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Despedida con sorpresa

en Trios

A veces es curioso que el destino resulte ser hasta cómico, me encontraba a más de 300 km de mi casa y una desconocida que bailaba en un club frente a los que estábamos de despedida,  me había llamado por mi nombre…

¿De qué me conocería? Mi cabeza en ese instante era una olla en continua ebullición, en un primer momento sentí una mezcla de miedo y vergüenza, seguramente por el lugar donde nos encontrábamos… me daba vergüenza que alguien que debía de ser una extraña, me conociera y que esa misma extraña, contara en algún momento donde me encontraba, era como si dos casados del mismo barrio se encontraban  en un club de alterne. Era una situación incómoda, pero por lo contrario, te daba seguridad en cuanto al anonimato, ya que  los dos tienen lo mismo que esconder.

Con el tiempo me tranquilicé, no es normal sentir vergüenza, cuando es la propia bailarina semidesnuda la que te ha reconocido. Ella llevaba su rostro cubierto con un antifaz, esta máscara  se interponía entre su rostro y mi creciente curiosidad.

Mientras mis amigos se cachondeaban de mí, la bailarina  ya se había acercado un par de veces a mi lado y en ambas situaciones me había susurrado algo al oído. Por supuesto que yo no tenía la intención de contarles nada de aquello y los miraba como con cara de incredulidad.

La verdad es que sentir la voz de aquella desconocida en mi oído fue muy excitante, la piel se me erizo y mi corazón quiso salirse del pecho al sentir su aliento resbalar hasta mi oído. Aquella chica sensual y voluptuosa me conocía y no alcanzaba saber quien podría ser, aquello me estaba produciendo un morbo increíble.

Por desgracia, después de unos minutos, ella terminó su espectáculo y se retiró, no sin antes mirarme por última vez a la vez que se mordía el labio inferior.

La cosa siguió y mis amigos volvieron a centrar la atención de la nueva bailarina, una chica rubia jovencita que imaginé  sería del este. Pero yo ya había perdido el interés por aquello, en un primer momento imaginé que seria una broma de los amigos, pero al final la descarté, lo hice porque en el fondo sabía que la conocía, la conocía pero no alcanzaba a saber porque.

Me levanté como si fuera a pedir algo en la barra y me encaminé a la zona privada del local, sentado en una mesa cercana a la puerta, había un tipo que imagine sería el de seguridad, llevaba camiseta negra ajustada y por su corpulencia tenía pintas de ser del este, pelo rapado a lo cepillo y cara de pocos amigos, eran otros de sus rasgos.

Con toda la educación del mundo, decidí preguntar si era posible hablar con la chica que había actuado anteriormente,  contesto tras un par de segundos de incómodo silencio con un no, utilizando solo un par de movimientos laterales con el cuello.

No quise insistir ya que se cómo se las gastan aquellos tipos, así que me di la vuelta obedientemente y me volví  a sentar en mi sitio. Intenté olvidarlo viendo los movimientos de la chica rubia, que seguía sobre el escenario resbalando profesionalmente con su cuerpo desnudo sobre la barra metálica.

La chica era preciosa, yo le calculé no más de 22 años, tenía unos pechos pequeños y firmes con unos minúsculos pezones puntiagudos, su cuerpo semidesnudo, se movía sensualmente mientras los ojos de los allí presentes, retiraban el tanguita de cuero dejándola solo con las botas de cuero alto.

Pero mi mente no conseguía centrarse, el corazón seguía latiendo con fuerza, cada vez que imaginaba las palabras de la chica anterior, me tomé otro cubata e intenté que mi mente acompañara a mi cuerpo de vuelta a la despedida de soltero.

Había pasado media hora, cuando el mismo matón que había denegado el permiso para ver a la chica, se acercó a mí y sin mucho disimulo me metió un papel en el bolsillo de mi camisa, un amigo lo vio y me hizo gestos de extrañeza, a lo que yo con los mismos gestos le di a entender que ya se lo explicaría.

