miprimita.com

Carnaval,Carnaval

en Gays

Cuando al fin acabó su labor no pude reconocerme en el espejo. Nos miramos divertidos y comenzamos a reírnos. Paula me dio un beso en la mejilla. Habíamos sido novios en la Universidad y antes amigos, más tras sacar una plaza  en Canarias decidimos que era imposible mantener una relación en la distancia y quedamos como folla-amigos. Cada vez que retornaba a la península nos veíamos y haciamos el amor como locos. Era fantástica en la cama y la mujer más divertida que he conocido.

Asi que cuando ella insistió en que viajase a las islas para conocer el Carnaval no lo dudé ni un segundo. Hice las maletas y volé a Tenerife.

  • Anda levántate y  camina. Quiero ver como te mueves. - me dijo Paula.

Comencé a caminar y al mirarme de cuerpo entero en el espejo, trastabillé y casi me caigo. No podía creer que yo fuese aquel cacho de tía que se reflejaba en la luna del armario.

  • Joder Ariel pareces un autentico putón - se rió divertida.

Efectivamente lo parecía. Con aquel vestido ajustado sin mangas, abierta la falda por un lateral hasta casi la cadera, por la que se podía ver todo lo largo de mi pierna, no se me podía catalogar de otra forma. En la delantera se veían dos prominentes y apuntados pechos, ocultos por la tela del vestido que me llegaba casi hasta la nuez. La cinturita estrecha y las caderas no muy prominentes acrecentaban mis ya de por sí esbeltas piernas. Los guantes largos por encima del codo y aquellos taconazos imposibles ponían el broche final. Todo ello me convertía en una auténtica star de los años 40.

Luego me di la vuelta y me miré la espalda. Un escote en v que casi me llegaba al trasero, enmarcado por arriba por la ondulada melena pelirroja le daba aquel triángulo de pálida piel un enfoque muy sensual y provocativo.

  • Eres igual que Gilda. Ya te dije que iba a ser fácil - me dijo mi amiga.

Aquella disparatada transformación había sido idea de Paula. Ya regresando del aeropuerto a mi llegada  me había relatado los planes que había maquinado.

  • Nos vamos a disfrazar.

  • ¿A si?

  • Si

  • No he traído nada. Me lo podias haber dicho antes y hubiese venido preparado.

  • No te preocupes ya lo tengo todo dispuesto

  • Ah ¿ Y de que nos vamos a disfrutar?

  • De putas

  • ¿¡De que!?

  •  De furcias, de busconas - y al ver mi cara de asombro estalló en carcajadas

  • Pero..

  • Va a ser divertido. Además va a ser fácil convertirte en una guapa cortesana.

Y lo había sido. Mi cuerpo facilitó la tarea. Rubicundo y barbilampiño, con la andrógina esbeltez de mi figura y con unas piernas, que según Paula, envidiarían muchas mujeres, no fue difícil . Mi culito respingón que los tacones contribuyeron a resaltar y mi boca carnosa completaron la labor.  Mi voz tampoco había de delatarme pues tenía la ambigua gravedad de una mujer bebedora

Paula había sido la planificadora y artífice de semejante transfiguración. Ella trabajaba de enfermera en un hospital y de allí trajo las prótesis necesarias para la metamorfosis . Y luego una travesti  paciente suya le dio las instrucciones necesarias para convertirme en una autentica hembra, además de unas sandalias de tacón de aguja del numero 43.

Me acerqué al espejo y me mire detenidamente la cara. El trabajo de maquillaje era perfecto, los labios de un rojo anaranjado combinaban a la perfección con la ondulada melena que caía descuidada tapandome a veces un ojo. Ojos que se engrandecían por efecto del afeite y a los que las pestañas postizas aportaban un parpadeo insinuante y provocador.

  • La verdad es que estoy muy buena casi me dan ganas de follarme - dije mientras la miraba con  con una sonrisa sensual a través del espejo.

  • So zorra, la envidia me está corroyendo.

  • Igual te haces lesbiana por mi - le dije irónico

Se acercó a mí y me dio una sonora cachetada en el culo. Luego hizo volverme y me abrazó estrechamente

  • Cuidado no me vayas a chafar las tetas - le dije apartandola.

