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Forjando una Convivencia 2 (Al volver de Cuba)

en Dominación

Preparamos la boda y cuando me fui, me acompaño al aeropuerto con una minifalda de infarto… Me emocione en la despedida, nos prometimos amor eterno y sus labios rojos bebieron con cariño mis lágrimas... 

La tercera vez que volaba a Cuba, volví con mi madre que sería la madrina de bodas, su hermano seria el padrino y nos casamos… en la noche de bodas me devoro la poya y el alma…

Abrí la habitación y la cogí entre mis brazos para pasar el umbral de la puerta, sus manos cogieron mi cara y me dio el beso de tornillo más apasionante que podía imaginar… ipso facto me excite, las piernas me temblaban y deposite a Devora en la cama con la máxima delicadeza que pude…

Sus manos sobre mi cintura, me impidieron sentarme a su lado, estaba atrapado entre sus piernas abiertas inmediatamente me bajo los pantalones y los calzoncillos y antes que pudiera reaccionar mi poya estaba dentro de su boca…

Sus labios rojos comenzaron a besar mi capullo, su carmín me marcaba

-       ¿Sabes que eres mío?...

-       Para siempre jamás

La punta de su lengua me recorría la tiesa verga, jugaba y de cuando en cuando me escupía.

-       Puedo hacer con ella lo que quiera

-       Y conmigo

Su boca se ajusto a mi falo, lo recorrió de arriba, abajo, de abajo-arriba

-       Me voy…

-       Ni se te ocurra…

Me contuve, obediente, recordando cómo me había ensalzado por esa disposición mía. Sus pupilas penetraron en mi alma y su sonrisa devoro mi voluntad. Me retire para dejarla espacio para levantarse.

La ayude a quitarse el escotado y sencillo vestido de novia, empalmado…, besando su nuca, recorriendo con mis labios sus hombros, adorando cada poro de su piel, quería trasmitirla mi devoción, la pasión desbordante que su presencia desencadenaba en mí…

-       Gracias Devora… por aceptarme como tu esposo

-       Espero que no lo olvides nunca

-       Es un privilegio serlo, ¿Cómo voy a olvidarlo?

Hicimos otra vez, el amor. Esta vez se encaramo sobre mi poya y se la introdujo con dureza dentro de su coño. Sus paredes vaginales volvieron a succionarme y atraparme. Comenzó a cabalgar sobre mí…   

-       Eres mi amazona….

Entre jadeos y sonrisas, parecía estar violándome. Notaba como sus paredes vaginales agredían mi erecto miembro. Subía hasta mi capullo, sin salirse fuera y absorbiendo mi pasión desenfrenadamente. Bajaba hasta golpear su clítoris salvajemente contra la base de mi verga y aplastando sin piedad mis repletos huevos. Veía sus pechos bambolearse y su espectacular figura ascender y descender rítmicamente.

-       No te corras hasta que yo te diga

En ese momento eyacule… Intente contenerme pero la excitación me impidió hacerlo

-       Perdóname…

Su cuerpo se encorvo hacia atrás al sentir mi corrida golpear y llenar su templo…, de pronto unas sacudidas recorrieron su figura y supe que estaba teniendo su orgasmo…

-       Agg… Jajaja… Uff… buen chico… ¡Qué bien!

El primer año de matrimonio, para mí fue fantástico, hacíamos el amor diariamente, deje de masturbarme y me sentía el hombre más afortunado del mundo al tenerla siempre cerca.

Frecuentemente íbamos de compras para ampliar el escaso vestuario que había traído de Cuba y comprobé que le gustaba, como a mí, ropa ceñida que potenciara sus espectaculares curvas y el calzado con tacones. Devora se atrevía a ponerse cualquier cosa, pero no quería parecer una puta y me preguntaba que debía ponerse para ir al lugar donde acudiríamos aquel día.

La exhibía inconscientemente y con un orgullo posesivo… Íbamos a espectáculos (conciertos, teatros, discotecas, etc.) donde invariablemente los hombres y algunas mujeres admiraban su sensual figura y yo me comportaba como el guardaespaldas de una Diosa mulata.

