miprimita.com

Odio a mi hermana pero- !Dios..Qué buena está! (2)

en Amor filial

    Este sábado de medianos de mayo ha amanecido radiante y prometedor, pero Ainhoa tiene la cabeza enfocada en la noche de fiesta que le espera junto a sus amigas y su novio Rafa. Seguramente, hoy tampoco se consumará su relación, pero pocas cosas le gustan más que salir a divertirse, bailar, presumir, beber e incluso esnifar algún gramito con sumo cuidado.

A:   Mamá. Acuérdate que hoy se queda a dormir Mónica. Que vamos a esa fiesta.

M:  Acuérdate tú que tienes a tu hermano en la habitación.

A:   Ya lo sé. No te preocupes. Llegaremos de madrugada y dormirá en mi cama.

M:  No me gusta que salgas tanto. A partir de ciertas horas no se cuece nada bueno.

A:   Ay mamá. Parece que ya no te acuerdas de cuando eras joven.

M:  Yo no necesitaba hacer estas cosas que hacéis hoy en día.

    Leo no tiene tan buen plan. Jugará a el videojuego sangriento de turno, postergará sus tareas escolares sin apenas sentimiento de culpa y aprovechará cualquier ratito a solas para tocarse de nuevo. Tiene algunas dudas sobre lo que le está pasando, pero su padre le contó que es algo normal. Cuando los chicos se corren por primera vez, suelen obsesionarse durante un tiempo.

    Tendrá su morbo hacerlo en el cuarto de su hermana; incluso podía dedicarse a manchar a sus peluches con su lujurioso jugo. Sería como marcar el territorio que esa alimaña intenta negarle.

    Leo no está acostumbrado a verse en el espejo sin proponérselo pero, en la habitación de su hermana, ese es un suceso inevitable. Tiene espejos para maquillarse, espejos de cuerpo entero, espejos decorativos... Espejos y más espejos.

>>    "Es tan presumida que se pasará el día mirando lo guapa que es"

    Él solo se mira para petarse algún grano cuando se limpia la cara por las mañanas; pero en este entorno esta contagiándose del narcisismo de su hermana.

>>    "No estoy tan mal"

    Tras dudar unos instantes y asegurarse de que nadie invadirá su intimidad, se decide a quitarse la ropa. No recuerda haberse visto nunca desnudo de pies a cabeza. Pronto toda su atención se focaliza en su pene. Temía que esta nueva perspectiva atentara contra su orgullo pero lo cierto es que su autoestima está saliendo muy reforzada.

>>    "Esto es una polla y lo demás son tonterías"

    Al menos tiene una cosa buena. Un premio que permanecerá consigo a lo largo de toda su vida. Una herramienta que sería motivo de gran orgullo si no fuera por sus humillantes disfunciones; y es que ese incontrolable vigor eréctil le ha estado a punto de costar más de un disgusto en forma de indiscreción y lo que es peor: su precocidad a la hora de escupir su licuada semilla, le hace temer que cualquier relación con una chica pueda convertirse en una frustrante decepción.

    La única ventaja de ser un marginado antisocial es que, por el momento, no tiene que preocuparse de que sus inexistentes novias queden satisfechas en la cama. Es muy joven todavía y ve muy, muy lejana la extinción de su virginidad.

    Un repentino cambio en la iluminación le quita brillo a su pálida desnudez. Parece que ese arrogante sol flaquea por fin.

****

-!No me jodas!-   protesta Mónica mientras tiende la mano mirando al cielo.

-Mira que si llueve esta noche...-   resopla Ainhoa saliéndose de la acera.

-Míralo en tu móvil Amanda. Mira si va a llover-   sugiere Isabel tomando la delantera.

-Es que no tengo casi batería. Míralo tú en el tuyo-   rogando.

-Déjalo-   corta Ainhoa   -Subamos a mi casa que casi ya hemos llegado-

-No, yo me voy a casa de Amanda que tengo ahí mi ropa de noche-   dice Isabel.

-No te pongas muy zorra-   bromea Ainhoa.

    Ya en el ascensor, Mónica y Ainhoa se sorprenden la una a lo otra mirándose en el espejo.

M:  Qué buenas que estamos. A veces me gustaría ser bollera.

A:   Pues espérate a ver el vestido que estrenaré hoy. Estoy para morirme... ¿Morirse?

M:  A ver. Ahora nos los enfundamos.

A:   Te aviso que hay público ¿Eh? Tengo al idiota de mi hermano de ocupa.

M:  Bueno. Que juzgue él quien de las dos rompe más con la pana.

A:   Nooooh. Quita quita. No sabes lo salido que está.

