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La Forma Del Amor - Capitulo 3 -

en Gays

Nuevamente agradezco a la gente que se ha tomado la moletia de opinar y mandarme mensajes acerca de esta historia. Siempre me tomo el momento de responderles y agradecerles su atencion. Espero continuar con la publicacion semanal de esta historia y nuevamente los invito a compartir conmigo cualquier duda o comentario

 

 

III

Penumbra

- Uriel –

 

I get along without you very well

Of course I do

Except perhaps in spring, but I should

Never think of spring

For that would surely break my heart in two

 

“I get along without you very well” - Chet Baker

 

 

Cuando Bryan empezó a gritarle, Uriel sintió ese sabor metálico en la boca que siempre relacionaba con retener sus palabras. Sabía que podía responderle y ponerlo en su lugar, pero no lograría nada, era como ver a un animal acorralado y le dolía ver a su amigo así. Quería ayudarlo, había tomado esa responsabilidad desde que Héctor había muerto; además, ellos habían hecho mucho por el cuándo su madre murió, se sentía obligado a compensar esa deuda moral, es lo menos que podría hacer por su mejor amigo. Y a pesar de todas sus buenas intenciones, con cada palabra le resultaba más difícil morderse la lengua.

Intentó verlo de la manera más fría posible, era bueno en eso, analizar a la gente y entender como funcionaban; Él lo llamaba “viviseccionar”, usualmente utilizaba ese conocimiento para defenderse en caso de ser necesario. Sin embargo, en esta ocasión intentaba usar esa habilidad para ponerse en lugar de Bryan, entenderlo lo mejor posible y ayudarlo a evitar el calvario al que el aún se enfrentaba. A eso se resumía todo, evitar que alguien mas, alguien a quien le tenía afecto, experimentara el mismo dolor que el estaba sintiendo por la pérdida de la persona en quien había puesto todas sus esperanzas.

Aunque tal vez era tarde para ayudarlo, ¿Cuándo debió haber intervenido? ¿Cuándo Bryan y Kyan se conocieron? Ya por entonces era evidente la atracción que sintieron el uno por el otro, el problema era Kyan, quien, aunque no era mal chico, estaba lleno de inseguridades, complejos, traumas y conflictos que no planeaba enfrentar, o al menos no hasta que su controladora madre le dijera que lo hiciera. Y a pesar de todo esto, Bryan se enamoró de el casi a primera vista.

Esto tal vez no hubiera sido tan grave de no haber sido por la muerte de Héctor. Cuando el falleció, Bryan puso todos sus sueños, esperanzas y anhelos en Kyan, idealizándolo al punto de que era como una panacea para todo el dolor de su vida; panacea que, curiosamente estaba siempre a la mano, pero resultaba inaccesible en términos reales. Bryan también estaba evadiendo sus conflictos. Cada día pasaba más tiempo con Kyan, cada día se alejaba más de sus amigos y de su realidad.

Tal vez debió haber intentado detenerlo cuando Gabriela apareció en la ecuación. Era obvio que la chica estaba con Kyan porque quería llamar la atención de Bryan. ¡Qué tonta! Aún no se daba cuenta de que los desplantes de celos que Bryan tenía cuando los veía juntos no tenían nada que ver con ella. También era obvio que Kyan encontraba cierta redención en ella, de todas las relaciones que pudo haber tenido, ella era la que su madre cuestionaría menos; y de igual forma, tampoco parecía entender que el era el objeto de los celos en ese absurdo triángulo amoroso.

¿Debió haber puesto un alto cuando los vio acercándose por el estacionamiento? ¿Cuándo empezaron la revisión del texto y ella empezó a quejarse? Definitivamente no era responsabilidad suya decidir sobre la vida de Bryan, y estaba haciendo todo lo que podía para evitar que el se lastimara. Sin embargo, Bryan se acababa de pasar de la raya.

El pecho de Uriel era un hervidero de emociones; Ira, dolor, decepción, rabia, desesperación. Las palabras que su amigo le había dicho retumbaban en su cabeza con tal potencia que no pudo responder, le dolía demasiado, así que prefirió irse. De cualquier forma, ya había tenido demasiado de Bryan y su estúpida obsesión por Kyan esa semana; el sí tenía un límite.

