En un ocaso anticipado, surge el bienestar que me proporcionas.
Unidos únicamente por el contacto epistolar.
Ciertamente, cuanto deseaba devorarte.
El supremo deleite que le provocó el roce de aquella verga en su culo, perduraron por siempre.
No muchos pueden presumir de tener para su disfrute algo así.
Me encantaba leer relatos porno, que me dejaban la verga lista para disfrutar de una extenuante masturbación.
A pesar de ser de especies diferentes, le di todo el placer que sólo podía encontrar con un macho bien dotado como yo.
Jodimos incansablemente y al final, tuve una merecida recompensa por mi dedicación.
Si se quiere disfrutar de una buena comida, se debe sazonar muy bien la carne.
Como las noches eran muy largas y la temperatura muy fría, había que calentar el iglú convenientemente.
Humildes y altivas, inocentes y experimentadas, generosas y egoístas, fogosas y discretas, pero todas se doblegaron ante el poder de mi espada.
Tenía unas nalgas enormes, hermosas, blancas, ansiosas, que me incitaban a perforarle el culo una y otra vez.
Eramos jovenes, con los deseos a flor de piel y nuestra naturaleza fogosa nos obligaba a buscar la satisfaccion a como diera lugar.
Cuando se anda ganoso y no tenemos a mano una buena nalga, se pueden manipular otras opciones.
Recorriendo los burdeles, el sexo se paga, pero también se consigue gratis y se disfruta siempre.
En la adolescencia, siempre andábamos con la vergas paradas, buscando coños que les calmaran las ganas.
No es por dárselas a desear, pero muchas la quisieran para una larga y ardorosa noche.
Estábamos tan compenetrados, que adivinábamos nuestros deseos y nos dedicábamos a satisfacerlos sin inhibiciones.
Estaba tan ganoso, que te dí todo mi vigor, por los dos lados, ¡y cómo lo gozamos!
Nuestras lenguas buscaron los sexos ansiosos y gozamos de las más ricas mamadas que pudimos darnos.
La primera pareja humana sobre la tierra, experimenta por primera vez el placer más intenso.
La habíamos contratado como ayudante doméstica, pero a mí me ayudaba a calmar mis ganas, entregándonos los dos a los juegos sexuales más placenteros.
Habíamos logrado calmar plenamente nuestros deseos, pero llegó el momento en que tuve que dajarla partir y cuando se me ponía la verga tiesa, tenía que buscar la forma de satisfacerme.