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Una historia porno

en Grandes Relatos

UNA HISTORIA PORNO

 

Después de una juventud llena de amoríos y escarceos sexuales con diferentes chicas, en busca de un amor que pensé que no encontraría, porque la última muchacha que de verdad me enamoró perdidamente, me engañó, repartía su deseo de sexo con otro, a mi me soportaba porque sus padres le decían que yo era un buen partido, que le convenía tenerme como novio con vistas a un matrimonio conveniente para ella.

Hasta que un día los sorprendí en el portal de su casa, en una posición que no daba lugar a dudas de lo que estaban haciendo. El chico que compartía conmigo estaba con los pantalones bajados hasta los tobillos, junto con los calzoncillos, ella con sus piernas rodeando la cintura de él, sus bragas tiradas en el suelo, abrazada a su cuello, apoyados contra la pared, con los cuerpos moviéndose al compás, él empujando sus caderas contra ella, que gemía al sentir como entraba y salía el miembro viril de su vagina, mientras besaba y lamia su rostro en el paroxismo del deseo.

Yo me quedé mirando la escena desde la puerta entornada, a pesar del dolor que me producía la visión de mi novia jodiendo con otro, cosa que a mi no me había concedido, excusándose con su virginidad hasta el matrimonio, esperé, con los ojos anegados de lágrimas de rabia, sintiendo los jadeos y gemidos ahogados que no podían reprimir. El hombre, con un empujón de sus caderas, profirió un grito cuando con un estremecimiento, eyaculó con su miembro dentro de la vagina, el orgasmo le hizo temblar todo el cuerpo, apretando contra la pared el cuerpo de ella, mientras vaciaba en su sexo, una tras otra, las continuas expulsiones de semen, acompañadas con gritos de placer.

Llorando de vergüenza, dolor por la traición de la que decía que era mi novia, me marché sin decir nada, hablé con sus padres, no les dije lo que había presenciado, pero les dí a entender que su hija me había engañado y rompía mi compromiso con ella. No la volví a ver jamas.

Con el animo bajo mínimos, el corazón roto, y desesperado por encontrar sustituta para rehacer la vida, tuve la mala suerte de conocer, por medio de unos amigos, a una mujer que me conquistó con su simpatía y belleza, con la que, al cabo de tres meses, por lástima, ya que la echaban de su casa, mi indujo a casarme con ella.

No sé porque lo hice, no estaba enamorado de ella, solo me unía el deseo de tener mujer. Ahora lo veo como una idiotez de juventud, solo tenía 22 años y poca experiencia, la que había adquirido con alguna puta, ya que fueron varias las que traté desde mi pubertad.

Con ellas me aficioné a soñar con orgías y fantasía sexuales, pero cuando me presentaron a la que hice mi esposa, dejé de pensar en hacer sexo fuera de mi matrimonio.

Pasamos unos años de una felicidad un poco ficticia por mi parte, tuvimos dos hijos, aun que dudo que los dos fueran míos, pues ella tonteaba con un vecino, coqueteaba descaradamente con él, estando yo delante, como dándome a entender que no tenía nada que ocultar, que todo era en broma. Yo, como amigo y vecino, confiaba en ellos, participando de sus bromas y carantoñas, pero con una duda rondandome. Si ella me era infiel, ¿Podía yo participar en su juego amoroso?. Cuando lo propuse, mi mujer se escandalizó de tal manera, que no quiso ni hablar de ello.

Prefería a mi vecino, dejándome fuera del juego.

Ocasiones tenían, de estar solos, pues yo pasaba todo el día fuera de casa, y el amigo estaba en el paro, mientras su mujer trabajaba. Alguna vez los encontré en mi casa, hablando, pero nunca los pillé en algo comprometido, por lo tanto, no puedo acusarlos de nada.

La niña se parece mucho a él.

Fueron diez años de convivencia, que poco a poco se fue deteriorando, discutíamos por tonterías, estando dos o tres días sin hablarnos, recuperando la paz por los hijos, pero cada vez eran mas frecuentes las peleas, llegando incluso a los insultos, cada vez mas hirientes, atacándome en mi virilidad, menospreciando mi potencia sexual, acusándome de su insatisfacción, al tiempo que alababa el comportamiento de mi vecino y amigo, encontrando en él, todas las gracias.

La verdad es que yo dejé de sentir atracción por ella, hacíamos el amor de una manera maquinal, como un rito, siempre los mismos movimientos, las mismas caricias, la penetración y ya está. Dudo que ella llegará al orgasmo alguna vez, solo lo fingía. Yo si, yo descargaba toda mi eyaculación en ella, siempre pensando en algo que me excitara mas que su cuerpo, por el que no sentía el mínimo deseo. Solo quería desahogarme y me aprovechaba de su sexo, por no masturbarme. Disfrutaba mas soñando con fantasías sexuales, imaginando orgías, practicar sexo con dos mujeres, compartir una con otro hombre, pensaba como sería acariciar unos genitales como los míos, teniendo una mujer entre los dos, repartir caricias a uno y otro sexo.

Con estos pensamientos, me masturbaba frenético, dos, tres y cuatro veces al día, siempre acababa eyaculando con el pensamiento puesto en mis fantasías. Por eso con mi mujer no podía excitarme, necesitaba el estímulo de mi mente para llegar al orgasmo. Con ella era imposible.

Empecé a tener contactos con otras mujeres que me daban mas placer que la propia. Lo cual me hizo alejarme mas y mas de nuestra relación sexual.

En ocasión de una de nuestras peleas, en las que llegué a amenazarla con un cuchillo de cocina, tan enardecido por la pelea estaba yo, salió por la puerta, y dando un portazo, fue a refugiarse en el piso del vecino.

Recuperé el aliento, después de la sofocación que me produjo la batalla verbal con aquella mujer, que de repente, deseé que no volviera conmigo nunca mas.

Por lo visto, mi amigo y vecino, la supo consolar de su desgracia, de nuestra relación tan poco amorosa.

Quedé solo, se llevó con ella los hijos, el perro y todo lo que pudo y quiso. Su amante pasó a ser su pareja, que acabó separándose de su mujer bajo la presión de mi insaciable esposa.

Nunca me encontré con ellos en la escalera, supongo que procuraban vigilar mi horario de trabajo para evitarme. Yo tampoco hice nada por verlos, preferí ignorarlos. Creo que de momento viven felices, mejor para ella. Y para mi.

Ahora tenía libertad para complacer mis fantasías.

Una noche, en que para distraerme, había salido a tomar una cerveza, conocí a una mujer, estaba sentada en la mesa de al lado, con la mirada perdida y un café ante ella, su expresión triste me llamó la atención. De unos treinta y cinco años, morena, me pareció bonita.

Decidí entablar conversación con ella.

- Perdona, ¿te molesta que fume?.

Levantó la mirada, sus ojos me escrutaron como si mi pregunta la hubieran despertado de un profundo ensimismamiento. No había prestado atención a mi pregunta.

- Lo siento, ¿ te dirigías a mi ?.

- Te pedía permiso para fumar.

Me miró, ahora con más atención. Una sonrisa tímida se dibujó en su cara.

- Si, si claro, perdona, estaba muy lejos de aquí.

- Ya lo he notado, te veo muy triste. Estas sola. ¿ quieres que conversemos ?.

- Me gustaría pero lo siento, pero no tengo tiempo. Mi hija me está esperando.

- ¿ Tienes una hija ?, te veo muy joven.

- No soy tan joven. Tengo una hija de dieciséis años.

- ¿ Estás casada ?.

- No, ni soltera, soy divorciada.

Lo dijo en un tono como si quisiera disuadirme de mi intención de ligar con ella.

Fracasó, porque salimos de aquel bar juntos, hablando animadamente de nuestros problemas. Cuando se enteró de mi situación con mi mujer, coincidiendo con el problema con su ex marido, se estableció un lazo entre nosotros, un sentimiento común.

En el trayecto que hicimos para recoger a su hija, que había pasado el fin de semana con su padre, tuvimos tiempo de hablar de nuestras experiencias matrimoniales.

Seguimos viéndonos siempre en aquel bar. Poco a poco se fue creando una corriente de amistad, me dijo su nombre, Mary, después de decirle que yo me llamaba Alejandro, Alex para ella, ya que la consideraba como amiga, tuve ocasión de conocer a su hija, Ana, una chiquilla alegre, con un cuerpo espigado, alta para su edad, pero muy bien formada, en su figura se apreciaba que sería una chica atractiva.

Al cabo de unos dos meses de nuestro primer encuentro, una noche me invitó a cenar en su casa, con ella y su hija, que se puso muy contenta cuando vio que su madre se decidía a tener confianza con otro hombre que no fuera su padre.

Durante la cena, que Ana se empeñó en hacer de anfitriona, no dejaba que su madre se levantara para nada, iba y venía de la cocina sirviéndonos los platos cocinados por ella.

- Espero que te guste lo que he hecho para cenar.- Me dijo contenta de demostrar su experiencia como cocinera.

- Realmente eres una cocinera estupenda, estaba todo buenísimo.

- Dale las gracias a mamá. He aprendido de ella.

Miré a su madre, que miraba a su hija con orgullo y una sonrisa de satisfacción en el rostro.

- Gracias, " mamá ", por tener una hija tan estupenda.

- Sí, por suerte no se parece a su padre.

- Mejor que no hables de él. - Cortó la niña.- Trata de olvidarlo. ¿ tomareis café ?.

- Alex creo que sí, yo no, me pone muy nerviosa.¿ verdad que quieres un café ?.-Inquirió mirándome.

- Sí, por favor,

- ¿ Solo ?. Me preguntó Ana. ¿ Una copa de coñac ?.

- Me parece bien. Gracias.

-Te lo traigo y me iré a dormir. ¿ He mamá ?. Mañana me tengo que levantar temprano. Tu, Alex puedes quedarte un rato más, harás compañía a mi madre. ¿ De acuerdo ?.- Me hizo un guiño de complicidad.

- Si a tu madre no le importa.- Dije mirándola, con una súplica en los ojos. Deseaba estar con ella a solas.

- Por mi no hay inconveniente. No seré yo quien te diga que te vayas.- Concedió.

La niña nos miró complacida. Por fin su madre había encontrado a alguien que la sacara de su soledad. Aunque en la mirada que me dirigió a mí, creí ver algo, como un deseo escondido.

Desde luego la niña estaba muy desarrollada, un pensamiento cruzó mi mente. Tal vez con ella podría realizar mis fantasías eróticas. Pero lo deseché al momento. Era demasiado pronto para hacerme ilusiones.

Mientras tomaba mi café, sentí como Ana trasteaba en la cocina. Seguramente estaba lavando los cubiertos. no quería dejar la limpieza para su madre. Realmente estaba interesada en que Mary, buscara en mí, un hombre que la hiciera recobrar su felicidad.

- Tienes una hija ejemplar.- le dije, poniendo mi mano sobre la de ella. Que no rechazó.

- Sí, es lo único bueno que me ha dado mi ex marido, todo lo demás no ha sido mas que disgustos y desengaños. Por suerte, espero no verlo nunca mas.

- ¿ Y tu hija ?. ¿ Que relación tiene con él ?.

- Está con él los fines de semana, pero me parece que le tiene poco cariño. Solo es su padre biológico. Yo la obligo a que pase con él esos días. Hasta que sea mayor de edad.

- ¿ Puedo preguntarte algo muy personal pregunta

Me miró a los ojos. Retiró su mano, para a continuación, ser ella la que cogía la mía.

- Dime. Creo que estoy dispuesta a contestarte.

- ¿ Quieres hacer el amor conmigo ?. Perdona, pero yo te deseo.

Su mano apretó la mía, mirándome abiertamente.

- No quisiera equivocarme de nuevo. Yo también te deseo, hace tiempo que no me entrego a un hombre, pero no quiero únicamente sexo, quiero estar segura e que será algo mas.

- Yo tampoco deseo solamente sexo. Te estoy ofreciendo también amor.

- Perdoname un momento, voy a ver si duerme la niña.- se levantó apresurada. Retrasando su contestación- Si quieres puedes poner algo de música, algo que te guste.- Me dijo con una sonrisa invitadora.- Si quieres, puedes quedarte a dormir. A mi me gustaría y Ana ve con buenos ojos, que te quedes con nosotras. Parece que le gustas.

- Gracias, me quedaré con mucho gusto. Te quiero.

Mientras esperaba a que volviera, miré a mi alrededor. El comedor era pequeño, una mesa, cuatro sillas, un sofá de tres plazas delante del televisor, y al lado de éste, una estantería con algunos libros y una radio con reproductor de discos compactos.

Me acerqué para escoger la música entre los discos que tenía en una columna, al lado del aparato.

Me decidí por la música clásica. Pensé que a ella le gustaría, ya que tenía una buena colección de clásicos, Mozart, Beethoven, Chopeen. Escogí la sexta sinfonía.

La música invadió el ambiente. Con la copa de coñac en mi mano, me senté en el sofá y cerré los ojos para gozar de la música. Pensé que para comprobar si la niña dormía, tardaba un tiempo excesivo.

Abrí los ojos cuando sentí que en silencio, Mary se acercó a mi. Había cambiado su ropa por una bata, noté que debajo no llevaba ropa interior.

-¿ Que contestas a mi pregunta ?.

- Perdoname, tardé un poco, es que quería ducharme.- ¿ Hace falta que te conteste ?. dijo, sentándose a mi lado, y abriendo su bata para enseñarme sus piernas. Sonriendo invitadora.

- ¿ Sabes que lo que haces ? , es admitir que hagamos el amor. Le dije, mirándola abiertamente a los ojos.

Acercó su boca a la mía, besó mis labios, suavemente.

- Te deseo.- dijo en un murmullo. Volvió a besarme, pero esta vez, entreabrió los labios. Sentí como la punta de la lengua se abría paso entre los míos. Respondí abriendo también la boca, admitiendo su caricia, mientras sentía como sus manos me acariciaban el pecho, metiendo los dedos entre los botones de la camisa.

Cuando sentí el contacto de sus dedos sobre la piel del pecho, me recorrió un estremecimiento, respondí metiendo mi mano entre los pliegues de la bata, el contacto con la cálida piel de su pecho me excitó.

Notaba el miembro que adquiría volumen, aprisionado por la bragueta de los pantalones, formando una protuberancia en mi bajo vientre.

Sin dejar de besarme de una manera voraz, jadeando de deseo, Mary, llevó sus manos al cierre de los pantalones, casi arrancando los botones de la cintura. Mi mano, resbalo sobre la piel de su vientre, forzando a la bata a abrirse por completo, sobre el monte de venus, mis dedos se enredaron con el espeso vello de su pubis, cuando entraron en contacto con los labios de la vagina, su cuerpo se envaró separando sus piernas. Tenia la vulva húmeda, casi empapada de flujo, metí el dedo medio entre los pliegues de la vagina, el clítoris estaba duro y erecto, esperando la caricia, un gemido se escapo de su garganta.

- Espera, espera un momento.- Me dijo con un gemido.

Se levantó del sofá, para despojarse de la bata, que cayó a sus pies, quedando completamente desnuda delante mio. Me cogió de las manos para que me levantara.

Sin decir nada, empezó a quitarme la camisa, acercó su cara a mi pecho, rozando con sus labios suavemente alrededor de las tetillas, tocándolas con la punta de la lengua. Mientras me desabrochaba la cintura del pantalón, levantó su cara ofreciéndome sus labios, que besé con calor.

Puso sus manos en mi cintura, arrastrando hacia abajo al mismo tiempo el pantalón y los slips, quedando arrodillada a mis pies, asida a mis muslos, con la boca cerca de los testículos, fijó su mirada en ellos.

El pene erecto apuntó a su cara, sin retirar la piel del prepucio lo introdujo entre sus labios, lentamente fué desapareciendo por completo en su boca, cuando, también muy lentamente, se lo sacó de ella, el glande estaba perfectamente desnudo, mostrando la tersa superficie, hinchada, latente, roja.

Sin dejar de mirar el duro miembro, lo encerró entre sus dedos, apretándolo, besando el grueso glande, levantó su mirada, mirándome directamente a los ojos, con una sonrisa de satisfacción, empezó a masturbarme con los labios. La cabeza del miembro entraba y salia de su boca, mientras su mano lo recorría frotando su superficie.