  • No te preocupes son perfectas nadie diría que son postizas. Compruebalo.

Y cogiéndome una mano la puso sobre uno de mis pechos. Al estrujarlo pude certificar que al tacto parecían unas auténticas mamas. Al presionar con la prótesis mi propio pezón este se erecto de inmediato.

  • Además las tengo sensibles - le dije riendome

  • Bueno. Pues venga, vamos a cazar hombres - me dijo guiñandome un ojo.

………………………………...

La calle estaba repleta de gente que luciendo los más dispares disfraces se reía y festejaba la fiesta. Me cogí del brazo de mi amiga porque aun me costaba caminar sobre aquellos altísimos tacones, que por otra parte conseguían que Paula, a pesar de ser una mujer alta, pareciese muy chica a mi lado.

  • Tu ves como te miran los hombres. Te comen con los ojos - me dijo al oído.

  • ¿Tu crees? 

  • Mira, mira ese no te quita la vista de encima

Era un hombre cincuentón de buena estampa que me observaba con atrevimiento.Me sonrio y yo tras devolverle la sonrisa incrementé el contoneo de mis caderas. Torcí la cabeza tras unos pasos y vi como continuaba mirándome libidinoso, me guiño un ojo y volvi raudo la cabeza azorado.

  • ¡Me ha guiñado un ojo! - le dije en un susurro a mi amiga

  • Ya has ligado. Si eres lista te casas aquí. Te lo aseguro - me respondió muerta de la risa.

  • No te cachondees de mi. Vamos a tomar una copa la necesito. - le dije mientras de un manotazo me apartaba el rebelde mechón de los ojos.

El recinto estaba a tope. En el abarrotado local se mezclaban gente de todas la edades y condiciones. Con dificultad nos acercamos a la barra y aprovechando que dos clientes abandonaban los taburetes nos sentamos para pedir una copa.

  • Menos mal que me puedo sentar, estos tacones me están matando. - Le dije en un susurro a Paula.

  • Para que veas lo que tenemos que sufrir las mujeres para encandilar a un hombre. - Me contestó sonriente

Nos enfrascamos en una animada charla mientras tomábamos nuestras copas y al terminarlas pedimos otras. En un extremo de la barra un grupo de jóvenes no paraban de hacer el tonto intentando atraer nuestra atención. Nos guiñaban los ojos y nos lanzaban besos por el aire. Me estaban empezando a incomodar.

  • Joder que pesados - dije

  • No les hagas caso no ves que son unos niñatos que están un poco tomados.

  • Lo que son es una panda de babosos . - le respondí enojado.

En aquel momento sonó el teléfono de Paula. Lo sacó del bolso y contestó

  • ¿Diga?

Tras escuchar durante unos segundos me dijo.

  • Salgo un momento es del trabajo. Aquí no puedo oir nada. Ahora vuelvo.

Me quedé allí sentado sin saber qué hacer. Los chicos alborotadores seguían incomodándome y me puse nervioso cuando vi que tres de ellos se dirigían hacia donde yo estaba.

  • Buenas noches bonita. Te podemos invitar a una copa - dijo uno de ellos tropezando al hablar.

  • No muchas gracias. Ya tengo una - les contesté cortante

  • Anda no seas arisca dijo otro acercando su cara a la mía.

Su aliento atestiguaba que habían estado bebiendo y no poco.

  • Dejadme en paz. No molesteis. - le dije airado

  • No te pongas ansina. No seas consentida - me respondió.

  • Me pongo como  me da la gana

Sentí una mano en mi trasero apretándome una nalga y uno de ellos me dijo por detrás.

  • Cha mana vente de boncho con nosotros. Veras como nos divertimos.

 

A punto estaba de volverme y darle un puñetazo cuando vi a un hombre dirigirse hacia nosotros. Al llegar a nuestro lado dijo.

  • Perdona la tardanza. ¿Hace mucho que esperas?

Me quedé mirándole. Era un caballero de mediana edad, bien trajeado, con un aspecto muy elegante y varonil.

