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Los inicios con mi ahijada

en No Consentido

Aviso antes de comenzar. Este relato ya lo había publicado el 2 de agosto, pero por alguna razón fue dado de baja. Trate de averiguar cuál fue la razón por la cual se dio de baja, pero no he obtenido respuesta, por eso lo edité según lo por lo que creo que fue retirado. Si alguien sabe cómo puedo hacerle para saber porque me dieron de baja ese relato y me lo quiere hacer saber, se los agradecería.

En esta edición le aumenté otra parte que no tenía el original, quería hacerla una segunda parte del relato, pero preferí anexarlo a esta edición.

Está un poco largo pero ojala les guste.

Me llamo Andrés y lo que estoy por relatar me ocurrió hace aproximadamente 14 años, en el año 2002. Yo en aquel entonces contaba con la edad de 37 años. Yo trabajo en la procuraduría judicial del estado de México, y radico desde hace varios años en la ciudad de Toluca. En aquel entonces era un policía investigador.

En una madrugada recibí una llamada por parte de la que fue mi esposa. Me decía que uno de sus hermanos había muerto. Toda la familia de mi esposa siempre me trató muy bien, y aunque ya se veía venir que el muriera, tenía que estar con la familia en esos momentos.

Mi esposa y los 3 hijos que tengo con ella viven en Aguascalientes, pero el funeral seria en el pueblo natal de mi esposa, que es en un pueblo del estado de Michoacán, ubicado en lo que se conoce como tierra caliente.

Si salía a esas horas de la madrugada y me apuraba para ir por mi esposa, podría estar en el pueblo como a las 4 de la tarde, no conté con que mis hijos a los que no veía muy seguido, me retuvieran en la ciudad. Desafortunadamente, yo me tuve que ir a vivir a otro estado por cuestiones laborales, solo que con el tiempo y la soledad que tenía, me hice de otra mujer y después quedo embarazada, por lo que tenía que ocultarles estas cosas a mis hijos y esposa.

Mis hijos no asistirían al velorio y querían pasar un tiempo conmigo, por lo que mi esposa y yo fuimos llegando al pueblo como a las 8 de la noche.

En el velorio estaba toda la familia de mi esposa. Estaban sus demás hermanos, primos, tíos, y demás conocidos de la familia. Los únicos que no estaban presentes eran los hijos y esposa del difunto. Primero su esposa lo había abandonado por otra persona y después sus hijos también lo hicieron porque se convirtió en alcohólico.

En fin, si no hubiera sido por mi cuñada, Luz y mi suegra, que lo cuidaron hasta su deceso, se la hubiera pasado muy, pero muy mal. Ellas dos eran las que más sufrían la muerte de mi cuñado, por lo que al llegar me fui directo a darles el pésame.

Mi cuñada Luz, era la menor de los hermanos de mi esposa, era una mujer de 33 años que pese a su gran belleza física y su gran personalidad, seguía soltera. Se había dedicado a cuidar de su madre y últimamente a su hermano. Luz se veía bastante afectada, por lo que mi esposa, que se llevaba muy bien con ella, se quedó a hacerle compañía.

Yo seguí saludando a la familia, que es bastante grande. Solo los hermanos vivíos que tenía mi esposa eran 3 hombres y 4 mujeres, quedando 8 hijos de mi suegra, pero habían sido 12. También los tíos de mi esposa habían tenido bastantes hijos, lo que hacia un mundo de gente entre tíos, primos sobrinos y demás parientes del difunto, sin contar a los amigos de la familia.

Con todos me llevaba bastante bien, viví un tiempo en aquel pueblo, antes de hacerme judicial en el estado de México y había hecho bastantes amigos. También le bautice una hija a mi cuñada Laura.

Laura era hermana menor de mi esposa, pero se casó muy chica y tuvo hojas bastante joven, por lo que muchos consideraban que era muy mala madre. Ella había tenido tres hijas y yo bautice a Mariana que era la menor de las tres.

Cuando entre la multitud que había en el velorio me encontré a Laura, nos pusimos a platicar de la familia. Ella era un mujer bastante hermosa, pero el carácter que tenía era bastante fuerte, lo que ocasionó que se separar de su esposo a los pocos años de que se habían casado, dejándola con las tres hijas solas.

Yo me sentía mal por no prestarle demasiada atención a mi ahijada, ya que tenía un par de años que no la veía. Les hablaba de vez en cuando y las apoyaba en lo que podía, pero el trabajo me absorbía tanto que ni a mis hijos les prestaba la atención que se debía.

Mi comadre Laura me puso al tanto de las noticias familiares, en específico de mi ahijada Mariana, que según mi comadre, estaba en una etapa de rebeldía muy fuerte. Laura me comento que Mariana ya no le hacía caso en lo más mínimo, se la pasaba en la calle la mayoría del día y no le hacía caso a ella para nada. Hasta en los fines de semana la había descubierto escapándose y llegando a altas horas de la noche.

Trate de estar al pendiente de lo que Laura me estaba platicando, pero el cansancio del viaje me estaba venciendo, la verdad estaba bastante cansado por levantarme en la madrugada y estar conduciendo la mayor parte del día.

Laura debió de notar el cansancio que tenía, por lo que me ofreció que me fuera a dormir un rato a su casa. Por lo general cuando iba al pueblo, me quedaba en la casa de mi suegra, la que nos recibía a mí y a mi familia, pero como el velorio era ahí, Laura me dijo que no podría dormir a gusto con tanto relajo, también me dijo que aprovechara para hablarle a mi ahijada, para a ver si a mí me hacía algo de caso, aunque yo lo dudaba.

Yo no quería dormir demasiado tiempo,  quería acompañar a la familia de mi esposa en el velorio, solo tenía que recuperar algo de fuerzas, por lo que acepte el irme a quedar a la casa de mi comadre, solo que lo haría en un rato, ya que no quería ser tan descortés para dejar el velorio apenas llegue.

Laura me dijo que iría a buscar a mi ahijada para que me saludara, yo iría con mi esposa ya que ella también era madrina de Mariana y sería bueno que la saludara también a ella. Nos estuvimos poniendo al día entre mi cuñada Luz, mi suegra Isabel, mi esposa María y yo.

El sueño me estaba venciendo, la verdad no recuerdo nada de lo que estábamos platicando, entre recuerdos del difunto, la vida en el pueblo, la vida en Aguascalientes, mi vida laboral se pasó el rato. Fue intrascendente la plática.

Solo cuando mi comadre Laura y mi ahijada Mariana se acercaron volví a recobrar el sentido. A mi ahijada la había dejado de ver un par de años atrás y no se parecía en nada la señorita que se apresuraba en saludarme a mí y a mi esposa.

Mariana se había desarrollado completamente, ya era una mujer en toda la extensión de la palabra. Si me pusiera a describirla, para nada le haría justicia a la belleza que tenía en aquellos días. No es que ahora sea diferente, pero la belleza de su juventud era arrolladora.

Lo primero que pude notar de su anatomía, fue que como su madre, Mariana poseía unas caderas de infarto, adornadas por su pequeña cintura, la cual provocaba varias miradas lascivas por parte de los presentes en el velorio. Yo tampoco pude dejar de ver la belleza de mi sobrina, pero me compuse lo más pronto que pude, no quería que mi esposa me armara un lio, ya que era, o es, bastante celosa.

Lo segundo de lo que me pude dar cuenta de Mariana cuando me abrazo, fue que tenía aliento alcohólico. Entre la familia de mi esposa el alcoholismo era un problema frecuente y esto no excluía a las mujeres. Mariana me abrazo muy cálidamente, cosa que hizo que me despertara completamente.

