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Con Ana en un club

en Intercambios

Hace algunos días apareció en esta página mi relato "El juego de la lectura", que llevé a cabo con mi amiga Ana. Ya dije que es una mujer extraordinaria: decidida, con iniciativa, caliente sin la menor inhibición y además con una cultura y saber estar fuera de lo común.

Pues bien, otro día, después de haber follado y permanecer desnudos bocarriba en la cama me dijo:

-¿Te gustaría que fuéramos a un club liberal?

No me extrañó la propuesta, porque ya he dicho que es una mujer sin la menor inhibición en el aspecto sexual.

-¿Has estado alguna vez?- le pregunté.

-Sí, dos- respondió.

-¿Y qué tal?- sólo la idea de pensar en ello empezó a ponerme la polla morcillona.

-Uf- dijo- muy bien. Una auténtica gozada.

La miré y vi que miraba cómo crecía mi polla poco a poco.

-Veo que te seduce la idea- rio.

-Cuenta, anda- le dije.

-Bueno, sin duda lo mejor es verlo y comprobarlo con los propios ojos, pero te cuento algo. La primera vez fui con un amigo más joven que yo. Me pasé las dos primeras horas alucinando con lo que veía. Estuve toda la tarde cachondísima. Follar sabiendo que me estaban viendo me ponía a cien. Y cuando me acercó un tipo una verga a la cara ni te lo imaginas. Bueno, ya veo que te lo estás imaginando- dijo mirando mi verga, ya completamente empalmada. -Es un local pequeño, casi familiar, diría. Pero lo mejor es que lo veas, si no, pierde la gracia.

-¿Te follaron otros?- pregunté.

-Sí. Tres, pero por riguroso orden- volvió a reir.

-¿Y la segunda vez?- pregunté.

-Esta fue diferente. Estábamos de copas una amiga y yo y nos confesamos lo calientes que estábamos. Así que le propuse ir a ese sitio. Ninguna de las dos somos bisexuales, así que nos enrollamos solo con tíos solos. O en trío con dos. Nunca la había visto follar ni ella a mí, así que imagínate el morbazo.

Me lo imaginaba. Empezó a acariciarme la polla con una paja suave, sin prisas. Nos morreamos. Lo cierto es que nos besamos muy bien. Le acerqué una mano a la entrepierna y noté su humedad.

-¿Recordando?- le pregunté mientras le metía un dedo.

-Sí- gimió. -Pero, ¿sabes qué? Tu verga me gusta más que las que probé allí. 

Ese comentario le levanta el ánimo a cualquiera. Y volvimos a follar.

Quedamos en ir un día entre semana por la tarde; según me contó era cuando más gente había.

Al llegar, yo estaba más que nervioso, expectante y excitado. Pagamos a la entrada y la relaciones públicas nos preguntó si conocíamos el local y su funcionamiento. Ana dijo que ella sí, y que prefería enseñármelo ella personalmente. 

Entramos y había  una barra con un par de parejas en unos taburetes y, en una esquina, tres hombres solos. Las parejas estaban vestidas; los hombres, con una toalla enrollada a la cintura. Pedimos las copas. Supongo que era inevitable el cruce de miradas con las otras parejas. Como si nos estudiáramos y calibráramos nuestra actividad sexual.

Ana vestía unos vaqueros ajustados, sus tacones de siempre y una blusa negra semitransparente. Mientras tomábamos la copa me dijo:

-Detrás de esa cortina está el festival- y rió.

Apoyó su mano en mi polla y sintió que estaba empalmado.

-Tú siempre tan imaginativo- dijo.

Ana se convirtió en mi guía y atravesamos la cortina. A la derecha había una especie de pequeño vestuario donde, en unas taquillas, había toallas y chanclas. Nos desnudamos con total naturalidad delante de dos parejas más. Guardamos la ropa en la taquilla y salimos con las toallas enrolladas al cuerpo.

Ana me tomó de la mano y me guió por el local. En el centro había una cama enorme, donde tres o cuatro parejas se tocaban o follaban. Rodeando esa cama había otras más pequeñas, con mesas bajas. También había parejas en ellas. Incluso algún trío o cuarteto. La luz era tenue pero suficiente, pero lo más excitante eran los gemidos que se escuchaban por todas partes. 

-Ven- me dijo. -Este es el cuarto oscuro. Aquí entras a bailar y no ves nada. Tocas y te tocan. Si no te gusta retiras la mano y en paz. Entramos y no había nadie, pero enseguida sentimos la respiración de varias personas. Ana y yo estábamos abrazados, morreándonos y frotándonos los cuerpos. 

-Me están metiendo mano- le dije.

