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Paula y la manguera del bombero

en Hetero: Infidelidad

    En el día de ayer, Salvador tuvo una intensa conversación con su hijo, quien terminó por romper a llorar. Menudo problemón: las hormonas adolescentes de Eugeni estallan, como palomitas de maíz en el microondas, cada vez que está cerca de Paula, su primer amor. El chico no tiene ningún bagaje emocional de ese tipo y no sabe lidiar con tan intensas emociones. Es tremendamente tímido y enrojece fácilmente a primeras de cambio. Ni siquiera es capaz de dirigirle la palabra cuando están en clase, pero se la come con los ojos y la ama irracionalmente.

    Su padre está sufriendo mucho por él. ¿Quién sabe? Puede que, sin querer, le haya transmitido los genes que dan relieve a ese infame terror al rechazo femenino. Salva ya hace décadas que lo superó, pero el sufrimiento que experimentaba, cuando empezaron a interesarle las chicas, es algo que nunca olvidará: pasó por un verdadero infierno y no quiere que su hijo sufra esa terrible tortura ni un solo día más.

    Intenta situarse en el mapa que le ilustra su móvil, pero no consigue sacar el agua clara. De prono, se percata de que ya se encuentra frente a su destino. Acosado por las dudas, se cobija bajo la sombra de un árbol sin dejar de contemplar ese pedazo de casa a la que pretende acceder. No sabía que los Lucena fueran una familia tan adinerada.

    Repasa su plan meticulosamente. No es que se haya aprendido un guión de memoria pero tiene muy claro cuáles son las "ideas fuerza" que quiere desarrollar con su particular elocuencia. Es un asunto peliagudo pero necesita acabar con el sufrimiento que atormenta a su hijo de una vez por todas.

"DingDongDangDung... DongDangDongDung"

    Una clásica melodía británica, articulada mediante campanas, suena en el momento en que Salvador aprieta el timbre. Le incomoda una frase musical tan larga, como si eso agravara el disparate que está cometiendo. Intenta tranquilizarse:

"No es nada malo, solo quiero hablar con los padres de la niña, a ver si entre todos podemos averiguar la mejor manera de resolver este entuerto amoroso"

    Una inerte quietud ningunea sus expectativas a la vez que la reverberación de la última campanilla termina de agonizar. Apoya la yema de su dedo índice sobre el pulsador pero se detiene. No quiere volver a escuchar esa sobredimensionada melodía, aunque tampoco quiere irse de vacío sin haber agotado las posibilidades. Golpea, vehementemente, esa madera de roble y observa a través del vidrio translucido que da forma a una coqueta ventanilla, un poco por debajo de la altura de sus ojos. No percibe ningún movimiento y se da por vencido.

    Cuando ya se ha dado la vuelta, resignado, un crujido reclama su atención. La puerta ha abandonado su clausura pero no aparece nadie para recibirle. Nada más bajar la mirada, se encuentra con Noa. La pequeña de la casa.

-Hola preciosa. ¿Están tus padres?-   pregunta agachándose.

    La niña niega con la cabeza sin sacarse su dedo babeado de la boca. Tiene el pelo castaño y rizado, y unos mofletes que harían palidecer de envidia a la mayor pelota playera de la costa de Fuerte Castillo. A Salva le sorprende que una niña tan menuda sea capaz de recibirle ella sola.

-¿Con quién estás? ¿Quién cuida de ti?-   con un tono infantilizado.

    Noa sigue sin mediar palabra. Le señala el final del pasillo en el que se encuentran mientras se encamina hacia el jardín, en la parte trasera. Unas grandes baldosas anaranjadas de piedra le dan un toque rústico a la planta baja de esa casa. Hay roca en las paredes y otros toques campestres que combinan con puertas y muebles de vidrio y de trabajada madera negra.

    Asediado por las dudas, Salva cierra la puerta principal y se adentra en busca de algún adulto con el que tratar. Al traspasar el umbral de una puerta de cristal, se abre ante él un estupendo jardín con césped, piscina, un par de árboles entre los cuales se sustenta una sombría hamaca... todo ello rodeado por una hilera de abetos que otorgan toda la intimidad deseable.

    Ese edén veraniego a cautivado la atención del intruso, pero pronto, un foco mucho más poderoso se apodera de su mirada. Sobre un especie de tatami blanco, situado encima del parquet que rodea la casa, descansa una despampanante chica que todavía no se ha percatado de su presencia. Lleva los auriculares puestos y, bocabajo, permanece pendiente de la pantalla de su tablet. Su diminuta indumentaria se asemeja más a un grácil anudamiento de hilo negro que no a cualquier prenda que se pueda considerar bikini o traje de baño.

    Su culo es turbadoramente generoso; sobretodo porqué dibuja sus redondas curvas sobre un cuerpo relativamente esbelto. Un bronceado sublime pinta su preciosa piel sin dejar un solo rincón a la palidez. Sus piernas, alzadas por debajo de las rodillas, se entrelazan y basculan sutilmente al tiempo que esos pies, con vida propia, se articulan ajenos al pensamiento de la moza, al igual que sus juguetones dedos. 

    Salva empieza a pronunciar un "hola" apremiado por las circunstancias, pero no termina su última vocal. Aún no ha intentado deducir la identidad de la descuidada cuidadora de Noa, quien ahora mismo está jugando a su lado; pero está claro que en estos momentos no está presentable y que él no tiene un argumento sólido para haber invadido su intimidad.

    Discretamente, se encamina hacia el interior de la casa con la urgente intención de pasar desapercibido. Cuando ya pisa de nuevo las baldosas se ve repentinamente interpelado:

-!¿Quién anda ahí?! !¿Quién eres?!-    con voz aguda e imperativa.

    Por un momento, Salva se plantea la posibilidad de salir corriendo, pero eso podría llegar a acarrearle penosas consecuencias; sobre todo en el caso de que haya cámaras de vigilancia o de que, por azar, esa chica haya podido reconocerle.

-No te asustes. Soy el padre de... La pequeña me ha abierto la puerta y...-   nervioso.

-¿Noa? ¿Te ha abierto la puerta ella sola?-   extrañada   -¿Le has abierto Noa?-

-Sí. Pensaba que encontraría a... ¿tus padres?-   gesticulando demasiado.

-¿A mí me lo preguntas?-   desconcertada a la vez que algo tranquilizada ya.

    La chica ha recuperado su postura más relajada y ya no tiene los brazos en tensión, alzando su torso. Salva no sabe a dónde mirar. Es evidente que esa situación escapa totalmente a la normalidad. Se siente incómodo y desearía abandonar la escena de inmediato, pero no puede hacerlo sin esclarecer lo sucedido.

-¿Eres Paula?-   intentando centrar su mirada en los ojos de la chica.

-¿Quién lo pregunta?-   frunciendo el ceño.

-Verás. No pretendía afrontar esta situación de est...-  

-!¿Que quién ereeeeees?!-   le interrumpe impetuosamente.

-S.soy el papadre de Eugeni. Lo coconoces. Va a tu clase. Quería hablar con tus padres-

-¿Por qué? ¿Qué pasa con ese merluzo? ¿Si ni siquiera me habla?-   altiva.

-De eso se trata. Verás... em ¿A qué hora vienen tus padres?-   totalmente desubicado.

-Creo que aún tardarán en aparecer-   mientras regresa la mirada a su tablet de nuevo.

