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La proporción II

en Gays

Continuacón de La proporción I

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Hacía ya más de tres meses que se conocían pero para Héctor se había convertido en la persona más importante de su vida. Desde el primer momento se compenetraron a la perfección. Nunca había estado tan colado por nadie. Es más, en su fuero interno sabía  que era la primera vez que estaba verdaderamente enamorado. De todas  las mujeres que habían pasado por su vida, que eran muchas, con ninguna alcanzó el grado de compenetración espiritual y carnal que tenía con ella.

 

Miraba a Mónica tendida desnuda sobre el lecho. Admirando la perfección de su cuerpo, pensaba los profundos sentimientos que le provocaba. Amor. Un amor intenso y arrebatador, de una intensidad vibrante y profunda. Pero también celos y una profundo temor a perderla. La gran diferencia de edad que les separaba le angustiaba. Conocía cómo la naturaleza marca sus tiempos y que cuando el comenzase su declive, ella alcanzaría el cenit  de su esplendor. Ese pensamiento le atormentada y estaba seguro que haría cualquier cosa para retenerla todo el tiempo que fuese posible.

 

Mónica se despertó y le miró mientras le dedicaba una de sus maravillosas sonrisas.

 

  • ¿Que miras? - le preguntó mientras se desperezaba.

  • A ti. Estaba pensando en cuanto te amo y lo que he de sufrir si te pierdo.

  • Anda no seas tonto.Vuelve a la cama

 

Se dio la vuelta y abriendo las piernas le mostró su sexo levemente enrojecido por su apasionada noche de amor.

 

  • Ven cúbreme. Tengo frío.

 

Cuando la penetró sintió la tibia humedad de su interior. Estaba aún mojada con los jugos derramados la pasada noche. Se amoldo enseguida a su verga y comenzó a culebrear al sentirla en su interior.

 

La inexperta muchachita de hacía unos meses, se había transformado en una maestra en el “ars amatoria”. Se amoldo como un guante a lo que ella llamaba su “monstruoso priapo” y ahora le hacía bailar al son de sus deseos. Eran noches mágicas de sexo y pasión. En las que Mónica le demandaba una y otra vez que la montará. Su vitalidad le agotaba y dejaba saciado su hambre de sexo. Así no vas rellenando todos los coños de la Facultad con tu leche le decía. La verdad es que no necesitaba a nadie más. No sólo era increíble en la cama también su carácter alegre y su inteligente conversación le habían hechizado.

 

Mónica le hizo recostarse sobre su espalda y se le puso encima, cabalgandole como a ella le gustaba. Comenzó a danzar una especial danza del vientre con el cipote en su interior. Se movía a en círculos sobre su verga mientras en un cadencioso mete y saca contraía y relajaba su coño con tal  maestría que su placer se desplazaba continuamente por todos los rincones de su sexo.

 

  • Así relájate machote. Déjame hacer que yo te follo como a ti te gusta.

Erguida sobre, él, sus pechos se bamboleaban al ritmo de la danza de su cuerpo. A veces lanzaba hacia atrás  su cabeza entre gritos de placer para luego con un golpe azotarle con su melena. Cuando veía que él estaba a punto de derramar su esencia bajaba el ritmo hasta detenerse para prolongar el coito. Como ahora hizo.

 

  • ¿Me quieres? - le preguntó con voz seria mientras se echaba  la mano a la espalda y comenzaba a acariciarme suavemente el escroto.

  • Te amo profundamente - le contesté entre jadeos.

  • ¿Cuanto?

  • Hasta el infinito.

  • Estarías dispuesto a hacer cualquier cosa por mi -  dijo con el ceño fruncido.

  • Cualquier cosa.

  • ¿Me lo juras?

  • Te lo juro.

 

Reinició su bolero incrementando su ritmo y su cadencia. Sentí como mi polla se hinchada hasta casi reventar y comencé a correrme espasmódicamente en su dulce seno.

 

  • Dios mío me matas de placer amor mío - le dije mientras sentía mi semen salir de ella y resbalar por mis huevos.

 

Se reclinó sobre mi y me dio un beso cargado de pasión y de dulzura

 

…….