Puse mis manos sobre su cabeza, acompañando su movimiento, complacido con la caricia, ella chupaba y lamia la dura verga, apretándola entre sus labios. Sentí que rápidamente el orgasmo se me acercaba, intenté retirarme de su boca, no quería eyacular en ella, pero su intención era precisamente recoger la emisión, por lo que cogiéndome por los muslos, atrapó el miembro entre sus labios, introduciéndolo por completo en su boca.

Mi cuerpo se envaró, con un aullido gocé de la corrida, emitiendo un chorro de semen, en continuas expulsiones, eyaculé en medio de fuertes temblores, gimiendo y apretando entre mis manos su cabeza.

Ella mantuvo el pene en su boca mientras eyaculaba, tragando el esperma que mis testículos expelían.

Cuando dejó de correr el esperma, entre fuertes convulsiones de mi cuerpo, ella sacó poco a poco de su boca el miembro, lamiendo de la punta del glande, una gota del blanco semen, mirándome a los ojos, sonriendo satisfecha de haberme proporcionado semejante placer.

Me dejé caer sentado en el sofá. Ella, arrodillada entre mis piernas, tenía entre sus manos mis genitales, con gemidos, murmurando algo que no podía entender, besaba con pasión los testículos, el miembro fláccido, pasando la lengua por el glande, recogiendo con ella las postreras gotas de placer.

La cogí por debajo de los brazos, y levantándome, la hice estirar sobre el asiento, me puse entre sus piernas dobladas, le hice separar las rodillas, ante mi tenía el espectáculo de su pubis cubierto de vello negro, circundando los grandes labios de su vagina, húmedos y tiernos, la miré a los ojos, que tenía cerrados, en espera de mis caricias, me agaché sobre su vientre, con la punta de la lengua, rocé alrededor del ombligo, ella se estremeció, bajé lamiendo el bajo vientre, con los dedos, abrí los labios de la vulva, su interior rojo, tremuloso apareció a mi vista, sus manos se posaron sobre mi cabeza, suavemente pasé la lengua sobre la vulva, nuevo estremecimiento de su piel. Antes de penetrar en su vagina, lamí su contorno, bajando por debajo de ella hasta el orificio anal, endureciendo la punta de la lengua, forcé el esfínter, penetrando en su intestino. Ella elevó sus caderas, para permitir el acceso a su intimidad.

Gemía, su cuerpo temblaba de deseo contenido, sus manos apretaban mi cabeza, reteniéndome contra ella, mi saliva resbalaba sobre su ano, reculé para subir hacia su sexo, la lengua penetró entre los labios de las vulva, buscando el erecto clítoris, endurecido por el deseo, el flujo se mezcló con la saliva, ella gritaba ahogadamente, para no chillar, consciente de su hija, que dormía en la habitación de al lado.

Empecé a lamer rápidamente el pequeño miembro femenino, intentando meter la lengua lo mas adentro posible de su vagina, frotando con mi nariz, el clítoris, aspirando su perfume, gustando el sabor salado del flujo que expelía su sexo.

Con un espasmo, apretó sus piernas, aprisionando mi cabeza entre ellas, sin poder evitar un grito de placer, se corrió, su cuerpo se envaró, levantando sus caderas, con mi boca pegada a su vulva rezumante de flujo, que sin poder contenerlo, le llenaba la vagina.

Yo, excitado por su propio orgasmo, recibí en mi boca toda su eyaculación, chupando y sorbiendo el caliente flujo, ligeramente salado.

Me retiré para dejar que ella pudiera estirar sus piernas sobre el sofá, quedando temblorosa sobre el asiento, con las piernas abiertas y gimiendo de placer.

Cuando recuperó el aliento, me miró agradecida.

- Hacía tanto tiempo que no gozaba del sexo.- Me dijo en un susurro.

- Yo haré que recuperes el tiempo perdido.

- Quiero que me penetres. Te deseo.-

- Yo también lo estoy deseando. Pero no estaba preparado, no llevo preservativos.

- ¿ Te importa mucho eso ?.- Por mi, no, pero pienso en ti. ¿ No te preocupa quedar embarazada ?.

- Cuando tuve a la niña, quedé estéril. No hay posibilidades de quedar preñada. Por favor, ven.- Dijo tendiéndome los brazos.

Me puse entre sus piernas abiertas, el miembro duro y erecto, encontró rápidamente la entrada de su vagina, con el pene en su interior, me tendí sobre ella, que me abrazó fuertemente, sintiendo sus pechos, de duros pezones, contra mi pecho, nuestras bocas se unieron en un cálido y húmedo beso, juntando nuestras lenguas, de igual modo que nuestros cuerpos.

El miembro entraba y salia suavemente de la vagina , ya muy lubricada después de su orgasmo.

- Hooo, como te siento, que gusto.- Murmuró.

- Goza, goza cariño.- Me esforzaba en retener mi orgasmo hasta que ella alcanzara el éxtasis.

- Mas, mas rápido, quiero que te dejes ir dentro de mi.

Sus manos me aferraban las nalgas, acompañando el movimiento de nuestro cuerpos, sus gemidos se hicieron mas fuertes, apagados por mi boca, que cubría la suya vorazmente, notando en su saliva, el sabor de mi vitalidad descargada en ella. Su cuerpo, bajo el mio, se retorcía, subía y bajaba, acompasando el movimiento de nuestra unión, reclamando una penetración mas profunda en su sexo, ávido de placer.

Aceleré mis embates dentro de ella, el miembro entraba y salía en su vagina con facilidad, nuestros pubis chocaban en cada penetración con fuerza, el flujo que manaba de su vagina producía un gorgoteo excitante.

Por mi parte, también hacia tiempo que no disfrutaba de sexo, por lo que sentía que el orgasmo me alcanzaba rápidamente, intenté retenerlo, pero cuando ella chilló, sin poder contenerse, elevando sus nalgas, me dejé ir.

Quedé quieto sobre ella, el miembro escupiendo su eyaculación en el fondo del útero, abrazado fuertemente a su cuerpo preso de espasmos, gimiendo guturalmente, gozando de un orgasmo tanto tiempo deseado.

Inicié la retirada cuando la eyaculación cesó.

- No, no te retires, dejame disfrutar de este momento, es tan agradable sentirte dentro de mi.

El pene recuperó su tamaño normal, pero lo mantuve dentro de su vagina, aprisionado entre las paredes del útero, que lo presionaban suavemente, sintiendo como sus manos se aferraban a mis nalgas, impidiendo que me separara de ella.

Después de recuperar el aliento, satisfechos, Mary deshizo el abrazo y se levantó, se puso la bata.

- Ha sido fantástico, te lo agradezco. ¿ Tu has disfrutado también ?.

- Nunca había gozado tanto como hoy.- Dije mientras buscaba mi ropa.- Diez años con mi mujer, y es la primera vez que gozo de un orgasmo completo.- Me puse los pantalones.

- ¿ No lo hacías con tu mujer ?.

- Si, pero sin amor ni cariño. Contigo ha sido diferente. Te deseaba, te quiero.

- Yo creo que también te quiero.- Contestó abrazándome y besándome calurosa.- Pero ahora es mejor que te vayas. ¿ Vendrás mañana ?.

-¿ Tu quieres que venga?.

- Te estaré esperando. Mañana prepararé yo la cena.- Dijo con una sonrisa.

En la puerta me volvió a besar. Un beso largo, metiendo la punta de la lengua entre mis labios.

- Hasta mañana. Te quiero.

- Y yo, amor.- Y cerró la puerta.

En dos meses de vernos y copular casi cada noche, tanto ella como su hija me propusieron convivir en su casa.

Accedí, sin dejar mi propia casa, me quedé a vivir con ellas. Durante dos años nuestra relación fue de una fogosidad sexual extrema, Mary era, sexualmente insaciable.

Ana, su hija, veía con buenos ojos que yo compartiera la cama con su madre, en el fondo estaba contenta de que reiniciara su vida con otro hombre.

Por costumbre las puertas de la habitación no la cerrábamos nunca, Mary no podía soportar las puertas cerradas. Pasó lo que yo siempre había pensado que podría pasar.

Después de cenar, acabamos de ver la película que hacían por la televisión. Los tres sentados en el sofá.

- Yo me voy a dormir- dijo Ana, bostezando y estirando los brazos.- Buenas noches, mama, Alex, que duermas bien.- Se dirigió a mi con un guiño que me dejó perplejo.

- Gracias, buenas noches.- contesté mirándole directamente a los ojos, buscando el motivo de aquel guiño de picardía.

Se retiró a su dormitorio. En cuanto nos quedamos solos, Mary se acercó a mi.

- ¿ Sabes que no llevo las bragas ?- me dijo mimosa, mordisqueándome el lóbulo de la oreja.- ¿ no quieres comprovarlo pregunta

- Esperamos un poco, que se duerma la niña.

Se puso delante mio elevando la bata hasta la cintura para mostrarme su desnudez.

- ¿ Quieres esperar ?. ¿ Ya no te excita mi cuerpo ?.

- Sabes que me vuelve loco tu cuerpo. - Dije atrayendo hacia mi sus caderas.

La besé el pubis, justo sobre el nacimiento de los labios de la vulva. Ella adelantó su cuerpo facilitando mi caricia sobre su cálida vagina.

Levantándome del sofá, la hice sentar arrodillándome entre sus piernas abiertas, acercando mi cabeza a su pubis. Ella dobló sus rodillas, apoyando los pies en el borde del asiento. Su sexo quedó completamente abierto ante mis ojos. Apoyó su cabeza en el respaldo y cerró los ojos en espera de mis caricias.

Le introduje la punta de la lengua entre el vello que le cubría la entrada de la vulva, lamiendo con fuerza el clítoris, que rápidamente adquirió volumen. Los gemidos que trataba de mitigar, para que su hija no pudiera oírlos, la hacían apretar sus labios para evitarlos. Mis manos ,por debajo de sus nalgas, sujetándola contra mi boca, con la lengua profundamente metida en su vagina, lamiendo desde la entrada del útero y repasando con fuerza sobre el erecto clítoris. Primero lentamente y acelerando poco a poco la caricia, mi lengua repasaba la punta del clítoris, sentí el sabor salado de sexo.

Entre convulsiones de placer, con sus manos sujetando mi cabeza contra su sexo, eyaculó flujo abundantemente en mi boca. Su sabor llenó mi paladar, lo sorbí, sabiendo el placer que a ella le proporcionaría.

Sin dejar de lamer su clítoris tremuloso, pegué mis labios a su vagina, el caliente flujo resbalaba por su piel, dirigí mi lengua hacia la entrada de su ano, repasando con ella el espacio que lo unía a su vulva, lamiendo repetidamente, recogiendo la cálida eyaculación femenina.

Mantuve mi boca pegada a su vulva mientras su cuerpo era preso de fuertes espasmos, producto de su deseado orgasmo.

Cuando su cuerpo desmadejado recuperó la calma. me separé de ella. Sin dejar de contemplar su rostro, que reflejaba una sonrisa de placer complacido, me desnudé completamente.

Mi miembro, con una erección exagerada por la excitación, presentaba el glande completamente al descubierto, el cuerpo de Mary, en la posición en que había quedado, con las piernas estiradas, apoyando sus nalgas en el borde del sofá, abierta con la vagina aun rezumando flujo, me invitaba a penetrarla.

Levanté sus piernas hasta ponerlas sobre mis hombros, y lentamente introduje el pene entre los labios de la vulva, ella se estremeció al sentir la penetración, abrió los ojos, su mirada expresaba el placer que su cuerpo sentía. Jadeaba, su cabeza se movía de un lado al otro.

- Cariño, cariño, no la saques cuando acabes, por favor, quiero sentir tu orgasmo dentro de mi.

Con el miembro metido hasta el empeine en su vagina, le contesté con un murmullo de aprobación, ella movía su cuerpo para adecuarse a mis embates, el duro pene entraba y salía de su vulva con suavidad, de tan lubricado que estaba por su reciente orgasmo.

Fui acelerando el movimiento de mis caderas al tiempo que ella redoblaba sus gemidos en espera de su propio orgasmo. Yo estaba a punto de alcanzarlo, por lo que me quedé con el miembro introducido por completo en su vagina, sintiendo como ella contraía las paredes del útero que lo aprisionaban, produciéndome un placer extremo.

Cuando advertí que su cuerpo empezaba a temblar de excitación por la llegada del orgasmo, de su garganta se escapaban gritos y gemidos, envarando el cuerpo en un espasmo, volví a acelerar mis embates, rápidamente el miembro entraba y salía de ella con fuerza, con un rugido exploté dentro de su vagina, sentí como un río de espeso esperma recorría desde mis testículos a la punta del pene.

Una larga eyaculación inundó el fondo de su vagina, que ella recibió con un grito, al tiempo que también disfrutaba de un orgasmo placentero. Nuestro gemidos de placer se unían en uno solo compartido.

Permanecimos unidos, mientras recuperamos la respiración. Lentamente saqué mi pene, aun erecto de su vagina, arrastrando en su salida una mezcla de semen y flujo eyaculados en nuestro orgasmos.

Me volví a arrodillar entre sus piernas, que pasó sobre mis hombros, y con la lengua recorrí lamiendo su mojado sexo, entre temblores de su cuerpo desmadejado y lánguido.

Cuando dejó de tremolar, su cuerpo recuperó la laxitud propia del placer logrado con el orgasmo.

Me levanté y me senté al lado de Mary, que, con una sonrisa de placer, llevó su mano sobre mi sexo, reducido a su volumen natural, abarcando entre sus dedos el pene y los testículos, cubriéndolos con un ligero masaje de agradecimiento por el placer recibido.

En esta posición nos quedamos dormidos.

No puedo precisar el tiempo que permanecí dormido, miré el reloj, había pasado casi dos horas desde que Ana se había despedido de nosotros.

Desperté con la sensación de que me observaban. Completamente desnudo, medio estirado en el sofá, entreabrí los ojos, Mary no estaba a mi lado, pensé que había optado por dormir mas cómoda en su cama.

Lentamente fui recuperando la consciencia, la sensación de ser observado se acentuó, sin moverme intenté buscar el motivo de este sentido.

En la penumbra del comedor, detrás del respaldo del sofá, estaba la figura silenciosa de Ana. Sus ojos fijos en mis testículos, mirándolos con curiosidad, posiblemente eran los primeros genitales de hombre que veía.

Concierne de su mirada sobre mi sexo, sin poner intención en ello, el pene empezó a crecer, mientras yo fingía dormir profundamente. La niña debió pensar que yo soñaba con algo erótico, y se quedó contemplando como el miembro se movía en impulsos, hasta llegar a su erección.

Ana, creyéndome dormido, dio la vuelta al sofá poniéndose arrodillada frente a mi cuerpo desnudo, se atrevió a acercar su mano al creciente pene, lo rodeó con sus dedos, sin dejar de observarme por si me despertaba, al contacto de su mano, el miembro erigió toda su potencia, la niña lo miraba mientras crecía entre sus dedos, sorprendida del volumen que adquiría y que su mano ya no abarcaba.

Fingiendo aun un sueño que no existía, pues yo estaba completamente despierto, con un suspiro adormilado, moví mi cuerpo, en parte para facilitar su exploración, dándole opción a acariciarlo plenamente.

Con los ojos semi cerrados, observé que Ana llevaba una camiseta corta, sin ropa interior, y, mientras una mano acariciaba suavemente el duro miembro, la otra la bajaba a su entrepierna, frotándose la vulva, con los ojos cerrados, gozando de su masturbación.

Me removí un poco, para darle a entender que su caricia me estaba despertando del fingido sueño.

Lejos de retirar su mano de mi sexo, como deseando que me despertara, apretó sus dedos alrededor del pene, presionando para retirar la piel del prepucio, cuando el glande estuvo al descubierto, acercó sus labios a él, en un suave beso, y mirándome directamente a los ojos, atrevidamente, pues estaba segura de que me había despertado, pasó su lengua por él, encerrándolo después entre sus labios golosamente.

Di un suspiro de placer, ella, sabiéndome ya completamente despierto, se introdujo el miembro en su boca hasta la mitad de él, todo lo que le cabía en ella, después de lamerlo repetidamente, me miró sonriendo. Puso un dedo sobre sus labios, pidiéndome silencio.

- ¿ Mi madre también te hace esto?- me dijo en voz queda.