  • Son amigos tuyos estos muchachos - me preguntó buscando mi complicidad

  • No. Además ya se iban,

  • Bueno pues entonces, adiós jóvenes - les dijo y apartándoles se sentó a mi lado

Los gamberretes se largaron raudos con el rabo entre las piernas. 

  • Perdóneme que me haya entrometido. Pero me pareció que la estaban importunando.

  • Muchas gracias. Así era - le contesté

  • No es de extrañar son unos críos y vd una mujer muy bella.- me dijo halagador

  • Pero no se puede acosar de esa manera. - le dije

Noté que me sonrojaba y deseé que el maquillaje ocultara mi rubor.

  • En eso tiene vd razón.¿Está sola?

  • No estoy con una amiga que salió a hablar por teléfono

  • Entonces, si no tiene inconveniente, esperare a que regrese para que no la vuelvan a molestar.

  • Muchas gracias. Muy amable por su parte.

  • Me llamo Armando - me dijo mientras me tendía la mano

  • Yo….Ariel - le dije mientras le estrechaba la suya 

  • -Encanta…..da -  tartamuedeé

A punto estuve de descubrir mi condición, pensé azorado. En ese preciso instante regreso Paula 

  • Era del Hospital. Ha habido un accidente y están colapsados. Me voy a acercar a ver si necesitan que le eche una mano

  • Bueno, yo me voy contigo.

  • No. Mejor me esperas aquí. Posiblemente vayan más compañeros y pueda regresar de inmediato. Pero prefiero asegurarme

  • Pero me vas a dejar so…..la. - rectifique de nuevo in extremis.

  • No estas sola. ¿Verdad? - me dijo divertida mirando al desconocido.

  • Paula te presento a Armando. Me ha hecho un favor. Ya te contaré

  • Bueno pues me marcho. Si veo que se alarga la cosa te llamo. Pero espero poder regresar

Y se largó dejándome con el caballeroso desconocido.

  • Permítame que le invite a una copa - le dije sin saber muy bien cómo proceder.

  • No por Dios. Seré yo el que la convide con mucho gusto.

Inmediatamente llamó al barman y solicitó las bebidas.

  • Ya veo que está de Carnaval.

  • ¿Como? - le dije inquieto creyéndome descubierto.

  • Que está de turismo. Por su acento me lo pareció.

  • A, si,si. He venido a conocer los Carnavales .Me alojo en casa de Paula que vive aquí. Es enfermera, trabaja en el hospital.

  • ¿Y le gusta nuestra tierra?

  • Como quien dice acabo de llegar. - le respondí

Y entablamos una agradable conversación acerca de los Carnavales y las Canarias. Tenía una voz profunda, muy varonil pero acariciadora, dulcificada por el acento de su tierra. Sus ojos de mirar profundo hipnotizaban. 

Le observé detalladamente mientras hablaba. Era un hombre alto, bien trajeado y de aspecto pulcro. Tenía las manos cuidadas y los alargados dedos de un pianista. Sus sienes plateadas le conferían un toque señorial y distinguido. Era delgado pero no enjuto. Y la amplitud de sus hombros confirmaban que en su juventud posiblemente hubiese practicado algún deporte. ¿Quizás nadador?

Estaba ensimismado elucubrando sobre su persona cuando me tocó en el brazo y me dijo

  • No contesta a la llamada.

  • ¿Como? - le dije saliendo de mi ensoñación.

  • Creo que es su teléfono- me dijo señalándome con los ojos el pequeño bolso de mano que estaba sobre la barra

  • A si. - Le dije al percibirme de ello.

Abrí el bolso y respondí a la llamada. Era Paula. Sintiéndolo mucho no podía regresar, me dijo. Un accidente múltiple en la autopista había colapsado las Urgencias y dado las fechas muchos de sus compañeros no habían acudido a la llamada. Me dijo que no la esperase en toda la noche pues la cosa iba para largo.

  • Mi amiga que no puede volver - le explique a Armando.

  • Cuanto lo siento.

  • Me tengo que ir. He de buscar un taxi. - le dije

  • La acompañó.

Salimos a la calle y tratamos infructuosamente de encontrar transporte. No lo conseguimos.

  • Si no tiene inconveniente yo la puedo acercar a su casa en mi coche. Pero antes déjeme que la invite a una última copa.