La retuve entre mis brazos el mayor tiempo que me permitieron los buenos modales. Después Mariana abrazo a su madrina. Por la cara que tenía Laura, deduje que ya había tenido alguna discusión con su hija. Y no era para menos, Mariana se veía algo tomada. No sé en otros países, pero acá en los funerales, aparte del café, se suele repartir bebidas alcohólicas a los asistentes.

Mariana estuvo un rato con nosotros, platicando las típicas cosas banales que se suelen platicar con las personas que no ves desde hace un tiempo. Mariana trataba de estar al pendiente de lo que le platicábamos, pero como la joven que era, a ella le apetecía mas estar con sus primos platicando cualquier tontería.

Yo en cambio no perdía detalle de la bella anatomía que poseía mi linda sobrina. Los modos con los que contestaba las preguntas se me hacían bastante agraciados. La forma en la que se movía derrocaba sensualidad. Yo estaba embelesado viendo a mi ahijada. Me sentía mal por tener a semejante belleza a mi alcance y no poder poseerla.

Mariana de repente daba muestras de lo tomada que estaba y su madre lo noto, lo que pareció molestarle, ya que la aparto a un lado y comenzaron a pelearse. Como a mi comadre Laura siempre le ha importado dar una buena impresión a los demás, aunque dentro de su casa todo sea un relajo, mando a Mariana a la casa, para que nadie más la viera en las condiciones en las que estaba, a lo que Mariana bastante enojada le hizo caso.

No pude apartar la vista de mi ahijada cuando se iba, no se despidió de nadie de los que estábamos ahí, claro que nadie se dio cuenta, ya que parecía que yo era el único que estaba al pendiente de los movimientos de Mariana.

Me urgía llegar a la casa de mi comadre, ahora más que nunca aceptaría su invitación de quedarme a dormir por unas horas en su casa. Quería aunque fuera solo verla. La impresión que me causo fue tal que no me importaba que yo fuera su padrino, la persona que tenía que ver por su bienestar, dado que su padre la había abandonado.

Aguante heroicamente la plática de las mujeres que estaban presentes, no podía importarme menos de lo que me importaba en esos momentos. El ver a mi sobrina me había quitado el sueño. No quería verme muy sospechoso al querer irme después de Mariana, por lo que aguante un tiempo que se me hizo eterno.

Cuando creí prudente le dije a mi mujer que me estaba cayendo de las ganas de dormir que tenía. Le dije que Laura me había ofrecido su casa para que durmiera unas horas, solo para recuperar fuerzas y acompañarlos en lo que restaba del velorio. A mi mujer ni a nadie de los presentes les pareció mal la idea, y para completar mi buena suerte mi esposa me dijo que ella no estaba tan cansada para irse a dormir en esos momentos, lo que me ilumino mi día. Si tenía suerte, podía sacar alguna ventaja de aquella situación.

Ya con el permiso de mi mujer y con la aprobación de mi suegra y mi cuñada, que estas dos últimas eran las más importantes en jerarquía de la familia, Laura me llevo a su casa, la cual no quedaba muy lejos de las casa de mi suegra, por lo que deje el carro en la casa de mi suegra y nos fuimos caminando a la casa de Laura.

Mi comadre aparte de Mariana, tenía otras dos hijas mayores que Mariana. Ellas eran Ana y Lucia, tenía 21 y 19 años respectivamente. Las dos tenían una relación pésima con mi ahijada. Pero me preocupaba que estuvieran en la casa, ya que no las había visto en el velorio.

-¿Oye comadre?, ¿y Ana y Lucia? –le hice la pregunta como si fuera para hacerle platica.

-Deben de estar con sus primos, por ahí perdiendo el tiempo. Me imagino que van a acompañar en el velorio a la familia.

Seguí la plática sin sentido con Laura, para hacer ameno el camino. Debo de decir que mis otras dos sobrinas también eran bastante guapas, mi comadre siempre se preocupó por que no se le fueran a casar a muy temprana edad, ya que por aquellos lugares tienen la costumbre de casarse muy jóvenes y tener bastantes hijos, truncando su vida muy drásticamente, y como sus hijas salieron bastante guapas, le preocupaba que se quedaran en ese pueblo como le había pasado a ella.

Mi comadre le tenía bastante fe a Ana en que sería ella la que la sacara de pobre. Ana siempre tuvo el apoyo de su madre, pero Lucia y Mariana eran ignoradas cruelmente por su madre. Todo lo que Laura quería era que Ana triunfara en la vida para que la sacara del pueblo, por eso se esforzó por que Ana tuviera una carrera profesional, pero cuando Lucia le dijo que ella también le dijo que quería estudiar, Laura le puso demasiadas condiciones para darle su apoyo a medias.

Ya sabiendo que mis sobrinas no estarían en la casa, solo me quedaba confiar en que mi comadre también quisiera acompañar a su familia en el velorio. Con lo que si tenía suerte podría estar un rato más con mi ahijada y deleitarme con su presencia.

Antes de llegar a la casa, mi comadre me pidió una cosa.

-Quería pedirte un favor –yo asentí con la cabeza- quería pedirte que cuando puedas platiques con tu ahijada. Últimamente no me hace caso en nada y por lo que dicen en la escuela, podría perder el año escolar por las bajas calificaciones.

También me dijo que la había mandado a dormir y que podía ser al día siguiente, con lo que me dio un poco de desilusión, ya que yo quería verla aunque fuera un rato. Me había causado bastante impresión el aspecto de mi ahijada y quería aprovechar cualquier excusa para mirarla.

Al llegar la casa, mi ahijada estaba en la sala de su casa viendo la televisión, un programa de esos que les gustan a los jóvenes. Me quede en el umbral de la puerta viéndola fijamente por un rato, ya que estaba acostada bocabajo en el sillón, pero lo que me paralizo, fue la vestimenta que llevaba puesta.

En el bajío mexicano las temperaturas son bastante altas, pero en esa región de Michoacán, estas temperaturas rebasan los 50 grados centígrados, y no estoy exagerando, el calor que hace en aquella región es extremoso, por lo que mi ahijada solo llevaba un pequeño short de tela tipo lycra, que le cubría apenas lo necesario. También llevaba puesto una blusita de tirantes que completaba su pijama. Para mi comadre y cualquiera del pueblo, esa vestimenta era bastante normal ahí, pero para mí, que venía de una de las ciudades más frías del país, que es Toluca, me escandalizaba un poco, pero para nada me disgusto.

La tensión que se formó en el ambiente era tangible. Por un lado la indiferencia que Mariana le mostraba a su madre era muy notoria. Las ganas de Laura a Mariana también eran muchas, pero la lujuria que yo sentía por Mariana completaban lo denso del ambiente.

-Apaga la televisión niña, que tenemos que hablar –le dijo Laura a Mariana, la cual no disimulo el enojo que le provocaba la orden de su madre.

Mariana se enderezo en el asiento en el que estaba, negándome la vista de tan hermoso trasero. Por lo visto a Laura le parecía perfecto que la plática que me había pedido que tuviera con mi ahijada, la tuviéramos en ese momento.

Por mi estaba perfecto, cuando Mariana se levantó, dejo expuestos sus encantos delanteros, lo que me provoco un fuerte estado de excitación, no llevaba sujetador y podía ver sus pezones. También apostaría mi patético sueldo a que no llevaba braguitas, pero no podía estar muy seguro. Para mí lo que estaba viviendo era irreal, tener a Mariana tan a la mano y vestida de esa forma, me parecía un sueño. Me puse rápidamente en estado de alerta. El cansancio desapareció por completo.

-¿Podrías decirle a tu padrino que es lo que te pasa últimamente? Has estado muy rebelde y apenas me haces caso.