Dejé que pasaran un par de minutos mientras en el escenario volvía a aparecer otra chica, esta vez una chica de color, con cuerpo plagado de curvas y pechos espectaculares que volvieron a reclamar la atención  de toda la audiencia.

La tentación era demasiado grande, introduje la mano en el bolsillo, buscando el papel que el matón me había metido, lo abrí con disimulo dejándolo oculto en la palma de la mano, mi corazón hacía tiempo que se había vuelto a desbocar.

¿Te atreverás?

C/ General Chinchilla Nº112, 3 der

 

Quería quedar conmigo en ese lugar, seguramente sería su casa, o quizás era una casa de citas… mi cabeza volvía a ser un autentico hervidero, cuando encendí el móvil y metí en el maps la calle.

No estaba muy lejos de allí, según el móvil a 10 minutos andando. Espere con mis amigos, mientras mi cuerpo permanecía en el local, mi mente hacía tiempo que había volado.

¿Quién podría ser? ¿Sería todo una trampa para atracarme o algo parecido?  Multitud de preguntas sin respuesta  se amotinaban en mi mente mientras tratada de decidir qué  hacer. Arriesgarme a ir o por lo contrario ser cauto y con sentido común y dejarlo pasar, era alguien que no conocía, me invitaba a separarme del grupo de amigos e ir a una cita misteriosa, cualquier persona con dos dedos de frente me hubiera dicho que me quedara, pero por desgracia para el hombre, la cabeza con las que pensamos no es a menudo la que tenemos sobre los hombros, y como dijo García Márquez, “muere lentamente quien no arriesga lo cierto por lo incierto”.

 

Me levanté con disimulo y salí del local… Mientras el gps me guiaba, por las calles iluminadas de Madrid, mandé un Whatsapp  a mi amigo Eduardo  para que no me esperaran, le dije que no se preocuparan, que me había surgido algo y que mañana se lo explicaría. Seguramente sería difícil contar una historia convincente, pero eso poco me importaba en ese momento.

Durante aproximadamente un cuarto de hora caminé por las calles de Madrid con el corazón en un puño y la sangre amotinada, fluyendo con fuerza por cada rincón de mi cuerpo.

Cuando llegué a la altura del número 112 sentí un nudo en el estómago, me acerqué al quicio del portal y llame al tercero. Abrieron la puerta sin tan siquiera preguntar, entre y decidí subir por las escaleras,  el ascensor era uno de esos muy viejos con capacidad para cuatro personas como mucho, por lo que pensé que las escaleras eran la mejor opción.

Al llegar al tercero, vi que un de las puertas del rellano estaba abierta y entre… di dos pasos y me quedé esperando en un pequeño hall, en ese momento escuche una voz  que provenía de lo que probablemente sería la cocina.

-¿Vas a quedarte ahí?

Una voz de mujer me invitaba a pasar, era una voz desconocida, pero aun así cerré la puerta tras de mí y entre dando unos pasos hasta llegar a la cocina.

-Hola buenas noches, soy…

-Si, ya sé quién eres… Carlos, mi amiga me ha llamado antes diciendo que vendrías, ella termina a las 3 y media.  ¿Quieres tomar algo mientras esperas?

- Si, me tomaré una caña, gracias

No me pareció mala idea, así que le pedí una cerveza. Para cuando habíamos llegado al club, ya llevábamos unas cuantas y no quería que me diera allí mismo el bajón.

- Ya perdonaras, pero no se como se llama tu amiga, por lo visto ella si me conoce a mí… pero llevaba máscara y no he logrado reconocerla. ¿Cómo se llama?

 

- Jajajaja. ¿No sabes quien es? ¡Esto si que es bueno! me esperaba yo esto de ella... bueno yo creo que será mejor que sea ella misma quien te lo diga, ¿no crees?

Me quede con cara de resignación mientras daba el primer sorbo a la cerveza en botella. Quedaba media hora para que llegara mi misteriosa amiga, por lo que comencé a charla con la que luego me enteré que se llamaba Elena.