La miré a los ojos, poniendo gesto sorprendido, pero permitiendo que siguiera con su caricia sobre mi miembro.

- ¿ Sabe ella que tu tienes experiencia en esto ?.

- No sabe nada, nunca hemos hablado de mi sexualidad.

- ¿ No tienes miedo de que te encuentre aquí, conmigo?

- Me he asegurado de que dormía. se tomó un somnífero. Cuando duerme lo hace profundamente, la conozco.

- ¿ Porque haces esto conmigo ?.

- Porque hace tiempo que os veo cuando creéis que estoy dormida. Me he masturbado muchas veces mientras vosotros disfrutabais, y tenía ganas de disfrutar también. ¿ No te ha gustado?.

- ¿Te das cuenta que podría ser tu padre?

- No lo eres.

- ¿ No temes que pueda hacerte daño?. No solo físico, eres muy joven, después podrías arrepentirte de despertar tu sexualidad con un hombre mayor.

Mientras le hablaba, su mano seguía asiendo mi pene, acariciándolo sin perder de vista el grueso glande, parecía escucharme, pero indiferente a mis palabras.

- Mi madre no lo sabe, pero ya he tenido alguna experiencia con chicos. Pero tengo curiosidad de saber como se comporta un hombre maduro.

- ¿ Quieres decir que ya has follado con un chico ?.

- No me han penetrado nunca, pero todo lo demás lo hemos hecho.

- ¿ Masturbarlo con la boca, también ?.

- Si, y tragarme el semen, no me ha dado ningún asco. Lo he saboreado con gusto. También he sentido lo que es un orgasmo con la lengua, fantástico.

- Por lo que me dices, eres una pequeña zorrita.

- ¿ Quieres saber un secreto ?.

- ¿ Tienes un secreto ?.

- Tengo un padre que es un perfecto inmoral. El me enseñó todo lo que sé de los hombres.

- ¿ Tu padre ?.

- Si, cuando mi madre no estaba delante, él me acariciaba, y me hacía tocar su pene, me decía que me enseñaría a disfrutar de los hombres. El fue el primero al que le hice una mamada. Cuando se corrió, me obligó a recoger en la boca toda su corrida. Creí que vomitaría, pero no, no lo hice. A partir de entonces, empezó a gustarme. Al principio solo quería que yo le masturbara y muchas veces disfrutaba echándome su leche sobre mi cuerpo, que después él me bañaba en la ducha. Pero después empezó a tocarme y meter sus dedos en mi vagina. yo desconocía lo que era un orgasmo, pero me daba mucho placer. Me hacía llegar a gozar el placer con su lengua. Me decía que no dijera nada de lo que hacíamos a mama, porque me castigaría dándome una paliza.

Sus palabras me dejaron sorprendido. pero mi condición de hombre respondía a sus caricias sobre el erecto pene, que sus manos no habían dejado de manipular, lentamente subía y bajaba la piel del prepucio, como sin darle importancia a su masturbación, acercando su lengua y lamiendo el hinchado glande.

- ¿ No te gusta lo que te estoy haciendo pregunta

- Claro que me gusta, pero, no está bien que le hagamos esto a tu madre.

- Si tu no se lo dices, yo tampoco pienso confesarle mi secreto.

- Pero le daremos un disgusto si se entera.

- Podemos mantenerlo en secreto, tu y yo. ¿ Me dejas que te haga una mamada ?.

- Ya hace rato que la estás haciendo. Y me gusta mucho.

Su mano empezó a masajear el miembro, que completamente hinchado, con el glande al descubierto, rodeado por los labios de la chica, enviaba espasmos de placer a mi cerebro. Puse mis mano sobre la cabeza de Ana, que se introdujo el pene hasta donde su paladar permitía, frotando con la mano a lo largo de él.

Empecé a gemir, ella aceleró su masturbación, buscando mi orgasmo, esperando ansiosa mi eyaculación . Con un rugido apagado, me corrí, Ana, sin dejar de frotar el miembro, manteniéndolo entre sus labios, recibió una larga emisión de semen en su boca, tragándose el caliente flujo mientras gemía también, pues su otra mano no había dejado de frotar su propio clítoris, corriéndose al mismo tiempo, cuando sintió mi orgasmo.

Retiró el miembro de su boca a tiempo para ver como una última gota de semen apuntaba en la punta del glande, mirándome sonriente a los ojos, pasó la lengua sobre él, recogiéndola golosa.

- ¿ Te ha gustado ?.

- Lo haces muy bien, no pensaba que tuvieras tanta experiencia.

- ¿ Te gustaría ahora hacerme gozar a mi con tu lengua?.

- Ven. Supongo que debo corresponder a tu deseo.

La hice levantar para que se sentara en el sofá, ocupando mi sitio. Contemplé un momento su cuerpo desnudo, realmente era ya una mujer. Pechos ya desarrollados para su edad, miré su pubis, de vello medio rubio, cubriendo la entrada de su vagina, de labios reluciente por el flujo, entreabiertos por el deseo, mostrando la roja entrada de su sexo. Sentí el deseo de lamerlo, mordisquear sus labios, buscar el joven clítoris para darle el mayor placer, hacerla gozar con mi lengua el éxtasis del orgasmo.

Me arrodillé entre sus piernas, acerqué mi cara hacia su sexo, ella puso sus manos sobre mi cabeza acercándome hacia la latente vulva, húmeda y caliente.

Aspiré su aroma de sexo joven, que me inducía a satisfacerla, lentamente metí la punta de la nariz entre los labios de la vagina, ella, con un estremecimiento de todo su cuerpo, ahogó un grito en su garganta, abrió las piernas ofreciéndome ansiosa su íntima abertura. Mi nariz hizo un recorrido desde la entrada de su ano hasta el vértice superior de su vulva, para después hacer lo mismo con la punta de la lengua. La miré a los ojos, los tenía cerrados esperando mis caricias, con plena libertad de movimientos, debido a la postura de su cuerpo, abandonado a mi disposición, separé con los dedos los labios de la vagina, su interior rosado y húmedo me invitaba a chupar, lamer y sorber con placer el caliente flujo que impregnaba el precioso sexo.

Después de pasar la lengua por todo el interior de su vagina, endurecí la punta dedicándome a frotar con ella el erecto clítoris, que, endurecido, emergía en la entrada de la vulva.

Ana, se retorcía estirada sobre el sofá, presa de convulsiones, gimiendo y suspirando, con sus manos apretándome fuertemente la cabeza para evitar mi retirada.

Durante uno cuantos minutos, mi lengua se dedicó a lamer y frotar su clítoris, su cuerpo se movía casi salvajemente, sus gemidos se acentuaron, pugnaba por no proferir gritos de placer, consciente de que su madre dormía en la habitación de al lado, su cuerpo se envaró, con un rugido ahogado se corrió, mi boca se llenó del caliente flujo de su eyaculación, que sorbí, sabiendo el placer que eso le proporcionaría.

Mantuve la boca pegada a su sexo, cuando cesaron sus convulsiones, su cuerpo se relajó, abierta de piernas, sus manos sujetándome aun la cabeza contra su pubis. con un último estremecimiento de placer, retiró sus manos, tendiendo los brazos a lo largo de sus costados.

Me incorporé y acercando mi cara a la suya, la besé suavemente en los labios, de repente, ella, cogiéndome la cabeza, abrió su boca, su lengua penetró entre mis dientes, y permanecimos unidos, chocando ambas lenguas en un juego de intercambio de jugos, que encontré muy agradable y placentero.

- Lo haces muy bien - dijo, mirándome a los ojos sonriente.

- Me ha gustado mucho darte tanto placer.

- ¿ Podremos hacerlo otro día ?.

- Siempre que tengas ganas. Mientras no se entere tu madre.

- También me gustaría que me penetraras con esto.- Dijo, cogiendo entre sus dedos el reducido pene.

- ¿ No dices que no lo has hecho nunca ?.? No tienes miedo d e que te haga daño pregunta

- Se que lo harás con mucho cuidado. Te he visto como lo hacías con mama. Lo estoy deseando.

- ¿ No crees que vamos demasiado deprisa. ? Una cosa es que disfrutemos del sexo de esta manera, y otra es que te expongas a perder tu virginidad con un hombre mucho mayor que tu.

- Si tengo que perderla con un niño inexperto, prefiero que sea alguien a quien deseo. Aunque sea mayor que yo.

- Es muy tarde, ves a dormir, ya seguiremos hablando otro día.

- Buenas noches,- me dijo, después de besarme en los labios, mientras su mano daba un apretón al pene, que mantenía aun entre sus dedos.- ¿Te molestará que mire, cuando haces el amor con mi madre ?.

- Si eso te gusta, puedes mirar, algo aprenderás.

- ¿ Pensarás en mi.? Me estaré masturbando. Mientras vosotros gozáis, me harás gozar a mi también.

Mientras hablábamos, su mano no dejaba de masajear el miembro, que crecía entre sus dedos.

- Creo que necesitas otra vez desahogarte. ¿ Me dejas ?.

- ¿ Sabes lo que un 69 ?.

- ¿ En los libros, le llaman "cunnilingus" ?.

- Veo que te interesas mucho por lo referente al sexo. Si, así se llama, pero el 69 es hacerlo al mismo tiempo que tu me haces a mi una mamada.

- Desde pequeña, mi padre quería enseñarme a disfrutar del sexo en todas sus formas. Pero esa no me la enseñó. Me gustaría practicarla contigo. ¿quieres?.

- Ven. Te va a gustar.

La hice levantar del sofá. Ella, sabía como ponerse sobre la alfombra, se estiró con las piernas abiertas. La mire un momento admirando su cuerpo desnudo y ansioso de mis caricias.

Me tendí sobre ella, con el cuerpo capiculado, flexionando los brazos, su boca ansiosa se apoderó de nuevo del grueso pene, que se introdujo hasta el fondo del paladar. Bajé mi cara hacia su pubis, con la lengua me abrí paso a través del vello que le cubría la vulva, penetrando entre sus labios en busca del sensible clítoris, que encontré endurecido por el deseo de placer.

La punta de la lengua repasó una y otra vez, el erecto apéndice de la chica, mientras movía mis caderas, metiendo y sacando el pene de su ávida boca, que lamia y succionaba, buscando la esperada eyaculación, .

De su garganta se escapaban gritos ahogados, murmuraba palabras incoherente, mientras su cuerpo se retorcía bajo el mio.

Del interior de su vagina, empezaba a fluir el caliente flujo de su eyaculación, que después de saborearlo, aceleré mis lamidas sobre el clítoris.

Yo también gemía por la llegada inminente del orgasmo. Ella envaró el cuerpo, elevando las caderas, mi lengua le penetró hasta el fondo de la vagina en el momento en que llegó al orgasmo, el sabor de su flujo en mi paladar, me elevó al máximo del deseo. Con un grito ahogado, me dejé caer sobre su cara, eyaculando copiosamente en su boca.

Ana puso sus manos sobre mis nalgas, apretándome hacia su cara, de manera que mi miembro penetró en su boca hasta el fondo, escupiendo el semen en el interior de ella.

Permanecimos quietos uno sobre el otro, yo sorbiendo el flujo que manaba de su vagina, ella tragando hasta la última gota de esperma que mi orgasmo producía.

-Ha sido fantástico, - dijo recuperando el aliento.

Desmonté de sobre su cuerpo, dejándome caer sobre la alfombra, respirando también entrecortadamente, lentamente, mi respiración después del orgasmo se fue normalizando.

- No puedo creer que a tu edad tengas la experiencia que tienes.

- Ya te dije que mi padre me ha enseñado mucho sobre el sexo.

- Ahora será mejor que te vayas a dormir. Creo que lo harás muy satisfecha.- Dije levantándome del suelo, sentándome junto a ella.

- ¿ Tu también has quedado satisfecho ?.

- Si seguimos así, entre tu madre y tu, me vais ha dejar agotado,- Respondí sonriendo.

- Me parece que tienes suficiente energía para satisfacernos a las dos. Ya te dejo, me voy a la cama. Que duermas bien .- dijo levantándose.

Se agachó para besarme en la boca, su aliento sabía a semen, noté su sabor porque al besarme, su lengua penetró entre mis labios, tocándome con ella el paladar.

Vi como poniéndose de nuevo el corto camisón, se dirigió a su habitación. En la puerta me dirigió una última mirada, con una sonrisa de satisfacción. De espaldas a mi, se agachó hacia delante, levantándose la camisa, para enseñarme sus nalgas, en claro gesto de provocación, seguido de un guiño que me hizo, con un mohín de sus labios, lanzándome un último beso.

No podía imaginar que esta niña, que en un principio me pareció de una educación normal, fuera un volcán de pasión. No sabía si su madre conocía la clase de mujer que tenía por hija.

Completamente desnudo aun, me dirigí al baño, mientras orinaba en la taza del inodoro, mi pensamiento no dejaba de imaginar como podría ser mi vida entre las dos mujeres.

Por un lado, estaba la Mary, que me ofrecía amor y sexo, por el otro, su hija, que parecía insaciable, y que me auguraba un futuro lleno de temores y satisfacciones, procurando siempre que su madre no supiera nunca lo que había entre nosotros.

Acabé la micción, el miembro fláccido, dejó caer unas gotas, que espolsé con los dedos.

Me miré en el espejo, que me devolvió una cara sonriente, satisfecha. Algo de remordimiento me atenazó, pero eché a un lado la honestidad y pensé que una oportunidad así de realizar mis fantasías no la podía desaprovechar.

Con una toalla arrollada en la cintura, salí y me dirigí al mueble bar, con una copa de coñac entre los dedos me volví a sentar en el sofá, miré el reloj, las seis. Una noche muy bien aprovechada, mi pensamiento pasaba de una mujer a una niña, las dos me excitaban. Mis fantasías sexuales podían ser una realidad, hacer el sexo con dos mujeres a la vez, era mi sueño de siempre. Trataría de convencer a Mary, para que accediera a compartirme con su hija. De un trago me acabé el licor y me fui hacia la habitación de Mary.

La encontré profundamente dormida. En cierta ocasión me dijo que si no tomaba somnífero no podía dormir. Así, pensé, me sería muy fácil la relación con su hija. Siempre tomaba pastillas para dormir. Me dejaba el campo libre con Ana.

Dormía desnuda, como yo. Su cuerpo abandonado al sueño, yacía sobre la cama de lado, las piernas encogidas, con las manos bajo la almohada. Admiré sus nalgas, el nacimiento de su vagina. De pronto me sentí excitado con la vista de su cuerpo, pero pensé que era demasiado pronto para despertarla, por lo que me estiré a su lado, acerqué mis labios a su boca, y la besé, ella dio un suspiro, se removió sobre la cama y siguió durmiendo.

Pasé un buen rato sin poder dormir, mi mente estaba concentrada en contradicciones por los sentimientos que me embargaban. Por un lado estaba mi amor por Mary, la quería y me correspondía, estando bien compenetrados en el sexo. Por el otro estaba su hija, que representaba la consecución de satisfacer mis fantasías sexuales. Toda la vida he estado pensando en conseguir practicar el sexo en compañía de otras personas. Algunas veces estuve a punto de asistir a las reuniones en que se ofrecían cambios de pareja, tríos entre mujeres o entre hombres, orgías de grupos, pero nunca me decidí ha asistir a estas fiestas sexuales.

La idea de que Mary pudiera rechazar de plano mi intención de compartir con su hija mis apetencias sexuales, de que eso provocara una ruptura entre nosotros, no me complacía.

Trataría de sondearla, de poco a poco, tantear si su sentimiento podría en algún momento ceder a mis apetencias, si podría llegar a pensar que eso sería bueno para nuestro entendimiento, que podríamos disfrutar los tres del los placeres el sexo.

En nuestra relación de los años que estábamos juntos, alguna vez había salido a colación mis deseos y apetencias sexuales, y ella nunca me reprochó que tuviera aquellas fantasías, confesándome que ella también había tenido, algunas veces, deseos de practicar sexo entre otras personas, incluso llegaba a pensar en como sería el sexo con otra mujer.

Por eso, yo pensaba que, si lo planeaba y lo proponía con cuidado, llegaría a convencerla de compartir conmigo alguna de sus experiencia. Por parte de su hija, ya estaba convencido que accedería a nuestro propósito si se lo proponíamos.

