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Declaración no oficial del caso 01092018/QRO9809TS

en Transexuales

Declaración no oficial del caso 01092018/QRO01-9809TS

 Sujeto no identificado.

*** 

Transcripción:

“Bueno... pues... lo primero que recuerdo fue... despertar en un lugar cerrado, una especie de subterráneo o algo así, porque no tenía ventanas ni nada, no llegaba ninguna luz de fuera... sólo había una gran lámpara iluminando desde el techo... y olía a húmedo...”

“Ajá, prosiga, por favor.”

“Bueno... era algo grande, yo diría que de unos seis por seis metros, quizás un poco más, no sé... y, había una mesa, un par de sillas y un sillón medio destartalado en un rincón...”

“Ajá.”

“Sí... bueno...no tenía idea de qué hora sería, o cuánto tiempo había pasado, me dolía un poco la cabeza y tenía sed... y estaba como suspendiendo en el aire...”

“¿En el aire?”

“Sí, bueno, es que... al principio tampoco yo entendí, pero conformé acabé de despertarme, vi que todo mi cuerpo estaba suspendido por unas grandes cintas que bajaban del techo... una me pasaba por la barriga, otra por el pecho, otra por la frente, y otra... por el bajo vientre... Eran gruesas y al parecer muy resistentes...”

“Okey, continúe.”

“Otras dos más por los tobillos... y también me di cuenta que tenía las manos atadas... así, hacia el frente... y... bueno... eso fue todo... la cabeza aún me daba algo de vueltas... sólo debí estar consciente unos minutos y, tras un rato, volví a perderme.”

“¿Perderse?”

“Sí, bueno, me desmayé, o me dormí... no sé... Ya después, no sé cuánto tiempo después, a lo mejor algunas horas, me despertó alguien que entró al cuarto... sin decir nada me dio a tomar de una botella de agua, que me acabé casi de un trago y... igual sin decir nada, el sujeto tomó una silla, se sentó frente a mí y me empezó a dar alguna sopa en la boca...”

“¿Sopa?”

“Sí, sopa, sopa... algún fideo con albóndigas... y yo me lo comí, pues tenía mucha hambre, no sé cuánto tiempo llevaría sin comer para entonces... y no sabía mal...”

“¿Y el hombre no dijo nada?”

“No, nada de nada, aunque fue... bueno... se portó... amable, digamos... me dio cada cucharada con paciencia, me limpió con una servilleta y hasta se sonrió un par de veces...”

“Ajá... siga por favor.”

“Al terminar, me ofreció un poco más de agua, volvió a colocar la silla en su lugar y ya iba de salida pero, sin poderme aguantar, le dije que necesitaba hacer pis... Él se volvió, se dirigió con tranquilidad hacia la mesa y tomó una especie de frasco plástico y... bueno... entonces... pues... él...”

“¿Qué?”

“Tomó mi... pene... lo colocó con cuidado dentro de la botella y... esperó... Yo le dije que no podía así... que por favor me dejara ir al baño, pero él no dijo nada... sólo esperó y esperó, sin impacientarse, y, bueno, yo tenía muchas ganas así que, con todo y la vergüenza, viendo que no me hacía ningún caso, oriné...”

“Ajá.”

“Después se fue, y yo me quedé a solas otra vez por mucho tiempo, varias horas de seguro, sin saber qué hacer o pensar, intenté zafarme varias veces pero sin conseguir nada, apenas y podía moverme en aquella posición... En algún momento, aguantando el miedo, me animé a alzar la voz, dije ‘Hola, ¿hay alguien ahí? Hola’, pero nadie vino ni respondió, aunque yo seguí llamando mucho rato... Luego se apagaron las luces... yo volví a espantarme, a temer, a esperar... pero nada más pasó, sencillamente me quedé a oscuras y, tras un rato de pensar y repensar en nada en particular, acabé por dormirme de nuevo...”

“Sí, siga.”

“Sentí que alguien me acariciaba el cabello, me desperté de pronto y vi al mismo sujeto, que me llevaba otro plato de comida, que seguro acababan de cocinar porque manaba aún vapor...”

“¿Qué era?”