M:  ¿Pero qué dices? ¿Cuántos años tiene ese baby?

A:   Ni siquiera lo sé... pero agárrate: ayer vi como se corría.

M:  !!¿Queeeeeh?!! !!"Wathefuk"!!

A:   Estaba durmiendo en sueños y... esto no es lo peor... Es que no puedo ni decirlo.

M:  !¿Pero qué?! Anda niña... !Que soy yo! ¿Quieres que te tire de la lengua?

A:   Estaba diciendo mi nombre. ¿Te lo puedes creer? Y todavía hay más. Ya te contaré.

M:  ¿Qué dices? ¿De qué va eso? En serio, estoy flipando mandarinas.

A:   Creo que ha visto mi perfil de guarrona en face.

    Las chicas entran en casa mientras susurran estas últimas frases. Mary les da la bien venida, ya en el comedor, alimentando sus peores temores meteorológicos.

Mari:       Mira quien ha llegado por fin. ¿Os habéis mojado niñas?

Mónica:  No. Ahora estaba empezando a chispear chispeos.

Mari:       Dice el hombre del tiempo que viene una tormenta del copón.

Ainhoa:   La hostia. Voy a mirar en la web si se cancela la fiesta.

Mari:       ¿Pero es que a caso es al aire libre?

Ainhoa:   Pues claro mamá. Es en plan festival. Lo hacen cada año. ¿No te acuerdas?

Mari:       !A sí! Por lo de las fiestas de Fuerte Castillo. El año pasado no te dejamos.

Ainhoa:   Aquí no dice nada. Esperaremos a ver si amaina. No me lo puedo creer.

Mónica:  Ya tía. Que mala pata. !¿Por ké zeñor por keeé?!

Mari:       ¿Habéis comido ya?

Ainhoa:   Sí. En el burguer de la esquina.

Leo:         !Callaros ya que no oigo la tele!

Ainhoa:   Tú... cállate mocoso.

Leo:         Cállate tú zorra.

Mari:       !He! !Basta ya los dos!

Mónica:  HoOolaAa LeoOo.

    La chica articula una sinuosa musicalidad en su saludo. Algo inequívocamente jocoso que descoloca al irritado telespectador.

-¿Qué haces tía?-   se ofende Ainhoa.

    Mónica coge del brazo a su amiga y se la lleva para la habitación entre risas juguetonas. Se acomodan su cama.

M:  Si al final no podemos salir lo vamos a pasar bien igualmente. Nos quedamos y le tomamos el pelo a tú hermano.

A:   Anda ya. Yo paso de ese bicho calenturiento.

M:  ¿Cómo diabletes sabes que ha visto tu perfil?

A:   Porque sospechaba algo. Me fui a mirar a la tablet y empecé a escribir un nombre para iniciar sesión en Face. Automáticamente, se completo él nombre y el apellido porque las cookies lo habían memorizado.

M:  ¿Las cookies? ¿Las galletas?

A:   Sí tía. O lo que sea que memoriza estas cosas.

M:  ¿Pero qué nombre era? ¿El de tu brother?

A:   NoOo. Aquí está la gracia. Ayer me agrego un supuesto tío bueno, jugador del Fuerte Castillo, en el perfil de zorrear. Pues flipa. Es un perfil falso que se ha hecho mi hermano para poder ver mis fotos.

M:  !No me pitufes! ¿Y cómo sabía él lo del perfil? Espera, espera ¿Y tú por qué sospechabas? ¿Te dijo algo?

A:   Algo de si me habían retocado en fotos. El muy memo no puede creerse que de verdad estoy tan buena.

M:  Que megafuerteeeh tía. Esto es un filón. Él no tiene ni idea de todo esto. De que sabes lo del Face, lo de la corrida, lo de sus pajas...

A:   Mamá me contó que no deja de encontrarse clínex en su papelera.

M:  Es que debe hacer nada que... que ya es un hombre.

A:   Eso no es un hombre ni es nada.

M:  Ya me entiendes zorra.

****

    La cena ha sido más bien un picoteo. Una velada más animada de lo habitual por las desinhibidas gracias de Mónica. Mamá y papá se ponen anormalmente simpáticos cuando hay algún invitado. Incluso Ainhoa se permite salir de su encorsetado papel de hija fastidiada. Hasta la abuela ha tomado parte en alguna que otra broma, aunque nadie tiene claro que de verdad la entendiera, a pesar de sus risas.

    El único que es el de siempre es Leo. Poco participativo y reservado, cumple con su cometido alimenticio y, cuando tiene ocasión, se escapa a la habitación para seguir interactuando con su portátil. Ese instrumento le ayuda a huir de su triste realidad.

