miprimita.com

Historias de mi vida (III): Probándonos mutuamente

en Gays

Historias de mi vida (III): Mamadas entre mejores amigos

Un año más pasó, Isma y yo  comenzamos un nuevo curso. He de decir que Isma y yo éramos muy buenos alumnos, cada uno a su manera. Isma era un chico estudioso y responsable, se portaba muy bien en clase y no le llamaban la atención casi nunca. Él hacía siempre la tarea diaria, aprovechaba cada momento para adelantar materia y quitarse el trabajo de casa en clase.

Yo, sin embargo, era un desastre: nunca hacía los deberes en casa y los hacía la hora antes, les pedía los ejercicios resueltos a mis compañeros, dejaba los trabajos para última hora…, pero tenía (y sigo teniéndola) una gran capacidad para recordar lo que escucho y lo que leo, por lo que solo tenía que prestar un poco de atención en clase y leerme el temario una o dos veces antes de los exámenes. A parte, yo en clase era un festival: cuando ya me sabía algo y me aburría, me dedicaba a hablar con los demás, a jugar al ‘alto el lápiz’, al tres en raya, a dibujar mandalas y a hacer el payaso y decir tonterías.

Isma y yo tuvimos la fortuna de coincidir en la misma clase durante todos los cursos en los que yo vivía allí, y éramos como el ying y el yang. Yo lo llevaba al lado oscuro, para que jugara conmigo, decir tonterías y desternillarnos de risa en clase…, y él me llevaba al lado de la luz, para hacer los deberes, hacer resúmenes, prestar atención y mantener las formas. Lo cierto es que me enseñó muchos hábitos que me sirven hoy en día, pero también es verdad que nos tronchábamos de risa.

También he de decir que nunca me han puesto ningún parte de expediente, ni me han expulsado en clase, yo era más bien el payasete que no hacía daño a nadie y que se callaba cuando lo mandaban a callar. Isma y yo fundamentábamos nuestra amistad en tres valores, aunque no lo supiésemos y nunca haya sido expresado con palabras.

Esos tres valores son el respeto, la sinceridad y la generosidad. Respeto porque nunca nos ha gustado meternos con los demás (y mucho menos el uno con el otro), nosotros íbamos a nuestra bola, sin molestar a nadie. Sinceridad porque siempre decimos lo que pensamos, las mentiras entre nosotros se pueden contar con los dedos de las manos y aunque yo soy el más picón de los dos, siempre que la hemos cagado, siempre hemos sabido pedir perdón y tragarnos el orgullo. Y generosidad porque lo que le faltaba a uno siempre se lo daba el otro, sin pedir nada a cambio.

A Isma le empezó a cambiar el cuerpo: creció mucho en muy poco tiempo, empezó a salirle pelo en las piernas, en las axilas, le empezó a crecer el bigotillo, se volvió más fuerte y rápido (se vio demostrado en el fútbol), le empezó a cambiar la voz y bajó varios kilos. De hecho, se quedó bastante delgado, pasó a ser un niño regordete a tener tripita. Recuerdo que ese año se dio un buen corte de pelo, dejándose el pelo de los lados más corto que el de arriba, como yo, y le favoreció bastante. Su pene dio un cambio espectacular: pasó de ser el miembro viril de un niño a ser todo un pene adolescente, con un grosor y longitud considerable. Su cara empezó a cambiar, empezó un proceso que a día de hoy llamamos de coña “el patito feo”, ya que Isma era bastante poco atractivo, pero en esa época empezó a cambiarle la cara para convertirse en el hombre que es hoy: un tío bastante guapo, a decir verdad.