“Huevos con jamón, simples huevos con jamón, y como la vez pasada, me los dio a comer con una cuchara, me enseñó un trozo de pan y, con sólo la expresión, me preguntó si quería un poco, a lo que yo asentí y me empezó a dar pedacitos en la boca cada tantas cucharadas... también me dio jugo de naranja, lo que me dio a suponer que era de mañana, no sabía qué día pero de mañana... al terminar volvió a quitar la silla, tomó el frasco de la mesa y, sencillamente colocándolo debajo de mí, tomó de nueva cuenta mi pene y esperó a que orinara... Yo lo hice, pero además tenía ganas de... bueno... defecar, y quise seguir aguantando, pues ya me imaginaba que no me iban a dejar bajar de ahí, pero al cabo, cuando el hombre se disponía a salir, temiendo que me dejaran a solas otra vez por quien sabe cuánto tiempo y acabara haciéndome encima, se lo dije, le dije que necesitaba... defecar... .... ...él asintió, tomó uno de esos cómodos que tienen en los hospitales, se puso detrás de mí y... bueno... me bajó el calzón y me puso aquello debajo, esperando luego a que lo hiciera... yo casi chillé, le dije que por favor me dejara ir al baño, que así no se podía, pero él no se inmutó, esperó y esperó como la vez pasada, pasaron varios minutos, y luego, al ver que yo seguía quejándome y no hacía nada, me subió el calzón, puso de nueva cuenta el cómodo en la mesa y se dirigió a la puerta... Yo lo detuve entonces, le dije que esperara, qué sí iba a hacer, así que él volvió, tomó otra vez el cómodo, me bajó el calzón y esperó, sin mostrar el menor rastro de impaciencia... No sé cómo, pero las demasiadas ganas, y en cierta forma la tranquilidad y hasta amabilidad del sujeto acabaron por relajarme lo suficiente... y lo hice... pujé algunos minutos y todo aquello salió... el sólo olor me hizo avergonzarme, sonrojarme quizá, sabiendo que aquel hombre estaba atrás... pero, como siempre, él no dijo ni una palabra... Le dije que ya era todo, le di incluso las gracias, y, antes de que pudiera yo preguntar, él mismo tomó algo de papel sanitario y me limpió con cuidado... ‘Gracias’, volví a decir en un susurro, con vergüenza, con pesar, y lo vi alejarse hacia la puerta...”

“¿No vio a nadie más?”

“No... por entonces no... sólo a él, en lo que me parecieron unos tres días... Entraba tres veces al cuarto, me daba de comer y beber, me preguntaba con señas cada vez si tenía ganas de hacer y luego se iba...”

“¿Hubo algo más, algo que cambiara en esos días, o sólo se quedaba a solas?”

“Pues... sí, en esencia era eso pero, sí, ya desde el tercer día el sujeto dejó que me levantara unos minutos... es decir, no me soltó ni nada, pero dejó que las cuerdas del techo se aflojaran, me pude poner en pie y mover un poco... Cuando él comenzó a elevar las cintas le pedí que por favor me dejara estar así, que ya no aguantaba estar de aquella otra forma, pero él no se inmutó, sencillamente jaló aquí y allá, y de pronto ya estaba como antes, suspendiendo del piso... sólo al cuarto día llegó una mujer.”

“Ajá, ¿y qué hizo?”

“Pues... así como el hombre, al principio no dijo nada, sencillamente entró con unas cubetas con agua vaporosa, una esponja, jabón, y supe entonces que venían a bañarme... también ella tuvo cuidado, primero me mojó con una bandeja, comenzó a frotarme y enjabonarme de arriba abajo, pero ella sí me habló, me decía simplemente: ‘sube el bracito, así’, o ‘levanta la barbilla’ o ‘baja un poco la cabeza’, y al terminar me secó muy bien con una toalla limpia... y eso fue todo... se marchó y me dejó a solas con mis pensamientos...”

“¿No tenía idea de quiénes fueran, o de quién estaba detrás de aquello?”

“No... ni idea... y vaya que le di muchas vueltas, no tenía qué más hacer además de pensar y pensar, pero no se me pudo ocurrir nadie a quién pudiera culpar de eso, ni recordaba haber visto nunca al hombre y la mujer...”