Tan rápidamente como sus pies se lo permitieron, caminó hasta su habitación donde se tiró en la cama. Durante varios minutos se quedó ahí, recostado, con los ojos cerrados, el rostro ardiente y luchando por controlar la furia que sentía. No lo logró, un potente grito se le escapó e hizo eco en su cuarto.

- Lo siento mucho. – Susurró suavemente una voz. – Debí haber dicho algo…

- ¡Christian! – Exclamó Uriel incorporándose de un brinco. - ¿Qué haces aquí?

- Entre detrás de ti. ¿No te diste cuenta? - Uriel negó con la cabeza, estaba visiblemente cohibido. – Perdón, pensé que… ¡Dios! ¡Estoy metiendo la pata más y más!

- ¿A qué te refieres?

- No te defendí allá, obviamente te estoy incomodando, ¡Debo ser el peor pretendiente que has tenido en la vida! – Tras decir esto se tiró en la cama al lado de Uriel.

- Eres un tonto… - Replicó Uriel esbozando una mal disimulada sonrisa.

Desde que Christian había llegado a la escuela fue una presencia constante en el día a día de Uriel. El chico era un estudiante de intercambio de una facultad de Cancún, Quintana Roo. Fue asignado a la misma clase de Uriel y desde el primer día había demostrado interés en el.

- ¿Me darías un tour por la escuela? – Había preguntado ese día de la manera mas natural y carismática.

- ¿Por qué yo? – Preguntó Uriel confuso. – No te ofendas, es solo que no soy del tipo social… posiblemente te aburras en mi compañía.

- Bueno, me agradan los chicos con look oscuro y misterioso. – Había respondido el, en tono de broma. – Te vi al fondo del salón callado y taciturno y pensé que sería agradable platicar contigo.

Uriel se había quedado sin habla. Nadie nunca le había dicho algo similar; durante toda su vida había sido un rechazado: por ser inteligente, por ser robusto, por ser gay. Con el paso del tiempo había preferido aislarse; usualmente pasaba desapercibido y socializaba lo menos posible, actitud que se había vuelto mas arraigada después de la muerte de su madre un par de años atrás. Tras ese suceso el chico vagaba por la facultad en silencio y relacionándose con sus compañeros solo cuando era absolutamente necesario; La situación empeoró todavía mas tras su ruptura con Miguel, su anterior pareja. Los que llegaban a tratar con el decían que era amable, pero frio y a Uriel le gustaba que se mantuviera esa opinión de el. Así que cuando Christian lo abordó con tal familiaridad, estaba tan confundido que solo atinó a decir que sí.

Ese día había sido una experiencia inusual para Uriel, Si bien había empezado como un simple tour, a el le había parecido mas una cita. Christian resultó un chico muy agradable y abierto; hablaba bastante pero también sabia escuchar, al cabo de un rato descubrió que tenían muchos intereses en común y de alguna forma habían terminado en el café del campus platicando amenamente.

- …Me dieron la beca por un corto de cine que presenté como proyecto.

- ¿Y cuánto tiempo estarás aquí? – Preguntó Uriel un tanto abochornado, Christian empezaba a parecerle bastante atractivo.

- Un año al menos, todo depende de si puedo conseguir un trabajo decente. el dinero que me dieron apenas me alcanza. - Respondió el, azorado. – me encantaría hacer toda la carrera aquí, pero la situación está difícil.

- Seria genial que te quedaras. – Agregó Uriel sonrojándose, la actitud relajada de Christian se le estaba contagiando.

- ¿Te parece? ¡Gracias! Al menos ya tengo un amigo aquí y bastante guapo. Dime, ¿Eres hetero? ¿sales con alguien?

- ¡Corta el rollo con eso! – Interrumpió Uriel sonrojándose visiblemente.

- Discúlpame. Creo que me pasé de la raya.

Uriel se quedó mudo un momento. Christian preguntó de manera tan inocua y natural que simplemente no supo responder. Para el, todo ese asunto de su sexualidad siempre se había tratado con discreción, no porque estuviera mal, si no porque no concebía hacerlo de otra manera. A pesar de estar fuera del closet no había modificado esas actitudes.