Después de cinco minutos y que los nervios por lo extraño de la situación se hubieran estabilizado, me quedé observando a Elena, llevaba un pijama corto con camiseta rosa de Mickey, rondaría los 35 años y era muy morena con el pelo largo y liso, era delgada y de poco pecho y tenía las caderas ligeramente pronunciadas, no es que fuera una mujer 10, pero si que me resultaba sexi. Siempre he pensado que es más importante ser sexi que guapa y hay mujeres que no son extremadamente guapas pero que tienen algo y ese algo lo mantienen siempre, mientras que la belleza tarde o temprano se apaga.

Elena me explicó que ese era su piso y que trabajaba en el mismo lugar que mi amiga desconocida, pero que ella ya había terminado su turno, se habían hecho muy amigas y de vez en cuando, cuando la carretera estaba mal, se quedaba a dormir en su piso.

Eso era una pista… hasta ahora yo pensaba que era de Madrid pero resultaba que no… En eso estaba cuando se escuchó el timbre de la puerta.

- Entra en mi habitación y espera allí, le prometía a mi amiga que te dejaría allí, ella quiere darte una sorpresa, así que no digas ni pio.

 

Fui obediente, entre en la habitación que me indicó y permanecí a la espera, mientras escuchaba como se abría la puerta,  comenzaron los primeros cuchicheos y risitas al momento. Dejé la puerta entreabierta y puse el oído para enterarme de todo lo que decían.

- ¡Pero que guarrilla te has vuelto tiaaa! ¿No decías que esto es solo una afición y que tú de hombres no querías saber nada?

 

- ¡Callaaa!, ¡Que te va a oír! Si ya se lo que decía, pero esto es diferente, ya te lo explicare un día con mas detalle.

 

-Si, si todos son diferentes… pues mira te digo una cosa, si llegas a venir un poco mas tarde, lo empiezo yo,  jejeje.

 

- No, este es para mí, tenemos cuentas pendientes que vamos a solucionar ahora mismo.

 

- ¿Y no vas a dejar unirse a tu amiga a la fiesta? Llevo una semana de sequía en cuanto a pollas se refiere.

 

- Ya sabes que ami no me van las chicas, ni los tríos, ni las cosas raras.

 

- ¿Y como lo sabes?

 

- ¿Como se que?

-¿Como sabes que no te van las chicas? Si nunca has estado con una…

 

-Bueno el día que este prometo contártelo, pero ahora este es solo mío. Jeje

 

- Que mala eres, dejarme así esta noche… no te lo perdonare nunca, jajaja

 

En ese momento me alejé y me quedé expectante mirando la puerta… a los dos segundos apareció ella, era la misma rubia que había bailado para todos unas horas antes, seguía con la misma mascara y se acercaba a mi con una sonrisa entre los labios.

- ¿Aun no sabes quien soy?

Conteste con un movimiento lateral de cabeza mientras esbozaba una sonrisa picara.

-  Si no lo sabes ahora te vas a enterar…

Ella se situó tras de mi, y en ese instante se retiró el antifaz y lo dejó caer sobre la cama, sus manos comenzaron a rodear mi cuerpo y sentí como su respiración resbalaba en mi oído.

La sentía tras de mi, mientras mis manos se posaban sobre sus caderas, escuchaba su respiración en mi nuca, sentía sus manos colándose por dentro de mi camisa a la vez que  su lengua jugaba con el lóbulo de mi oreja. Pero seguía sin saber quién era.

Mi excitación comenzó a crecer al mismo tiempo que sentía como el ritmo de su respiración aceleraba, mi polla presionaba contra el pantalón, mientras todo mi cuerpo sentía la necesidad de poseerla. Pero me deje hacer, deje que fuera ella la que decidiera cuando y como lo quería.

Sus manos se posaron entonces sobre mi sexo, sentí la dulce presión de sus manos acariciando al otro lado del pantalón.  Recuerdo esperar, como el adicto que espera su dosis, a que ella desabrochase mis botones y dejara libre mi pene. Ella lo sabía y quiso hacerme sufrir, mantenía las caricias mientras sus labios, recorrían mi cuello una y otra vez.