“¿Y qué pasó después?”

“Más de lo mismo, supongo, mucho esperar, mucho desesperarse... a veces... a veces no podía aguantar y sollozaba, les pedía que me soltaran, que me dejaran ir, les juraba que no iba a decir nada, que tan sólo me dejaran ir y me olvidaría de todo eso, pero nadie me escuchaba ni se asomó, a pesar de que algunas veces me agitaba y, con todas mis fuerzas, intentaba zafarme, hasta incluso hacerme daño con las cintas... Nada, nada de nada, sólo una vez, mientras la mujer me bañaba, me dijo que tuviera más cuidado, que no me agitara o iba a lastimarme la piel...”

“¿La piel?”

“Sí, la piel... de hecho... me dijo... específicamente, que me iba a lastimar ‘esa piel tan linda’...”

“Ajá, siga.”

“Quizá transcurrió una semana y... bueno... entonces ocurrió...”

“¿Qué cosa?”

“Pues... eso...”

“Ajá.”

“Sí, bueno... ese día amanecí... pues... con un atuendo... peculiar... un vestido... y no cualquier vestido...”

“¿Por qué?”

“Pues... como ya ve, era un vestido de novia, inmaculado, brillante, ostentosamente lindo, y además toda la ropa... quiero decir, incluso la ropa interior... medias, liguero... brasier... y bragas, aunque ésas no las pude ver... unas zapatillas de tacón que rozaban el piso, e incluso traía pendientes, una tiara y brazaletes... y además esta peluca...”

“Ajá.”

“No sabía cómo me habrían puesto todo eso, sin despertarme quiero decir, así que sospeché que algo me habrían dado para mantenerme inconsciente un rato, seguro que en la comida, aunque no recordaba notar nada peculiar en lo que me llevaran y... en fin... ese día... y tal vez desde el día anterior, me dieron muy poco de comer, sólo pan y verduras, y por la mañana el sujeto tuvo muchísimo cuidado en no ensuciarme la ropa al alimentarme... ya más tarde entró la mujer y, sacando un estuche con todo tipo de accesorios, primero me rasuró el poco bello que había crecido en esos días... pues igual soy más bien lampiño y no... bueno... en fin... me puso luego alguna crema y comenzó a maquillarme... Yo le pregunté por qué o para qué hacía eso, pero ella se evadió, tan sólo me decía que debía verme ‘linda’, y, amable siempre, me pedía solamente que levantara la barbilla, que bajara los párpados, me colocó incluso unas pestañas postizas y le tomó una media hora terminar; luego pintó mis uñas, me roció con un perfume y, tras mirarme un rato contemplando su trabajo, se sonrió y me dijo, tomándome  de la barbilla, que estaba muy linda, que seguro les iba a gustar mucho... ‘¿Gustar? ¿A quiénes les voy a gustar?’, pregunté angustiado, perplejo, pero ella a eso no respondió, tan sólo guardó el maquillaje, sacó otro frasco con una especie de ungüento, que al abrir emanó un olor intenso... como a jazmín, pero muy muy intenso y... bueno... ella... se puso detrás de mí, alzó un poco la falda, bajó mis... bragas y, con las piernas abiertas como me tenían, tomó un poco de aquel ungüento en los dedos y... me untó con él... untó mi... ya sabe...”

“¿Qué cosa?”

“Pues... mi... orto... metió sus dedos en mí... untándome aquella cosa, dándome una sensación de ardor y calor inmediato... Le grité: ‘No, por favor, pare...’ le pedí, impedido, bien sujeto, y me removí, me agité, hice fuerza, pero ella tan sólo me pidió que me relajara, que no me esforzara o me iba a lastimar... Yo nunca... es decir... jamás yo había... nunca nada había... entrado por ahí... y fue muy extraño... sobre todo porque, al poco rato, sentí cómo mi... interior se ‘abría’... se expandía, no sé cómo explicarlo... la mujer masajeó un par de minutos, untó un poco más, esta vez entró lo más que pudo, y al acabar tan sólo volvió a subirme las bragas, bajó la falda y se dirigió a la puerta... Sin embargo, dudando un poco, se volvió luego hacia mí, esbozó una sonrisa como de pena, y me dijo, o recomendó más bien que no luchara, que me portara bien y fuera ‘linda’ con ellos... así: ‘Sé linda con ellos y todo irá muy bien...’...”

