-Creo que pagaría por…- pero no lo dejé terminar. No había movido los ojos de su boca en todo este tiempo y ver cómo aquella lengua se batía enseñando presumida la esfera negra prendada a ella me dio todo el impulso que necesitaba para besarlo. Pasé una de mis manos por su cuello atrayéndolo a
...de su espalda, como enredadera fue naciendo un abanico policromado. Era una cascada surreal de colores que se mezclaban entre sí, encerrándola.
Gimió violentamente contra mi mano, notando el aire tibio de su resoplido. Al viejo le gustaba el dolor.
Nadie debería prescindir de la experimentación.
...No habrá otra espalda, la almohada sudada. Sea dentro de un taxi, caminado en la calle o dejando que queme el sol.
"...le pido a Dios en su bondad que haga experimentarlo a cualquiera que pueda pensar que miento... "
3ºLa hipocondríaca.
La tomé por la cintura y la empotré contra el umbral, encerrándola con mis brazos, besándola con furia en la boca, sin importarme si respondía o no, naciendo una necesidad incontrolable de ella. Le abrí sus labios con los míos e introduciendo mi lengua, le saqueé la boca, buscando su lengua, conminándole a que jugara con la mía, presionándola con mi cuerpo.
Las mujeres saben lo que es el amor, las mujeres que leen, saben a lo que se exponen en el amor.
-Ahora- Mascullé, enterrando mis dedos en su cadera.- Sujétate con fuerza. En un solo movimiento, me enterré en ella bruscamente, haciéndola gemir con todo su cuerpo.
La calidez de sus paredes, fueron abrazando mi glande. Alexandra tiró su cabeza hacia tras, cerrando los ojos, formando un O silenciosa con sus labios.
...Y la oscilación espasmódica De los resquicios de tu orgasmo.
Presiono mi cadera hacia delante, oprimiendo mi intimidad, doy al acelerador, y el rugir de la moto entra por mi entrepierna, extendiéndose en mis entrañas.
-No me rechaces.- Me pide sin apartarse. -Nunca lo haría.- Dije con total franqueza.
-Confía en mi.- Le dije mirándola a los ojos, separándome un instante de su boca. Ella asintió. Mordisqueé su lóbulo y bajé por la barbilla, dejando un reguero de besos, hasta llegar a su clavícula...
Me levanto y masturbándome por última vez, acabo en su cara.
Su pecho ya no fue suficiente para mi mano y, bajando en busca de algo nuevo, llegué hasta su coño. Advertí la tensión debajo de mí, pero proseguí. Metí mis dedos debajo su pantaleta y acaricié sus labios empapados en fluidos.
Le metí el dedo nuevamente, pero no medí mi fuerza y se lo introduje entero. Ahora se quejó más fuerte y se removió frenéticamente en la cama. -No, no lo hagas.- Suplicó.