miprimita.com

Morbo y vicio con mi tía (7)

en Amor filial

(Continúa)

EN FAMILIA

Cuando supe que mi hermana venía a Granada a pasar unos días, pensé que mi espiral de sexo con mi tía y sus amigos se iba a frenar. Ella tenía 21 años, dos más que yo, y se llama Esther, igual que mi madre. Esther se había puesto a trabajar en el supermercado del pueblo ya que, aunque no era la típica jovencita preocupada sólo de las fiestas y tenía un cierto nivel intelectual, no le gustaba nada estudiar y lo había dejado de hacer en el Bachillerato. Había tenido un par de novios, pero no había llegado a cuajar con ninguno. Yo la tenía considerada como una chica normal, ni demasiado retraída ni demasiado lanzada con los tíos; aparte de esos dos novios, tenía amigos y amigas pero todo dentro de lo normal en un pueblo. Como dije al principio, ya había tenido oportunidad de verla desnuda al espiarla alguna vez cambiándose de ropa, y por eso, aparte de por verla habitualmente con poca ropa cuando era verano, había podido comprobar que era una chica bastante guapa: era una morena de cuerpo bien formado, con tetas ni grandes ni pequeñas, pero bien firmes debido a su edad, con un culo bien formado y en general todo estaba proporcionado en ella. Además tenía una cara preciosa propia de su edad, con una sonrisa parecida a la de mi tía, con cierta ternura, pero al mismo tiempo con cierta picardía.

Mi trato con ella había sido el normal entre hermanos. Como hermana mayor, aparte de haberme cuidado alguna vez, se había encargado de chincharme frecuentemente, y más de una vez nos habíamos toqueteado y nos hacíamos cosquillas en plan juego, pero siempre en plan normal. Sólo recuerdo una vez, que mis padres se fueron a cenar fuera, cuando ella tenía 17 años y yo 15, en la que solos viendo la tele, me recosté sobre su pecho oculto tras una camiseta de tirantes y ella a veces, instintivamente, acariciaba mi torso desnudo (era verano y sólo llevaba un pantalón corto), casi llegando a mi polla. De hecho llegó a rozarla, y viendo que estaba totalmente empalmada, lanzó una risita y dejó de acariciarme: “anda, siéntate bien, que me está doliendo la espalda de tenerte encima”.

El caso es que nunca había sentido especial atracción sexual por ella, aunque al verla llegar tan guapa y después de mis experiencias con mi tía, roto ya el tabú familiar, he de confesar que la vi con otros ojos cuando llegó acompañada de mi tía al piso, ya que ella había ido a recogerla a la estación. Era ya octubre y a los pantalones vaqueros y a una camiseta acompañaba una cazadora de cuero que la hacía bastante atractiva. Acompañada de mi juvenil tía, parecían casi hermanas.

- Hola hermanito, cuánto tiempo sin verte, ya veo que te has acostumbrado a Granada y nos has olvidado a los del pueblo – dijo mientras con una amplia sonrisa me daba un par de besos en la mejilla- ya me ha contado la tita que te está amoldando muy bien a estar aquí.

- Bueno, hago lo que puedo, la verdad es que la tita me está ayudando mucho.

Esa última frase de mi hermana me dejó pensando en qué le había contado mi tía a mi hermana; por un lado esperaba que no hubiera sido demasiado clara (mi hermana no es que fuera muy mojigata, pero tampoco la tenía como una persona demasiado liberal), aunque por otro lado me sugestionaba el morbo de que sí hubiera sido más explicita y le hubiera contado los avances que había hecho.

- ¡Qué bien que hayas podido venir unos días, Esther! - exclamó mi tía- ¿qué te gustaría hacer?

- Bueno, nada especial, sólo estar con vosotros, con salir de vez en cuando del pueblo me basta. Suerte que me han dado un par de semanas de permiso porque van a hacer obra en el supermercado.

- Te puedes quedar las dos semanas si quieres aquí, no tengas problema -replicó mi tía.

- Bueno, ya veré, depende de lo que me entretenga aquí. Con hacer las cosas que hice la última vez que estuve, ya me vale.