“Sí, continúe.”

“Pues... pasaron unas horas, o a lo mejor no fue tanto, pero la angustia y duda y miedo volvieron a apoderarse de mí, tan sólo esperaba y esperaba impaciente, preguntándome qué iría a pasar, o sospechándome qué iría a pasar me revolvía nervioso... con cada vez más ansias y angustia... Entonces escuché ruidos, por primera vez en todos esos días escuché pasos y voces detrás de aquella puerta, voces de varias personas, y, al fin, abrieron...”

“¿Sí?”

“Sí... entraron alrededor de ocho sujetos, todos elegantemente vestidos, muy pulcros y arreglados, todos más bien mayores, más de cuarenta quiero decir, aunque no más de cincuenta y tantos... Yo sólo los miré... así como me tenían, colgando del techo y en ese atuendo los miré con estupor, con miedo, ni siquiera pude decir nada... sólo los vi y ellos me miraron... al parecer complacidos, y algunos de ellos me sonrieron... ‘Preciosa’, dijo uno, acercándose un poco a mi rostro, como inspeccionándome, los demás me rodearon e igual me contemplaron, aunque no me pusieron un dedo encima... Como pronto me daría cuenta, ellos sólo iban a ver, a contemplar el espectáculo... Pero el ‘novio’, en cambio, que pronto tomó su lugar frente a mí, se acuclilló, con dos dedos acarició mi barbilla, acercó su rostro al mío... y dijo: ‘Sí, acepto’, sonriéndose... Los demás hombres aprobaron, asintieron, algo susurraron entre sí, uno de ellos le tendió entonces una cajita al hombre frente a mí y él, sonriendo de nuevo, me preguntó: ‘¿Aceptas?’... Yo, claro está, estaba mudo, aturdido, no sabía siquiera si habría podido hablar, los miré a uno por uno con ojos aterrados, suplicantes, sin saber qué hacer... luego lo miré a él... al novio... que aguardaba tranquilo mi respuesta, y yo... bueno... yo... recordé entonces las palabras que me dijo la mujer... que fuera linda con ellos y todo iría bien, así que... tragando saliva, jadeando, tiritando un poco incluso, abrí mis labios, y con un hilo de voz alcancé a susurrar: ‘S-sí...sí... acepto...’...”

“¿Y después?”

“Después... sacó un anillo de la cajita, un anillo de diamante, este anillo de diamante y me lo puso en el dedo... Los hombres aplaudieron, se sonrieron, volvieron a susurrar entre sí... y el hombre... el novio, tomó mi rostro con ambas manos... y me besó... me besó en la boca... tranquilo, suave pero intenso... no sé... me besó largos segundos, y luego se levantó, recibiendo los abrazos y felicitaciones de los otros... Yo me quedé de piedra, mirando confuso hacia el suelo, con el sabor de aquel hombre en mi boca, y los miré entonces expectante... ”

“¿Y qué más?”

“Luego él... bueno... acabada ya la... ceremonia, por así decirlo, se dispuso a... consumar... nuestro... matrimonio... ... ...”

“Ajá. ¿Y?”

“Pues... él... yo... ¿De verdad es necesario que narre todo esto?”

“Entre más detallado será mejor.”

“Sí, bueno... él... él ocupó su lugar detrás de mí, los demás nos rodearon, él levantó mi falda... me acarició... suavemente acarició... mi trasero... y bajó entonces las bragas... Sólo entonces conseguí reunir algo de fuerzas, me volví, me moví un poco, le pedí que por favor no lo hiciera... en voz apenas audible le supliqué que se detuviera pero... notando entonces cómo algunos de ellos fruncían el ceño, cómo él me miraba por primera vez molesto, acabé por entender que era mejor no armar jaleo, ser todo lo ‘linda’ que pudiera con ellos y esperar que todo, en esencia, acabara bien...”

“Ajá.”