-¡¿Qué es lo que me pasa a mí?! Si la que tiene el humor bastante pesado, eres tú. Porque no le dices a mi padrino que últimamente te has estado portando como una bruja conmigo. No me dejas salir con mis amigos, ni siquiera con mis primos. No me dejas hacer nada. A mí no me deja vivir mi vida –le contesto Mariana a su madre.

Era la típica escena de una familia disfuncional. La madre posesiva y la hija mal educada. La verdad no creía que lo que yo les fuera a decir cambiara mucho las cosas, aparte los movimientos tan efusivos que hacia marianita, hacían que todo en su cuerpo se moviera de una forma sublime. Por mi podrían agarrarse a golpes, si eso ayudaba a que Mariana terminara sin ropa, pero tenía que decir algo, ya que era mi deber como padrino de la niña, y tampoco podía quedar mal con Laura.

-Debes de entender que tu madre no lo hace por molestar, hija. Creo que si quisieras, podrías ponerte en su lugar y entenderla un poco, ya que ella hace todo porque tú y tus hermanas salgan a delante –no lo dije enserio, ya que yo y la mayoría de la familia sabíamos que Laura por la única que se desvivía era por Ana, pero no podía decir eso, ¿verdad?

-Pero es que padrino, no la has visto. Pareciera como si solo le gustara molestarme. En alguna ocasión me “sugirió” que estaría mejor solo con Ana. No sé para qué me dice esas cosas –me dijo Mariana.

En eso momento Laura se puso de pie, yo también me puse de pie, ya que las golpizas que Laura les daba a sus hijas, eran conocidas no solo por la familia, sino por parte de los vecinos también.

-Deja de estar difamándome frente a tu padrino, yo solo dije que la única que hasta el momento me ha respondido con los estudios es tu hermana, no que solo la quisiera tener a ella.

-Bueno, yo creo que es mejor que nos tranquilicemos. Lo único que puedo agregar ahorita, es que no lo tomes tan a pecho, Mariana, tu madre las quiere a todas, pero las preocupaciones del dinero son muy preocupantes. Trata de entenderla –esto lo dije yo.

Mariana se quedó viendo hacia otro lado, se veía que a esta familia le hacía falta algo de terapia familiar. Después de unos segundos bastante incomodos en lo que Laura veía a Mariana de una forma bastante agresiva, yo le pedí a Laura que me dijera en que habitación me podía quedar. Esto lo hice para cambiar el tema, ya que las cosas estaban bastante calientes.

Laura accedió en mostrarme su habitación, que era en la que me iba a quedar. También me dio una toalla y me dijo que podía usar el baño. Se despido de mí y se salió de la habitación. Pude escuchar que entraba a la habitación de Mariana y le decía algo, pero no alcance a oír que fue. Después de eso se despidió y se fue al velorio. Por lo visto no le importaba que me quedara solo con su hija y a mí tampoco me molestaba en lo más mínimo.

Tenía bastante suerte, ya que me quedaba con Mariana y la casa sola. No pude sentirme excitado. No me iba a bañar hasta que despertara, pero como no estaba acostumbrado al calor, me fui a la cocina a tomar algo para refrescarme.

Cuando estaba en la cocina, oí como se habría la habitación de Mariana, y pronto la vi entrar en la cocina. No podía evitar el sentir esa extraña sensación de tensión por tenerla tan cerca de mí. Era demasiado emocionante para mi pulso. Verla tan sensual me estaba poniendo mal. Era la representación de la lujuria personificada. Hasta el momento incomodo que habíamos tenido un momento atrás se me había olvidado.

Al pasar junto a mí para servirse también algo de beber, sentí su fragancia impregnar mi nariz. No perdí detalle de lo que hacía. Como se estiro por el vaso, como se le veía el short al darme la espalda, como era su andar felino. Esta niña tenía algo que me volvía loco.

Pronto nos pusimos a hablar, rápidamente me platico cosas de su vida en el pueblo, estaba evitando hablar de su madre, pero sabía que quería llegar a ese punto. Me causo cierta ternura la forma en la que se estaba expresando, lo cual no lo voy a negar, aumento mi excitación. Era como una niña pequeña, me dio la impresión de que realmente le faltaba el afecto de un padre en su vida.

-Gracias por evitar que mi madre me golpeara hace un momento –termino diciéndome.

-No te preocupes, Marianita, pero si te recomendaría que trataras de entenderla, esto te facilitaría las cosas a ti –le dije como queriendo extender la plática, pero ella solo asintió y me dijo algunas otras cosas.

El estarla viendo cómo se movía al platicar y dejar expuesto su cuerpo me tenían todo caliente. Me imagino que ya estaba acostumbrada a las miradas lujuriosas que recibía, porque cuando me descubrió viéndole alguna vez su preciosa anatomía, se hizo como la que no veía. No podía estar más excitado.

Al último se me dio las buenas noches, dándome un abrazo y un beso en la mejilla, el que me pareció el más excitante desde hacía mucho tiempo. Trate de retenerle el abrazo lo más que pude, tenía que forzar el momento lo más que pudiera. Al encaminarse a su habitación, antes de dar la vuelta, se giró y me vio de una manera que no pude entender, pero me parecía una invitación, o un agradecimiento. No estaba seguro, la excitación que llevaba ya no me dejaba pensar.

Me quede un momento pensando en cómo podía aprovecharme de la situación, ya que era muy rápido intentar algo con ella sin haberla visto en muchos años. No encontré respuesta y me tuve que ir a dormir.

Ya en la cama, solo estuve dando vueltas un buen rato. No me podía sacar el cuerpo de mi sobrina de la cabeza. Era una  tremenda tentación tenerla tan cerca. Pensaba en los impedimentos que había para no estar con ella. No sé por qué pensaba en esto, pero lo hacía.

Ella era mi sobrina y aunque el matrimonio con mi mujer ya había terminado desde hacía mucho tiempo, era muy incorrecto que se me implicara con Mariana. En mi mente me imaginaba como seria llegar a mi casa y que ella me estuviera esperando. Yo tenía una gran facilidad para hacerme de problemas con el sexo femenino.

Después de un tiempo que me pareció eterno en el que no pude dormir por el tremendo calor que me recorría el cuerpo, me decidí en ir al baño y aliviarme manualmente. Era mi mejor opción, al fin y al cabo no perdida nada.

Salí muy discretamente de la habitación en la que estaba y me dirigí al baño. Al pasar por la habitación de Mariana, no pude el evitarme pensar en cómo se vería Marianita durmiendo. Me quede frente a la puerta de su habitación y lleve mi mano a la manija de la puerta. La gire bastante despacio para ver si no tenía seguro y el corazón me empezó a latir bastante fuerte al comprobar que la puerta cedía.

Un impulso en mí, me obligo a mirar a dentro, no sabía que era lo que iba a ver, pero el morbo que me provocaba esa situación podía mas que mi voluntad. No me había encontrado antes en una situación en la que mi fuerza de voluntad fuera tan débil.

Ya adentro mi ahijada dormía plácidamente. Pude verla bocarriba, descobijada y en una posición en la que tenía las piernas un poco abiertas. El olor de la habitación era empalagoso, olía entre a sudor y perfume. Me excito el aroma, la sensación de sentirme descubierto también influía como un potenciador para todas las sensaciones de lujuria que me recorrían el cuerpo.

Me quede en la puerta esperando a que se despertara o a que hiciera algún movimiento. Como no lo hizo, me anime a entrar. La luz que entraba por las ventanas de la casa me dejaban ver con bastante.

Con cada paso que daba, mi respiración aumentaba junto con los latidos de mi corazón. En algún momento creí que el solo sonido de mis latidos descontrolados despertaría a Mariana, pero la lujuria que tenía podía más que yo. “Salte de aquí”, pensaba, “todavía estas a tiempo”. Pero no podía retroceder. Ese impulso manejaba mi cuerpo.