La relación con Mary siguió normalmente, durante un tiempo no me atreví a decirle nada, no la tenía preparada para una proposición tan atrevida. Pero no dejaba de pensar en la manera de planteárselo, a pesar de que yo sabía que su hija, mas de una vez nos había estado observando a través de la puerta entreabierta mientras fornicábamos sobre la cama. Yo sentía mas excitación sabiendo que Ana, seguía con sus ojos el movimiento de nuestros cuerpos desnudos, practicando el sexo en todas las formas posibles, mientras ella se masturbaba, excitada por la visión.

Cuando Mary, arrodillada a mis pies procedía a mamar de mi miembro, yo procuraba ponerme de cara a la puerta, sabiendo que Ana nos estaba observando. Mas de una vez, nuestras miradas se cruzaron, yo le hacía un guiño, sonriendo. En el momento de correrme en la boca de su madre, podía ver como su boca emitía un gemido, con los ojos cerrados, su mano apretándose sobre la vulva, llegando al orgasmo al mismo tiempo que yo, sin ocultar su placer al sentir su corrida, tal vez pensando que se la había provocado yo.

Con estos pensamientos y una fuerte erección, mi mano asida a un miembro que se resistía a aflojar su potencia, mientras lo masturbaba con los ojos cerrados, me venció el sueño.

Me despertó el suave contacto de los labios de Mari sobre mi pecho, arrodillada sobre la cama, acariciaba mi cuerpo son la punta de la lengua, chupeteandome las tetillas con pasión, su mano abarcando los testículos, dando ligero masaje al escroto, esperando la rápida erección de un fláccido miembro, lo que consiguió rápidamente.

Abrí los ojos justo para ver su cara sobre la mía, su boca se unió a mis labios, que entreabrí para permitir la entrada de su lengua, que golosamente parecía querer sorber todo su interior.

- No te muevas, cariño, déjame hacer a mi.- dijo mientras sin dejar el pene erecto, que mantenía entre sus dedos, fue resbalando su cuerpo desnudo sobre el mio.

La punta de la lengua rozaba sobre mi pecho, mi vientre, lamiendo la depresión del ombligo y siguiendo su camino hacia el latiente miembro, que ya estaba al máximo de su erección.

Casi tendida entre mis piernas, su boca se apoderó de la dura verga, con los labios desnudó el sensible glande, lamiendo la pequeña ranura de su superficie, para a continuación introducirlo por completo en la boca, succionando y lamiendo, mientras su mano masturbaba el resto del miembro.

Con los ojos cerrados y gimiendo de deseo, retorcía mi cuerpo gozando de su caricia. Cuando después de excitarme hasta el paroxismo, ella se levantó y poniéndose en cuclillas sobre mi sexo, dejó caer su cuerpo, noté como el pene se introducía por completo en su vagina, que lubricada ya por su propio deseo, acogió cálidamente el fuerte miembro.

Apoyada con sus manos a mi pecho, su cuerpo subía y bajaba frenético sobre mi pubis, tragándose en el interior de su vagina el caliente miembro, que producía un ligero gorgoteo, con el flujo que manaba abundante de su sexo.

Con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás, gemía y casi rugía de placer, su cuerpo era presa de convulsiones, sus manos se aferraban a mi pecho, llegando a clavar sus uñas en el momento del orgasmo, que acompañó con un aullido estentóreo. Pienso que fue entonces cuando despertó su hija.

Después de correrse abundantemente, se desplomó sobre mi cuerpo, se quedó quieta penetrada por mi miembro , que sin llegar al orgasmo, quedó dentro de ella con toda su potencia.

- Ho, cariño, que gozada- dijo recuperando el aliento,- Tu no te has corrido aun. Dejame que disfrute de tenerte dentro. - y su cuerpo se movió, mientras las paredes de su vagina se contraían presionando el pene en su interior.

Dirigí la mirada hacia la puerta de la habitación de Ana. Temía y al tiempo deseaba que la niña hubiera despertado y nos encontrara en aquella posición. A través de la puerta entreabierta, los ojos de Ana nos contemplaban, su mirada se cruzó con la mía, me guiñó un ojo y le respondí con una sonrisa, mientras acariciaba las nalgas de su madre, apretándolas contra mi pubis, sintiendo como el pene erecto llegaba hasta el fondo de su vagina inundada de flujo que resbalando por las paredes de la vulva, humedecía nuestros cuerpos unidos.

Cuando el cuerpo de Mary se relajó un poco, se apoyó en sus rodillas, permitiendo que yo pudiera moverme, lo que aproveché para culminar con mi orgasmo.

Me corrí dentro de ella, casi gritando de placer, que acompañó mi orgasmo con un estremecimiento al notar en su vagina la emisión de semen caliente, que se unió al flujo de su corrida.

Ella se dejó caer a mi lado en la cama, jadeando y con una sonrisa de felicidad en el rostro.

Cuando estuvo relajada, se bajó de la cama para dirigirse al baño. Yo me quedé sobre las sábanas con brazos y piernas completamente abiertas, con los ojos cerrados, sentí el ruido del agua de la ducha sobre el cuerpo de Mary.

Ana, en silencio se acercó a mi.

- ! Como habéis disfrutado !- me susurró.

- ¿ Lo has visto todo ?.

- Si, mientras me masturbaba mirandoos. ¿ Le has dicho algo de lo nuestro a mi madre ?.

- No, aun no, creo que no está preparada para admitir algo así.

- Tengo tantas ganas de disfrutar con vosotros.

- Deja que prepare a tu madre, poco a poco.

Su mano me cogió el pene, flácido y pegajoso después de los orgasmos. Lo retuvo entre sus dedos, fijando su vista en él.

- Pobre, como te ha dejado,- dijo, jugando con el flojo miembro.- Espero que no te deje agotado, a mi también me gustaría disfrutar con esto.- se agachó sobre él para besarlo.

Con la caricia pareció que de nuevo cobraba vida, lo rodeó con sus dedos, y sacando la lengua, la pasó a lo largo del untado miembro, para acabar encerrando entre sus labios el rojo glande, chupándolo como si quisiera sacar hasta la última gota de semen, mientras su mano lo masturbaba para lograr su completa erección.

El agua de la ducha dejó de caer. Ana dando un último beso a mi pene, se deslizó silenciosa hacia su habitación, dejándome con el miembro de nuevo erecto.

Con los ojos cerrados, sentí los pasos de Mary acercándose.

Desnudo, los brazos y las piernas en cruz, ocupando toda la cama, y el pene apuntando al techo, causó admiración en la mujer.

- Veo que aun no te he dejado satisfecho.

Abrí los ojos para mirarla. Estaba desnuda, secándose el pelo con la toalla, sobre su piel resbalaban aun gotas de agua, sus pechos se movían a impulsos de sus brazos levantados, al bajar la vista a su pubis, ella lo notó, y moviendo las caderas me sonrió.

- ¿ Quieres que empecemos de nuevo ?. me dijo.

- Ven, - le contesté, estirando los brazos hacia ella.

Se subió a la cama, poniendo sus rodillas a los lados de mi pecho, acercando su sexo sobre mi cara, en clara invitación de lo que quería que le hiciese.

Puse mis manos sobre las nalgas, acercándola a mi boca, el fresco sabor de su vulva me llegó al contacto con mi lengua, que introduje entre los cálidos labios de la vagina.

Ella gimió al sentir la caricia, moviendo su vientre, acompañando las rápidas lengüetadas sobre su clítoris endurecido.

Se movió sobre mi para ponerse encarada a mi sexo, se agachó sobre él, y apoderándose con la boca del empinado miembro, lo engulló hasta el empeine.

La excitación era muy fuerte por parte de los dos. Me retuve cuanto pude el orgasmo, deseando que ella lo tuviera antes que yo.

Cuando se corrió con un grito, apretando su sexo sobre mi cara, su vagina emitió unas gotas de flujo, que recibí en la boca, sorbiendo la caliente eyaculación, al tiempo que me dejé ir. Sentí como su boca absorbía también el semen que, con fuerza expulsé con el orgasmo, entre temblores incontrolados, evitando gritar de placer.

Su cuerpo cayó sobre el mio, desmadejada, su vulva pegada a mi boca, reteniendo en la suya el pene, que seguía escupiendo en ella el flujo seminal.

Cuando los estremecimientos provocados por el orgasmo cesaron, nuestros cuerpos relajados y satisfechos, ella se tumbó a mi lado, con sus pies a la altura de mi cara, boca arriba y boqueando aun como un pez fuera del agua. Su mano encerrando entre sus dedos el ya fláccido miembro, en un gesto de posesión.

Mientras yo pensaba en como decirle que su hija pretendía compartir con ella los placeres que obtenía con el sexo.

Hasta un día, que al volver del trabajo, encontré a las dos mujeres hablando seriamente, sentadas en el sofá. Mary con cara seria y Ana muy sonriente, como satisfecha de algo que había conseguido.

- Sientate, cariño, que tenemos que hablar contigo,- Me dijo Mary.

- ¿ Que pasa ?, ¿ algo malo ?.

- No, es algo muy bueno para ti.

- Mama ha consentido en lo que queríamos decirle tu y yo.

No quería pensar en nuestra relación, no podía ser tan fácil. Por lo que tanteé como si no supiera de que querían hablarme.

- No se que es lo que quieres decir.- Dije, mirando alternativamente a las dos mujeres.

- Mama está de acuerdo en compartir conmigo tu sexualidad.- Contestó Ana, pacientemente.- Te quiere tanto, que prefiere que sea yo, y no otra, la que te pudiera conquistarte. Conmigo sabe que no te perderá.- Concluyó.

- Y tu, - Dije mirando a Mary, - ¿ estás de acuerdo con tu hija ?.

- Si tu eres feliz, no me importa que ella participe en nuestra relación.

- Por mi parte, no tengo inconveniente, pero, ¿ tendré que cumplir con las dos a la vez ?.

- Si no quieres, puedes hacerlo con una cada vez,- Dijo Ana, sonriendo abiertamente.

- A mi me gustaría ver como lo haces también con ella,- apuntó Mary.

- Por mi no hay problema, siempre había soñado con tener dos chicas a la vez.

- Bien, - Exclamó Ana, que levantándose del sofá, me dio un apretado abrazo, besándome abiertamente en la boca, mientras su madre nos miraba complacida.

- No te lo apropies para ti sola, yo también quiero besarlo.- Dijo Mary, apartando a su hija para unir su boca a la mía, en un beso ardiente, metiendo su lengua entre mis dientes.

- ¿ Que os parece si cenamos ?. Dijo Ana, uniéndose a nuestro abrazo.

Por primera vez en mi vida, tenía dos mujeres al mismo tiempo a darme satisfacción a mis deseos sexuales. Solo me preocupaba no poder satisfacer a las dos.

Después de cenar, nos sentamos los tres en el sofá. Me sentí como un rajá, con las dos mujeres sentadas una a cado lado. Mientras mirábamos en la televisión, la película que tocaba aquella noche, tuve que repartir entre ellas mis caricias. Mary me estaba besando en la boca, casi volcada sobre mi, mientras Ana, me acariciaba el pecho, metiendo su mano entre los pliegues de la camisa, que previamente había desabrochado, y ahora eran sus labios los que se apoderaban de las tetillas, pasando su cálida lengua alrededor de ellos.

Mary, se retiró un momento, para respirar. Se levantó y empezó a desnudarse.

Ana, cuando vio a su madre desnuda, que procedía a despojarme de los pantalones, también se desvistió a toda prisa, no quería quedarse por detrás de ella, en demostrar sus conocimientos en cuanto al placer del sexo.

Yo no quise ser menos rápido que ellas. Facilité a Mary el desnudarme completamente y volví a sentarme en el sofá, contemplando complacido el espectáculo de las dos mujeres desnudándose.

Mary miró con admiración el cuerpo desnudo de su hija, seguramente hacía tiempo que no la veía así, desde que ella misma la bañaba y aseaba, hasta que Ana empezó su pubertad.

Mary, con un gesto, le dio la preferencia a su hija para disfrutar mirando como se desenvolvía para excitar mi virilidad.

No tuvo ninguno problema, porque yo ya estaba con el miembro erecto, duro ya como una piedra, después de contemplar los dos cuerpos desnudos de madre e hija.

Ana se arrodilló a mis pies, puso sus manos a los lados de mis nalgas, y acercó su boca al erecto pene, su lengua pasó lamiendo desde los testículos hasta la punta del glande, que con la erección estaba completamente al descubierto, se recreó en él, humedeciendo los bordes hinchados, para a continuación, rodearlo con sus labios, mientras una de sus manos asía, desde el empeine el endurecido miembro, haciéndolo entrar en su boca mientras lo masturbaba lentamente.

Mary, entretanto se subió sobre el sofá, con los pies a los lados de mis piernas, su sexo se acercó a mi boca, me sujetó la cabeza, acercándome a ella, mi nariz contactó con su pubis, aspire el aroma a sexo que despedía, como un animal en celo.

Mis manos se apoderaron de sus nalgas, metí los dedos entre los glúteos, tocando con la punta de los dedos, los bordes del orificio anal, y mi lengua se introdujo como una serpiente entre los labios de su vulva, buscando su endurecido clítoris, lo que provocó un estremecimiento de su cuerpo. A sentir la húmeda caricia, se apretó mas a mi cara, mientras su cuerpo temblaba de pasión, de su garganta se escapaban gemidos de placer.

Ana, excitada con su felación sobre mi miembro, lo besaba, lo lamía y lo chupaba y lo cubría con su saliva, desde los testículos hasta la punta del glande facilitando el frotamiento de su mano, que lo recorría en toda su largura, esperando mi orgasmo, que yo me resistía, poniendo toda mi atención en lograr antes el de su madre.

Mary, presa de convulsiones, frotaba su vulva sobre mi boca, buscando el placer que le proporcionaba mi lengua, rozando ansiosa su erecto clítoris, y saboreando el flujo que desprendía el interior de su vagina.

El grito que sin poder reprimirlo salió de su garganta, al tiempo que con sus manos me oprimió la cabeza contra su sexo, se unió al que emití yo al llegar al orgasmo, sintiendo como la boca de Ana se apoderaba del pene, recogiendo en ella la larga eyaculación, sorbiendo el abundante chorro de semen que, en rápidas emisiones, expulsaban mis testículos, mientras sus dedos oprimían el miembro como si quisieran vaciarlo de todo el caliente flujo seminal.

Mary se dejó caer a mi lado sobre el sofá, desmadejada, mientras que Ana, entre mis piernas, lamía golosa las últimas gotas de leche que resbalaban desde el glande sobre sus dedos, que todavía aprisionaban el miembro latente, mirándome sonriente tras lograr mi placer.

Mientras Mary y yo tratábamos de recuperar el aliento, después del orgasmo compartido, Ana, mantenía entre sus dedos el miembro, que había perdido su rigidez, acariciándolo amorosa, levantándolo para pasar su lengua por los testículos, recogiendo con ella el semen que había resbalado hasta ellos.

- Creo que es hora de que yo también disfrute de ti- Dijo, dirigiéndose a mi pene, tratando de empinarlo de nuevo.

Mary entreabrió los ojos al oír a su hija, sonriendo satisfecha.

Ana consiguió enderezar el miembro, masturbándolo con sus manos.

Levantándose de entre mis piernas, se puso de espaldas a mi, abriendo las piernas para ponerse agachada sobre el pene erguido, que sujeto por su mano, penetró entre los labios de la vulva con suavidad, cuando lo sintió dentro de ella, un estremecimiento recorrió su cuerpo, y dejándose caer sobre mi pubis, empezó a moverse arriba y abajo, con el miembro entrando y saliendo de su vagina, provocando en ella gemidos y gritos de placer.

Mary miraba como su hija disfrutaba de mi miembro, mientras introducía sus dedos dentro de su vagina, frotándose el clítoris, buscando ella misma un nuevo orgasmo, excitada por la visión de la niña que rápidamente, llegaba al clímax de su satisfacción, gritando como una poseída.