-Y a mí.

Estiré el brazo hacia a trás para tocar a quien me estaba magreando la polla y di con un par de tetas más que medianas. Bajé la mano y la metí entre sus piernas. La descconocida me lamió el cuello y piropeó mi rabo.

-¿Te pajean?- le pregunté a Ana.

-No. Me están frotando una polla en el culo.

Seguimos así unos minutos y Ana me llevó al pasillo francés, donde había un par de buenos nabos asomados a los agujeros.

-Y ahora solo nos falta el jacuzzi- me dijo.

Me lo enseñó y estaba vacío. Fuimos a sentarnos a uno de los reservados. Yo no podía dejar de mirar en todas direcciones. Me quité la toalla porque me apetecía liberar mi polla, que estaba muy dura.

En el reservado empezamos a morrearnos y a meternos mano. A nuestro lado, una pareja más joven estaba follando a lo perro. La cara de ella estaba a un palmo de mi cuerpo.

Desde allí se veía perfectamente la cama enorme que había en el centro. Ana había empezado a comerme la polla despacio mientras yo miraba. Descubrí mi lado voyeur, y me gustó. También me gusto el hecho de que la gente no estuviera follando a saco, sino más bien jugando sin prisas, algo que me excitaba muchísimo.

-Si alguien te roza o le rozas tú es la forma de insinuar que te apetece probar con esa persona- me dijo Ana.

Acaricié con suavidad la cara de la joven que tenía al lado. Me miró y no dijo nada. Le metí dos dedos en la boca y los chupó mientras su pareja la follaba. Mi polla estaba en la boca de Ana, que no había perdido el tiempo. Un tipo estaba de pie detrás de ella, totalmente empalmado, y le acariciaba el coño por detrás. Ana se excita rápido, y lo noté en sus movimientos. Le dije al oído:

-¿Te apetece que te la meta?

Sin decir nada, Ana retiró su boca de mi verga y se puso a mamársela al tipo, que seguía de pie. Me gustaba lo que veía. Detrás de él apareció una mujer desnuda, sonriente. Nos miramos. Se quedó de pie delante de mi cara y se abrió el coño con las manos. La agarré de los muslos y acerqué mi boca. Empecé a comérselo. Ella y su pareja se morreaban mientras dos desconocidos les comían los sexos. Se vino rápido, flexionando las rodillas y apretando mi cabeza fuerte. Me gusta el sabor del coño de un hembra caliente. Tenía la cara llena de sus flujos. Me limpié con la toalla y se sentó a mi lado.

-Me llamo Lola- me dijo. Y me dio un morreo mientras me acariciaba los pezones. 

Empezaba a gustarme todo ese ambiente. Ana seguía con su mamada, que combinaba con una paja y una comida de huevos del tipo que estaba con ella. La miraba hacerlo con la misma perfección con que solía hacérmelo a mí. Lola se había estrechado a mi cuerpo y, suavemente, me había tumbado. Se puso a horcajadas sobre mis piernas y empezó a lamerme. Desde la cara, bajando por el cuello, el pecho, los pezones y el  vientre, hasta mis muslos. No me había tocado la polla. Sabía hacerlo, pensé. La miraba inclinada sobre mí, con sus tetas colgando y rozándome los muslos. Mi verga llegaba más allá de mi ombligo. De repente, noté la lengua de Ana en mi boca y vi al tipo cómo se ponía un condón. Se la clavó por detrás, de un solo empujón. Ana empezó a gemir y me di cuenta de que pronto llegarían esos gritos que tanto me ponían.

-Tienes un coño maravilloso- dijo el tipo.

Ana había pasado una mano entre sus piernas y le magreaba los huevos. Lola se había metido mi verga en la boca sin cogerla con las manos, y la succionaba. La pareja que había a nuestro lado se había corrido y ahora estaban echados de lado mirándonos a los cuatro. Lola la comía de maravilla, engulléndola, sin prisas. Miré y la vi actuar: mi rabo estaba completamente descapulado, con las venas muy marcadas. Lola se pajeaba mientras me lo hacía. Ana empezó a gritar. El tipo la cogió bien fuerte de las caderas y la taladraba con fuerza. Acerqué una mano a su clítoris y la ayudé a que el orgasmo fuera más intenso y ruidoso. Su cabeza cayó sobre mi pecho. Jadeaba. El tipo siguió embistiendo hasta que lanzó un gemido potente. Se quedó unos segundos dentro de ella mirando cómo Lola me la comía. Yo no quería correrme así, al menos la primera vez. Le pedí un condón a Ana y me lo dio. Lola me lo puso con la boca y se dejó caer encima de mi polla. En lugar de cabalgarme se quedó con ella dentro y se frotaba intensamente en mi pubis. Le magrée el culo, las tetas, le di azotes... Notaba su humedad en mis muslos.

