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6 – Trabajo de campo_3_El beso ensangrentado.

en Grandes Relatos

Le miré con detenimiento cuando sus dedos parecían enredar el vello del monte de venus, que me estaba produciendo cierto cosquilleo inquietante, debido a la nula concordancia entre las dos naturalezas, no había conjunción.

No presionaba, solo rozaba las yemas de sus dedos. Dejaba claro que ignoraba todo sobre el cuerpo de la mujer y que ese cuerpo disponía de cerebro y que ese cerebro disponía de quietud para esos momentos.

Ignoro por qué pensé en Ricky Romero, que absurdo, no se le parecía, no, me dañaba sin saber a causa, aquellas noches de invierno en que la panda, escuchábamos música actual, música robada y “I Could Be The One” en su coche, mientras recorríamos las frías y oscuras calles, en ese barrio cerca del aeródromo, un barrio nuevo al este, carente de vida, parecía una zona perdida y esa música estaba por encima del motor, y el de vez en cuando giraba su cabeza mirándome, mirándonos.

Él tenía 19, me gustaba, sufría y en su mirada había daño, y una de esas noches procuré quedarme la última y cuando me llevaba a casa, le obligué a detenerse en la penumbra de los árboles, frente a nosotros la helada que ya cubría la hierba y los cristales del coche empañados nos cubrieron de la vista del exterior.

En la distancia, tendí un puente, me estaba haciendo llorar su silencio, parecía esconderse. Puse mi mano en su hombro, mi mano le pedía ayuda, su mal me llegaba y dejé en libertad a mis lágrimas, lloraba por él, quise llevarme su mal, sin conseguirlo.

Mt Eden Dubstep apareció en la pantalla, “I´II Be The For You”, pareció sumirnos en una masa rellena de silencio. En esos instantes nuestras miradas se encontraron, las dos húmedas, sufríamos, yo sin saber la causa y el encerrado en sí mismo, yo no conseguía atravesar sus barreras.

Con un gesto, le pedí ayuda para ayudarle, el negó con la cabeza, despacio, muy despacio. Nuestras barreras nos bloqueaban, perdí el sonido en las palabras, estas escapaban de mi boca sin que las escuchara, estaba profundamente enamorada de él, le quería por encima de todo, incluso daría mi vida por él, por que saliera de la ciénaga en que se encontraba.

Mi mano en su hombro fue tapada por la suya, quise cogerle la mano pero lo impidió, la suya presionó para que no escapara. Temblaba, sé que lloraba por dentro, algo que me asustaba cada día más, él y yo éramos dos muros infranqueables que nos comprendimos pero sin salida.

Aquella noche mi madre se preocupó, no les dije nada a mis padres, me fui directamente a la cama, intentaba romper el muro, pero las lágrimas seguían embalsadas, en mi interior se abrió la realidad, algo terrible le ocurría, y no quiso compartirlo, tampoco que le ayudara.

Dejé de ir con ellos, me atormentaba verle, su mutismo y el invierno siguiente me llamaron, era urgente, volví al grupo, no vi su coche, y dentro él tampoco estaba. Todos serios y callados, no me miraron, pero me esperaban. Me senté la silla libre, un vaso con Coca-Cola y un sobre, reconocí su letra, algo en mi interior clavó sus afiladas garras, nadie hablaba ni me miraba.

El pub estaba casi vacío, era pronto, abrí el sobre, su letra emborronada, tachaduras, inicio de dibujo sin acabar. Frases sin sentido, se arrepentía de no haberme hablado, abrazado, querido como se suele hacer en una pareja joven, pero su miedo podía infectar mi vida, sabía que le quería, detectaba esa atracción de mi cuerpo, pero no podía atarme a él, no encontraba trabajo, y había sido llamado a filas, el ejército había aceptado su solicitud.

El Chinook en que volaba fue derribado, era como todos las noches, vuelos nocturnos de operaciones rápidas, ataque y destrucción, nadie sobrevivió al misil. En una bolsa de plástico había restos de cartulina chamuscados y parte de mi fotografía, ignoraba que la tuviera, eso rompió el dique, no pude leer más, salí del pub espantada, en el parque me escondí apoyada en un árbol, quise morir en aquellos instantes, reunirme con él en la eternidad, pero mi dolor de nada sirvió, sentí el hielo en mi interior, supe que solo amaba una vez, el amor había sido destruido por ese misil, junto a él.

Mi cuerpo se movió, parpadeé varias veces, volví a la realidad, escuché su voz.

¡Tía!, estamos pegados.

No era así, el semen estaba casi seco, afortunadamente él no se había movido, seguía con moviendo sus dedos en el monte de venus.

Meditaba.

Me bajé del burro contrariada, no supe entender a mi mente, ¡ese recuerdo doloroso! ¿En estos instantes?, joder que mierda de vida.

Estaba fuera de control y el memo con una sonrisa tonta.

¿Te queda más gasa?

Sí, no dejo nada al azar.

No perdió de vista el sujetador y lo poco que podía ver de mis pechos. La amargura me había invadido, el destino me negaba todo, debí quitarme la vida aquella noche, es la realidad, la verdad de la verdad, mi madre se dio cuenta de que estaba destruida, jamás les conté nada, en esos instantes comprendí a los suicidas, es cuando solo te queda una salida, abandonar la vida, abrir esa puerta haciéndote el máximo daño, me detuvo que no podían reunir mis restos con los suyos, el Chinook quemado no fue problema para recuperar los restos de los soldados y dotación, más tarde investigando, ya que fui a su cuartel, en la A-5, en el desvío hacia el aeródromo de cuatro vientos.

El oficial al mando era un capitán, formó de vez en cuando parte de su grupo de asalto, le habían ascendido, le recordaba, dijo que era un tipo callado que hacía su trabajo con minuciosidad, con gesto cansado me dijo que estaba dentro de lo normal perder equipos de asalto, y me llevó a su litera, donde él dormía. El regimiento estaba siendo disuelto, desmantelaban el cuartel, nuevos tiempos y el retén, no, no se llama así, vigilante de la nave tampoco, imaginaria, dudo, el caso es que ese soldado con arma vigila la nave, día y noche.

Me senté en su litera, pasé la mano por la almohada, me torturaba haciéndome sangre y por el rabillo del ojo vi algo entre el somier de la cama superior, su cama era la 109 y junto al número yo, mi foto, de nuevo me hice sangre, mi cuerpo ardía de desesperación, todo estaba acabado, terminado, me dije de morir, no soportaba su pérdida, estaba atada a él, aunque hubiera muerto.