Al llegar a lado de la cama y ver más de cerca el cuerpo inerte de Mariana, vi que había valido la pena el haberme arriesgado. Se veía angelical. El pelo negro medio rizado regado por toda la almohada, la cara tan pasiva que tenía al dormir, sus labios carnosos que reclamaban por un beso, y más importante aún, el voluminoso cuerpo de mi ahijada que se antojaba para ser poseído.

Tenía pensado en solo entrar y verla por un momento, pero ya que estaba ahí, no podía dejar de aprovecharme de la situación. “Tócala”, eran los pensamientos que ahora inundaban mi mente. Poco a poco fui acercando una de mis manos al cuerpo de mi ahijada. Primero le acaricie la mejilla, pero no valía la pena el ser descubierto por tocarle la mejilla.

Luche con mi fuero interno y afortunadamente volvió a ganar la lujuria. Antes de llevar mi mano al pecho de mi ahijada, le hable por su nombre y la moví un poco para ver si reaccionaba, pero ella seguía inerte. No tenía un plan por si ella me respondía, pero sabía que tenía que intentar despertarla.

No pude resistirme más y lleve la mano a su pecho. Fue demasiado placentero para ser cierto. Deje mi mano sobre el pecho de Mariana para sentir la textura, era muy suave. Sentía como mi pene, que aunque no estaba totalmente erecto, ya goteaba algo de líquido pre seminal. La sensación me enervaba en la voluntad.

La adrenalina me recorría el cuerpo totalmente, ya no era consiente de mis actos, o talvez si lo era, ya no sabía que era lo que pasaba. Me deje llevar por mis instintos más bajos. Deje que aflorara en mí un deseo de tocar a mi sobrina. Esto no me había pasado antes, pero era de las mejores cosas que podía imaginar.

Poco a poco sentí como bajo mi mano, el pezón de Mariana cobraba vida, debido a mis caricias. Ya con los ojos más adaptados a la luz, pude recorrerle el cuerpo con más detalle con la vista. Casi me vengo al verle dibujados los labios vaginales en la tela del short que llevaba puesto. Trate de tranquilizarme, ya que quería disfrutar un poco más.

Mi rostro era cruzado por alguna gota de sudor que desprendía por los nervios, también las manos las tenía húmedas, me temblaba todo el cuerpo, pero me era bastante placentero esta situación.

La indiferencia de Mariana a mis tocamientos me envalentonó para seguir más osadamente con ellos. Recorrí todo su estómago y pecho. Mariana dio un pequeño suspiro, apenas perceptible, pero fue lo suficiente como para que yo recobrara un poco la conciencia. “¿Que madres estoy haciendo?”, pensé.

Me quede petrificado al lado del cama, esperando a que se despertara y me armara un lio de campeonato, pero nada ocurrió. Al paso de unos minutos me anime a hablarle, para ver su estaba despierta, pero no contesto. En mi mente rondaba la idea de salir de la habitación, no podía dejar pasar la oportunidad.

Fue como cundo cuando intentaba dejar de fumar, al quinto día de abstenerme y la cajetilla en la mano, las ganas que tenía de prender un cigarro podían más que mis ganas de llevar una vida saludable. Al último siempre terminaba fumando.

En esta ocasión también quería dejar las cosas hasta ahí, pero al voltear a ver a mi ahijada no pude más que quedarme y seguir con mis tocamientos a su juvenil cuerpo. Le volví a hablar, deseando que me contestara para dar por terminado el asunto, pero cuando no me contesto, fue como una invitación a que siguiera haciéndolo.

Me volví a dejar llevar. Ya que me iba a arriesgar, iba a llegar un poco más lejos. Todavía no me animaba en tocarle la vagina, pero después de sobarle los pechos un poco más decidí tratar de desvestirla. Al comienzo intente levantarle la blusa, pero como su cuerpo impedía que se levantara demasiado, opte por bajarle los tirantes de esta. Fue una mejor idea, ya que le pude descubrir los pechos un poco más que a la mitad. No le pude bajar bien los tirantes pero pude verle el pecho denudo y ya era ganancia.

Ya no había vuelta a atrás, la lujuria volvió a apoderarse de mí. Jugué con los pezones duros de mi sobrina, se los pellizcaba suavemente, se los estiraba, y les pase la lengua en alguna ocasión. Quería comérmela, pero no sabía cómo.

Al poco rato de estar jugando con ellos, Mariana tuvo un pequeño sobresalto, reacciono un poco, solo que fue muy poco, le volví a hablar para ver que para ver qué pasaba, pero Mariana siguió sin contestar.

Me arrodille para tener un posición más agradable para seguir tocando a Mariana, y ahora lleve mi mano a sus largas piernas, las acaricie un rato, e iba acercándome cada vez más a su entrepierna. No dejaba de ver el rostro de Mariana, ya que quería ver si se despertaba, y aunque comenzó a mover levemente la cabeza de un lado a otro, jamás abrió los ojos.

La mano con la que le acariciaba las piernas, se iba acercando peligrosamente al sexo de mi ahijada. Las ganas por tocarle la entrepierna aumentaban cada vez más. Suavemente le acaricie por encima de la tela, sus jugosos labios vaginales. Los podía sentir calientes e hinchados.

Posé mi mano en la vagina directamente y la erección que yo tenía me dolía de lo dura que era, necesitaba aliviarla rápido, pero me apetecía seguir un rato más con mi sobrina.

Deslizaba mis dedos a lo largo de su vagina. Podía sentir los labios como si no trajera nada. Mariana comenzó a mover más la cabeza conforme acariciaba su sexo. La llame un par de veces sin quitar mis manos de su cuerpo, pero siguió sin contestar.

Ya no solo sentía calor en mis dedos, también podía sentir humedad. Encima del short le separe los labios y comencé a frotar un poco más fuerte, observé que una de las manos de Mariana que tenía arriba de su pierna, agarraba la tela de su short y la apretaba. Le volvía a hablar, tratando de ver si estaba despierta, pero siguió sin contestarme.

Frote y frote por algún rato, hasta que sentí que Mariana soltaba un pequeño gemido, casi imperceptible. Le jale el short para que lo pudiera hacer a un lado y poder tocar su sexo sin nada que nos separara.

Cuando toque su piel desnuda, Mariana enderezo la cabeza un poco y se mordió el labio inferior. El estar tocando su hermoso cuerpo juvenil era muy excitante, pero ver los gastos que su linda carita hacía, me excitaba en demasía. La forma en la que trataba de disimular esas muecas era digna de un premio Oscar.

Le volví a hablar ya con la certeza de que no me contestaría, lo cual ocurrió. Eso me dio muchísima confianza. Saque la conclusión de que Mariana quería que continuara, pero que lo hiciera como si ella no estuviera participando. Quería que yo me llevara toda la culpa por estarla tocando. No le quedaría mal.

La vagina de Mariana era bastante suave, tenía los labios bastante hinchados, sin mucho pelo y también pude sentir que ya se estaba humedeciendo bastante. Localice su clítoris y me humedecí los dedos para jugar con él. Al posar mis dedos alrededor de este, Marianita dio un pequeño salto. Con un dedo lo aplastaba y lo giraba muy suavemente. Podía sentir pequeños latidos de él.

Por un buen rato le estuve masajeando el clítoris. Mariana muy discretamente deslizo una de sus manos a uno de sus pechos, no sé si creyó que no me daría cuanta, y muy discretamente se lo apretaba. También muy despacio empezó a mover una de sus piernas, abriéndola como si fuera un movimiento natural, con lo que yo tenía mayor acceso a su vagina. Le masaje otro rato, pero ahora también le acariciaba sus voluminosos labios vaginales.