-Puede que deba esperar a que vuelvan, no quisiera...-   con inseguridad.

-Eso no es una buena idea. Ellos no están muy... receptivos últimamente-

    Liberado de supervisión y ya más cerca de la chica, Salva se deleita con esas descomunales vistas desinhibidas. Empieza a entender la locura obsesiva que se ha apoderado de su hijo, aunque duda que sus ojos hayan sido premiados con este embriagador regalo. Tras una pequeña pausa, prosigue.

S:  Verás Paula, mi hijo es un chico muy sensible y vergonzoso.

P:  ¿Qué me vas a decir? Una vez, tomándole el pelo, le guiñe un ojo y le tiré un besito. Se puso tan rojo que mis amigas y yo nos asustamos. Creíamos que le daba un yuyu.

S:  Sí. Ya. Eso...Eso que me cuentas es propio de él.

P:  Aunque con los demás le he escuchado a veces, pero vamos: que es un bicho raro.

S:  Mira, yo le conozco bien; es un gran chico: bueno, inteligente, creativo, trabajador...

P:  Es un crío y un cobarde. Cómo no tiene el valor de hablar conmigo envía a su papá a mandarme recaditos. No se puede caer más bajo.

S:  Nononono. Él no sabe que he venido... !Por Dios! no se lo digas, no le digas que...

P:  Pero si ya sé que está colado por mí. Toda la clase lo está. ¿Es que no me has visto?

    Paula vuelve a mirarle a los ojos. Salva siente la imperiosa necesidad de tomar asiento, pues una bochornosa protuberancia fálica se expresa, ya muy explícitamente, en el perfil de sus grises pantalones de tela fina. Se ha sentado, como un indio, sobre una especie de flotador-colchoneta con el que hace un rato estaba jugando Noa. La pequeña permanece al otro lado de su hermana, apilando unos bloques de plástico, ajena a ese incómodo diálogo.

S:  De verdad. Eugeni te quiere mucho y necesito saber si hay alguna posibilidad...

P:  ¿Con ese tarugo lleno de granos? Ni en sueños. No salgo con los niños de mi clase. !Noa, no toque eso! Es caca. Tíralo.

    El inherente optimismo de Salvador, con el cual ha emprendido esta peculiar misión, está herido de muerte.

S:  ¿Es que sales con alguien de fuera?

P:  No es asunto tuyo. En cualquier caso, no saldría con un chico de mi edad.

S:  Podrías... A ver... No sé qué es lo que podría ofrecerte yo pero... significaría mucho para mí que hablaras con mi hijo y le hicieras entender, amablemente, con buenas palabras, que te cae muy bien pero que no hay ninguna opción de que salgáis juntos.

P:  No me cae bien.

S:  Da igual. Emm. Es una mentira piadosa. Su sufrimiento, en gran medida, viene de su incapacidad para hablar contigo; de desear declararte su amor y no poder. Si tú le dices lo que me has dicho a mí: que ya sabías que está colado pro ti y entonces...

P:  ¿Por qué debería de molestarme? A mí me importa un pito ese zopenco.

S:  Pero a mí no. Haré lo que me pidas. Necesito ayudar a Eugeni.

P:  ... ... ... ¿Sabes que estoy castigada sin salir durante lo que queda de junio?

S:  ¿Es que... quieres que hable con tus padres sobre eso?

P:  Nooh. Ni por asomo... ... Mis padres me castigaron porque se enteraron que me veía con un profesor, fuera de las horas de clase. En el insti nadie lo sabe pero...

S:  Vaya. Eso es un asunto peliagudo.

P:  Me aburroooh. Me aburro tanto aquí sola. Noa no es que sea la mejor distracción.

S:  Entonces... No se me ocurre como podría yo alterar tu situación.

P:  ¿De verdad que no?

    Paula vuelve a mirarle. Con un grueso mechón de su pelo negro precipitado sobre su rostro, muerde la patilla de sus gafas de sol en un gesto sinuoso. Su expresión no contiene alegría ni enfado, solo unas cejas levantadas que dan forma de interrogante a esa sugerente mirada. Salva ha enmudecido:

P:  Tengo entendido que eres bombero. Eso mola ¿No?

S:  ... ... Emmm. Sí. Hace muchos años que me dedico a ello. Es vocacional.

P:  Los bomberos sois valientes y fuertotes. Tu hijo no podría serlo.

S:  Cuando yo tenía su edad no era un hombre tan fornido. Era un tirillas también.

P:  Pero ahora ya no lo eres. Aunque te veo un poco pálido ¿no?

S:  No que va. Bueno. Tengo la piel clara de naturaleza y la temporada de incendios justo empieza ahora, pero siempre hacemos maniobras en el exterior.

P:  Ya pero... esas maniobras no las hacéis en bañador ¿no?

S:  No. Claro que no. Llevamos la ropa de trabajo.

P:  Apuesto a que tienes el culo más blanquito que el de Noa.

S:  Desde luego no lo tengo tan bronceado como el tuyo.

P: !Aahap! !¿Es que me has estado mirando el culo?!

S:  A ver... estoy aquí... ... y tú también. Y no llevas... ropa que digamos.

P:  Ahahaha ¿Es que no te gusta mi bañador? Mis padres no saben que lo tengo.

S:  Eso no es... eso no es un bañador ni es nada. Eso es como si no llevaras...

P:  Cállate antiguo. Pareces mi padre. No lo llevaría en la playa pero ahora estoy en mi casa y no esperaba visitas. Si te molesta, pues no me mires.

S:  Bueno. Como quieras; pero volviendo a lo de antes. A lo de Eugeni...

P:  !Ay! Que pereza me da hablar otra vez de ese memo.

S:  Tiene que haber algo que yo pueda...

P:  Puede ser que me lo piense; lo de hablar con tu hijo. Pero tú tienes que hacerme compañía hasta que lleguen mis padres.

S:  No sé si es una buena idea que ellos me encuentren aquí, contigo, en este estado.

P:  Tranqui tronco. Escucharemos su coche al llegar. Podrás salir por la puertecilla esa.

S:  Entonces, si me quedo un rato, tú crees que...

P:  De momento báñate conmigo. Seguro que en tu casa no tienes piscina.

S:  No pero... en realidad yo no... es que.

    Paula no se queda para escucharle. Haciendo gala de una repentina vitalidad, se levanta y se encamina con paso ligero a las impecables aguas de su piscina con forma de alubia gigante. Viéndola caminar, Salvador entra en shock. Sus nalgas desproporcionadas se contonean hipnóticamente, a cada paso. Su tendenciosa forma de caminar es de lo más indecente y cada uno de sus gestos, con sus brazos, con su pelo... parecen destinados a encandilarle.

"Debería irme... pero... así no habré ayudado a Eugeni, puede que si me quedo y le sigo el juego... solo un poco más..."

    Ni él mismo se cree sus pensamientos. Aunque vaya de santurrón, siempre ha sido bastante pervertido. Su apacible vida familiar, su trabajo exento de mujeres, su escasa vida social... Todo su contexto a ayudado a mitigar sus fogosos instintos pero Paula... Dios bendito. Esa niña está tan, tan, tan buena, que ha despertando a la bestia de nuevo. Su corazón golpea su pecho intensamente y sus buenas intenciones empiezan a corromperse bajo el influjo de una incontestable lujuria intergeneracional.

