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Autopista hacia el cielo

en Confesiones

Increíble, con lo vergonzosa que soy y estoy  siendo capaz de esto. ¡Quién te lo iba a decir a ti hace un par de meses!

Con lo mal que lo he pasado después de romper con Juan, esa persona que me había dado tanto placer como humillaciones. Pero eso es harina de otro costal y no es el tema, mejor olvidarme.

Metida en el coche, a las puertas de la estación del AVE, no paro de mirar el reloj. A ver,  voy a ser sincera, estar esperando dentro de la estación me da vergüenza, pero es que claro, voy vestida con un abrigo tipo trenca gris, conjunto de sujetador y braga negro de encaje, liguero,  medias negras con raya atrás y zapatos negros de tacón. Lo que yo llamo, ¡el pack completo!

Punto y pelota, ¡que no llevo nada más!, no me diréis sino es para estar en el coche, que el abrigo me cubre hasta justo las medias, me agacho un poquito y se me ve todo el culo y sin bragas. Ya claro, vosotros que estáis leyendo esto estáis pensando, ¡joder! El sueño de cualquier hombre que una mujer la espere así, sea donde sea. Así es, este es el sueño de quien está metido ahora mismo en el AVE a punto de llegar a la estación. ¡Hostia! Las 20:55, que llega el tren a las 21:05 (nunca entenderé estos horarios), venga voy a salir ya del coche y voy a esperarle en la estación, justo en la escalera mecánica, justo donde está esperando todo el mundo, justo donde voy a pasar más vergüenza. ¡Allá voy!

Tal como entro en la estación se oye por megafonía el tren AVE procedente de Madrid con hora de llegada las 21:05 sufre un retraso de 15 minutos, lamentamos las molestias. Bueno, qué se le va a hacer, ya estoy dentro, esperaré, pero mientras iré al baño, así me miro en el espejo para cerciorarme que no se me ve nada. Dicho y hecho, lo que yo decía, lo justito, no puedo moverme ni medio centímetro, o se me ve el encaje de las medias, el liguero y la curva del culo, vamos, un “espectá_culo”, ahora ya sé a qué se refiere originariamente esta palabra, no lo habíais pensado nunca ¡eh!.

Falta diez minutos todavía, no me puedo sentar, porque entonces sí que se me ve todo,  estaré esperando en la escalera, total con tanta gente pasaré desapercibida. Hacia allí me dirijo, sin parar de estirar el abrigo, como si fuese a alargarlo 20 centímetros, las manos no paran de sudarme, miro a todo el mundo, tengo la sensación de que todo el mundo te mira, ¿no os ha pasado eso nunca cuando más ridícul@s os sentís? Ya no puedo parar quieta, estoy andando sin parar que ni que fuese a hacer la maratón de Nueva York. ¡Por fin!

-          El tren procedente de Madrid hará su entrada en el andén 2

No os he contado quien viene, no creo que sea conveniente dar muchos datos, pero sólo diré que es un hombre, fuerte, alto, buen cuerpo, con 15 años menos que yo y con unas ganas tan grandes como yo de provocar un terremoto por la zona.

Ahí está, ya empieza a subir las escaleras y nos sonreímos, los dos sabemos qué es lo que ocurre cuando el morbo entra en acción y tenemos claro que esto, pese a los nervios, a los dos nos pone a cien. La gente se empieza a arremolinar en la salida de la escalera mecánica, como si eso fuese a hacer que la escalera fuese más deprisa, de repente, noto que me están acariciando la pierna, me vuelvo y un hombre de mi misma edad y más alto que yo me sonríe. Bajo la mirada y me vuelvo de nuevo, pero noto como se acerca a mí y me susurra al oído:

-          Entre las medias, el liguero y todo lo que he podido percibir, me has puesto muy contento, gracias.

Me giré y no pude menos que sonreírle. En el fondo a las mujeres que somos morbosas, nos gusta que nos digan que gustamos.

-          Hola, ¿no vas a saludarme? – me dijo José

-          Hola, perdona, me han despistado. Hola- volví a repetir pero con una voz más cariñosa.

José se acercó y se pegó a mí para darme un beso, agarrándome de la cintura y levantándome un poco y ponerme de puntillas. Un beso que si no es porque nos empujan, empezamos allí mismo a follar.

-          Vámonos que sino no paro- dijo José.

Justo cuando salíamos el hombre que había sido espectador de todo me sonrió de nuevo y José se dio cuenta.

-          ¿Le conoces?

-          No, no, pero creo que se ha dado cuenta de que o mi vestido es muy corto o que el liguero es muy largo- comenté entre risas.

