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Café literario (I)

en Sexo Virtual

Serían poco más de las 6 de la tarde aproximadamente. La gente de la oficina ya había comenzado a retirarse lentamente, como en puntas de pie para que nadie se diera cuenta y amenazara con retenerlos algún tiempo más.

Enrique se sirvió él mismo, lo que sería su último café del día, ya que su secretaría participó del malón que dejo subrepticiamente la oficina cumpliendo escrupulosamente con el horario.

Siguiendo el vicio de tantos años y cafés, encendió un cigarrillo paladeando lentamente el tibio humo que sospechaba algún día terminaría por matarlo. Se acomodó en su sillón y se dispuso a leer las últimas noticias de la CNN vía Internet.

Siendo ejecutivo de la compañía desde ya hacia varios años, se había declarado en ‘convivencia’ pacífica con la informática. Había aceptado a regañadientes la notebook que le proveyeron y que pesadamente arrastraba por el mundo tal como aquella bola de acero que en los chistes arrastran los presidiarios, y acordado que se exigiría el esfuerzo de utilizarla como arma de batalla siempre y cuando lograra sacarle algún provecho ‘personal’. De esto se trataba, el sentarse cómodamente munido de su artillería (café y cigarrillos) y disponiendo de la creciente tranquilidad con que amenazaba el final del día laboral, y poder ‘jugar’ un rato en ‘la red’, era parte de aquellos beneficios adicionales que acordara con su informática compañera.

Algunos de sus colegas, con quienes había compartido tal ‘acuerdo’, lo cargaban a viva voz por dedicarle tiempo a ese hobby en lugar de partir raúdamente a su casa y desenchufarse por completo hasta el día siguiente. Él en realidad odiaba ir masticando sus problemas en el coche mientras conducía rumbo a su familia a quien en más de una oportunidad había literalmente ‘ladrado’ como todo saludo por esta causa, obligándolo a hacer un acto de constricción y pedir luego las debidas disculpas del caso.

En su lugar, se tomaba esta última media hora extra de actividad en la oficina, pero solo para su provecho personal, logrando la más de las veces, olvidar casi por completo los avatares del día y llegar a su casa descargado, cansado seguramente, pero tranquilo. Habría ya barrido bajo la alfombra los problemas de la jornada mientras transcurrían los minutos de ‘conexión’ a la red.

Esta tarde serían solo noticias. Recorrió tranquilamente varios sites de diarios locales e internacionales revisando distraídamente como quien va pasando las hojas mirando todo pero sin ver nada. Pasaban ante sus ojos las cotizaciones al cierre de las bolsas del mundo, el discurso político de algún gobernante sudamericano, el transplante de corazón del que había sido objeto un camionero argentino que era uno de los 40 habitantes de este vapuleado planeta que ahora, a falta de uno, tenía dos corazones que rezongaban pesadamente para mantenerlo vivo. Entre titular y titular prestaba distraída atención a los inevitables banners con que lo bombardeaban de propaganda para que comprara la última cámara digital, participe en el juego de casino cibernético o adquiriera el último título de la afamada librería virtual Amazon.

De vez en cuando se permitía la distracción de ingresar a través de uno de estos links para espiar la oferta de contenido regresando, casi inevitablemente a la lectura de los titulares minutos después.

En una de esas laterales incursiones, ingresó a un site de esos que proveen servicios gratuitos de mensajería electrónica, noticias generales, chat y toda la parafernalia que inunda el cyber-espacio. Y hoy, fue esto lo que le llamó la atención. El chat.

Tanto había escuchado a sus hijos y amigos, colegas y a cuanto ser viviente que tuviera contacto con una PC, hablar sobre él y se descubría no conociendo nada excepto que era uno de los tantos artilugios que proveía el mundo de Internet para comunicar a las personas. Siempre había pensado que ya era suficiente con tener que lidiar durante horas con el aborrecido e-mail en lugar de sentarse frente a su interlocutor y dimidir diferencias café de por medio como para, además, tener que mantener una conversación ‘escrita’ con alguien a quien no conocía y que vaya a saber uno en que lugar del globo estaba parado. Pero, esta vez, se dispuso a investigar el asunto.