 

 

 

Había sido una cena muy agradable. El sushi bien elaborado estaba exquisito y Mónica había estado toda la noche  especialmente  encantadora y solícita. Mientras tomábamos una copa en la sobremesa me dijo..

 

  • Te acuerdas de lo que me dijiste hace unas noches.

  • ¿Que? -le respondí sonriente.

  • Lo mucho que me amabas y que estabas dispuesto a hacer cualquier cosa que yo te pidiera.

  • Si por supuesto.

  • Pues verás, quisiera que hicieras algo.

  • Dime lo que quieres y yo satisfacere tus deseos. Tus órdenes son deseos para mí - respondí con una sonrisa torcida

  • Quiero que le hagas un favor a alguien a quien yo quiero mucho.

  • De quién se trata?

  • De David.

  • ¿Tu compañero de clase?.

  • Si. Es como una hermano para mi. Nos conocemos desde primaria y somos inseparables. - me dijo con seriedad

Sonreí recordando que me había comentado su amistad con el muchacho y de cuál eran sus inclinaciones sexuales.

 

  • ¿Se ha metido en algún lío? - le pregunté circunspecto.

  • No, no se trata de eso.

  • Entonces cuál es el problema.

  • Quiero que le hagas el amor.

 

Estuve a punto de dejar caer la copa de las manos. No pude dar crédito a lo que había creído entender. Sacudiendo la cabeza le volví a preguntar.

 

  • ¿Que que?

  • Quiero que le hagas el amor - repitió.

  • Es una broma - respondí mientras reprimida una carcajada.

  • No bromeo. Estoy hablando en serio. David nunca ha estado íntimamente con un hombre. Ya me entiendes. Sólo ha tenido algunos escarceos con chicos. Quiero que lo montes. Necesita alguien experto y delicado que le haga inolvidable y maravillosa su primera vez. - expuso  con gravedad.

  • PERO TU ESTAS LOCA! - Le grité enfadado  - Tú te crea que soy un taladro. Una especie de desvirgador automático.

  • Tu me dijiste que haría cualquier cosa por mi. Me lo juraste.

  • Pero eso es una locura...Y una estupidez - añadí.

  • Sólo es sexo. - me dijo

  • Pero sexo sin amor. Me tratas como una prostituta - le contesté.

  • Has practicado el sexo sin amor cientos de veces para darte gusto. ¿ Y ahora me dices que no lo puedes hacer, tan sola una vez, para darme gusto a mi?. - me dijo de forma vehemente.

  • Pero es distinto. David es un tío. A mi no me van los hombres.

  • Tampoco a mi me gusta lo japonés, ni el sushi, y me lo he comido porque sé que tú lo adoras.

  • No es lo mismo - respondí.

 

Mónica me miró con una cara de decepción cogió su bolso y abrigo y levantándose me dijo..

 

  • Me tengo que ir ya nos veremos.

 

Yo me levanté y vi como se marchaba dejandome sólo. Allí me quedé estupefacto mirando los restos de sushi que quedaban sobre la mesa.

 

…....

 

Durante toda la semana Mónica no respondió a mis llamadas. Me acerqué por su casa pero nadie me abría. Yo sabía que estaba dentro, se veían sus ventanas iluminadas. No asistía a las clases y su amigo David me rehuía la mirada.

 

Al fin armandome de valor aborde a su amigo a la salida de clase.

 

  • David por favor puedo hablar contigo - le dije.

  • Si.. - me contestó tímidamente con un tartamudo, sonrojándose hasta las orejas.

  • Podrías decir a Mónica que me llame. Dile que estoy dispuesto a hacerlo.

  • De acuerdo - me respondió clavando sus grandes ojos en los míos.

  • Muchas gracias. - le dije apoyando mi mano en su hombro.

 

Sentí como temblaba con mi contacto. Tras unos instantes se despidió alejándose pasillo adelante sin atreverse a levantar la cabeza.

 

Esa noche sonó el teléfono. Era Mónica.

 

  • Buenas noches Mónica - respondí

  • Hola Héctor. David me ha comunicado tu mensaje.  Te agradezco que hayas recapacitado. He sufrido mucho.

  • Yo también - le respondí prontamente con un tono de reproche en mi voz.

