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Morbo y vicio con mi tía (9)

en Amor filial

(Continúa)

EN GRUPO

Iba avanzando ya el mes de octubre y en mes y medio tanto mi tía, como sus amigos, los amigos de los amigos y mi hermana habían hecho todo lo posible por pervertirme. Aunque en realidad, he de reconocer, yo me había dejado sin ningún problema. Cuando llegué a casa de mi tía yo iba con el pensamiento, porque me gustaba, de poder verla algún día en ropa interior por un descuido suyo, o como mucho verla desnuda un instante al entrar en el cuarto de baño por error, y luego, si acaso, hacerme una paja. Nunca había previsto las experiencias que viví desde que llegué como un chico virgen y vergonzoso para convertirme en un ser que había practicado casi todo lo practicable en el sexo.

En casa, seguíamos tanto mi tía, mi hermana y yo con la complicidad y no nos cortábamos, por ejemplo, en entrar a lavarse las manos cuando el otro estaba meando o en acariciarnos o tener algo de sexo oral por las noches mientras descansábamos del día viendo un rato la tele en el sofá. Además, a mi tía y a mi hermana se le había ocurrido la gracia de que en mi día a día, en la facultad, llevara puestas braguitas de ellas en lugar de mis slips, y cada día escogían la prenda que debía ponerme para salir a la calle. A mi me daba un morbo extraordinario, aunque rogaba que no me pasara nada y tuvieran que llevarme a un hospital, aunque quizás en eso residía el morbo.

Una noche estábamos en el sofá, después de cenar, dispuestos los tres a ver la televisión cuando mi tía recibió una llamada en el móvil.

- Ah, hola Carlos, no, no es tarde para llamar, dime… ¿pasado mañana?, no, no creo que haya problema, creo que podremos ir sin problemas, ya hablo yo con los chicos… además parece que va a ser un día agradable..vale.. hasta luego, darle un besito a María.

- Es Carlos -dijo mi tía sin que nos diera tiempo a preguntarle- que el jueves, que es fiesta, nos invita Jorge a todos a un chalet de sus padres, aprovechando que están fuera, para echar un día en el jardín y montar una pequeña fiesta de amigos. ¿Os apetece, no?

- ¿Quién es Jorge? - preguntó mi hermana.

- Al parecer un alumno de Carlos de la edad de tu hermano, preguntale a Luis, que ya lo conoce muy bien, seguro que a ti también te gusta como le llegó a gustar a tu hermano, ¿verdad Luis?

- Sí, es un chico muy majo, y muy guapo, Esther.

- Vale, pues vamos a echar el día en el chalet de Jorge. Me encanta conocer gente guapa -dijo Esther riendo.

Y nos echamos en el sofá, yo en medio mientras mi tía y mi hermana procedían a acariciarme la polla por encima del pantalón corto de deporte que llevaba, mientras yo les acariciaba el coñito por encima de sus bragitas, bueno de las de mi hermana, que ese día mi tía no se había puesto y llevaba solo una camisola larga.

Finalmente llegó el día 12 de octubre. Amaneció un día estupendo y, aunque era algo fresco a primera hora de la mañana, se veía que al mediodía iba a ser incluso calor, una prolongación del llamado veranillo de San Miguel. Así que tanto mi tía como mi hermana y yo nos vestimos para la ocasión después de desayunar y ducharnos, compartiendo la ducha y haciendo de ese rito diario un elemento de risas, juegos y morbo. Además, en esta ducha mi hermana y mi tía se dedicaron a afeitarme el pubis y la zona del culete, algo que ya se me había hecho alguna vez, pero mi tía sola. Ahora eran las dos las que se dedicaban a dejarme los alrededores de la polla como un bebé, mi tía con la cuchilla y mi hermana sujetando la polla hacia arriba para que pudiera hacerlo con más comodidad.

Mi tía se puso un vestido estampado que le quedaba estupendamente, de largo hasta un poco más arriba de las rodillas, acompañado de un juego negro de sujetador y tanga, y unas sandalias altas con la suela de esparto, unas alpargatas vaya. Con todo ello y su pelo recogido estaba preciosa.