Cuando alcanzó el orgasmo, su grito se mezcló con gemidos, dejándose caer extenuada sobre mi pene, esperando que yo también eyaculara dentro de su vagina. Al sentir dentro de ella la corrida, sus gritos se acentuaron, y echándose sobre mi, juntó su boca a la mía, introduciendo su lengua hasta tocarme el paladar, en un profundo beso de agradecimiento por el placer obtenido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

UNA HISTORIA PORNO

 

Después de una juventud llena de amoríos y escarceos sexuales con diferentes chicas, en busca de un amor que pensé que no encontraría, porque la última muchacha que de verdad me enamoró perdidamente, me engañó, repartía su deseo de sexo con otro, a mi me soportaba porque sus padres le decían que yo era un buen partido, que le convenía tenerme como novio con vistas a un matrimonio conveniente para ella.

Hasta que un día los sorprendí en el portal de su casa, en una posición que no daba lugar a dudas de lo que estaban haciendo. El chico que compartía conmigo estaba con los pantalones bajados hasta los tobillos, junto con los calzoncillos, ella con sus piernas rodeando la cintura de él, sus bragas tiradas en el suelo, abrazada a su cuello, apoyados contra la pared, con los cuerpos moviéndose al compás, él empujando sus caderas contra ella, que gemía al sentir como entraba y salía el miembro viril de su vagina, mientras besaba y lamia su rostro en el paroxismo del deseo.

Yo me quedé mirando la escena desde la puerta entornada, a pesar del dolor que me producía la visión de mi novia jodiendo con otro, cosa que a mi no me había concedido, excusándose con su virginidad hasta el matrimonio, esperé, con los ojos anegados de lágrimas de rabia, sintiendo los jadeos y gemidos ahogados que no podían reprimir. El hombre, con un empujón de sus caderas, profirió un grito cuando con un estremecimiento, eyaculó con su miembro dentro de la vagina, el orgasmo le hizo temblar todo el cuerpo, apretando contra la pared el cuerpo de ella, mientras vaciaba en su sexo, una tras otra, las continuas expulsiones de semen, acompañadas con gritos de placer.

Llorando de vergüenza, dolor por la traición de la que decía que era mi novia, me marché sin decir nada, hablé con sus padres, no les dije lo que había presenciado, pero les dí a entender que su hija me había engañado y rompía mi compromiso con ella. No la volví a ver jamas.

Con el animo bajo mínimos, el corazón roto, y desesperado por encontrar sustituta para rehacer la vida, tuve la mala suerte de conocer, por medio de unos amigos, a una mujer que me conquistó con su simpatía y belleza, con la que, al cabo de tres meses, por lástima, ya que la echaban de su casa, mi indujo a casarme con ella.

No sé porque lo hice, no estaba enamorado de ella, solo me unía el deseo de tener mujer. Ahora lo veo como una idiotez de juventud, solo tenía 22 años y poca experiencia, la que había adquirido con alguna puta, ya que fueron varias las que traté desde mi pubertad.

Con ellas me aficioné a soñar con orgías y fantasía sexuales, pero cuando me presentaron a la que hice mi esposa, dejé de pensar en hacer sexo fuera de mi matrimonio.

Pasamos unos años de una felicidad un poco ficticia por mi parte, tuvimos dos hijos, aun que dudo que los dos fueran míos, pues ella tonteaba con un vecino, coqueteaba descaradamente con él, estando yo delante, como dándome a entender que no tenía nada que ocultar, que todo era en broma. Yo, como amigo y vecino, confiaba en ellos, participando de sus bromas y carantoñas, pero con una duda rondandome. Si ella me era infiel, ¿Podía yo participar en su juego amoroso?. Cuando lo propuse, mi mujer se escandalizó de tal manera, que no quiso ni hablar de ello.

Prefería a mi vecino, dejándome fuera del juego.

Ocasiones tenían, de estar solos, pues yo pasaba todo el día fuera de casa, y el amigo estaba en el paro, mientras su mujer trabajaba. Alguna vez los encontré en mi casa, hablando, pero nunca los pillé en algo comprometido, por lo tanto, no puedo acusarlos de nada.

La niña se parece mucho a él.

Fueron diez años de convivencia, que poco a poco se fue deteriorando, discutíamos por tonterías, estando dos o tres días sin hablarnos, recuperando la paz por los hijos, pero cada vez eran mas frecuentes las peleas, llegando incluso a los insultos, cada vez mas hirientes, atacándome en mi virilidad, menospreciando mi potencia sexual, acusándome de su insatisfacción, al tiempo que alababa el comportamiento de mi vecino y amigo, encontrando en él, todas las gracias.

La verdad es que yo dejé de sentir atracción por ella, hacíamos el amor de una manera maquinal, como un rito, siempre los mismos movimientos, las mismas caricias, la penetración y ya está. Dudo que ella llegará al orgasmo alguna vez, solo lo fingía. Yo si, yo descargaba toda mi eyaculación en ella, siempre pensando en algo que me excitara mas que su cuerpo, por el que no sentía el mínimo deseo. Solo quería desahogarme y me aprovechaba de su sexo, por no masturbarme. Disfrutaba mas soñando con fantasías sexuales, imaginando orgías, practicar sexo con dos mujeres, compartir una con otro hombre, pensaba como sería acariciar unos genitales como los míos, teniendo una mujer entre los dos, repartir caricias a uno y otro sexo.

Con estos pensamientos, me masturbaba frenético, dos, tres y cuatro veces al día, siempre acababa eyaculando con el pensamiento puesto en mis fantasías. Por eso con mi mujer no podía excitarme, necesitaba el estímulo de mi mente para llegar al orgasmo. Con ella era imposible.

Empecé a tener contactos con otras mujeres que me daban mas placer que la propia. Lo cual me hizo alejarme mas y mas de nuestra relación sexual.

En ocasión de una de nuestras peleas, en las que llegué a amenazarla con un cuchillo de cocina, tan enardecido por la pelea estaba yo, salió por la puerta, y dando un portazo, fue a refugiarse en el piso del vecino.

Recuperé el aliento, después de la sofocación que me produjo la batalla verbal con aquella mujer, que de repente, deseé que no volviera conmigo nunca mas.

Por lo visto, mi amigo y vecino, la supo consolar de su desgracia, de nuestra relación tan poco amorosa.

Quedé solo, se llevó con ella los hijos, el perro y todo lo que pudo y quiso. Su amante pasó a ser su pareja, que acabó separándose de su mujer bajo la presión de mi insaciable esposa.

Nunca me encontré con ellos en la escalera, supongo que procuraban vigilar mi horario de trabajo para evitarme. Yo tampoco hice nada por verlos, preferí ignorarlos. Creo que de momento viven felices, mejor para ella. Y para mi.

Ahora tenía libertad para complacer mis fantasías.

Una noche, en que para distraerme, había salido a tomar una cerveza, conocí a una mujer, estaba sentada en la mesa de al lado, con la mirada perdida y un café ante ella, su expresión triste me llamó la atención. De unos treinta y cinco años, morena, me pareció bonita.

Decidí entablar conversación con ella.

- Perdona, ¿te molesta que fume?.

Levantó la mirada, sus ojos me escrutaron como si mi pregunta la hubieran despertado de un profundo ensimismamiento. No había prestado atención a mi pregunta.

- Lo siento, ¿ te dirigías a mi ?.

- Te pedía permiso para fumar.

Me miró, ahora con más atención. Una sonrisa tímida se dibujó en su cara.

- Si, si claro, perdona, estaba muy lejos de aquí.

- Ya lo he notado, te veo muy triste. Estas sola. ¿ quieres que conversemos ?.

- Me gustaría pero lo siento, pero no tengo tiempo. Mi hija me está esperando.

- ¿ Tienes una hija ?, te veo muy joven.

- No soy tan joven. Tengo una hija de dieciséis años.

- ¿ Estás casada ?.

- No, ni soltera, soy divorciada.

Lo dijo en un tono como si quisiera disuadirme de mi intención de ligar con ella.

Fracasó, porque salimos de aquel bar juntos, hablando animadamente de nuestros problemas. Cuando se enteró de mi situación con mi mujer, coincidiendo con el problema con su ex marido, se estableció un lazo entre nosotros, un sentimiento común.

En el trayecto que hicimos para recoger a su hija, que había pasado el fin de semana con su padre, tuvimos tiempo de hablar de nuestras experiencias matrimoniales.

Seguimos viéndonos siempre en aquel bar. Poco a poco se fue creando una corriente de amistad, me dijo su nombre, Mary, después de decirle que yo me llamaba Alejandro, Alex para ella, ya que la consideraba como amiga, tuve ocasión de conocer a su hija, Ana, una chiquilla alegre, con un cuerpo espigado, alta para su edad, pero muy bien formada, en su figura se apreciaba que sería una chica atractiva.

Al cabo de unos dos meses de nuestro primer encuentro, una noche me invitó a cenar en su casa, con ella y su hija, que se puso muy contenta cuando vio que su madre se decidía a tener confianza con otro hombre que no fuera su padre.

Durante la cena, que Ana se empeñó en hacer de anfitriona, no dejaba que su madre se levantara para nada, iba y venía de la cocina sirviéndonos los platos cocinados por ella.

- Espero que te guste lo que he hecho para cenar.- Me dijo contenta de demostrar su experiencia como cocinera.

- Realmente eres una cocinera estupenda, estaba todo buenísimo.

- Dale las gracias a mamá. He aprendido de ella.

Miré a su madre, que miraba a su hija con orgullo y una sonrisa de satisfacción en el rostro.

- Gracias, " mamá ", por tener una hija tan estupenda.

- Sí, por suerte no se parece a su padre.

- Mejor que no hables de él. - Cortó la niña.- Trata de olvidarlo. ¿ tomareis café ?.

- Alex creo que sí, yo no, me pone muy nerviosa.¿ verdad que quieres un café ?.-Inquirió mirándome.

- Sí, por favor,

- ¿ Solo ?. Me preguntó Ana. ¿ Una copa de coñac ?.

- Me parece bien. Gracias.

-Te lo traigo y me iré a dormir. ¿ He mamá ?. Mañana me tengo que levantar temprano. Tu, Alex puedes quedarte un rato más, harás compañía a mi madre. ¿ De acuerdo ?.- Me hizo un guiño de complicidad.

- Si a tu madre no le importa.- Dije mirándola, con una súplica en los ojos. Deseaba estar con ella a solas.

- Por mi no hay inconveniente. No seré yo quien te diga que te vayas.- Concedió.

La niña nos miró complacida. Por fin su madre había encontrado a alguien que la sacara de su soledad. Aunque en la mirada que me dirigió a mí, creí ver algo, como un deseo escondido.

Desde luego la niña estaba muy desarrollada, un pensamiento cruzó mi mente. Tal vez con ella podría realizar mis fantasías eróticas. Pero lo deseché al momento. Era demasiado pronto para hacerme ilusiones.

Mientras tomaba mi café, sentí como Ana trasteaba en la cocina. Seguramente estaba lavando los cubiertos. no quería dejar la limpieza para su madre. Realmente estaba interesada en que Mary, buscara en mí, un hombre que la hiciera recobrar su felicidad.

- Tienes una hija ejemplar.- le dije, poniendo mi mano sobre la de ella. Que no rechazó.

- Sí, es lo único bueno que me ha dado mi ex marido, todo lo demás no ha sido mas que disgustos y desengaños. Por suerte, espero no verlo nunca mas.

- ¿ Y tu hija ?. ¿ Que relación tiene con él ?.

- Está con él los fines de semana, pero me parece que le tiene poco cariño. Solo es su padre biológico. Yo la obligo a que pase con él esos días. Hasta que sea mayor de edad.

- ¿ Puedo preguntarte algo muy personal pregunta

Me miró a los ojos. Retiró su mano, para a continuación, ser ella la que cogía la mía.

- Dime. Creo que estoy dispuesta a contestarte.

- ¿ Quieres hacer el amor conmigo ?. Perdona, pero yo te deseo.

Su mano apretó la mía, mirándome abiertamente.

- No quisiera equivocarme de nuevo. Yo también te deseo, hace tiempo que no me entrego a un hombre, pero no quiero únicamente sexo, quiero estar segura e que será algo mas.

- Yo tampoco deseo solamente sexo. Te estoy ofreciendo también amor.

- Perdoname un momento, voy a ver si duerme la niña.- se levantó apresurada. Retrasando su contestación- Si quieres puedes poner algo de música, algo que te guste.- Me dijo con una sonrisa invitadora.- Si quieres, puedes quedarte a dormir. A mi me gustaría y Ana ve con buenos ojos, que te quedes con nosotras. Parece que le gustas.

- Gracias, me quedaré con mucho gusto. Te quiero.

Mientras esperaba a que volviera, miré a mi alrededor. El comedor era pequeño, una mesa, cuatro sillas, un sofá de tres plazas delante del televisor, y al lado de éste, una estantería con algunos libros y una radio con reproductor de discos compactos.

Me acerqué para escoger la música entre los discos que tenía en una columna, al lado del aparato.

Me decidí por la música clásica. Pensé que a ella le gustaría, ya que tenía una buena colección de clásicos, Mozart, Beethoven, Chopeen. Escogí la sexta sinfonía.

La música invadió el ambiente. Con la copa de coñac en mi mano, me senté en el sofá y cerré los ojos para gozar de la música. Pensé que para comprobar si la niña dormía, tardaba un tiempo excesivo.

Abrí los ojos cuando sentí que en silencio, Mary se acercó a mi. Había cambiado su ropa por una bata, noté que debajo no llevaba ropa interior.

-¿ Que contestas a mi pregunta ?.

- Perdoname, tardé un poco, es que quería ducharme.- ¿ Hace falta que te conteste ?. dijo, sentándose a mi lado, y abriendo su bata para enseñarme sus piernas. Sonriendo invitadora.

- ¿ Sabes que lo que haces ? , es admitir que hagamos el amor. Le dije, mirándola abiertamente a los ojos.

Acercó su boca a la mía, besó mis labios, suavemente.

- Te deseo.- dijo en un murmullo. Volvió a besarme, pero esta vez, entreabrió los labios. Sentí como la punta de la lengua se abría paso entre los míos. Respondí abriendo también la boca, admitiendo su caricia, mientras sentía como sus manos me acariciaban el pecho, metiendo los dedos entre los botones de la camisa.

Cuando sentí el contacto de sus dedos sobre la piel del pecho, me recorrió un estremecimiento, respondí metiendo mi mano entre los pliegues de la bata, el contacto con la cálida piel de su pecho me excitó.

Notaba el miembro que adquiría volumen, aprisionado por la bragueta de los pantalones, formando una protuberancia en mi bajo vientre.

Sin dejar de besarme de una manera voraz, jadeando de deseo, Mary, llevó sus manos al cierre de los pantalones, casi arrancando los botones de la cintura. Mi mano, resbalo sobre la piel de su vientre, forzando a la bata a abrirse por completo, sobre el monte de venus, mis dedos se enredaron con el espeso vello de su pubis, cuando entraron en contacto con los labios de la vagina, su cuerpo se envaró separando sus piernas. Tenia la vulva húmeda, casi empapada de flujo, metí el dedo medio entre los pliegues de la vagina, el clítoris estaba duro y erecto, esperando la caricia, un gemido se escapo de su garganta.

- Espera, espera un momento.- Me dijo con un gemido.

Se levantó del sofá, para despojarse de la bata, que cayó a sus pies, quedando completamente desnuda delante mio. Me cogió de las manos para que me levantara.

Sin decir nada, empezó a quitarme la camisa, acercó su cara a mi pecho, rozando con sus labios suavemente alrededor de las tetillas, tocándolas con la punta de la lengua. Mientras me desabrochaba la cintura del pantalón, levantó su cara ofreciéndome sus labios, que besé con calor.

Puso sus manos en mi cintura, arrastrando hacia abajo al mismo tiempo el pantalón y los slips, quedando arrodillada a mis pies, asida a mis muslos, con la boca cerca de los testículos, fijó su mirada en ellos.

El pene erecto apuntó a su cara, sin retirar la piel del prepucio lo introdujo entre sus labios, lentamente fué desapareciendo por completo en su boca, cuando, también muy lentamente, se lo sacó de ella, el glande estaba perfectamente desnudo, mostrando la tersa superficie, hinchada, latente, roja.

Sin dejar de mirar el duro miembro, lo encerró entre sus dedos, apretándolo, besando el grueso glande, levantó su mirada, mirándome directamente a los ojos, con una sonrisa de satisfacción, empezó a masturbarme con los labios. La cabeza del miembro entraba y salia de su boca, mientras su mano lo recorría frotando su superficie.

