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Sexo entre amigos

en Bisexuales

sexo compartido

capitulo 1º.

- !Hola, ¿Podemos pasar ?.-

Miré a Juan con sorpresa, no esperaba a aquellas horas que viniera nadie a mi casa, estaba a punto de irme a dormir cuando sonó el timbre. Juan era mi mejor amigo, desde que eramos dos críos, habíamos vivido muchas aventuras juntos, nos conocíamos las gracias y los defectos del uno al otro, aunque últimamente no nos veíamos mucho, trabajamos juntos en una empresa de artes gráficas, hasta que, por una reducción de personal, nos despidieron y tiramos cada uno por su lado, desde entonces nuestros encuentros fueron esporádicos. Por amigos comunes, supe que salía con una chica, mientras yo seguía solo. Muchas amigas, pero soltero y solo.

- Si, si claro- dije mirando a la muchacha que le acompañaba, parecía muy joven, de cuerpo delgado y bien formado, una bonita cara enmarcada por una melena corta y rubia, iluminada con una sonrisa deliciosa.- Pero ya me dirás que haces aquí a estas horas.

- Te presento a Susan, Susan aquí tienes el amigo de quien te he hablado.

- Hola, Marcos, Juan siempre dice que eres su más íntimo amigo,- dijo ella sin dejar de sonreír.- Me gustaría que también lo fueras mio.

Acercó su cara a la mía en busca de un beso de saludo. La besé suavemente en la mejilla, ella me devolvió el beso. Me dio la impresión que, a propósito, sus labios rozaron los míos, su mirada fija en mis ojos, en ellos creí ver una invitación, una insinuación a crear una amistad íntima. Eso es lo que pasó por mi mente.

- No lo dudes, la chica de mi amigo también puede ser mi amiga. Me alegro mucho de conocerte. Y ahora ya me explicarás, ¿ A que viene esta visita ?,- pregunté dirigiéndome a Juan.- Pero pasar y sentaros que hablaremos.

- Bien,- Dijo él, después de sentarnos en el sofá del comedor - Se trata de que Susan y yo, después de hablarlo muchas veces, decidimos buscar a otro hombre para nuestras fantasías eróticas. No pongas esa cara,- dijo al ver mi sorpresa reflejada en ella,- Hemos comentado muchas veces que a los dos nos gustaría compartir sexo con otra persona, hombre o mujer. En la primera persona en que pensé, fuiste tu. Te conozco y se que a tí también te es indiferente el sexo, que puedes disfrutar de él, tanto con las mujeres como con los hombres.

- Espera, espera, -Le interrumpí, - ¿ Como sabes que me gustan también los hombres?, ¿ De donde has sacado eso ?.

- Tienes mala memoria, ¿ No recuerdas nuestros escarceos juntos, hablando de sexo?, Practicando algunas veces, tocándonos el uno al otro, intentando aprender los secretos de la sexualidad, ¿ No recuerdas lo bien que lo pasábamos?, Claro que eramos unos niños, pero eso nos hizo intimar y conocer nuestros gustos en lo referente al sexo.

La chica nos miraba sin dejar de sonreír. Su mirada no se separaba de mi cara, tratando de descubrir mi sentimiento referente a la petición de Juan.

Al sentarse en el sofá, la corta falda que vestía se encogió, dejando sus muslos al descubierto. Ella no hizo el menor movimiento para tapar sus piernas. Además cuando vio que mis ojos se dirigían al borde subido de la falda, separó las rodillas, en clara invitación a que las contemplase a placer.

- Si, recuerdo que entre nosotros habíamos jugado alguna vez a tocarnos, incluso, recuerdo habernos masturbado el uno al otro, pero después de aquello, ya no volví jamas a tener contacto con otros hombres. Ya lo había olvidado. Por lo que me cuentas, tu no olvidas.

- No, no lo olvido. Contigo descubrí que el sexo se puede compartir.

- Y tú, Susan, ¿Estas de acuerdo con él ?- Le pregunté mirándola directamente a los ojos. Esperando su conformidad.