Nada más entrar en el coche, José se lanzó a mi y empezó a abrir el abrigo, viendo el look que le había preparado para recibirle, directamente fue a tocar mis tetas mientras nos besábamos efusivamente. Mis gemidos iban en aumento y sus manos iban recorriendo todo mi cuerpo. Oímos que se acercaba gente al coche de al lado y rápidamente me tapé. Le miré y arranqué el motor.

Mientras iba saliendo de la ciudad por la circunvalación, José iba acomodándose el bulto ostentoso que le marcaba el pantalón. No paraba de tocarse mientras su mano izquierda apoyada en mi reposacabezas me acariciaba el pelo. 

-          Ya no puedo más, voy a sacármela.

Le miré y le sonreí pícaramente. No contento con eso, empezó a abrirme el abrigo y a meter su mano entre mis piernas mientras se masturbaba.

-          Nos quedan unos 100 km por autopista, creo que va a ser el viaje más largo de mi vida-le dije.

-          No te preocupes, siempre nos quedarán las áreas de servicio para alargar más el tema, jajajaja.

Cada vez separaba más las piernas y más ganas me entraban de cerrar los ojos y dejarme llevar, pero iba conduciendo, y es que cada vez sus movimientos en mi clítoris me estaban excitando más y mi mano ya no estaba sobre la palanca de cambios, sino que tenía otra palanca que acariciar con más rotundidad.

-          En el próximo sitio para salir, sal, que voy a comerte ese coño hasta que te corras.

Dicho y hecho, como para dudar estaba.  A los pocos km un área de descanso. Me da igual si hay algún coche o camión parado.

-          Quítate el abrigo, sal fuera y vamos a la parte de atrás.

Así lo hice, pero directamente me tumbé en el asiento de atrás y José se quedó fuera con la puerta abierta. Me abrió las piernas con brusquedad y me empezó a comer el coño, su saliva, el ruido de la lengua al comer un coño con ansia y dedicación era lo único que se oía a parte de los escasos coches que iban por la autopista. Mis gemidos fueron subiendo el volumen, aquí no podía oírme nadie, así que era la libertad total de dar rienda suelta a mis gritos.

Me cogió de la cadera y me arrastró al borde del asiento. Empezó a meterme los dedos mientras su lengua seguía jugando con mi clítoris. Sus dientes me mordían de vez en cuando, lo que me provocaba ligeras contracciones en el útero. Una oleada de sensaciones me vino al instante, me quedé con todo el aire en mi pecho, en silencio, justo antes de que un grito desgarrador, un gemido profundo y unos espasmos me sacudiesen como signo del gran orgasmo que acaba de tener.

José se quedó mirándome sonriendo y me dijo, esto es el primero de los muchos que vas a tener este fin de semana, pero yo no me he corrido.

Dicho y hecho como un muelle, me levanté y le puse apoyado en el coche, mientras yo me ponía de cuclillas con sus piernas entre mis piernas. Cogí su polla con mi mano y la llevé directamente a la boca mientras le miraba. Sus manos ya estaban sobre mis pezones. Sus gemidos y sus “así, asÍ” indicaban que no iba mal encaminada con la boca. Seguí jugando con mi boca, llenando su polla de babas y sus gemidos iban en aumento también.

-          Tengo que follarte, esto no puede quedar en una corrida en la boca, esto se merece mucho más.

Sin titubear un momento cogió un condón de su pantalón y me puso con el culo en pompa y las manos apoyadas en el lateral del coche. Metió su polla de una embestida, profundamente y un grito salió de mi garganta. Se quedó quieto pero escasos segundos y empezó a follarme de forma brusca e intensa. No podía parar de gritar, eran tal las sensaciones que era como si estuviese en un orgasmo continuo.  Cogía mis caderas, mis tetas, mi pelo, mis codos, no paraba, estaba acelerando cada vez más. Nos fundimos en uno, nos corrimos casi al mismo tiempo y se quedó con su polla metida unos instantes, con todo su cuerpo apoyado en el mío.

-          Sin duda esta autopista la voy a recordar siempre como la autopista hacia el cielo, dijo y los dos nos echamos una carcajada recordando la serie de televisión.

El fin de semana puede decirse que fue intenso, descubridor de nuevos agujeros y de nuevas posiciones en el sofá que todos recordaréis de mis primeras emisiones.

De ese fin de semana, me llevo ese momento autopista y el descubrimiento del placer anal en ambas versiones.  No sé si algún día el protagonista leerá este relato o si adivinará que era él, sólo le podré decir, Cristóbal Colón no es nadie comparado contigo.