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El despertar de la líbido. Cap. 2: Furtiva

en Amor filial

Desde aquella noche, jamás volví a mirar a aquella mujer como mi madre. 

 

Me lo propuse e iba a lograrlo: debía despertar su líbido; hacerle ver que podía disfrutar del sexo sin necesidad de recurrir a la imaginación. Había decido hacer salir de aquella prisión toda la lujuria privada de libertad, por culpa de su retrógrada mentalidad y el encasillamiento de la sociedad en los pequeños pueblos pesqueros, tan anclados en los ideales machistas, más típicos de siglos pasados. 

 

No sería tarea baladí, eso por descontado. Romper 45 años de educación cuasi paleolítica en un abrir y cerrar de ojos sería imposible. Todo habría que orquestarse de forma paulatina, casi sin que ella se fuera percatando del progreso, ni fuera consciente de que iba dejando atrás su rol de santa y se convertía en una auténtica puta. Materia prima con la que partir, había.

Ya conocía su secreto. Ella, empero, no era consciente de este descubrimiento por mi parte. Jugaría con esa ventaja. Me sentía sucio. Iba a utilizar la debilidad de mi madre en mi favor. Aunque solo fuese al principio. Pues el fin último sería su liberación. Su despertar.

 

La oí trajinar en la cocina. Eran las diez de la mañana. 

 

Salí del dormitorio ataviado con unos calzones blancos ajustados, con el torso al aire. Mi cuerpo no tiene ningún atractivo que pueda llamar la atención. De hecho, me considero demasiado infantil: delgado, más bien larguilucho, con cara de niño, imberbe. El vello púbico es solo una pelusilla sobre mi pene, estando ausente en el resto del cuerpo. 

 

Mi polla, en cambio, es el polo opuesto: se ha desarrollado en el último año de forma asombrosa, hasta medir 21 centímetros en reposo, alcanzando 29 centímetros en erección. No demasiado gruesa, pero con un gran glande en forma de champiñón. 

 

El primer paso era hacerle insoportable la convivencia a mi lado. Debía mantener en ella un estado de excitación constante. Un estado que la obligara a masturbarse cada noche de forma irremediable. Mi cámara secreta sería testigo de ello.

 

- Vaya noche de calor, ¿no? ¿Pudiste dormir, má?.- Desde el quicio de la puerta de la cocina la vi de espaldas, ante los fogones del hogar. Aquella faldiquera marrón que cubría por debajo de sus rodillas, aquellas alpargatas grises de estar por casa, aquel blusón albero de manga hasta el codo, no hacían justicia al mujerón que los vestía. Su negra melena la escondía en un pañuelo azul anudado bajo el moño. 

 

- Sí, hijo. Ya sabes que cuando no está tu padre descanso mejor, - contestó sin girarse - sus ronquidos son insufribles.

 

- ¿Cuándo dicen en la cooperativa que volverán?

 

- A finales de agosto. Tal vez antes. - Ahora sí se volvió y pudo apreciar que iba en calzones - ¡JUANITO! ¿¿Quieres hacer el favor de vestirte??

 

- Hace calor, má.

 

Su cara se enrojeció por completo. No se atrevía a mirarme directamente a los ojos, y tornaba la mirada de izquierda a derecha.

 

- Ya vete a ponerte algo, sinvergonzón. 

 

- Mejor me doy un baño en la bañera, má. A ver si me refresco.

 

La masturbación estaba asegurada. 

 

Dejé la puerta ligeramente abierta. Llené la bañera de agua tibia y me zambullí a todo lo largo, de espalda a la puerta. En esta posición no podía ver directamente la entrada del cuarto de baño, aunque el ángulo de la puerta se reflejaba en el espejo del lavabo. Ella podría verme a mí; y yo podría verla a ella sin que se percatase de que la observaba. Dudaba si aparecería o no.

Empecé a masajearme el pene. Recordaba lo vivido la noche anterior: aquella descomunal hembra en celo de tal forma vestida, aquella increíble masturbación anal, aquel par de melones, aquel culazo atravesado por el hilo del tanga, aquel dedo entrando y saliendo de su orto, aquellos sollozos y gemidos dirigidos a mi persona.... La polla alcanzó pronto sus 29 centímetros, con el glande completamente expuesto y rojo. Lo acariciaba, imaginando que eran los dedos de mi madre los que realizaban la labor masturbatoria. 

 

Una mirada fugaz al espejo confirmó mis sospechas. Allí estaba ella. Furtiva. En cuclillas, tras la puerta, con su naricilla y sus ojazos verdes asomando por la rendija de la puerta.

Iba a ofrecerle un espectáculo para que pudiera disfrutarlo en la nocturnidad de su dormitorio: agarré el pito con ambas manos y lo masturbaba lentamente pero exponiendo, en cada bajada de prepucio, el gran champiñón. 

 

- OHHHH!! ¿Quieres masturbar este pollón? - Decía, sin hacerle referencia explícita - ¿Te gustaría tenerlo para ti, amor mío? AAAAAHHHHH Es todo tuyo.... para que puedas disfrutarlo MMMMMM AAAAHHHHH Mira cómo está.... por ti..... por tus tetorras AAAAHHHHH ME VOY A CORRER EN TUS TETAS!!! AAHHH TE GUSTARÍA COGERLO CON DOS MANOS?? Y SACARLE LA LECHE?? OOOOOOHH HÁZMELO CON LAS DOS MANOS. ASÍ OOOOOOHHHH ME GUSTA CUANDO ME LA AGARRAS ASÍ.... A DOS MANOS... ME DA MORBO,AAAAHHHHHH OOOOHHHHHH. ME LLEGA... ME LLEGAAAAA TOMA MI SEMENNNNN AAGHHHHHHHHGGGG OOOOOOOOOOHHHHHHHHHHH

Eyaculé de forma bestial. Varios chorros salieron disparados en todas direcciones. Finalmente quedé exhausto en la bañera. 

Miré al espejo. Allí seguía, con los ojos desorbitados, la cara encendida y la boca completamente abierta.... Al hacer ademán de incorporarme, recuperó la compostura y se alejó sigilosamente del cuarto de baño.