miprimita.com

Mi primera vez

en Hetero: General

La primera vez que fui a un local liberal lo hice de la mano de un conocido. Sí era conocido porque aunque habíamos hablado mucho y habíamos quedado varias veces, nunca llegué a conocerle realmente. Era escurridizo y oscuro según mi forma de ver las cosas.

Habíamos reservado en un hotel de Madrid en el que entras con el coche y todo es, cómo lo describiría, discreto, íntimo y cómodo. Pide todo lo que quieras que en un ratito está a tu disposición. Y no, no soy su relaciones públicas, más que nada porque no es el archiconocido en el mundo liberal y todos los que os movéis en el ambiente liberal habéis pensado en el archiconocido. (Ya te estás enrollando)

Bueno, a lo que iba, para los dos era todo nuevo y los dos teníamos curiosidad, ya sabéis la curiosidad mató al gato en su séptima vida.

Probamos la cama, el jacuzzi, la lista de deseos, la cena. Lo que se dice, una tarde-noche sin descanso. A eso de las 12 como cenicienta, me dispuse a vestirme para la guinda del día. Los dos habíamos descubierto el mundo liberal y los locales liberales trasteando mucho por internet. Los dos queríamos ver lo que allí dentro se cocía y el saber no ocupa lugar, al menos eso dicen.

Era invierno, así que estaba claro, vestido negro, medias, tacones, abrigo y condones.

Para ser un sábado por la noche, no me costó mucho encontrar aparcamiento, casi en la misma puerta del local. Para quien ha estado allí sólo daré un detalle para que sepáis qué local era, calle medio peatonal con unas escaleras enormes que llevan a la calle principal.

Al entrar nos empiezan a preguntar si queríamos tomar alguna copa y ni corta ni perezosa y debido a los nervios, no pido una, pido dos. La gente nos miraba, nosotros cortados era poco, y con la copa en la mano, nos fuimos a ver cómo era un local liberal. Llamó mi atención, lo primero es la oscuridad, los susurros, la música sugerente.

Fuimos de sala en sala, viendo, oyendo, sorprendiéndonos, hasta llegar a una zona de pasillos, donde los roces son inevitables, más bien, está todo dispuesto para que los roces sean obligatorios. Fue mi primer contacto, entre la oscuridad y la cantidad de gente, el chico que iba detrás de mí, me empezó a acariciar el culo.

Giré mi cabeza y él sonrió o eso percibí con la poca luz que había. Seguí a mi amigo y nos metimos en una zona como si fuesen celdas de una comisaría, en las que había un tumulto de gente alrededor de una pareja.

Ella estaba sentada en un taburete alto y estaba siendo follada por un par de chicos de forma alternativa. Sus gemidos me taladraban los tímpanos. Pero la escena es la que creo que ha marcado mi deseo sexual durante mucho tiempo. Porque al mismo tiempo que estaba siendo penetrada, el resto de hombres y mujeres que allí había la iban acariciando, besando, agarrando y sujetando. Era increíble ver tal despliegue de sexualidad en tan pocos metros cuadrados. No quitaba ojo y por ello no me di cuenta de que me estaban subiendo el vestido, hasta que note una mano que me agarraba y acariciaba el culo. Recordad que cuando me vestí no dije nada de ropa interior. Giré de nuevo la cabeza y era el mismo chico que ya claramente sonreía.  Me puse de puntillas y le dije a mi amigo:

-          Me están tocando el culo.

-          ¿Quieres que le diga que quite la mano?

-          No, me gusta. (la importancia de la entonación y las comas)

-          Disfruta entonces.

Seguí mirando al trío del taburete mientras sentía como la mano, ya con el permiso obtenido al no retirarle la mano, iba adentrándose más y descubriendo nuevos destinos.

Su mano me iba acariciando desde el culo hasta el clítoris, mientras su boca besaba mi cuello. Mi respiración iba acelerándose y mi mano buscaba también. Su mano empezaba a notar cómo la excitación de mi cuerpo era patente y mis gemidos eran audibles ligeramente. Abría las piernas para facilitarle el camino a mi penetración. Mientras mi mano acariciaba su polla por encima del pantalón y mi amigo de vez en cuando me miraba, pero estaba más pendiente del trío del taburete.

Su otra mano ya se iba recorriendo mi cuerpo sin miramientos, las caricias de mis pezones mientras sus dedos entraban  y salían estaban provocando la llegada al destino en este viaje sin paradas.

De repente paró, alguien se le había acercado y le había susurrado algo.

Se fue dejándome con semejante calentón, lo que se dice un “¡trata de arrancarlo, Carlos, trata de arrancarlo!” versión sexual.

Sin piedad alguna, me acerqué al oído de mi amigo y le dije:

-          O me follas o me follas, pero yo así no me voy de aquí.

Giró su cabeza y me cogió la mano mientras me miraba penetrante a los ojos. Estuvimos buscando un sitio más discreto y encontramos una habitación en la que no había nadie, sólo una camilla de médicos, muy incómoda, tengo que decirlo. Me subí a ella y mi amigo no dudó ni un momento lo que yo quería.

Empezó a penetrarme como si no hubiera un mañana, la imagen del trío, la imagen de verme a mí excitada mientras me acariciaban, el despliegue sexual del local, estaba más que excitado, necesitado de un orgasmo. Mientras sus movimientos pélvicos provocaban en mi gritos de placer, él sólo podía decir:

-          Ra, quiero verte como a la del trío del taburete, quiero que seas tú la mujer deseada y follada, quiero que te corras sin parar delante de todos

Oír todo aquello fue el acelerante de mi orgasmo, el ir imaginando cada una de sus palabras en mi  mente, unido a su deseo que estaba activando el mío. El orgasmo se acercaba y mis gemidos dieron paso a un silencio largo, intenso, expectante, un silencio previo y un grito ronco salió de mi garganta mientras mi cuerpo era arrollado por mi orgasmo y las contracciones eran visibles.

Mientras nos íbamos situando en lo que acababa de pasar y en cómo había pasado, íbamos recolocando nuestra ropa para salir de la habitación. Dábamos por finalizada nuestra primera experiencia en un local liberal.

Dicen que la primera vez marca si vas a volver o no a un local liberal.

Yo volví, no buscando al chico que me dejó a medias, sino buscando esa sensación de las caricias en la oscuridad, buscando ese momento en el que poder realizar el trío del taburete.