No podía más, fui yo quien esta vez intentó soltarme los botones del pantalón, intentando liberar el deseo que permanecía oprimido. Sus manos se posaron en las mías y las retiraron, terminando ella el trabajo que yo había empezado.

Mi ropa cayó por completo sobre el suelo a la vez que mi cuerpo quedaba semidesnudo, tan solo una camisa desabrochada me separaba del desnudo integral. En ese momento ella me rodeó y mientras se agachaba,  sujetaba mi pene que por aquel momento ya permanecía erguido y deseoso de entrar en ella.

Permanecía de rodillas a la altura de mi polla, me estremecía cuando sentí por vez primera el roce de sus labios en mí miembro, su lengua rodeaba  el glande mientras mis manos se fundían entre su pelo rubio presionando ligeramente su cabeza hacia mi.

Lo que al principio fue un ligero roce, comenzó a volverse una caricia y después una maravillosa mezcla de presión húmeda y placer intenso.

Permanecía con los ojos cerrados, intentando saborear el momento, intentando aguantar las ganas de descargar todo mi semen sobre ella, cuando por un instante mire hacia ella… por vez primera nuestras miradas de cruzaron, por vez primera, pude ver su rostro al completo, estaba lamiendo mi sexo cuando nuestras miradas se encontraron…

¡Era Isabel! La chica que había conocido hacía un tiempo jugando al mezcladitos y con la que nunca había coincidido en la vida real, estaba allí, con una sonrisa lasciva y haciéndome ver las estrellas.

No había tiempo para presentaciones, por aquel entonces ya había perdido la noción del tiempo y también la del espacio, no aguantaba más he hice que se incorporara, de no haber sido así, hubiera disparado toda mi pasión sobre su rostro.

Nuestras bocas se fundieron en un húmedo beso mientras mis manos comenzaron esta vez si, a recorrer sus rincones mas íntimos. De un pequeño tirón arranque el tanguita mientras el resto de vestido quedaba intacto, hice lo mismo con el sujetador, auque en este caso, sus pechos quedaron al descubierto por encima del vestido, no puedo evitar la dulce tentación de saborearlos, hundí mí boca en ellos y comencé a  lamer una y otra vez sus duros pezones.

Pocas cosas hay mas excitantes que sentir entre los labios unos pezones duros y tersos, sentir como reaccionan a las caricias y besos, sentir como la piel se eriza cuando el pezón es pellizcado ligeramente por los dientes.

Hice que se tumbara sobre aquella cama desconocida  y la observé por unos instantes… Me moría de ganas de poseerla, de tenerla, de sentir su fuego interior quemando mí sexo.

Deseaba saborear sus maravillosos jugos, me incline sobre ella y comencé a besar sus muslos, acercándome progresivamente hasta su rincón más íntimo. En el mismo instante que lengua entro en su húmedo coñito, Isabel gimió a la vez que todo su cuerpo convulsionaba, mientras, sus manos se aferraban a mi cabeza, presionándome hacia ella, como si con esa presión pudiera aplacar  el gusto que la invadía por completo.

Mi lengua comenzó a realizar su trabajo, acariciando muy despacio al principio su hinchado clítoris, pequeñas caricias en círculo que ella acompañaba con pequeños movimientos de cadera. Saboreaba sus jugos, que emanaban cálidos y húmedos desde el interior de su coñito, mientras, sus manos se aferraban cada vez con más fuerza a mi nuca.

La sentía apunto,  escuchaba sus gemidos y respiración acelerada en la soledad de aquella habitación, su cuerpo se movía intentando sentir más y más la presión de mis labios en su húmedo sexo. En ese momento dos de mis dedos que se introdujeron resbalando fácilmente dentro de la vagina, rápidamente se impregnaron de sus fluidos y comencé a moverlos a la vez que mi lengua saboreaba el  clítoris.

No había pasado mucho tiempo cuando, varios espasmos recorrieron el cuerpo de Isabel,  convulsionó durante unos segundos a la vez que sus manos se aferraban con fuerza a mis cabellos, escuché sus gemidos ahogados haciendo eco en la habitación y tras unos instantes de locura, su cuerpo pareció volver a la calma.

