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Muñeca de porcelna

en Erotismo y Amor

Había preparado concienzudamente el cumpleaños de mi pareja, quería sorprenderle con algo que nunca hubiese creído que yo fuese capaz de hacer, algo que posiblemente sí había soñado pero que nunca pensó que se haría realidad. Para ello, todas las noches, había buscado en internet, cuando él se iba a dormir. Me había empapado sobre la cultura japonesa, ya sabía distinguir entre una maiko y una geisha, sus costumbres y sus tradiciones.
Había decidido regalarle un nyotaimori (女体盛り) y para ello debía contratar a una geisha para que todos nuestros amigos pudiésemos comer de su cuerpo, la única condición era que sólo podría utilizarse la boca. A mis amigos ya les había contado el plan, el único sorprendido quería que fuese Carlos, mi pareja.
Días antes había ido a un restaurante japonés y me había puesto en contacto con Yukina, ya sabía que no contrataba a una geisha de verdad, pero era lo más cercano que había encontrado en Jaén. Le expliqué cuál era mi deseo para que ante todo no se asustase de lo que allí sucediese, que era una cena erótica y sexual.
Yukina al explicarle todo, sonrió e hizo algunas modificaciones para que fuese más erótico todavía,  sólo pedía una cosa, no iba a cobrar el servicio de geisha, puesto que ella sólo había sido una maiko (aprendiz de geisha), pero quería que hasta el postre, la cena transcurriese como una cena occidental y ella fuese una invitada más al cumpleaños. Yo me sorprendí bastante por aquello, pero quería que el regalo fuese perfecto, así que no puse ninguna objeción.
El sábado por la mañana me dediqué a preparar todo para la cena, Carlos no iba a llegar a casa hasta la noche, así que no tenía problema de ser descubierta. La cena en sí no era lo importante, la sorpresa era el postre, así que fui a comprar la frutas más exóticas, chocolate fundido que había encargado y nata montada. Compré también varias botellas de cava, con la idea no sólo de comer sobre Yukina, sino también de beber de ella.
Por la noche ya estaba bastante nerviosa, era un regalo arriesgado y efímero, si le gustaba, sería una imagen que no olvidaría, pero si no le gustaba, sería un fiasco para él, pero sobre todo para mí.
A Carlos le había dicho que íbamos a cenar a ese restaurante que vamos siempre, así que vendría directamente después del partido para pegarse una ducha y marcharnos. Ese era el momento del principio de la sorpresa.
La primera en llegar fue Yukina, había cambiado de idea y pensado que no era conveniente que estuviese en toda la cena porque Carlos se extrañaría ya que no la conocía y había pensado que mientras cenábamos ellas se prepararía, sólo necesitaba una habitación y un baño. Así que la llevé directamente a nuestra habitación, a Carlos le diría que no entrase, que no me había dado tiempo a ordenarla y no quería que ninguno de nuestros invitados la viese así por descuido.
Yukina traía una maleta y una funda de traje en la que imaginaba que llevaba el kimono. Ya venía peinada para la ocasión,  había estado preparando esta cena como algo personal. Como yo tenía ya la cena lista y sólo me quedaba preparar las frutas, le pedí que me dejase ver cómo se preparaba, no se trataba de ver como se ponía el kimono, sino de todos los rituales que están alrededor de ese momento.
Fue el momento de ver a una mujer perfecta pasar del mundo occidental al mundo oriental, se desnudó pausadamente, doblando cada prenda que se quitaba e introduciéndola en la maleta, su piel era blanca, suave, frágil, de porcelana, fue directa a la ducha, no podía dejar de mirarla mientras se duchaba yo observaba cada uno de sus movimientos.
 
Al salir de la ducha, le acerqué una toalla y fue preparando todo lo que necesitaba, me iba explicando que el maquillaje debe ser perfecto, cubrir la cara de blanco y la nuca, centro erótico para los nipones, los labios los pintó con un pincel y después le dio brillo con agua con azúcar por encima. Mientras ella se pintaba, yo la miraba con esa mirada de sorpresa, de aprendizaje, de deseo en algún momento. Comenzó a ponerse adornos en el pelo y mientras lo hacía tarareaba una canción, era un ritual que nunca pensé que vería.
Mis amigos empezaron a llegar, dejé a Yukina en la habitación, y comenzó un rencuentro con amigos que hacía tiempo que no coincidíamos, esa también era parte de la sorpresa para Carlos. Nos pusimos al día enseguida. A las diez de la noche llegó Carlos, su cara al ver a sus amigos fue no sólo de sorpresa sino también de alegría, su mirada cómplice con la mía me dijo lo suficiente para saber que le estaba gustando su regalo.
La cena transcurrió llena de anécdotas, risas, más risas, Carlos era el protagonista de cada anécdota, pero lo que a mí me importaba era que el postre fuese inolvidable. Preparé la fruta en cuencos, para que cuando Yukina llegase, no transcurriese mucho tiempo en la preparación.
 