    Aún escudado por su provisional inocencia, se permite el lujo de quitarse la camiseta, los pantalones, los zapatos y los calcetines para quedarse, únicamente, con sus oscuros bóxers. Su indumentaria se asemeja mucho a la de un bañista y en cualquier caso, es inmensamente más recatada que la de Paula.

    La verdad es que, fustigado por las altas temperaturas de este día tan caluroso, nada le apetece más que un refrescante baño junto a esa espectacular muchacha. Intenta no parecer demasiado patoso al adentrarse en ese agua sorpresivamente fría, andando por los escalones forrados con los miniazulejos celestes que habitan en casi todas las piscinas del mundo.  

    La chica ha sido la primera en sumergirse y nada sin dejar de mirarle. Su rumbo es poco definido y termina por acercarse al punto de inicio.

P:  Pues no estás nada mal para ser un papi. Eres un verdadero machote.

S:  No podría ser bombero si no superara unas pruebas físicas muy duras.

P:  Eso sí. Necesitas una buena sesión de bronceado. Tienes el pecho descolorido.

S:  Bueno. Es que no soy mucho de ir a la playa y...

P:  Estás en el sitio indicado. Hoy tomarás el sol durante un buen rato.

    Paula se impulsa de nuevo causando un notorio oleaje. Nada de un modo más decidido hacia el polo opuesto de la piscina. Incluso distorsionado por el agua, su sublime cuerpo se dota de un tono místico, aliñado con los destellos solares que castigan, suavemente, las pupilas de su nuevo compañero acuático.

    Luchando contra sus instintos primarios, Salva se agarra al borde de la piscina y descarta la lasciva persecución que tantas ganas tiene de perpetrar. Su propia decencia le recompensa: no pasan demasiados segundos hasta que observa como la chica regresa, cual boomerang, con una fresca sonrisa pintando sus labios. Tras acercarse demasiado a él, se conecta a sus ojos con una mirada traviesa; pero la moralidad de ese atormentado bombero todavía no ha dicho su última palabra.

S:  Si Eugeni supiera que estoy bañándome contigo no volvería a dirigirme la palabra.

P:  Olvídate de ese crío. Has hecho lo que has podido. Ahora solo estamos tú y yo.

S:  Paula. Verás: estoy casado. Nunca le he sido infiel a mi mujer y no quisiera que...

    La expresión de la chica se contrae bruscamente, como si de pronto algo no cuadrara. Se pronuncia ofendida:

P:  !¿Es que te crees que quiero follar contigo? !Si nos acabamos de conocer!

S:  Ah. No. Es que... Cómo... Yo pensaba que... En realidad no... no quería.

P:  Además. Yo ya tengo novio. Lo que es un novio secreto, pero es muy guapo.

S:  ¿El profesor?   

P:  No, no, no. Es solo fue... una historia pasajera. Muchas complicaciones.

    Paula se ha relajado y su enfado parece haberse diluido mientras habla. Apoya sus hombros en el borde de la piscina y extiende sus brazos, en cruz, a lo largo de ese pedregoso límite descrito por una infinidad de pequeños minerales naranjas, blancos y amarillos. Su mirada ausente autoriza las persistentes y libidinosas miradas de su interlocutor, obcecado ahora por unas tetas impropias de una chica tan joven. Llega incluso a plantearse que pueda haber algo de silicona dibujando tan firmes mamas.

P:  Háblame de tu mujer. ¿Está tan buena como yo? ¿Lo estuvo alguna vez?

S:  Emm. Bueno. Marisa tiene otro modo de ser guapa. Es una belleza recatada.

P:  !Eh! Que yo no me paseo así por el insti. Esto de hoy ha sido algo accidental.

S:  Sí, pero tu cuerpo... Dudo que ningún atuendo pueda... disimularte.

P:  Bueno. He tenido suerte de nacer en el siglo veintiuno. Cuando yo era pequeña, las reinas del baile eran chicas muy delgadas, muy finitas. Ahora se llevan los culazos.

S:  Bueno. Eso sí es cierto. Aunque a cada cual...

P:  "Marisa" ahaha, que nombre tan viejuno. ¿Ella tiene un buen culo?

S:  Siempre ha sido delgada. Un saquito de huesos.

    La tan cercana mirada de Paula parece tan limpia e inocente... ¿Quién diría que, unos centímetros más abajo de esos claros ojos castaños, empieza ese despilfarro de erotismo adolescente que emana de cada uno de sus juveniles y bronceados poros? Mientras habla con su confusa picardía, la muchacha le lanza miraditas y sonrisas de difícil calificación. A cada segundo que pasa, su negativa sexual se convierte en algo más doloroso y asfixiante; ¿Pero hasta qué punto es definitiva esa negación? ¿Hasta qué punto importa eso?

S:  Fue mi primera novia en el instituto, así que... nunca he estado con ninguna otra.

P:  !No me fastidies! ¿En serio? Eso es... fua... Muy romántico. Tiene suerte de tenerte. La fuerza del amor verdadero es lo más bonito que hay en el mundo, espero que nada ni nadie te haga desistir nunca de ese compromiso tan firme.

    Esa maquiavélica zorrona pronuncia esas enternecedoras palabras mientras sale de la piscina. Su manera de andar por los escalones contradice su oratoria hasta el punto de rebajar, a la categoría de broma, sus últimas frases. Ese tremebundo culo mojado se contonea a pocos centímetros de la cara de Salvador, quien ni si quiera logra apartar su mirada bobalicona cuando la chica voltea su cabeza para descubrirle.

-¿Has oído un coche?-   pegunta ella mientras frunce el ceño y mira lateralmente.  

-¿Qué? No ¿En serio? Están aquí. Pero q..-   saliendo de la piscina con toda su urgencia.

-Nooh. Tranquilo tron. Solo era una broma. No creo que mis padres vengan a comer. Menuda cara has puesto. Y qué manera de moverte. Parecía que andaras sobre brasas.

    El robusto torso de Salva se moldea por ondas y aceleradas bocanadas de espanto. Mientras recupera el aliento, observa como esa niña se da la vuelta sin dejar de reír. Esa infame broma le sitúa de nuevo en el mapa. Ha entrado, sin permiso, en una casa ajena con la noble intención de ayudar a su hijo con sus torturados aferes amorosos y ahora, en lugar de eso, no puede parar de mirarle el culo a su amada y desear, sin medida, penetrarla hasta el fondo !A una niña que bien podría ser su hija!

P:  ¿Vienes o qué?

    Paula ha arrastrado su tatami hasta el césped, cerca de la piscina. Noa, cansada ya de jugar con los bloques de colores, la sigue con su pequeña toalla personalizada. Salva se había olvidado por completo de la pequeña, es tan discreta y silenciosa... A cuatro patas, su hermana mayor le ayuda a establecerse, extendiendo su toalla a su lado.

"!Pero que culo madre de Dios! Tengo que irme de aquí o acabaré acusado de violación"

S:  Debería irme ya. No creo que... bueno...

P:  ¿Pero qué dices? ¿No habíamos acordado que te broncearías un poco conmigo?

S:  Sí, ya, pero se está haciendo tarde y no creo que...

P:  Al menos ayúdame a ponerme la crema solar.

    El rostro boquiabierto de Salva se queda en pausa. La perspectiva de tocar... aunque solo sea su espalda... ufh.