“Yo esperé, esperé... con angustia y tiritando esperé... con las piernas bien abiertas frente a él sólo aguardaba lo que era inevitable... Sentí entonces su calor... el calor de su pene erecto recargándose contra mí, lo dirigió hacia mi... ano... hizo un poco de presión y... entró... ... ... Yo grité, volví a agitarme, aquella era por supuesto la primera vez que... bueno... yo nunca... así que dolió mucho, sentí una especie de desgarrón frío, punzante, y me estremecí de la cabeza a los pies... ... Sin embargo, la sensación fue pasajera... ese dolor punzante quiero decir, pues, aunque sentí que poco a poco su pene entraba todavía más y me hacía doler... era un dolor... distinto, raro... y lo más curioso era que... bueno, en realidad, mi recto no parecía resistirse mucho a su avance... me penetraba con gran facilidad, si bien, entre más y más entraba, el dolor se acrecentaba y por momentos volvía... Yo gemía, sollozaba, pero ya no me movía, intentaba relajarme y no estorbarle, no hacerlos enojar... De pronto él se detuvo, me tomó fuerte de las caderas, y dio un fuerte empujón... Yo volví a gritar, repleto, sintiendo que en verdad no podía aguantar más, pero justo entonces él aflojó, se retiró incluso un poco, y luego volvió a entrar, aflojó y entró, aflojó y entró... bueno, ya me entiende... ... Los otros hombres sólo miraban, pero tenían sus miembros erectísimos debajo de los pantalones, algunos se acariciaban, y yo sólo me dejaba hacer... pues, en realidad, el dolor desapareció prácticamente por completo al cabo de no más de dos minutos... quizás fuese algo en ese ungüento, ése que me puso la mujer, pues de otra forma... seguro que no me habría entrado con tal facilidad... ...”

“¿Y qué más?”

“Estuvimos así un buen rato, el hombre me penetraba, a veces aceleraba y otras detenía sus embistes... de repente lo sentía muy adentro de mí, tanto que... bueno... es decir... también yo me puse erecto... pese a todo, mi pene también se endureció... y es que él era en realidad... bueno... no sé, en cierto sentido me trataba tan ‘bien’, era tan cuidadoso y... tierno, tan rudamente tierno mientras me hacía aquello, que... bueno... al cabo de algunos minutos... al sentir su pene duro dentro de mí, entrando y saliendo y... quiero decir... empecé un poco a disfrutarlo...”

“¿Sí?”

“Sí... o bueno, no... o más bien... es que... en semejante situación... ”

“Es completamente normal, es una reacción del cuerpo inevitable.”

“Sí... eso quiero decir... no lo pude evitar... y además él... bueno... él me decía cosas... bonitas... pese a todo... pese a que me estuviera sodomizando y violentando de aquella forma... me decía cosas... como... ‘preciosa’, ‘linda’... ‘mi amor...’... y yo... es decir... yo no quería hacerlo sentir mal, quiero decir, no quería que se enojara, que pudiera ponerse violento o algo así... era mejor de aquella forma, como estábamos... de cualquier forma mi cuerpo ya no lo rechazaba, su pene entraba y salía sin resistencia... yo gemía un poco... despacito, me volvía de cuando en cuando y lo miraba... él me guiñaba el ojo y me sonreía... no debía ser un mal tipo, pensé, o me dije... después de todo... como me dijo la mujer, me estaban tratando muy bien... en ningún momento me pegaron, ni me lastimaron ni... bueno, aparte del breve dolor del principio, ni siquiera es que me causaran daño... los otros hombres se masturbaban, ya habían todos sacado sus penes y se masturbaban mirándonos, pero ninguno se me acercó... sólo mi novio... es decir, el novio, tenía ese derecho... ... ...”

“¿Y después?”

“Después... no sé... no sé cuánto duraría aquello, aunque no debió ser breve... él por momentos se endurecía, es decir, me daba muy muy fuerte, gemía, si no me hubiera estado sujetando con sus manos, así como yo estaba pendiente del techo, seguro que hubiera empezado a balancearme... pero luego se detenía, aminoraba la marcha, y, despacito, a veces con auténtica ternura, me entraba y entraba con placer... Lo miré, él me miró, me sonrió y yo... bueno, yo también le sonreí... le quise hacer saber que no iba luchar, que podía estar tranquilo, que me iba a portar bien y él podía seguir sin contratiempos... porque esperaba que así, al acabar todo esto, pudiera yo volver sano y salvo a casa...”