Tras dudarlo unos instantes acepté. Al fin al cabo estaba pasándolo muy bien con su agradable charla.

  • Esta bien. Pero ahora pagaré yo.

  • Eso ni soñarlo.

  • No sea machista .- apostillé.

  • No soy machista. Mas he de reconocer que estoy un poco chapado a la antigua. - aclaró sonriente. 

  • Entonces¿Acepta mi invitación?.

  • De acuerdo. Encantado.

Paseando salimos del bullicioso centro de la ciudad. Al fin encontramos una mesa en una terraza próxima al mar. Caballeroso apartó la silla para que me sentase. Me sentí halagada. ¿Halagada? Si, sus atenciones hicieron que mi envoltura calara en el interior y sorprendido me vi muy femenina y muy mujer mientras me sentaba con su ayuda.

  • ¿Y cuénteme algo de Vd?

  • Que quiere que le cuente mi vida es muy anodina.

  • ¿En qué trabaja?

  • Soy abogado

Y comenzó a relatar su vida. Por lo visto era un muy prestigioso abogado mercantilista que tras ejercer en Madrid durante años había decidido regresar a su Tenerife natal. Ahora combinaba el ejercicio de la abogacía con los negocios y por lo que me contó no le iba precisamente mal. Le encantaba navegar y cada 4 años se hacía un crucero por el mundo en su velero. Era apasionado de los coches y de la ópera, por ello que a la mínima oportunidad viajase a Barcelona o a Milán, La Scala y el Liceo sus salas preferidas.

  • ¿Está casado?

  • No. Lo estuve. De hecho dos veces. Cargo con dos divorcios a la espalda.

  • ¿Tiene hijos?

  • No desgraciadamente no hubo la oportunidad.

  • Pero es vd muy joven, todavía está a tiempo.

  • Muy halagador por su parte, pero paso de los cuarenta.

  • La mejor edad para un hombre

Se rió de forma encantadora.

  • Bueno ya basta de hablar de mi. ¿ Y Vd está casada?

  • No. Nunca me he decidido a dar ese paso.

  • ¿Tiene novio?

  • No. - y no miento pensé divertido.

  • Estoy soltera y sola en la vida. Como el tango- le dije sonriéndole.

Me miró intensamente a los ojos y tras unos instantes me dijo

  • Eso será porque vd quiere.

Y acompañando sus palabras puso una mano sobre la mía y la acarició. Sentí la calidez de su piel a través del guante e instintivamente aparte con brusquedad la mano. Armando se retiró hacia atrás y se disculpó.

  • Siento haberla incomodado. No pretendía propasarme - me dijo compungido

  • No tiene importancia. Ha sido un acto reflejo - le contesté cortésmente.

Pero en su cara se desdibujó la sonrisa. No se porque pero lo hice. Puse mi mano enguantada sobre la suya y le acaricie tiernamente.

  • De hecho a sido un gesto encantador. - le dije con franca sonrisa.

Armando cogia mi mano entre las suyas y le dio suave beso.

  • Eres una mujer maravillosa - añadió

Pude ver el deseo en sus ojos. Y cautivo de su mirada no retiré mi mano que prosiguió acariciando. Me estaba poniendo cachondo. Y eso era malo. Porque debido a lo ajustado del vestido, siguiendo el consejo del travesti, me había colocado el pene entre las piernas aplastado por una braga. Cuando mi polla comenzó a engrosarse contra el perineo la presión de la tela me incomodó de tal manera que me comencé a mover inquieto en mi asiento cosa que no hizo más que empeorar la situación. Con suavidad retire la mano.

  • Disculpa tengo que ir al baño - le dije con una tímida sonrisa.

Colocando el pequeño bolso de mano en el pubis para intentar tapar mi sexo creciente. A punto estuve de colarme en el servicio de caballeros pero rectifique a tiempo y me dirigi al de las damas. Al entrar me encontré con mi persona directamente en el espejo. La verdad que estaba muy, pero que muy buena. Mi verga me dio un tirón allí abajo. Me introduje en un cubículo me subí las faldas y bajando las bragas hasta los tobillos, libere mi rabo aprisionado.