  • Lo siento. El amor a veces duele. No pensé que fuera tan titánico el favor que te pedí. Pensé que lo harías porque creí que me amabas de veras.

  • Y te amo.

  • Lo sé, pero no sin  reservas. He comprobado.

  • Te quiero profunda y apasionadamente. Estoy dispuesto a hacer todo lo que tu me pidas.

  • Oh gracias. No es un capricho, es algo muy importante para mi, te lo juro- su voz sonaba franca y se la oía aliviada.

  • De acuerdo

  • Ven a cenar el día de Nochebuena. hablaremos. Tengo la casa para mi.

  • ¿A qué hora?

  • A las 5. Así me ayudarás con la cena.

  • Allí estaré.- le respondí

  • Te quiero Héctor - dijo y colgó.

 

….

 

Mientras subía en el ascensor Héctor se peinó el pelo con la mano y enderezó la pajarita. Había sido un regalo de Mónica que no se había atrevido a poner hasta ese día. Le parecía un poco cursi. Sabía que a ella le  gustaría. Se miró al espejo. Con el pelo un poco largo y una barba de tres días lucía un aspecto afrancesado. Era un hombre alto y de complexión atlética en el principio de su cuarentena. Su pelo moreno acentuada el intenso verde de sus ojos. Noto que le sudaban las manos cuando llamaba al timbre. Con el índice intentó aflojar la presión del cuello de su camisa.

 

La puerta de abrió y allí estaba Mónica. Con una sonrisa radiante le introdujo en la vivienda y le abrazó mientras le besaba apasionadamente.

 

  • Feliz Navidad amor mío - le dijo tras el intenso beso.

  • Feliz Navidad  - le contestó Héctor

  • Ven, pasa

 

Llevándose de la mano le condujo hacia el salón. Al entrar vio a David sentado en el sofá. Detuvo su marcha sintiendo como las manos se volvían a humedecer. Todo él se tensó al ver al muchacho.

 

  • David cenará con nosotros. ¿No te importa verdad? - le preguntó Mónica mirándole a los ojos.

 

Tras unos instantes de mutismo que provocó un embarazoso silencio al fin respondió.

 

  • No por supuesto. Buenas tardes David.

 

El muchacho le sonrió tímidamente..

 

  • Siéntate por favor - le dijo Mónica.

 

Se dirigió a un sillón individual, el más alejado del joven. Mónica lo hizo en el brazo del  sofá próximo a David y mientras la acariciaba afectuosamente la cabeza dijo..

 

  • Viene a despedirse de nosotros. Se traslada con su familia a Nueva Zelanda. Finalizará allí sus estudios.

  • No sabía nada. Te deseo toda la suerte del mundo. -le dijo Héctor

  • Le echaré mucho de menos. Será una dolorosa separación.- dijo Mónica.

 

Héctor se quedó mirando en silencio a los dos jóvenes. Al fin empezaba a comprender la extraña petición de Mónica. El era su regalo de despedida. El hombre que amaba para su amigo más querido. Extraña forma de pensar la de estos jóvenes se dijo.

 

  • Sabes que Héctor y yo nos enrollamos por una duda respecto a las  proporciones. - dijo  dirigiéndose a David.

 

Paso a  relatar a su amigo el primer encuentro de ambos en el despacho de la Facultad. Para finalizar diciendo.

 

  • Héctor es un experto en proporciones. Entre otras cosas.

  • Creo que me sobrevaloras.

  • Bueno perdonadme un segundo mientras le hecho un ojo al horno. - dijo levantándose y abandonando la habitación.

 

Los dos hombres permanecieron en un embarazoso silencio sin apenas atreverse a cruzar las miradas. La tensión era evidente. Al poco rato Mónica regresó. Tenía el abrigo puesto y sobre su hombro colgaba el bolso.

 

  • Lo siento, tengo que ir al centro. Es una urgencia. - les dijo

  • Pero… - intento argüir Héctor poniéndose en pie.

  • La cena está en el horno. No hace falta que os preocupéis por ella. Portaros bien y divertiros. - añadió mientras miraba a los dos hombres. Para a continuación salir del salón tras entrecerrar la puerta.