    La adrenalina más lujuriosa acaba de dar un golpe de estado en su cerebro. Mientras contempla cómo Paula unta a su hermanita con protección solar, prácticamente desnuda, nota como su escalera levadiza asciende firmemente. No puede esperar más para ponerle las manos encima a esa muchacha tan traviesa. En cuanto ella nota la cercanía de su invitado:

P:  Estaba jugando a la sombra hasta ahora. Pero si mis padres se la encuentran roja me cae la gorda a mi ¿sabes?

    Salva no había reparado en la calidez de la voz de esa chica, puede que sea por el tono tan suave con el que se pronuncia ahora, o puede que su embriagado estado mental le hiciera adorar esa voz aunque hablara en alemán. Ella, aún de espaldas:

P:  Por cierto: ¿Cómo has sabido donde vivía? ¿Es que el acosador de tu hijo me sigue?

S:  Nooh. Ya te he dicho que Eugeni no sabe que he venido.

P:  ¿Entonces?

S:  Mi mujer conoce a tu madre. Hace tiempo iban a yoga juntas y alguna vez...

P:  ¿Tu mujer sabe que has venido?

S:  Le comenté que vendría. Me dio la dirección pero me dijo que no era buena idea.

P:  ¿Y tú qué crees? ¿Ha sido buena idea?

    La chica por fin vuelve a mirarle mientras pronuncia esa última pregunta. Ha retomado su cautivadora sonrisa que enamoraría al más insensible de los asexuales de este mundo. Le ofrece el pote de loción solar con un gesto mudo. Los dos están de rodillas.

    Paula se tumba jovialmente y acto seguido, su hermanita la imita con gestos muy graciosos. Salva siente intensos sus latidos, como un pirata que destapa el cofre del más preciado tesoro. Se unta una gran cantidad de crema blanca sobre la mano derecha y empieza su primer contacto físico con ese idolatrado pibón, justo por encima de la cintura.

    Con un simple gesto repentino, Paula tira de un cordón para desabrochar la parte de arriba de su microbikini. Su espalda queda desnuda y las manos de Salvador tienen vía libre al fin. Con un enérgico masaje, esparce esa viscosa solución arrebatándole su blancura inicial.

P:  Entonces ¿Le hablarás de mí a tu mujer?

S:  Creo... creo que no. Me diría : "Ya te lo dije".

P:  ¿El qué?

S:  Que no conseguiría ayudar a Eugeni.

P:  ¿Te gustaría que saliera con él?

S:  Pues claro. Para eso he venido.

P:  Ya pero... eso era antes de conocerme. Te lo pregunto ahora.

    Salva no contesta a esa pregunta. Los celos más primarios podrían convertir ese interrogante un dilema. Un tenue gemido de placer pone banda sonora a esa intensa friega y barre con cualquier pensamiento que pueda distraer a ese honrado padre de familia. Sus dedos se apresuran a alcanzar la plenitud de esa preciosa espalda, más carnosa ya en la zona de los riñones. Quiere volver a arrancarle un gemido a Paula y no tarda en...

-!OoOoOh! !Dios! !Que manos tienes!-   exaltada.

-oO Doz, ke manoz tenez-   pronuncia la pequeña entre risas.

    Salva se siente más depravado con esa tremenda erección palpitando cerca de esa niñita. Piensa en la cara que pondría Marisa si contemplara esa escena o, peor aún, en las lágrimas de rabia y de odio que le dedicaría su hijo si estuviera ahí. Su culpabilidad está a punto de reconducir su trayectoria pero una tendenciosa pregunta termina con esa deriva.

-¿No te olvidas de nada?-   dice la chica con un tono suave.

-¿A qué te refieres?-   contesta él algo descolocado.

-No solo tengo espalda-   como si quisiera que Noa no la escuchara.

    Salvador entra en ebullición. No puede más. Desde que empezó con Marisa, hace más de dos décadas, no había tenido esa clase de sensaciones; ni siquiera las de entonces eran comparables a estas. A estas alturas empiezan a escasear las dudas sobre la inminente extinción de su longeva fidelidad.

"Cabeza fría Salva. Cabeza fría. No piensas con claridad. Esto es un calentón. Solo un calentón nada más. Un tremendo calentón. Huye de aquí ahora o lo lamentarás"

    Sus dedos se declaran en rebeldía y descienden hasta esas voluptuosas nalgas celestiales. No dan abasto. Ese fino cordón negro no representa ningún impedimento para las maniobras jubilosas de sus obscenas garras. El contrapunto lo ponen las inocentes manitas de Noa, que se entrometen llenando la escena de desconcierto y cortándole el rollo a Salva.

N:  Culo, culo, culo, Paula, culo...

P:  Anda Noa. Túmbate como yo. No molestes a este señor.

    Ese señor empieza a sentirse como un pez fuera del agua, no concibe la naturalidad con la que Paula se dirige a su hermana en un contexto tan delirante. La niña le hace caso y vuelve adoptar su postura inicial. Salva permanece paralizado aún cuando:

-¿A qué esperas? ¿A que lleguen mis padres?-   con cierto tono de burla.

    La chica gira la cabeza unos noventa grados, los cuales no son suficientes para conectar sus miradas. Mientras las dudas siguen asaltando la honesta consciencia de Salva, su lujuria desbocada toma el control y le hace derramar un generoso chorro de crema sobre el fastuoso culo de Paula. Se emplea a fondo sin mediar palabra. Amasa esas inauditas redondeces como los panaderos lo hacen con la masa. Intenta bajar por esos nutridos muslos pero no consigue llegar a las rodillas. Con el pensamiento ya del todo nublado, se aventura por lugares prohibidos.

-!oOh! ¿Qué haces?... ¿A caso temes que me toque el sol por ahí?

    Salva no contesta y siegue profundizando en su fechoría digital. Le ha bastado apartar un poco el cordón para acceder al sagrado ojete de Paula y profanarlo con vehemencia. Su solitario índice, no consigue llegar tan adentro como pretende así que pronto recibe la ayuda de su socio corazón.

-No deberías... oOoh, mi hermanita está aquí-   le reprocha.

-¿No te gusta Paula? ¿No es esto lo que querías?-   sin despegar los dientes.

-¿Pero qué dices? Mi culo no es... oOh. NoOh. Piensa en Marisa, en Eugeni. OoOh-

    Esa dolorosa alusión a los pilares de su vida no consiguen sofocar ese incendio. Las llamas son tan imponentes ya que ni el mejor bombero podría ponerles freno. Salva se encuentra en una disyuntiva tan tensa que empieza a tener leves temblores.

    Noa se da la vuelta y estira sus bracitos mirando al cielo. Señala una nube que ha llamado su atención mientras canturrea la última canción que le han enseñado en preescolar.

"Bendita inocencia"

    Justo cuando el dedo anular estaba a punto de unirse a la fiesta, Paula le pone freno. Con un movimiento brusco de cadera desenfunda esos intrusivos dedos de su lubricado ano. Está preocupada por la pequeña. No quiere mancillar su pureza escenificando un acto tan degenerado delante de ella. Le dedica una mirada de enfado a su agresor pero en el fondo, su calentura es comparable a la de Salva.

    No ha parado de jugar a este pernicioso juego desde que ese hombre se ha personado sobre el césped de su jardín. Lo que ha empezado siendo un atrevido acto de rebeldía contra el castigo de reclusión al que la someten sus padres, se ha convertido ya en un clamoroso fervor con mucho más alcance. Sin la fuerza necesaria para renunciar al devenir que le espera, Paula recupera su relajada postura y hace como que se entretiene con la talbet.