Yo, sin embargo, seguí la línea estándar del crecimiento: nada de grandes sorpresas. Por aquél entonces, era un chiquillo delgado y fibroso, de fuertes brazos y piernas y nada de grasa corporal, por lo que se me veían los abdominales, cosa de la que siempre me he jactado, hasta darme cuenta de que era de canijo y no de fuerte, pero bueno, cosas de la edad. Yo ya contaba con unas piernas cubiertas de una fina capa de pelitos rubios, de pelos en las axilas y de un bigote que me afeitaba religiosamente, ya que mi hermana Paola me decía algo siempre que me veía sombrita bajo la nariz. Seguía siendo de los más altos de mi clase y de los niños más queridos por las chicas de mi edad. Lo cierto es que siempre he sido un niño guapete, nada del otro mundo, también es cierto. Mis dos hermanas y mi hermano mayor eran y son guapísimos: tienen el pelo rubio y los ojos azules y unas caras preciosas, a diferencia de mí, que tengo el cabello castaño y los ojos verdes. Este hecho ha sido objeto de broma siempre en mi casa cuando era pequeño, cuando mis hermanos me decían que era adoptado, que me recogieron de la basura o que me compraron a una gitana. Soy un calco de mi hermana Irene: cuello largo, cara delgada, rasgos finos y nariz chata.

Por aquél entonces, yo no buscaba novia, de hecho, si salía con alguna chica o me echaba novia, solía ser porque me buscaban y yo me dejaba querer. Tenía en mente a una chica de otra clase y era perfecta. Su personalidad era muy chocante para mí y como que le cogí más distancia. Eso sí, era guapísima.

Isma y yo empezamos a crear un grupito de amigos, de chavales que compartían nuestros gustos, que eran buenos chicos y con los que nos lo pasábamos genial. De hecho, la timidez de Isma fue desapareciendo y se sociabilizaba mucho más. Él fue cogiendo las riendas del grupo y se convirtió en el líder de nuestra pequeña tropa. Había chicos que me caían mejor y otros que no tanto, pero nos hicimos muy buenos amigos y juntos vivimos momentos memorables. Hoy en día, dos de ellos son de mis mejores amigos, por lo que puedo decir que fue un acierto.

Isma siempre ha sido un niño muy bueno y educado, pero últimamente hacía cosas más propias de mí que de él y me preocupaba. Incluso le llegaron a poner un parte por tirarle un estuche a otro niño y partirle el labio. Yo no sabía si era porque estaba cambiando, por nuestras nuevas amistades o por impresionar a las niñas. Porque, sí, Isma tuvo su primer romance en al principio del primer trimestre, algo muy pasajero, que acabó a las dos semanas. Tiempo durante el cual besó a su primera chica y despertó en él ese afán por repetir de nuevo.

Isma y yo seguíamos quedando en su casa casi todos los días y seguíamos contándonos todo lo que se nos pasaba por la cabeza y últimamente él solo sabía hablar de las niñas de nuestro instituto y de lo que le gustaría hacer con ellas. Yo me limitaba a asentir, a decir algún nombre de alguna chica que me picase y a contarle las cosas que hacía con la chica con la que hubiese estado tonteando o saliendo.

Nuestro pacto ilícito de masturbación seguía en vigor y nos la cascábamos cada vez que se daba la oportunidad. Adquirimos mucha práctica y aprendimos mucho de los vídeos que veíamos en los móviles que nos regalaron nuestros padres. Aprendimos que con saliva todo es mejor y que nuestra categoría favorita era la de teenagers. Hubo un periodo de tiempo de 3 semanas más o menos en las que no pudimos quedar para pajearnos y cuando nos volvimos a juntar en su casa, con sus padres y Hugo durmiendo la siesta abajo, nos pusimos a jugar a la Play. Al cabo de un rato, tras unos cuantos partidos le dije:

-       Pf tío, no sé por qué, pero estoy caliente, ¿nos hacemos una paja?

-       Venga, vale. Yo también tengo ganas, además hace ya mucho que no me la meneas.

Procedimos con nuestra ya rutina: yo iba a por papel higiénico mientras él se ponía a buscar algún vídeo en el móvil y se tumbaba boca arriba en la cama. Para cuando llegué, se podía apreciar un gran bulto en sus calzonas.

-       ¿A qué esperas para bajarte eso? – le pregunté.

-       A que me los bajes tú. – Me dijo con una mirada pícara y juguetona en sus ojos.

No tardé mucho tiempo en hacerle caso. Primero le bajé las calzonas y las tiré a la silla de su pupitre, para más tarde bajar los calzoncillos que llevaba. Cuando dirigí mi mirada, me quedé sorprendido al apreciar el cambio tan notable que el pene de Isma había sufrido. Se había vuelto mucho más grande y gruesa, aunque la piel le seguía cubriendo hasta la punta, se le había oscurecido un poco la piel del conjunto y sus huevos se veían más grandes.