La enseñe Madrid (Palacios, Museos, rutas, etc.) y realizábamos visitas a otros lugares de España que me preparaba previamente (navegando por internet) para no utilizar guías excepto cuando era estrictamente necesario y siempre terminábamos comprando algún souvenir que ella elegía…

Cuando cogíamos el coche, se sentaba a mi lado y poco a poco note que le gustaba magrearme mientras yo estaba conduciendo. Esa sensación de indefensión con las manos en el volante, me encantaba y se me ocurrió aumentarla. Un día al entrar en el coche me desabroche la bragueta y saque mis genitales a tomar el aire. Esa exposición voluntaria la sedujo y desde entonces lo establecimos como una rutina cada vez que entrabamos en el coche. Unas veces se limitaba a tocarme, otras me hacia una paja o una mamada, algunas no me hacia ni caso, pero siempre desde aquel primer día me exigió que condujera expuesto a mi esposa y la mirada indiscreta de algún transeúnte. El morbo que me producía aquella exposición pública dentro del habitáculo del vehículo era inenarrable.

Ella se hizo cargo de las tareas domésticas. Entre semana iba a comer a casa y los fines de semana comíamos con mi madre, con la que parecía llevarse muy bien y estimulaba sus llamadas a su familia en Cuba… Las cenas solíamos cocinar juntos cuando estábamos en nuestro hogar.

Tanto fuera como en casa las noches eran el mejor momento de la jornada, follábamos con pasión, aunque Ella siempre llevaba la voz cantante, yo bailaba al son y ritmo que me marcaba. Incluso cuando practicamos las posturas del perrito o del misionero me tapaba los ojos con un pañuelo o una venda,supongo que para que no pudiera verla sumisa ante un macho y me ponía un cinturón alrededor del cuello del que tiraba o aflojaba según quería que la penetrara o saliera, con el tiempo fui aprendiendo la cadencia que la gustaba y solo cuando quería cambiar de ritmo me lo hacía saber, algunas veces con palabras como ya, sigue, mas dentro, etc.,

En el segundo año de matrimonio, tuvimos una discusión que supondría el principio de un nuevo estilo de vida. Ella se levantó intentando marcharse para evitar el conflicto, la cogí loco de ira por lo que interprete como falta de respeto e intente volver a sentarla al tiempo que la decía:“Cuando yo hablo, tu escuchas”.

Me soltó una contundente bofetada que me paró en seco: “Ni se te ocurra ponerme la mano encima… Si vuelves a tocarme para obligarme hacer algo que no deseo…, me marchare”.

Me quede perplejo por su reacción y la pedí inmediatamente perdón, a pesar de ser yo el golpeado. Sus penetrantes ojos violaron mi alma, estaba seguro que había descubierto lo mucho que me afectaba su amenaza de dejarme, me sentí desnudo, vulnerable y a merced de aquella mulata.

Volteo su sensual cuerpo para dirigirse a nuestro cuarto de matrimonio, quede abducido al ver su espectacular figura alejarse, mientras se marchaba altiva y ofendida. Me dio vértigo perderla y al cerrar la puerta de un portazo… supe que debía apagar el fuego que había encendido sin darme cuenta.

Llame a la puerta, suplique nuevamente su perdón y me dijo que la dejara sola… Me agobiaba que quisiera marcharse de mi lado, a través de la puerta la dije que la amaba, la suplique que no se marchara, que estaba dispuesto a hacer lo que fuera para que no se rompiera nuestro matrimonio, que nunca más la tocaría sin su permiso, finalmente me arrodille ante la puerta impotente, devorado por la culpa y sintiéndome tan dependiente…

Abrió bruscamente la puerta, su cabreo al verme arrodillado se calmó, su rostro diabólico al abrir dejo escapar una sonrisa de satisfacción al verme derrotado y humillado. Su mano agitada al abrir la puerta, reposo sobre mi cabeza que agache para demostrarla mi arrepentimiento y sumisión. Me dijo que quería dormir sola para pensar en lo nuestro y esa noche dormí solo en el sofá, rumiando mis errores

Al día siguiente, cuando salió de la ducha se quedó sorprendida al ver que había vuelto del trabajo con unos churros y había preparado el desayuno. El albornoz blanco resaltaba su piel morena, al ser corto y estar medio abrochado, mi polla se irguió por debajo del pantalón, se percató rápidamente de mi súbita erección, sonrió complacida, su pequeña mano abarco mis genitales, me miró fijamente a los ojos y pregunto “¿Estas caliente? Cariño”

-       La noche ha sido muy dura, sin ti

-       ¿Te la has machacado? (cada vez su mano apretaba mas mis huevos)

-       Si…, lo siento.

-       No quiero que lo hagas… (tiraba de mis genitales hacia ella)

-       Nunca lo volveré a hacer.

-       Desde ahora, si te vuelven a entrar las ganas, me tendrás que pedir permiso

-       De acuerdo.

-       ¿Seguro?...