Me dijo que me llevara la foto, que todo iba a desaparecer, no dije nada, no quise alterar lo que él hizo y salí del cuartel con deseos de morir en aquel instante, era el último recurso, nadie más me podría hablar de él, en el coche lloré en silencio, no me quedaba nada, se había llevado todo, de nuevo asegure que él sabía de su muerte.

A este, le despaché deprisa, se alejó mirándome de vez en cuando, se preguntaría que me había hecho, sin saber que es al revés, lo que no me había hecho, y lo peor es que no se miró el, no sabe que sexo aunque sea frío, como es este caso, debe de haber dos partes y esas dos partes no son porque sí, no, hay una causa, que no diré y eso produce un efecto, que tampoco diré, ese chico es un asno sexual.

Cambié mi ropa, en el maletero llevo más, me un vestido de botones de red y en esos instantes gruñó el móvil. Mi madre, que la mesa estaba puesta, pero yo no estaba para charlas, le dije que no, mentí, le dije que tenía otra entrevista. La realidad es que pensaba descansar y alejar los recuerdos de mi amor, que me hacía caer en depresiones profundas y la desesperación aparecía y nada más cortar la comunicación un mensaje de entrada, le abrí, una compa, tenía una entrevista pero no podía ir, y sin más dejó los datos, un repartidor de propaganda, esos que meten papel en los buzones, pero en este caso era diferente, en los limpia de los coches, un tipo raro y foto.

Formaba parte de equipos y que tenía un sentido disciplinado de la palabra. Y disciplinado entró de forma afiliada en mi piel, el sentí como si fuera un aguijón. Añadía que era serio, miraba de frente, por debajo de las cejas, moví la cabeza, calculaba, mi estómago me hacía señales, miré la hora 15:21, hora de haber comido ya. En el mensaje había un número, moví ficha.

¡Si! – Respuesta seca, tajante.

Mi compañera me ha pasado tus datos ¿Dónde quedamos?

Lo que tardes en llegar – Respuesta rápida y tajante.

¿Has comido ya? – Pregunté por alargar la conversación.

No ¿Algún problema? – De nuevo el mismo tono.

Invito, dime donde – No le dejé respirar.

Estoy en la calle López de Hoyos, junto al metro de Alfonso XIII, hay un restaurante cerca, te espero en la entrada, junto a la barra. ¿Qué tardarás?

Poco más de media hora, depende del aparcamiento. ¿Qué restaurante?

Suficiente pista, si me encuentras tendrás lo buscas, si no me encuentras es que no la mereces ¡buena suerte!

Y cortó la comunicación sin darme tiempo a nada. Salí disparada, en la M-30 no tuve problemas y el aparcamiento fue otra historia, me colé en una zona particular y con todo el morro lo dejé en una de las plazas vacías, de las que tenían el asfalto sucio y las líneas amarilla cubiertas de polvo, lo cual me dijo que sobraban plazas, aparqué en una de ellas.

Anduve deprisa, paso largo. Había tres restaurantes, dos juntos y otro es la esquina de la calle, junto a la entrada del metro. Desde la entrada no se veía nada, pasillo. Miré el primero de los dos, junto a la parada del autobús, Desde la entrada se ve la barra.

Olfateé el ambiente en la entrada, había tres grupos, y un tipo solo llevaba un chaleco de fotógrafo de color negro, a su lado una mochila gris llena de colgajos, y miraba el periódico, a su lado una copa con cerveza, le hice una fotografía, y…, sorpresa, su cabeza se giró deprisa mirándome por encima de su hombro izquierdo, me sorprendió haciéndole la foto ¿disponía de ojos en su espalda?

Entré como si nada, me quité el bolso y dejando la carpeta en el taburete que él no utilizaba, me presenté. Me estrechó la mano despacio, miraba mis ojos, quiso colarse dentro, su gesto era prudente.

Mi nombre…, es.., - Me cortó.

Me dijeron que todo era confidencial, por tanto nada de nombres – Dijo empleando un todo tranquilo, sosegado y sin perder mi mirada. Pero pasemos al comedor, la tarde cae deprisa, tengo trabajo que hacer.

Nos sentaron en junto a las ventanas que dan a la calle Clara del Rey, y pedimos el plato del día, nos miramos en silencio, empecé a inquietarme sin saber la causa.

¿De qué se trata la entrevista?, ¿consumo?, ¿política?

Me dejó pasmada, no le habían dicho nada. Sentí más calor en las mejillas, debí ponerme colorada, el cambió el gesto. Bajé la voz y rebusqué fuerza moral para hablar y sobre todo sensualidad, empecé a decorar su entorno. Recordé e imité el tono de voz de (*)Kim Shattuck, cuando estaba en PIXIES, ese tono que empleó en “Gouge Away (Best performance)En el Minuto 04:32.“ Visto 2.312.017 veces, el 17 es el mío. Mucho laser verde. Cuando el foco iluminó la sombra verdosa, empieza en el minuto 1:54. Del vídeo. Publicado 17062017. Mejor lo justo.

Sexo.

Desvió la mirada de la carta, mirándome fijamente.

¿Opinión? – Dijo volviendo la mirada a la carta.

No, una prueba, un trabajo de campo. Tu forma de comportamiento durante…

¿Eres una…?

No, se trata simplemente de la base del sexo, en solitario.

Era una forma simple de mencionar una paja.

¿Algún ejemplo que me dé más luz? – Dijo sin apartar la mirada de la carta.

Te lo diré de una forma lisa y llana. Te hago la paja y anoto tus reacciones y después necesitaré cierta aclaración de algunos momentos antes, durante y después, ya que es imprescindible ciertas aclaraciones sobre ese proceso del placer y que en cada uno son diferentes.

Sonrió apartando la carta y dejándola cuidadosamente a un lado del plato, en paralelo con los cubiertos, soltó una risita contenida y me miró sonriendo ampliamente.

¿Esto es una broma de ese cretino de Jesús? ¡Verdad¡

¿Quién es Jesús?

Un amigo y vecino, somos una banda de cinco tipos raros, y este de vez en cuando nos sorprende con sus bromas.

Negué con la cabeza, yo estaba seria y en sus labios la sonrisa lentamente se fue extinguiendo.

¿Quién eres? – Su tono cambió a serio.

Le mostré la documentación del centro. Revisó todo y de vez en cuando me miraba, y en ese momento llegó el camarero con la bebida y dos platos pequeños con aperitivos.

La comida la paga el centro, así como los gastos que se ocasionen. – Le mostré la visa, que cogió y miró detenidamente.

¿Eres sexóloga? – Preguntó devolviéndomela.

Medité la respuesta.

Un poco.

Demuéstramelo. ¿Cómo crees que soy?