- Si quieres, te puedo acompañar a dar algún paseo por algún sitio o a algún bar de moda -dije inocentemente.

- Vale, hermanito, tú siempre tan amable – y al decirlo, lanzó una mirada cómplice con mi tía que acabó en una amplia sonrisa.

A la hora de acoplarse en el piso, se decidió que ella dormiría en la cama con mi tía, ya que era bastante grande para las dos.

- Esta vez te ha ocupado tu cama tu hermanito, así que tendrás que dormir conmigo -dijo mi tía- espero que no te importe.

- Para nada, tita, noche de chicas...jeje..

Todo fue normal aquella noche, con risas y charlas, pero manteniendo mi tía y yo la compostura para no dar ningún indicio de lo que había pasado en aquel piso desde que yo había llegado. Después nos fuimos a dormir como estaba convenido: yo a mi cuarto y ellas a la cama de mi tía.

A la mañana siguiente, aunque era sábado, me desperté temprano, sobre las ocho, y al no poder volver a conciliar el sueño y estar algo cansado de estar en la cama, me puse un slip y una camiseta y me fui a leer un poco en el salón, aprovechando el despertar del sol que ya entraba por las rendijas de la ventana. Cuando pasé por la puerta del dormitorio de mi tía, puse la oreja para ver si daban algún indicio de haberse despertado, pero en ese momento no se oía absolutamente nada.

Pero al poco tiempo de empezar a leer, oí un ligero suspiro, casi imperceptible, que salía del dormitorio de mi tía; y al poco tiempo algo más fuerte, un amago de grito, así que no pude evitar la tentación de acercarme a la puerta y curiosear para intentar escuchar lo que pasaba dentro de la habitación. Y lo que se escuchaban eran ligeros jadeos que parecían provenir de mi hermana, aunque alguno también provenía de la voz de mi tía. Pronto te escucharon las primeras palabras:

- ¿Te gusta así, sobrinita?

- Sí, sigue tita, sigue, ufff. ¡qué bien lo haces!, sigue así, sigue así….

- Tienes un cuerpo estupendo, lo echaba de menos, ¿ por qué has estado tanto tiempo sin venir?

- ¿Crees que sabiendo lo bien que lo paso contigo, habría tardado tanto si no fuera por obligación? Pero no pares, sigue, sigue….

En ese momento, los jadeos dejaron de lado las palabras. Yo estaba en una mezcla de estupor y excitación. Aunque enseguida comprendí que si mi tía, que era bisexual, me había pervertido a mí, perfectamente lo podría haber hecho con mi hermana, que ya le había hecho sola algunas visitas. Enseguida noté como el slip se me estaba quedado pequeño y no tuve más remedio que sacarme la polla para empezar a meneármela mientras seguía con la oreja detrás de la puerta.

- ¡Ufff, tita… qué gusto!, me va a costar no gritar para que no nos escuche Luis.

- Jjaja… no te preocupes por eso, ¿o acaso piensas que no lo he pervertido como he hecho contigo? , seguro que está detrás de la puerta oyéndonos y pajeándose.

En ese momento, ante las palabras de mi tía Irene me sobresalté, ¿habría notado algo tras la puerta?, he hecho me retiré un poco, pero el morbo de la situación me hizo volver al instante.

- ¡Joder con mi hermanito, la verdad es que te habrás divertido mucho con él, pero seguro que está dormido, que es muy dormilón.

- Seguro, seguro que no se ha coscado todavía de lo nuestro- y volvieron los susurros y los jadeos momentáneamente- aunque si supiera lo nuestro, seguro que le gustaría integrarse con nosotros; si lo hiciera, ¿a ti te importaría?

- Bueno, no sé, es mi hermano, pero por otra parte daría morbo, además parece que ya nos has quitado tú todos los tabús, perversa del diablo- respondiendo riendo mi hermana.

- Bueno, pues lo mismo lo invitamos – dijo sonriendo mi tía, y luego dijo algo en voz baja que no pude entender, aunque me había puesto a cien su comentario de compartir cama con ellas.

