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¡Tía!. ¿Estas loca?

en Lésbicos

¡Tía!. ¿Estás loca?

Son las cinco de la madrugada y me encuentro en la cama de mi mejor amiga, me acaba de besar y en estos momentos todo mi mundo se tambalea…

Soy Lorena, ahora mismo tengo 19 años, pero lo que aquí quiero contar  es mi primera experiencia lésbica, hace ahora 3 años.

Desde siempre he sentido cierta atracción por las chicas, de una u otra forma las miraba de una manera muy similar a la que miraba a los chicos, sentía atracción por amigas y conocidas, pero siempre había pensado que era de los más normal, imaginaba que sentirme atraída por una amiga, era un simplemente sentimiento de envidia, por algún rasgo especial que tenía y que a mí me gustaría poseer también.

Aquella noche había quedado a dormir con mi amiga Eva, ella era una chica espectacular, de las chicas que tienen algo que atrae a todo tipo de gente, era por así decirlo la más popular del instituto,  poseía una mirada con  facultades mágicas, su mirada era capaz de aprobar, desaprobar, herir, premiar e incluso acariciar.

Eva se había desarrollado antes que la mayoría de nosotras, hacía mucho tiempo que su cuerpo y sus curvas eran de vértigo. Tenía una melena castaña clara, labios carnosos y ojos azules, medía 1,70 y tenía unas piernas esculturales que acompañaba con un culazo,  sus pechos eran anchos y firmes, de esos que diera lo mismo que llevaras o no sujetador.

Yo me veía pequeña a su lado, a pesar de que a los 16 años, ya era una mujer que conseguida hacer girar a más de una cabeza. Mi pelo es negro con media melena lisa, mis ojos son verdes y aunque soy algo más baja que mi amiga Eva, tengo unas bonitas piernas y un bonito culo ligeramente ancho de cadera, que a los tíos les resultaba de lo más sexi. Lo único que a los 16 años me daba un poco de complejo era el tamaño mis pechos, ya que por aquella época me hubieran gustado un poco más grandes, pero a día de hoy ese complejo ha pasado a mejor vida.

La idea era dormir en su casa, ya que a ella la dejaban mucho más rato que a mí, a mis padres les habíamos dicho que volveríamos a las 3, pero las dos sabíamos de sobra que antes de las 5, no íbamos a volver a casa.

Lo pasamos genial, las dos tuvimos oportunidad de ligar con más de un tío “buenorro”, pero preferimos que fuera noche de amigas y pasamos de los moscones que se acercaban.

Estuvimos bailando hasta casi las cinco, a esa hora Eva me dijo que se encontraba un poco cansada y que le apetecía volver a casa, fue un poco fastidio porque ese fin de semana era mi oportunidad de quedarme hasta que quisiera, pero dormía en su casa así que no le dije nada.

Era verano y las dos teníamos que dormir en la misma cama nido, no era lo que se dice una cama amplia, pero a esas horas la verdad sea dicha, no nos importaba demasiado.

Habíamos bebido un poco de más de la cuenta y las dos estábamos contentillas, entramos en su casa, todo estaba oscuro y en silencio, picamos algo de la nevera y nos metimos entre risas en su habitación. Eva encendió una luz de la mesilla que resultaba más tenue y me sacó un pijama suyo de pantaloncillo corto y camiseta.

Se quitó la ropa frente a mí con toda tranquilidad, se quedó únicamente con las diminutas braguitas negras mientras buscaba un segundo pijama que ponerse, no pude evitar mirarla… era preciosa, tenía un cuerpo sensual y unos pechos deliciosos, por un segundo, mi mirada se posó sobre su desnudez y mi corazón comenzó a acelerarse, ella se percató de mi curiosidad e intuí una leve sonrisa que se adivinaba en su rostro.

Yo hice lo propio, tras quitarme el vestido y el “suje”, me puse la camiseta que Eva me había sacado, me quedaba un poco larga, ya que ella es bastante más alta que yo, después me metí en la cama a su lado, tan solo con las braguitas y la camiseta.

Mantuvo la luz de la mesilla mientras reíamos por lo “bajini”, recordamos alguno de los momentos de la noche, hablamos de lo previsibles que eran los chicos y nos contamos como habían sido nuestras primeras experiencias con ellos.

La cama era estrecha, no creo que tuviera más de un metro  de ancha, las dos estábamos muy cerca, tan cerca que a veces al movernos era inevitable rozarse, permanecimos recostadas de medio lado, una frente a la otra, hablando, riendo y cuchicheando hasta que las palabras de Eva se silenciaron… en ese instante, comenzó a mirarme con una intensidad que nunca hubiera imaginado.