-       Te suplico que controles mi sexualidad…

-       Solo descargaras cuando a mí me apetezca…

Sonrió satisfecha otra vez, me soltó y dirigió su mirada a la mesa. Mientras separaba la silla, para que pudiera sentarse. “Pensé que prepararte el desayuno, podría ser una buena forma de hacerme perdonar”. Se sentó, arrime la silla a la mesa, la serví el café con leche y me senté enfrente de ella, sin poder controlar mi erección.

Me conto que se sentía sola, demasiado dependiente de mi y estaba pensando en volverse a Cuba. A mí me entro el pánico, la amaba tanto y la pregunte tartamudeando “si no me quería”. Devora me aseguro que me seguía queriendo, pero sentía que yo era el propietario de todo y ella no tenía nada suyo.

-       Yo, soy tuyo

-       Ya…, por eso ayer intentaste forzarme… ordenándome escucharte, como si fueras tú, mi propietario.

-       Perdóname, ¿Qué quieres? ¿Qué puedo hacer para que no te vayas de mi lado?

Su pie se apoyó sobre mis genitales por debajo de la mesa, mis manos se aferraron a su subyugante pie, la nueva presión hacia crecer mi excitación y comprendí que estaba otra vez a su merced.

-       Me gusta que me hayas cedido el control de tu sexualidad…, pero necesito sentirme segura

-       Dime, que otra cosa quieres y hare lo imposible para entregártelo

-       Vas a poner a mi nombre tu casa

-       Desde que nos casamos, mis propiedades pasaron a ser de los dos, a partes iguales…

Estaba sentado en la punta de la silla, desabroche mi bragueta para facilitar que su pie desnudo se introdujera dentro de mí, me arrime un poco más, presionando mi hinchada poya contra su sensual pie…

-       De todas formas…, quiero tener algo mío… Desharás la sociedad de bienes gananciales y entonces… ¡Pondrás la casa a mi nombre!…

La planta de su pie presionaba mi pene sin piedad…,la escuchaba abducido, sometido por mi fetiche favorito, el pie de una mujer hermosa, cuantas pajas me había hecho soñando que adoraba uno …, de un empellón de mi poya caí al suelo…, su pie se salió de mis pantalones y mi cara quedo enfrente de los dedos tentadores de su tentador 38…

Me miro poderosa desde su altura y con su índice me ordeno acercarme…, bese su pie con mis labios, mientras mi culo reptaba por el suelo en pos de mi Diosa mulata… su pie descendió, sus deditos jugaban con mi miembro, su planta reposo sobre mi falo, presiono otra vez sobre mi enorme excitación y me corrí…

-       ¡Límpiame!

Su planta estaba manchada con mi semen… sentado en el suelo, atrapado por el pantalón, acerque mi boca a su pie y lamí con la lengua mi asquerosa lefa que mancillaba su divina piel.

-       Sera tu última corrida, hasta que me demuestres que me amas…¡Limpia el suelo!

Se levantó y se fue a vestir. Me dejo sentado, con los glúteos desnudos apoyados sobre el frio suelo, me levante me puse el pantalón y pensé que la necesitaba, dependía de esa provocativa mulata, me había casado con una Diosa-Diabla que merecía ser atendida o servida y quería ser su devoto marido.

Mientras limpiaba el suelo de mi corrida, me convencí que era lo mismo que el piso estuviera a su nombre que al mío, lo importante era mantener nuestra convivencia matrimonial. Por la noche la transmití que pondría el piso a su nombre. Me beso, me dejo tocarla, me acogió en el lecho conyugal y volvimos hacer el amor.

Unos meses después había disuelto la sociedad de bienes gananciales y económicamente seriamos independientes, aunque compartíamos las cuentas bancarias…. La casa donde convivíamos la puse a su nombre, pero hicimos testamento, para que si alguno moría el otro heredara.

Devora cuidaba su aspecto externo, vestía de forma más atrevida que en Cuba, se corto el pelo a la altura de los hombros, se volvió a dar reflejos de un rojo más suave, que contrastaba mas con su negro natural.

Desde el incidente de la discusión su autoestima había crecido, la notaba más firme y segura cuando caminaba o trataba con alguien y más mandona cuando estaba conmigo.

Comencé a someterme a esa imponente mulata porque mi felicidad dependía de Ella, trate de evitar discusiones, por miedo a perderla, obedecía sus órdenes sin rechistar con la esperanza de recuperar su cariño y seducirla. Controlaba mi sexualidad sin apenas esfuerzo por el compromiso adquirido por un adulto de 42 años ante una “niña” de 24 y me sentía un privilegiado por estar al lado de una Diosa-Diabla.