Sonrió como otras veces la había escuchado sonreír, la sonrisa de alguien que ha perdido la razón por un momento y ha vuelto a la realidad.

Mi cuerpo desnudo subió el escaso metro que me separaba de sus labios y comenzamos a besarnos, nuestras lenguas se fundían en un baile de lujuria, mientras nuestros cuerpos se entrelazaban sobre la cama.

Poco tuvo que pasar para sentir de nuevo la excitación en su interior, seguía manteniendo puesto el vestido negro, pero a pesar de eso, mis manos se colaban con facilidad alcanzando su culo y acariciando de nuevo su húmedo coñito.

Esta vez me tocaba a mí, necesitaba entrar en ella, la sentía dura y cálida, necesitaba hacerla mía una y otra vez, hice que se diera la vuelta y se tendiera boca abajo, coloqué un colchón bajo sus caderas para una penetración más profunda y de nuevo la observe, me moría de ganas de follarla, ella lo sabía y abrió las caderas invitándome a entrar…

Me encanta utilizar mi pene de consolador, rozando su sexo, acariciarlo muy despacio, impregnándose del deseo que emana de su interior, mientras, ella subía y bajaba sus caderas suplicando que la follara.

No pude aguantar más, entré en ella de una fuerte embestida, mi polla se introdujo resbalando entre las paredes húmedas y cálidas de su vagina, sentía la dulce presión abrazando mi miembro a la vez que escuchaba el chasquido de mi cuerpo chocando contra su culo.

Esa posición me excita sobremanera, no conozco la razón pero es algo que me vuelve loco, ver su culo delante mía mientras entraba en ella, escuchar sus gemidos mezclándose con los míos, hicieron que en muy poco tiempo quedara al borde del precipicio.

No perdí la oportunidad de acariciarla, una de mis manos se coló por el hueco que dejaba la almohada y la cama,  alcanzando su clítoris, comencé a acariciarlo mientras entraba en ella, sentía que eso la volvía loca, su respiración comenzaba a enloquecer de nuevo y por supuesto sentirla así me hizo enloquecer a mí también…

Estaba en un punto de no retorno, sentía que mi cuerpo me abandonaría de un momento a otro y así fue...  mis manos sujetaron sus caderas con fuerza y en el mismo instante que se posaban, un chorro de placer me inundó por completo, perdí el dominio de mi cuerpo, mientras me aferraba con fuerza a las curvas de su culo, embestía con fuertes sacudidas, varios chorros de semen salieron de mis entrañas colándose en su vagina, olvidando por completo cualquier precaución. En ese momento nada me importaba, mi única preocupación era que no terminara esa sensación maravillosa.

Isabel lo sintió, sintió mi orgasmo, sintió mi  cálido semen entrando en ella, esto le hizo volver a perderse, mis últimas sacudidas la llevaron a un segundo orgasmo, que fue incluso más intenso que el primero, gimió de nuevo con fuerza mientras el cuerpo convulsionaba.

Tras unos segundos, la calma llegó a aquella habitación, quedamos exhaustos  y desnudos sobre la cama, con los cuerpos entrelazados, cuando volví a la realidad, no sé porque,  recordé a Elena, era imposible que no hubiera escuchado nada,  casi me sentí avergonzado… ¿Se habría molestado?

Poco duró mi preocupación, ya que a los pocos segundos quedé dormido en un profundo sueño, seguramente a la vez que Isabel.

Calculo que no habían pasado más de tres horas, las primeras luces del día comenzaban a colarse por las rendijas de la persiana, cuando algo me sobresaltó, en un primer momento pensé que sería parte de un maravilloso sueño, pero al abrir los ojos me percaté de que estaba despierto… mi cuerpo se estremeció  al sentir  alguien comenzaba a jugar con mi sexo, unas manos tibias y finas lo acariciaban durante unos instantes, después de unos segundos sentí como el calor de unos suaves labios los rodeaban.

