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Historias de mi vida (I): Nuestra primera paja

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Historias de mi vida (I): Nuestra primera paja.

Buenas, me presento. Me llamo José Luis, pero todos me llaman Selu.

Soy un chico de 20 años que vive en un pueblo de Córdoba, al sur de España. Soy de estatura media, ojos color marrón verdosos, morenito, de pelo moreno y complexión deportista, resultado de unos meses en el gimnasio cuando tenia 17/18 años, muchos años de fútbol, genética y que no me puedo estar quieto mucho tiempo.

Hoy empezaré a contarles historias que han tenido lugar en mi vida, todas ellas ciertas. Siempre me han gustado los relatos eróticos, pero los que más me gustan son aquellos que te atrapan, que te hace sentir en la piel de esa persona, gracias a los pequeños detalles, por lo que intentaré no cortarme con ellos.

Este es mi primer relato, que dará pie a los demás. También es el primer relato que escribo, por lo que me gustaría que me diesen su opinión para poder mejorarlos. ¡Que lo disfruten!

Desde muy pequeño he sido un niño muy espabilado. De ello se encargaron mis tres hermanos mayores: Jaime, el mayor, me saca 9 años y siempre me andaba dando collejas (de cariño), diciendo cosas que no debía decirle a un niño de mi edad y enseñándome cosas de adultos; Irene, es 7 años mayor que yo, siempre ha sido como una segunda madre para mí, es la que más me consiente y la que más caña me mete y Paola, que es 4 años mayor que yo y siempre he sido su juguete preferido y su compañero de juegos.

A los 9 años descubrí la masturbación de forma autodidacta. Me explico: me toqué mi cosita y me dio mucho placer, sin saber si quiera que eso era una paja. Más tarde descubrí que eso tenía nombre, las revistas porno de mi hermano, xvideos… Todo eso vino después, pero yo ya me las hacía frecuentemente. Para cuando mis amigos empezaron a hablar de ello yo ya era un experto.

La historia en cuestión empieza cuando tenía 12 años y entré en primero de la ESO. Es una historia bastante light. Les presento a mi amigo Isma, por aquel entonces un chico bajito y regordete, de piel morena, pelo negro rizado casi afro, gafas y muy inocente. Nuestra amistad nació el día en el que me mudé al pueblo donde él vivía. Nos conocimos en el colegio, en 4º de primaria. Desde el principio se acercó a mi y se presentó, con esa cosa que tienen los niños de modales y de acuerdo tácito:

-       ¡Hola! Me llamo Ismael, pero todos me llaman Isma. ¿Quieres que seamos amigos?

Yo venía de ser uno de esos niños graciosetes en mi antiguo colegio y el parecía no estar muy bien adaptado socialmente. Sin embargo, había algo en él, que ahora sé ponerle nombre, que me hizo decirle que sí. Me presentó a todos sus amigos y me hizo sentirme bien recibido. Ese mismo día descubrimos que éramos vecinos, casi puerta con puerta. Ahí empezaron nuestras andaduras y nuestra amistad, que perdura hoy en día y que es como el buen vino, mejor cada año.

Para cuando teníamos 11 ya éramos íntimos amigos. En mi casa las cosas no iban muy bien: mis padres se estaban divorciando y me agobiaba mucho estar en ella. Por eso mismo, todas las tardes me iba a casa de Isma, allí hacíamos los deberes, jugábamos al fútbol en el campito de al lado y compartíamos la pasión por los videojuegos. Puedo decir sin lugar a duda de que en su casa me sentí muy bien recibido desde el primer momento por todos: su padrastro, su madre y su abuela, con la excepción de su hermano pequeño, Hugo. Nos llevábamos 6 años y desde el principio le caí mal. Le quitaba a su hermano de jugar con él y por eso supongo que me tenía celos. Me pegaba, rompía mis juguetes, nos molestaba… Pero bueno, el caso Hugo queda para otro capítulo.

Una noche me quedé a dormir en su casa. Él tenía una litera en su cuarto y allí es donde siempre dormía yo. Esa noche estábamos muy cansados, pues era sábado y habíamos estado jugando todo el día al fútbol, a la Play… ya estábamos acostados cuando de repente me dice:

-       Oye Selu, una pregunta.