    Las chicas han mirado un rato la tele pero la cinta que está viendo Alberto, sobre la segunda guerra mundial, resulta cada vez más aburrida. Finalmente, optan por huir de esa tediosa trama y se van del salón.

-¿No estabais mirando una peli?-   protesta Leo al verlas llegar.

-La guerra mundial era un coñazo-   contesta Mónica.

-Pero os podríais quedar ahí. Los sofás son muy cómodos-   con ansias de ofender.

-Papá no nos deja hablar. No entiende los disparos si no estamos calladas-

-Jajaja, se podria poner los subtítulos. ¿Te imaginas? !Pum, pam, tatatata, bacum!-   M.

-Yo creo que os ha echado por que le provocabais dolor de cabeza de tanto parloteo.

    Mientras Ainhoa deja caer su cuerpo desgobernado sobre su cama, Mónica abre el armario y saca un par de bolsas con ropa aún precintada.

M:  Además, vamos a probarnos los trapitos que teníamos preparados para la noche

L:    ¿Es que al final no vais a salir?  

A:   ¿Es que no escuchas la que está cayendo? Ya saldremos el lunes que hay fiesta.

M:  ¿Te ha llamado Rafa al final petardis?

A:   !Qué va! Estará con Marcos y Víctor. Haciendo botellón y jugando a la play.

L:    Entonces, ¿Te quedas a dormir aquí Mónica?

M:  Sí. A estas horas no tengo manera de volver a Augusta. Además, le he prometido una noche de amor a tu hermana y no puedo dejarla con las ganas. Si quieres te dejamos mirar.

    Mónica abanica un guiño con sus largas pestañas mientras arranca un oclusivo y cómico gesto indignado de su amiga, que se mofa de su hermano con una mueca insultante.

L:   ¿Qué te crees Ainhoa?  Ni que me pagaras me dedicaría a mirarte.

A:  ¿De verdad Leo? de verdad? ¿O debería llamarte Tomás Valiente?

L:   ¿Q. Qué?

    Ese chico no tiene mucha sangre fría y sufre un sofoco incontrolable. Sus tartamudos intentos de explicarse no hacen más que terminar de desmantelar su dignidad.

L:   No sé de qué... no sé quién el Tomás ese.

A:  Entonces ¿Porque te has puesto rojo merluzo?

L:   Bu.. bueno sí. Pero no lo hice para mirarte. Lo hice para chivarme a papá y a mamá.

A:  Te podías chivar sin tener que entrar a babear.

    Mónica observa divertida, con los ojos muy abiertos, como a ese crio se le suben los colores. Las expresiones de Ainhoa son muy distintas. Negando con la cabeza, dispara desprecio y asco en la cara de su hermano.

L:    Tenía... tenía que comprobar de que se trataba. Solo había escuchado rumores.

A:   Entonces... ¿Solo miraste un par de fotos o te fundiste toda la galería?

M:  Déjalo Ainhoa. No lo machaques.

L:    Nada. Solo un par. Me daban asco ¿Vale?

M:  ¿Yo también te doy asco chiquitín?

L:    No tanto. !Digo No!

A:   Atrévete a chivarte a papá. No te imaginas las hostias que llegarán a caerte. No sabrás ni de dónde te vienen. Te haré la vida imposible.

    Leo baja la cabeza intimidado. Nunca ha tenido temperamento para enfrentarse a su pérfida hermana. Incluso cuando descubrió ese voluptuoso perfil, y a pesar de fantasear con ello, en el fondo sabía que no llegaría a usarlo en su contra.  

-Date la voltio Leo-   sugiere Mónica mientras empieza a desnudarse.

-¿De verdad Moni? ¿Ahora tienes ganas de esto?-   pregunta la chica con desazón.

-!Claro que sí! Yo no me voy a dormir con el gusanillo este. Aunque solo me veas tú y la ricura de tu hermano.

    Ainhoa no las lleva todas con sigo pero decide seguirle el juego a su amiga. En este lluviosa noche no hay nada mejor que hacer.

    Leo se ha dado la vuelta y finge mirar la pantalla de su portátil, pero sus ojos van como locos buscando algún espejo que le dé un buen ángulo de visión. Le ha tocado encararse con la pared menos poblada de reflectantes pero aun así, si fuerza un poco la postura...

-!¿Qué haces Leo?!-   pregunta imperativamente su hermana   -!Nonono! !No te gires!-

-Pues no me hables-   le reprocha.

-Anda Ainhoa-   le interpela Mónica   -Ayúdame con la cremallera-

-Joh Moni !Cómo rompes!. Estás para comerte-   sin despegar sus dientes.

-Ahora tú va-   con cierta emoción impaciente.