 

Héctor se quedó mirando a la puerta durante unos instantes oyendo el portazo de Mónica al salir de la casa. Estaba perplejo ante la situación. Al fin dirigió la mirada hacia David que desde el sofá le observaba.

 

  • Menudo papelón - Pensó.

 

Decidiendose a encarar la situación se sentó y se dirigió al muchacho.

 

  • Bueno David. ¿Y ahora qué hacemos? - le dijo

  • No se - le respondió bajando la mirada.

  • ¿Tu estas al corriente de la extraña petición de Mónica? - le preguntó Héctor.

  • Sí.- contestó David lanzandole una fugaz mirada.

  • ¿Y estas de acuerdo?

  • Ya sabes como es Mónica. Hace años me hizo jurarle que cuando encontrásemos al hombre ideal lo compartiríamos. - le respondió clavándole los ojos.

  • ¿Pero yo te gusto?

  • Si. Mucho. - respondió el joven sin pestañear.

 

Hector alzó los ojos al techo mientras cogía aire. Cuando volvió a mirar hacia el muchacho observó que estaba a punto de romper a llorar. Se levantó, y acercándose, le hizo ponerse en pie cogiéndole de la mano. Dos lagrimones resbalaron por las mejillas de David.

 

  • No llores - le tranquilizó secandole las lagrimas con sus manos.

 

Luego, tomando sus dos manos, le miró a los ojos y preguntó.

 

  • ¿Eres virgen?

  • Si. - le respondió tímidamente mientras se sonrojaba.

  • ¿No has estado con ningún hombre? - continuo Héctor

  • Bueno con algunos amigos me he besado y nos hemos tocado. Pero nada más. - le dijo haciendo pucheros.

 

Héctor le atrajo hacia sí y lo estrechó entre sus brazos mientras le palmeaba la espalda. El joven le abrazó. Sintió como en la entrepierna de David, que estaba apoyada en su muslo, algo comenzaba a moverse. Rendido a las circunstancias bajó la mano y poniéndola sobre el culo del muchacho le apretó una nalga. Comprobó que tenía un buen trasero. Redondeado y firme. David suspiró y comenzó a frotarse contra su pierna. Tras unos minutos sintiendo al joven jadear le apartó y comenzó a desabrocharle los botones de la camisa. Luego tras dejarla caer al suelo le acarició el dorso lentamente mientras este se estremecía bajo sus manos. Ambos hombres se miraban a los ojos.

 

A continuación procedió a desabrocharle el cinturón y bajarle la cremallera dejando que el pantalón cayese por su propio peso al suelo. A través de la tela del calzoncillo boxer le frotó el paquete, percibiendo el calor que desprendía su sexo totalmente erecto.

 

  • Desvístete - le ordenó Hector retirándose.

 

David dándole la espalda se despojó de toda su ropa mostrando el culo. Tenía un buen trasero el chaval. Respingon y generoso sobre unas bonitas piernas largas y estilizadas . Ni un asomo de vello se veía en su cuerpo. Se dio la vuelta tapándose el sexo con las manos mientras encogía tímidamente los hombros.

 

Héctor  se mantuvo en la distancia contemplando la desnudez del joven. Tenía el aspecto de un efebo andrógeno. En la cara aniñada, de bonitas proporciones, sobresalían unos inmensos y hermosos ojos. Con su pelo cortito recordaba el elástico cuerpo de una nadadora. La belleza inquietante de  una mujer con rasgos masculinos o la de un hombre con la anatomía de una chica deportista. Sus músculos se marcaban ligeramente sobre su piel aterciopelada. En su cuerpo níveo se destacaban los pequeños y oscuros pezones erizados. Con la mano le indico que se acercara. Cuando lo tuvo a su alcance retiró las manos que cubrían su pubis dejando al descubierto su pene iniesto. Todo él era de un blanco marfileño. Su pequeña polla,sin una vena a la vista, emergia de unas pequeñas bolas cubiertas por una escasa pelusilla, elevándose entre una pequeña mata de pelo pegada a su abdomen; para acabar en un capullo totalmente cubierto por el prepucio, donde se dibujaba un ojo de un rojo carmesí.

