron a revivir los sucesos del día. El tren; el piso; el cuarto de baño... Mi mente voló hasta la playa. Allí estábamos todas, en topless, siendo observadas por los paseantes, ahora todos hombres, que nos miraban sin disimulo. Nos echábamos crema y más crema en nuestros pechos y ellos se iban apiñando frente a nosotras, con gesto lascivo. Cuanto más nos restregábamos las tetas, más cachondos se ponían. De repente, los quinceañeros salidorros de la tarde aparecieron entre ellos, marcando erección delante de Kata. Se quitaron las bermudas y empezaron a cascarse sus pollas a escasos metros de ella. Poco a poco se le iban acercando sin parar de masturbarse. Kata los miraba con desprecio, sin dejar de masajearse las domingas. Por fin los chavales, rodeándola, aumentaron el ritmo de bombeo hasta acabar descargando toda esa leche, que aquella cabrona les había hecho producir, encima de sus obscenos pechos. Los putos mocosos se corrían a gusto sobre sus melones, y ríos de lefa caliente rebosaban por ellos. Mireia y Patri ya estaban desnudas, metiéndose los dedos en el coño. Beni se besaba con Kata, acariciándole los senos pringosos... Los tíos de la playa se sacaban el rabo para tocarse... Yo me quitaba las bragas para que Patri me pajease la polla... Empezaba a hacerlo cuando sentí que una mano enorme se posaba en mi hombro; me volví y descubrí al troll del bar, mirándome desde arriba con cara de obseso, sacándome la lengua...

 

Desperté sobresaltada. "¡Jodido garrulo! ¡Para un sueño erótico que tengo!..." Y eso que no habría cerrado los ojos ni diez minutos... Pues sí que me ha costado mucho dormirme... Como suponía, ya estaba toda empalmada y acalorada. Sabía que hasta que no me quedase a gusto con una buena paja no me iba a dormir. Había cogido esa buena costumbre, pero además aquel día deseaba masturbarme más que nunca. Todo lo vivido a lo largo del día me había puesto los dientes largos. Que ya me había quedado con las ganas de hacerlo en la ducha y mi pene lo necesitaba, ¡qué cojones!

 

Calculé si mis compis podrían verme y parecía que no; igual que yo a ellas. Me quedé escuchando un momento a las otras dos, a ver si dormían; por su respiración y quietud deduje que sí, así que me quité toda la ropa, haciendo más ruido del que quisiera, y me dispuse a hacerlo. Me eché mano a la polla y... "ñec-ñec-ñec...". "¡Me cago en la puta cama!, ¡Cómo chirría la muy...!". Esperé en silencio de nuevo. No, no se habían despertado. Iba a tener que hacerme la paja en otro sitio. Me arrastré hasta el suelo como una boa `constrictor´, para hacer el menor ruido posible, acordándome del dueño del piso por cobrarnos esa mierda de catre, y me incorporé al lado de la puerta.

 

    La luz blanquecina del patio entraba por la ventana descubriendo los cuerpos de mis amigas sobre sus lechos. En la cama más alejada, Mireia yacía boca abajo, con la cara hacia la pared. Como dijo Beni, si no fuera porque desde que tenía novio estaba super formal, comportándose en plan "maduro", se hubiera desmadrado como la que más. "¡Qué pena! -dije para mí recordando lo cachonda que podía ponerse- Con lo buena que está...". En la otra cama, Patri estaba de lado, dándome la espalda. Distinguí que se había quitado las bragas. "¡Qué envidia! Ella en bolas y yo teniendo que hacer la idiota... ¡Jé! Se le nota el blanco del culete -observé". Un culo bien prieto y definido, por cierto, fruto del entrenamiento al que se sometía su dueña. Tenía que estar macizo, seguro. Me dieron unas ganas de agarrarlo... de apretarle fuerte las nalgas... ¡Uuuf!