    Noa ha recuperado también su pose bocabajo e incluso cierra los ojos mientras reposa la cabeza sobre sus brazos.

    Salva no deja de acariciar las gelatinosas nalgas de la chica, pero eso ya no es suficiente. Una imperiosa necesidad biológica está a punto de instaurar un punto de inflexión en esta truculenta historia. Con un enérgico gesto desafiante, el respetable funcionario arranca ese cordón oscuro que tan tímidamente defendía el decoro anal de Paula. La chica, un poco asustada, se mantiene impasible, a la expectativa. Mirando de reojo a su ingenua hermanita soñolienta.

    Sorprendido por la pasividad de esa chica tan singular, Salva desenvaina su gran falo colapsado de sangre y usa sus rodillas para encaminarse hacia su objetivo. Con sumo cuidado, empuja su cipote entre las nalgas de Paula quien, en un principio, sigue manteniendo un enigmático silencio.

    La chica era virgen de culo y nunca pensó que una verga pudiera llegarle tan hondo. Su interminable trayectoria entrante le hace temer por la integridad de sus entrañas y, víctima de su propio vértigo, termina por emitir un gemido lleno de fragilidad.

P:  OoOoOoOh... ¿Cocomo es...? oOoh... ¿Cu.cuanto te mide la polla?

    Salva intenta contestar a eso pero no consigue articular palabra. Se siente muy orgulloso del pasmoso tamaño de su miembro viril pero está a punto de correrse ya. Tan pronto. Su febril fogosidad ha mantenido sus glándulas seminales a pleno rendimiento durante demasiado tiempo y ahora, su caudalosa corrida está excesivamente ansiosa por adentrarse en ese gran culo adolescente. Siente el amenazante aliento de la vergüenza en la nuca pero ahora ya es demasiado tarde.

    Ya sin el más mínimo control sobre su cuerpo, Salva intensifica ese bochornoso trajín rectal, agitando la descansada postura de Paula, quien sigue teniendo la piernas cruzadas y se limita a mantener su culo en pompa sobre el tatami.

-Oh, ooOoh, ooh, poOor favoOor, mmnn, Oh-   susurra la chica.

-Mmh, Mhnm, Mhn, Mmn, Mh-   le acompaña él hasta que algo le causa mutismo.

  

  

    Presa de una aplastante sensación de desahogo, ese avergonzado bombero riega, con su lechoso flujo, el interior más íntimo de esa jovencita incendiaria. Salva se corre holgadamente, pero por muy grande que sea su manguera, si solo la usa durante unos segundos no podrá, siquiera, inquietar tan ardientes llamas.

    Cuando su silenciado pero descomunal orgasmo empieza a tornarle impotente, la más inesperada de las figuras acude en su ayuda y lo rescata de una humillación absoluta. Noa ha vuelto a levantar su cabeza oportunamente y requiere de la atención de su hermana. Paula, con toda su urgencia, intenta sacarse de encima esa pesada carga que la oprime y Salva, mareado, cae a su lado comiéndose el césped. Su respiración acelerada nutre de oxigeno esa aliviada situación.

"¿Sabrá que me he corrido? Con tanta loción y con tanta lubricación anal... Además, se lo he metido tan adentro..."

    Mientras nada entre sus elucubraciones, oye a Noa pero no la escucha. Por lo visto, esa cría inquieta tiene calor y quiere acurrucarse a la sombra para jugar con sus muñecas. Con la respiración aún afectada, Paula se pronuncia al respecto:

-Vale, uf, pero que yo te vea. No entres en casa como antes-   mientras la ve alejarse.

    Cuando la pequeña llega a su destino, la chica regresa su mirada a su mermado amante, a quien ha expulsado, de mala manera, hace tan solo un momento. Levanta las cejas y dice:

-Te diría que te fueras pero... estoy tan cachondaaah-   susurrando malévolamente.

-Te entiendo pequeña pero... llevo ya un rato al sol y no quisiera quemarme-

    Salva intenta ganar algo de tiempo. Con un poco de suerte podrá volver a la carga con todo su fulgor. Paula vuelve a arrugar su frente. No da crédito a lo que escucha.

-¿Es que ahora quieres jugar tú conmigo? ¿Ahora que estoy en llamas?-   ofendida.

-No te enfades niña, pero es que me estoy quemando. Luego como le cuento a mi mujer que...

-No quiero meterme tu polla sucia por el chocho. Vamos a la ducha y te limpio-

-¿En serio?-

-Espérame allá. Voy a por un poco de jabón del lavabo-

   Mientras se levanta, Salva todavía ve estrellitas. Puede que sea por la insolación, por su reciente eyaculación o por incorporarse tan deprisa; o puede que por las tres cosas a la vez. Anda con pies de plomo, aún temeroso de perder el equilibrio, mientras observa como Paula se dispone a entrar en casa.

    La parte de abajo de su supuesto bikini ejerce ya como un simple cinturón decorativo. Su voluptuoso culo, desprovisto de teatralidad sensual, resulta igualmente cautivador sometido al movimiento de esos apresurados pasos.

    Algo perturba a ese espectador desatando todo su pánico. Un coche está aparcando en la calle. Muy cerca. Salva se apresura a recoger su ropa y, tras una rápida carrera, la tira por encima de los abetos, al jardín de los vecinos. Se ha precipitado. La puerta que le permite salir de ese recinto delimitado por abetos queda al otro lado. Con sus gayumbos aún mojados y algo paralizado por el riesgo, se esconde tras la barbacoa de piedra, al lado de la ducha exterior.

    Paula no tarda en reaparecer, extrañada por esa inesperada ausencia. Lo busca con la mirada hasta que le encuentra mimetizando silencioso gestos de alerta. La chica sonríe negando con la cabeza y señalando a la calle. No se trata de sus padres.

    Salvador se frota la frente aliviado. No tarda en percibir la presencia de la chica a pocos metros. Por primera vez, vislumbra su chocho depilado. Sus gruesos muslos dibujan una Y griega perfecta bajo esa apetecible barriguita. Trae consigo un pequeño pote de jabón.

-Toma. Lávate los dedos. No seas asqueroso. Yo te limpio la polla-

    Cuando ya se está enjabonando las manos en seco, sin previo aviso, Paula abre el grifo de la ducha. Unos centilitros de agua templada, calentada por el tubo de metal soleado durante toda la mañana, dan paso a un torrente mucho más glacial.

    Mientras se habitúa a esa novedosa temperatura, Salva percibe como sus bóxers caen al suelo con la inestimable ayuda de Paula. Todavía con agua en los ojos y en la boca, siente como esa jovencita le agarra el pene y se apodera de sus peludos huevos. Con tantas prisas, no ha tenido tiempo de comprobar el estado higiénico de su miembro pero tiene la esperanza de que no fuera muy mierdoso. Ese jabonoso manoseo fálico no tarda en tornarse placentero. Arropado por su elemento favorito, el bombero empieza a sentirse reconfortado por el frío agua que le salpica. Ya ha recuperado su visión, pues sus ojos están ya a salvo del chorro que tan descaradamente ha ultrajado su rostro.

P:  Se te había quedado morcillona pero ya empieza a crecer.