-¿Por qué no te vas enano?-   propone la despechada hermana.

-Estoy bien aquí-   sin levantar la voz.

-Déjalo zorra. Necesitamos un jurado-  

-Si mi hermano tiene que dar un veredicto, ya te puedes considerar ganadora-

    Leo no ha conseguido ver más que el reflejo de algún hombro, un ombligo y algunos mechones del pelo rizado de Mónica; aun así, su miembro ya ha recibido algunos centilitros extra de su pernicioso riego sanguíneo. Puede que sea más por la situación que por las pocas imágenes que alimentan sus curiosas pupilas. 

    Finalmente, Ainhoa termina de vestirse. Mientras se peina frente a uno de sus numerosos espejos, Mónica solicita la supervisión del joven y único integrante del jurado.

-Señor Leo Duarte. Ha llegado la hora de emitir su dictamen-

     A pesar de haberse propuesto mantener una expresión indiferente, el chico no puede evitar quedar boquiabierto con tan deslumbrante visión. Mónica busca la complicidad gestual de su amiga mientras esta desvía la vista hacia la ventana, mostrando su apatía. De todos modos, Ainhoa está curvando la espalada para sacar pecho y convertir su descarado escote en un fenómeno difícil de concebir. Ese par de tetas son inauditas.

    Leo empieza a creerse que Photoshop no incidió, en modo alguno, en esas infartantes fotos que consiguieron derramar sus vergonzosos flujos, ayer por la tarde.

    Mónica se ha dado cuenta de que, por muy teatrales que sean sus propios gestos, ese niño solo tiene ojos para su hermana. No es hasta que Ainhoa se digna a mirar por fin al chaval que este finge interesarse por su chistosa amiga.

-¿Y bien?-   pregunta Mónica solicitando un veredicto.

    Hasta para Leo resulta demasiado previsible fallar en contra de su íntima enemiga. Por otra parte, por más buena que esté con ese provocador vestido gris, le resulta inconcebible premiarla con su favor. Se debate en concederle un diplomático empate.

L:    En los concursos de belleza hay algunas pruebas adicionales.

A:   ¿Qué pasa bicho? ¿Es que vas a preguntarnos sobre historia o geografía?

M:  No vamos a desfilar con ropa de baño y mucho menos con ropa interior.

A:   No te columpies más. Dale la corona a Mónica si le hace ilusión y terminemos.

M:  Espera, espera. Vamos a enseñarle esa coreografía tan sexy.

    Mónica habla de un baile que tienen ensayado con Ainhoa. Tiene parte de improvisación pero en los estribillos bailan al unísono fundiéndose sensualmente en una peculiar simbiosis lésbica. Es algo que usan en la disco cuando suena su canción. Actúa a modo de imán para el género masculino.

    Leo no lo ve nada claro. La postura que adopta le favorece para encubrir esa tremenda erección que alberga su fino pijama, pero el decoro que lo protege se vería en grave peligro si tuviera que moverse. Además, es consciente de que pocas cosas en la vida le calientan más que los bailes femeninos y Mónica ya ha anticipado una gran carga erótica en su pretendida actuación. Siente la amenaza de otra inoportuna eyaculación si la cosa se desmadra demasiado. No puede imaginar peor humillación que el que su hermana le haga correrse sin siquiera tocarle.

    El chico intenta pronunciarse en contra pero, al parecer, no tiene ni voz ni voto para detener esa deriva tan tendenciosa. Mónica ya ha encontrado el video en YouTube y sube el volumen de un modo poco razonable. Ainhoa ha apagado la luz del techo y ha encendido las dos lámparas de su cuarto enfocándolas a modo de focos. Por suerte, la habitación es espaciosa.

    Tras un breve beat telefónico, entra una percusión regular con mucho cuerpo. Las chicas parecen olvidarse de Leo en cuando empiezan los gestos cómplices, acompasándose con el ritmo de la música. Ese sugerente bailoteo cautiva la febril mirada del chico, que navega por tempestuosas aguas emocionales. La gracia de ambas chicas es asombrosa y sus sinuosas curvaturas subrayan con fuerza sus generosas redondeces. Mónica lleva pinzas en sus rizos y su peinado guarda aún cierta disciplina, pero el indómito pelo oscuro de Ainhoa se zarandea salvajemente.

    Leo observa momentáneamente a su invitada. Ella es la única que le devuelve insinuantes miradas llenas de maldad. Sin duda, es una mujer de bandera y hoy está particularmente atractiva con esas ropas; pero la fuente de las perturbadas inquietudes de ese chico lleva el mismo apellido que él.