Mi hermana se puso una blusa rosa pálido y una minifalda vaquera. Hizo la gracia de no ponerse sujetador, aunque con la blusa, no del todo ajustada, no acababa de notarse; tampoco se puso bragas, dijo con cierta sorna que, según preveía ella, no las iba a llevar mucho tiempo puestas. Finalmente se puso unas sandalias como mi tía, aunque en esta ocasión planas y de diseño sencillo. Me puso a cien saber que no llevaba braguitas, sobre todo cuando esperando para irnos se agachaba a coger algo y podía ver su culo y su coñito sobresaliendo por abajo de la falda.

Yo me puse unos pantalones cómodos de algodón y una camiseta, acompañado de unas zapatillas. Tanto mi tía como mi hermana me obligaron a ponerme debajo de los pantalones unas braguitas tipo culotte de color sonrosado y con bastante encaje. La verdad es que eran muy monas y con el afeitado que me habían hecho en la ducha, me quedaban bastante bien.

Sobre las doce y media cogimos el coche de mi tía y nos dirigimos hacía una urbanización de chalets a las afueras de Granada, en dirección hacia la costa. Allí, según la dirección que nos habían indicado, aparcamos el coche ante un chalet que no era adosado, sino que estaba rodeado por una parcela bastante grande y, según pudimos comprobar, discreta a las miradas externas.

Llamamos al timbre y enseguida nos abrió Jorge, que iba vestido con una camiseta ajustada a su esbelto cuerpo, un pantalón vaquero corto y unas deportivas. Hice las presentaciones pues mi tía y mi hermana no lo conocían aún y se saludaron, por iniciativa de las chicas, con un beso breve en la boca.

- Sí que está bueno el niño este – le oí decir a mi tía por lo bajo a mi hermana.

- Además, me ha dicho mi hermano que tiene buena polla, aunque parece que le gusta más el pescado que la carne, pero bueno, todo se andará- le respondió Esther.

Nos hizo acompañarlo a la parte de atrás de la casa, en la que había un extenso jardín rodeado de setos que tapaba la vista a los posibles curiosos desde fuera y en el que se encontraba una piscina que, al parecer, aún no había cerrado. Nos dijo que hacía como la famosa heladería de Los Italianos, que cerraban la piscina el 12 de octubre. Nos invitó a sentarnos en unas cómodas sillas de jardín y nos sirvió unas cervezas que tenía refrescándose en un frigorífico que se situaba tras una pequeña barra que ocupaba un rincón al lado de la piscina.

No habrían pasado más de diez minutos, en los que hablamos, sobre todo ellas, con Jorge fundamentalmente de su casa, cuando sonó el timbre y al poco tiempo apareció Jorge seguido de María y Carlos. María llevaba para la ocasión un vestido largo y amplio, pero, como a ella le gustaba, con un escote generoso. Carlos iba vestido con un pantalón vaquero y una camisa de cuadros junto con unos mocasines. Nos dimos los besos de rigor para saludarnos y empezamos a tomar unas cervezas mientras charlábamos animadamente.

- Mirad, quiero que os sintáis lo más cómodos posible. Y eso significa que cada uno es libre de estar como quiera y de usar la piscina a vuestra disposición, si os atrevéis -apuntó en un momento Jorge.

- Gracias en nombre de todos – dijo Carlos- la verdad es que se presenta una velada muy divertida.

- Eso espero -replicó Jorge- sólo deciros que para no hacer la comida demasiado pesada que no nos deje para el arrastre, he hecho unos tentempiés fríos para acompañar las cervezas. Espero que no os importe.

- No, al contrario, aquí a todos nos gusta comer, pero no especialmente comida – dijo entre risotadas María.

Jorge procedió a sacar algunas bandejas con jamón, queso, entremeses salados, frutos secos, patatas y cosas por el estilo, que acompañaban muy bien a las cervezas fresquitas que iban tomándose sin mesura por todos los invitados. Yo estaba expectante por ver quién daba el pitido inicial de la fiesta, quién sería el primero o la primera en introducir el tema sexual, que es realmente el que estábamos esperando todos. Pero se hizo esperar, no había prisa. Las cervezas iban corriendo y, con el calorcillo que iba creciendo conforme iba avanzando el mediodía, hacían de combustible.