Apagué la luz y fui a buscar a Yukina, al oído me susurró, tranquila, le gustará. Carlos no tenía ni idea de lo que le esperaba. Llevaba a Yukina de la mano y la guié hasta el salón. Era el momento de ver la cara de Carlos y encendí la luz. Se quedó mirando a Yukina que se encontraba haciendo la reverencia en muestra de saludo, Carlos me miró y su cara lo dijo todo.
Carlos, te presento a Yukina va a ser nuestra bandeja para el postre que he preparado. Yukina quiere sentir nuestras lenguas, nuestras caricias, quiere ver nuestras miradas mientras la disfrutamos. Yukina comenzó a desnudarse y quitarse ese kimono rojo, negro y blanco que cubría su cuerpo, Carlos estaba absorto mirándola, viendo su cuerpo desnudo, mientras nosotros preparábamos la mesa para que ella se subiese. Se tumbó encima de la mesa y fuimos colocando la fruta por todo su cuerpo, dejé caer chocolate fundido por su cuerpo, nata montada en distintas partes y sin dudarlo un momento, fui directa a lamer el chocolate que había caído alrededor de su areola, esa era la señal para empezar el postre y todos fuimos comiendo, lamiendo, uniendo nuestras bocas, nuestras lenguas, mientras Yukina permanecía inerte, inmóvil, pero con los ojos abiertos mirando cada uno de nuestros acercamientos, Carlos devoraba la nata que había caído en sus ingles, acercándose con deseo y queriendo avanzar un poco más, yo sabía que quería pasar su lengua por ese coño depilado y puse nata para que así lo hiciese.
 
Yukina en ese momento al notar la lengua no pudo reprimir un gemido que volvió loco a Carlos y por supuesto, a mí, nuestros amigos estaban muy excitados y habían comenzado a desnudarse, Carlos al verlos hizo lo mismo y entonces se me ocurrió algo, tapé los ojos de Yukina con un antifaz y al oído le susurré:
-       Nos has observado a todos, te dije que podía pasar cualquier cosa en esta cena. Debes adivinar qué polla es la de Carlos y qué coño es el mío.
Yukina sonrío y asintió con la cabeza, estaba tan excitada como todos nosotros y ya no había marcha atrás. Comenzó un nuevo juego y fuimos chupados por Yukina, algunos pasaban la polla por el chocolate que quedaba en su cuerpo y se lo ofrecían a ella en la boca, Yukina chupaba, lamía, saboreaba el chocolate. Ya no permanecía inerte, su cabeza, su boca, sus manos querían tocar, sentir. Carlos seguía comiéndole el coño, no separaba su lengua de allí, mientras miraba a todos sus amigos como metían sus pollas en la boca de Yukina y en la mía. Rosa, mi mejor amiga se encontraba fuera de sí y se subió en la mesa, se puso encima de la cabeza de nuestra invitada, mientras sus manos acariciaban las pollas de su marido y del mejor amigo de mi pareja, esa imagen sería inolvidable para mí, y no pude reprimirme y la comencé a besar la boca, mientras varias manos recorrían mi cuerpo. Una de esas manos era la de Yukina que fue directamente a mi coño y empezó a masturbarme, mis gemidos eran ahogados por la boca de Rosa y al oir mis gemidos, Carlos se acercó y participó en ese beso, tres lenguas unidas y mucho deseo.
Yukina me metió dos dedos en el coño y eso fue el detonante de mi primer orgasmo de la noche, esos dedos se movían, entraban, salían. Mi mano acercó la polla de Carlos a la boca de Yukina y ella comenzó a lamerla, meterla en su boca, Carlos estaba gozando con esa mamada y comenzó a sujetarle la cabeza para metérsela más adentro y dejarla dentro del calor de su boca, esa polla entraba y salía de su boca igual que los dedos entraban y salían de mi coño, llevaban el mismo ritmo, era como si me estuviese follando Carlos y no los dedos de Yukina y mi segundo orgasmo llegó mientras Carlos se corría en la boca de ella. Nos miramos y comenzamos a besarnos. Yukina se quedó quieta y solamente dijo:
-       Creo que encontré lo que buscaba desde que he llegado a esta mesa.
Rosa había pasado al sofá y estaba siendo follada por su marido y por Luis, mientras Carlos y yo nos encargábamos de que Yukina se fuese de la cena con el placer de habernos conocido.
Durante mucho tiempo recordó este cumpleaños como algo especial, no fue la única fantasía que cumplimos juntos, pero sí la más oriental.