Puse mis manos sobre su cabeza, acompañando su movimiento, complacido con la caricia, ella chupaba y lamia la dura verga, apretándola entre sus labios. Sentí que rápidamente el orgasmo se me acercaba, intenté retirarme de su boca, no quería eyacular en ella, pero su intención era precisamente recoger la emisión, por lo que cogiéndome por los muslos, atrapó el miembro entre sus labios, introduciéndolo por completo en su boca.

Mi cuerpo se envaró, con un aullido gocé de la corrida, emitiendo un chorro de semen, en continuas expulsiones, eyaculé en medio de fuertes temblores, gimiendo y apretando entre mis manos su cabeza.

Ella mantuvo el pene en su boca mientras eyaculaba, tragando el esperma que mis testículos expelían.

Cuando dejó de correr el esperma, entre fuertes convulsiones de mi cuerpo, ella sacó poco a poco de su boca el miembro, lamiendo de la punta del glande, una gota del blanco semen, mirándome a los ojos, sonriendo satisfecha de haberme proporcionado semejante placer.

Me dejé caer sentado en el sofá. Ella, arrodillada entre mis piernas, tenía entre sus manos mis genitales, con gemidos, murmurando algo que no podía entender, besaba con pasión los testículos, el miembro fláccido, pasando la lengua por el glande, recogiendo con ella las postreras gotas de placer.

La cogí por debajo de los brazos, y levantándome, la hice estirar sobre el asiento, me puse entre sus piernas dobladas, le hice separar las rodillas, ante mi tenía el espectáculo de su pubis cubierto de vello negro, circundando los grandes labios de su vagina, húmedos y tiernos, la miré a los ojos, que tenía cerrados, en espera de mis caricias, me agaché sobre su vientre, con la punta de la lengua, rocé alrededor del ombligo, ella se estremeció, bajé lamiendo el bajo vientre, con los dedos, abrí los labios de la vulva, su interior rojo, tremuloso apareció a mi vista, sus manos se posaron sobre mi cabeza, suavemente pasé la lengua sobre la vulva, nuevo estremecimiento de su piel. Antes de penetrar en su vagina, lamí su contorno, bajando por debajo de ella hasta el orificio anal, endureciendo la punta de la lengua, forcé el esfínter, penetrando en su intestino. Ella elevó sus caderas, para permitir el acceso a su intimidad.

Gemía, su cuerpo temblaba de deseo contenido, sus manos apretaban mi cabeza, reteniéndome contra ella, mi saliva resbalaba sobre su ano, reculé para subir hacia su sexo, la lengua penetró entre los labios de las vulva, buscando el erecto clítoris, endurecido por el deseo, el flujo se mezcló con la saliva, ella gritaba ahogadamente, para no chillar, consciente de su hija, que dormía en la habitación de al lado.

Empecé a lamer rápidamente el pequeño miembro femenino, intentando meter la lengua lo mas adentro posible de su vagina, frotando con mi nariz, el clítoris, aspirando su perfume, gustando el sabor salado del flujo que expelía su sexo.

Con un espasmo, apretó sus piernas, aprisionando mi cabeza entre ellas, sin poder evitar un grito de placer, se corrió, su cuerpo se envaró, levantando sus caderas, con mi boca pegada a su vulva rezumante de flujo, que sin poder contenerlo, le llenaba la vagina.

Yo, excitado por su propio orgasmo, recibí en mi boca toda su eyaculación, chupando y sorbiendo el caliente flujo, ligeramente salado.

Me retiré para dejar que ella pudiera estirar sus piernas sobre el sofá, quedando temblorosa sobre el asiento, con las piernas abiertas y gimiendo de placer.

Cuando recuperó el aliento, me miró agradecida.

- Hacía tanto tiempo que no gozaba del sexo.- Me dijo en un susurro.

- Yo haré que recuperes el tiempo perdido.

- Quiero que me penetres. Te deseo.-

- Yo también lo estoy deseando. Pero no estaba preparado, no llevo preservativos.

- ¿ Te importa mucho eso ?.- Por mi, no, pero pienso en ti. ¿ No te preocupa quedar embarazada ?.

- Cuando tuve a la niña, quedé estéril. No hay posibilidades de quedar preñada. Por favor, ven.- Dijo tendiéndome los brazos.

Me puse entre sus piernas abiertas, el miembro duro y erecto, encontró rápidamente la entrada de su vagina, con el pene en su interior, me tendí sobre ella, que me abrazó fuertemente, sintiendo sus pechos, de duros pezones, contra mi pecho, nuestras bocas se unieron en un cálido y húmedo beso, juntando nuestras lenguas, de igual modo que nuestros cuerpos.

El miembro entraba y salia suavemente de la vagina , ya muy lubricada después de su orgasmo.

- Hooo, como te siento, que gusto.- Murmuró.

- Goza, goza cariño.- Me esforzaba en retener mi orgasmo hasta que ella alcanzara el éxtasis.

- Mas, mas rápido, quiero que te dejes ir dentro de mi.

Sus manos me aferraban las nalgas, acompañando el movimiento de nuestro cuerpos, sus gemidos se hicieron mas fuertes, apagados por mi boca, que cubría la suya vorazmente, notando en su saliva, el sabor de mi vitalidad descargada en ella. Su cuerpo, bajo el mio, se retorcía, subía y bajaba, acompasando el movimiento de nuestra unión, reclamando una penetración mas profunda en su sexo, ávido de placer.

Aceleré mis embates dentro de ella, el miembro entraba y salía en su vagina con facilidad, nuestros pubis chocaban en cada penetración con fuerza, el flujo que manaba de su vagina producía un gorgoteo excitante.

Por mi parte, también hacia tiempo que no disfrutaba de sexo, por lo que sentía que el orgasmo me alcanzaba rápidamente, intenté retenerlo, pero cuando ella chilló, sin poder contenerse, elevando sus nalgas, me dejé ir.

Quedé quieto sobre ella, el miembro escupiendo su eyaculación en el fondo del útero, abrazado fuertemente a su cuerpo preso de espasmos, gimiendo guturalmente, gozando de un orgasmo tanto tiempo deseado.

Inicié la retirada cuando la eyaculación cesó.

- No, no te retires, dejame disfrutar de este momento, es tan agradable sentirte dentro de mi.

El pene recuperó su tamaño normal, pero lo mantuve dentro de su vagina, aprisionado entre las paredes del útero, que lo presionaban suavemente, sintiendo como sus manos se aferraban a mis nalgas, impidiendo que me separara de ella.

Después de recuperar el aliento, satisfechos, Mary deshizo el abrazo y se levantó, se puso la bata.

- Ha sido fantástico, te lo agradezco. ¿ Tu has disfrutado también ?.

- Nunca había gozado tanto como hoy.- Dije mientras buscaba mi ropa.- Diez años con mi mujer, y es la primera vez que gozo de un orgasmo completo.- Me puse los pantalones.

- ¿ No lo hacías con tu mujer ?.

- Si, pero sin amor ni cariño. Contigo ha sido diferente. Te deseaba, te quiero.

- Yo creo que también te quiero.- Contestó abrazándome y besándome calurosa.- Pero ahora es mejor que te vayas. ¿ Vendrás mañana ?.

-¿ Tu quieres que venga?.

- Te estaré esperando. Mañana prepararé yo la cena.- Dijo con una sonrisa.

En la puerta me volvió a besar. Un beso largo, metiendo la punta de la lengua entre mis labios.

- Hasta mañana. Te quiero.

- Y yo, amor.- Y cerró la puerta.

En dos meses de vernos y copular casi cada noche, tanto ella como su hija me propusieron convivir en su casa.

Accedí, sin dejar mi propia casa, me quedé a vivir con ellas. Durante dos años nuestra relación fue de una fogosidad sexual extrema, Mary era, sexualmente insaciable.

Ana, su hija, veía con buenos ojos que yo compartiera la cama con su madre, en el fondo estaba contenta de que reiniciara su vida con otro hombre.

Por costumbre las puertas de la habitación no la cerrábamos nunca, Mary no podía soportar las puertas cerradas. Pasó lo que yo siempre había pensado que podría pasar.

Después de cenar, acabamos de ver la película que hacían por la televisión. Los tres sentados en el sofá.

- Yo me voy a dormir- dijo Ana, bostezando y estirando los brazos.- Buenas noches, mama, Alex, que duermas bien.- Se dirigió a mi con un guiño que me dejó perplejo.

- Gracias, buenas noches.- contesté mirándole directamente a los ojos, buscando el motivo de aquel guiño de picardía.

Se retiró a su dormitorio. En cuanto nos quedamos solos, Mary se acercó a mi.

- ¿ Sabes que no llevo las bragas ?- me dijo mimosa, mordisqueándome el lóbulo de la oreja.- ¿ no quieres comprovarlo pregunta

- Esperamos un poco, que se duerma la niña.

Se puso delante mio elevando la bata hasta la cintura para mostrarme su desnudez.

- ¿ Quieres esperar ?. ¿ Ya no te excita mi cuerpo ?.

- Sabes que me vuelve loco tu cuerpo. - Dije atrayendo hacia mi sus caderas.

La besé el pubis, justo sobre el nacimiento de los labios de la vulva. Ella adelantó su cuerpo facilitando mi caricia sobre su cálida vagina.

Levantándome del sofá, la hice sentar arrodillándome entre sus piernas abiertas, acercando mi cabeza a su pubis. Ella dobló sus rodillas, apoyando los pies en el borde del asiento. Su sexo quedó completamente abierto ante mis ojos. Apoyó su cabeza en el respaldo y cerró los ojos en espera de mis caricias.

Le introduje la punta de la lengua entre el vello que le cubría la entrada de la vulva, lamiendo con fuerza el clítoris, que rápidamente adquirió volumen. Los gemidos que trataba de mitigar, para que su hija no pudiera oírlos, la hacían apretar sus labios para evitarlos. Mis manos ,por debajo de sus nalgas, sujetándola contra mi boca, con la lengua profundamente metida en su vagina, lamiendo desde la entrada del útero y repasando con fuerza sobre el erecto clítoris. Primero lentamente y acelerando poco a poco la caricia, mi lengua repasaba la punta del clítoris, sentí el sabor salado de sexo.

Entre convulsiones de placer, con sus manos sujetando mi cabeza contra su sexo, eyaculó flujo abundantemente en mi boca. Su sabor llenó mi paladar, lo sorbí, sabiendo el placer que a ella le proporcionaría.

Sin dejar de lamer su clítoris tremuloso, pegué mis labios a su vagina, el caliente flujo resbalaba por su piel, dirigí mi lengua hacia la entrada de su ano, repasando con ella el espacio que lo unía a su vulva, lamiendo repetidamente, recogiendo la cálida eyaculación femenina.

Mantuve mi boca pegada a su vulva mientras su cuerpo era preso de fuertes espasmos, producto de su deseado orgasmo.

Cuando su cuerpo desmadejado recuperó la calma. me separé de ella. Sin dejar de contemplar su rostro, que reflejaba una sonrisa de placer complacido, me desnudé completamente.

Mi miembro, con una erección exagerada por la excitación, presentaba el glande completamente al descubierto, el cuerpo de Mary, en la posición en que había quedado, con las piernas estiradas, apoyando sus nalgas en el borde del sofá, abierta con la vagina aun rezumando flujo, me invitaba a penetrarla.

Levanté sus piernas hasta ponerlas sobre mis hombros, y lentamente introduje el pene entre los labios de la vulva, ella se estremeció al sentir la penetración, abrió los ojos, su mirada expresaba el placer que su cuerpo sentía. Jadeaba, su cabeza se movía de un lado al otro.

- Cariño, cariño, no la saques cuando acabes, por favor, quiero sentir tu orgasmo dentro de mi.

Con el miembro metido hasta el empeine en su vagina, le contesté con un murmullo de aprobación, ella movía su cuerpo para adecuarse a mis embates, el duro pene entraba y salía de su vulva con suavidad, de tan lubricado que estaba por su reciente orgasmo.

Fui acelerando el movimiento de mis caderas al tiempo que ella redoblaba sus gemidos en espera de su propio orgasmo. Yo estaba a punto de alcanzarlo, por lo que me quedé con el miembro introducido por completo en su vagina, sintiendo como ella contraía las paredes del útero que lo aprisionaban, produciéndome un placer extremo.

Cuando advertí que su cuerpo empezaba a temblar de excitación por la llegada del orgasmo, de su garganta se escapaban gritos y gemidos, envarando el cuerpo en un espasmo, volví a acelerar mis embates, rápidamente el miembro entraba y salía de ella con fuerza, con un rugido exploté dentro de su vagina, sentí como un río de espeso esperma recorría desde mis testículos a la punta del pene.

Una larga eyaculación inundó el fondo de su vagina, que ella recibió con un grito, al tiempo que también disfrutaba de un orgasmo placentero. Nuestro gemidos de placer se unían en uno solo compartido.

Permanecimos unidos, mientras recuperamos la respiración. Lentamente saqué mi pene, aun erecto de su vagina, arrastrando en su salida una mezcla de semen y flujo eyaculados en nuestro orgasmos.

Me volví a arrodillar entre sus piernas, que pasó sobre mis hombros, y con la lengua recorrí lamiendo su mojado sexo, entre temblores de su cuerpo desmadejado y lánguido.

Cuando dejó de tremolar, su cuerpo recuperó la laxitud propia del placer logrado con el orgasmo.

Me levanté y me senté al lado de Mary, que, con una sonrisa de placer, llevó su mano sobre mi sexo, reducido a su volumen natural, abarcando entre sus dedos el pene y los testículos, cubriéndolos con un ligero masaje de agradecimiento por el placer recibido.

En esta posición nos quedamos dormidos.

No puedo precisar el tiempo que permanecí dormido, miré el reloj, había pasado casi dos horas desde que Ana se había despedido de nosotros.

Desperté con la sensación de que me observaban. Completamente desnudo, medio estirado en el sofá, entreabrí los ojos, Mary no estaba a mi lado, pensé que había optado por dormir mas cómoda en su cama.

Lentamente fui recuperando la consciencia, la sensación de ser observado se acentuó, sin moverme intenté buscar el motivo de este sentido.

En la penumbra del comedor, detrás del respaldo del sofá, estaba la figura silenciosa de Ana. Sus ojos fijos en mis testículos, mirándolos con curiosidad, posiblemente eran los primeros genitales de hombre que veía.

Concierne de su mirada sobre mi sexo, sin poner intención en ello, el pene empezó a crecer, mientras yo fingía dormir profundamente. La niña debió pensar que yo soñaba con algo erótico, y se quedó contemplando como el miembro se movía en impulsos, hasta llegar a su erección.

Ana, creyéndome dormido, dio la vuelta al sofá poniéndose arrodillada frente a mi cuerpo desnudo, se atrevió a acercar su mano al creciente pene, lo rodeó con sus dedos, sin dejar de observarme por si me despertaba, al contacto de su mano, el miembro erigió toda su potencia, la niña lo miraba mientras crecía entre sus dedos, sorprendida del volumen que adquiría y que su mano ya no abarcaba.

Fingiendo aun un sueño que no existía, pues yo estaba completamente despierto, con un suspiro adormilado, moví mi cuerpo, en parte para facilitar su exploración, dándole opción a acariciarlo plenamente.

Con los ojos semi cerrados, observé que Ana llevaba una camiseta corta, sin ropa interior, y, mientras una mano acariciaba suavemente el duro miembro, la otra la bajaba a su entrepierna, frotándose la vulva, con los ojos cerrados, gozando de su masturbación.

Me removí un poco, para darle a entender que su caricia me estaba despertando del fingido sueño.

Lejos de retirar su mano de mi sexo, como deseando que me despertara, apretó sus dedos alrededor del pene, presionando para retirar la piel del prepucio, cuando el glande estuvo al descubierto, acercó sus labios a él, en un suave beso, y mirándome directamente a los ojos, atrevidamente, pues estaba segura de que me había despertado, pasó su lengua por él, encerrándolo después entre sus labios golosamente.

Di un suspiro de placer, ella, sabiéndome ya completamente despierto, se introdujo el miembro en su boca hasta la mitad de él, todo lo que le cabía en ella, después de lamerlo repetidamente, me miró sonriendo. Puso un dedo sobre sus labios, pidiéndome silencio.

- ¿ Mi madre también te hace esto?- me dijo en voz queda.