 

Colocó la palma de su mano sobre las pelotas y comenzó a subir recorriendo su falo suave como la seda. Su mano se cerró sobre el extremo superior y fue descapullando suavemente. La piel que lo cubría se resistía a descubrir el glande. Volvió a replegarla hacia arriba y en ese momento una cristalina gota surgió de su capullo coronandolo.  David exhaló un profundo suspiro y Héctor temiendo una eyaculación precoz se retiró. Empezó a quitarse la pajarita y David se acercó para ayudarle.

 

  • Tienes un lazo como los regalos - le dijo este mientras le dedicaba una tierna sonrisa.

 

Se dejó hacer mientras el muchacho desabrochaba minuciosamente sus botones. Luego le apartó la camisa y la chaqueta dejando al descubierto su velludo pecho sobre el que posó sus manos y jugueteo con sus pelos. Héctor se quitó a la vez ambas prendas y las arrojó sobre el cercano sofá. David comenzó a recorrer el torso y los brazos admirando la masculinidad de su trabajada musculatura.

 

David bajó la mirada e intentó torpemente desabrochar el cinturón. Héctor le retiró las manos y acabó con la tarea, para luego dejar que la gravedad bajara los pantalones y los dejara sobre sus pies. La mirada del joven se posó sobre su flácido pene y sus testículos que colgaban pendulones. Aun en estado de reposo su tamaño pareció sorprender a David. Este puso la palma de la mano bajo su sexo y lo elevó mientras con la otra lo acariciaba dulcemente, como si de un gatito se tratara. Intento pajearle pero su verga se negaba a responder.

 

El muchacho se agachó a su pies comenzando  a dar tiernos besos a la polla aún morcillona. La lamia como si de un helado se tratase. Al fin, mientras le miraba a los ojos, se la introdujo en la boca descapullando su glande con los labios. Al contacto con la cálida y húmeda cavidad, lentamente  respondió hinchándose poco a poco. Cerró los ojos y suspiro mientras su cipote se iba agrandando hasta rellenar la boca que lo rodeaba. David empezó a mamarsela mientras  con la mano masturbaba la verga.

 

La verdad es que el muchacho lo hacía muy bien. Su lengua buscaba los puntos en los que Héctor era más sensible. Por un momento pensó que tal pericia provenía de las instrucciones que Mónica le había dado.

 

David intentó meterse mas palo en la boca que ya apenas abarcaba su grosor, y una arcada le obligó a retirarse. Un hilillo de saliva unían sus labios con el capullo rezumante.

 

  • Lo siento es muy grande - se disculpó el muchacho.

  • No hagas nada que no te guste - le dijo Héctor mientras le acariciaba una mejilla.

 

Le sonrió y retomo la tarea con más ahínco. En una de sus acometidas la verga atravesó la barrera de sus amígdalas y penetró en el orificio faríngeo. Se mantuvo si moverse durante unos segundos mientras aguantaba la respiración. Exhausto retiró atropelladamente la cabeza ,sacándola integramente de la boca, para dejar que una bocanada de aire inundase sus pulmones.

 

  • Joder es enorme. Mónica tenía razón - le dijo con cara de asombro y admiración.

  • ¿Demasiado para tu gusto? - le preguntó Héctor.

  • No, que va. Es alucinante.

 

Volvió a meterla en la boca y comenzó a mamarsela frenéticamente. Hector apoyó sus manos en la cabeza del muchacho intentando refrenar sus acometidas, pero le resultaba imposible. Se lo estaba follando literalmente con la boca. Sintiendo que iba a correrse le apartó.

 

  • Espera David no tan aprisa. - le dijo y con una mano le levantó.

 

Acabo de desvestirse tirando el resto de su vestimenta sobre el sofá. Ahora fue David el que se le quedó mirando, mientras admiraba el cuerpo tan distinto al suyo. En plena madurez una potente musculatura esculpía su figura. Sus pectorales y todo su pecho estaba abundantemente cubierto de un vello fino y lacio. Sus peludas piernas, fuertes y musculadas acababan en un culo pequeño y prieto que se abultaba ligeramente hacia atras. En los poderosos brazos se definían sus bíceps y sus tríceps, mientras en sus manos y antebrazos se marcaban la ramificación abultada de sus venas. Todo ello enmarcaba una verga de la que colgaban pesadamente los testículos. Adornada por una espesa mata de pelo, estaba iniesta como el mástil  del palo mayor  y lucía el grosor de un buen pepino. Era la imagen perfecta de la virilidad.