- No te preocupes. – Respondió al fin. – no me incomodas… Eh, no soy hetero y en cuanto a lo otro… es complicado.

- ¡No digas mas! No tienes porque darme explicaciones.

Y como a Christian le gustaba decir, ese había sido el comienzo de una hermosa amistad. Frecuentemente se les veía juntos en la facultad. Christian había sido el catalizador para que ese año Uriel presentara varios proyectos que habían estado empolvándose en el cajón de su escritorio y por supuesto había insistido en el coqueteo.

Al principio Uriel lo había rechazado abiertamente, pero con el paso de las semanas había empezado a ceder. y es que, siendo honesto, Christian le gustaba y mucho, sin embargo, no quería someterse a la ordalía de amar a alguien de nuevo. Su relación con Miguel había sido demasiado caótica, demasiado tortuosa y las cicatrices aun rezumaban dolor. Al fin y al cabo, si Christian iba a irse no le veía caso a luchar por ello.

- No te preocupes. – susurró Uriel quitándole importancia al asunto. - Lo que me dijo Bryan duele, pero te aseguro que el está peor. Solo se defendió de lo que el creyó era un ataque.

- ¿Creyó? ¿Me estás diciendo que no lo atacaste? – En el rostro de Christian se plasmó toda la incredulidad que sentía.

- Créeme, si en verdad hubiera querido hacerle daño la discusión se hubiera puesto mucho peor. – Con un suspiro se tendió en la cama junto a Christian, tras poner sus manos detrás de su cabeza continuó. – Lo conozco demasiado bien, si quisiera en verdad podría decir algunas cosas que lo lastimarían mucho, pero no es la idea. Intento hacer que se dé cuenta que su obsesión con Kyan le está haciendo daño.

- Eres un mal mentiroso. Es obvio que te lastimó, el sabe exactamente que el asunto de tu ex te puede mucho y no duda en sacarlo a colación. Si en verdad fuera tu amigo no haría eso.

- Tal vez, pero honestamente yo hubiera hecho lo mismo si estuviera en su situación… Es complicado, Christian. Mejor déjalo estar, no tiene caso darle mas vueltas a los problemas de Bryan. Si el no quiere reconocerlo no puedo hacer nada.

- Tienes razón. – Respondió Christian girándose, en un ágil movimiento se puso a horcajadas sobre la cadera de Uriel, sus manos sujetaron las del chico por las muñecas inmovilizándolo en la cama. - Mejor enfoquémonos en ti y lo que podemos resolver nosotros. Cuéntame, ¿es este Miguel la razón por la que me sigues diciendo que no?

- Christian, no de nuevo. – Exclamó Uriel desganado, aunque tampoco hizo ningún esfuerzo por liberarse. – Ya hemos hablado de esto.

- ¡Lo sé! Yo te gusto, tu me gustas, quiero intentar algo contigo, pero siempre hay un fantasma entre nosotros. – Mientras hablaba se fue acercando mas y más al rostro de Uriel, hasta que sus labios casi se rozaron. - Quiero entenderte, pero tu no me dices nada.

Empezaron a besarse, El contacto le resultó tibio y amable a Uriel; en aquel toque había tanto de lo que deseaba y temía. Su mente y su corazón comenzaron a pelear entre detenerse o continuar. Anhelaba tanto a quien amar, pero tenía demasiado miedo y dolor dentro de si. La duda empezó a dominarlo, por su garganta subió una sensación amarga y dolorosa que empezó a asfixiarlo y emponzoñó aquel dulce beso.

Uriel se levantó de golpe, lanzando a Christian al otro lado de la cama. Dando manotazos frenéticos se acercó a la puerta corrediza que daba acceso al balcón y tras abrirla dio varias bocanadas de aire como si se hubiera estado ahogando.

- ¿Estás bien? – Preguntó Christian preocupado.

- No… Si… - Respondió Uriel sintiéndose cada vez más imbécil; había empujado a Christian y el, lejos de molestarse seguía preocupándose por su bienestar. – No, no estoy bien, pero lo estaré…

- Uriel… ¿Qué pasa? ¿Podrías al menos explicarme eso?

