miprimita.com

Historias de mi vida (II): Robando un beso

en Gays

Historias de mi vida (II):

¡Muy buenas! Muchas gracias por los comentarios positivos y de apoyo para que siga con estos relatos. Hoy les contaré la segunda parte, de la cual somos protagonistas mi mejor amigo, Isma, y yo de nuevo. Comencemos.

A partir de aquella primera experiencia juntos, surgieron muchas otras similares. Cada vez que Isma y yo nos quedábamos solos en su casa, aprovechábamos para aliviarnos mutuamente, incluso con sus padres en el salón y nosotros en su cuarto, arriba. He de decir que Isma es bastante cortado y, aunque luego nunca decía que no, la inmensa mayoría de las veces era yo quien proponía hacerlo.

Las primeras veces, echábamos a suertes quién se la hacía primero al otro, pero descubrimos que cuando él me la hacía a mi primero, a mi se me quitaban las ganas y no tenía ganas de hacérsela. Pero, como buen amigo, al final acababa cediendo y haciéndolo. Es extraño, ya que cuando yo estaba caliente, me encantaba hacérsela y me excitaba aún más cuando tenía su polla en mi mano. Al final, se la hacía yo a él y luego él a mí, acabábamos, nos limpiábamos las manos y nos poníamos a jugar a otra cosa, sin hablar del tema y haciendo como que nada hubiese pasado.

La historia de hoy ocurre más o menos dos años después de la primera vez y muchas pajas por el camino. Isma y yo ya teníamos 14 años cada uno, seguíamos siendo mejores amigos y nuestra relación se hacía cada vez más estrecha. Hacía 5 años que mis padres se habían divorciado y que mi padre había dejado la casa, pero mis hermanos y mi madre tenían riñas muy a menudo y yo me seguía refugiando en casa de Isma.

A sus padres les encantaba que yo estuviese por allí, no me ponían ninguna queja por quedarme a comer, cenar o dormir frecuentemente. Hugo pasó de no poder verme a querer estar conmigo todo el rato. Yo no podía ser más feliz con ellos.

Isma y yo crecíamos juntos, empezamos a salir por los alrededores del pueblo y a hacer nuevos amigos, a conocer chicas, a salir con ellas… En esa época conocí a mi primer amor y me nos dimos nuestro primer beso. Las hormonas me hicieron crecer varios palmos y mi cara empezó a cambiar, al igual que mi voz. Isma no tuvo tanta suerte, y es que la pubertad le estaba pasando factura. Él sufría de algún tipo de enfermedad que hace que te desarrolles más lentamente y para cuando nosotros parecíamos un intento de adolescente, él seguía teniendo cara de niño.

La noche del beso, quedé con él para contárselo. Él no había podido venir a la calle, porque tenía que cuidar de su hermano mientras sus padres hacían un recado, pero se entretuvieron y llegarían tarde. Para cuando llegué, Hugo ya estaba dormido e isma estaba viendo la tele. Llegué, lo saludé y subimos a su cuarto, donde le conté con pelos y señales mi primer beso con lengua:

-       Le puse las manos en la cintura, ella en mi cuello por detrás y no sé, nos acercamos, juntamos los labios y me metió la lengua en la boca. La verdad es que se siente extraño, pero me gustó mucho, no me la bajaba ni a puñetazos.

-       Normal, esa niña está buenísima, pero tranquilo, que es toda para ti jajaja. A mi no se me acercan ni repartiendo dinero.

Me sentí un poco mal porque a él ese tema le costaba mucho, el tema chicas. Isma cubría su falta de atractivo con una inteligencia, una empatía y un humor que hacía que lo demás no importara, pero claro, las niñas no se fijaban en eso precisamente, y menos en esa edad.

-       Oye tío tú no te preocupes, que tampoco fue para tanto. Tú sabes que dentro de un par de añitos vas a ser el más fucker de los dos, que me vas a quitar a las chavalitas y nos vamos a pelear por eso, lo sabes ¿no? – le dije

-       Que va, tu te las vas a llevar de calle jajaja, si lo haces ahora, cuando tengas barbita ni te cuento…

-       A lo mejor si repartes mucho dinero ahora se te arrima alguna ahora…

Empezamos a pelearnos de coña en su cama. Entre risas, llaves de karate mal hechas e intentos de tirar de la cama al otro, acabamos agarrados de las manos, con las caras muy cerca el uno del otro.

-       Ese beso debió de ser muy especial. – Me dijo

-       La verdad es que sí, es mi primer beso y esa niña es muy especial para mí. – Contesté.

-       A mí también me gustaría que mi primer beso fuera con alguien especial. – Dijo, mirándome a los ojos.

Mi corazón se salía de mi pecho y no sabía qué iba a pasar. No sabía si aquello era una declaración, o una declaración muy romántica a su futura novia. Opté por la primera opción, acerqué mi cara a la suya y mientras que cerraba los ojos sentí como nuestros labios se fundían en un beso muy dulce, un beso que nunca podré olvidar. Su lengua invadió mi boca, y yo le respondí de la misma manera. Inmediatamente, mi pene reaccionó y empezó a crecer. Para cuando quería darme cuenta, tenía una erección descomunal.