    El tubo textil, que pretende cubrir las nalgas de su hermana, parece dimitir sometido a esos obscenos movimientos circulares. Trepa por sus carnes con insistencia, obligando a la chica a recomponer su compostura con frecuencia. Por si no fuera suficiente, en el frente superior, algún que otro accidente de contención mamaria deja asomar parcialmente uno de los grandes y oscuros pezones de Ainhoa. Ella se ayuda con la rotación de sus pasos para esconder dichas indiscreciones pero no puede privar a su hermano de ciertos flashes reveladores.

   Unos desacompasados golpes hacen temblar el suelo interrumpiendo esa sensual coreografía. Mónica se apresura a detener la reproducción de esa sugestiva melodía.

-¿Qué fakers es eso?-   pregunta entre risas con los ojos muy abiertos.

-La señora Pardina. Siempre se queja cuando hago ruido-   sonriente.

-¿Te da con la escoba?-   aún manteniendo la sorpresa.

-No sé si es escoba, fregona, o bastón, pero no tiene mucha paciencia que digamos-

-Pues suerte que nos hemos quitado los tacones-   susurra entre risas.

-¿Y a ti que te pasa?-   le pregunta a su hermano viéndolo extrañamente concentrado.

   Leo mantiene su mirada perdida con el ceño fruncido. Está al borde del derrame seminal. Se ha puesto como una moto y...

M:  ¿Estás bien ricura?

L:    Sí. Sí. Es que me he acordado que tenía que hacer una cosa hoy.

A:   ¿Y por qué estas rojo? ¿Por qué tienes la vena de tu frente a punto de estallar?

M:  Yo creo que le hemos impresionado demasiado pelandusca.

A:   No te digo que no. Este crio va tan salido que podría correrse mirando una yegua.

M:  Eso sería zoofilia tía.

    Ainhoa no va del todo desencaminada. No hace demasiados días, su hermano se sorprendió a si mismo observando, con demasiada atención, las nalgas del caballo de Napoleón en un retrato de un libro de historia. Tuvo que preguntarse si ese animal podría ser hembra para no sentirse tan depravado.

    Pero lo que le ocurre ahora mismo va mucho más allá. Por un momento ha creído que se corría. A pesar de su disuasoria postura, que liberaba su miembro de cualquier caprichosa presión aleatoria, sus libidinosos flujos han ido acumulándose de tal manera, que amenazaban con quebrar la presa que los mantiene a buen recaudo.

-Joh tía. Entre la tormenta y tu vecina nos están fastidiando la noche-  

-Hay cosas peores-   pronuncia asqueada mientras encuentra la mirada de su hermano.

-¿Pero qué dices? A mí me parece muy gracioso. Tendrías que sentirte alagada-

-Imagínate que el gordo de tu padre se empalmara contigo-   al borde del enfado.

-!Anda tía! No seas roñosa. Mi padre es viejo y gordo. Tu hermano es solo un niño-  

-¿No decías antes que ya es un hombre?-   atacando.

-Pero cállate perra-   supervisando el estado del chico.

    Leo no sabe qué sentido tienen esas palabras, pero por la reacción de Mónica intuye que no son muy formales.

>>    "¿Un hombre? ¿Ya soy un hombre? ¿Que determina eso?... !Dios!"

    De pronto teme por la discreción de sus vergonzosas gayolas:

>>    "¿Es que alguien me ha visto? ¿Es que la abuela se chivó?"

    Leo no le ha hablado a nadie de sus recientemente adquiridas facultades. Ni siquiera a su amigo Raúl... No lo entiende.

    De pronto suena el teléfono de Ainhoa:

+ Hola amor.

+ Sí. Ya lo imaginaba. Se lo he dicho antes a Moni.

+ No. Ya no va a parar. Y aunque parara todo eso ya se ha anulado.

+ Venga va. No seas tonto.

+ Noooh. Tú más.

+ Vale. Ya se lo diré.

+ Anda... buenas noches. Y no te vicies demasiadoooh.

M:  Que cariñosa. Pareces otra persona cuando hablas con él.

A:   Claro. Es mi novio. ¿Qué quieres?

M:  ¿Y todo ese asuntillo del que me hablaste? ¿Cómo va? ¿Solucionado?

A:   No voy a hablarte de eso. Y menos delante de mi hermano.

M:  Al menos cuéntame si tiene un buen manubrio tía. !Que no me cuentas nada!

A:   Déjalo.

M:  El otro día me lo hice con Carlos. No se lo digas a nadie ¿Vale? Ni tu tampoco ¿Capisci?

    Mónica mira a Leo de un modo amenazante. Le hace un gesto con los dos dedos señalando intermitentemente sus propios ojos y los ojos del chico. Él no emite ningún sonido pero asiente con la cabeza certificando que lo ha entendido.