La respuesta la encontré en el mismo, en su indumentaria, la forma de mirar las cosas y los colgajos de su mochila.

Me habló del sentido de la responsabilidad que tienes, me contó el reparto que tienes pendiente. El grupo comandado por un vecino tuyo, el responsable, el que tiene asignado el reparto de la publicidad de los cuatro, no lo hizo, como tampoco tus amigos, y metieron la publicidad en una papelera, tu no, dijiste que el honor no te permitía faltar a tu palabra, y cuando se alejaron, volviste a la papelera, recuperaste la publicidad y las suyas las estás repartiendo tú.

Pedimos, bueno pedí, estaba un poco cortado, mi intuición femenina terminaba de mostrármelo. Pedí almejas a la marinera y centollo francés, de segundo dorada a la sal, vino y de postre flan. Total ciento y poco €. Me miraba, esperaba respuestas.

Por tu forma, talante y lo que desprende tu cuerpo, eres un poco arisco, mantienes distancias y sobre todo detallista.

Define detallista.

Has mirado la huella del tirante izquierdo del sujetador, que ha dejado en mi hombro, intentas adivinar el tamaño de mis pechos.

Respondí hablando despacio, empleando un tono suave, persuasivo, imité al de (*) Kim. Es un buen espécimen, su fragancia me llegaba de vez en cuando, a madera, suave a corteza húmeda.

Asintió con la cabeza despacio, y de nuevo esbozó esa sonrisa culpable, como al que le han pillado.

Eres muy perspicaz, no fijé la mirada.

Lo sé, utilizaste un barrido y yo analicé ese barrido, el tirante que habla de lo que sujeta.

Guardamos silencio, llegó el camarero con el primer plato. Iba a coger el centollo y el me dio un golpecito con el tenedor en los dedos, retiré la mano asombrada.

Yo te serviré, hace tiempo que no se cruza en mi vida una mujer desigual, te serviré, lo mereces.

Sentí calor en las mejillas, hice que me limpiaba los labios sin haber comido nada. Sus movimientos fueron pausados, y me dieron ganas de sentarme en la silla vacía, que había a su lado y que me diera de comer, es una fantasía que siempre he tenido, comer de su mano.

Pero me arrepentí de inmediato, buscaba en el algún parecido con mi caballero paracaidista muerto, y no, no eran iguales, y tampoco se parecían en nada sin embargo tenían algo en común pero no sabía qué.

Mantuvimos silencio y llegó el segundo, y el silencio no nos dejaba, algo ocurría. El flan llegó y la visa cerró la comida, salimos a la calle por detrás, y.

¿Te importa, si camino del coche dejo publicidad en los coches?

Negué con la cabeza y me llegó una idea brillante.

Dame unos cuantos y yo voy la otra acera. Al sol, estoy un poco destemplada.

Esta vez el ribete rojo le apareció a él, tartamudeó.

No, no puedo consentirlo, si te ve algún conocido.

¿Es que este trabajo es indecoroso?

De nuevo ese tono rosado en las mejillas.

Te manchas las manos, los limpias y parabrisas se ensucian mucho, no puedo consentirlo.

No seas tan quisquilloso y dame un grupo – Exigí extendiendo la mano.

Sin perder el color de su rostro, de su bolsa cogió un grupo, sujetos por una tira de papel, la publicidad era de técnicos en todas averías, el barrio es de los altos, gente con pasta y poder, podía servir.

Se me ha ocurrido una idea – Empleando el mismo tono.

Me miró, su frente tenía gotitas de sudor.

Vamos a repartir todo y después hacemos el estudio.

No pregunté.

¿Por qué te obstinas?, no me conoces.

No es obstinación, necesito los datos que aporten tu cuerpo, está en juego mi futuro y yo intento corresponderte, solo eso.

¿Puedo hacerte una pregunta personal?

Adelante, hazla.

¿Qué ocurre si estoy infectado?

No se me había ocurrido. La gente joven no ha tenido tiempo de ensuciarse, no dispone de dinero, no curran. Volvió hablar.

Mi amigo Jesu, va con putas. Y no de primera clase, estoy seguro que estará infectado de algo y por eso os ha desviado hacia mí.

Yo he traducido si estoy limpia, es momento de aclarar un detalle, no me le vas a meter. ¿O me preguntas si te puedo infectar de algo?

De nuevo cambiaron de color sus mejillas, asintió levemente con la cabeza.

Si.

No te puedo infectar de nada, no vamos a follar, el estudio es de tu cuerpo, reacciones, y muestra de semen, yo solo seré una forma de excitación, no hay riesgo de contagio si los dos estamos limpios. Y yo lo estoy, tengo el certificado ¿Y tú lo tienes?

No tengo el certificado, verás que estoy limpio. Mis amigas lo están y yo no me acuesto con cualquiera, somos un grupo reducido y todo va bien, además periódicamente nos hacemos reconocimientos, respeto por parte de todos.

Pues nada más que hablar, a trabajar.

Espera. Cambiemos información del móvil, por si acaso.

Dijo suavizando el tono. Pensé deprisa, asentí con la cabeza y cambiamos datos, hicimos una prueba y funcionó perfectamente.

Y en el coche que estaba apoyada, puse el panfleto, y en el otro y otro. El me miraba entre sorprendido y maravillado, una extraña sonrisa afloraba en sus labios, cruzó de acera y empezó, iba deprisa ya que me alcanzó.

El móvil vibró, era un mensaje de él, que me detuviera entre los dos coches que había dejado detrás, y que me pusiera en la línea que daba el sol entre los dos. Dudé mirándole con detenimiento, el miraba expectante, retrocedí y me puse donde dijo, me hizo una señal que un poco más atrás y levantó la mano cuando me situé donde quería.

La causa fue una o varias fotos, la última puso el móvil en pegado al asfalto. Seguimos, él fue alejándose yo iba a mi bola, mi mente rebuscaba la causa de esas fotos sin encontrarla.

Tardamos casi dos horas. Entramos en una cafetería frente al estadio del Madrid, nos tiramos en los sillones, no nos sentamos.

Yo pedí un café con hielo y él Coca-Cola, estábamos sentados uno al lado del otro, y empecé a trabajar, cogí su mano izquierda, le di la vuelta y observé de cerca las yemas de los dedos, no tenían arañazos, su textura era piel suave, algo áspera en esos momentos por lógica.

Que miras – Preguntó con curiosidad.

Quiero saber cómo son tus manos.

¡Ha sido el reparto más extraño que he hecho!, tu estrategia me ha ido sorprendiendo de forma consecutiva, me da la sensación que lo tienes todo planeado, llevado a cabo y la verdad es que eres inquietante e involuntaria seductora.