Me sentí cohibida, mis palabras se silenciaron también, entonces fue cuando ella acortó los escasos 20 centímetros que nos separaban y beso dulcemente mi boca, fue solo un pico leve, apenas un tenue roce cargado de sensualidad, esa dulce contacto consiguió acelerar y corazón y silenciar mis palabras

Mi mente se posicionó en modo lógico, pensé que solo había sido una demostración de cariño e intenté seguir hablando como si nada hubiera pasado, seguía nerviosa y no recuerdo bien sobre que intenté hablar de nuevo.

Entonces ella sonrió, volvió a acortar el espacio que nos separaba y volvió a besarme… su mano se poso en mi rostro y sus labios se fundieron con los míos, sentí como su lengua se introducía en mi boca, rozaba mis labios y comenzaba a jugar con lengua. Por unos instantes me dejé llevar, no opuse resistencia, mi lengua rozo la suya y le devolví el beso, pero tras ese primer impulso recobré el sentido…

-          ¡Tía! ¿estás loca?

Mi corazón latía con fuerza, con tanta fuerza que me parecía imposible que no lo escuchara, me aparte ligeramente para evitar sus labios, me quede mirándola con cara de asombro y con la respiración todavía acelerada.

-          No hacemos nada malo…

-          Pero yo no soy… además, si alguien entra…

Mis palabras fueron mi condena… al hacer referencia a  que mi objeción era la posibilidad de que nos pillaran, había dado por sentado que mi único problema era ese y no el hecho de estar con otra chica en la cama.

-          No vamos a hacer nada que tú no quieras… estate tranquila esto es algo normal.

Mi corazón se aceleraba por momentos, estaba nerviosa, asustada y porque no decirlo… muy excitada. Era una situación que no me esperaba y que me sobrepasaba por momentos.

Eva acorto de nuevo los escasos centímetros que la separaban de mí, pero esta vez fue para quedarse… sus labios se posaron de nuevo sobre los míos, su cuerpo empujó al mío sobre la cama, quedé recostada boca arriba, mientras, sus labios se fundían con los míos y su lengua se introducía en la boca buscando mi lengua con desesperación.

Mi respiración acelerada se acompasaba con mi pecho hinchándose y deshinchándose, no pude evitar gemir ahogadamente, gemí al sentir sus tibias manos colarse por debajo de mi camiseta, las yemas de sus dedos se posaron sobre mi piel desnuda y provocaron que mis pezones se endurecieran casi al instante.

Sentía la suavidad de sus manos recorrer mi cuerpo, sentía su recorrido ascendente hasta que llegaron a uno de mis pechos, me estremecí al sentir el contacto y la presión sobre uno de ellos.

Sus labios habían abandonado mis labios para saborear mi cuello, los sentía recorrerme con avidez, sentía sus dientes mordisquearme con suavidad y toda mi piel se erizó al instante.

Hacía rato que me había entregado, desde el preciso instante que sus manos se posaron en mi piel desnuda, sabía que estaba perdida , sabía que ya no había vuelta atrás, mientras, permanecía inmóvil completamente entregada a mi amiga.

Ella disfrutaba de mí, disfrutaba acariciando mis tiernos pechos y pellizcándome los pezones, disfrutaba recorriendo mi piel desnuda y haciéndome gemir como nunca hasta ahora.

Por un instante dejó de sobarme y se quitó las bragas, hizo lo mismo con las mías que quedaron enganchadas en uno de los tobillos, Eva se quitó la camiseta dejando su bonito cuerpo al descubierto y yo no pude hacer otra cosa que imitarla, nuestros cuerpos se fundieron entonces en un abrazo íntimo.

De nuevo nuestras bocas se fundieron en un húmedo y cálido beso, a la vez que frotábamos nuestras ingles contra el muslo de la otra, intentando aplacar el deseo que nos comía por dentro.

Sentía mi coñito húmedo, me frotaba contra su muslo intentando aplacar el deseo que me comía por dentro. Ella estaba desatada, su boca comenzó a bajar recorriendo mi desnudez, sus manos sujetaron mis tetitas, presionándolas con firmeza, sus labios absorbían mis pezones mientras los lamía con desesperación.

Al llegar a mi rincón más íntimo, instintivamente abrí mis piernas para facilitarle el trabajo, temblaba de deseo sintiendo su rostro perderse entre mis muslos, me estremecí cuando comenzó a lamer mi rajita, gemí como una perrita al sentir su lengua acariciar mi clítoris, lo presionaba en círculos, a la par que sus dedos se introducían en mi vagina.

Sacó sus dedos de mi rajita y se incorporó sobre sí misma, en ese momento se acercó a mi e introdujo sus dedos impregnados de mis fluidos en mi boca, los lamí, los deguste mientras la miraba, durante unos segundos degusté el delicioso manjar del deseo, las dos permanecimos mirándonos con el rostro impregnado en la lujuria. Solo cuando hubo saciado el morbo de ver mi rostro lamiendo como una guarra, volvió a bajar a seguir trabajándome el coñito.

En la habitación tan solo se escuchaba mi respiración entrecortada, gemidos que emanaban una y otra vez de mi boca entreabierta, gemidos que se acompasaban a sus dedos penetrándome y su lengua presionando con suavidad mi clítoris.