A:   Esa polla es universitaria. Seguro que tiene un buen tamaño.

M:  Ya te digo. Era casi como mi palmo estirado a tope.

A:   ¿Eso qué son? ¿Dieciocho? ¿Diecinueve?

M:  Ayer en clase de dibujo técnico lo miré. Tengo la mano pequeña. Casi dieciocho.

A:   No está nada mal. Pero espera... ¿Te pusiste a medirle la polla en plena faena?

M:  Solo puse la mano porqué estaba impresionada.

A:   Vaya pollón. Ya me gustaría que mi novio alcanzara esa medida algún día.

M:  Buenoooh. Si no le ha crecido ya no creo que le crezca más.

    Ainhoa pretende mantener una expresión neutral pero su amiga sabe leer entre líneas.

M:  !Nooooh! ¿En serio? ¿Todavía no? Pero vamos. ¿Qué problema tiene ese chico?

A:   Aix. Cállate tía. No sé. Dice que está pasando malos momentos, que está estresado.

M:  ¿Tú qué opinas Leo?

A:   No le metas en esto guarra.

    Leo hace rato que navega de una web a otra, sin profundizar en sus contenidos. Disimula, pero su atención está puesta en la conversación de sus dos compañeras de cuarto y, sobretodo, en como esos atrevidos vestidos modelan sus fantasiosas formas.

L:    ¿Sobre qué?

M:  ¿Tú has pasado alguna mala época en la que no se te pusiera farruca?

L:    No.

A:   ¿Pero no ves que antes de ayer todavía no se le ponía dura?

L:    Perdona lista. A mí se me pone dura desde que era pequeño.

A:    Es que aún eres pequeño tontolaba.

L:     Soy más grande que tu novio y que ese tal Carlos también.

M:  Ojojojojojooooh

    Mónica se emociona con esa escalada de tensiones mientras asimila el verdadero sentido de esa afirmación. Ainhoa sonríe negando con la cabeza.

A:   Ya te gustaría a ti mequetrefe.

M:  ¿Se aceptan apuestas?

L:    Yo me apuesto lo que quieras y estoy seguro de que Ainhoa se rajará ya mismo.

A:   A ver... ¿Cuál sería el reto?

L:   Que la mano de Mónica se queda corta para medir mi trabuco.

    Ainhoa rompe a reír. No puede creer que esté teniendo lugar esa conversación. Por otra parte, ve la oportunidad de aplastar a su hermano usando su propia arrogancia. Está claro que ese niño no puede tener el pollón que pretende. Solo es un farol para reivindicarse. Fanfarronea porque piensa que de ningún modo tendrá lugar esa comprobación pero eso no tiene porqué ser así.

A:   Mónica puede comprobarlo sin que yo tenga que verte el pito.

M:  Sí tu madre se entera que le mido el pito a tu hermano me hecha de casa.

A:   Qué va tonta. ¿Cómo quieres que se entere?  

L:    ¿Y cuál es la apuesta?

    A la chica le sorprende la seguridad de su hermano. Lo que él no sabe es que ella vio como se le empinaba ayer por la noche.

>>    "Era un buen bulto pero... nooh, de ninguna manera. ¿Un palmo? Claro que cubierto por las sábanas... puede que no tuviera mucha verticalidad. Estaba oscuro o sea que... nooooh no, de ningún modo"

A:   ¿Te piensas que no sé de qué vas niño? Si no la tienes tan grande como dices me quedaré con tus ahorros para la nueva Play Station. Yo les daré mejor uso.

L:    ¿Y si resulta que digo la verdad?

A:   Si te mide más que el palmo de Móni dejaré que me toques las tetas.

L:    ¿Sí? !Anda! y q.que. ¿Quién t.te ha dicho a ti que... eso... que yo quiero hacer eso?

A:   ¿A quién te crees que engañas? Casi te desmayas, hace un momento, mirándome bailar, esta noche te has corrido soñando con migo y ayer seguro que estuviste pajeándote mirando mis fotos. 

L:    ¿Qué? ¿Esta noche? ¿Pero cómo?... ... Yo no... ... Miraba más a Mónica que a ti.

M:  Eso sí que no cariño. Cada vez que te miraba estabas embobado con ella.

    Leo está pensativo. No se considera buen negociador; además, bajo los efectos de su calentura, no le parece tan mal trato. Es una apuesta segura. De todos modos, si pudiera realizar su fantasía...  Puede que sea por las constantes humillaciones e insultos a los que le somete su hermana, pero lo que realmente quiere es otra cosa:

L:   Quiero azotarte las tetas con mi polla.

A:  ¿Pero qué dices?