- Yo… no estoy listo. – Empezó Uriel, le costaba hablar, no se había abierto con nadie excepto con Bryan acerca de este tema. – Mi relación con Miguel es… ¡fue! Complicada y yo… simplemente no puedo…

- Es porque me voy a ir, ¿verdad? – Preguntó Christian con la mirada triste.

- No es la única razón. – Respondió Uriel acercándose a el; luego de ponerse en cuclillas tomó su rostro entre sus manos y lo obligó a encararlo.

A veces odiaba a Christian, odiaba lo que le hacía sentir, ojos cafés llenos de tibieza y amabilidad, su rasposa barba de días, su negro y lacio cabello, sus labios que deseaba besar una y otra vez; odiaba sentirse atraído por el, odiaba quererlo porque le hacía sentirse vulnerable.

- Es solo que… no podría soportar quedarme solo de nuevo.

- Pero podríamos hacer que el tiempo valiera la pena. Podríamos salir, divertirnos, hacer que cada minuto cuente. ¡Es mas, vamos a la fiesta de Gabriela!

- Tienes que estar jugando. – Replicó Uriel a punto de reír.

- Supuse que querrías rematarla. – Agregó el otro chico esbozando una sonrisa.

- Solo porque disfrutaría en demasía ridiculizarla en público, no es pretexto para exponerme a las masas, ya sabes que…

- Odias a la gente. – Susurró Christian terminando el pensamiento de Uriel. – Lo sé, Solo hago el intento. - Lentamente se puso en pie, Uriel lo imitó. – Si cambias de opinión y quieres salir hoy o en cualquier momento, o hablar, de lo que sea, sabes dónde encontrarme. - Uriel no respondió, se sentía demasiado consternado para hacerlo. - Hasta luego.

Nuevamente besó a Uriel. El beso fue rápido pero intenso, el chico no alcanzó a reaccionar y para cuando se dio cuenta el contacto había terminado y Christian ya iba en camino a la puerta. Durante un rato se quedó ahí parado, sintiendo frio y calor al mismo tiempo, su mente era un completo revoltijo y su corazón latía agitadamente. Intentando calmarse tomó un cigarro de su buró y tras encenderlo salió al balcón.

El sol ya se había puesto y la penumbra nocturna empezaba a rodear las cosas. A Uriel le encantaba la noche, el silencio nocturno; por alguna razón se sentía resguardado ahí. Lentamente dejó que sus pulmones se llenaran con el acre humo de su cigarro especiado, retuvo el aire por mas tiempo del acostumbrado y tras dejarlo salir contempló el vacío que se extendía bajo el. Vivía en un quinto piso, la vista era genial, pero voltear hacia abajo siempre le revolvía el estómago; sin embargo, esta vez una idea mas le cruzó por la mente: “Sería tan fácil dejar de sufrir”.

Desde la muerte de su madre Uriel se había sentido fuera de lugar. No le quedaba familia, ni un hogar verdadero, sus amigos y en especial Bryan hacían un gran esfuerzo para entenderlo y ayudarlo, pero al final nadie vivía dentro de su piel, nadie podía entender como se sentía haber perdido todo, como se sentía haber sido dejado solo.

En cuanto a Miguel… las cosas habían resultado tan fáciles, tan idílicas, tan intensas; Nunca pensó que podría sentirse completo de nuevo. Y justo cuando todo parecía ir bien, cuando empezaba a ver un futuro con alguien, empezaron las ausencias, los pretextos, hasta que finalmente todo se acabó. Lo único que quedó fue la soledad y un dolor sordo que siempre lo acompañaba. Era como si le hubieran clavado una espada en el corazón y tras retirarla solo pudiera sentir esa herida hueca, sangrante y que nunca se cerraba. Deseaba fervientemente dejar de sentirse así.

Solo fue hasta recientemente que esos pensamientos suicidas empezaron a rondar su mente, deseaba tanto dejar de sentir ese vacío; pero cada vez que sentía esa llamada el miedo también lo invadía, fue por eso que aceptó ir al psiquiatra que Bryan le había conseguido. Entre su constante insomnio y el dolor que sentía, ya fuera real o imaginario, aceptó la ayuda de inmediato.