Mariana giraba la cabeza con bastante frecuencia, soltaba algunos quejidos apagados. Trago un poco de saliva y se volvió a morder los labios. Los pequeños gemidos que soltaba me prendían más y más. Cuando agarre uno de sus pezones, ella soltó un gemido un poco más fuerte y paso saliva copiosamente, después se mordió el labio inferior y no lo soltó en un rato, y muy despacio se acariciaba la piel con la que tuvieran contacto sus manos.

Mientras más aceleraba las caricias, Mariana menos se preocupaba por disimular que seguía dormida, comenzó a moverse un poco más fuerte y aunque se veía que trataba de reprimir los gemidos, estos le salían cada vez con mayor fuerza. Llevo una de sus manos hacia atrás, para agarrar la almohada en la que estaba su cabeza y apretarla un poco, y comenzó a mover mucho el estómago a causa de las respiraciones más fuertes que tenía.

Trate de bajar un poco el ritmo de las caricias, ya que quería verla desnuda. No sabía cómo desvestirla pero tenía que intentar algo.

Cuando estuvo un poco más tranquila intente girarla, cosa que no fue nada difícil, ya que ella puso algo de su parte y quedo recostada de costado. Era una oportunidad única, Mariana hizo como si se estuviera acomodando y echó para atrás su espectacular culo. De aquella manera se le veía extremadamente grande.

En esos momentos envidiaba al patán con el que fuera a hacer una familia, él podría disfrutar del perfecto cuerpo de esta diosa que tenía frente a mis ojos. Me sentí desdichado al no poder ser yo el que disfrutara tremendos encantos, pero me conformaría con probar un poco del cuerpo de mi ahijada.

Mientras ella se estaba acomodando, yo no desaproveché y le pude sacar un brazo del tirante de su blusa, intenté sacarle el otro, pero por entendimiento mutuo no lo pude hacer, ya que si lo hacía mientras ella ya estaba quieta, seria obvio que me daría cuanta que ya estaba despierta, y Mariana quería que pareciera que lo hacía mientras ella dormía.

Ya no me entretuve más tratando de sacarle la blusa y me dispuse a bajarle el short. Este fue un poco más fácil y aunque solo se lo pude bajar hasta donde terminaban sus gloriosas nalgas, fue más que suficiente para seguir estimulándola.

No me lo crean, pero era impresionante la cantidad de carne que tenía depositada mí ahijada en su trasero, colocada perfectamente para hacer perder el sueño a cualquier hombre. No se le veía para nada mal y por lo general así son las mujeres de tierra caliente. Talvez por eso me había animado a meterme a la habitación de mi ahijada, porque de haber sido alguna otra mujer talvez un poco menos agraciada que mi sobrina, no me la hubiera jugado. Mariana valía la pena de pasar cualquier lio.

Me entretuve un rato sobándole ese precioso trasero. Se lo abría y le veía el hermoso hoyo trasero que tenía. También le veía la abertura de su vagina, la que se veía un poco brillosa por los jugos que estaba soltando por esa zona.

No me aguante las ganas y con la lengua le recorrí todo lo que pude, los labios y el ano. Estaba loco de lujuria, y me saque la verga para liberarla de la prisión en la que estaba. Ya sentía el bóxer mojado de líquido pre seminal. Fue una decisión bastante difícil el decidir no enterrársela en ese momento. Primero haría acabar a Marianita.

Con mis dedos empecé a jugar entre sus labios vaginales. El jugo que soltaba lo llevaba a su ano. Luego podo a poco le fui metiendo un dedo dentro de su estrecha vagina, se me erizo la piel por el calor que sentí en el interior de mi ahijada.

Me anime a meterle otro dedo, pero antes de metérselo, me bebí los jugos que había en el primer dedo. Comencé un mete y saca muy lentamente y poco a poco fui aumentando el ritmo. La estimule bastante tiempo, era difícil, pero pose el dedo pulgar en su ano y presionando esa zona le estimulaba la vagina. Mariana comenzó a moverse demasiado.

No sé si Mariana era consciente de que movía desmesuradamente las caderas o si lo hacía aposta, pero las movía de arriba a abajo, sin control. Al principio estaba recostada de costado, pero para mayor comodidad de ella, se giró y quedo bocabajo. Trataba de encontrar una posición ideal, por lo que giraba la cabeza de un lado para otro mientras yo no dejaba de castigarle la vagina.

Con los dedos entrando y saliendo de su apretada vagina, se oían chasquidos, producidos por la cantidad de jugos que estaba produciendo Mariana, pero entre esos chasquidos de repente se oyó un gemido algo fuerte.

-¡Ahhhhhhhh!

Mariana contrajo sus músculos de todo el cuerpo, hasta levanto la cara de la almohada, apretó las piernas, dejando mi mano capturada por un momento. También soltó más líquidos, lo que indicaba que acababa de terminar.

Me espere un poco, para continuar y cuando creí prudente, trate de girarle el cuerpo, pero Mariana no puso de su parte, seguía un poco rígida. Le vi la carita y vi que con tanto giro que había hecho, tenía la cara cubierta de sus cabellos. Con la mano que tenía libre le descubrí la cara.

Volví a intentar girarla, y esta vez ella si puso de su parte, solo que para hacerlo un poco más creíble, se fue girando poco a poco. Ya coopere con ella, trataría de hacerle creer que yo no sabía que ya estaba despierta. Como al primer intento de girarla quedo de costado, le saque el otro brazo del tirante de la blusa y se la baje todo lo que se pudo, quedando en sus caderas como cinturón.

Termine por girarle, quedando bocarriba. Le volví a masajear la vagina y apreté uno de sus pezones, lo que le provocaba pasar saliva y morderse los labios. En todo el rato que llevaba tocándola no había parado de hacerlo.

Estaba haciendo tiempo, en lo que decidía si meterle la verga o que hacer. Muy en mi interior todavía había un poco de mesura. Le volteé a ver la cara para decidirme y como no tenía una almohada debajo de la cabeza, tenía la boca semi abierta. Me vino una idea a la cabeza. Me haría sexo oral con la boquita de Mariana.

Ya tenía la verga de fuera, me levante del piso y jale un poco a Mariana para que quedara en la orilla de la cama y pudiera tener su cara al alcance de mi verga. Comencé dándole pequeños golpecitos en su pecho, y después se la acerque al pezón y le deje un pequeño rastro de líquido.

Después le embarre la verga en la piel, desde las bubíes, hasta el cuello, pasando por los hombros. Cuando la tenía en su barbilla, mi pene soltó unas gotas de líquido pre seminal, las que apunte a la linda boquita de Mariana, y ella volvió a pasar saliva.

Como la carita de Mariana me quedaba un poco abajo, con ayuda de sus movimientos discretos, le puse una almohada bajo la cabeza. Ahora si ya tenía a la altura correcta la boca de mi ahijada.

Movía a placer su cabeza con mis manos, lo que me permitía hacer con ella lo que quisiera. Le acerque la verga a la boca y se la embarraba en los labios. Por un rato me estuve frotando contra los dientes de mi ahijada, pero con un poco de su ayuda empezó a abrir la boca muy lentamente.

Ahora podía meterle el capullo dentro de la boca, solo para sentir lo caliente y húmedo de su interior. Me estremecí por lo morboso del asunto. Movía la verga de adentro hacia afuera, pero mi sobrina lo hacía mejor, ya que saco un poco la lengua para que yo me frotara en ella. Me humedecí la verga con la lengua de Mariana.

Nuestros movimientos eran bastante lentos para simular que ella seguía durmiendo y que los movimientos los hacia a causa de la presión que yo ejercía.