- Ya te ha dicho que lo hemos hablado muchas veces. Nuestra relación sexual es muy satisfactoria, llevamos dos años juntos y estamos aun muy lejos de la monotonía, seguimos disfrutando del sexo como el primer día. Coincidimos en los gustos sexuales, yo también puedo relacionarme con hombres o con mujeres, disfruto igual con los dos sexos. Solo pido que nuestros acompañantes sean limpios, que no huelan mal, por lo menos cuando empecemos a disfrutar del sexo. Una vez que estamos en el juego, tanto me da, todo lo encuentro factible. No le hago ascos a nada. Espero que tu también lo admitas.

- Pero, ¿ Ya habéis practicado encuentros con otras personas ?.

- Si, - Me contestó Juan,- Lo hemos hecho con otra mujer, amiga de Susan. Por eso ahora queríamos que fuera un hombre. Tu.

- Es posible que también podamos llegar un día a tener una fiesta entre los cuatro,- Terció Susan, sonriendo invitadora, poniendo una mano sobre mi pierna, apretando sus dedos en una especia de caricia, - Anda, dí que sí,- Dijo con voz mimosa.

- Bueno, - Contesté indeciso,- pero no sé si sabré cumplir con vuestros deseos, nunca me habían propuesto una cosa así.

- No te pediremos que hagas algo que no te guste hacer,- Dijo Susan, mientras la mano que posaba sobre mi pierna, fue subiendo, cálida, hacia la bragueta del pantalón, dejándola sobre el abultamiento de mi sexo, que con la caricia, empezó a crecer,- Creo que te va a gustar nuestro plan, esto me lo demuestra, respondes bien a mi caricia,- acabó, cogiendo a través de la ropa, el creciente miembro.

- Susan,- Dijo Juan, con una sonrisa de complicidad, - Ya te dije que Marcos estaría conforme con nuestros deseos, no hace falta que lo excites más. De momento.

- Me parece que tu amigo está bien dotado. Tenías razón. Lo pasaremos muy bien los tres.- Dijo, dándome un apretón sobre la verga, que ya destacaba debajo del pantalón.

- Está bien, - Dije, poniendome de pie, delante de la mujer, - si queréis podemos empezar, yo estoy preparado. El abultamiento de la bragueta lo demostraba.

Juan también se levantó, poniéndose a mi lado y empezando a desabrocharse el cinturón, mientras Susan, manipulaba la cremallera de mi bragueta, bajándola para dejar en libertad el creciente pene, que saltó ante su cara como un muelle, cuando me bajó los pantalones y el slip, de golpe, hasta debajo de las rodillas. Me apresuré a quitarme la camisa, Juan había acabado de desnudarse, sin poderlo evitar, mi vista se dirigió a sus genitales, su grueso pene erecto, apuntando descarado al techo, moviéndose a impulsos de la fuerte erección, con el prepucio cubriendo aun el glande, me trajo a la memoria nuestras antiguas relaciones.

Como un juego entre adolescentes, recuerdo como nos manoseábamos el uno al otro, nos gustaba ver como crecían los penes cuando los frotábamos, cuando retirando la piel del prepucio, surgía hinchado y rojo el glande, mirando a ver quien lo tenía mas grande, sopesando la bolsa de los testículos, calculando la mas pesada.

Estirados sobre la cama, completamente desnudos, acabábamos masturbándonos frenéticos, para comprobar quien era el primero en llegar al orgasmo, que recibíamos entre aullidos y gritos de placer, mientras mirábamos como saltaba nuestra eyaculación, para ver quien de los dos conseguía mas altura, recibiendo sobre nuestros vientres el espeso semen. Incluso recuerdo una vez que probamos a meternos el pene en el ano, pero desistimos porque nos dolió un poco, lo único que conseguimos fue acercar el miembro en el momento de la corrida, y eyacular entre los gluteos, sobre el orificio anal. Con eso ya experimentábamos un placer desconocido.

Levanté los pies para despojarme de la ropa que los trababa, Juan se puso desnudo ya, juntando su cadera a la mía, frente a la chica, que se encontró con los dos penes, erectos junto a su cara. Los cogió con sus manos, fregándolos para retirar la piel del prepucio que cubría el glande.