L:   Es lo que quiero. No es tan diferente a lo que me ofreces.

A:  ... ... ... ... ... Bueno. Da igual. No me creo nada de lo que dices así que...

L:   ¿Cuantos golpes? ¿Veinte?

A:  ¿Dónde vas? Diez y va que te vas.

L:   !¿Diez?! ¿Frente a todos mis ahorros de navidades, cumpleaños y pagas?

A:  Si tan seguro estás... Esto es lo que hay.

L:   Vale, pero primero me escupirás en la polla.

A:  Vale, vale. Pero no te hagas ilusiones mendrugo.

    Ainhoa termina la frase riendo. Esa conversación sigue pareciéndole inconcebible. Nunca había existido el más mínimo ápice de sexualidad entre esos dos hermanos, enfrentados permanentemente por cualquier mínima disputa.

>>    "¿Será por el hecho de compartir habitación? ¿Será porque Leo ha llegado a la pubertad y se la pela como un mandril?"

    Las dos amigas se dedican una divertida sonrisa justo antes de que Ainhoa salga de la habitación. Su cómplice hará los honores.

    Una vez a solas con Mónica, a Leo le entran las dudas. Desde que su madre le lavaba la pichulina de pequeño, ninguna niña, chica, mujer o vieja le ha visto el pene. Su vigor se está desvaneciendo a medida que su incomodidad gana terreno. Es un chico tímido. Puede que no haya medido bien los riesgos. La presión de perder sus ahorros y su dignidad está sometiendo a su cohibido vigor.

M:  Si no te la sacas habrá ganado tu hermana y se quedará con todo.

L:    Dame solo un momento.

    Leo da un paso a tras para mirar con mejor perspectiva a Mónica. Ella se da cuenta de la grosera táctica del chico:

M:  !¿Oye?! ¿Qué haces? ¿Te quieres calentar con migo? No te voy a ayudar si eso perjudica a mi mejor amiga.

    Mónica se distancia y se cubre. Recoge algunas de las ropas de encuentra sobre la cama para tapar sus zonas más sugerentes. A Leo le están entrando calores. Se saca la camiseta, se desabrocha el pantalón y, tras un momento de parálisis reflexiva, agarra la tablet. Tarda tan solo unos segundos en identificarse como Tomás Valiente y entrar de nuevo en la galería de su hermana.

    En el pasillo, Ainhoa ya ha dejado de pegar su oreja a la puerta. Espera pacientemente mientras mira su propia mano. Calibra la distancia que hay entre la punta de su pulgar y la de su meñique.

>>    "Nooh. Ni de coña. Ninguno de mis ex tenía este tamaño. Mis tetas están a salvo. Seguro. Esto será pan comido. Una manera fácil de ganar un buen fajo de billetes.                                      ¿En qué me lo podría gastar?"

    Llega a sentir cierto grado de culpabilidad al aprovecharse así del tonto de su hermano; pero alguien tiene que enseñarle, a ese crio impertinente, una valiosa lección; una cura de humildad.

M:  !Ya está Ainhoa! !Ya puedes pasar!

    Nada más entrar, la chica percibe algo raro en la cara de su amiga. Lo primero que piensa es que Mónica pretende tomarle el pelo. Es así de cruel. No tiene miramientos.

M:  Lo siento tía. Al principio parecía que no pero... Tela.

L:    Ni de coña. No seas zorra Mónica. No tiene gracia.

    Un poco asustada ya, mira como su hermano respira hondo, lleno de satisfacción. Sigue incrédula pero ya no lo ve tan claro.

M:  Solo serán diez azotes fálicos. No es para tanto guapi.

L:    No te daré muy fuerte Ainhoa. No te preocupes. No quiero hacerte daño.

A:   Es que no me lo creo.

L:    No te puedo engañar. Tendrás que verla con tus propios ojos sea como sea.

    La chica se acerca a Mónica y, sin mediar palabra, le coge la mano para encajarla con la suya simétricamente. Sus tamaños son prácticamente idénticos. Dubitativa, toma asiento en su propia cama manteniendo una expresión escéptica.

L:    ¿Te sacas las tetas?

A:   !¿Que dices bicho?! Con este escote tienes superficie de sobras. Además, primero tendré que medirla yo misma.

    Leo se acerca a su hermana y, con su ventajosa perspectiva, observa sus apetitosas tetas adolescentes. Están sospesadas por un sujetador que las aprieta y las eleva hasta tal punto, que parece como si quisieran desbordar ese ajustado vestido. En su suave palidez, casi libre de pecas, se dibujan sutiles trazos azules que dejan intuir el riego sanguíneo que los llena de vida.