S:  Claro niña. Es que con el susto de antes.

P:  No me llames niña. ¿Es que no te has dado cuenta de que soy una mujer?

S:  ¿Pero qué dices? ¿Cuántos años tienes?

P:  Pues los mismos que tu hijo. ¿Tú qué crees? Si vamos juntos a clase.

S:  Diósss... No me hagas pensar en él.

P:  En el fondo te pone la traición. !Miramiramira! !Mira que duro te estás poniendo!

S:  Noh, es que... uff. Esto no...

P:  Si lo hiciéramos delante de él te correrías... constantemente.

S:  No Paula. Cállate. No seas mala.

P:  ¿Mala yo? Por cierto... ¿No te habrás corrido en mi culo? Me lo noto pringoso.

S:  ¿Qué dices? Si a penas te estaba empezando a follar.

P:  A no sé. Es que como nunca lo había hecho. Era virgen de culo. ¿Lo sabías?

S:  ¿Y de boca? ¿Eres virgen de boca?

P:  Mmmmmmmn. Eso no jaja. ¿Por qué me lo preguntas?

    Salva observa sus espléndidas curvas relucientes. La parte de arriba de su escueto traje de baño está desabrochada por atrás pero aún se sostiene desde el cuello, dejando caer su minimalista textura por delante de su espectacular delantera.

S:  !Quítate esto ya!

    Paula mira a ambos lados para certificar su discreción, como si estuviera a punto de cruzar una frontera del decoro que no hubiera cruzado ya. No solo se deshace de su atuendo superior sino que también se quita ese inútil cinturón residual.

    La polla de Salva, ya libre de espuma, vuelve estar de nuevo en su máximo esplendor. Soportando estoicamente el desafiante chorro de agua fría que destierra el calor de un día tan radiante.

    Ya bien fresquito, el varonil invitado se desmarca del de su ubicación para dejarle sitio a su acompañante. Sin dejar de mirarla, se apoya en una amplia repisa de la barbacoa. No da crédito a lo que ven sus ojos:

"!¿Pero cómo puedes estar tan buena?! Ahora sí que te follaré como es debido. No conseguirás que vuelva a correrme tan fácilmente. No sabes lo que te espera."

    Después de cerrar el grifo, Paula aprovecha para volver a inspirar profundamente. Se acerca recogiendo su oscuro pelo para atrás y le mira a los ojos de nuevo. Las pupilas de Salva van como locas. Esas resplandecientes curvas mojadas no le dan tregua y reclaman sus atención, todas a la vez, a cada instante.

    En un gesto que lo sorprende, la chica no se detiene hasta que, después de rodear su cuello con sus brazos, estampa su boca con la de él. Salva, por A o por B no había previsto, en ningún momento, besarla en los labios. Será porque su generación no tomaba tan a la ligera dicha intimidad bocal; aunque tampoco era tan común follar con alguien en la primera hora de conocerse. De todas formas, dicha carantoña contiene una inherente ternura que le desconcierta, como si se tratara de un par de enamorados.

    Pronto, la lengua de la chica se ocupa de darle un carácter más obsceno a la situación. No contenta con convertirse en una intrusa en su boca, empieza a morderle los labios y a mojarle con sus abundantes y sublimes babas. Salva a articula su respuesta con un intenso manoseo nalguil a modo de abrazo. En medio de tan cruenta reyerta, Paula baja sus manos para volver a agarrar ese manubrio tan tieso y enrojecido.

P:  ¿Quieres que te la chupe?

S:  ... ... ... No. Claro que no. Eso sería asqueroso.

    Paula finge que se enfada. Airada se da la vuelta y empieza a andar hacia el centro del jardín. Salva corre tras ella e intenta detenerla. La chica se hace de rogar teatralmente. La función se interrumpe cuando, muy cerca de ellos, se acerca Noa con la intención de enseñarle algo a su hermana; algo que a ella le parece muy interesante acerca de sus muñecas preferidas. La chica se incomoda súbitamente y se dirige, con disimulo, al hombre maduro y desnudo que le está rogando clemencia demasiado cerca de ella, con la polla completamente tiesa.

-!Estate quieto joder emmm... padre de Eugeni!-   con imperativos susurros.

-!¿Qué?!-   contesta ofendido   -Me llamo Salva-

-Claro Salva... Métete en la piscina y espérame-   mientras se dispone a atender a Noa.

    Una repentina sensación de desnudez le asalta y lo empuja a cubrir su pene inflamado con sus manos. Noa le mira desconcertada por unos instantes pero pronto se ve interpelada de nuevo Paula y se despista. Sintiéndose un degenerado, Salvador mira a lo alto de las casas colindantes. A penas distingue unos pocos tejados, pero también ve alguna ventana desde donde alguien podría estar observándole. Emulando una normalidad poco creíble, se acerca a la piscina y se adentra en ella otra vez como si el agua no estuviera fría.

"!Coño! Con este sol pegando toda la mañana debería de estar más templada. Todavía estamos a medianos de junio pero..."

    La pequeña Noa también quiere ir desnuda pero su hermana no se lo permite. Cuando la niña ya le ha explicado, con su limitado vocabulario, porque su muñeca Malibú articulada es tan apasionante, Paula la envía de nuevo a jugar a la sombra. Acto seguido, se aleja apresuradamente sin dar ninguna explicación.

"¿Pero dónde va esta nena? A ver si con este agua tan frío se me va a bajar. Noo, noo. No seas gafe Salva. No pienses en eso. Nada sería más horrendo que flaquear ahora. Un gatillazo, después de todo a lo que he renunciado por follarme a Paula... Ya viene. Solo ha ido a buscar mis gayumbos. !Pero mírala! ¿Cómo es posible que esté tan buena?"

    Los boxers mojados de Salva vuelan, dibujando una sutil parábola, y terminan por estamparse violentamente en la cara de su dueño. Paula se tapa la boca sonriente, algo alarmada por tan certero lanzamiento.

-¿Estás bien?-   pregunta entre risas.

-!¿Estás loca?! ¿Tú sabes lo que pesa esto estando mojado?-   algo ofendido.

-No pensaba que te daría en la jeta-   modulando gestos de perdón.

-Es lo que me faltaba para acabar con mi erección-   victimizándose.

-Oh. No. Por favor. No me digas eso. ¿A ver?-   llena de curiosidad.

    Salva se encarama en uno de esos escalones celestes, dejando su culo parcialmente sumergido. Su tranca no se encuentra en su mejor momento, pero todavía goza de cierto grosor.

-Déjame a mí. Yo me ocupo de levantar esta piltrafa-   con confiada actitud.

    Paula hunde su cuerpo hasta la cintura para tener mejor acceso a ese pedazo de carne que tanto ha decaído desde la última vez que lo tocaba. En una espeluznante maniobra, la chica engulle, por completo, la trinidad genital de Salva. Aún se ayuda con los dedos para hacerle sitio al segundo huevo mientras un hilillo de babas se derrama sobre él agua clorada que les da cobijo. Mastica, compasivamente, ese manjar testicular mientras rodea con los brazos el resto de ese festín canibalesco. Le abraza por la zona de los riñones para dar más presión a su ingesta.

    Los fantasmas de ese gatillazo indeseable se esfuman rápidamente a medida que la carnosa polla de Salva crece dentro de la boca de Paula. Pronto destierra, egoístamente, a sus dos aliados colganderos para monopolizar la boca de la chica.