- Tenéis un buen aparato los dos,- comentó, mirándolos, mientras los frotaba, el glande emergió rojo e hinchado.- Seguro que lo vamos a pasar muy bien.

Juan pasó su brazo por detrás de mi cintura, adelantando el cuerpo hacia la mujer, ella abrió los labios para coger entre ellos el turgente glande que se le ofrecía, su boca engulló hasta la mitad la dura verga, mientras entre sus dedos apretaba mi miembro, frotando su superficie, mirando golosa, como el prepucio subía y bajaba, descubriendo el rojo y húmedo bálano, que alternaba la entrada en su boca con el pene de Juan.

Sentada en el sofá, adelantando su torso hacia nuestros cuerpos desnudos, estuvo un rato masturbando y chupando ambos miembros. Miré a Juan, con un gesto de placer en su cara, los ojos cerrados, gemía, respirando entrecortadamente.

- Bueno chicos, - Dijo Susan, cesando en su felación,- Ahora os toca a vosotros hacer algo para excitarme, - Y se levantó para ponerse entre nosotros.

Se puso de cara a mi, sin perder su sonrisa, levantó los brazos invitándome a que la despojara de la camiseta que cubría su torso, me agaché un poco para cogerla por el borde y levantar la ropa por encima de su cabeza, no llevaba sujetador, por lo que sus pechos saltaron alegres al sentirse libres. Juan, mientras tanto, se colocó detrás de ella, manipuló con la falda desabrochándola y bajándola hasta sus pies, quedando arrodillado con la cara pegada a las nalgas, sus manos la sujetaron por la cintura, y después de besar ambos glúteos, introdujo la lengua entre ellos, buscando el orificio anal. Susan separó sus piernas para permitir la caricia.

Yo, por mi parte pasé mis labios por el pezón de su pecho, reteniéndolo entre ellos, mordisqueando suavemente, y rozándolos con la lengua, mientras ella levantaba la cabeza, sujetando la mía con sus manos, dando un respingo cuando sintió la caricia de Juan en su íntima obertura.

Poniendo mis manos en su cintura, bajé mi cuerpo sin dejar de besar cada centímetro de piel, rozando con la punta de la lengua debajo de sus pechos, el plano vientre, deteniéndome en la depresión de su ombligo, hasta quedar arrodillado también a sus pies, con su triángulo púbico frente a mi caricia bucal, besé el suave pelo del pubis, sobre la entrada de su sexo, bajé la cabeza buscando la humedad de su entrepierna, con la lengua separé los labios de la cerrada vulva, sintiendo como la mujer se estremecía por la doble caricia que gozaba, dentro de su vagina y en el ano, por parte de Juan, que pasaba una y otra vez la lengua entre los glúteos.

Mientras con sus manos se acariciaba sus propios pechos, de su garganta se escapaban gémidos que ella trataba de acallar, pero no pudo evitar el grito que profirió cuando mi lengua entró en contacto con el clítoris, que froté lamiendo con fuerza, sintiendo el sabor salado del flujo que desprendía su vagina.

De pronto, me cogió por los hombros, me izo levantar de mi posición con la intención de que me sentara en el sofá, quedé sentado con las piernas abiertas, con la verga empinada, que ella se apresuró, agachándose sobre ella, a introducirla en su boca golosamente. Juan se levantó también, poniéndose tras la mujer, que con el culo levantado, le invitaba a penetrarla. Desde mi posición podía ver como Juan, con el pene erecto, tanteaba con la punta la entrada del ano, separando con las manos los glúteos, para facilitar su penetración.

Con mis manos apoyadas sobre la cabeza de la mujer, acompañándola en su movimiento, metiendo y sacando de su boca mi excitado miembro, vi como ella movía sus caderas, en un ligero vaivén, para acoplar su movimiento a los esfuerzos de él para penetrarla analmente. El se retiró, y agachándose tras ella, separó los glúteos y lamió los bordes del orificio anal, lubricándolo con su saliva, después, volvió a posar la punta del fuerte miembro sobre el estrecho conducto, con un ligero empujón, el glande se introdujo a través del esfínter.