Nadie me lo había comido nunca así, no era mucha mí experiencia, pero puedo decir sin temor a equivocarme, que jamás me habían comido el coñito de esa manera. Me retorcía a la vez que mis manos agarraban con fuerza el almohadón, mi espalda se arqueaba una y otra vez, no pude aguantar mucho más, mis caderas se movían al compás de su lengua, me agitaba desesperadamente intentando aplacar el deseo que cada vez me llevaba más rápido a ese punto de no retorno, ese punto en el que una vez has pisado ya no puedes regresar.

Mis manos se aferraron a su cabeza, mis piernas se entrelazaron sobre sus hombros y comencé a presionarla hacia mí, varios espasmos comenzaron a recorrerme, un maravilloso orgasmo sacudió mi cuerpo y varios latigazos de maravilloso placer se fundieron con mis gemidos sordos que intentaba disimular con poco éxito.

Eva prosiguió lamiendo los restos de mi lujuria por unos instantes, cuando hubo terminado, se incorporó hasta mi altura con la sonrisa dibujada en su rostro.

-          ¿Qué te ha parecido?

Estaba temblando aún, no podía contestar, mi corazón seguía desbocado y mi respiración intentaba volver a la normalidad a duras penas.

-          No soy lesbiana, pero me ha encantado…

 

-          Cuando lo pruebas, repites seguro…

 

Eva me abrazó y volvió a besarme, nuestros cuerpos se volvieron a fundir en un abrazo, sentí como sus manos se aferraban a mí con fuerza. Me sentía insegura y tímida, como la chica que lo hace la primera vez, quería darle placer pero no sabía por dónde empezar, ella se percató de mis dudas y poso su mano en la mía para guiarla a través de su desnudez.

Colocó mi mano sobre uno de sus pechos, lo sentí terso, suave, muy duro… eran unos pechos preciosos, bastante mayores que los míos y durante un rato estuve madreándolos a la vez que pellizcaba sus pezones.

Poso su mano en mi cabeza y me invitó a bajar con mi boca, no tardé en tener entre mis labios aquellos pezones duros y reactivos que sentí rugosos al ser absorbidos, mis labios se aferraban a ellos y creí morirme de gusto al degustar su sabor.

Ella cerró los ojos y gimió al notar el contacto de mis dientes en tus delicados pezones, los lamí y los mordisquee con ansia, disfrutando de su sabor, disfrutando de las reacciones involuntarias de su cuerpo ante mis caricias. Casi por instinto mis dedos comenzaron a acariciar su monte de venus, su pubis se movía anhelando sentir, anhelando tener mis dedos hundiéndose en su coñito babeante.

Mis dedos recorrieron su clítoris, estaba hinchado y lo acaricié tal y como hago en mis momentos más íntimos, lo presioné ligeramente, comencé a hacer pequeños circulitos en torno a él, Eva se movía, gemía como una zorrita en celo, disfrutando con cada caricia lasciva.

Tras unos minutos de besos, caricias y jadeos, ella se acercó a mi oído y me susurró que se lo comiera… como una niña buena la obedecí, coloque mi rostro entre sus piernas mientras situaba mi sexo sobre él suyo. Me moría por hacerla gemir, pero me moría también por volver a sentir su lengua jugando con mi coñito, me moría por sentir  la locura del clímax a su lado y en ese momento  las dos comenzamos un 69, olvidándonos de que sus padres estaban en la habitación del al lado.

Me lamía el coñito de una forma maravillosa, introducía sus dedos en mi vagina y la sentía penetrándome, sentía la presión entrar y salir de mis entrañas, mientras, yo  imitaba sus movimientos...

Eva movía el pubis arriba y abajo, era una sensación excitante y morbosa, sentir su coñito depilado entre mis labios, mi lengua lo saboreaba degustando sus fluidos, era la primera vez que me comía un coño y me estaba encantado.

La sentía muy cachonda, sentía como sus movimientos se aceleraban, sentía como sus músculos se tensaban y estaba a punto de correrse, me moría por hacerla gemir, hacer que aquella chica especial y segura de sí misma, se derritiera en mi boca como una zorrita.

No tardó en  comenzar a gemir, su cuerpo se convulsionó y sus caderas comenzaron a lanzar latigazos arriba y abajo, me aferré con fuerza a sus muslos a la vez que se corría entre jadeos y movimientos incontrolados. Sentirla me llevó a mí también al clímax y tuve un segundo y maravilloso orgasmo.

Esa noche las dos dormimos abrazadas, Eva me tranquilizó explicándome que lo que había pasado era algo natural, aunque para mi había sido algo más que eso, aquello me había abierto los ojos a un mundo nuevo y por explorar, un mundo excitante y maravilloso, un mundo cargado de sensualidad y placer que no conocía, pero que aquella noche comenzó en su habitación.