En ese momento, cuando me estaba pajeando con más fuerza pensando en ese familiar trío, de pronto se abrió la puerta y con la mano con la que no me pajeaba me tuve que agarrar para no caerme hacia el interior del cuarto.

- ¿Ves como estaba detrás de la puerta? Y con el pajarito en la mano – dijo mi tía mientras la situación le provocaba una risotada enorme. A mi hermana, que estaba completamente desnuda en la cama le provocó una sonrisa abierta al tiempo que se llevaba la mano a la boca en ademán de asombro.

- Anda, pasa cariño – dijo mi tía, que se encontraba vestida sólo con unas braguitas que eran casi un tanga por detrás.

Yo me quedé un momento parado ante la situación de verme ante mi hermana y mi tía desnudo de cintura para abajo con el slip a medio caer y con la polla totalmente empalmada.

- Anda, pasa y quitate ese slip que te vas a caer al andar, anda, siéntate en la butaca que vas a ver un pequeño espectáculo- dijo Irene.

Le hice caso a mi tía y me quité el slip para dirigirme a una de las dos butacas que tenía en su dormitorio. Tuve que apartar la ropa interior de mi hermana para sentarme y esperé a ver qué pasaba.

- Sigamos por donde íbamos, preciosa, ahora con público es todo más excitante, ¿no te parece?

- Pues la verdad es que sí, tita -dijo mi hermana mientras se abría de piernas y me dejaba ver un espléndido coñito, afeitado al estilo brasileño, y que parecía encontrarse más que húmedo, pues la raja se encontraba medio abierta e incluso se podía vislumbrar el agujerito que escondía.

Mi tía empezó a acariciarlo con sus dedos mientras al mismo tiempo se dedicaba a besar a mi hermana en la boca y en el cuello, pero también a chupar y lamer sus bien formados pechos, los cuales, al igual, que la zona del pubis, mostraban la piel más blanca que el resto, debido a las marcas del bañador en la piscina del pueblo, pero eso lo hacía aún mucho más excitante, como remarcando las zonas más apetecibles del cuerpo de Esther. Después, mi tía hizo que mi hermana levantara y abriera aún más las piernas para sumergir su cara en el coño de mi hermana y empezar a chuparlo y a lamerlo hasta el punto de llevar a mi hermana a un punto de éxtasis que no había visto en las sesiones de sexo que había tenido hasta entonces. También la hizo volverse de lado e incluso ponerla a cuatro patas para, mientras le metía algún dedito en el coño, proceder a lamerle también el culito, con lo que parecía gozar especialmente. Estando así, mi tía Irene aumentó la frotación de sus dedos en el clítoris de mi hermana sin dejar de meterle cada vez más la lengua en el culo, lo que provocó finalmente un extraordinario orgasmo de mi hermana, que incluso sacó algo de su jugo, como si se le hubiera escapado pis, de su lubricado chocho.

Yo, por mi parte, no paraba de masturbarme la polla viendo el espectáculo; ya conocía el cuerpo de mi tía y su forma de aprovecharlo sexualmente, pero no había tenido el placer hasta ese momento de ver a mi hermana gozando. Además, la situación repleta de tabú me ponía aún más cachondo.

- Mira como está tu hermanito, ¿no te parece que habrá que ayudarlo? - dijo mi tía ante la mirada lasciva y asertiva de mi hermana- anda, vente para aquí, que nos da pena verte ahí sufriendo.

Me dirigí hacia la cama y mi tía me indico por señas que me pusiera en medio entre las dos. No sabía muy bien qué hacer, sobre todo porque aún no había asimilado estar así con mi hermana, pero pronto mi tía me empezó a besar en los labios, sintiendo los suyos carnosos, para luego seguir por mi cuello e incluso mis tetillas, todo esto empezando a masturbarme mi polla.

- Anda, anímate Esther, que Luisito no muerde.

- Claro tita, vamos a catar a este pimpollo. Hemos comentado tantas veces esa posibilidad en nuestros encuentros, que lo estoy deseando.