Susan profirió un gemido de dolor cuando se sintió penetrada en su intestino, pero el dolor cedió al placer, cuando la verga su hundió completamente en su interior, pegando el pubis a sus nalgas.

Juan la cogió por las caderas para dar a su cuerpo el movimiento conveniente para que el largo miembro entrara y saliera suavemente del ano de la chica, que con los embates de él, balanceaba su cuerpo, sin dejar de chupar mi pene, al tiempo que con un mano lo masturbaba, pasó la otra por debajo de su vientre, para frotarse el clítoris, en un deseo de llegar al orgasmo propio.

Mi excitación iba subiendo rápidamente, con los ojos semi cerrados miré a Juan, por encima del cuerpo de Susan, respiraba con la boca abierta, echada la cabeza hacia atrás, a punto de correrse, gemía y gritaba, empujando su cuerpo sobre las nalgas de la mujer, con el miembro entrando y saliendo rápidamente del ano femenino. Ella aceleró su masturbación sobre mi verga, presintiendo que ya estaba a punto de eyacular. Apoyándome en los pies, elevé el cuerpo hacia ella, que con el pene en la boca, succionó fuertemente cuando, con un aullido salvaje, me dejé ir.

Un chorro abundante de esperma saltó disparado hasta el fondo de su garganta, ella recogió en su boca las continuas emisiones eyaculadas, chupando y tragando el blanquecino flujo seminal.

Juan se quedó quieto, con la verga aun introducida en el intestino de la mujer, con el cuerpo temblando, con espasmos producidos por el orgasmo, y acompañando con gritos de placer las emisiones de leche, que parecían no tener fin.

Cuando de su boca sacó la verga aun erecta y goteante, Susan la apretó entre sus dedos, en la punta del glande apareció una última gota de espeso semen, la miró y pasando la lengua, la recogió golosa con un gemido de placer.

Juan, por fin sacó el miembro del interior del ano, arrastrando un reguero de esperma que el intestino expulsó al cerrar su esfínter, se volvió a poner arrodillado tras ella, y pude ver como, con placer, recogía con su lengua su propia eyaculación, lamiendo una y otra vez entre los glúteos, sobre el irritado ano de la mujer.

A continuación, adivinando el deseo de Susan, sin dejar de lamer y besar sus nalgas, metió su mano entre las piernas, cubriendo con ella la vulva húmeda y trémula, introdujo el dedo palpando el sensible clítoris, que suavemente empezó a frotar, ella seguía arrodillada a mis pies, con la cabeza sobre mi fláccido y mojado pene, asido aun entre sus dedos, temblando el cuerpo por la convulsión propia del orgasmo cercano, gimiendo y murmurando palabras incoherentes.

Pasé mis manos por debajo de su cuerpo, para masajear sus pechos, presionando entre los dedos, los endurecidos pezones. Ella besaba y lamía convulsiva mi sexo, la verga, el glande, cogiendo entre sus labios la bolsa de los testículos, mientras llegaba rápidamente al clímax.

Juan aceleró su frotación del clítoris, Susan se incorporó lanzando un grito, seguido de fuertes gemidos, cuando alcanzó el clímax, con el cuerpo temblando, presa de los espasmos propios del orgasmo. Juan, con el miembro recobrando su erección, hizo que se volviera a inclinar sobre mis piernas, se colocó tras ella, dirigido con su mano, encaró la punta de la verga entre los labios de la vulva, y con un ligero empujón la penetró profundamente en la vagina. Susan, sin reponerse del orgasmo gozado, seguía gimiendo y gritando de placer, moviendo el cuerpo al compas de Juan, besaba y lamía mi sexo, chupando el flojo pene, que con la caricia, también cobraba volumen, el hombre aceleró sus movimientos, próximo el orgasmo, gimiendo en sus embates, aullando cuando la eyaculación le produjo el placer extremo. Pegando el pubis a las nalgas de ella, con el miembro completamente dentro del útero, escupiendo esperma, se quedó quieto, casi llorando de placer. Susan también alcanzó de nuevo el orgasmo, esperó a que Juan se separara de ella y después se derrumbó sobre mis piernas, desmadejada, respirando entrecortadamente, boqueando ansiosa, Mientras Juan, cubría con la palma de su mano, por completo, el sexo de ella, recogiendo el flujo expelido con la corrida.