Me corrí con ella justo en el momento en que Ana me dijo al oído:

-Disfruta, nene... Disfruta comohe disfrutado yo.

Lola se dejó caer sobre mi pecho y nos metimos las lenguas en las bocas. Yo seguía empalmado y le dije que no se saliera, que estaba en el séptimo cielo.

Estuvimos así unos minutos. Creo que perdí la noción del tiempo y del espacio. Cuando nos recuperamos los cuatro, estuvimos charlando de esto y lo otro, mirando los polvos que se sucedían a nuestro alrededor.

Fue Ana la que propuso que fuéramos a por otra copa a la barra, esta vez envueltos en la toallas. Fuimos los cuatro. A la luz más clara del exterior pude comprobar el cuerpazo de Lola, así como la mirada de golfa que tenía, parecida a la de Ana. Entramos con las copas y fuimos a darnos una ducha. Luego, anduvimos, a propuesta mía, de aquí para allá mirando. Ya he dicho que había descubierto mi faceta de voyeur. Había todo tipo de situaciones, posturas, combinaciones... Había cuerpos hermosos y menos hermosos, jóvenes y menos jóvenes... Pero todos disfrutando del sexo.

Una pareja nos llamó la atención. Por la diferencia de edad. Ella tendría alrededor de 25 años y él no menos de 50. Nos sentamos a su lado. Ana y yo charlábamos y les mirábamos. Follaban a lo misionero, despacio, con mucha delicadeza. El tipo, sonriente y afable, nos dijo:

-Es su primera vez.

-Y la mía- respondí yo.

Ella estaba muy caliente. La primera vez, pensé, es la de las sorpresas, y si aceptas el juego, el calentón es monumental.

Ana le acarició el pecho al tipo. Miraba como entraba y salía la polla del sexo de la joven, con un vello muy oscuro, recortado. 

-¿Habéis intercambiado?- preguntó Ana.

-No. Aún no parece decidida.

Ana acercó la cara al oído de la joven, cuyo vientre era un espasmo puro.

-¿No te gustaría ver cómo me folla tu amigo y follarte tú al mío?

Ella, tal vez por esas palabras susurradas, se corrió con una intensidad fuera de lo común. Movía la cabeza a derecha e izquierda. Gritaba. Ana estaba acariciando los huevos de su amante. Yo miraba, sentado en mis pies, acariciándome la polla. La acerqué a la cara de la joven y se la acaricié con sumo cuidado.

El tipo se había salido de ella y le dijo:

-¿Te importa que me la folle?

La joven negó con la cabeza.

Ana se puso otra vez en cuatro y el tipo entró en ella con facilidad. Me acerqué a su cara y empezó a comerme el rabo. La joven miraba, aún jadeante, como si regresara de algún lugar inexistente. Ana me miraba mientras me la comía y recibía la follada del tipo. 

-¡Qué cachonda estoy!- gritó.

Y volvió a tener uno de sus orgasmos interminables... Acerqué la cara a la de la joven y le di un beso en la comisura de los labios. Me miró.

-¿Asimilando todo esto como yo?- le pregunté, cariñoso.

-Sí.

-¿Te está gustando ver a tu hombre follándose a mi hembra?

-Sí- y me tomó una mano que condujo a su coño. -Nunca había mojado tanto...

Lo tomé como una invitación. Le metí la lengua en la boca y acaricié su clítoris, que resbalaba como una mancha de aceite. Ana no paraba de correrse y el tipo parecía que estaba por llegar. Empecé a pajear a la joven. Dios, que mojada estaba. Era un torrente... Gemía. Me cogió la polla y me empezó a masturbar. Sacó la lengua de mi boca y me dijo:

-¿Te molesta si no follamos y lo dejamos en una paja?

-Sólo haremos lo que te apetezca- le dije.

Pajeaba bien. No sé si se corrió varias veces o sólo una interminable. Mientras, su pareja había terminado con Ana. Los dos nos miraban. Ana, que me conocía bien, empezó a comerme el culo mientras me masturbaba la joven. Empecé a sentir que llegaba y Ana se la metió en la boca, vaciándome en ella. Se la tragó, como siempre.

Nos quedamos  los cuatro echados, con las piernas y los cuerpos hechos un ovillo, jadeantes...

Poco después, Ana y yo decidimos irnos a su casa y dedicarnos un buen polvo a solas recordando lo ocurrido.

Se agradecen comentarios o correos. Gracias por leerme.