Mientras, la charla venía siendo animada y, más que formarse grupos, los seis participantes en la fiesta formábamos un corro de butacas de jardín. María y Esther habían ocupado las dos únicas que eran hamacas y yo no podía parar de mirar a mi hermana, a quien tenía justo enfrente, para descubrir bajo su minifalda el final de sus muslos. Ya los habían visto varias veces y al descubierto, pero en ese momento despertaba una excitación en mí difícil de explicar. Junto a mi lado, Jorge tampoco perdía vista de los cruces de pierna de mi hermana y, cuando ésta, adrede al ver nuestro excitación, se abrió algo más de piernas, pudo comprobar que mi hermana no llevaba bragas. Así que la excitación, al menos de los más jóvenes, estaba empezando a hacer efecto.

- Bueno, yo con vuestro permiso, me voy a quitar algo de ropa, que quiero aprovechar este sol del otoño -dijo mi tía pidiendo a María que la ayudara a bajarle la cremallera del vestido por detrás- no te conozco, Jorge, pero espero que no te importe.

- ¡Qué va, si yo voy a hacer lo mismo! - dijo Jorge, quitándose la camiseta y dejando a la vista su escultural torso. Mi tía también se quedó en sujetador y braguitas, lo que la hacía estar la más desnuda de todos en ese momento.

- Pues yo también me pongo fresca– dijo mi hermana mientras se despojaba de la falda que tanto nos estaba haciendo sufrir a Jorge y a mí, y se desabrochaba la blusa, dejándosela puesta pero insinuando por la abertura gran parte de sus tetas.

De pronto, y sin haber intuido que yo iba a ser el primero en dar el paso, teniendo el torso desnudo de Jorge al lado, me incliné hacia él y empecé a acariciarlo con mi mano más cercana e incluso me agaché para poder lamer su cuello y sus pezones aparte de darle algún beso que otro. Los demás nos miraban extasiados, y mi hermana en especial, pues empezó a acariciarse el coñito mientras nos miraba. Yo, al notarlo, le dije:

- Anda, ven hermanita, ven a probar a Jorge, que veo que te está gustando lo que ves.

- No me lo digas dos veces, este pimpollo no me lo pierdo yo- dijo entre risas, acercándose hacia nosotros. Por el camino, se quitó del todo la blusa dejándola en su hamaca, quedándose tan solo con las sandalias planas, lo que la hacía estar mucho más excitante. Yo le hice hueco, y la deje ocupándose de lamer y acariciar tanto el rostro como el torso de Jorge mientras me apresuré a desnudarme, apareciendo las bonitas bragas que las chicas habían escogido para mí, dejándomelas puestas ya que mi hermana me puso su mano en la mía para evitar que me las bajara; sin duda deseaba verme con ellas como prueba de dominación. En ese momento, mi hermana y yo íbamos los primeros en la carrera de despojarnos de la ropa, aunque pronto entre los dos conseguimos también despojar de sus pantalones cortos a Jorge, descubriendo la agradable sorpresa de que no llevaba slip, así que su polla, ya bastante dura, surgió ante nosotros. Mientras yo me encargaba de quitarle las zapatillas para que saliera del todo el pantalón, mi hermana ya había cogido con su mano la polla de Jorge y la había empezado a menear. Yo me acerqué también y entre los dos empezamos a lamerle la polla, en especial el glande, a la vez, aunque a veces alguno de los bajaba a lamer sus huevos, hasta que nos animamos y empezamos a chuparla alternativamente.

Mientras, los otros tres invitados nos miraban atentamente y se habían colocado en un enorme sofá de jardín que había en el porche del mismo.

- Dejemos, por ahora, a los jóvenes y empecemos a divertirnos nosotros también – dijo María mientras se quitaba el vestido fácilmente y se quedaba con un sujetador y un tanguita que apenas podía sujetar toda la mata de pelo que cubría su coñito. Pronto Irene la hizo tumbarse y empezó a acariciarla y a meterle algún dedito entre la maleza, para de pronto perder su lengua allí y buscar con ahínco su sexo. Por su parte, Carlos, después de desnudarse, empezó a acariciar a mi tía sobre el sujetador y el tanguita, apartándolo para, después de humedecer su dedo, acariciar el ojete y meterse en él.