Tenía los  ojos cerrados, no quería abrirlos, me dejé llevar por aquella maravillosa sensación, sentí como mi sexo había respondido rápidamente a aquella mamada,  sus labios abrazaban dulcemente mi polla mientras entraba una y otra vez,  su boca hacia vacío sobre mi pene, mientras la lengua recorría mi glande, que de nuevo asomaba majestuoso.

Otra vez mi respiración volvió a acelerarse, pero esta vez recordé a Elena, de nuevo nos volvería o escuchar jadeando y en ese momento abrí los ojos, mi cabeza miraba a la izquierda y vi lo que no esperaba… mis ojos se encontraron con los ojos azules de Isabel, me miraba recostada sobre un lado de la cama.

Sonrió cuando vio la sorpresa en mis ojos y volvió a sonreír  cuando casi instintivamente, incliné mi cabeza para mirar hacia mi nueva acompañante. No era difícil imaginar de quien sería la chica de larga melena negra, que tan maravillosamente estaba comiendo mí polla.

Volví a mirar a Isabel, ella permanecía semidesnuda mirándome, observaba mi rostro congestionado por el placer, la escena parecía excitarle… volví a mirarla y la invite  con un susurro  a que se uniera a Elena, pero ella se negó con una sonrisa. No me rendí y después de unos segundos, volví  invitarla… la poca luz que entraba en la habitación, me dejaba entrever su rostro, podía adivinar que aquello la excitaba, esta segunda invitación fue diferente, volvió a negarse, pero esta vez hubo un segundo de duda…

Isabel seguía mirando y casi con miedo, acerco su mano y la puso sobre mi pecho, esta vez no le dije nada, tan solo sonreí, no tardando mucho  en acercarse a mí, acerco su rostro a mi oído y comenzó a besarme él cuello.

Esta vez sí que le rogué…

-Me encantaría que ayudaras a Elena…

 

Su contestación fue un susurro.

 

-No, Me da vergüenza, nunca lo he hecho…

 

-Quizás te guste… por favor inténtalo.

 

Una mezcla de miedo y deseo atenazaba a Isabel, se resistía en un primer momento, hasta que sin decir una palabra, se acerco hasta donde estaba Elena.

Cuando Elena la vio, dejo lo que estaba haciendo… dejo mi polla que por aquel entonces estaba ya con toda la sangre apunto de amotinarse y comenzó a cuchichear con Isabel durante unos segundos, ambas rieron y comenzaron lo que hasta ese momento era mi momento más erótico…

Todo mi cuerpo se estremeció cuando a dos bocas comenzaron a lamer mi sexo, una en cada lado, sentía sus lenguas moverse y rozarme, era maravillosa la sensación de sus labios recorriendo mi glande al unísono.

La luz que se colaba entre las persianas y dejaba ver ya, algo más que sombras en la habitación,  observe a las dos chicas que me recordaban  aquella película de Drácula en la que tres vampiras, chupaba la sangre de Keanu Ribes.

No quería que terminara nunca, pero si seguían así no resistiría mucho más, hice que se incorporaran y las tumbé sobre la cama, una al lado de la otra, observaba sus cuerpos desnudos uno junto al otro, esperando mis caricias, anhelando mis besos, deseando que las hiciera mías. En ese momento me sentí la persona más feliz del mundo. Sonreímos otra vez al vernos los tres, una sonrisa nerviosa de vergüenza pero también de excitación.

Me incliné sobre Elena, tenía ganas de saborear su coñito, introduje mi lengua en su sexo húmedo y comencé a recorrer en círculos su clítoris. Ella se estremeció con el primer contacto, sentí a una de sus manos posarse sobre mi cabeza y presionar hacia ella, me presionaba con fuerza obligándome a no dejarla.

Tenía al otro lado a Isabel, quería que ella también gozara, por lo que utilice mi mano para acercarme a su sexo y empezar a acariciarlo. Me sorprendió al llegar a su íntimo rincón y toparme con la mano de Elena, esta no había perdido la oportunidad de hacer gozar también a Isabel.