La miré a los ojos, poniendo gesto sorprendido, pero permitiendo que siguiera con su caricia sobre mi miembro.

- ¿ Sabe ella que tu tienes experiencia en esto ?.

- No sabe nada, nunca hemos hablado de mi sexualidad.

- ¿ No tienes miedo de que te encuentre aquí, conmigo?

- Me he asegurado de que dormía. se tomó un somnífero. Cuando duerme lo hace profundamente, la conozco.

- ¿ Porque haces esto conmigo ?.

- Porque hace tiempo que os veo cuando creéis que estoy dormida. Me he masturbado muchas veces mientras vosotros disfrutabais, y tenía ganas de disfrutar también. ¿ No te ha gustado?.

- ¿Te das cuenta que podría ser tu padre?

- No lo eres.

- ¿ No temes que pueda hacerte daño?. No solo físico, eres muy joven, después podrías arrepentirte de despertar tu sexualidad con un hombre mayor.

Mientras le hablaba, su mano seguía asiendo mi pene, acariciándolo sin perder de vista el grueso glande, parecía escucharme, pero indiferente a mis palabras.

- Mi madre no lo sabe, pero ya he tenido alguna experiencia con chicos. Pero tengo curiosidad de saber como se comporta un hombre maduro.

- ¿ Quieres decir que ya has follado con un chico ?.

- No me han penetrado nunca, pero todo lo demás lo hemos hecho.

- ¿ Masturbarlo con la boca, también ?.

- Si, y tragarme el semen, no me ha dado ningún asco. Lo he saboreado con gusto. También he sentido lo que es un orgasmo con la lengua, fantástico.

- Por lo que me dices, eres una pequeña zorrita.

- ¿ Quieres saber un secreto ?.

- ¿ Tienes un secreto ?.

- Tengo un padre que es un perfecto inmoral. El me enseñó todo lo que sé de los hombres.

- ¿ Tu padre ?.

- Si, cuando mi madre no estaba delante, él me acariciaba, y me hacía tocar su pene, me decía que me enseñaría a disfrutar de los hombres. El fue el primero al que le hice una mamada. Cuando se corrió, me obligó a recoger en la boca toda su corrida. Creí que vomitaría, pero no, no lo hice. A partir de entonces, empezó a gustarme. Al principio solo quería que yo le masturbara y muchas veces disfrutaba echándome su leche sobre mi cuerpo, que después él me bañaba en la ducha. Pero después empezó a tocarme y meter sus dedos en mi vagina. yo desconocía lo que era un orgasmo, pero me daba mucho placer. Me hacía llegar a gozar el placer con su lengua. Me decía que no dijera nada de lo que hacíamos a mama, porque me castigaría dándome una paliza.

Sus palabras me dejaron sorprendido. pero mi condición de hombre respondía a sus caricias sobre el erecto pene, que sus manos no habían dejado de manipular, lentamente subía y bajaba la piel del prepucio, como sin darle importancia a su masturbación, acercando su lengua y lamiendo el hinchado glande.

- ¿ No te gusta lo que te estoy haciendo pregunta

- Claro que me gusta, pero, no está bien que le hagamos esto a tu madre.

- Si tu no se lo dices, yo tampoco pienso confesarle mi secreto.

- Pero le daremos un disgusto si se entera.

- Podemos mantenerlo en secreto, tu y yo. ¿ Me dejas que te haga una mamada ?.

- Ya hace rato que la estás haciendo. Y me gusta mucho.

Su mano empezó a masajear el miembro, que completamente hinchado, con el glande al descubierto, rodeado por los labios de la chica, enviaba espasmos de placer a mi cerebro. Puse mis mano sobre la cabeza de Ana, que se introdujo el pene hasta donde su paladar permitía, frotando con la mano a lo largo de él.

Empecé a gemir, ella aceleró su masturbación, buscando mi orgasmo, esperando ansiosa mi eyaculación . Con un rugido apagado, me corrí, Ana, sin dejar de frotar el miembro, manteniéndolo entre sus labios, recibió una larga emisión de semen en su boca, tragándose el caliente flujo mientras gemía también, pues su otra mano no había dejado de frotar su propio clítoris, corriéndose al mismo tiempo, cuando sintió mi orgasmo.

Retiró el miembro de su boca a tiempo para ver como una última gota de semen apuntaba en la punta del glande, mirándome sonriente a los ojos, pasó la lengua sobre él, recogiéndola golosa.

- ¿ Te ha gustado ?.

- Lo haces muy bien, no pensaba que tuvieras tanta experiencia.

- ¿ Te gustaría ahora hacerme gozar a mi con tu lengua?.

- Ven. Supongo que debo corresponder a tu deseo.

La hice levantar para que se sentara en el sofá, ocupando mi sitio. Contemplé un momento su cuerpo desnudo, realmente era ya una mujer. Pechos ya desarrollados para su edad, miré su pubis, de vello medio rubio, cubriendo la entrada de su vagina, de labios reluciente por el flujo, entreabiertos por el deseo, mostrando la roja entrada de su sexo. Sentí el deseo de lamerlo, mordisquear sus labios, buscar el joven clítoris para darle el mayor placer, hacerla gozar con mi lengua el éxtasis del orgasmo.

Me arrodillé entre sus piernas, acerqué mi cara hacia su sexo, ella puso sus manos sobre mi cabeza acercándome hacia la latente vulva, húmeda y caliente.

Aspiré su aroma de sexo joven, que me inducía a satisfacerla, lentamente metí la punta de la nariz entre los labios de la vagina, ella, con un estremecimiento de todo su cuerpo, ahogó un grito en su garganta, abrió las piernas ofreciéndome ansiosa su íntima abertura. Mi nariz hizo un recorrido desde la entrada de su ano hasta el vértice superior de su vulva, para después hacer lo mismo con la punta de la lengua. La miré a los ojos, los tenía cerrados esperando mis caricias, con plena libertad de movimientos, debido a la postura de su cuerpo, abandonado a mi disposición, separé con los dedos los labios de la vagina, su interior rosado y húmedo me invitaba a chupar, lamer y sorber con placer el caliente flujo que impregnaba el precioso sexo.

Después de pasar la lengua por todo el interior de su vagina, endurecí la punta dedicándome a frotar con ella el erecto clítoris, que, endurecido, emergía en la entrada de la vulva.

Ana, se retorcía estirada sobre el sofá, presa de convulsiones, gimiendo y suspirando, con sus manos apretándome fuertemente la cabeza para evitar mi retirada.

Durante uno cuantos minutos, mi lengua se dedicó a lamer y frotar su clítoris, su cuerpo se movía casi salvajemente, sus gemidos se acentuaron, pugnaba por no proferir gritos de placer, consciente de que su madre dormía en la habitación de al lado, su cuerpo se envaró, con un rugido ahogado se corrió, mi boca se llenó del caliente flujo de su eyaculación, que sorbí, sabiendo el placer que eso le proporcionaría.

Mantuve la boca pegada a su sexo, cuando cesaron sus convulsiones, su cuerpo se relajó, abierta de piernas, sus manos sujetándome aun la cabeza contra su pubis. con un último estremecimiento de placer, retiró sus manos, tendiendo los brazos a lo largo de sus costados.

Me incorporé y acercando mi cara a la suya, la besé suavemente en los labios, de repente, ella, cogiéndome la cabeza, abrió su boca, su lengua penetró entre mis dientes, y permanecimos unidos, chocando ambas lenguas en un juego de intercambio de jugos, que encontré muy agradable y placentero.

- Lo haces muy bien - dijo, mirándome a los ojos sonriente.

- Me ha gustado mucho darte tanto placer.

- ¿ Podremos hacerlo otro día ?.

- Siempre que tengas ganas. Mientras no se entere tu madre.

- También me gustaría que me penetraras con esto.- Dijo, cogiendo entre sus dedos el reducido pene.

- ¿ No dices que no lo has hecho nunca ?.? No tienes miedo d e que te haga daño pregunta

- Se que lo harás con mucho cuidado. Te he visto como lo hacías con mama. Lo estoy deseando.

- ¿ No crees que vamos demasiado deprisa. ? Una cosa es que disfrutemos del sexo de esta manera, y otra es que te expongas a perder tu virginidad con un hombre mucho mayor que tu.

- Si tengo que perderla con un niño inexperto, prefiero que sea alguien a quien deseo. Aunque sea mayor que yo.

- Es muy tarde, ves a dormir, ya seguiremos hablando otro día.

- Buenas noches,- me dijo, después de besarme en los labios, mientras su mano daba un apretón al pene, que mantenía aun entre sus dedos.- ¿Te molestará que mire, cuando haces el amor con mi madre ?.

- Si eso te gusta, puedes mirar, algo aprenderás.

- ¿ Pensarás en mi.? Me estaré masturbando. Mientras vosotros gozáis, me harás gozar a mi también.

Mientras hablábamos, su mano no dejaba de masajear el miembro, que crecía entre sus dedos.

- Creo que necesitas otra vez desahogarte. ¿ Me dejas ?.

- ¿ Sabes lo que un 69 ?.

- ¿ En los libros, le llaman "cunnilingus" ?.

- Veo que te interesas mucho por lo referente al sexo. Si, así se llama, pero el 69 es hacerlo al mismo tiempo que tu me haces a mi una mamada.

- Desde pequeña, mi padre quería enseñarme a disfrutar del sexo en todas sus formas. Pero esa no me la enseñó. Me gustaría practicarla contigo. ¿quieres?.

- Ven. Te va a gustar.

La hice levantar del sofá. Ella, sabía como ponerse sobre la alfombra, se estiró con las piernas abiertas. La mire un momento admirando su cuerpo desnudo y ansioso de mis caricias.

Me tendí sobre ella, con el cuerpo capiculado, flexionando los brazos, su boca ansiosa se apoderó de nuevo del grueso pene, que se introdujo hasta el fondo del paladar. Bajé mi cara hacia su pubis, con la lengua me abrí paso a través del vello que le cubría la vulva, penetrando entre sus labios en busca del sensible clítoris, que encontré endurecido por el deseo de placer.

La punta de la lengua repasó una y otra vez, el erecto apéndice de la chica, mientras movía mis caderas, metiendo y sacando el pene de su ávida boca, que lamia y succionaba, buscando la esperada eyaculación, .

De su garganta se escapaban gritos ahogados, murmuraba palabras incoherente, mientras su cuerpo se retorcía bajo el mio.

Del interior de su vagina, empezaba a fluir el caliente flujo de su eyaculación, que después de saborearlo, aceleré mis lamidas sobre el clítoris.

Yo también gemía por la llegada inminente del orgasmo. Ella envaró el cuerpo, elevando las caderas, mi lengua le penetró hasta el fondo de la vagina en el momento en que llegó al orgasmo, el sabor de su flujo en mi paladar, me elevó al máximo del deseo. Con un grito ahogado, me dejé caer sobre su cara, eyaculando copiosamente en su boca.

Ana puso sus manos sobre mis nalgas, apretándome hacia su cara, de manera que mi miembro penetró en su boca hasta el fondo, escupiendo el semen en el interior de ella.

Permanecimos quietos uno sobre el otro, yo sorbiendo el flujo que manaba de su vagina, ella tragando hasta la última gota de esperma que mi orgasmo producía.

-Ha sido fantástico, - dijo recuperando el aliento.

Desmonté de sobre su cuerpo, dejándome caer sobre la alfombra, respirando también entrecortadamente, lentamente, mi respiración después del orgasmo se fue normalizando.

- No puedo creer que a tu edad tengas la experiencia que tienes.

- Ya te dije que mi padre me ha enseñado mucho sobre el sexo.

- Ahora será mejor que te vayas a dormir. Creo que lo harás muy satisfecha.- Dije levantándome del suelo, sentándome junto a ella.

- ¿ Tu también has quedado satisfecho ?.

- Si seguimos así, entre tu madre y tu, me vais ha dejar agotado,- Respondí sonriendo.

- Me parece que tienes suficiente energía para satisfacernos a las dos. Ya te dejo, me voy a la cama. Que duermas bien .- dijo levantándose.

Se agachó para besarme en la boca, su aliento sabía a semen, noté su sabor porque al besarme, su lengua penetró entre mis labios, tocándome con ella el paladar.

Vi como poniéndose de nuevo el corto camisón, se dirigió a su habitación. En la puerta me dirigió una última mirada, con una sonrisa de satisfacción. De espaldas a mi, se agachó hacia delante, levantándose la camisa, para enseñarme sus nalgas, en claro gesto de provocación, seguido de un guiño que me hizo, con un mohín de sus labios, lanzándome un último beso.

No podía imaginar que esta niña, que en un principio me pareció de una educación normal, fuera un volcán de pasión. No sabía si su madre conocía la clase de mujer que tenía por hija.

Completamente desnudo aun, me dirigí al baño, mientras orinaba en la taza del inodoro, mi pensamiento no dejaba de imaginar como podría ser mi vida entre las dos mujeres.

Por un lado, estaba la Mary, que me ofrecía amor y sexo, por el otro, su hija, que parecía insaciable, y que me auguraba un futuro lleno de temores y satisfacciones, procurando siempre que su madre no supiera nunca lo que había entre nosotros.

Acabé la micción, el miembro fláccido, dejó caer unas gotas, que espolsé con los dedos.

Me miré en el espejo, que me devolvió una cara sonriente, satisfecha. Algo de remordimiento me atenazó, pero eché a un lado la honestidad y pensé que una oportunidad así de realizar mis fantasías no la podía desaprovechar.

Con una toalla arrollada en la cintura, salí y me dirigí al mueble bar, con una copa de coñac entre los dedos me volví a sentar en el sofá, miré el reloj, las seis. Una noche muy bien aprovechada, mi pensamiento pasaba de una mujer a una niña, las dos me excitaban. Mis fantasías sexuales podían ser una realidad, hacer el sexo con dos mujeres a la vez, era mi sueño de siempre. Trataría de convencer a Mary, para que accediera a compartirme con su hija. De un trago me acabé el licor y me fui hacia la habitación de Mary.

La encontré profundamente dormida. En cierta ocasión me dijo que si no tomaba somnífero no podía dormir. Así, pensé, me sería muy fácil la relación con su hija. Siempre tomaba pastillas para dormir. Me dejaba el campo libre con Ana.

Dormía desnuda, como yo. Su cuerpo abandonado al sueño, yacía sobre la cama de lado, las piernas encogidas, con las manos bajo la almohada. Admiré sus nalgas, el nacimiento de su vagina. De pronto me sentí excitado con la vista de su cuerpo, pero pensé que era demasiado pronto para despertarla, por lo que me estiré a su lado, acerqué mis labios a su boca, y la besé, ella dio un suspiro, se removió sobre la cama y siguió durmiendo.

Pasé un buen rato sin poder dormir, mi mente estaba concentrada en contradicciones por los sentimientos que me embargaban. Por un lado estaba mi amor por Mary, la quería y me correspondía, estando bien compenetrados en el sexo. Por el otro estaba su hija, que representaba la consecución de satisfacer mis fantasías sexuales. Toda la vida he estado pensando en conseguir practicar el sexo en compañía de otras personas. Algunas veces estuve a punto de asistir a las reuniones en que se ofrecían cambios de pareja, tríos entre mujeres o entre hombres, orgías de grupos, pero nunca me decidí ha asistir a estas fiestas sexuales.

La idea de que Mary pudiera rechazar de plano mi intención de compartir con su hija mis apetencias sexuales, de que eso provocara una ruptura entre nosotros, no me complacía.

Trataría de sondearla, de poco a poco, tantear si su sentimiento podría en algún momento ceder a mis apetencias, si podría llegar a pensar que eso sería bueno para nuestro entendimiento, que podríamos disfrutar los tres del los placeres el sexo.

En nuestra relación de los años que estábamos juntos, alguna vez había salido a colación mis deseos y apetencias sexuales, y ella nunca me reprochó que tuviera aquellas fantasías, confesándome que ella también había tenido, algunas veces, deseos de practicar sexo entre otras personas, incluso llegaba a pensar en como sería el sexo con otra mujer.

Por eso, yo pensaba que, si lo planeaba y lo proponía con cuidado, llegaría a convencerla de compartir conmigo alguna de sus experiencia. Por parte de su hija, ya estaba convencido que accedería a nuestro propósito si se lo proponíamos.