Así que ambas habían estado hablando de mí y viendo la posibilidad de incorporarme a sus encuentros privados en cuanto tuvieran la oportunidad. Estaban hechas unas verdaderas pervertidoras.

El caso es que me mi hermana, dejando a mi tía que siguiera lamiéndome mis tetillas y mi cuello alternativamente, se dirigió directamente a mi polla. Se agachó y sin apartar la mano de mi tía de ella, empezó a lamer el glande poco a poco, para poco después empezar a tragársela hasta casi el final. Ayudaba que mi polla no fuera demasiado larga, aunque sí era gordita como ya he dicho, pero eso no le molestaba para que llegara a tragársela hasta la base. Yo, que me estaba animando, y que estaba dejando pasar ya en mi mente el hecho de que fuera mi hermana, empecé a acariciar su cuerpo, bien fuera su espalda, bien sus duros pechos, y hasta llegaba a acariciar sus macizas nalgas.

En este plan, mi tía dejó de lamerme y se puso de pie sobre la cama para quitarse la braguita y poner su coño justo sobre mi cara para que empezara a lamérselo como ya había aprendido que le gustaba.

- ¡Cómo come el coño tu hermano, tendrás que probarlo cuando puedas, uffff, que gusto! -me animaba mi tía con sus gemidos. Yo con una mano acariciaba el culete de mi tía, y con otra la espalda y el culete de mi hermana. Entonces se me ocurrió lubricar mis dos dedos índices en el coño de mi tía, y dirigir el de la mano derecha hacia el ojete de mi hermana y el de la izquierda hacia el ojete de mi tía para empezar a masajearlos. Como no vi ninguna protesta en ellas, me atreví a meterles el dedito suavemente por el culo, lo que al parecer le gustó mucho.

Se ve que mis dedos en sus ojetes las fue poniendo más cachondas, sobre todo a mi hermana, que para mi sorpresa se puso encima mía y con su mano fue metiendo mi polla en su coño poco a poco. Yo veía cómo iba desapareciendo mi polla en el húmedo pero estrecho coñito de mi hermana al tiempo que agarrraba con mis manos sus nalgas para ayudarla en la cabalgada. Estaba como fuera de sí, con su carita totalmente sonrosada por el placer y el ejercicio. A todo esto, mi tía se había vuelto y se dedicaba ahora a lamer las tetas de mi hermana, aunque una de ellas la sujetaba con mi mano para que pudiera hacerlo más fácilmente por los saltos que daba Esther sobre mi polla, mientras mi otra mano seguía trasteando el ojete de mi hermana. Además, en la posición que estábamos, con el culo de mi tía dándome en la cara, dejé de cogerle la teta a mi hermana, ya que mi tía podía hacerlo, para dedicarme a separar las nalgas de mi tía y empezar a comerle el culete como ella le gustaba.

- Anda, déjame probar la polla de tu hermano, abusona, y aprovecha para que te coma el coño, que ya te he dicho que lo hace muy bien – dijo Irene, así que Esther se levantó y sacó mi polla de su coño, sonando como cuando se descorcha una botella de champán. La verdad es que lo estaba echando ya de menos porque mi hermana tenía un coño estrecho al tiempo que húmedo, lo que hacía muy placentero estar dentro de ella.

- Mira, te voy a enseñar también lo que sabe hacer tu hermanito- dijo mi tía mientras se ponía a cuatro patas abriendo con sus manos sus nalgas con la intención de que se la metiera por detrás, por ese ojete que había estado lubricando y excitando un rato antes. También pidió que mi hermana se pusiera en posición de 69 con ella, de modo que ambas se podían chupar el coño mientras yo enculaba a mi tía.

Estaba supercachondo y no sabía cuánto tiempo podría resistir hasta correrme, sobre todo con el espectáculo que tenía de Esther e Irene trabajándoselo entre ellas. De pronto sentí como mi hermana dejaba de lamer el coño de Irene y sacando mi polla del culo de mi tía me la cogía para metérsela en la boca, sin que le diera ninguna aprensión. Luego, tras una breve pero gustosa mamada ayudó con su mano a meterla en el culo de mi tía de nuevo. Estuve así, follando a mi tía por el culo un buen rato, incluso notando cómo se había corrido alguna vez, cuando noté que ya no podía aguantar mucho más, dada la situación tan excitante en la que me encontraba.