Eché la cabeza atrás, sobre el respaldo del sofá, y cerré los ojos. Susan, quedo quieta sobre mis piernas, con su mano asiendo mi reducido pene, con la cara pegada a él, recuperando poco a poco la respiración. Juan cayó hacia un lado, quedando estirado sobre la alfombra, con el placer reflejado en su rostro, con sus manos reteniendo entre ellas su propio sexo.

- Ha sido perfecto- comentó Susan, cuando recuperada, se levantó, dirigiéndose al baño.- Sabía que saldría bien la experiencia, sois muy buenos los dos- dijo con una sonrisa satisfecha, cerrando la puerta tras ella.

Juan desde el suelo, me miró.

- ¿ Que te ha parecido la experiencia ?.

- Ha sido tremenda, pero, ¿ No os provoca celos, compartir sexo con otros ?.

- No, claro que no, Tanto ella como yo nos queremos, pero gozar del sexo es algo fuera del amor que nos tenemos, la fantasía de compartir nuestros cuerpos para gozar hasta el máximo de los sentidos, necesitamos hacerla realidad. Lo mejor que me ha ocurrido es conocerla, porque ella piensa igual que yo en ese sentido.

- ¿ Y no os da un poco de reparo la persona ajena a vosotros ?.

- De momento solo hemos disfrutado contigo y con la amiga que tiene ella. Los dos sois de plena confianza.

- ¿ Sois los dos heterosexuales ?.

- Si, nos gusta gozar de ambos sexos.

- ¿ Y tu, ya has probado con otro hombre, o soy el primero?.

- No, antes fue el ex novio de Susan. Al principio accedió a formar el trío, pero no pudo soportar los celos, estaba enamorado de ella, y ella no lo estaba de él, por lo que decidieron separarse. Conmigo se siente mas a gusto, porque el amor lo ponemos en segundo lugar. Lo primero es gozar del sexo al máximo.

- Y tu, ¿ Dabas o recibías ?. Ya sabes lo que quiero decir.

- He dado y he recibido, no me ha importado. Incluso he tragado semen, después de masturbar con la boca su miembro.

- Yo no sé si podría hacerlo.

- En frío es difícil, pero cuando estas fuertemente excitado, a punto de llegar al orgasmo, ya no importa, haces lo que sea por complacer a la pareja.

- Espero que si llega el momento, pueda complacerte.

Juan seguía estirado en el suelo, desnudo sobre la alfombra, con sus manos sobre los genitales, mientras conversábamos, me fijé en que se masturbaba lentamente, entre sus dedos el miembro adquiría volumen. Ahora ya completamente empinado, sobresalía de su mano, con el glande rojo, descapullado.

- Crees que puedes complacerme ahora - Dijo, al ver que miraba hacia su sexo.

Sin decir nada, me levanté del sofá, la mirada de Juan se dirigió a mi verga, yo también me había excitado, tenía el miembro completamente erecto.

Me arrodillé entre sus piernas abiertas, agachándome sobre su pene, le hice separar las manos de él, para asirlo yo. Acerqué mi boca a la punta, suavemente besé el latente glande, el olor a sexo me llenó el olfato, abrí los labios para abarcar entre ellos el grueso balano, poco a poco me fui introduciendo en la boca el hinchado miembro, mientras con la mano, frotaba a lo largo de él.

La excitación de Juan iba en aumento, puso sus manos sobre mi cabeza, mientras elevaba sus caderas, para penetrar en mi boca todo su miembro.

Lo sentí llegar hasta el fondo de la garganta, me dio una arcada y me retiré, con la protesta de mi amigo, después, sujetándolo con la mano, volví a introducírmelo, y seguí chupándolo y frotándolo con la mano, entre jadeos y gemidos contenidos de Juan, que de pronto, cogiéndome la cabeza, retiró la verga de mi boca.