Puse cara de póker, no entendía nada de lo que había dicho. No vi nada erótico en dejar un trozo de papel pillado por el limpia. Leyó mi mirada.

No te hagas la tonta, trasluz. El sol me mostró un detalle que aún me maravilla. No llevas bragas y – Encendió el móvil -, mira el contorno de tu cuerpo y el sol.

Casi sonrío, no pensaba contarle la causa de la rotura de las bragas, y no me había dado cuenta de ese detalle. El trasluz era bueno, se percibía la forma del monte de venus, encendí el sistema de alerta, este tipo no era vulgar, debía de meditar cada paso que diera.

Pásamelas, me gustan.

¿Entra en el sumario no llevar bragas?

No, se trata de estragos.

¿Qué tiempo lleva ese estudio?

No tiene un tiempo estándar, depende del individuo. Y sobre todo de los descubrimientos. La base de datos está en construcción y de vez en cuando aparecen detalles nuevos, que aportáis vosotros.

¿Y dónde haremos ese estudio?

Buena pregunta me dije, el coche estaba lejos. Pero no tenía otra opción.

En el coche, he aparcado en zona privada y la mayoría disponen de garaje.

Me miró, estábamos relativamente cerca.

No me parece adecuado, además es peligroso para los dos, nos pueden detener si algún vecino llama a los guardias.

Hizo pausa sin dejar de mirarme.

Podemos ir a mi casa, aunque está un poco lejos, sin embargo allí nadie nos molestará. Y por otro lado tu opción tiene varios problemas, y piensa en tus manos, aunque te las laves en la cafetería, estamos algo sudados, no nos vendría mal una buena ducha.

Miré en el fondo de sus ojos, seguía con ese punto brillante, no vi malicia. Lo cierto era que los elementos jugaban también.

De acuerdo, pero antes me vas a dar tus datos, tengo que cubrirme la espalda, por si acaso fueras peligroso, que las apariencias engañan.

Sonrió levemente. Y un tipo se acercó a nuestra mesa. Trajeado y sorpresa para los dos. Le miró a él hablando con firmeza.

Te la compro una hora – Dijo mirándome.

Le miró arrugando la frente, su gesto se endureció.

¿Cómo dice?, espero haberle entendido mal.

No me ha entendido mal ¿Quién es? – Dijo mirándome.

Es mi esposa, márchese y déjenos en paz.

Dijo cambiando de postura y arrastrando hacia atrás el cómodo sillón, donde estaba sentado.

¡Pues que no provoque con sus posturas! – Casi gritó.

Sentí mucho calor en las mejillas, deprisa junté las rodillas, se me había olvidado. Al sentarme me había despatarrado sin acordarme de las bragas.

Se puso en pie, y el tipo se alejó de vuelta a su mesa, se sentó mirándonos.

Déjalo – le dije – ha sido culpa mía, vámonos, no me gusta ser manzana de discordia.

Nos fuimos en busca de su coche, no estaba lejos del mío, iba a decirle de coger el mío y seguirle, negó con la cabeza, y sonrió levemente.

Tienes un poder oculto, atraes sin querer.

De nuevo calor en las mejillas.

No, tan solo ha sido un error por mi parte, no debía ceder, así de simple.

Es barato el precio.

No para ese chico.

¿Y has pensado, que precio TE puedo pedir a cambio?

No, ni lo imagino, hoy ya llevo bastantes sorpresas. Eso me ocurre por hace caso de las normas, lo dice claramente. Un estudio al día, que sus efectos secundarios no pasan tan rápido, dejan huella.

Mi precio termino de pensarle y ese tipo me ha dado la idea. Serás mi esposa durante el fin de semana. El domingo por la tarde te devolveré junto a tu coche.

El juego me produjo cierto temor.

Antes, quiero saber que es para ti una esposa.

Seguimos andando, me miró de lado.

Tendrás todo lo que quieras y yo solo pido una sola cosa de ti, de tu cuerpo. Un puerto seguro.

Me detuve. Una suave brisa movió las hojas de los árboles. La tarde se alejaba lentamente. Estábamos terminando de bajar la avenida de Ramón y Cajal, ya en la rotonda, en dirección a la calle Padre Claret. El coche le tenía aparcado junto a un estudio infinit fitnes.

No sé qué es eso – Respondí pensando que significando tenía - ¿Qué tengo de puerto seguro?

Todas lo tenéis, pero muy pocas lo son. ¿Sabes abrazar?

De nuevo me llenó de dudas.

¿Quieres decir follar?

Movió la cabeza despacio, negando. Nos habíamos detenido.

Ya te lo explicaré llegado el momento, y solo precisas de poco de tu cuerpo. Tus brazos, tus manos y el lugar más cálido que tengas.

Ahora debía de tener cara de boba, no entendí nada.

Pero antes, debemos enlazarnos…, será un estilo natural y carente de falsas apariencia. Y cuando lo desees podrás anular ese ritual.

Supongo que de cara de tonta, pasé a la de gilipollas. Sabía introducir las dudas profundamente y no entre las piernas.

Empiezo a arrepentirme de haberte conocido.

¿Por qué?

Me estás liando, estoy perdida y pienso que me tomas el pelo, que te estás riendo de mí, en mi cara.

Hay más, el ritual será en un bosque destruido, muy cerca del parque de atracciones, nuestras manos en un roble moribundo, allí estableceremos esa forma de relación.

Ahora ya mi desconcierto tuvo dimensiones gigantescas.

¿Eres naturista?

No, pero se dé la magia de los árboles, el día que desaparezcan, moriremos los humanos. Piénsalo mientras llegamos a mi coche.

Y echó andar dejándome sola, su paso fue largo, se alejó. Le seguí, su paso se hizo normal. Y he de reconocer que mi mente empezó a comprender. No tomaba posesión de mí, no, construía un puente entre ambos, había separación no pensaba que formáramos uno, no, dos unidos que es diferente. De lejos le grité.

¿Y cómo lo hacemos? – Pregunté intrigada.

Se detuvo, siguió de espaldas. Llegué a su lado. Me miró con cierta sorpresa en sus ojos, su rostro se mantuvo inalterable. Mi mano se había metido en la suya, cerró sus dedos con suavidad, ahora el sorprendido fue el. Su mirada seguía con una muda pregunta.

He comprendido, y yo ahora enlazo los puentes que nos unirán. Ahora, antes, durante y después.

¿Algo más que deba saber? – Su tono fue silencioso.

Soy virgen y tú no me vas a desflorar. Por tanto debemos acordar los límites del estudio, de tu cuerpo y del mío.

Mantuvo un silencio ausente, quieto supuse mirada perdida, se miraba por dentro.

¿Vas a ver a tu madre, antes de?