Mis dedos se empaparon con los fluidos de Isabel que por aquel entonces ya estaba muy mojada, anular  y corazón resbalaban hacia el interior de su vagina, mientras, Elena acariciaba el clítoris. La notaba mover las caderas al compás de las caricias, sabía que estaba gozando, no la podía ver el rostro de Isabel, pero su cuerpo hablaba por ella.

Durante unos minutos, gemidos y respiración entrecortada se mezclaron en la habitación, los cuerpos desnudos intercambiaron sudor,  fluidos, caricias y besos. Sentí que no podía más necesitaba hacerlas mías y tras incorporarnos, las dejé hacer a ellas.

Elena era quien llevaba la voz cantante, era la experta en tríos y orgías… mientras, nosotros nos dejábamos llevar por la experta.

Hizo que me tumbara y se acercó a Isabel, la beso en los labios muy ligeramente y sonrió, después hizo que Isabel se tumbara a mi lado, y ella se colocó al otro extremo, al tiempo que se acercaba muy despacio a sus labios y los besaba, esta vez utilizando la lengua que la introdujo hasta lo mas profundo de su boca.

Isabel no hizo nada, permaneció impasible mientras Elena, la besaba con pasión, era la primera vez que una mujer la rozaba con sus labios, la primera vez que una mujer la acariciaba,  la primera vez en muchas cosas y aunque nunca lo hubiera imaginado, estaba muy excitada.

Al principio las observaba fascinado con la escena, encantado con el hecho de ver a dos chicas besándose, era algo que siempre me había excitado y a menudo  formaba parte de mis sueños más eróticos. Observar cómo se besan dos chicas, como se tocan, como son sus caricias… siempre son diferentes, especiales y tiernas, solo ellas saben que les hace gozar, como tocar, como llevar al clímax de la forma más  maravillosa

Después de un tiempo de ser un mero espectador, decidí unirme a ellas…hubiera estado horas mirándolas, pero quería saborearlas, acariciarlas, besarlas, sentir como sus cuerpos se unían al mío. Me incliné sobre ellas y acerque mis labios a uno de los pechos de Isabel, comencé a lamerlo muy despacio y casi sin rozarlo, recorrí mi lengua por las aureolas de los pezones presionando con las manos muy despacio, después  comencé a besar y mordisquear uno de sus pezones, que hacía tiempo que se encontraba duro como una piedra. Sentía como su excitación, iba cada vez  a más, sentía como el pecho se hinchaba una y otra vez, al ritmo de la respiración entrecortada, hacía tiempo que habían caído las barreras y fantasmas que suponía la presencia de Elena, ahora Isabel estaba gozando como no lo había hecho nunca.

Mis manos estaban libres y una de ellas se movió por si sola hacia el ombligo de mi amiga enmascarada, mis dedos resbalaron muy despacio por su piel hasta llegar al monte de venus. Para mi sorpresa, una vez mas había coincidido en la idea con Elena ,que por aquel entonces ya hundía sus dedos en el húmedo coñito de Isabel.

Nuestras manos se unieron a la vez que  repartían las caricias a Isabel, mientras tanto, esta se arqueaba una y otra vez, moviendo las caderas arriba y abajo, al compás de cada caricia.

Mis dedos se centraron en el himen, mientras, los finos dedos de Elena acariciaban  el clítoris, lo hacía muy despacio y con suavidad, como solo ellas saben hacerlo

Las caricias siguieron, al igual que la manada de leones devora a su presa, nosotros devorábamos a la nuestra, la devoramos a besos y caricias, recorriendo cada centímetro de piel  y explorando cada rincón, cada curva, cada orificio…

No tardó mucho en sucumbir, al igual que un castillo sitiado, Isabel comenzó a gemir, mientras su cuerpo convulsionaba, sus caderas se arquearon y su coño no dejo de emitir fluidos de lujuria, durante unos segundos el clímax se apoderó de ella y la desesperación la poseyó.