-       ¿He sido lo suficiente especial para tu primer beso? – Le comenté.

-       Eres la persona más especial en mi vida, amigo. – Me contestó.

Ese ha sido el primer y único beso que nos hemos dado, un beso cargado de inocencia, complicidad y amistad.

-       Tú sabes que también lo eres, Isma, pero no quiero que este beso cambie nuestra relación ni nada.

-       ¿Qué? ¡Qué va, hombre! Sin mariconadas, aunque bueno, me he puesto muy cachondo. Que te parece si…

-       Venga anda, quítate los pantalones.

Acto seguido, Isma se desnudó y se tumbó en su cama. Su cuerpo había crecido algo, pero no demasiado. Su pene seguía siendo el de un niño, con la piel cubriéndolo totalmente y de corto tamaño. A mí eso no me importaba, lo cogí con firmeza, rodeándolo con mi mano y comencé a subir y a bajar la piel. Como siempre, su cuerpo empezó a dar pequeñas convulsiones de placer y sus caderas empezaron a subir y a bajar lentamente, como penetrando mi mano. Esa noche, Isma debería estar muy excitado, porque en menos de 5 minutos, me avisó porque se iba a correr. Conforme retiré la mano, empezó a eyacular una, dos, tres veces un largo chorro de líquido acuoso y blanquecino, una cantidad de líquido mucho mayor de la común.

-       Tío, pero si ayer mismo nos hicimos una paja, ¿a qué viene tanto escándalo? Jajajaja. -  Le die, sorprendido.

-       Cállate la boca y ve a por papel, por Dios. – Me contestó, entre suspiros y risas.

-       ¿Papel? Más te vale ducharte, aunque ya te has dado un baño, pero no de agua precisamente.

-       Jajaja, claro. ¿Te quieres duchar conmigo?

-       ¿Me vas a dejar con el calentón? – le dije algo molesto.

-       Mm, si quieres te la hago en la ducha. – me respondió con una sonrisa pícara.

-       Venga, me has convencido.

Conforme llegamos al baño, puso a correr el agua para que se pusiera caliente, me desvestí y nos metimos en la ducha.

-       Bueno qué, ¿cómo lo vamos a hacer? – Me preguntó mientras se enjuagaba el pecho y el abdomen para limpiarse la corrida.

-       Pues no sé, dímelo tú que eres el que me la va a hacer.

-       Ya sé, cámbiame el sitio.

Acto seguido, me coloqué debajo del agua y él se colocó detrás de mí. Sin esperármelo, cogió mi polla, que seguía empalmada y comenzó a subir y a bajar la mano. Para aquel entonces, yo ya había crecido varios centímetros y mi pene cambió mucho en poco tiempo: me salió una buena mata de vello púbico, se me puso más gorda, se me estiró unos cuantos centímetros y la piel dejó de cubrirme la última parte del glande.

El agua estaba caliente y me caía con fuerza, haciendo que cerrase los ojos, lo cual me ayudó para concentrarme en esa santa mano que me daba aquel gustazo. Mis piernas se arquearon y mi respiración se agitó. Conforme la mano de Isma subía el ritmo, yo daba caderazos al aire.

-       Hazme hueco ahí abajo, anda. – Me pidió

Di un paso adelante y sentí como su pecho se fundía con mi espalda, cómo su respiración se estrellaba con mi cuello, como su polla morcillona se acomodaba entre mis nalgas. Aquello era demasiado para mí: mis piernas se arquearon, mi torso se inclinó, mi pene se hinchó y de mi garganta se escapó un suspiro de placer.

-       ¡Para Isma, me corro!

Pero Isma no paró, aceleró el ritmo, haciendo que yo exhalara un tremendo gemido de placer y haciéndome explotar en un orgasmo espectacular, que me llevó a derramar tres chorros de abundante líquido blanquecino sobre el cristal de la ducha. Me sentía exhausto y lacio, cuando escuché:

-       “Tío, pero si ayer mismo nos hicimos una paja, ¿a qué viene tanto escándalo?” ¿Ahora quién es el escandaloso? – Me dijo, riéndose, mientras señalaba el cristal lleno de semen.

-       Ha sido brutal, tío. Pero vamos a limpiar este estropicio, anda.

Cogimos el grifo y limpiamos aquello, nos volvimos a enjuagar y a enjabonar, nos secamos y nos vestimos. Justo estábamos sentándonos en el sofá, en el salón, cuando escuchamos a sus padres llegar. Nos hicimos los dormidos y nos despertaron para mandarnos al cuarto a dormir. La verdad es que estábamos rendidos, por lo que no pusimos objeciones y nos fuimos a la cama. Aquella noche, no hubo charla nocturna, ya que nos ganó el cansancio y acabamos dormidos enseguida.

Y así es como concluye este relato. Espero que lo hayan disfrutado y no olviden hacérmelo saber en los comentarios o mandándome un correo a selulana99@gmail.com