La relación con Mary siguió normalmente, durante un tiempo no me atreví a decirle nada, no la tenía preparada para una proposición tan atrevida. Pero no dejaba de pensar en la manera de planteárselo, a pesar de que yo sabía que su hija, mas de una vez nos había estado observando a través de la puerta entreabierta mientras fornicábamos sobre la cama. Yo sentía mas excitación sabiendo que Ana, seguía con sus ojos el movimiento de nuestros cuerpos desnudos, practicando el sexo en todas las formas posibles, mientras ella se masturbaba, excitada por la visión.

Cuando Mary, arrodillada a mis pies procedía a mamar de mi miembro, yo procuraba ponerme de cara a la puerta, sabiendo que Ana nos estaba observando. Mas de una vez, nuestras miradas se cruzaron, yo le hacía un guiño, sonriendo. En el momento de correrme en la boca de su madre, podía ver como su boca emitía un gemido, con los ojos cerrados, su mano apretándose sobre la vulva, llegando al orgasmo al mismo tiempo que yo, sin ocultar su placer al sentir su corrida, tal vez pensando que se la había provocado yo.

Con estos pensamientos y una fuerte erección, mi mano asida a un miembro que se resistía a aflojar su potencia, mientras lo masturbaba con los ojos cerrados, me venció el sueño.

Me despertó el suave contacto de los labios de Mari sobre mi pecho, arrodillada sobre la cama, acariciaba mi cuerpo son la punta de la lengua, chupeteandome las tetillas con pasión, su mano abarcando los testículos, dando ligero masaje al escroto, esperando la rápida erección de un fláccido miembro, lo que consiguió rápidamente.

Abrí los ojos justo para ver su cara sobre la mía, su boca se unió a mis labios, que entreabrí para permitir la entrada de su lengua, que golosamente parecía querer sorber todo su interior.

- No te muevas, cariño, déjame hacer a mi.- dijo mientras sin dejar el pene erecto, que mantenía entre sus dedos, fue resbalando su cuerpo desnudo sobre el mio.

La punta de la lengua rozaba sobre mi pecho, mi vientre, lamiendo la depresión del ombligo y siguiendo su camino hacia el latiente miembro, que ya estaba al máximo de su erección.

Casi tendida entre mis piernas, su boca se apoderó de la dura verga, con los labios desnudó el sensible glande, lamiendo la pequeña ranura de su superficie, para a continuación introducirlo por completo en la boca, succionando y lamiendo, mientras su mano masturbaba el resto del miembro.

Con los ojos cerrados y gimiendo de deseo, retorcía mi cuerpo gozando de su caricia. Cuando después de excitarme hasta el paroxismo, ella se levantó y poniéndose en cuclillas sobre mi sexo, dejó caer su cuerpo, noté como el pene se introducía por completo en su vagina, que lubricada ya por su propio deseo, acogió cálidamente el fuerte miembro.

Apoyada con sus manos a mi pecho, su cuerpo subía y bajaba frenético sobre mi pubis, tragándose en el interior de su vagina el caliente miembro, que producía un ligero gorgoteo, con el flujo que manaba abundante de su sexo.

Con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás, gemía y casi rugía de placer, su cuerpo era presa de convulsiones, sus manos se aferraban a mi pecho, llegando a clavar sus uñas en el momento del orgasmo, que acompañó con un aullido estentóreo. Pienso que fue entonces cuando despertó su hija.

Después de correrse abundantemente, se desplomó sobre mi cuerpo, se quedó quieta penetrada por mi miembro , que sin llegar al orgasmo, quedó dentro de ella con toda su potencia.

- Ho, cariño, que gozada- dijo recuperando el aliento,- Tu no te has corrido aun. Dejame que disfrute de tenerte dentro. - y su cuerpo se movió, mientras las paredes de su vagina se contraían presionando el pene en su interior.

Dirigí la mirada hacia la puerta de la habitación de Ana. Temía y al tiempo deseaba que la niña hubiera despertado y nos encontrara en aquella posición. A través de la puerta entreabierta, los ojos de Ana nos contemplaban, su mirada se cruzó con la mía, me guiñó un ojo y le respondí con una sonrisa, mientras acariciaba las nalgas de su madre, apretándolas contra mi pubis, sintiendo como el pene erecto llegaba hasta el fondo de su vagina inundada de flujo que resbalando por las paredes de la vulva, humedecía nuestros cuerpos unidos.

Cuando el cuerpo de Mary se relajó un poco, se apoyó en sus rodillas, permitiendo que yo pudiera moverme, lo que aproveché para culminar con mi orgasmo.

Me corrí dentro de ella, casi gritando de placer, que acompañó mi orgasmo con un estremecimiento al notar en su vagina la emisión de semen caliente, que se unió al flujo de su corrida.

Ella se dejó caer a mi lado en la cama, jadeando y con una sonrisa de felicidad en el rostro.

Cuando estuvo relajada, se bajó de la cama para dirigirse al baño. Yo me quedé sobre las sábanas con brazos y piernas completamente abiertas, con los ojos cerrados, sentí el ruido del agua de la ducha sobre el cuerpo de Mary.

Ana, en silencio se acercó a mi.

- ! Como habéis disfrutado !- me susurró.

- ¿ Lo has visto todo ?.

- Si, mientras me masturbaba mirandoos. ¿ Le has dicho algo de lo nuestro a mi madre ?.

- No, aun no, creo que no está preparada para admitir algo así.

- Tengo tantas ganas de disfrutar con vosotros.

- Deja que prepare a tu madre, poco a poco.

Su mano me cogió el pene, flácido y pegajoso después de los orgasmos. Lo retuvo entre sus dedos, fijando su vista en él.

- Pobre, como te ha dejado,- dijo, jugando con el flojo miembro.- Espero que no te deje agotado, a mi también me gustaría disfrutar con esto.- se agachó sobre él para besarlo.

Con la caricia pareció que de nuevo cobraba vida, lo rodeó con sus dedos, y sacando la lengua, la pasó a lo largo del untado miembro, para acabar encerrando entre sus labios el rojo glande, chupándolo como si quisiera sacar hasta la última gota de semen, mientras su mano lo masturbaba para lograr su completa erección.

El agua de la ducha dejó de caer. Ana dando un último beso a mi pene, se deslizó silenciosa hacia su habitación, dejándome con el miembro de nuevo erecto.

Con los ojos cerrados, sentí los pasos de Mary acercándose.

Desnudo, los brazos y las piernas en cruz, ocupando toda la cama, y el pene apuntando al techo, causó admiración en la mujer.

- Veo que aun no te he dejado satisfecho.

Abrí los ojos para mirarla. Estaba desnuda, secándose el pelo con la toalla, sobre su piel resbalaban aun gotas de agua, sus pechos se movían a impulsos de sus brazos levantados, al bajar la vista a su pubis, ella lo notó, y moviendo las caderas me sonrió.

- ¿ Quieres que empecemos de nuevo ?. me dijo.

- Ven, - le contesté, estirando los brazos hacia ella.

Se subió a la cama, poniendo sus rodillas a los lados de mi pecho, acercando su sexo sobre mi cara, en clara invitación de lo que quería que le hiciese.

Puse mis manos sobre las nalgas, acercándola a mi boca, el fresco sabor de su vulva me llegó al contacto con mi lengua, que introduje entre los cálidos labios de la vagina.

Ella gimió al sentir la caricia, moviendo su vientre, acompañando las rápidas lengüetadas sobre su clítoris endurecido.

Se movió sobre mi para ponerse encarada a mi sexo, se agachó sobre él, y apoderándose con la boca del empinado miembro, lo engulló hasta el empeine.

La excitación era muy fuerte por parte de los dos. Me retuve cuanto pude el orgasmo, deseando que ella lo tuviera antes que yo.

Cuando se corrió con un grito, apretando su sexo sobre mi cara, su vagina emitió unas gotas de flujo, que recibí en la boca, sorbiendo la caliente eyaculación, al tiempo que me dejé ir. Sentí como su boca absorbía también el semen que, con fuerza expulsé con el orgasmo, entre temblores incontrolados, evitando gritar de placer.

Su cuerpo cayó sobre el mio, desmadejada, su vulva pegada a mi boca, reteniendo en la suya el pene, que seguía escupiendo en ella el flujo seminal.

Cuando los estremecimientos provocados por el orgasmo cesaron, nuestros cuerpos relajados y satisfechos, ella se tumbó a mi lado, con sus pies a la altura de mi cara, boca arriba y boqueando aun como un pez fuera del agua. Su mano encerrando entre sus dedos el ya fláccido miembro, en un gesto de posesión.

Mientras yo pensaba en como decirle que su hija pretendía compartir con ella los placeres que obtenía con el sexo.

Hasta un día, que al volver del trabajo, encontré a las dos mujeres hablando seriamente, sentadas en el sofá. Mary con cara seria y Ana muy sonriente, como satisfecha de algo que había conseguido.

- Sientate, cariño, que tenemos que hablar contigo,- Me dijo Mary.

- ¿ Que pasa ?, ¿ algo malo ?.

- No, es algo muy bueno para ti.

- Mama ha consentido en lo que queríamos decirle tu y yo.

No quería pensar en nuestra relación, no podía ser tan fácil. Por lo que tanteé como si no supiera de que querían hablarme.

- No se que es lo que quieres decir.- Dije, mirando alternativamente a las dos mujeres.

- Mama está de acuerdo en compartir conmigo tu sexualidad.- Contestó Ana, pacientemente.- Te quiere tanto, que prefiere que sea yo, y no otra, la que te pudiera conquistarte. Conmigo sabe que no te perderá.- Concluyó.

- Y tu, - Dije mirando a Mary, - ¿ estás de acuerdo con tu hija ?.

- Si tu eres feliz, no me importa que ella participe en nuestra relación.

- Por mi parte, no tengo inconveniente, pero, ¿ tendré que cumplir con las dos a la vez ?.

- Si no quieres, puedes hacerlo con una cada vez,- Dijo Ana, sonriendo abiertamente.

- A mi me gustaría ver como lo haces también con ella,- apuntó Mary.

- Por mi no hay problema, siempre había soñado con tener dos chicas a la vez.

- Bien, - Exclamó Ana, que levantándose del sofá, me dio un apretado abrazo, besándome abiertamente en la boca, mientras su madre nos miraba complacida.

- No te lo apropies para ti sola, yo también quiero besarlo.- Dijo Mary, apartando a su hija para unir su boca a la mía, en un beso ardiente, metiendo su lengua entre mis dientes.

- ¿ Que os parece si cenamos ?. Dijo Ana, uniéndose a nuestro abrazo.

Por primera vez en mi vida, tenía dos mujeres al mismo tiempo a darme satisfacción a mis deseos sexuales. Solo me preocupaba no poder satisfacer a las dos.

Después de cenar, nos sentamos los tres en el sofá. Me sentí como un rajá, con las dos mujeres sentadas una a cado lado. Mientras mirábamos en la televisión, la película que tocaba aquella noche, tuve que repartir entre ellas mis caricias. Mary me estaba besando en la boca, casi volcada sobre mi, mientras Ana, me acariciaba el pecho, metiendo su mano entre los pliegues de la camisa, que previamente había desabrochado, y ahora eran sus labios los que se apoderaban de las tetillas, pasando su cálida lengua alrededor de ellos.

Mary, se retiró un momento, para respirar. Se levantó y empezó a desnudarse.

Ana, cuando vio a su madre desnuda, que procedía a despojarme de los pantalones, también se desvistió a toda prisa, no quería quedarse por detrás de ella, en demostrar sus conocimientos en cuanto al placer del sexo.

Yo no quise ser menos rápido que ellas. Facilité a Mary el desnudarme completamente y volví a sentarme en el sofá, contemplando complacido el espectáculo de las dos mujeres desnudándose.

Mary miró con admiración el cuerpo desnudo de su hija, seguramente hacía tiempo que no la veía así, desde que ella misma la bañaba y aseaba, hasta que Ana empezó su pubertad.

Mary, con un gesto, le dio la preferencia a su hija para disfrutar mirando como se desenvolvía para excitar mi virilidad.

No tuvo ninguno problema, porque yo ya estaba con el miembro erecto, duro ya como una piedra, después de contemplar los dos cuerpos desnudos de madre e hija.

Ana se arrodilló a mis pies, puso sus manos a los lados de mis nalgas, y acercó su boca al erecto pene, su lengua pasó lamiendo desde los testículos hasta la punta del glande, que con la erección estaba completamente al descubierto, se recreó en él, humedeciendo los bordes hinchados, para a continuación, rodearlo con sus labios, mientras una de sus manos asía, desde el empeine el endurecido miembro, haciéndolo entrar en su boca mientras lo masturbaba lentamente.

Mary, entretanto se subió sobre el sofá, con los pies a los lados de mis piernas, su sexo se acercó a mi boca, me sujetó la cabeza, acercándome a ella, mi nariz contactó con su pubis, aspire el aroma a sexo que despedía, como un animal en celo.

Mis manos se apoderaron de sus nalgas, metí los dedos entre los glúteos, tocando con la punta de los dedos, los bordes del orificio anal, y mi lengua se introdujo como una serpiente entre los labios de su vulva, buscando su endurecido clítoris, lo que provocó un estremecimiento de su cuerpo. A sentir la húmeda caricia, se apretó mas a mi cara, mientras su cuerpo temblaba de pasión, de su garganta se escapaban gemidos de placer.

Ana, excitada con su felación sobre mi miembro, lo besaba, lo lamía y lo chupaba y lo cubría con su saliva, desde los testículos hasta la punta del glande facilitando el frotamiento de su mano, que lo recorría en toda su largura, esperando mi orgasmo, que yo me resistía, poniendo toda mi atención en lograr antes el de su madre.

Mary, presa de convulsiones, frotaba su vulva sobre mi boca, buscando el placer que le proporcionaba mi lengua, rozando ansiosa su erecto clítoris, y saboreando el flujo que desprendía el interior de su vagina.

El grito que sin poder reprimirlo salió de su garganta, al tiempo que con sus manos me oprimió la cabeza contra su sexo, se unió al que emití yo al llegar al orgasmo, sintiendo como la boca de Ana se apoderaba del pene, recogiendo en ella la larga eyaculación, sorbiendo el abundante chorro de semen que, en rápidas emisiones, expulsaban mis testículos, mientras sus dedos oprimían el miembro como si quisieran vaciarlo de todo el caliente flujo seminal.

Mary se dejó caer a mi lado sobre el sofá, desmadejada, mientras que Ana, entre mis piernas, lamía golosa las últimas gotas de leche que resbalaban desde el glande sobre sus dedos, que todavía aprisionaban el miembro latente, mirándome sonriente tras lograr mi placer.

Mientras Mary y yo tratábamos de recuperar el aliento, después del orgasmo compartido, Ana, mantenía entre sus dedos el miembro, que había perdido su rigidez, acariciándolo amorosa, levantándolo para pasar su lengua por los testículos, recogiendo con ella el semen que había resbalado hasta ellos.

- Creo que es hora de que yo también disfrute de ti- Dijo, dirigiéndose a mi pene, tratando de empinarlo de nuevo.

Mary entreabrió los ojos al oír a su hija, sonriendo satisfecha.

Ana consiguió enderezar el miembro, masturbándolo con sus manos.

Levantándose de entre mis piernas, se puso de espaldas a mi, abriendo las piernas para ponerse agachada sobre el pene erguido, que sujeto por su mano, penetró entre los labios de la vulva con suavidad, cuando lo sintió dentro de ella, un estremecimiento recorrió su cuerpo, y dejándose caer sobre mi pubis, empezó a moverse arriba y abajo, con el miembro entrando y saliendo de su vagina, provocando en ella gemidos y gritos de placer.

Mary miraba como su hija disfrutaba de mi miembro, mientras introducía sus dedos dentro de su vagina, frotándose el clítoris, buscando ella misma un nuevo orgasmo, excitada por la visión de la niña que rápidamente, llegaba al clímax de su satisfacción, gritando como una poseída.

Cuando alcanzó el orgasmo, su grito se mezcló con gemidos, dejándose caer extenuada sobre mi pene, esperando que yo también eyaculara dentro de su vagina. Al sentir dentro de ella la corrida, sus gritos se acentuaron, y echándose sobre mi, juntó su boca a la mía, introduciendo su lengua hasta tocarme el paladar, en un profundo beso de agradecimiento por el placer obtenido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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