Y ahí estaba de nuevo, mirando al vacío, buscando pretextos para aferrarse a su existencia a pesar de las ganas locas que sentía por abandonarlo todo. Y luego estaban los mensajes, aquella nueva fuente de culpa y ansiedad. Con manos temblorosas sacó su celular del bolsillo y contempló con ojos desesperados aquellos mensajes que desearía jamás haber recibido. De no ser porque en ese momento Bryan decidió salir al balcón, quien sabe que hubiera pasado.

- Creo… que te debo una disculpa. – Empezó el chico acercándose dudoso a Uriel mientras este guardaba su celular a toda prisa.

- Otra disculpa. – Corrigió Uriel.

- Si, lo sé… pero es que tienes el don de presionar mis botones en el peor momento y…

- Pensé que te estabas disculpando. – Interrumpió el otro soltando una bocanada de humo que olía a clavo y especias.

- ¡Dios! Soy malísimo para esto y lo sabes. ¿Por qué te gusta hacérmelo mas difícil?

- Tómalo como parte de tu penitencia.

- ¡Oh Uriel, segador! ¡Ángel de la muerte! ¡Oscuro Uriel que mora en las sombras! ¡Imploro tu perdón! – Exclamó Bryan cayendo al suelo y deshaciéndose en reverencias.

- ¡Para eso! ¡te van a escuchar los vecinos!

- No hasta que me disculpes.

- ¡Bien! ¡Te disculpo! ¡carajo, uno no se puede enojar con la gente a gusto!

Mientras se levantaba, Bryan vio como una sonrisa divertida cruzaba por el rostro de Uriel, siempre había pensado que el chico era particularmente atractivo cuando sonreía.

- Supongo que también yo debería disculparme. – Continuó Uriel dando otra calada a su cigarro. – No debí reaccionar así porque le ofreciste el papel a Kyan, después de todo es buen actor y ya sabe el procedimiento. Aunque ya sabes la regla número 1 en este negocio: No trabajes con un interés romántico.

- Honestamente no sé si hice bien. No pensé que fuera a traer a esa arpía… - Resopló Bryan. – ¿Es por eso que no aceptas los avances de Christian? Porque no quieres mezclarlo en cuestiones de trabajo

- No es solo eso.

- ¿Tiene que ver con la razón por la cual escondiste tu celular?

- Bryan ¿Por qué te aferras a Kyan? – Preguntó Uriel de la nada intentando cambiar de tema.

- ¿Por qué te aferras a Miguel, aunque ya no está? – Respondió Bryan, aunque esta vez la pregunta era legítima y carente de malicia.

- Touche.

- ¿Sabes? Por primera vez no tengo ganas de ver a Kyan. – Mientras hablaba, Bryan se acercó a Uriel y le quitó el cigarro de la mano, tras darle un par de caladas se lo regresó a su dueño. – A veces pienso que hace este tipo de cosas para darme celos.

- Tal vez lo hace, pero no por eso. Tal vez te está poniendo un límite… aunque, por otro lado, ambos sabemos perfectamente que Gabriela lo está usando a el para acercarse a ti. ¡Dios! ¿Cómo es que tu vida se volvió tan complicada?

- Dímelo a mi, me gustaría que hubiera una forma de hacerlo sentir lo que yo…

Una luz traviesa apareció en los azules ojos de Bryan, Uriel, al verla supo que no le iba a gustar la idea. Esa mirada solo significaba problemas.

- ¡No!

- ¿Qué?

- Lo que sea que estés pensando, ¡No! ¡No pienso ayudarte con lo que sea que se te haya ocurrido!

- Por favor, Uriel. ¡Dame la oportunidad de poner las cosas parejas! ¡Solo necesito el teléfono del chico que me presentaste ayer!

- ¡¿Qué?! – Respondió el otro escandalizado. - ¿Quieres usar a Sergio? ¿Pero qué diablos tienes en la cabeza? El chico solo se interesó por ti, no tienes porque meterlo en tu estúpido juego enfermo.

- ¡Por favor!