- Espera, para un momento.- me dijo excitado.- Ponte encima.

Me levanté y rodeándolo, con el pene empinado, me puse de rodillas encima de él, que me esperaba con la boca abierta para recibir en ella el miembro. Volví a agacharme sobre su sexo, excitado, empecé a chupar y succionar con ansia, al tiempo que en mi propio sexo sentía las contracciones propias de la felación.

Mi cuerpo subía y bajaba, con el pene en su boca, sentía llegar el orgasmo, pendiente de mi propio placer, cuando Juan se corrió, eyaculando en mi boca, no pensé ni por un momento en retirarme, el sabor del esperma llenando abundante mi paladar, sentir como recibía una tras otra las emisiones de semen en el fondo de la garganta, casi sentí placer en tragármelo, el placer que me dio, cuando, como una explosión, mi orgasmo me hizo gritar, con el miembro aprisionado entre los labios de Juan, que succionando al sentir la corrida, recogía también en su boca mi esperma.

Compartiendo nuestros flujos, sentí el placer de dar y recibir con satisfacción, gozando de nuestra sexualidad compartida.

Tumbados desnudos, sobre la alfombra, con la cabeza descansando sobre su pubis, manteniendo en mi boca un pene exiguo, con el mio aun dentro de la boca de Juan, respirando jadeantes después del orgasmo, saboreando aun el semen eyaculado, nos encontró Susan.

- Veo que no habéis perdido el tiempo- Dijo divertida -, He disfrutado mucho viendo como os uníais íntimamente.

- ¿ Estabas mirando ?.-Preguntó Juan, levantando la cabeza.

- Si, desde que Marcos ha empezado a chuparte el " rabo ". Nunca había visto a dos hombres haciéndose una felación mutua. Los dos tenéis un buen cuerpo.

- ¿ Te ha gustado el espectáculo ?.

- Me ha excitado tanto, que mientras vosotros gozabais, he sentido la necesidad de masturbarme mirando. He tenido un orgasmo perfecto.

Se agachó junto a nosotros, yo elevé mi cuerpo, con las rodillas aun a los lados de la cabeza de Juan, con el sexo fláccido sobre su cara, Susan lo acarició poniendo la palma de su mano por debajo del escroto, mientras su otra mano encerraba entre sus dedos el mojado miembro de Juan, también en reposo, después de la descarga seminal.

- Creo que por hoy ya habéis cumplido,- Dijo dirigiéndose a nuestros sexos,-Es muy tarde.

Me levanté para permitir a Juan que se levantara también. Nos quedamos de pie los tres, desnudos, nos unimos en un abrazo. Besé a Susan en la boca, ella me devolvió el beso, metiendo la lengua entre mis dientes, después, besó a Juan de la misma forma. Miré a mi amigo, después de un segundo de indecisión, acerqué mi boca a la suya, nos besamos en los labios, su aliento olía a sexo, a semen. Susan nos miró como nos besábamos con una sonrisa complaciente.

-Bien, nos vamos a entender estupendamente. Os quiero a los dos.- Dijo.

Después de esto, decidieron vestirse, se despidieron quedando para otro día, al marchar, nos volvimos a besar los tres.

Aquella noche me costó dormir, después de ducharme, contemplé mi cuerpo desnudo en el espejo, pensé en Juan, por primera vez había tenido sexo con un hombre, a la boca me vino el sabor de su esperma, no lo entiendo, no me dado repugnancia, creo que después de eso, no me costará nada dejar que me penetre por el ano. Me había parecido que la chica disfrutaría con la visión de nuestros cuerpos unidos, en sus ojos brillaba la lujuria cuando nos encontró practicando nuestra felación mutua. Al pensar en que yo también podía sodomizar a mi amigo, disfrutar de su ano, de eyacular en su intestino, me excita tanto que mi pene levanta su cabeza, cierro los ojos y me masturbo, pronto llego al orgasmo. Contemplo como unas gotas de semen expelidas con poca fuerza, caen en la taza del inodoro, que tengo delante.

 SEGUIRA......