-       ¡Pero bueno! ¿Qué coño ha pasado aquí? ¿Dejo de vértela durante un poco de tiempo y te crece tanto? – Le dije entre sorprendido y broma.

-       Pues vas a tener que dejar de vérmela más tiempo, para tenerla como con la tuya y si no me la ves más me convierto en Nacho Vidal jajajaja.

Nos empezamos a reír, pero lo cierto es que Isma había dejado de tener el pene de un niño y había adquirido dimensiones notables, aunque he de decir que yo aún le sacaba algo de ventaja.

-       Bueno va, métele caña que ya no me llega la sangre al cerebro. – me dijo.

-       Voy, voy, impaciente.

Acto seguido agarré el pene de Isma y le bajé la piel hasta que dejé al descubierto su rosadito glande, para acomodarme la mano y empezar con el sube y baja.

-       Tío, échame saliva anda, que así se siente mejor… - Me dijo.

Llevaba mucho tiempo rondando por mi cabeza una idea, una idea que me excitaba mucho, pero que me daba miedo a la vez. Quería proponerle a Isma si le apetecía que nos la chupásemos, aunque fuese solo por probar.

Me ponía a cien pensar que Isma tenía mi polla en su boca, saber qué se siente que te la estén comiendo, pero también me daba mucho morbo meterme ese trozo de carne en mi boca, lamerlo, hacer que Isma disfrutara sobremanera y gozara con cada lametón. Pero me daba mucho miedo que lo rechazara y que esa sugerencia nos distanciara, que ya no quisiese ser más mi amigo por tomárselo como algo “de maricones”. Le eché valor y

-       Tío, tengo una idea. ¿qué te parece si te la chupo y luego me la chupas tú a mí? Aunque solo sea por saber qué se siente. – le pregunté dubitativo.

-       Uff, no sé tío, eso es mucha tela ya. – Me contestó.

-       Va macho, no seas tonto. Que se tiene que sentir muy bien y tengo muchas ganas de que me la chupen. – omití que también tenía ganas de probársela.

-       Bueno, en verdad yo también tengo ganas de saber qué se siente cuando te la chupan. Empieza tú ¿vale? – cedió al fin Isma.

-       Vale, pero avisas antes de correrte, que paso de tragarme eso ni de que te corras encima mí. -

-       Bueno, pero tú ten cuidado con los dientes, por lo que más quieras. – me dijo riendo.

Seguí meneándosela y por mi cabeza pasaban muchas ideas. ¿De verdad se la iba a chupar a un tío? Bueno, Isma es con quien más confianza tengo. ¿Pero eso no te hace marica? No veía nada en otro plano que no fuera la amistad en Isma. La calentura me pudo y, sentado al lado de Isma, me llevé su polla a mi boca.

Fue todo un mar de sensaciones. Recuerdo que antes de llegar yo, se había duchado, por lo que no sabía a sudor ni orina. Tenía un extraño sabor a… no sabría cómo describirlo. Al principio no me sabía a nada, hasta que un sabor algo agridulce me fue reconocible. El sabor no era nada malo, aunque tampoco sabía a helado de fresa, no sé si me explico. La piel era suave, pero estaba dura igualmente. Rodeé el capullo de su pene con mi lengua y succionaba a la vez, cosa que aprendí viendo porno y leyendo relatos, y mientras lo pajeaba, iba tragando parte de su pene. Por aquél entonces debería de medir como 14 cm y era de no mucho grosor, pero no era capaz de tragar mucho. Isma debería estar gozándolo mucho: respiraba muy fuerte y sus piernas daban pequeños brincos. Dirigí la mirada hacia su rostro, para ver cómo tenía los ojos cerrados, haciendo caso omiso del vídeo porno, y cómo se mordía el labio inferior.

-       ¿Cómo se siente? – Le dije mientras seguía pajeándolo

-       Loco, esto le da mil vueltas a las pajas. Sigue por favor, que me falta poco. – Me contestó con la cara sonrojada.

-       Bueno, pero avisa, que no quiero sorpresas.