Su respuesta me sorprendió más de lo que pensaba.

Vas a entrar en mi universo.

Que terminación tiene ¿antes de? – Pregunté confundida de la seguridad que desprendía.

Lo he dicho, entrar en mi mundo. Nada va a ser igual cuando te marches.

Me molestaba su tono, empecé a sospechar que estaba muy creído de sí mismo.

Dudo que me afecte lo más mínimo, conozco a diario gente nueva, tú no eres una excepción. Serás uno más, lo único que te diferenciará un poco, será el reparto de publicidad, una nueva experiencia en mi haber, gracias a ti.

No hablaba de ti, te hablaba de mí.

Su tono me enfrió el alma, sobre todo la forma de decirlo. Guardé silencio. Había enlazado con mi zona helada, donde escondo a mi amor destruido por una guerra.

Notaré tu vacío, lo sé, hay algo en ti que me atrae y a la vez me asusta. Sé que eres muy joven, aunque ese no es problema, de lo que yo hablo es algo más profundo y me apena.

Parecía la vida se había detenida, el destino había pulsado la tecla, de pausa.

Seré una más, dudo que las mujeres te falten – Me defendí sin saber la causa.

No eres ni serás una más, esa no es mi forma de tratarlas.

No dije nada, y su mano llamó mi atención. Me manoseaba la mano, no entendía lo que pretendía.

¿Qué pretendes con tu mano? – Pregunté intrigada, no era desagradable, pero si sorprendente, ignoraba lo que sentía.

Es que tu mano se entiende con la mía, habla con tu mano y sus respuestas es deleite.

Pensaba que por mi mala cabeza – Me cortó.

No pensaba en una pelea, los efectos secundarios serían nefastos para ti y para mí. Serías el blanco de todos, de la policía, del juez, tu serías la culpable de todo y aunque le hubiera roto la cara, el vencedor sería el, ya que los psicólogos de pacotilla, dirían que éramos una pareja con problemas y que el daño nos proporcionaba una dosis de adrenalina, seguro que en su informe asegurarían, que tú eras frígida y yo impotente, y el resultado de la pelea nos proporcionaba la dosis necesaria para poder follar.

Apreté su mano, que torpe fui, seguía siendo una chica, no una mujer que es diferente. Tenía un sentido de la realidad aplastante, su teoría fue acertada.

El empujar el sillón, pensé que era un movimiento hostil.

En efecto, lo era, pero no pensaba pelear por lo que te he dicho antes, tan solo defender tu postura.

Ya, pero tú no viste tu rostro, habías agachado ligeramente la cabeza y le mirabas por debajo de las cejas, vi al depredador que todos los hombres escondéis.

Se trataba de un farol, como en el póker, subes la apuesta para que los demás tiren sus cartas, el idioma del cuerpo. Además ese tipo vestía caro, supe de su poder, nos podía hundir en la miseria, tendría influencias y ya sabes que la justicia no existe, él poderoso manda y la justicia obedece. Tú serías etiquetada como puta por no llevar bragas y yo como chulo de mierda.

Asentí con la cabeza, llevaba razón en todo. Llegamos a su coche, limpio, tampoco vi desorden en el interior, y para mi sorpresa me cedió el asiento del conductor.

Tú conduces, tengo que serenarme, además pagarás billete.

Me hicieron gracia sus palabras. Moví el asiento ajustándole a la medida de mis piernas y cuando daba marcha atrás para salir de entre los dos coches, el con dos dedos subió un palmo el vestido, dejando mis muslos al descubierto. Yo misma me sorprendí, esboce una tenue sonrisa, consentía, esa me dijo mi otro yo.

 

Abrí los ojos, mis oídos no reconocían los ruidos, recordé que estaba en su casa, y en ese momento recibí información de los músculos de mis muslos, les había tenido mucho tiempo separados y una duda y pregunta me asaltó ¿Ya era una mujer? ¿Me había hecho suya?, lo extraño era que no recibí ninguna señal de molestia de la vulva, pasé el dedo para salir de dudas, muy húmedo pero la marca seguía intacta ¿Qué me había hecho?, apenas recordaba nada.

Dormía, su respiración era agitada, debía soñar, sonreí en la penumbra, estábamos desnudos y yo apenas recordaba nada, estaba llena de sensaciones y cuando me puse en pie, los recuerdos me llenaron, y el clítoris llamó mi atención, le rocé, y el resultado fue un temblor desconocido, estaba muy sensible, desconocido, muchas veces al lavarme le rozaba y no me decía nada.

Ahora estaba muy sensible, sonreí de nuevo, recordé su lengua, me había consumido parte de mi ser, se había alimentado del placer que me produjo, y además fui cubriendo etapas hasta que perdí la consciencia, navegaba en el placer que me producía y en sus espacios en blanco, al seguir, me hacía perder los sentidos, ese placer había cambiado, volaba y no podía aguantarlo, sujetaba su cabeza, pero él me decía que espera un poco, que me iba a gustar y así fue, perdía la consciencia por momentos y no recuerdo más, perdí el sentido, me dormí arropada por sus brazos.

Y ahora siento decepción, debió hacerme suya en esos instantes, aunque olvido su respeto, no soy justa con él. Le miré de nuevo, y no me había dado cuenta, su pene mantenía media erección, entre de rodillas en la cama, me agaché besándole el prepucio, dejé los labios en el unos instantes, y tuve un dato que no se me había ocurrido, ni a mí, ni a la instructora ni a nadie, ¿el pene disponía de propio cerebro?

El pene crecía despacio, su dureza aumentaba lentamente así como el tamaño, y el glande hizo que el prepucio se retirara un poco, si recuerdo haberle tenido en mi mano, pero no que hice con él, e ignoro porque metí la punta de la lengua en ese espacio, entrando en contacto con el glande, el pene siguió creciendo, pude sentir en la lengua más glande y no me reconozco.

Me acosté de lado, y con dos dedos y muy despacio, retiré el prepucio, el glande se mostró con todo su poder, un ariete pensé, le humedecí con saliva y despacio le introduje en la boca, él se movió, entró más, no me moví, anoté este importante dato ¿pensaba que estaba en una vagina? ¿Qué soñaba?