    La polla de Leo ha ido basculando entre muchos tamaños distintos en la última hora. Esa situación, tan rocambolesca hace imprevisible su reacción; pero su hermana le da tanto morbo que no duda de su capacidad para proceder con firmeza.

-A ver. Ufffff. Sácatela-   propone Ainhoa   -Nunca pensé que te llegaría a decirte esto-

-No protestes. Si te va a gustar-   con un anómalo tono de fanfarrón.

    Leo desenfunda su imponente atributo. No goza aún de su estadio más extremo, pero no por ello deja de paralizar el aliento de su hermana. No solo es largo si no que goza de un grosor impropio para un niño de su edad. Parece que ese engendro le haya sido implantado, proveniente de una estrella del porno.  Esa descontextualización cárnica se ve reforzada por un enrojecimiento que contrasta gravemente con el tono del resto de su cuerpo. Ainhoa empieza a pensar que se trata de una prótesis especialmente elegida para engañarla y la aprieta con fuerza con la intención de desenmascarar a su hermano.

-!AahaH!-   exclama Leo con cierta flojera   -¿Qué haces?- 

-!Joh! ¿De verdad es tuya esta cosa?-

-Pues claro... ... ... ¿Pensabas que era Photoshop? 

    Los efectos de ese inesperado apretón no tardan en hacerse visibles. Al compás de sus lujuriosos latidos, ese nabo fraterno se colapsa de sangre tensando sus tejidos de un modo vertiginoso. Ainhoa se siente presionada. Como si tuviera que darse prisa en medir esa abominación antes de que reviente. Casi sin esperanzas, usa su palmo, más estirado que nunca, para intentar abarcar la magnitud de la tragedia. No lo consigue por poco.     En cierto modo, se siente sobrepasada por las evidentes consecuencias que provocan sus encantos en Leo.

-Johh-   exclama Mónica   -Que machote. Eso parece el fémur de una jirafa-

-Escúpeme-   le ordena a su víctima   -Me has dicho que me escupirías-

    Ainhoa no se hace rogar. Para que su vertido no quede en tela de juicio, se ocupa de acumular muchas babas en su boca antes de proyectarlas, burdamente y con desprecio, sobre el glande de su hermano. El cálculo de su acercamiento no es certero y la punta de esa inquieta fuente de concupiscencia llega a rozar su jugosa boca.  

    Leo empieza a desmoronarse: ese último suceso mojado, aquella eyaculación frenada a marchas forzadas, tanto rato de alternar erecciones... Está malito como nunca y eso, tratándose de él, es mucho decir. Le duelen los huevos y la tiene tan dura que casi ha perdido la sensibilidad. Por un momento se plantea indultar a su hermana para no exponerse a su enésimo derrame involuntario, pero sabe que esta oportunidad no se repetirá y no quiere dejar escapar la ocasión de flagelar la soberbia de su hermana. Puede explotar en cualquier momento así que decide darse prisa:

-Vamos. Ainhoa, súbetelas con las manos ni que sea. Si no quieres sacarlas...-

-... ... ... ... Vale, vale, pero no te flipes-  

    La chica intenta enajenarse mirando hacia la ventana mientras levanta sus géneros pechos. Esas oscuras aureolas vuelven a asomarse fruto de la presión, desafiando la blancura de su piel.

    Mónica da un paso al lado y se acerca para lograr mejor ángulo y no perderse detalle. Leo toma una pose heroica, con sus piernas abiertas, mientras agarra su arma desde muy abajo, en su base, para no restarle ni un poco de longitud e inercia a sus azotes. Ainhoa cierra los ojos cono fuerza y dibuja una mueca de asco mientras se somete a su castigo.

    Usando toda la fuerza que le permite dicha maniobra, Leo le da su merecido a esa zorra engreída al compas del recuento de Mónica, que ejerce de árbitro en todo este bochornoso asunto: "Uno, dos, tres"... El chico cambia de teta dejando un hilo de saliva colgando. "Cuatro, cinco, sth..." Los tremendos golpes se aceleran con toda urgencia pero la serie no se completará.

    Leo se corre holgadamente mientras contiene la respiración. Su instinto le empuja remojar las tetas de su hermana, pero también su cuello y hasta su cara. La acumulación que se cocía en su interior, desde hacía tanto rato, ha desatado una corrida tan caudalosa que desafía la lógica más elemental. La impresión sobrecoge también a Mónica, quien se lleva las dos manos a la cara.

    Tras coger aire violentamente y articular una expresión pavorosa, Ainhoa cierra sus ojos para capear el temporal, pero tan gran sorpresa la empuja a abrir su boca (graso error).

    Esta historia tiene mucho más recorrido y ya está disponible.