Le deje la verga adentro de la boca por un momento, y mi sobrina cerro sus labios alrededor de ella. Después como si por no ver su lengua no me fuera a dar cuenta, ella comenzó a mover su lengua despacio pero enérgicamente sobre mi pene.

Agarre con una mano la cabeza de Mariana por debajo, y la comencé a mover de adelante para atrás y el movimiento era lento, pero Mariana aflojo un poco el cuello y ayudo a que los movimientos fueran un poco más rápidos. En algunos momentos no sincronizábamos, lo que la delataba, pero en ningún momento se detuvo. Yo estaba en la gloria recibiendo los placeres de mi ahijada.

No fue necesario que le metiera demasiado dentro la verga en la boca, ya que con la excitación que llevaba no tarde en acabar dentro de su boca. Me vine copiosamente con demasiado gusto. Tuvo alguna arcada que disimulo rápidamente y  algo de semen se le escurrió por la comisura de sus labios. El que tenía en la boca se lo pasó sin abrir los ojos. Yo me limpie la verga en el pecho de mi ahijada, dejándoselo embarrado de saliva combinado con semen.

Quede exhausto, pero me quede viéndola un rato a ver si abría los ojos, pero no lo hizo. No quería delatarla, por lo que ya ni intente hablarle para ver si estaba despierta. Le di un pequeño beso en los labios y sin siquiera acomodarle la ropa, me salí de la habitación

Me dormí demasiado tiempo. Me quería dormir solo un par de horas para acompañar a los demás en el velorio, pero estaba demasiado cansado. Cuando  me levante, me metí a bañar. Le hubiera dado otra visita a mi ahijada, pero había oído que las hermanas de Mariana habían llegado algo entrada la noche. No quería arriesgarme, por lo que a las cuatro de la madrugada me dirigí al velorio de mi cuñado.

Llegando al velorio vi que varias personas estaban dormidas en algunas silla, me sentía mal por yo haberme ido a dormir en una cama, pero rápidamente se me paso ese sentimiento. Le hice relevo a alguien que estaba haciéndole guardia al difunto y me quede de pie en una esquina del ataúd. Cerca de una hora estuve parado sin que nadie me relevara, lo que me cabreo un poco, ya que los pies se me estaban entumiendo por estar parado tanto tiempo.

Con el silencio que había en la sala, me puse a recordar el episodio que había tenido con mi ahijada. La excitación que me había provocado, había sido saciada un poco. Mientras más lo pensaba, más me daba coraje el no habérmela cogido como Dios manda. “Ojala se me presentara otra oportunidad como esa”, pensaba.

Todo el rato que estuve en el velorio estuve pensando puras guarradas con mi sobrina. En algunas ocasiones tuve que acomodarme la verga por el tamaño que estaba tomado. Si yo hubiera visto que alguien tenía una erección en un velorio, creería que esa persona tendría alguna clase de necrofilia o algo por el estilo.

Toda la madrugada y parte de la mañana pasó sin ninguna novedad. Yo seguía bastante caliente y el calor que hacía en ese lugar parecía que no mitigaba ni en las mañanas. Era un verdadero horno. Entre pláticas con un algún pariente, con algún amigo o con cualquier persona, se dieron las 9 de la mañana. A esa hora comenzaron a llegar bastantes personas ya que tenían que preparar al difunto para darle un recorrido por el pueblo y llevarlo al panteón, donde seria enterrado como a las 12 del mediodía.

Yo estaba ayudando sirviendo algunos café a los asistentes que se disponían a rezar otro rosario por la salvación del alma de mi cuñado, cuando vi que por la puerta principal llegaba Mariana con sus hermanas. La verdad es que las tres señoritas atraían bastante la atención, pero a la que yo no le podía quitar la mirada, era a Mariana.

Llevaba puesto un vestido negro de una sola pieza, de un estilo juvenil, que tenía botones solo en la parte de arriba del vestido. También llevaba puestas unas medias negras que me hacían detener la respiración. Tuve que quitar la cara de baboso que tenía porque al lado de mi estaba mi esposa y no quería uno de sus pleitos por celos.

Por alguna razón comenzó a entrarme una ansiedad, causada por que Mariana le fuera a decir algo a su madre. No me atreví a darle el saludo. Me dio un poco de vergüenza la forma en la que me había aprovechado de ella la noche anterior. Trataba de evitarla, pero también trate de estar al pendiente de los movimientos que hiciera y más si se acercaba a su madre.

Se le veía normal, o yo no la vi molesta. Cuando se acercó a su madre trate de acercarme sin que me viera y me tranquilice cuando empezaron a discutir por alguna tontería. Volvió mi confianza. Estaba seguro de que la mala relación que Mariana tenía con su madre ayudaría a que no me acusara por lo de la noche anterior.

Ya más relajado me acerque a mi ahijada, la que me dio los buenos días un poco avergonzada, pero para nada se veía que me viera con molestia, ni siquiera por haber amanecido desnuda. La confianza que tenía se me fue hasta los cielos. Después de eso cada de que podía la seguía muy sigilosamente. Actuaba como cualquier acosador.

Me convertí en la sombra de mi ahijada. A donde quiera que fuera, yo iba disimuladamente. No la perdí de vista por mucho tiempo en todo el día. No le quite la mirada ni cuando me toco cargar al difunto en el recorrido que le dimos por el pueblo hasta llegar al panteón.

En todo el camino hacia el panteón, siempre había algún acomedido que acompañaba a Marianita ya que su madre como siempre, no perdía oportunidad para pelearse con ella. Bueno, eso me ponía demasiado celoso. Algunos primos de Mariana hasta se atrevieron de llevarla abrazada, claro, como familia nadie lo veía mal, pero todos lo hambres que íbamos en la peregrinación sabíamos que ese abrazo tenía otro significado.

El funeral fue muy típico, antes de enterrarlo hubo una misa y después fue el entierro. El sacerdote le dio su despedida y cuando el ataúd era depositado en la fosa hubo mucho llanto. Algunas personas no sabían ni porque lloraban, pero lo hacían.

Solo puedo decir que dos personas estaban realmente sufriendo y era mi cuñada Luz y mi suegra Isabel. El llanto de ellas era realmente genuino y contagiaba la tristeza. Mis otros cuñados tuvieron la oportunidad de ayudar a su hermano y no lo hicieron. Pero bueno, después de eso mucha gente nos fuimos de regreso a la casa de mi suegra.

De camino de regreso no perdí la oportunidad de ponerme junto a mi ahijada y también pasarle la mano por los hombros. No quería perder la oportunidad de manosear a una de las más hermosas de las sobrinas. Pude ver como Mariana se sonrojaba, pero como estábamos en público, ella no podía despreciar a su padrino. También pude ver como mi mujer me veía, que si sus ojos fueran pistolas, me hubieran enterrado al lado de mi cuñado.

Al caminar junta a mi ahijada no pude evitar una erección y para disimularla tenía que caminar un poco con las piernas abiertas y con una mano en una bolsa del pantalón. Fue un poco cómico, pero el grado de excitación que me causaba Marianita era desmedido.

Llegando a la casa de mi suegra mis cuñados y sus primos no tardaron en sacar las botellas de tequila, “para recordar a mi carnalito” dijo uno de ellos, lo que me pareció un poco mal. Al poco rato se hizo una gran borrachera con bastantes amigos y familiares, de esas en la que los hombres terminamos en algún putero simple y sencillamente por reunirnos con viejos amigos.

Aunque muy discretamente mis cuñados me invitaron al putero, yo preferí ahorrarme la bronca con mi mujer y tratar de forzar otro encuentro con mi ahijada, quedando frente a mis cuñados y amigos como un verdadero mandilón.