Nuevamente se movió, el pene entró un poco más, luego retrocedió, fue cuando sentí su mano en mi espalda, extendida, se movió despacio entrando más adentro de mi boca, no me moví, y con la boca ocupada sonreí aflojando la presión, el gemía y gruñía de vez en cuando, su mano empezó a desprender calor, no se movió y de nuevo gimió, su cuerpo chocó contra mi rostro, el pene llegó a la entrada de la garganta, retrocedí un poco empujándole con mi mano hacia atrás, de nuevo gimió, y mi respuesta fue espontanea, absorbí con mis labios el glande, como respuesta su cuerpo tembló, de nuevo empujó metiéndose el pene en el interior a la vez que gemía, mantuvo esa presión y sentí que algo caliente, dudé, no supe que hacer, el mantenía su mano abierta impidiéndome el movimiento, sus gemidos fueron seguidos, y no tuve mala sensación, su semen llenaba mi boca, su sabor me dejó pasmada, algo así como a escarola dulce, y tuve otro dato nada comparado con la paja anterior del jovencito.

Al eyacular su pene no tenía pulsaciones, tenía una secuencia de empuje, de presión, el semen salía a borbotones muy seguidos, y olvidaba a mi cuerpo, a mi reacción, del inicio de la repulsa al cambio, calor y humedad en la vagina, sentí que un líquido escapaba de la vagina, desconocido para mí y el extraño gustillo que recorría mi cuerpo.

Dejé todo como estaba, ver como seguía esa felación inconsciente, había hecho algo sin pensar en las consecuencias, estaba mojada, y me mente me dijo que tenía la puerta abierta, que deseaba que me penetrara, pero él seguía en su sueño o en su pesadilla, ya que su gesto había cambiado, de tener apretados los dientes, a la boca entreabierta por sus gemidos, su cuerpo había perdido la tensión y ahora su pene si tenía esa pulsación de la paja.

Pasé la lengua despacio por la uretra, él se movió, empujó levemente, pensaba que estaba dentro de una vagina, eso parecía, y fue cuando me di cuenta de que me estaba tragando el semen de forma inconsciente y su sabor me hizo buscar en mi memoria, resultándome conocido, entre el dulce y el ácido y no es desagradable ya que era fluido no esa masa espesa de color blanco que echan muchos, y que no pienso probar.

Mi mente era contradictoria en todos los sentidos, estaba inquieta, sorprendida de la iniciativa, y luchaba entre despertarle o dejar todo al destino, que el decidiera, pero lo cierto es que estaba receptiva, yo solo me había provocado, sé que él jamás lo hubiera hecho.

Empezaba a comprender a algunas mujeres, sentía ganas de él, que me dominara, que me follara a su antojo, todo lo contrario a lo que le dije y lo peor era que yo misma me lo había buscado, no entendía esa felación ¿Qué me había pasado?

Y busqué en mi memoria, había dormido a su lado, el buscaba mi abrazo pero no lo tuvo, yo si el suyo, estaba agitada por mi osadía, cierto era que su reacción con ese gilipollas, escuchar que era su esposa, no su mujer, mi dueño, hizo que me mojara, su pensamiento hacia mí era muy diferente a los que conocía, y eso pudo ser el detonante de mi entrega, yo no me conocía tan íntimamente y me asaltó una duda ¿Ya era una mujer?, lo cierto es que miraba con rechazo la paja con ese crío, pero lo veía muy lejos, y ya desde nuestro encuentro notaba las secuencias del cambio que iba produciendo, como ese contraluz de mí, esa forma de mirarme.

Moví la cabeza lentamente, tú en mí, con esa palabra clave, esposa. Y yo en ti por la inconsciencia de mujer, en el estudio no está descartada la felación, pero eso no entra en la paja, es diferente, ¿por qué lo hice?, fue un impulso, y tengo sus medidas en el interior de mi boca, siento cierto gustillo en el vientre de pensar como entraría en la vagina, su diámetro podía ser de 11 o más y el largo de lo mismo, un 15 x 12.

Pero había provocado un serio problema, guardar el secreto era la opción que tenía en mente, pero la duda era si el cuándo despertara supiera que su pene había sido utilizado, lo digo por el prepucio, puede ser un chivato, ya que la dilatación no se ha relajado del todo, aunque con los labios he procurado que cierre en torno al glande, otro que tampoco ha terminado la relajación ¡Joder sudo a mares!, no sé por dónde escapar.

Y era verdad, pero esa humedad de la piel de mi cuerpo me gustaba, sobre todo porque él iba produciendo cambios en mi mente y cuerpo, casi sin hacer nada. Me sigue machacando la palabra esposa, y no mujer, y el tono en que lo dijo, algo que asegura que soy de su propiedad y eso me humedece la vagina, y ese desconocido gustillo me llega hasta los dedos de los pies.

Volví a la realidad, sentí su mano en la cara interna del muslo, estaba sentada en el borde de la cama, una pierna colgando y la izquierda doblada encima, ahí está su mano, le miré de soslayo, tenía miedo de enfrentarme a su mirada.

Buenos días, supongo.

Dijo empleando un todo relajado, se movió pegando su cuerpo al mío, rodeó su brazo en torno a mi cintura, me abrazaba, sentí esa presión y su beso en mi costado, pero sus palabras fueron intrigantes, sentí calor en mi rostro.

No sé cómo expresarme, pero tu presencia me hace sentirme diferente, creo recordar que no estaba claro donde ibas a dormir.

Y esta vez mordisqueó la misma zona del costado, me puso la piel de gallina y ladeé la cintura para escapar de sus dientes, de nuevo humedad vaginal, me estremecí ligeramente.

No entiendo mucho de lo que voy decirte - Su mano cubrió mi boca impidiéndome seguir hablando.

Y otro detalle, estás desnuda a mi lado ¿He hecho algo deleznable? – Su tono fue de preocupación – Retiró la mano llevándola a mi vientre. Su calor hizo que volviera la piel de gallina.

Te voy a responder con dos mitades de una pregunta.

Guardé silencio, esperaba saber si entendía el mensaje, estaba metida en un lío y no sabía cómo escapar.

Disculpa por si no me he explicado bien. Tenerte a mi lado desnuda me ha hecho sentir cierto desasosiego en el estimado, y por favor dime si te he tocado, he tenido un sueño muy profundo y muy lejos una sensación placentera, por eso de mi duda.

Las alarmas se dispararon en mi mente, debía de hacer algo que desviara su mente, y me llegó, la única era el himen, eso le despistaría. Respondí con el tono de voz de Kim.

Déjame sitio, comprueba.

Se apartó hasta el otro borde de la cama, yo me preguntaba por qué el himen, y mi otro yo sonrió de forma astuta, que me hizo sentir un ligero pinchazo en el interior del vientre, debajo del monte de venus, quizá ese punto G del que hablan. Mi otro yo me dijo que no engañaba a ninguna de las dos, quería esa penetración cuanto antes, con eso cubriría su falta, la felación oculta. Me situé casi en el centro, pegada a él.

Comprueba el sello, quiero sentir tus dedos en él.