Cada trío no apartaba la mirada del otro y, aparte de jugar en su propio grupo, disfrutaba con la vista de lo que le ofrecían a tres metros de distancia. Yo por mi parte hice otro intento de quitarme las bragas que ya me estaban apretando la polla enhiesta, pero de nuevo Esther me lo impidió y me animó sujetándome por el pelo a meterme la polla de Jorge hasta lo más profundo de mi garganta. Luego Jorge se desembarazó de nosotros y echando a Esther hacia atrás la tendió en la hamaca y se agacho para empezar a lamerle el coñito mientras le masajeaba los pechos. Estaba claro que, como a todos en aquella reunión, le gustaba tanto el pescado como la carne. Se puso de rodillas para comerle el coño a mi hermana y yo no pude evitar, al ver ese precioso culo respingón, acercar mi boca hacia el ojete y empezar a comérselo mientras con la mano masajeaba los huevos y la enorme polla que le colgaba. Pronto Jorge se acercó a mi hermana y se dispuso a follarla después de que ella le abriera las piernas con todo su cariño. Jorge me apuntó a su culo como diciéndome que lo follara a él al mismo tiempo, lo que hice sin quitarme las bragas (no quería otra mirada inquisitiva de mi hermana) sino sólo apartándolas. Aunque la postura era complicada y la tira de las bragas me apretaba la polla conseguí ir metiendo mi polla poco a poco en el culo de Jorge, ya de por sí lubricado con mi saliva.

Mientras nosotros nos follábamos en cadena, Carlos ya había quitado el tanga a Irene y se había puesto a lamer su ojete y su coño indistintamente mientras ella seguía haciendo lo mismo con María, que se fue quitando también mientras tanto el sujetador, dejando a la vista esas grandes y apetitosas tetas. Al tiempo, Irene dejo su sitio a Carlos que se prestó a meter su corta pero jugosa polla (no sé por qué, pero me excitó mucho verla de nuevo, y más introduciéndose en esa maleza) para el goce de su pareja, mientras que Irene colocaba su cuerpo encima de María para que esta pudiera lamerle el coñito desde abajo. Mi tía estaba preciosa y le daba un pequeño toque erótico que todavía conservara el sujetador, aunque una de las cosas que más me gustaba de ella eran sus tetitas.

Desde abajo, María alcanzaba con su lengua tanto el coño como el ojete de Irene, que se moría de gusto y que aprovechaba la postura para acercar su cuerpo al de Carlos y empezar a besarse con él.

Seguimos durante un instante cada uno con su trío, pero al cabo de un buen rato de follada, el nuestro de jóvenes se desbarató para acercarnos al trío de maduros. Al principio nos limitamos a mirar y, como mucho, a acariciar los cuerpos de Carlos, María e Irene, pero no tardamos mucho en entrar en acción con ellos.

Yo he de confesar que, sin saber por qué, la vista de Carlos, ese madurito calvete y barriguitas, era la que más me excitaba y de pronto me puse detrás suyo y empecé a restregar mi cuerpo contra su espalda y mi polla sobre sus nalgas al tiempo que desde atrás le cogía las tetillas y se las acariciaba. Había follado a Jorge pero en ese momento me excitaba más follar a Carlos, así que le hice agacharse un poco, sin dejar de follar a su esposa, para después de lubricarle su culo con mi lengua, meterle la polla hasta el fondo en su culo. Cuando empezó a menearse, sacó su polla del coño de María para agacharse aún más y disfrutar más hondamente de mi penetración.

Por su parte, Irene se había agarrado a la polla de Jorge, que andaba deseando desde que lo conoció, y se la metió en la boca como si no hubiera futuro. María por su parte se había sentado y empezó a jugar con mi hermana, lamiéndose las tetas, metiéndose dedos en sus coños y demás cosas que sus manos encontraban en su búsqueda del cuerpo de la otra. Pronto Irene se agachó sobre el sofá y le pidió a Jorge que le lubricara con su lengua su culito antes de penetrarla por detrás. Jorge, que tan acostumbrado estaba a follar por detrás, no puso objeción. Además, Irene quedaba cerca de la polla de Carlos, pudiendo a veces lamerla y chuparla. Yo por mi parte aumentaba mis embestidas sobre el culo de Carlos porque me excitaban cada vez más esas nalgas ya algo flácidas y blancuzcas, pero suaves. Antes de penetrarlo me había intentado quitar las bragas, pero de nuevo mi hermana me echó una mirada de reproche mientras María empezaba a comerle el coño y el culito mientras mantenía las piernas alzadas, una de ellas sujetada por Jorge.

Todo lo que veía era excitación y depravación para mis ojos; no paraba de follar a Carlos mientras tenía delante mía a un bello jovencito como Jorge metiendo del todo su larga polla en el culo de mi tía, mientras a su lado María comía el delicioso coñito y el no menos sabroso ojete de mi hermana.