- Me voy a correr, no voy a poder aguantar mucho cabronas, me estáis matando con vuestras guarradas – dije sin saber muy bien lo que estaba saliendo por mi boca.

- Espera un segundo -dijo mi tía mientras se sacaba la polla de su culo para darse la vuelta y pedirme que me tumbara pero de lado. Así, mientras ella se tragaba mi polla en su boca, pidió con la mirada a mi hermana Esther que me empezara a lamer mi ojete y mis huevos. La verdad es que el placer era inconmensurable, viéndome atacado por los dos lados. Se ve que mi hermana le tenía que haber comido muchas veces el culete a otros tíos o tías como a Irene porque su lengua penetraba y acariciaba cada pliegue de la entrada de mi culo, aunque a veces se dirigía a mis huevos y se los metía en su boca al tiempo que los lamía con su sensual lengua. Finalmente no pude aguantar más y descargué en la boca de mi tía que se dejó embadurnar toda la cara con mi abundante semen. Al verla así, mi hermana se dirigió hacia mi tía y empezó a besarla en la boca mientras se traspasaban mi leche de una a otra. Yo aproveché para, con mi mano, frotar el clítoris de mi hermana, para notar como pasado un rato, volvía a tener convulsiones y se corría de nuevo mientras no dejaba de besar a mi tía.

- Ya te había dicho cuando veníamos a la estación que tu hermano tiene un buen polvo.

- Sí que lo tiene tita, tendré que aprovecharme lo que pueda de él en estas dos semanas.

- Vaya dos liantas estáis hechas las dos -dije con un impostado gesto de disgusto- seguro que le has contando a Esther todas las demás cosas que he probado.

- ¿Te refieres a lo de ponerme mi ropita o a la lluvia dorada? - y no hizo falta que mi tía dijera nada más porque noté, por la cara de sorpresa de mi hermana, que no había llegado a esos detalles. Pensé que mi hermana me iba a mandar de paseo, pero sólo pudo decir, ante la sonrisa de mi tía:

- Vaya con el pimpollo lo que ha aprendido contigo. Tendremos que probar todo eso también con él.

- Bueno, vamos a la ducha ahora los tres y ya vas vamos adelantando alguna cosa, ¿qué, os animáis?- dijo mi tía mientras se levantaba rápidamente de la cama y se iba al cuarto de baño.

-Venga, vamos, ¿a qué esperáis? - volvió a repetir. Nosotros nos miramos y cogiéndonos de la mano, fuimos detrás de mi tía hacia la bañera. Allí mi tía me ordenó tumbarme en ella mientras que tanto ella como Esther se pusieron de tal manera que empezaron a mearme encima, mi tía dirigiendo su chorro hacia mi pecho, aunque caían gotitas sobre mi cara, y mi hermana dirigiendo el suyo hacia mi polla, que luchaba en ese momento entre el cansancio de la reciente follada y la excitación de verse meada por el coño de mi hermana. Fueron dos chorros abundantes y constantes que me dejaron totalmente empringado. Aproveché ese momento para comerle el coño a mi hermana, recogiendo las últimas gotitas. Me empeñé en él, deseando que volviera correrse con mi lengua, que tanto disfrutaba en descubrir todos los pliegues de esa rajita, que finalmente noté más húmeda de lo normal, sin saber si estaba probando sus jugos del orgasmo o una nueva y corta meada, aunque me dio igual. Luego ambas se pusieron de rodillas frente a mí y les devolví la jugada meando sobre sus tetas mientras se las masajeaban al tiempo que aprovechaban para seguir besándose delante mía, cosa que me hizo hacerles la jugarreta de dirigir mi último chorro hacia sus bocas para estropear el beso. No se enfadaron, al contrario, siguieron besándose mientras notaban el sabor de mi líquido.

(Continuará)