Lo dije mirándole, yo misma me había mojado con mis palabras. Él se movió hacia los pies de la cama, yo mantenía los tobillos juntos, quería otro dato de mi cuerpo, cuando el me separara las piernas, que sensación iba a producirme.

Sus mano no cogieron los tobillos, fueron sus manos abiertas las que empujaron los tobillos, se arrodilló y sus rodillas dobladas quedaron pegadas a mis muslos separados.

Mis pulsaciones estaban al máximo, mi respiración entrecortada, y un gustillo húmedo en el bajo vientre, y todo se precipitó al ver como su pene crecía deprisa, al no haber terminado de relajarse, el glande asomaba sonriente.

Sus manos se apoyaron en la cara interna de los muslos y los separó un poco más, después acercó su rostro a la vulva, esos lentos movimientos hizo que me meara de gusto, esa era la cuestión, tenía una sensación desconocida y sentí algo raro, aunque le voy a colocar en el terror sexual, pero no lo es, está ahí por mi ignorancia, sabía lo que yo quería pero nada de él y su lento y pausado andar en mi cuerpo, me excitaba más de lo que pensaba.

Sentí dos dedos en la parte baja de los labios mayores, sentí como los humedecía, como dije, me meaba de gusto. Y fue ascendiendo despacio, y eso hizo que los cuatro labios se apartaran al paso de sus dedos, sentí una ligera contracción en la parte interna del vientre, el también ya que detuvo el movimiento de sus dedos.

Me miró, yo le devolví la mirada, me mordía los labios para no gemir, y lo que pensaba, su mirada era extraña, quizá entre la curiosidad y el interés, claro que mis reacciones lo mismo no eran las normales, hablo de sus mujeres, yo soy una cría sin conocimientos y muy alejado de sus amigas.

Siguió despacio, algo que me encendió aún más, estuve a punto de decirle que me le metiera ya, con urgencia. Y para mi sorpresa, ese gustillo que sentía iba aumentando lentamente, y cuando sus dedos llegaron al himen, empujé, de nuevo me miró y sin darse cuenta, al recorrer el himen, rozó dos veces el clítoris, eso hizo que elevara ligeramente la pelvis, deduje el idioma de señales del sexo, incitaba a la penetración, como más tarde pude comprobar.

Está intacto.

Dijo sin quitar los dedos del himen. Pero yo me moví para que sus dedos rozaran el clítoris de nuevo y así fue, de nuevo me moví, la pelvis elevada, nuestras miradas estaban hechizadas y pude comprobar que el pene había alcanzado la erección máxima. A pesar que mi otro yo apremiaba mi desfloración, yo, lo deseaba, y pensé en una solución aunque podía ser traumática para los dos.

Pero mi atención fue desviada por su dedos, de forma descarada excitaba el clítoris, ya no eran roces sin querer y eso empezó a crear tensión, que iba ascendiendo lentamente, ya que se estaba transformando en un deleite especial, y sin querer, arqueé el cuerpo, le presentaba la vulva algo más elevada, otra señal que el captó, vi que tragaba saliva, dudaba. Se movió, yo casi me ahogo ya que la respiración la tenía muy acelerada.

Se puso a gatas, cada mano apoyada en el colchón a ambos lados del cuerpo, sentí como el pene rozaba los labios de la vulva, me moví para situarle entre los labios mayores, sentí el glande en el himen, apenas presionaba y él acercó su rostro al mío, hablándome al oído.

¿De verdad, lo quieres?, no tengo intención.

Su tono fue de duda, algo así como dándome oportunidad de dar marcha atrás.

Muévete un poco, roza el clítoris y no pares, hasta que yo te diga.

Para qué. Por qué.

Preguntó moviéndose despacio hacia arriba, haciendo presión con el glande en la unión de los labios mayores. Cuando se movía, sentía destellos de delicia y cierto calor que subía por la parte baja de mi espalda, aparecieron escalofríos de gusto y de nuevo más humedad.

Debo confesarte algo, y he pensado que debes saberlo antes de seguir con mi deseo.

¿Cuál es tu deseo?

Que seas el primer hombre que entre en mi cuerpo. Aunque debo decirte, que yo, yo misma he tenido tu pene en mi boca y he conseguido tu semen, que he paladeado y tragado, después con mi saliva te he limpiado.

Su movimiento cesó, en su frente dos arrugas. Y sorpresa.

¿Eras tú la que ocupaba mi sueño?

De nuevo se movió, más ondas de placer retornaron a mi cuerpo, mi cerebro las situaba en el vientre.

No, fuiste tú lo que provocaste todo esto. Por cierto, tu sabor me confunde, lejos me pareció conocido el sabor.

Puede ser la fruta, mi preferida es la manzana, la encarnada y la Smith, la verde. De pequeño leí que el cuerpo donde habita la manzana, carece de enfermedades y doy fe de ello, lo más grave que tenido ha sido un resfriado que me duró dos días, y paso años sin nada de nada.

Pudiera ser lo que dices, que fuera a manzana y además fluido no espeso.

Me miró con detenimiento y su pene se enderezó más, ese gustillo subió de escala, lo que dije, me meaba de gusto, todo esto era desconocido para mí.

Solo te abracé y cuando me apartaste busqué el pago anticipado como te recordé, tu abrazo me lo negaste en la cocina, al margen de que no compartiríamos cama, eso me dijiste muy segura después de cenar, y que dormirías en otro dormitorio.

¿Recuerdas la disputa por la hembra?, por mí – Tono seductor.

¿Qué lucha?, no comprendo – Dijo ladeando la cabeza.

Recuerdas mi mala cabeza, al no llevar bragas y estar despatarrada, calenté los cascos a ese tipo trajeado, que no perdía de vista mi vulva, le encendí y tú además con tu respuestas, extendiste el fuego en mi ser como el que siento en estos momentos.

Sigo sin entender nada.

Si hombre tranquilo, sí. Me hiciste tu esposa ¿Lo recuerdas?, pero no solo fueron tus palabras lo que entró en mi cerebro, fue el tono que empleaste para decirlo, me sentí a gusto en la prehistoria, y tu gesto amenazador cuando dijiste que era tu esposa.

Por esa causa me entrego a ti, aunque lo haya sido de una forma virtual, debes consumar este matrimonio, y que yo le hago realidad. Por eso, yo te recibo como esposo, soy tuya.

Me moví, él estaba desmenuzando mis palabras. Podía escuchar a su cerebro. Su rostro lívido fue modificando su tono, y lentamente apareció su color normal, pero respiraba deprisa, su pene le apremiaba como yo.

 

Me confundes en todos los sentidos. No me debes nada, y aquello lo tengo olvidado, rechazo las complicaciones y repito, no tienes deuda conmigo.

