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Las pruebas de Vanessa (2)

en Sexo con maduras

De vuelta a casa Vanessa me explicó algunas reglas más, como la de un día de descanso entre "pruebas", por lo que nos despedimos con un beso y pasé el domingo estudiando y creyendo que no sería tan difícil aguantar dos semanas.

Lunes

Me desperté nervioso, emocionado por la nueva prueba, iba más contento de lo normal y los compañeros del trabajo y la universidad lo notaron.

Llegué a casa, solté las mochilas a la entrada y subí las escaleras corriendo. Vanessa me abrió la puerta vestida con una de sus finas batas. Tras cerrar la puerta, yo no pude resistirme a sus labios. Nuestras bocas jugaban mientras instintivamente mis manos buscaron sus nalgas, pero al apretarlas, Vanessa se separó.

-Si empezamos así, nos olvidaremos de las pruebas, anda, sígueme.

Llevaba dos minutos en su casa y yo tenía una erección tremenda. Seguí a Vanessa hasta el cuarto de baño principal, donde dejó caer su bata, quedando desnuda. Yo no me cansaba de ver el cuerpo de aquella mujer. Ella lo sabía, y se contorneaba lentamente con una enorme sonrisa en los labios.

-Te toca. ¿Te ayudo?

- Por favor.

Me quité la camiseta sin dejar de mirar los ojos de Vanessa, que desabrochaba lentamente mi pantalón. Lo bajó hasta mis tobillos y me deshice de las bambas para que saliese. Me hacía levantar las piernas para quitarme ella misma la pernera de cada lado, mientras con una mano sujetaba mis muslos con fuerza.

Se arrodilló ante mí como otras tantas veces, pero aquel día era más intenso. Agarró los laterales de mis calzoncillos y tiró con fuerza hacia abajo, quedando mi polla a la altura de su boca. Ella me miró dubitativa, pero yo llevé mis manos a su cabeza y evitando el instinto y las ganas de empujar mi pene dentro de ella, tiré hacia arriba mientras ella se levantaba con un leve suspiro para acabar besándonos de nuevo.

-Mira cómo te has puesto y ni hemos empezado. Hoy la prueba es ducharnos.

Vanessa entró en la ducha y cerró la mampara. Yo me senté sobre el váter mientras observaba.

El agua empezó a caer sobre Vanessa y ella agarró sus pechos, jugando con ellos mientras el agua rebotaba sobre ellos, los pegó al cristal mientras sonreía y pasó su lengua por la mampara. Me dió la espalda, apretando sus nalgas contra el vidrio mientras cogía una esponja.

- Entra y enjabona a ésta sucia madura.

Me levanté y me coloqué tras la mampara, observando de cerca su cuerpo apretado. Llevé una mano a la altura de su pandero, notando el frio cristal.

Al entrar, Vanessa se dirigió hacia mí con un bote de jabón y la esponja, que puso en mi mano. Exprimió el jabón de forma exagerada cayendo sobre mi antebrazo y lo dejó caer para luego envolver mi cuello con sus brazos. Mi polla reposaba contra su caliente y empapado abdomen, cuando nos fundimos en un beso que mostraba desesperación, mi mástil se deslizaba con facilidad gracias a la acción del agua, dándome un pequeño alivio con cada movimiento.

Empecé a enjabonar su espalda al mismo ritmo que jugaban nuestras lenguas. Decidí que era mejor prescindir de la esponja y usar sólo mis manos, por lo que puse a Vanessa cara a la pared y me arrodillé para coger el jabón del suelo, me llené bien las manos y empecé a enjabonarla, empezando a frotar sus gemelos mientras mi boca besaba y mordisqueaba sus muslos.

Subí mis manos por el camino que habían marcado mis labios, encontrándome con su culo ante mis ojos, pero al besarlo, Vanessa abrió las piernas y echó su cuerpo hacia adelante, dejándome una imagen perfecta de su coño maduro.

Tal y como le había pasado a ella, me quedé unos segundos sin saber qué hacer, tentado por sus puertas del placer abiertas ante mi, pero conseguí aguantar hundiendo mi boca en sus nalgas, llenándolas de lametones y mordiscos.

Antes de pasar a enjabonar su culo, le di una cachetada y volví a exprimir el jabón en mis manos para repasar toda su superficie con mis dedos.

Me levanté y giré su cuerpo para encontrarme de nuevo con su mirada y sus labios carnosos. No podía resistirme a ellos. Mientras la besaba, mis manos frotaban sus caderas y de nuevo mi pene resbalaba sobre su abdomen. Subí mis manos hasta que mis pulgares chocaron con sus tetas. Tomé un respiro para pensar como enjabonarlas, pero Vanessa me ayudó; se agachó para coger el bote de jabón y empezó a apretarlo sobre sus pechos de manera continua.

Yo los agarré con mis manos, haciendo círculos y masajeando sus pezones con los pulgares. Vanessa volvió a soltar el jabón y empujó mi cara entre sus tetas mientras las movía.

Me enjuagué la cara porque todo aquel jabón no me dejaba ver y volví a terminar mi trabajo; me coloqué en el lateral de Vanessa, apoyando mi pene, a punto de explotar, contra su cadera. Puse una mano a cada lado de su cuerpo y mientras acababa de enjabonar su abdomen, empecé a besar su oreja.

Pronto bajé hasta su cuello, pero ella me giró la cara rápidamente.

-El cuello no, me pone demasiado y si ya me cuesta así... Me toca.

Vanessa se agachó y repitió el mismo proceso, enjabonó mi cuerpo desde los pies subiendo poco a poco por mis piernas, pero al llegar a mis huevos, vació el poco jabón que quedaba para huntarlo bien en mi escroto.

-Te has olvidado de limpiar mi cara, pero no te preocupes, ya lo hago yo por ti.

Vanessa se situó debajo de mi, apoyando mis genitales en su cara. Yo empecé a dar pequeños movimientos de cadera para esparcir bien el jabón por todo su rostro.

Vanessa se incorporó con su cara llena de jabón y una enorme sonrisa.

-No queda jabón, así que usaré el mío...

Me apoyó cara a la pared y se rebozo contra mi. Nuestros cuerpos húmedos chocaban mientras notaba sus pezones recorrer mi espalda. Mi pene encontró alivio en el frio de las baldosa.

Cuando ella concluyó que era suficiente, me dió la vuelta, recibiendome de espaldas. La agarré de la cintura para llevar yo el ritmo esta vez, pero tuve que parar pronto porque aquello era demasiado para mi pene.

Nos metimos bajo el chorro de agua y nuestros labios volvieron a encontrarse, quedándonos unos minutos en el placer de nuestras bocas hasta que finalmente Vanessa se separó.

-Yo me voy a secar, tu date con agua fría que te baje.

El agua fría tardó en hacer su efecto, y tener a Vanessa secándose a escasos metros, no ayudaba. En cuanto salió, conseguí relajarme, por o que me sequé y me vestí. Me la encontré en la cocina con su albarnoz puesto.

-¿Te quedas a cenar?

-Si me quedo será más difícil... Prefiero irme a casa...

-Lo entiendo, lo estás haciendo como un campeón.

Nos despedimos con un ultimo beso mientras ella me dijo en voz baja "Gracias"