-       Dime.

-       ¿Tu cuando te pones caliente qué haces?

-       ¿Cómo?

-       ¿Qué qué haces cuando se te empina?

-       Pues no sé, me la toco hasta que se me pasa.

Luego hubo un silencio algo incómodo y me volvió a decir:

-       ¿Quieres que nos la comparemos?

-       Mmm, vale.

Se subió hasta mi cama y se tumbó al lado mía.

-       Vale, ¿primero quién? – me dijo.

-       Tú. – contesté yo.

Acto seguido se bajó el pijama y me enseñó su pene erecto. No era muy grande, normal para un niño de esa edad y recubierta de piel. A mí me dio un poco de pena porque yo ya estaba algo más desarrollado y la tenía bastante más grande que él. Pero bueno, era un pacto y me tocó a mí. Me bajé los pantalones, igual que él y se la enseñé. Recuerdo que se quedó sorprendido y que me dijo:

-       Buah tío la tienes muy grande. O yo pequeña jajaja.

Mi pene no era nada del otro mundo, una versión en miniatura de la mía actualmente supongo. La cosa quedó ahí, pero después de eso no hemos tenido nunca pudor a vernos desnudos, aún estando empalmados, al salir de la ducha o al cambiarnos de ropa.

Un día nos peleamos y dejamos de hablarnos. Pasaron como dos semanas, que se me hicieron eternas. La culpa fue mía y, como no teníamos móvil, le mandé un mensaje a través de la Play para pedirles disculpas. Todo acabó bien, pero en esas dos semanas había sido mi doceavo cumpleaños y no lo habíamos celebrado. Una semana antes de que nos enfadásemos surgió una charla como la de aquella noche, otra vez que me quedé en su casa a dormir:

-       ¿Entonces cuando te empalmas que es lo que haces? – me dijo.

-       Pues no sé tío, me hago una paja y se me pasa. – le contesté.

-       ¿Eso qué es?

-       ¿En serio no sabes que es una paja?

-       Noo.

-       Pues es subirse el pellejito de la churra arriba y abajo hasta que te da mucho gusto y no puedes más.

Justo estaba terminando la frase entra el padre en el cuarto para mandarnos a dormir, porque era muy tarde. Quedamos en que la próxima vez que estuviésemos solos hablaríamos del tema, pero justo discutimos.

Tras reconciliarnos, lo invité a mi casa, que estaba sola, para jugar a la Play. Yo estaba loco por sacarle el tema de las pajas y así lo hice.

-       ¿Quieres que te enseñe a como hacerte una paja entonces?

-       Mmm vale, pero no la tengo tiesa.

Fui corriendo al cuarto de mi hermano y le cogí una revista porno que escondía y que alguna vez me había enseñado y la llevé a mi cuarto. Cuando la abrí, Isma flipó en colores con todo lo que veía y se puso duro rápidamente.

-       Vale, ya estoy empalmado, ¿ahora qué hago?

-       Pues haz lo mismo que yo.

Me bajé los pantalones, los calzoncillos también y cogí mi pene por la punta, encima de la piel y empecé a bajarla y a subirla. Isma se bajó sus pantalones y sus calzoncillos y me imitó. Al cabo de un rato me dice:

-       Tío pues yo no siento nada, que quieres que te diga.

-       A ver, túmbate en la cama y te digo como es.

Mi respiración empezó a acelerarse, iba a tocarle la polla a mi mejor amigo. Es un paso muy grande a vernos empalmados, pero me daba igual y le eché mano. Su piel era suave y estaba muy dura. Cerré mi mano alrededor de su cabeza y empecé a subir y a bajar la piel muy despacio, para luego subir el ritmo. Noté como a Isma se le aceleraba la respiración y se le movían las piernas un poco, lo cual me excitó mucho.

-       ¿Ahora sí te gusta? – le dije.

-       Uff, sí. Se siente muy bien.