Volví a llevarme a la boca aquel pedazo de carne que, la verdad, no me disgustaba para nada. En ello estaba, cuando sentí como algo me rozaba el cuello, en la parte de la nuca. Isma había abandonado finalmente el móvil y me hacía cosquillitas en la cabeza. Las caricias se volvieron pequeños empujones que me hacían subir el ritmo de cada mamada. No le puse problema, aumenté la cadencia y a la agitada respiración de Isma se le unieron unos pequeños gemidos. La mano de Isma también empezó a dar empujones más fuertes, además de más rápidos. Yo estaba al borde de la arcada, hasta que finalmente, un empujón más fuerte de la cuenta hizo que su polla traspasara mi campanilla, me diera una gran arcada y se me saltaran las lágrimas. Justo cuando me retiro, del pene de Isma salieron cuatro chorros de leche bien densa, que le mancharon todo el pecho y que le llegaron hasta la barbilla.

-       Joder Isma, ¿eres tonto?, que casi poto. – le dije molesto.

-       Lo siento tío, es que ya no podía más y me he dejado llevar, perdóname anda. – dirigió su mirada hacia la mía y vi que se arrepentía de verdad.

-       Bueno, da igual anda. Se ve que te ha gustado mucho, te has manchado hasta la cara, animal.

-       Madre mía, si la mitad de las tías la chupan como tú, no voy a querer ni follar. ¿Me puedes coger más papel higiénico porfa?

-       Venga, anda, que con ese cachito no tienes ni para empezar.

Le llevé más papel y se limpió, aunque se dio por vencido y al final se acercó hasta el lavabo para darse con agua. Yo estaba en la cama, con mi móvil en la mano, buscando algún vídeo que me gustara.

-       Te digo lo mismo que tú, avísame cuando te vayas a correr, que ya he tenido bastante con la mía. – me dijo mientras llegaba del baño y se ponía los calzoncillos.

-       Bueno, pues yo te digo lo mismo que tú: ten cuidadito con los dientes, por dios. – y los dos empezamos a reírnos.

-       ¿También te voy a tener que desnudar yo? – y me miró riendo

-       ¿Acaso lo dudabas? – contesté yo, guiñándole un ojo.

-       Bueno pues levanta el culo al menos.

Le hice caso y él, con no mucha delicadeza, me quitó del tirón mis calzonas y mis apretados boxers. Yo para entonces ya estaba a más no poder: mi pene estaba a reventar y en la punta se podía apreciar una gota brillante y transparente de precum. Mi pene había crecido algún centímetro en aquel tiempo y estaba más grande que nunca en ese instante.

-       La mía ha crecido, pero la tuya también parece más grande. Si no paras no voy a poder alcanzarte nunca, mamón.

-       Tío, ¿podemos hablar del tamaño de mi polla un poco más tarde? Es que al que no le llega la sangre al cerebro es a mi ahora jajaja – empezamos a desternillarnos de risa.

Isma llevó su mano hacia mi pene y empezó a subir y a bajar la piel, haciendo que la frecuencia de mi respiración comenzara a aumentar. Así estuvo durante un par de minutos, cuando escucho:

-       ¿Te la chupo cuando me digas, o cuando yo quiera? – preguntó Isma, mirando fijamente mi pene.

-       Joder, Isma, hazlo ya, no lo pienses más, que al final me corro y no me la has chupado.

-       Bueno, bueno…, tranquilo, fiera jajaja – y acto seguido, se metió mi polla en la boca.

Justo en ese instante, una corriente eléctrica me recorrió de arriba abajo. La sensación de humedad y calor, unida a la succión que Isma ejercía me estaba volviendo completamente loco. Sentía cómo no paraba de lamer el tronco de mi pene, que rondaría los 15 cm, y cómo me hacía retorcerme en mis adentros cada vez que su lengua se enroscaba en la cabeza de mi polla. Aquello realmente se sentía glorioso y cómo de mi boca empezaron a salir pequeños gemidos. Imité la táctica de Isma, dejé de lado el móvil y empecé a acariciarle la nuca.

-       No seas muy bestia, ¿vale? – me pidió, tras sacarse aquel falo de la boca, mientras unas gotas de saliva se le derramaban por la comisura de los labios.

-       Tranquilo, confía en mí. – le contesté cariñosamente.

