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Andrea Tranny… curiosidad que regresa

en Transexuales

Mi historia es muy parecida a la de cualquiera, a mitad de los 30 años, viviendo en la ciudad de México, heterosexual en público, travesti privado en el closet. Desde muy joven supe que ése sería mi dilema. No la bisexualidad, porque jamás me interesaron los hombres, me interesaban las mujeres y también el ser mujer.

Mi vida pública como hombre iba bien, tenía mis novias y mis aventuras y las disfrutaba; sólo a veces mi lado travesti emergía y tenía que atenderlo a solas. Gracias a Dios somos la generación del Internet y uno puede leer y ver cualquier cosa que imagine. Así, a los 21 años que empecé a trabajar y vivir por mi cuenta, tuve muy rápidamente mi colección de juguetes, ropita, me rasure todo el vello púbico y armé una buena cantidad de fotos, revistas y videos travestis, junto con una buena colección de pornografía hardcore, con la que a veces me masturbaba viendo a la chica siendo cogida por todos sus orificios en dobles penetraciones o gangbangs, y otras me masturbaba con un buen juguete en mi ano y pensando que yo era la chica. Pronto descubrí que cuando me vestía de mujer quería ser humillada, ultrajada, dominada, mi sueño era ser abusada por dos o tres hombres.

Regresaba tarde a mi departamento después del trabajo y casi siempre por la Calzada de Tlalpan, que en ese tiempo estaba llena de prostitutas travestis, daba y daba vueltas para verlas, no para subirlas al auto, sino fantaseando ser una de ellas para que unos adolescentes de fiesta me subieran a su coche y me obligaran a mamarles la verga y me cogieran sin piedad. Me penetraran por el ano y la boca y hasta me hicieran una doble penetración anal y luego recoger el semen que hubiera caído al piso o vestiduras del auto con la lengua.

Gozaba mi vida como hombre, pero la urgencia de ser poseída como mujer crecía. Así empecé a revisar los anuncios de clasificados de Aviso Oportuno, de esa forma conocí los servicios de Roberta, una mujer madura, de unos 45 años que se especializaba en servicios de transformación. Le llame miles de veces y colgaba, hasta que una mañana de sábado me decidí e hice una cita. Le explique que quería ser transformada, le di mi altura 1.80 metros y 80 kilos de peso. Le dije también que quería ser sometida, violada y tratada como puta. Me instalé en el Hotel Castillo, justo sobre la Calzada de Tlalpan y Churubusco, donde tantas prostitutas travestis había en la noche.

Roberta llegó a la habitación tras una espera de 1 hora que a mí me parecieron años. Me vio, me pidió que me desnudara, me pidió que diera la vuelta. Me bautizó como Andrea, así te llamarás cuando estés conmigo me dijo; yo voy a ser Braulio, tu macho. Sacó unas medias rojas, un liguero, brassier con rellenos postizos, peluca y me maquilló, luego me puso zapatillas de tacón y me dijo, ahora te voy a coger. Ella no se desvistió, sobre su ropa, muy masculina, pantalón de mezclilla y camisa baquera, se colocó un strip-on con un pene de goma de buen tamaño, sabía que me dolería, a pesar de mis largas noches de prácticas a solas, mi ano ya sabía lo que vendría.

Me dijo, aquí mandó yo, te voy a gozar y si te duele no me importa. Me puso boca arriba, puso mis piernas en sus hombros, me beso las nalgas, me dio unos pellizcos, me mordió las tetillas del pecho y empezó a insultarme. Puta, perra, cogelona, putita de mierda. Yo estaba prendida, me sentí mujer. Luego me untó aceite y lubricante y con las “patitas al aire” me metió su verga postiza hasta el fondo, empezó a bombearme, me dolió pero lo estaba gozando. Empujaba fuerte y rápido. Luego me puso en cuatro y empezó a penetrarme por atrás, me agarraba fuerte de la cintura para que no huyera de una cogida fuerte que me estaba dando. Me puso de lado, me hizo que le mamara la verga llena de mis fluidos, directo de mi ano a mi boca (por fortuna en la mañana me había lavado y estaba limpiecita). Me sentí actriz porno mamando la verga que me cogía. Me hizo añicos, cuando le decía que parara me jalaba la peluca, me decía “no te quejes puta, esto es lo que querías”. Me hizo como quizo unos 30 minutos, luego me vendo los ojos y me volvió a coger con las piernas al hombro. Mi pidió que dijera su nombre de hombre, Braulio, Braulio!!! Decía yo entre dolor y excitación.

Me dijo me vengo, y recuerdo que me baño con una botella de yogurt que saco de sorpresa, me la embarro por la cara como si fuera su semen, lleno su verga de silicón y me hizo limpiarla con la lengua y labios. Así me dejo, abierta, con el ano palpitando, pero feliz. Me dijo que era una de sus mejores putas. Se fue y sólo en el cuarto saqué fotos de travestis siendo cogidos por varios hombres al mismo tiempo y me masturbé de forma deliciosa mientras mi ano tenía un juguete de los míos.

Este fue mi primer encuentro como travesti fuera del closet. Roberta (disfrazada de Braulio) me haría muchas cosas más llevando algunas veces a otra amiga también jugando el papel de hombre con su verga postiza. Luego me haría la propuesta de presentarme con un cliente suyo que le gustaba desvirgar putitas travestis como yo. Pero esa es otra historia. Por lo pronto escribo esta historia porque ha renacido en mí el deseo de ser mujer de rato y encontrar a dos o más machos que me quieran humillar y ultrajar.