- ¡No! Me rehúso, consíguelo tu si quieres, pero esto solo es una prueba mas de que te estas hundiendo con esta porquería. – Con un gesto furioso, Uriel se arrancó el cigarro de la boca y tras pisotearlo, continuó con su discurso. – Sabes que eres mi amigo y te quiero, sabes que insisto con el tema porque me preocupa tu bienestar, pero esto pasa de la raya. Si decides revolcarte en tu mierda, adelante, hágase tu voluntad, pero no te lleves a los demás entre las patas.

Decepcionado, se dio la vuelta, entró a su recamara y se volvió a tirar en la cama. Cerrando los ojos intentó relajarse, se sentía cansado, decepcionado y confundido; ya suficiente tenía con sus problemas como para intentar resolver los problemas de Bryan. Súbitamente sintió como su corazón empezaba a acelerarse, una sensación incómoda empezó a recorrer su piel, su garganta se cerró, estaba sufriendo un ataque de ansiedad; el stress de la semana finalmente lo había alcanzado.

Angustiado volvió su mirada al buró junto a su cama, ahí estaba el frasquito de píldoras que le habían recetado; Odiaba esas pastillas, lo hacían sentir como si cediera el control de su cerebro y no le gustaba en absoluto, intentó controlarse. Cerrando los ojos nuevamente empezó a respirar lenta y pausadamente, intentando controlar su corazón acelerado y olvidarse de la desagradable sensación que corría por su piel; perdió la noción del tiempo y en algún momento se quedó dormido, lo supo porque siempre tenía esa sensación de caer que lo obligaba a despertar.

Tras recuperar el aliento y ubicarse, Uriel consultó su reloj, pasaban de las doce. Durante un rato se quedó mirando al techo, no iba a poder conciliar el sueño nuevamente esa noche, no sin las pastillas. Gruñendo de frustración tomó el cuaderno donde escribía, su pluma favorita, el frasco de pastillas y salió de su cuarto. Procurando no hacer ruido cruzó el pasillo y se dirigió hacia la puerta de servicio que daba a la azotea del edificio.

La azotea era un lugar que le brindaba paz o al menos solía hacerlo. La vista era impresionante sin importar la hora del día y el aire frio de la noche le parecía relajante. Muchas veces había subido a contemplar las luces de la ciudad; aquella visión lo inspiraba y había sido ahí donde había tenido algunas de sus mejores ideas para un cuento u obra. Claro, eso había sido antes de Miguel.

- ¿Ves todo esto? – Había exclamado el, emocionado mientras abarcaba con un gesto el manto de luces que era la ciudad - ¿Te gusta?

- ¡Wow! Tienes una vista hermosa desde aquí.

- ¡Te la regalo!

- ¿Cómo vas a regalarme la ciudad? – Había respondido Miguel torciendo el gesto. Por aquel entonces ya habían empezado a tener problemas.

- ¡No, tonto! – Replicó Uriel plantándole un beso en los labios, Miguel no lo correspondió. - Te regalo mi visión del mundo, mi sueño mas grande, te regalo lo que soy, porque eres quien mas me importa.

Desde que Miguel se había ido Uriel no podía estar en paz ahí, ya no, seguía subiendo por costumbre, porque no sabía de que otra forma enfrentar el dolor que sentía. Frecuentemente iba allí y contemplaba la ciudad durante las noches, parado en la cornisa del edificio, con las lágrimas corriéndole por el rostro, deseando dejarse caer sin poder hacerlo. No lograba entender como alguien podía ser tan cruel, como alguien podría haberlo dejado solo de esa manera.

Su corazón empezó a acelerarse nuevamente y la desagradable sensación se esparció por su cuerpo. Esta vez no pudo combatirla y se rindió ante ella. Tras acomodarse en un nicho cerca de la escalera abrió el frasco, por un momento contempló la pastilla como si fuera un insecto ponzoñoso, luego se la tragó. Mientras esperaba a que el medicamento hiciera efecto tomó su celular y nuevamente vio el mensaje que tanto le molestaba; con letras negras y grandes leyó nuevamente: “Hola Uriel, Soy Miguel. Me gustaría mucho verte de nuevo”.