Isma volvió a empezar a tragarse mi pene mientras me pajeaba por la base, mientras que yo le marcaba un ritmo algo más acelerado que el inicial. Lo cierto es que lo estaba disfrutando muchísimo, como decía Isma, aquello se sentía mucho mejor que las pajas. Comencé a ejercer presión en la cabeza de mi amigo, para que intentara tragar algo más de mi polla. Yo casi no podía más, cuando levantó su mano de mi rabo, apartó la mía y, sin previo aviso, se metió toda mi polla en la boca. Yo sentí cómo la punta atravesó la campanilla y chocó con su tráquea, mientras Isma daba una gran arcada, pero no se retiraba. Yo me asusté un poco, pero no hice nada. Al cabo de un par de segundos, se sacó mi pene de la boca, mientras un montón de saliva me caía en la pelvis y se derramaba por todo el tronco de mi pene.

-       ¿A qué ha venido eso? – le pregunté.

-       Bueno, ya estamos en paz por lo de antes. – me contestó mientras seguía pajeándome.

-       No hacía falta, capullo, ¿estás bien?, te lloran los ojos aún.

-       Buah, creía que iba a poder con todo, pero ha sido demasiado. No e preocupes, tengo un poco de fatiga, pero no pasa nada.

-       Tío, ya ha sido suficiente, no hace falta que me la sigas chupando. – le dije.

-       No, no. Un trato es un trato. Cierra los ojos anda, imagina que soy Andrea de 3º B, jajaja. – y volvió a meterse mi polla en la boca.

Sentí de nuevo cómo Isma jugueteaba de nuevo con mi pene, cómo exploraba cada centímetro con su lengua. Yo estaba a más no poder, y no tardé ni dos minutos en sentir que me corría:

-       Isma, Isma, ¡que me corro! – le dije en una mezcla de aviso y gemido.

Creí morir de tal gustazo: mis piernas estaban rígidas como el mástil de un barco, mi abdomen se contrajo y, un segundo después de que Isma se la sacara de la boca, mi polla se hinchó y 4 trallazos de abundante semen empezaron a estrellarse sobre mi pecho.

-       Joder, me has manchado hasta la cama, cabrón. – me dijo, divertido.

-       Tío, pon a calentar el agua, necesito una ducha. – le contesté, entre suspiros.

-       Yo pongo el agua, pero tu limpia la cama, que no quiero despertarme embarazado, jajaja. – y me dejó tumbado en la cama, desnudo y lleno de mi propia corrida.

No pude más, y caí rendido en las manos de los sueños. No pasarían ni 10 minutos, cuando en sueños, siento que me están tocando el pecho y el abdomen. Abrí los ojos y vi cómo Isma me pasaba un paño húmedo por el torso y la pelvis limpiándome de mis desperdicios. Volví a cerrar los ojos durante algunos otros minutos, cuando un susurro en mi oído izquierdo me despertó.

-        Venga, campeón, vamos a la bañera, que he preparado un baño.

Yo era un zombi, me medio incorporé y me agarré al brazo que me ofrecía Isma, para acabar dentro del agua caliente, a un lado de la bañera, y mi amigo al otro lado, con las piernas entrelazadas.

-       Bueno, entonces bien, ¿no? – me preguntó Isma.

-       Demasiado bien, loco. Ha sido brutal. – respondí.

-       Al final he tenido que limpiar yo la cama.

-       Lo siento, tío. Me he quedado sobadísimo. – respondí, sintiéndome mal.

-       Bah, no te preocupes. Te veías muy inocente, ahí dormido y lleno de leche.

-       Sí, claro, un angelito, jajaja. – y empezamos a reírnos.

Después de eso, no hablamos mucho más. Nos dedicamos a relajarnos y a reponernos de aquello. Al cabo de un rato, decidimos vaciar la bañera y ducharnos, para vestirnos y seguir jugando a la Play.

Hasta aquí esta tercera parte de Historias de mi vida, espero que os haya gustado, ya que yo he disfrutado mucho escribiéndola. Gracias también por los mensajes de apoyo y por las críticas para mejorar. De veras espero que me escriban en los comentarios o me manden un correo a selulana99@gmail.com para comentarme qué les están pareciendo los relatos, ya que me animan mucho a seguir con ellos. ¡Un saludo!