  • Joder que empalme - me dije mientras me miraba la polla.

Y es que tenia una ereccion de campeonato.Al mirar al suelo vi que tenia las bragas mojadas y eso hizo que me calentara más.

  • ¿Y ahora qué hago? - pensé

En menudo lío me había metido. Me estruje los huevos a ver si con el dolor producido se me bajaba. Intente mil maniobras, pero aquello continuaba inhiesto como el asta de una bandera. Al fin decidí hacerme una paja. Era la única solución,pensé. Sentado en el sanitario me la empecé a machacar con ahínco. Cuando cerraba los ojos la imagen de la Ariel putón se me venía a la cabeza y la imaginaba montada  a veces por mi mismo y otras, que me daba más morbo debo de confesar, por Armando. 

Cuando estaba a punto de alcanzar el clímax me levanté precipitadamente y aparte el vestido para no mancharlo. Los potentes disparos de mi leche se estrellaron contra  la puerta. Ya más calmado, mientras mi rabo se encogía, limpie con el papel del servicio mi pene y los restos de la corrida que se escurrían puerta abajo. Me volvi a colocar mi rabo aún rezumante entre las piernas, subí las bragas. Al fin sofocado, salí dirigiéndome  a los lavabos.

Tenía el pelo alborotado y el maquillaje se había deteriorado debido al acaloramiento sufrido. Con cuidado me recompuse el maquillaje, me retoque los labios  y me peine con esmero. Me mire con atencion al espejo y dando por bueno el trabajo, tras coger aire, regrese a la mesa donde me esperaba Armando.

  • Disculpa la tardanza pero he aprovechado para llamar a mi amiga - le dije a Armando mientras me sentaba..

Estaba a punto de decirle que me iba para mi casa pero Armando tomó primero la palabra.

  • Estaba pensando si serias tan amable de cenar conmigo. Estar solo en Carnaval es muy triste.

  • Verás es muy gentil por tu parte pero no te conozco de nada. Será mejor que busque un taxi.

  • Permíteme que insista.Tu compañia es muy amena. Ademas tu tambien tendras que comer¿No?

  • Si, pero me parece un poco precipitado. Al fin y al cabo nos acabamos de conocer.

  • ¿No tendrás miedo de mi, verdad?

  • No por supuesto. Además está todo atiborrado no creo que encontremos mesa en ningún restaurante sin reserva.

  • Por eso no has de preocuparte. Me he tomado la libertad de llamar a mi restaurante favorito y he reservado una. Es un local acogedor y familiar, especializado en la gastronomía de la zona. La dueña, Clara es una excelente cocinera, soy casi como de la casa.

Me quedé mirándole en silencio. En sus ojos se reflejaba la anhelante mirada de un niño solicitando un regalo o la de un cachorro aguardando una caricia. Me caía bien aquel tipo y al fin y al cabo, entre comerme un bocadillo solo en casa o degustar la comida regional en grata compañia no cabía la menor duda. Al fin le respondí

  • Está bien pero solo cenar.

  • Por supuesto me comportaré como un caballero - me dijo con una cautivadora sonrisa.

Se levantó raudo y se dispuso a retirarme la silla. Le sonreí coqueta y me puse en pie.

  • Vamos a buscar mi automóvil. Lo tengo en un parking aquí mismo.

Efectivamente a pocos metros de donde nos encontrábamos tenía aparcado su coche. Era una hermosa pieza de colección. Un pequeño coche inglés de un verde oscuro y descapotable.

  • Es precioso - le dije

  • Un Triumph Tr4 del 63. La niña de mis ojos.

Amablemente me abrió la puerta y aguardó a que estuviese acomodada para cerrarla. Se puso al volante y arrancó el motor. Un melodioso ronroneo se escuchó en toda la planta. Se puso en marcha. De repente una rafaga de viento agito mi peluca. Dios me voy a quedar con el culo al aire me dije inquieto.

  • Para, para por favor. - grité.

Armando dio un frenazo en seco.

  • ¿Qué ocurre? - me preguntó extrañado

  • ¿Podrias subir la capota?  No quiero llegar como una greñuda al restaurante- le conteste.