 

Acercándose de nuevo a David, le estrechó entre sus brazos. En contacto con su tibia piel olió el aroma limpio y afrutado que desprendía. Sexo contra sexo, el muchacho empezó a restregarse mientras jadeaba.  Pudo comprobar la gran diferencia de tamaño que había entre sus pollas.

 

El joven con la cabeza apoyada en su hombro lo empujaba fuertemente  por los omóplatos estrechándolo contra su cuerpo. Hector bajó  la mano a través de la espalda y le agarró fuertemente las posaderas. Estrujo las nalgas y las movió en círculos, haciendo que se separasen y se juntasen alternativamente. Luego un dedo descendió lentamente por el surco que las separaba. Al llegar al pequeño botón  que formaba su contraído agujero David tenso sus manos clavando sus uñas en la espalda. Arriba y abajo recorría la raja deteniéndose al llegar allí donde le producía más placer y que como un resorte desencadenaba  un efecto reflejo en las manos del muchacho.

 

Al fin  se mojó un dedo y decidió probar la resistencia de su objetivo. Tras masajear alrededor de su abertura, decidió adentrarse introduciendo la primera falange. Un leve quejido salió de la boca de David mientras su esfínter se cerraba a su alrededor.

 

  • Joder, este no sabe lo que le espera- pensó. Para luego añadir en voz alta- No lo contraigas te dolera mas. ¿Quieres que me detenga?

  • No,no - le dijo con voz suplicante.

 

Fue introduciendo poco a poco el dedo mientras con movimientos circulares empezaba a dilatar la estrecha apertura.

 

David sintió como su ano se dilataba poco a poco mientras el dedo se sumergía en su interior. Luego el roce de un lento mete y saca hizo crecer su ansia y su deseo en oleadas. Un nuevo dedo acompaño al segundo y David comenzó a gritar suavemente. Sus quejidos se transformaron de muestras de dolor a expresión del profundo placer que Héctor le estaba proporcionando.  El leve escozor de un principio desapareció para convertirse en un ardor que inflamaba su libido.

 

  • Penetrame. Meteme la polla. - le dijo al oído en un susurro

  • ¿Estás seguro? Te puedo lastimar -respondió Héctor mientras se separaba de él

  • No me importa. Tu clavamela.

  • Bien si tu lo quieres. Arrodíllate en el sofá y apoya tu pecho contra el respaldo. - le propuso.

 

David siguió las instrucciones y separó las piernas ofreciendo su culo. Le miró solícito, ansioso por ser cubierto. Héctor se acercó cogiéndole de los tobillos lo atrajo hacia el borde del sofá. Al separar las nalgas pudo observar aquella boquita de piñón que latía espasmódicamente. No se imaginaba como su enorme capullo podría penetrar tan angosto pasadizo. Apoyo la mota y dejó caer un buen salivazo allí donde el ariete estaba dispuesto a taladrar la estrecha puerta.

 

Intentó introducirse en David pero este soltó un grito quejumbroso intentando apartarse. Sintió lástima por el zagal. Comprendía el daño que le podía producir. Ninguno de los dos tenía experiencia en este tipo de asaltos.

 

  • Mejor lo dejamos. Temo destrozarte el culo con mi polla.- le solicitó Hector preocupado.

  • No,no. Por favor, por favor. Quiero tenerla dentro. No he llegado hasta aquí para abandonar ahora.- le rogó el joven.

 

Hector recorrió el salón con la mirada buscando algo que lubricase la penetración. Sobre la mesa ya puesta con los adornos navideños vio la aceitera para el aliño. En dos pasos se dirigió hacia ella y cogiéndola regreso hacia el sofá. Dejó caer un hilillo en lo alto de la raja que se fue deslizando suavemente hasta alcanzar el doliente ano de David. Con los dedos untó el exterior para luego engrasarle bien por dentro.

 

  • ¡Que alivio! Sigue asi. Dios que gusto. - exclamó el joven al sentir que se mitigaba su dolor.