-       Bueno pues ya sabes cómo hacerlo bien. – Le quité la mano del nabo,

-        ¿En serio? ¿Me vas a dejar así? - Nos empezamos a reír los dos. – ¿Qué te parece si nos la acabamos juntos? Túmbate conmigo y nos la hacemos juntos.

Le hice caso, cogí la revista y la levante poniéndola en medio. La verdad que me había puesto mucho cogerle la polla a Isma y tenía ganas de volverlo a hacer. Además, nunca me habían tocado la mía y quería saber qué se sentía, por lo que le dije:

-       Tío tengo una idea. ¿Qué me dices si te termino la paja y luego me la haces tú a mí?

-       Vale.

-       Pero avísame si te vas a correr, que no quiero que me manches.

Yo a esa edad empezaba a eyacular un líquido transparente, no era gran cosa, pero no tenía ganas de mancharme. Se tumbó en medio de la cama, me senté a su lado y volví a echarle el guante a su polla, pero esta vez con convicción y sin miedo.

 Se la cogí y empecé un sube y baja despacio, mi intención era que su primera paja fuera espectacular y para ello recurrií a las cosas que más me gustan a mí. Empecé despacio para luego acelerar y mantener el ritmo durante unos minutos, volver a frenar el ritmo y acelerarlo y así sucesivamente. Isma era un festival de sensaciones, respiraba fuerte y se le movían las piernas. Su polla empezó a humedecerse y a hacer que todo fuera más fluido, hasta que, en un gemido más audible de lo normal, su miembro se hinchó y él dijo:

-       Tío, tío, algo me sale, creo que me meo. – Me dijo preocupado.

Yo retiré la mano y unas gotas transparentes se precipitaron desde la cabecita de su pene y le mancharon la camiseta. Isma cayó rendido en mi cama y suspirando me dijo:

-       Selu, esto es lo mejor que he sentido nunca. – Intentó tocarse la churra de nuevo – ah, no puedo ni rozarme ahora mismo, ¿es normal?

-       Sí, tiene que pasar un tiempo hasta que puedas volver a hacerlo. Bueno ahora me toca a mí disfrutar, jejeje.

-       Una promesa es una promesa, bájate los pantalones esos tan feos anda.

No tardé ni un instante en tumbarme en la cama y bajarme los pantalones y los calzoncillos. Me había puesto muy cachondo ver a Isma correrse y tenía muchas ganas de hacer lo mismo.

-       Cuando usted quiera, jajaja – le dije.

Mi pene estaba a reventar e Isma lo agarró, pero lo agarró de la parte de abajo y empezó con un sube y baja muy bruto.

-       Para, para. Tío me haces daño, para – le dije rápidamente.

-       ¿Qué pasa?

-       ¿Quieres hacerme una paja o arrancarme el nabo? – le dije entre risas – cógela más arriba y no seas tan bestia, porfa.

Me hizo caso y esta vez sí. Sentí su pequeña mano alrededor del glande de mi pene y un escalofrío me recorrió de arriba abajo. Empezó despacio a subir y a bajar el prepucio, haciendo que me sintiera en una nube de placer. Unos segundos después, aumentó el ritmo. Mis piernas daban brincos solas y las pulsaciones se me dispararon. Tenía la revista encima de mí, pero yo observaba fijamente cómo la mano de Isma me daba aquel gustazo. También miraba su cara, y estaba muy concentrado en lo que hacía.

Pasados unos minutos, yo ya no podía más y sentí como dentro de mi explotaba el mejor orgasmo que nunca antes había sentido y le avisé para que me la soltara. Me levanté rápidamente la camiseta y unas gotas transparentes salpicaron mi abdomen. Me quité la camiseta y le dije a Isma que me acompañara al aseo. Allí nos limpiamos las manos y yo el pecho. estábamos en silencio hasta que le pregunté:

-       Bueno qué, ¿te ha gustado?

-       Me ha encantado tío, esto hay que hacerlo más veces.

Y así fue como Isma y yo nos hicimos nuestra primera paja, a mano cambiada ni más ni menos, aunque no fue la última…

Gracias por leer el relato, espero que lo hayan disfrutado. Les espero en los comentarios o en selulana99@gmail.com