Me sonrió divertido y raudo comenzó a trajinar con el toldo para cubrir el coche.

  • No me imaginaba que fueras tan coqueta - me dijo mientras volvía a poner el coche en marcha

Condujo bordeando la costa y alejandose del centro. Intrigado le pregunté

  • Donde me llevas

  • A San Andrés, a unos 10 kilómetros por la costa. Es un antiguo barrio de pescadores. Está muy próximo a la playa de las Teresitas. ¿La conoces?

  • No. Acabo de llegar ya te lo he dicho.

  • Es la playa más famosa de por aca. Te gustará

Cuando llegamos al restaurante estaba ya todo dispuesto. La dueña Clara salió de la cocina para saludar efusivamente a Armando. Nos condujo a un jardín interior donde había poquitas mesas  y luego nos recomendó personalmente el menú. Tras mandar tomar nota al camarero se despidió de nosotros sonriente

Sobre el blanco mantel había un capullo de rosa rojo. Armando lo cogió y me lo tendió.

  • He dicho a Clara que lo cortase para ti. - me dijo galante

Acerqué mi nariz a la flor y la olí intensamente. Evidentemente su fragancia demostraba que no era una flor de invernadero.

  • Muchas gracias Armando eres un encanto. Es un hermoso capullo.

No se si las copas que comenzaban a hacer su efecto o el embrujo del jardín tropical que nos rodeaba me empujaron a actuar. Me estaba empezando a gustar la farsa. Y coqueta empecé a pestañear insinuante mientras jugaba con el capullo que olía y apoyaba en mis labios e forma lasciva. Armando me miraba con una seductora sonrisa recreándose en mi juego con la flor. 

Por un momento se movió inquieto en la silla. Yo bien sabía lo que le estaba ocurriendo dentro de los pantalones. 

  • Ariel detente. Estas calentando a este hombre. Te estas metiendo en un jardín que a ver a dónde te lleva- pensé. 

Gracias a Dios el camarero llegó con las bebidas e interrumpió la escena. Deje de jugar inmediatamente con la rosa.

Si la cena fue exquisita la conversación y la compañía lo fueron más. De tal manera que al finalizar aquel hombre me había hechizado con sus ojos y su verbo.  He de confesar que me conquistó.

Tras pagar la cuenta nos dirigimos al coche. 

La inexperiencia de andar sobre aquellos taconazos unido a la generosidad con la que habíamos regado la cena, hicieron que me tambaleara. Armando solícito me ofreció su brazo para prestarme apoyo.

  • Perdona. Creo que he bebido demasiado. - me disculpé.

Y tras dudarlo enlace con suavidad su brazo.con el mio. Sentir su proximidad hizo que me excitara. Estaba tan cerca que percibí su aroma mezclado con el embriagador olor de las flores y el mar.

  • ¿Quieres dar un paseo por la playa? A si despejaré un poco antes de coger el coche - me propuso.

Yo acepte sin dudarlo. Una maravillosa luna mora, estrechita como la piel del limón, decoraba aquella maravillosa noche tropical. Caminamos media playa por el paseo. En silencio. Mirándonos de vez en vez y sonriendo.

  • ¿Y si paseamos por la arena? - le sugerí con la intención de quitarme de los pies aquellos endiablados zapatos

  •  Si tu quieres.

Apoyado en su brazo me quite raudo los tacones. Cogiéndole de la mano le lleve correteando hacia el mar. Era una delicia sentir la humedad y frescura en contacto con los pies. Paseamos cogidos de la mano hasta llegar al final de la playa donde un bosquecillo de palmeras crecía en la arena. Nos detuvimos contemplando en la oscuridad las plácidas aguas donde brillaban levemente los destellos de la luna.

Estaba ensimismado con el paisaje cuando Armando se puso frente de mi y tras pasar su brazo por mi cintura me estrechó contra su cuerpo besándome. Tras un momento de sorpresa le rodeé el cuello con los brazos y respondí al beso. Estuvimos enlazados durante un buen rato mientras nuestras lenguas ansiosas se acariciaban. Cuando exhaustos nos apartamos nos quedamos mirando sonrientes. Fue un momento mágico.