 

Mi idea original era hacerme la paja en el baño, pero en vez de eso me quedé allí, junto a la entrada del cuarto, desnudita, con la minga a media asta y contemplando embobada a las dos majas semidesnudas. Una situación muy morbosa. Mi mente, o más bien mi pene, empezó a cavilar... ¿Y si me la cascaba allí mismo? Parecían dormidas pero, en cualquier caso, si salía al pasillo y las observaba desde él siempre podría salir pitando al cuarto de baño, sólo dos pasos a mi izquierda. Porque si me descubrían... Aparte del susto que les iba a pegar, que de solo imaginarlo casi me da la risa, no tendría forma humana de justificarme.

 

Salí al pasillo, notablemente más oscuro. Con la puerta totalmente abierta las veía perfectamente. Me agarré el pene y, sin más, empecé a masturbarme... "¡Por fin! ¡Mmmmm! ¡Qué gusto!...". No tardó nada en ponérseme como una roca; había estado esperando tanto tiempo que mi verga no estaba para chorradas. Quería correrse y rápido. "No maja, no... -le dije tajantemente a mi polla-; todavía me tienes que dar más gustito, bonita...". Así que, ignorándola, pasé a acariciarme la raja, que ya tenía húmeda. Mi rabo daba respingos como si se me quejara por la putada que le estaba haciendo... "¡Calla cabrón, que ya tendrás lo tuyo...!". Mi vulva se fue hinchando con mis caricias y más arriba también empezaron a hacerlo mis pezones reclamando mi atención. Pasé una mano a mis pechos mientras con los dedos de la otra comenzaba a penetrar mi chocho. Cada parte de mi cuerpo se iba encendiendo como las luces de una feria.

 

Acariciando mentalmente el culo de Patri, llevaba un rato dándome bien. Mis tetas estaban duras y sensibles; mi vagina ocupada por mis dedos medio y corazón; mi pene super erecto, mirándome suplicante... "¡Tócame, tócame, por favor!" parecía decirme. "¡No molestes ahora, capullo, que me descentras!". No quería tocármelo todavía. Si lo hacía sabía que iba a terminar todo demasiado pronto... Seguí a lo mío, ahora estrujándome los pechos más fuerte, igual que lo haría con las nalgas de Patri. "¡Qué culo tienes, hija de puta, te lo comía todo...!". Me conozco, y sé que cuando me pongo así de soez es que estoy muyyy cachonda, y si estoy muyyy cachonda puedo hacer cualquier insensatez. Me daba miedo porque con el calentón podía confiarme demasiado...

 

Mis dos amigas debían dormir profundamente porque no se movían. No tuve en cuenta que el cansancio y el madrugón que llevábamos encima influirían más que el calor. Aquello me animó a ser más osada. "Quizá podría acercarme sin peligro... -cavilé". La moqueta del suelo me ayudaba a no hacer ruido... Sin darme cuenta fui avanzando, paso a paso sin dejar de tocarme, entrando de nuevo a la habitación, hasta quedarme a escasos veinte centímetros del trasero de Patri. Me relamí los labios; tenía la boca seca por los nervios. Con cuidado, me puse de rodillas. Mi cara estaba ahora a un palmo de su culo... ¡Qué morbazo sentí! Me metí más los dedos en la vagina ¡Mmmmmm! Contuve mís jadeos apretando los labios. Alargué la otra mano para tocar esa nalga tan redondita... No, no podía... Me temblaba demasiado... "Estoy como para robar panderetas -pensé y, de nuevo, casi me da la risa nerviosa". Inspiré... Me tranquilicé convenciéndome a mí misma de que era muy difícil que me pillaran... Seguí un rato así, de rodillas y abierta de piernas, penetrándome pausadamente y acariciando mis pechos palpitantes, disfrutando del panorama. Ese culito tan tierno y blanquito me estaba poniendo cachondísima, pero también sus muslos torneados. El contraste de su piel entre la zona morena y la blanca era tan marcado que parecía un helado de dos sabores y, realmente, me estaban dando unas ganas tremendas de probarlo...

