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La caja de pandora

en Confesiones

¡Madre mía! ¿Cómo abro la caja de pandora? No es fácil dejar escritos cada uno de tus pensamientos, cada una de tus fantasías, tus deseos sexuales, tus sensaciones orgásmicas.

Más de dos años llevo ya por esa página de webcams, el tercer sofá que emite conmigo, varios cojines de diferentes formas, mantas de colores, toallas dobladas. No fue el despertar de la sexualidad, del conocimiento de mi cuerpo, pero sí el despertar  de la excitación máxima y de la mínima también.

Como Nicks, un millón de cachondos, medio millón de pollones, miles de guapos, sexys, rubios, morenos, castaños, libres, atados, altos, bajos, gordos, flacos, simpáticos, amables, conquistadores, repetitivos de corta y pega, solitarios, acompañados, los imposibles de leer, los de peticiones imposibles y de contestaciones varias, los de preguntas originales y las que llegas a odiar con toda el alma:

-          Hola, diosa, ¿quieres verme?

-          ¿Qué talla son tus tetas?

-          ¿Haces real?

-          ¿Tanga o braga?

-          ¿De dónde eres?

Pero como diría Umbral: “¡Yo aquí he venido a hablar de mi libro!”, en este caso de mí, de lo que pasa por mi cabeza. No voy a hablar de nadie en concreto, porque mi imaginación es amplia y puede que lo que en la página ocurre sea la llave para abrir mi caja de pandora, pero no es mi caja de pandora. La caja de pandora tiene muchos recovecos y para llegar a cada uno de ellos hay que estimular una parte de mí.

Los días siguientes a mi registro en la página de webcams estuve de voyeur, observando más que otra cosa, ¿ya os he dicho lo tímida que soy?, pues hasta para escribir en un chat soy tímida. En algunas salas hablé, midiendo mucho mis palabras y aprendiendo la terminología que usaban: ninjas, mirones, estrellitas, monedas, propuestas, privados, peticiones. ¿Pero esto qué es? Se veía mucho más fácil sin haberme registrado. Después de observar, meditar, pensar, imaginar, probar, porque sí probé como se me veía desde mi webcam, ¡he de deciros que fatal! No vayáis a pensar que soy una diosa aunque mi Nick sea de un dios egipcio.

Mi primer día de emisión, ya perdonareis todos los que estuvisteis, puesto que no me acuerdo de nadie, ¡qué nervios!, puse un celo partiendo la webcam del portátil para que no se me viera la cara, sentada en el sofá, recta o más bien tiesa, formal, frente al portátil y sin moverme ni un milímetro porque me daba miedo que se viese más de lo que yo quería. Porque aquí todo es muy fácil desde el anonimato, pero mostrar por internet tus deseos o tus fantasías sexuales a cara abierta, para mí no es que no sea fácil, es que es imposible.

Tuve paciencia, mucha porque no entendía el porqué no me hablaba nadie, yo intentando hacer monólogos y nadie me hablaba, más tarde me contaron que había que verificar que lo que puse en mi perfil era cierto. Básicamente, que hay que esperar que otros le den al ratón, porque claramente, mujer soy y en el perfil más tarde puse holograma.

Estaba muy, muy nerviosa, diría que histérica. Esa sensación de nerviosismo que logra que te excites más. Lo largo que por una parte se me hizo que me verificasen y lo excitada que me sentía, pero me había prometido a mí misma que no me tocaría delante de la webcam.

Delante no, pero detrás, vamos que si me toqué, fue cerrar la webcam y recorrer mi cuerpo con mis manos, acariciarme, desnudarme, tumbarme en el sofá y disfrutar de cada centímetro de mi cuerpo. Cerré los ojos y sentí cada una de las caricias, ese roce de las yemas de mis dedos sobre mi piel. Noté el calor de mi mano sobre mi abdomen, sobre mis pechos. No paré de acariciarme, de excitarme, de recorrer mi piel, provocándome a mi misma y dejando volar la imaginación.

En ese momento pese a que la webcam estaba apagada, en mi cabeza no era así y todos y cada uno de los usuarios que aparecían mentalmente en mi pantalla mental, observaban como me acariciaba. No decían nada  que no fuera para excitarme, no preguntaban nada, sino era para provocarme más. Mentalmente todos los ojos estaban puestos en mis manos, en mi boca entreabierta, en mis ojos cerrados, mi cabeza inclinada sobre el sofá invitando a que alguno de ellos metiera su polla en mi boca, después de que un gemido profundo saliese de mi garganta.

En mi mente ya no había ni pantalla, cada uno de los usuarios se habían hecho reales delante de mi sofá, cada uno de ellos acariciaba, lamía, mordía, pellizcaba, estrujaba, azotaba mis tetas, mientras otros, escupían, penetraban, frotaban mi coño.

Una sucesión de imágenes cada vez más reales, cada vez más excitantes, que me llevaron a un orgasmo intenso, con el portátil encendido frente a mí.

El portátil fue el primer observador de lo que mi registro en esa página estaba provocando. Fue el primer testigo del primer recoveco abierto de la caja de pandora.