 

Durante unos minutos le estuvo dilatando bien el ojete hasta que comprobó que le entraban tres dedos sin esfuerzo. Procedió entonces a embadurnarse todo el cipote que comenzó a resplandecer. Un fuerte olor a aceitunas, del aceite de oliva virgen, inundó el ambiente. No pudo reprimir una pícara sonrisa ante tal casualidad. Oleo virgen para un joven virgen.

 

De nuevo apoyó la punta de su ariete sobre la entrada de la virginal estancia.

 

  • No lo contraigas. Verás como ahora se desliza con suavidad- le indicó.

 

Empujó despacio pero firmemente y vio como poco a poco se dilataba la angosta boca. En la última embestida su capullo desapareció dentro de ella contrayéndose fuertemente a su alrededor.

 

  • Dios, Dios, Dios. Es enorme - Grito David

 

David sentía como su culo palpitaba alrededor del descomunal bocado que se acababa de tragar. Todos sus músculos tensionados se aferraba agarrotado al respaldo del sofá. Sentía su esfínter abierto de una manera que jamás imaginó pudiera darse. Ante cualquier movimiento de la polla que le penetraba profería un grito de dolor.

 

  • Relájate ya tienes toda la mota dentro. - dijo  Héctor tratando de tranquilizar al asustado muchacho.

 

 

 

Hector notaba como el esfínter estrujaba su glande que latía espasmódicamente intentando librarse de la presa. Comenzó a acariciar la espalda de David, tratando de calmarle. Viendo su polla enterrada en el culo del muchacho, reflexiono de cómo había llegado a aquella situación. Allí estaba él, un mujeriego impenitente, dando por el culo a un hombre.

 

Cuando vió que el muchacho se relajaba y la presión sobre su cipote descendía, dio comienzo a un lento y cadencioso mete y saca. Su verga alcanzaba el máximo grosor en su punto medio y se conformaba con penetrarle con la punta tan solo.

 

  • Dame mas fuerte. Metemela toda. Entierrala hasta el fondo - le dijo David

 

Comenzo entonces a follarlo acelerando el ritmo en cada acometida. En una de ellas la parte más gruesa del cipote franqueó la entrada y de un viaje se la clavo hasta los huevos. Tenía el pubis pegado al culo del mozo.

 

David sintió que su culo se ensanchaba de un modo inimaginable y toda la mastodóntica polla se introdujo en su interior. Percibía el monstruoso priapo latir como una bestia en sus entrañas.

 

  • Joder que grande. Que grande. Me has roto el culo. - gritaba entre sollozos.

  • Ya está toda dentro. Te hare gozar como nunca lo has hecho. Ahora es cuando empieza lo bueno- le dijo Héctor esperando a que se habituara al pollón que apenas cabía en su estrecha morada.

  • Fóllame, fóllame te lo ruego - dijo David mientras tornaba la cabeza para mirarle

  • Ponte a cuatro patas- le ordenó Hector

 

Sin sacar la polla el chico se puso a cuatro patas sobre el sofá apoyando la cabeza sobre el brazo.

 

Héctor le agarró de las caderas comenzando a penetrarlo con furor. Sacaba la polla hasta solo dejar el glande dentro para luego enterrarla con fuerza hasta el fondo. Toda su polla estaba estrechamente presionada por el culo del muchacho que colaboraba moviendolo, contrayendo y dilatando sus músculos pelvianos. Una oleada de intenso placer le invadió. Nunca había metido su poderosa polla en espacio tan constreñido y la sensación de la presión y el calor del interior de David le estaban volviendo loco.

 

A través de la rendija de la puerta Mónica lo observaba todo. Tras dar el portazo había regresado en silencio y agazapada en la oscuridad, presenció como Héctor desfloraba a su querido amigo. Era la primera vez que veía a dos hombres haciendo el amor y aquellos hermosos cuerpos follando la había puesto cachonda. Tenía una mano metida en las bragas que la rezumante humedad habían empapado.