De nuevo nos unimos en un estrecho abrazo y mi galán comenzó a chuparme el cuello con fruición. Sentí un latigazo allí abajo. Dios que bien lo hacía aquel hombre.

Me deje hacer gustoso. Cuando una de sus manos apartó la falda y se introdujo entre mis rodillas creí morir de gusto. Lentamente, como quien aprecia el tacto del terciopelo, sus dedos comenzaron a desplazarse acariciando el interior de mis muslos. Yo suspiraba con sus avances. Más fui consciente de que cuando alcanzase su objetivo podría encontrarse en una situación comprometida. Aprisioné sus mano cuando a punto estaba de tocar mi pubis y le dije.

  • No me toques ahi te lo ruego.

Sacó su mano de entre mis piernas y se quedó mirándome desconcertado.

  • Es que estoy con esos días - me disculpé con una tímida sonrisa.

  • No importa si quieres nos vamos - me dijo apesadumbrado.

Verlo tan compungido unido a lo caliente que yo estaba me hizo dar un salto en el vacío.

Me acerqué a él, me volví dándole la espalda y tras coger sus brazos para rodear con ellos mi cintura, comencé a magrear con mi culo su bragueta.

  • Hay otras formas, si a ti no te importa - le dije mientras con una de mis manos le acariciaba la nuca.

Sentí como algo poderoso y muy grande empezaba a crecer pegado a mi trasero.

Mi otra mano ansiosa se introdujo entre nuestros cuerpos para confirmar el calibre de tal portento. Joder que tranca tenía el Canario entre las piernas, pensé. 

Me di la vuelta y ansioso le desabroché el pantalón buscando el contacto con su piel. Cuando mi mano tocó aquella majestuosa verga, cálida y dura como como un hierro al rojo, no pude detenerme y descapullandole comence a masturbarle suavemente. Armando suspiraba con mis caricias. Sentía su humedad mojando mi mano y como palpitaba entre mis dedos. Aquello me causó tal grado de excitación que empecé a desear ansioso que me follara. En una especie de transmutación, mi envoltura de mujer invadió mi mente. Era una cosa extraña, pero  deseaba que Amando la montara por mi. 

Mi polla se estaba estrujando dentro de la fornida braga. Tenía que liberarla de aquella prisión.

  • Aguarda un momento - le dije

Me retiré unos metros y dándole la espalda, me libere de la prenda. La verga se empinó como un resorte golpeando con la tela de vestido. Aquella carpa delatora iba a ser difícil de ocultar. Por otra parte me parecía una auténtica canallada que aquel hombre me diese por el culo sin saber mi auténtica condición. Así que armandome de valor tapé con las manos la polla enhiesta y me dirigí hacia él temeroso de cuál sería su reacción.

  • Armando tengo que confesarte una cosa importante - le dije con un tono serio.

  • ¿Qué es eso tan importante  que me tienes que confesar? -  me dijo mientras sus dientes brillaban en la oscuridad dibujando una blanca sonrisa.

  • No soy lo que piensas 

  • ¿ A No?

  • Soy un hombre - le dije separando mis manos y mostrando el abultamiento de la falda.

  • Hace ya un rato que lo sé - me contestó.

Y atrayendome hacia el me beso con pasión.

Sentir nuestros cuerpos unidos. Nuestros sexos frotándose uno contra el otro, me hicieron desfallecer. Estaba tan caliente que  me desprendí de él, le di la espalda y apoyándome en una palmera, me subí el vestido y ofreciéndole el culo le dije

  • Follame.

Se acercó a mí, dejó caer sus pantalones que quedaron a sus pies y comenzó a pasar su polla por la ranura de mi trasero. 

  • Dios que gusto. -exclamé.

Eché mi mano hacia atrás y agarrándole la polla dirigí su punta a mi agujero.Intentó penetrarme pero mi flor inmaculada se cerró impidiendo su paso. De un caderazo intento trato de nuevo clavármela. Una punzada de dolor me recorrió el espinazo.

  • Ay espera. Te lo ruego.

Tras acariciarme mi dolorido ojete me ensalivé la mano y me mojé bien.

  • Prueba ahora - le dije tras colocarme de nuevo en posición.