Ahí en la casa para comer se hizo una parrillada, para que todos comiéramos entre amigos. Yo por lo general no acostumbro a beber como mis cuñados, yo solo bebo para relajarme, y cuando ya me siento borracho dejo de beber, pero mis cuñados beben para perder el control. Era irónico que estuvieran recordando al difunto con barias botellas de tequila, cuando el había muerto por una enfermedad en el hígado a causa del alcoholismo.

Pero bueno, también algunos jóvenes y algunas mujeres estaban tomado. Pude ver como entre los jóvenes circulaban las bebidas embriagantes de una mano a otra. Los jóvenes mayores servían los vasos y discretamente se las pasaban a los más chicos. Pasando desapercibido para casi todos los adultos que había en la reunión. Pero como trataba de estar consiente, me di cuenta.

La oportunidad que había estado espetando con Mariana se me presento repentinamente y muy gratamente. La suerte me volvió a sonreír. Afortunadamente para mí, mi comadre Laura descubrió a sus hijas tomado bebidas embriagantes, pero como las dos más grandes ya eran mayores de edad, le armaron un pancho, pero Mariana no tuvo la misma suerte.

Ana y Lucia junto con sus primos decidieron seguir la fiesta en otro lugar ya que la mayoría de los hombres adultos ya no estaba y podían escaparse de sus madres. Afortunadamente Laura alcanzo a detener a Mariana y como no podía mandarla a su casa porque sabía que si lo hacía, Mariana se escaparía y se iría con sus hermanas a seguir embriagándose. Por lo que decidió mandarla a dormir a alguna habitación de la casa de mi suegra. Lo que me dio una idea. Me haría el cansado y pediría una habitación. Después asaltaría a Mariana en la habitación en la que estuviera.

Era un buen plan, pero tenía algunos problemas, como por ejemplo mi esposa María. Me puse a pensar en cómo hacerle para arreglar ese asunto. Mariana se subió a los cuartos muy enojada con su madre. Tenía que confiar en que Mariana no se escapara.

Vi la situación en la que estaba, mi mujer casi no había dormido en la noche, por lo que tendría que estar algo cansada, también estaba bebiendo alcohol, pero debo de admitir que cuando mi mujer le daba por tomar, parecía como si estuviera bebiendo alguno de sus hermanos y no una mujer. Tenía una gran resistencia a las bebidas embriagantes. Era mi única opción, embriagaría a mi mujer hasta que se no aguantara y se fuera a dormir.

Ya no quedaban demasiadas personas en la casa de mi suegra, la mayoría eran puras mujeres y de hombres solo habíamos tres, por lo que fue un poco difícil animar las cosas. Como ya eran más o menos las 8 de la noche, mi suegra decidió irse a dormir. Se le veía afectada, pero más tranquila. Todos los demás que estábamos, nos quedamos con varias botellas de tequila.

Pronto empezaron las pláticas subidas de tono entre los que estábamos ahí, lo que me desesperaba, ya que Mariana me esperaba dentro de la casa. Fue bastante el rato que tardo mi esposa en querer subirse a dormir. Cada de que terminaba su bebida, yo rápidamente le llenaba el vaso. Yo las bebidas que me serbia, discretamente las tiraba donde podía, ya fuera en el baño, en el pasto o donde fuera. Por lo que me mantuve consiente.

Cuando mi mujer dio señales de que ya no podía mas, me disculpe con los presentes y les dije que nosotros ya nos teníamos que ir a dormir. Ellos hicieron algún cometario de índole sexual, y aunque no fuera con mi esposa, yo tenía planeado satisfacerme sexualmente. Los que se quedaron abajo en el patio, se veía que todavía iban a durar un buen rato bebiendo, por lo que me dio confianza en seguir con el plan.

Ya en la habitación que nos habían asignado, mi esposa trato de que le hiciera algo a ella, y aunque mi esposa a la edad que tenía y después de tener a tres hijos, seguía bastante guapa, pero no iba a perder la oportunidad de estar con Mariana. Muy forzadamente metí a mi mujer en las cobijas y cuando se quedó dormida, muy sigilosamente me salí de la habitación.

No era difícil el saber en qué habitación estaba Mariana. En la casa había 5 dormitorios y 3 estaban ocupados por mi suegra, mi cuñada Luz y mi esposa, por lo que solo tenía que buscar en 2. Esos dos estaban hasta el final del pasillo. Tuve suerte de encontrar a Mariana en la primera habitación en la que busque.

Al asomarme en la habitación vi el cuerpo de mi ahijada cubierta por una manta, hacía mucho calor, y me sorprendió que estuviera cubierta, tenía que hacer algo para que mi ahijada estuviera un poco más fresca.

Me acerque sigilosamente hasta la cama. Vi que Mariana estaba bocabajo. Necesitaba primero evaluar la situación. Abajo se oía todavía mucho relajo entre los que quedaban en la reunión y los muros de la casa eran de adobe como de unos 50 centímetros de espesor, lo que amortiguara los sonidos que fuéramos a hacer.

Me anime a continuar. La cama era matrimonial y Mariana estaba arrinconada contra la pared. Me subí a la cama para alcanzarla y poco a poco fui quitándole la manta que le cubría el cuerpo. Estando acostada como estaba, el vestido que llevaba se le levantaba, dejándole ver sus hermosas piernas solo que se había quitado las medias, dejándolas a un lado de su almohada. Por eso se había cubierto con la manta.

Mi corazón estaba a mil por hora. Era demasiado arriesgado estar en esa habitación, si me descubrían no dudaba que me mataran. Fui rápidamente a la puerta y le puse seguro, para que nadie entrara.

Me volví a subir a la cama y como Mariana llevaba falda, se la fui levantando poco a poco, para descubrirle ese trasero que me volvía loco. “Pero que le pasa a esta niña”, pensé. La ropa interior que usaba era demasiado atrevida para solo llevarla con una falda. Las braguitas que llevaba eran negras de talle medio y las tenía enterradas entre sus nalgas.

Me quede petrificado a ver la osadía de mi ahijada al llevar falda con esas bragas. Talvez quería que la vieran. No supe, pero rápidamente lleve una mano a acariciarle el culo. Una mano que tenía pegada al cuerpo no dejaba que le subiera el vestido, por lo que batallen un poco para hacerlo a un lado y tener frente a mí las nalgas más hermosas que había en la casa, solo cubiertas por un pedazo de tela.

Para esos momentos ya estaba bastante excitado, solo quería arrancarle la ropa y poseerla sin contemplaciones, pero me detenía el que fuera a hacer un escándalo y se fuera a despertar mi suegra y mi cuñada Luz. Por eso me fui despacio.

Me puse a jugar con su ropa interior. Estaba muy apretada entre sus nalgas y trataba de jalársela y jugar directamente con su sexo, pero un movimiento en ella me sobresalto. Movió una pierna y la flexiono, recorriendo una rodilla hacia arriba, también giro un poco su cuerpo y dejo totalmente expuesto su sexo y culo a mis caricias, solo que sus braguitas estaban muy apretadas todavía.

Me quede quieto un rato, solo para ver cuál era su siguiente movimiento. Como se quedó inerte, arremetí de nuevo a su concha, acariciándola y tratando de hacerle a un lado sus braguitas. Estuve un rato moviendo las braguitas de un lado a otro, tratando de que cedieran y poder tocar esa vagina sin nada de por medio, pero era muy difícil.

Me estaba desesperando, la excitación que tenía era máxima. Me saque la verga, bajándome el bóxer y el pantalón del pijama hasta medio muslo. Eran tantas las ganas que tenia de cogerme a mi ahijada que comencé a frotar mi pene en sus piernas y culo. Era placentero pero no lo suficiente.