-Oh, Sí. Así me gusta-   mientras echa una ojeada a su alrededor.

-Jhhqdprzzhcrzzzhff-   con su condicionada pronuncia.

-Cómeme... cómeme los huevos-

    Paula obedece y vuelve a prestarle atención a los tantas veces olvidados apéndices ovalados. Los saborea con avidez mientras sigue empleando una de sus manos para desenvolverse en ese efectivo masaje fálico. Salva no puede evitar pensar en Marisa:

"Ella nunca quiso hacerme esto, nunca ha querido hacerlo en más de veinte años, dice que son demasiado peludos... Tendría que ver esto... !No nO no! Por Dios !Mejor no!"

    Paula aparta la cabeza sin sacárselos de la boca, provocando un doloroso estiramiento cutáneo, antes de dejarlos caer violentamente. El agua, que tanto refresca la parte inferior de los muslos de Salva, se convierte en un coctel baboso de tan abundante como es la saliva que desprende la chica; quien, efusivamente, vuelve a engullir ese nabo esplendoroso.

-!Sí! sisisi Sí. Paula. Qué buena eres-

-Mghmn, q pllqtnnnzz, gmh-

-Si sigues así me voy a correr antes de poder follarte-

    Con un rostro algo ofendido, esa desvergonzada bañista desatiende sus tan laureadas atenciones bocales para que esa hipotética situación no pueda tener lugar. Aprovecha para echarle una ojeada a su hermana. Noa sigue canturreando a pocos metros, dando vida a sus muñecas sin prestar la más mínima atención a lo que ocurre en el agua. A la vez que distingue esos absurdos diálogos enfatizados, Paula siente como unas grandes manos se apoderan de sus tetas. Adapta su postura para realizarle una cubana a su bombero preferido.

S:  Eres una pirómana. No imaginas el incendio que has provocado.

P:  Entonces... entonces será mejor que uses tu manguera para apagarlo.

S:  No lo dudes pequeña.

P:  No soy tan pequeñaaaah.

    Las tremendas peras de la chica no se habían sumergido de nuevo en la piscina. Su pretendida sequedad se ha visto franqueada por las numerosas salpicaduras que provoca tan enérgico pajote mamario, junto con la saliva que deja caer, intentando acertar al glande de ese trabuco tan notorio que tiene entre las tetas.

"!Esto está tan bien...! Si me corriera ahora no podría arrepentirme. No podría, tan siquiera, lamentar el no haberla follado como es debido. No sé si... Pensaba que duraría más... creo que..."

    Como sí Paula le hubiera escuchado pensar, se para en seco. Su parálisis va más allá de un desapego sexual pasajero. Se ha detenido como si alguien le hubiera dado al botón de -pausa-.

-¿Qué pasa?-   invadido por la curiosidad.

-Estamos haciendo ruido-   susurra mientras afina su oído.

-¿Es que has escuchado algo?-   mirando hacia la casa con espanto.

-No lo sé. Sal de la piscina. Voy a ver-

    Al mirar cómo sale con premura, Salva llega a la conclusión de que nunca podría acostumbrarse a ver a esa nena desnuda, como lo hizo con su mujer. Paula está demasiado buena. Tras una fugaz intrusión en su casa, la chica sale con una expresión más relajada. Noa a penas se inquieta y permanece tumbada, con la cabeza reclinada sobre un cojín cuadrado que habita, permanentemente, en su zona de juegos.

    A medio camino, su ya despreocupado invitado, se ha dejado caer sobre el tatami en el que tan cómodamente suele tomar el sol la hija mayor de los Lucena. Salvador, espatarrado, siente el sol sobre la mitad frontal de su cuerpo mojado y mira al cielo lleno de gratitud. Sabe lo que está a punto de suceder. El destino ya se ha entretenido demasiado mediante una espera que, aunque celestial, está postergando demasiado su desenlace.

    Paula no tiene pensamientos muy distintos. Sentir esa polla tan madura en sus manos, en su boca, entre sus tetas... incluso dentro de su culo en primera instancia, la ha puesto muy caliente. Toda la rabia y el resentimiento que alberga contra sus padres por tenerla en arresto domiciliario, en un sábado tan espléndido, se están a punto de reconvertir en ferviente euforia sexual mediante un polvazo lleno de expectativas.

"Castigada por verme con mi profe ¿eh? !Pues aquí tenéis!... Dos tazas... En vuestra propia casa"

    Paula se aposenta sobre Salvador sin demasiada delicadeza. Mueve su culo para restregar sus partes bajas con las de él pero está demasiado ansiosa. Ya no puede pensar en más jueguecillos y, sin vacilar, agarra ese cipote venoso y se lo mete muy adentro. Dicha trayectoria no requiere de demasiada delicadeza porque ese chocho empapado ya hace rato que chorrea.

    Salvador, algo cegado por los rayos solares, siente como su miembro viril es acogido dentro de su anfitriona con el mejor de los tratos. La chica empieza a sacudir sus caderas salvajemente de un modo que supera a su huésped. Frente a la inalcanzable tarea de rodear unas nalgas tan hiperactivas y revoltosas, ese capacitado funcionario se centra en sujetar a Paula por la cintura, para que no salga rebotada a consecuencia de tan impetuosas embestidas. Intenta participar con su propio balanceo pélvico pero es incapaz de sincronizarse con tan desenfrenado ritmo, así que, un poco asustado, se limita a darle, a su tranca, la mayor relevancia posible con su pose.

    Esa niña no tiene freno. Sus orgasmos suelen hacerse de rogar, pero lleva tanto rato en ebullición... Esa frenética cabalgada vislumbra la luz al final del túnel y eso intensifica todavía más su ritmo. Sus jadeos, que habían empezado contenidos, se desinhiben a medida que le va faltando el aliento. Dicho folleteo termina adquiriendo una obscena sonoridad que traspasa, holgadamente, la tenue frontera discrecional que se articula mediante una simple hilera de abetos.

    Cualquiera de los vecinos colindantes, y no tan colindantes, podrán escuchar a Paula; tendrán que hacerlo si se encuentran en sus casas y mucho más si están en el jardín.

"!!Que desvergonzada que es esta niña!!"

    Presa de una cierta enajenación, Salva experimenta un momento de lucidez que le permite tomar plena consciencia de lo que está ocurriendo, desde fuera de su cuerpo: Se ve follando, desmadradamente, a la chica que ama su hijo, al aire libre, sin ninguna cautela. Una adolescente infartante a quien acaba de conocer por accidente. Una nena perversa que está usado sus incontestables atributos para ningunear tantos años de impoluta fidelidad hacia su mujer.          !Qué traición!

"Yo solo había venido a tener una charla cordial con los padres de Paula"

P: !!OoOh!! !!Sii!! !OooOoOh!

S:  Mmmh. MmMmMmh. !OOoah!

P:  Oh. Joder. OoOh. Me corro. !Me corro!

    Ese anuncio alivia al bombero, quien, contra todo pronóstico, sentía ya insostenible su virilidad. Aunque se trate de su segundo derrame, nadie podría soportar tan furiosas acometidas de tan despampanante jamelga sin correrse en pocos segundos.