Mas fue inútil.

Entonces me arrodille a sus pies y cogí aquel portentoso cipote que por primera vez mis ojos pudieron ver con precisión. Era grande,muy grande, quizás demasiado grande.

Mis labios se aproximaron a la punta del falo y mi lengua golosa aprecio su sabor y recorrió su frenillo. Luego la abrí y con suavidad me la fui tragando hasta que todo su capullo la alojó. Era  de un tacto firme pero mullido, sedoso y cálido. Era mi primera vez y por eso tal vez fue tan fascinante. Nunca me imagine que chupar una polla pudiese dar tanto placer al que mamaba.

Ensalivé su verga  en toda su extensión mientras lo follaba con los morros. Sentía como palpitaba y su flujo constante manaba en mi boca. Armando suspiraba de tal manera que temeroso de que se derramase en mi boca me detuve. No quería que aquello se acabase ya.

 Me incorporé y de nuevo le coloque el capullo en mi tercer ojo. Con suavidad pero sin tregua sentí como se introducía en mi. En un último golpe el capullo atravesó la barrera y se alojó en mi interior.

  • Dios Armando que fuerte- exclamé jadeante.

Tenía el esfínter lacerado por el grosor de aquel instrumento, que convulso palpitaba estrujando la pica que le había lanceado. Mi amante se detuvo, beso y acaricio mi desnuda espalda dándome tiempo a que mi estrenado hueco se amoldase al vergajo que lo torturaba. El dolor inicial se mitigó y cuando suavemente empezó con su vaivén, sentí como mi polla, que había desfallecido, volvía poco a poco a la vida goteando sus jugos.

Yo mismo empecé a participar culeando y cimbreando mi culo alrededor de la pieza que había engullido. Estaba tan caliente, sentía tal anhelo de continuar disfrutando de aquella nueva experiencia de ser poseído, ser el objeto del deseo, que volví la cabeza y le dije.

  • Clávamela hasta el fondo.

De un caderazo y en una única estocada finalizó su obra. Le note tan dentro, me sentí tan colmado y sometido a aquel macho que me montaba, que a punto estuve de correrme al percibir sus testículos pegados a los míos. Era tan morbosa la situación, que mi espíritu se desdobló, participando del placer de imaginarme follando mi propio cuerpo, a la vez que gozaba como la hembra en que me había transformado mientras aquel macho me montaba..

  • Ahora follame con brío Armando - le dije entre suspiros

Fue entonces cuando empezó a clavarme con fuerza. Si cuando me penetraba creía morir, al retirarse me moría de veras,  y ansioso reculaba buscandole de nuevo. Fue breve pero tan intenso que no habían pasado muchos minutos, cuando todo mi cuerpo convulso, en un clímax inenarrable, comenzó a agitarse y partiendo de allí donde su rabo me volvía loco de pasión, como una deflagración cósmica, se expandió por todo mi cuerpo haciendo que mi polla se corriese espasmódicamente.

Mi culo palpitaba tan desaforadamente que parecía a punto de explotar. Sus contracciones produjeron que aquel fabuloso cipote que alojaba empezará a inflamarse y tras unas tremendas estocas, su néctar en incontables estallidos inundó mi interior. 

Armando me abrazó estrechamente mientras yo me apoyaba en la palmera para evitar que mis temblorosas piernas me dejaran caer. Luego su polla fue poco a poco abandonando mi interior mientras perdía levemente su increíble tamaño. 

Fue un sentimiento de pérdida tan inmenso que sólo al fluir su leche y deslizarse por mis muslos me permitió soportar.

Al fin agotados nos dejamos caer sobre la arena.

……………………………..

Al abrir los ojos estaba en mi cama. Incrédulo recordé la aventura de la noche pasada . Para asegurarme que no había sido un sueño, me toqué allí  por donde había gozado. La punzada de dolor que el roce de mis dedos desató y la inflamación de mi flor me lo confirmaron.

De repente entró Paula en la habitación, con todas la ropa de la noche anterior en la mano y me dijo

  • ¿Se puede saber dónde has metido las bragas?

Sonreí para mis adentros y rememoré la noche en las Teresitas.