“Claro.”

“Sí... por eso... ... En fin... yo... dado que era imposible escapar, o luchar, y era inevitable y de cualquier forma estaba ocurriendo y seguiría ocurriendo, me relajé y disfruté lo más que pude... seguí recibiendo su pene y... sin poderlo impedir... tanto me penetró que... seguramente la próstata... es decir... debió tocarla y... ... no pude evitar... pues, eyacular... gemí... me estremecí... quizá hasta grité, pero ya no para quejarme sino en un momento de placer... porque... bueno... y él, quizá también por eso, al fin empezó a acabar, me dio más fuerte, más fuerte, y al cabo... eyaculó...”

“¿Adentro?”

“Sí, adentro... pude sentir una especie de... no sé... como una ligera explosioncita y... plenitud... es decir, sentí que algo me llenaba... y... supongo que eso fue todo... Él retiró su miembro, acarició una vez más mi trasero, me subió las bragas, bajó mi vestido, se volvió a poner frente  mí y se acuclilló, y, sonriéndome de nuevo, me dio las gracias. ‘Estuviste genial, gracias, mi amor’, dijo, volvió a besarme, a besarme largo rato y luego todos, así sin más, con él a la cabeza, se fueron retirando... Al quedarme de nueva cuenta a solas, aturdido todavía, sin saber ni qué pensar de todo aquello, tan sólo temía que regresaran, esperé, y esperé, pero nadie más vino, no se escuchó ya ningún ruido... y entonces fue que lloré... lloré mucho... dejé correr mis lágrimas con alivio, a raudales... por todo, por nada, sencillamente lloré mucho hasta quedarme tranquilo... Aún podía sentir las embestidas por detrás, el semen de mi novio adentro de mí, pero estaba muy cansado, mucho muy cansado, así que me adormecí, pero casi inmediatamente entró el hombre del principio, tomó su silla como siempre y me empezó a dar de comer...”

“¿Y luego?”

“Nada, realmente, sólo comí, bebí, él se fue y un poco después entró la mujer, se arrodilló frente a mí, me dijo que lo había hecho muy bien, que a los señores les había gustado mucho, y que no me preocupara de nada... Yo la miré y le pregunté si ahora sí me iban a dejar ir, pero ella, como siempre, a eso no respondió nada...”

“¿Y entonces?”

“Entonces no sé... en algún momento me dormí, supongo, y ya no recuerdo nada más, aparte de despertarme en ese hotel... luego llegaron ustedes, no me creyeron nada de lo que les intenté explicar y me trajeron aquí... Por eso traigo puesto este vestido, por eso es que no traía ningún papel encima, por eso es que traigo el maquillaje todo corrido, y fuera de eso no puedo explicar nada...”

“Ajá. Sí. Bueno. Dice mi compañero que el anillo vale mucho.”

“Sí, ya lo había notado.”

“Muchísimo, de hecho. Y al parecer el vestido también es bastante caro.”

“¿Cómo sabe?”

“Uno aprende algunas cosas en este oficio. Seguro que esa diadema que trae puesta vale también lo suyo, más de lo que ganaré yo en un año.”

“Tiara.”

“¿Qué?”

“Se llama tiara, no diadema... y supongo que son mías, ¿no?”

“Deberían quedarse como evidencia.”

“¿Evidencia... de mi boda?”

“De lo que le acaba de ocurrir, y para levantar el acta y proceder penalmente...”

“¿Y quién dice que quiero proceder penalmente?”

“¿?”

“Igual y lo que le acabo de contar es puro cuento, y no tienen ningún derecho de tenerme aquí, no es ningún delito andar por ahí con un vestido de novia.”

“La violación se sigue por oficio...”

“Ya le dije que me acabo de inventar todo eso... sólo quiero irme... y encontrar a mi marido.”

“¿Su marido?”

“Pues sí, ¿ve esto? El cabrón se casó conmigo, y ahora me va a cumplir.”

...

(Fin de la transcripción)