Seguimos de nuevo así un rato, cuando a mi hermana se le ocurrió:

- Pero bueno, mi hermano, con esas bragas tan bonitas que lleva puesta no le habéis follado ninguno y yo quiero ver como Jorge le mete esa polla tan grande.

-Jo – dijo mi tía rabiando- ahora que le había cogido gusto a esta polla.

- Pues que te folle Luis mientras a él se la mete Jorge, pero vámonos al césped, que estaremos más cómodos y fresquitos.

Y dicho y hecho: mi tía se fue hacía el césped y se tendió en él boca arriba. Yo empecé a lamerle un poco el coño, pues deseaba probarlo antes de meter allí mi miembro, lo que hice al rato, para luego, sin moverme aún, pedir a María que me lubricara el ojete y que sirviera de mamporrera para ayudarle a meter a Jorge su miembro en mi culo, teniendo para ello que apartar la tira de mi braguita por el culo, al tiempo que también la tenía apartada por delante para poder usar mi polla. Era algo incómodo, pero no me importaba, la situación era lo suficientemente excitante como para olvidarme de ello, y de paso no cabrear a mi hermana, que tan empeñada estaba en que siguiera con ellas puestas.

De nuevo estábamos haciendo sexo en cadena, y esta vez era yo el que estaba en medio. Además, le pedí a Carlos que me acercara su polla a mi boca para chuparla, de modo que estaba en el éxtasis absoluto, con mi polla en el coño de mi tía, y con dos pollas de tíos dentro de mi cuerpo, una por la boca y otra por el culo. Mientras, mi hermana se unía a la fiesta poniéndose sobre la cara de mi tía para que esta le diera un buen repaso por culo y coño con su juguetona lengua. Finalmente María, después de servir de mamporrera de Jorge para ayudarle a penetrarme, se colocó bajo su cuerpo para lamerle los huevos y el ojete y, a veces, sacar la polla de Jorge de mi culo para chuparla y volver a metérmela, todo eso mientras se masturbaba a sí misma.

Estábamos todos a puntos de corrernos, y las chicas dieron la salida a los orgasmos más sentidos, con sus caras sonrosadas y sus jadeos. Yo no pude por más que disfrutar del espectáculo de ver correrse a la vez a mi tía y a mi hermana, al tiempo que empezaba a notar cómo la polla de Carlos se estremecía en mi boca y empezaba a descargar su semen, que luego ayudaría a limpiar mi hermana al besarme para compartir su sabor. Al tiempo noté como Jorge se corría dentro de mi culo y al sacar la polla acababa de soltar su semen sobre la boca de María, que recogía también el que sobresalía de mi ojete. Finalmente, yo no pude aguantar más y sacando mi polla del coño de mi tía descargué mi abundante leche sobre todo su cuerpo. Mi hermana Esther, que no había quedado saciada de compartir conmigo el semen de Carlos, se prestó a lamer el ombligo, las tetas e incluso los labios (todos los lugares donde había esparcido mi leche) del cuerpo de mi y su tía.

Estábamos todos extenuados después de una buena sesión de sexo y nos bañamos en la piscina un rato para limpiarnos y quitarnos el sudor, y yo, como todo el día, con las bragas puestas, que se habían manchado del semen de Jorge.

Después estuvimos un rato relajados y tomando unas copas, que nos pusieron de nuevo a tono en poco tiempo. No sé si fue casualidad, pero sin plantearlo previamente y después de algunos cambios de parejas volvimos a repetir la primera escena del día. Por un lado, yo follando a Jorge que follaba a su vez a mi hermana; y por otro Carlos follando a María, que le comía el coño a mi tía Irene; pero esta vez todos los hacíamos en el césped y más cerca unos de otros.

De pronto, mi tía dijo algo que animó aún más la fiesta:

- No, para de lamer mi coñito tan fuerte María, que con tanta cerveza estoy que reviento, que me voy a mear -decía pero sin apartar su cuerpo del alcance de la lengua de María.

¿Y quién te lo impide? Méate, méame, venga.