Durante unos instantes había alcanzado el cielo, su cuerpo la había abandonado y ahora estaba rendida en el mismo lugar donde había sido poseída. Pero Elena no había terminado, se inclinó sobre Isabel quedando sobre ella, Isabel permanecía exhausta con los ojos cerrados y la respiración todavía acelerada, mientras, Elena besaba su cuello.

El corazón quería salirse de pura excitación, tenía la boca seca y mi polla me dolía por la sangre que continuaba amotinándose en su interior. Me levanté incorporándome sobre ellas y observando de nuevo la escena, eran dos diosas una sobre la otra, el culo de Elena permanecía en pompa y yo me coloqué detrás, deseaba follármela   eso me dispuse a hacer…

Mis manos sujetaron sus caderas, eran unas caderas ligeramente pronunciadas, que le hacían un culito muy sensual, dirigí mi pene hacia ella y comencé a acariciar la entrada de su vagina con él, esta vez fue Elena la que gimió por la primera sensación de roce. Enseguida, mi capullo se impregno de sus cálidos  fluidos que emanaban de su interior.

No podía más, tras unos instantes de juegos, la sujeté por las caderas y lance una fuerte embestida, todo mi miembro entro en el interior de Elena con facilidad, lo sentí resbalar dentro, hasta que mis caderas chocaron con su culo, mi cuerpo se tensó a la vez que  Elena gemía de nuevo, un gemido ahogado que volvió a retumbar en aquella habitación. Permanecí dentro de ella durante unos instantes sin moverme, inmóvil, saboreando el momento y sintiendo como su fuego interior me quemaba.

Comencé a moverme, muy despacio al principio, entraba en lo más profundo de su ser, entraba y salía de ella, sentía la dulce sensación de presión con cada movimiento, escuchaba su respiración, escuchaba sus gemidos que poco a poco,  se acompasaban con la velocidad de mis movimientos.

Con cada embestida  era un punto de no retorno, cada vez que empujaba la locura se apoderaba de mí, cada vez que mi miembro entraba en ella necesitaba más. Tenía ante mí un escenario maravilloso, el culo en pompa de Elena, que a la vez estaba comiéndose a besos a Isabel, era el sueño erótico de cualquier mortal.

Parecía que Isabel ya no era una amante pasiva… sin tan siquiera haberme percatado, sus manos habían comenzado a reaccionar  y ahora acariciaba el clítoris de Elena, esta gemía como una loca, cada vez que mis caderas chocaban contra su culo.

Demasiadas sensaciones para poder aguantar, demasiadas ganas para poder retenerme, en ese momento una descarga recorrió mi cuerpo y un maravilloso orgasmo me sacudió, varias embestidas hicieron que mi leche entrara en Elena, parte de mi semen salió de ella, derramándose después por sus muslos. Isabel continuó acariciando  su coño hinchado, mientras yo permanecía dentro de ella, a pesar de haber terminado, mantenía las ganas de seguir, en ese momento, Elena comenzó a moverse, comenzó a ser ella la que mantenía el ritmo por lo que yo me detuve, deje que fuera ella la que me utilizara y durante unos instantes, veía aparecer y desaparecer mi miembro, mientras se movía en círculos.

Pocos segundos habían pasado cuando Elena cae en un maravilloso orgasmo.

-Sigue no paress, no paresss, por favor

 

-Joserr!!! Me corroo me corrooooo!!!

 

Ahhh, ahhh, ahhhhhhhh!!!!

 

Varios gemidos se mezclaron con la respiración de los tres, durante ese instante el cuerpo de Elena convulsionó, mientras arqueaba la espalda.

Después de varios espasmos y de sentir la maravillosa sensación del clímax recorriendo su cuerpo, Elena cayó  sobre el cuerpo de Isabel como si hubiera caído herida por un disparo, también yo me dejé  caer sobre las dos, quedando dormidos de nuevo, como si todo formara parte de un maravilloso sueño.

Al despertar de nuevo, las observé las dos, desnudas a mi lado, como si dos diosas se trataran, recordé mi noche anterior y sonreí

había sido mi despedida soñada.