Ya más decidido le intente bajar las bragas, cosa que me resulto difícil, pero con un poco más de brusquedad pude lograrlo, o de perdida se las deje a medias nalgas, pero me daba acceso a la grita de su vagina y ano.

Arremetí de nuevo, le acerque mi pene a la entrada de su vagina, la posición en la que estaba con la rodilla flexionada no dejaba que le bajara más las braguitas por lo que estirando lo más que podía mi pene, podía colocarlo en la entrada de su vagina, lo cual era dolorosamente placentero. Por más que empujaba no lograba ensartarlo en esa zona. Ni que decir del ano, estaba bastante apretado y no quería lastimarla.

Volví a llevar mis manos a sus braguitas que no me dejaban continuar, batalle mucho, tenía que moverle un de las dos piernas, ya sé que le flexionara la otra pierna o la que tenía flexionada recogerla para poder bajarle las bragas.

Estaba de rodillas intentando atinarle, era frustrante el no poder meterla. Me acosté de lado como ella estaba para intentar penetrarla de esa forma, lo cual funciono un poco, ya que en esa posición con gran esfuerzo podía enterrarle media cabecita de mi verga.

Estuve picoteándola solo con la cabeza por un rato, pero no era para nada lo que me había imaginado al querer hacerla mía. Me levante de la posición en la que estaba. Trataba de moverle alguna pierna pero mi ahijada no ponía de su parte. Estuve tentado en despertar para poder cogérmela, pero no me anime.

Opte por estimularle la vagina como el día anterior. Talvez así ella pusiera de su parte. Comencé a masturbarla con mis manos. Le acariciaba de arriba a abajo, le metía un par de dedos y le acariciaba el clítoris. Estuve un par de minutos haciéndole eso.

Me excite de nuevo y trate de meterle la verga de nuevo, esta vez al estar intentando metérsela pude sentir como muy levemente mi ahijada echaba el culo para atrás entrándole toda la cabeza. Fue un avance, pero no era suficiente.

Después de picar la un poquito, intente jalarle la pierna que tenía flexionada, esta vez mi ahijada si puso de su parte y como la noche anterior, se fue moviendo como si fuera natural el movimiento. Yo estaba algo desesperado para esos juegos, pero no podía apresurarla. Cuando sus piernas quedaron más parejas, puede bajarle las braguitas hasta medio muslo, lo cual me dejaba acceso a todo su coño. Viéndola así pensaba en que era una posición bastante incómoda para que una persona durmiera. Tenía el culo entre levantado hacia mí y medio de costado.

En esa posición le comencé a abrir al culo y la vagina. Se le veía precioso el rosado de su interior. Lo ensalive un poco y coloque mi pene en la entrada de su vagina. Ya no aguantaba más y no era necesario que me acostara, por lo que arrodillado le comencé a meter la verga.

La primera arremetida fue un verdadero alivio para mi torturado pene. El calor interior de mi ahijada era fenomenal. Después de algunas arremetidas las posiciones de ambos eran algo incomodas, por lo que me tuve que recostar a su lado. Mis manos las tenían en la cintura de Mariana y sin sacarle la verga me recosté, jalándola y ella poniendo todo de su parte. 

No me pareció correcto hacerle saber que ya sabía que estaba despierta y seguí penetrándola por un rato más. Marianita se acomodaba conforme mis manos la guiaban, si la jalaba ella empujaba su cuerpo como si yo fuera el que la moviera.

El pantalón de mi pijama me estaba estorbando, me lo quite para tener mayor movilidad. Estuve penetrándola por un gran rato en esa posición. Lo hacía lento, ya que la cama era de madera y rechinaba un poco y no quería llamar la atención.

No les miento cuando les digo que estaba en la gloria penetrando a mi ahijada. Cuando el pene se me llegaba a salir por la posición en la que estábamos ella echaba el culo un poco más hacia atrás para facilitarme la faena.

Intentando no hacer ruido, poco a poco fui aumentando las arremetidas contra la vagina juvenil que tenía frente a mí. Para este momento mi ahijada gemía de una manera apagada, tratando de no hacer ruido.

Entre esas arremetidas le levante el vestido lo más que pude, y después le metí la mano para tratar de alcanzarle una teta. Ella no opuso resistencia, la inercia en la que se encontraba me estaba sacado de quicio.

La posición en la que estábamos me estaba cansando. Me volví a arrodillar y le metí la verga en esa posición. Le metí la mano debajo del cuerpo, la coloque bocabajo y poco a poco le fui alzando el culo, hasta quedar en posición de perrito, en esto me tarde y mi ahijada no sabía lo que me proponía, porque cuando ya estuvo de a perrito se dio cuenta de que esa posición la delataba.

Ya en esa posición todavía se quiso hacer la dormida, pero ya era imposible. La empecé a penetrar de forma muy dura y ella hizo como si se fuera despertando.

-¿Qué está pasando? –dijo.

Yo seguí penetrándola violentamente. Ella tenía la cabeza en la almohada y el culo levantado, giro la cabeza para donde yo estaba y se hizo la sorprendida.

-Padrino ¿qué está haciendo? –ahora era yo el que me hacia el que no oía.

-Para padrino, por favor, pare –lo decía sin hacer el menor esfuerzo en quitarse de donde yo estaba.

-¿Por qué me hace esto a mí? –insistía sin conseguir respuesta.

La levante de donde estaba ella tenía las braguitas a medio muslo y cuando se levantó le quite el vestido por arriba. Ella hacia como si no quisiera que se lo quitara, pero ponía muy poco esfuerzo en impedirlo. La verga nunca se la saque.

Ya sin el vestido lleve mis manos a su precioso pechos, que los tuve muy descuidados en toda la noche. Se los pellizque con cierta violencia, arranándole varios gemidos. Después le pase mi lengua por todo el cuello, también le hice un chupetón en el hombro. Me la hubiera comido si fuera posible.

La empuje con algo de violencia a la cama para volver a arremeter contra su vagina. Ella recibió todas y cada una de mis penetraciones sin molestarse en quitarse. La estuve penetrando por un largo rato. Sentía como de su vagina escurrían jugos entremezclados de ella y míos.

Ya cuando iba a correrme le saque la verga y la empuje para que se girara quedando bocarriba. No le avise cuando le deje caer los chorros de esperma que salieron disparados al cuerpo de mi ahijada. Quedo toda pringada con rastros de mi ADN por todo el cuerpo. Me sentí desfallecer al aventar el último chorro de esperma caliente. Hasta había dejado de respirar lo que me causo un pequeño mareo.

Me acosté a lado de mi ahijada para recuperar el aliento. Ella se había arrinconado contra la pared y yo cuando me recupere me dedique a llenarla de besos desde los pies, hasta la boca.

Después me levante de la cama para salirme de la habitación, se veía preciosa ahí toda sudada y con su carita de susto. Mi ahijada era una buena actriz, debería de haberse dedicado a la actuación. Me vestí rápido. Me acerque a ella y le di un beso en los labios.

-Hasta mañana chula –le dije antes de salir.

No supe si le intento decir a su madre algo, no creo, ya que mi comadre nunca me reclamo nada. A los pocos días yo y mi mujer regresamos a nuestras casas respectivamente. Trate de estar más al pendiente de mi ahijada y con el tiempo nuestra relación fue un poco más unida. Después de ese encuentro hubo otros, pero en esas ocasiones Marianita puso más de su parte. Ese funeral estuvo lleno de felicidad en lo que a mí respecta.

Bueno amigos así termina este relato, espero que les haya gustado. Para alguna duda o sugerencia pueden escribirme un comentario o escribirme a mi correo electrónico que es andres.91tr@gmail.com

Un saludo