 

Mi mente no pensaba en otra cosa. Mi polla tampoco. Llorosa y suplicante, empezaba a soltar líquido pre seminal, avisándome de que se correría con mi ayuda o sin ella. Se me ocurrió una locura. No tenía mucho tiempo pero no me quería ir sin despedirme de aquella belleza de culo. Con mucha delicadeza fui acercando mi boca a las nalgas de Patri hasta rozarlas. Podía olerlo... ¡Podía oler ese culito tan perfecto! ¡Mmmm! ¡Playa y gel de baño, que bien olía! Arrimé un milímetro más mis labios y le di un tierno beso... ¡Qué suave! ¡Qué terso!... ¡Uuuf! ¡La libido se me puso a mil! ¡Le hubiera mordido aquella nalga! ¡Me hubiera levantado, le hubiera restregado mi rabo y me hubiera corrido sobre su estupendísimo culo, gritando de placer!...

 

Un ligero estremecimiento de Patri me sacó de mis pajas; de la mental y de la otra. En un gesto reflejo me eché al suelo sobre mi izquierda, pegándome a su cama y conteniendo la respiración, petrificada. Oí como se revolvía en su lecho hasta acabar con un pie asomando por encima de mi cabeza. Tras largos segundos esperando precavida algún movimiento más, supuse que seguía durmiendo. Aunque mi pene se acobardó un poco por el susto, mi excitación no se había ido ni mucho menos. Es más, ahora la alimentaba el morbo de poder ser descubierta. Tumbada como estaba, con la cabeza a los pies de su catre, reanudé mi pajote. Con sólo asomarse un poco al borde del colchón, Patri se hubiese llevado una sorpresita curiosa... ¡Ji, ji!

 

Mis manos y dedos volvieron a ocupar posiciones para seguir dando guerra a mi calenturiento cuerpo. Enseguida volví a estar en "Def-Con 2", a puntito de correrme como una cerda. Debía salir de allí lo antes posible. Me incorporé con lentitud, sin hacer ruido, alzando la cabeza cual periscopio lo justo para ver el panorama de encima de las camas. Patri se había vuelto hacia la puerta, boca abajo y con las piernas separadas; por eso le sobresalía un pie del catre. El pelo le tapaba los ojos y respiraba por su boquita entreabierta. Esto me dio otra lujuriosa y evidente idea... Ya de pie, abandoné mis tocamientos para, sujetándola por la base para no excitarme más, acercar mi polla hasta sus labios... Estoy segura de que mi respiración tenía que escucharse más que el murmullo de las suyas. Una vocecita muy, muy lejana me gritaba que me fuese de allí, pero el deseo que sentía me tenía borracha. A cuatro dedos escasos de su boca, podía sentir su cálido aliento soplando en mi glande, que a esas alturas estaba por estallar de gusto. Sentí que una gotita del líquido pre seminal se escurría por él y caía, imagino, en las sábanas... ¡Me tuve que contener, apretando fuerte, para no soltarle a la pobre Patri un lechazo en toda la jeta! Di unos pasos hacia atrás... No creo que hiciera ruido pero... ¡Ahora era Mireia la que empezaba a revolverse! Salí rápidamente al pasillo, pegando mi espalda a la pared que daba a la habitación. ¡Jadeaba de excitación, de miedo, de nervios... de todo! ¡Si la intención de Mireia era ir al baño me iba a pillar fijo!... Esperé un segundo... No, no se había levantado. Movida como marioneta por el morbo y la curiosidad, asomé lo justito la cabeza por el hueco de la puerta para observar.