    Paula ya ha llegado. No necesita pronunciarse más al respecto: La manera como ha callado su lasciva oratoria, el modo en que aprieta su pelvis contra él, sus incontrolables temblores cárnicos, la manera de contener la respiración en ese precioso cuerpo falto de oxígeno, sus ojos cerrados, sus dientes mordiendo su labio inferior... Eso sí es lenguaje no verbal.

S:  ¿Est. Estás bien?

P:  S.Sí... Espera... ... ... No. ¿No te habrás corrido no? No te corras ¿eh?

     Salvador niega con la cabeza aún con los ojos muy abiertos. Sometidos por tan imperativo calentón, ni el uno ni la otra habían contemplado ninguna de las debidas precauciones.

"Parece mentira que a mis años haya estado a punto de preñarla. No quiero ni pensarlo. Suerte que no es demasiado tarde"

    Un poco asustada por la tardía llegada de su juicio, Paula desenfunda. Está aturdida y aún le flojean las articulaciones. Sin duda, es el orgasmo más intenso de su vida.

P:  No podemos seguir tentando a la suerte.

S:  Ya pero...

P:  ¿Qué es lo que prefieres? ¿Quieres que...?

S:  Tú culo. Quiero tu culo Paula.

P:  Jooh... Jaja... Vaya sorpresa... Valevale. ¿A cuatro?

S:  No espera. Ponte como antes. Boca abajo.

P:  Te ha gustado eso ¿eh? Cuando nos ha parado Noa.

    Los dos enfocan a la pequeña. Noa sigue durmiendo en ese sombrío rincón; a salvo de la traumática visión del espectáculo que está teniendo lugar sobre el tatami. Paula se acomoda grácilmente mientras se aparta el pelo de la cara.

    Esta minipausa le ha venido de perlas a Salva para desterrar ese orgasmo demasiado prematuro. Antes de profundizar en el asunto que se trae entre manos, se aplica durante unos apasionados instantes para comerle las nalgas a la chica. Teme que no podrá gozar de ellas nunca más y se dedica a saborearlas y a medirlas bien con sus grandes palmas.

S:  Sí. Así. Toda dentro. Despaciooh. OooOh. Qué culo tienes Paula.

P:  Ooh. No me digas. oOh. Yo creo que... que por eso se ha enamoradoh Eugeni de mí.

S:  ¿Por tu culoOh? NoOh. Mi hijoOh... Eugeni es un chicoOoh muuy sensibleeoOh.

P:  Sí. sí. ClarooOh. Joder. !Pero qué polla tienes! !Qué duro estás!

S:  Oh. Sí. Tengo una buena manguera, OooOh, para apagar tus llamas.

P:  Ah. Ah. ah. sigue. Más rápido. Dame fuerte.

    El ritmo de esa indecente penetración anal crece exponencialmente hasta adquirir una violencia inédita. Paula vuelve a desatar sus gemidos desinhibidamente, incomodando, a la vez que estimulando, a su entregado visitante. Salva lo está gozando como un loco. Como si de un poseído desquiciado se tratara, se emplea a fondo para dar alcance a su preciada corrida final; esa que dará sentido a todo lo acontecido durante esta inaudita mañana del sábado.

    La siente llegar ya pero... pensándolo mejor, quiere que dure un poco más. Incorpora un poco su postura para volver a palmear las imponentes nalgas de esa jovencita tan traviesa. Se siente algo mareado por el esfuerzo. Necesita estabilizarse antes de retomar la recta final. El mundo le da vueltas; hasta el culo de la chica parece rodar circularmente pero no: eso no tiene que ver con su zarandeada percepción.

    A pesar del dolor que castiga su ojete, Paula se niega a darle tregua. Es ella quien mueve su culo para arrebatarle el descanso al tan explotado y enrojecido falo. Salva contempla como ruedan las descomunales nalgas de esa nena, vapuleando su miembro sin llegar a desenfundarlo del todo. Ya viene la cuesta abajo. Es inevitable. Vamos allá:

P:  !Oh! !Sí! !Vamos! !Dame! !Dame! !Dame! !Oh! !ooOOh!

S:  Toma, toma... niña... esto es lo que quieres ¿¿eeh??

P:  Sí. Fóllame. Quiero correrme otra vez. !Vaaamos!

S:  Ya viene. Oh.. MMmmnhg. Lo noto...

    Paula se está tocando, en la medida de lo posible, con un brazo metido por debajo de su cuerpo. Los empujes arrolladores de Salva la condicionan, pero ese trepidante tumulto trasero no quedará huérfano de premio para ninguno de los dos. La chica empieza a correrse cuando él todavía está efectuando sus últimas embestidas. Su gozo es casi equiparable al primero. Esta vez, queda inerte, desplomada sobre el tatami mientras una desahogada quietud se apodera de la escena.

    Salva se siente salpicado por una lluvia de auténtica felicidad. Por unos momentos, mientras su polla sigue escupiendo lo suyo, todo encaja en su vida. Esas sensaciones tan placenteras nublan por completo su percepción de la realidad pero... ¿Qué más da? Ya habrá tiempo para contradicciones y quebraderos de cabeza.

    Un sonido oclusivo estalla alarmantemente, despertando a la pequeña Noa. La puerta de la entrada principal, propulsada por una corriente de aire, se ha estampado contra su propio marco. Un susto enorme impulsa la castigada motricidad de Salva para ponerse en pié y a dar un par de vueltas sobre sí mismo. De repente nota muy intensa su desnudez a la vez que unos desorientados pasos mueven su cuerpo cómicamente.

    A los padres de Paula les bastaría con mirar hacia el jardín para contemplar esa esperpéntica escena, ya que Salva se encuentra plenamente en su ángulo de visión, pero están distraídos.

    Los movimientos de la chica tienen mucho más sentido. Unos pocos segundos le valen para apoderarse de su tapadera en forma de pareo. Una indumentaria cercana y especialmente dispuesta para proteger su decoro en cuanto llegaran sus padres.

    En el preciso momento en que Ariadna hace acto de presencia en el jardín, Salva está volando. Tras un intenso sprint, ha usado la barbacoa de piedra para impulsarse por encima de los abetos. Su caída, sobre el césped de los vecinos, ha sido antológica. Nada más incorporarse, ese fugitivo se percata de que no está solo. Una vecina, obesa y de edad avanzada, está sentada en una tumbona, con un libro en sus manos. Ella lo mira con cara de extrañeza, a pocos metros.

    El nudismo de Salvador resultaría más escandaloso si no fuera por el contexto en que se encuentran. Sin duda, esa mujer habrá escuchado el explícito polvazo que se acaba de perpetrar en el jardín de los Lucena. Las circunstancias no le otorgan demasiada autoridad, aún así, y con cara de pena, ese huido funcionario le hace el gesto de silencio, con su índice, a la pasmada mujer. Con toda su premura y discreción empieza a vestirse con las prendas que acaba de recuperar. Mientras tanto, al otro lado se escucha una conversación cotidiana:

-¿De verdad que no ha llegado el del reparto? No lo entiendo ¿Cómo es posible?-

-Que no mamá. Yo que sé. He estado aquí todo el rato y nadie ha llamado a la puerta-

-¿No tendrías los auriculares puestos? Mira que te lo tengo dicho ¿eh Paula?-

-¿Pero tú me estás viendo? ¿A caso estoy escuchando música?-

*Has leído el primer capitulo de los cuatro que completan esta historia.

*Ha estado bien, pero a Paula aún le quedan ganas de complicarle la vida a Salva:     https://ereqtus.com/