Yo te anhelo, quiero sentirte dentro de mí, quiero que me llenes de ti.

¿Y después? – Preguntó con cierto tono seco.

Tú en tu casa y yo en la mía, seguiré siendo tu esposa virtual y que solo tú, yo y ese tipo lo sabrán. Y seguiremos con nuestra vida, por mi parte nadie lo sabrá, aunque a mi madre si lo pondré en su conocimiento, fue un favor que me pidió, pero tú identidad estará a salvo.

¿Y tú estudio? – Su tono se fue apaciguando.

He pensado que esta noche, y al sentirte en mi boca, he pensado como esposa, que el estudio será diferente. Ya sé los movimientos de tu pene al eyacular, y dispongo de mucho más datos, pero mi mente ya ha montado la peli, tenemos que comprar sombra, un par de frascos, nuestros cuerpos tendrán apariencia de sombras, una sola vela y tu cuerpo será mío.

Te arrancaré el permiso para hacerte alguna foto, aunque siempre te llevaré dentro de mí, y por otro lado me has arrancado de un pesar, un dolor en el que me recreaba, sufriendo de forma inútil, y lo he logrado siendo tu esposa. Algo se destruyó sin que me diera cuenta, como tu mano, que fue lo primero que entró en mi cuerpo.

¿De qué hablas?

De mi primer amor, muerto en el golfo pérsico.

Lo siento.

Su tono era sincero, vi arrugas en la comisura de sus ojos. Y el silencio reinó. Moví ficha, esto languidecía y no quería perder ese gustillo desconocido y que me llegaba de otro lugar desconocido de mi cuerpo.

¿Me tomas, ocupando una zona que tienes a tiro o lo dejamos en una paja?

No dijo nada, pero sus labios apresaron los mío, mi lengua separó los suyos y entré en él, lágrimas escaparon de mis ojos, sentí la proximidad de su cuerpo, yo de nuevo elevé el mío, abrazándole con fuerza, y fue cuando sentí al pene, este presionaba levemente el himen, rompí el beso, le miré a los ojos, se apartó un poco más.

¿Te he hecho daño?

No, empuja con más fuerza y no te detengas.

¿Y tus lágrimas?, pensaba que eran del daño.

Te equivocas, el empujar, yo lo he traducido en que soy tu esposa, y esas lágrimas son de felicidad, por eso entra deprisa y no pienses en el daño.

Y empujó, sentí cierta sensación de arañazo, parecido al daño de un padrastro que te quitas haciéndote sangre y que deja esa sensación de escozor, y más humedad, ¿sangre?, la esperaba.

El pene llegó al fondo, asimilé la sensación ya que entró lentamente, supuse que lo saboreaba como yo, y una vez que llegó al fondo, no podía entrar más, lentamente retrocedió, además del todo, sentí el glande en el anillo vaginal.

Y ante mi sorpresa, volvió a su postura de rodillas ante la vulva, se agachó y estuvo mirando, sentí sus dedos en el anillo vaginal, y ante mi sorpresa sentí su lengua, tanto en el clítoris como en la entrada, lamía mi sangre me dije, y ese pensamiento me puso la carne de gallina, mi mente se excitó de tal forma, que sentí llegar el primer orgasmo.

Se incorporó deprisa, aplastó sus labios contra los míos, le dejé entrar, tenía un presentimiento, y acerté, sentí un extraño sabor que dejaba su lengua en el interior de mi boca, tragué lo que fuera, entonces el sacó su boca de la mía y se incorporó levemente, vi sus labios encarnados y cierto ribete en torno a sus labios de color sangre, deduje que había hecho. De nuevo me habló al oído, como si temiera que alguien nos escuchara. Me susurró despacio.

Esto ha sido el beso de sangre, de tu sangre, la que te he producido yo con tu consentimiento. Este beso nos unirá de por vida, estemos donde estemos y nadie lo podrá romper, ni tu ni yo, es inmortal.

Ambos dos hemos sentido dolor, el tuyo físico y el mío psíquico, jamás se me ocurriría dañarte y ese dolor que has sentido me pesa.

De nuevo las lágrimas escaparon de mis ojos, fui incapaz de hablar, y le apreté contra mi cuerpo, me aferré a él como si fuera mi salvación y le hablé en su oído, tenía ganas de él.

Esposo, entra en mi levantado, que tu fuerza no decaiga, no te preocupe mi daño, quiero sentir como me llenas de ti, ya te he probado sin tu consentimiento, ahora quiero tu esencia en mis entrañas, quiero que te mezclas en mi interior, ya que el semen antes fue sangre, tu sangre, la cual bebí como el mejor de los elixir, yo, tu esposa te recibo como tú hembra, como descanso del guerrero, eres mío.

 

Obedeció, sentí el glande apartando el anillo vaginal, lugar donde estuvo el himen, el sello estaba destruido. Y se adentró abriéndome con lentitud, yo le abrazaba presionando con los muslos, y de nuevo el glande llegó al final, se detuvo unos instantes, y de nuevo fue retrocediendo, despacio, muy despacio y cuando el glande llegó el anillo vaginal por dentro, se detuvo volviendo sobre sus pasos, esta vez el pene entró más rápido, pero sin prisas, llegó al final volviendo a retroceder, pero esta vez el glande si salió del anillo vaginal, volviendo a entrar despacio, apartándole lentamente y aumentó su velocidad hasta llegar al fondo, y vuelta a retroceder, yo me moví, elevé la pelvis, demandaba más, esa molestia estaba en un término secundario, mi mente estaba en el final, había sentido su eyaculación en mi boca, ahora le demandaba donde estaba su verdadero lugar, y le esperaba con verdadero deseo enfermizo.

Y sin darme cuenta me moví, me di cuenta que mi excitación aumentaba y un orgasmo hizo que empujara, me apretara para impedir que retrocediera, y fue cuando nuestro movimiento buscó la conjunción, y lo conseguimos, como premio, otro orgasmo que me dejó sin fuerzas, y sin darme cuenta clavé mis uñas en su espalda, aferrándome a su cuerpo, el gimió en mi cuello mientras me mordía, busqué su boca, separé sus labios entrando en su boca, aferrándome a él con todas mis fuerzas, ya los orgasmos me hicieron perder el control.

Sus embestidas fueron más seguidas y sentí como se estrellaba con fuerza, no se movió y fue cuando el deleite inundaba mis entrañas, recordé como me llenó la boca y ahora su semen me abrasaba y esa nube gris me cubrió dejándome ciega, exploté sin escucharme, grité que me moría y me adentré en la oscuridad del placer, sonreí, quería morir en sus brazos.