 

Mireia estaba boca arriba y parecía mirar ¿hacia mí! ¡Uf, no! Tenía la cara vuelta hacia Patri, pero parecía dorm... ¡No! ¡Estaba moviendo su mano y la ponía sobre su pubis! Empezó a moverla cadenciosamente... ¡Claramente se estaba masturbando, la cabrona! Lo hacía como quien no quiere la cosa, como si estuviese dormida aún. Pronto su mano se introdujo en sus bragas y no tardó mucho más en hacer amago de quitárselas. Me oculté de nuevo. Había dejado de pajearme para ver bien la escena, pero en cuanto lo retomase ya no iba a haber forma de contenerme. Volví a mirar, pensando que la penumbra del pasillo me salvaba de ser vista. Mireia ya estaba despatarrada, completamente desnuda, con todo su tetamen expuesto y dándose gusto a conciencia con los dedos metidos en su coño moreno. La cabeza la seguía teniendo girada hacia Patri. No distinguía sus ojos, pero podría estar mirándole el culo. "¡Joder Mireia! Y luego vas de modosita... -pensé- Parece que no soy la única guarrilla esta noche, ¿eh?". Si Patri llega a saber lo cachondas que nos estaba poniendo...

 

Relamiéndome de gusto mirando aquel cuadro de desnudos con masturbación, me volví a pajear con ganas de cara a la pared. Agarré mi pene, que lloraba de alegría más líquido pre seminal, y lo menee arriba y abajo, bien fuerte. Mireia siguió un rato dándose placer hasta que, volteándose sobre su derecha, continuó haciéndolo dándome la espalda. Un poco desconsiderado de su parte, pero eso me permitió pajearme más a gusto, ahora desde el umbral de la puerta. Tenía a tiro los dos culos; el carnoso y ancho de Mireia y el prieto y bien formado de Patri... ¡Qué delicia! Mi mano subía y bajaba por mi polla velozmente, lubricada por el líquido que había brotado de ella. Mi respiración era cada vez más rápida, al igual que la de Mireia, que también se iba haciendo más audible con sus jadeos.

 

 Como si captara mis pensamientos, Mireia flexionó un poco sus piernas y pasó a tocarse con la mano izquierda su culo... Se magreó una de sus grandes nalgas, dándome una envidia brutal, y luego, para sorpresa y deleite mío, se repasó los dedos por la raja del culo buscando y encontrando la abertura de su ano. ¡Mireia se estaba metiendo un dedo por el culo mientras se follaba el coño, trabajándose a dos manos la muy puta! ¡Aaaah! ¡Mierda! ¡No podía aguantarme más! Salí corriendo hacia el baño, pero, en pleno pasillo, estallé. Caí de rodillas allí mismo y, agarrándome el culo como acababa de ver a Mireia, disfruté dejando que mi nabo sacase todo lo que llevaba dentro. ¡Oooooooh, que placerrrr! ¡La putaaa!... Chorros de lefa cayeron sordamente sobre la moqueta y seguramente en las paredes también. ¡Joder que gusto! Me quedé un buen rato allí, doblada sobre mí misma, resoplando, con el pecho y las mejillas ardiendo, terminando de escurrir las últimas gotas de semen sobre el alfombrado... ¡Buuuuuf!

 

Tras pasar por el cuarto de baño volví a la habitación. Mireia ya había terminado lo suyo y parecía haberse quedado dormida desnuda y en la misma posición. Yo, como una niña buena, me puse de nuevo la camiseta y las bragas y me metí en la cama, intentando no hacer demasiado ruido, para descansar lo que quedaba de noche.

 

Más tarde, medio dormida, oí unas voces familiares que intentaban con escaso éxito no despertarnos, hasta que una de ellas dijo claramente:

 

-¡Pero qué mierda? ¡Joder! Si se les ha caído la crema ya podían haberla limpiado, que me he pringado todo el pie!

-¡Ssssshhhh! -se le escuchó a la otra.

 

Y, mientras fingía seguir dormida, esta vez sí que no pude evitar sonreír...

 

 

 

(Continuará...)