 

Veía el poderoso cuerpo de Héctor acometiendo sin piedad al vulnerable David. Como su poderosa polla se enterraba frenéticamente en el culo del muchacho y como este jadeaba ,con la cara descompuesta por el placer y el morbo que le proporcionaba  aquel hombre que lo montaba. Su frágil cuerpo se agitaba en cada embestida y veia su flácido pene balancearse violentamente con cada acometida. Todo el sofá se movía con los fuertes empellones de Héctor, cuya rostro reflejaba el deleite de follarse aquel apretado culo virgen.

 

  • Asi, asi. Me estas matando de gusto. Clávamela, clávamela - gritaba David al borde del paroxismo.

  • Te voy a partir en dos. No vas a poder sentarte en un mes, te lo juro. Se te va a quitar la calentura una buena temporada. - le decía Héctor mientras le penetraba violentamente.

 

David perdió el apoyo y se desplomó sobre el sofá. Héctor cayó sobre él aplastando al muchacho. Con su pecho en contacto con su espalda siguió dándole polla que ahora entraba con más dificultad, pero que aumentaba el roce y con ello el gusto que ambos sentían. En uno de los retrocesos la polla se salió del culo de David. Este echó la mano atrás y la agarró diciendo

 

  • Metemela de nuevo. No te detengas ahora.

  • Espera. Ponte boca arriba. Quiero verte la cara mientras te follo.

 

David se dio la vuelta y miró a Héctor aguardando con ansia que lo volviese a cubrir. Este abrió las piernas del doncel y entre ellas pudo ver el enrojecido y dilatado anillo. Ensanchado como la boca de un bote de conserva, su interior brillaba como la mermelada de fresa. Le puso los pies sobre los hombros y agarrando su cipote con la mano, lo clavó e una estocada como si de una espada se tratase.

 

  • Ahh, ahh.. Oh sí - gemía David.

  • Te gusta precioso. ¿Quieres mas polla? - decía Héctor con voz gutural.

  • Si. si Damela toda.Lléname de ti. - le contestó empujandole con las manos puestas en su culo.

  • Mmmmmmmmm - exhalaba Héctor mientras le daba rabo sin cesar.

 

 

 

David sin parar de gemir con la boca abierta ponía los ojos en blanco con cada arremetida. Sentía sensaciones orgásmicas que partían de algún lugar de su interior y se propagaban como descargas eléctricas por todo su cuerpo. Los espasmos hacían que se cimbrease como junco en vendaval. Sentía como el rabo que lo estaba sodomizando se engrosaba cada vez más  y rozaba todo interior produciéndole un goce sexual difícil de describir.

 

Hector vio como el pito del efebo comenzaba a empalmarse y como una aguilla manaba constantemente de él, derramándose sobre su vientre. Mirándole a los ojos comenzó sus últimas acometidas percibiendo  que estaba a punto de alcanzar el clímax. Clavo profundamente su cipote  y sintió cómo se hinchaba  y explotaba largando potentes trallazos de leche en lo más hondo de su joven amante.

 

  • Me corro, me corro - decía mientras bufaba como un toro bravo.

David al sentir como su semental le inundaba con su esencia, en interminables latigazos, alcanzó un profundo orgasmo prostatico. Su polla comenzó eyacular mansamente pero sin pausa, como si de un manantial se tratase. Todo su cuerpo se convulsionaba mientras Héctor seguía penetrandole.

 

 

 

Héctor  continuaba follando dulcemente al angelical muchacho. Este le echó las manos al cuello y se colgó de él estrechandolo firmemente mientras temblaba como un pajarillo. Tras recuperar la calma dejó caer la cabeza y mirándole a los ojos le dijo dulcemente.

 

  • Ha sido maravilloso. Nunca olvidaré mi primera vez.

  • Tampoco yo la mía - Le respondió Héctor sonriéndole.

 

 

 

Al fin, agotado y saciado, Héctor se dejó caer como un toro en la arena sobre el cuerpo  del angelical muchacho.

 

Poco a poco la polla de Hector abandonó su guarida. David sintió como del boquete que ahora era su culo empezaba a manar la portentosa corrida.

 

Monica observar los hermosos cuerpos yacentes de los amantes. Una gran sonrisa se dibujó en la cara contenía las lágrimas que luchaban por salir de sus ojos. Silenciosamente  retrocedio por el pasillo y salió a la calle.

 

Un aroma a aceitunas se extendía por la casa.