En ese momento, todo el trío se lanzó una mirada de complicidad. Incluso nosotros, que seguíamos follando disminuimos el ritmo para fijarnos más en la otra pareja. De pronto, primero con unas ligeras gotitas, pero luego con un chorro abundante, después de todas las cervezas bebidas, Irene se empezó a orinar sobre la cara de María y a veces se ayudaba con la mano para, mientras María le comía el ojete mezclado con el claro y caliente líquido de mi tía, impulsar también el chorro hacia la zona donde la polla de Carlos follaba a su mujer, regando el coito de forma abundante, incluso llegando a la barriguilla de Carlos.

La escena era excitante y a nuestro grupo le encantó tanto que decidimos romper el trío para acercarnos y verla de cerca.

- A mí también me está pesando tanta cerveza- dijo mi hermana.

- Pues aprovecha sobrinita, que mira que bonito servicio es el cuerpo de María.

Entonces mi hermana se colocó de pie sobre el cuerpo de María, interponiéndose entre Carlos e Irene, y empezó a dejar caer su chorro justo sobre las tetas de María, que se las manoseaba mientras tanto. Además, Jorge a un lado y yo a otro empezamos también a mear sobre el cuerpo de María, especialmente sobre la zona del coño de María, que seguía ocupada por la polla de su marido.

- Pues yo no quiero ser menos con mi mujer -dijo Carlos, que empezó a mearse dentro del coño de María mientras la seguía follando. Pude observar cómo cuando la polla se salía un poco hacia fuera, abundantes borbotones de orina de Carlos salían hacia fuera desde el coño de María, la cual, estaba tan excitada recibiendo líquido de todos nosotros, que se corrió lanzando un enorme gemido que nunca había oído hasta ahora.

- Ahora que nos hemos meado todos sobre María, habrá que darle la oportunidad a ella de que lo haga sobre nosotros – dijo Irene- a ver María, ¿sobre quién quieres hacerlo?

- Con los dedos nos señaló a Jorge y a mí para que nos tendiésemos uno pegado al otro donde había estado ella. Luego se puso de pie sobre nosotros y empezó a regarnos el mayor chorro que yo había visto soltar a nadie. Primero lo dirigió hacia nuestras pollas, que nos ordenó masturbar mientras tanto, aunque en mi caso, aparte de la polla, se regaba la braguita transparente que mi hermana estaba empeñada en que siguiera con ellas. Su meada, al igual que la nuestra, después de ingerir tanta cerveza, era bastante clara, y pronto, cuando dirigió el chorro hacia nuestro pecho e incluso hacia nuestra cara, tuve la oportunidad de probar ese sabor con aroma de cerveza. Mi tía aprovechó el momento para acercarse a la polla de Jorge y empezar a chuparla; desde un principio estaba deseando catar ese instrumento, y no se lo reprocho. Mientras Carlos y Esther se fundían en un abrazo con María que servía que todos se besaran y se acariciaran.

Estábamos todos superhúmedos, y no sólo por la lluvia dorada que habíamos recibido. De pronto, mi hermana me quitó por fin las bragas y empezó a chuparme la polla, animando con la mirada a María para que hiciera lo mismo con Jorge y a Irene para que hiciera lo mismo con Carlos.

- A ver quién consigue que el suyo se corra antes- dijo mi hermana entre risas.

Fue una interesante competición que ganó Irene, que fue la que recibió en su boca en primer lugar la leche de Carlos; fue una corrida con la polla algo flácida y de poca cantidad, pero en la cara de Carlos se reflejaba un gran placer, y en la de mi tía una enorme lascivia. Después me corrí yo, con mayor cantidad que Carlos, pero con igual placer que él, sobre todo al notar como mi hermana seguía chupándome el capullo después de la corrida. Finalmente, María perdió al ser la última, pero en realidad ganó al chupar la polla más joven, más larga y que soltó sobre su rostro y su boca la mayor cantidad de semen.

Sin duda, fue la mejor fiesta en chalet que había vivido en mi vida. Finalmente, en el camino de vuelta en el coche, con las bragas sucias de semen de nuevo puestas bajo mi pantalón, mi hermana, que me había pedido que me colocara en la parte de atrás conmigo, empezó en un momento dado a quitarme el pantalón para dejarme sólo en braguitas y, agachándose, empezó a pajearme la polla por debajo de las mismas. A mí me daba igual si me podían ver desde fuera, pero ante la mirada viciosa de mi tía por el retrovisor y la mano de mi hermana, consiguieron que me corriera de nuevo en la boca de mi hermana, que no dejó derramar nada para que no se manchara el coche.

FIN