Leyó atentamente las instrucciones. Parecía un juego de chicos. Se debían ingresar unos pocos datos y ya podía uno ser el feliz poseedor de un ‘nickname’ que lo identificaría en las diversas salas. Cumplió con el rito como descuidadamente y se encontró ante la terrorífica obligación de nominarse !!! Que nick utilizaría? Cómo se llamaría ante ese mundo al que se asomaba a su ventana? De repente se rió para sus adentros. Cómo era posible que él, ese tipo que tomaba tantas delicadas decisiones diariamente, estuviera dudando ante un hecho tan trivial? No lo pensó más. Fijó la vista en el taco del almanaque a la izquierda de su escritorio y escribió: "VIERNES" recordando al salvaje aquel que acompañó a Robinson Crusoe en buena parte de sus aventuras. Primer paso, cumplido.

Se presentaba ya el segundo desafío, elegir la sala. Picó con el mouse la lista de chats habilitados en el sitio y lo apabullo la infernal cantidad que se desplegó ante su vista. Había de lo que uno buscara, a juzgar por los nombres. No tenía ni la más remota idea de cual elegir. Luego de recorrerla de abajo a arriba y de arriba abajo, decidió seleccionar la primera que apareciera en la próxima ventana, y la elegida fue una cuyo nombre no le disgustó y hasta le pareció interesante el tema. Se llamaba: ‘Café literario’. Pobre, evidentemente no tenía ni idea que en todas se habla por lo general de lo mismo, relaciones, relaciones, relaciones de todo tipo, y más relaciones.

Ingresó su nick y quedo durante varios minutos observando ese ‘nuevo mundo’ que comenzaba a moverse en la pantalla. Le parecía mentiras estar siendo el pasivo y desconocido observador de la caótica conversación que mantenían 5 o 6 personas que, quizás, ni se conocieran, aunque a juzgar por cuanto se decían, había varios de ellos que se habían encontrado en el chat desde hacía tiempo atrás, tratándose con términos sencillos y suma confianza algunos y con cierta procacidad otros.

Que mundo!!! Que nuevo mundo estaba viendo !!! Que asombroso que era. Y donde había estado yo metido todo este tiempo? Cómo no se la van a pasar hablando del chat sus hijos ? Mmmm, la de cosas que hubiéramos podido hacer teniendo en nuestras manos ‘armas’ como estas en nuestra juventud. (La otra juventud, la primera, porque a pesar de sus 40 y pico se resistía a que lo vieran como un pichón de viejito y de hecho se sentía orgulloso que así no fuera).

Luego de una eternidad (10 minutos) viendo pasar vertiginosamente los mensajes de unos a otros, tratando de los temas mas variados (tenían nada de Literario y si mucho de Café), tratando de seguir el hilo de lo que parecían tres conversaciones que se cruzaban a la vez en las cuales, mas de un navegante participaba a la vez, se decidió a dar el tercer y definitivo paso que sellara su ingreso al mundo del chat.

Posicionó el cursor en la ventana de entrada y tipeó: "Hola"

Ya estaba hecho!! Ya había dado ese paso y la respuesta fue un alubíon de Holas, Hola viernes, Bienvenido y cosas por el estilo a lo que no sabía como contestar.

Pasó los minutos acostumbrándose al ritmo, preguntando y respondiendo tonteras, y cuando al fin se fijó en la hora... Epa! Se le había volado el tiempo. Siempre se quedaba una ‘media horita’ distrayéndose y hoy había excedido la hora y media !! y lo esperaban en casa.

Se despidió de todos, recibió los saludos, y prometió volver. Guardó sus cosas, entre ellas la notebook que hoy, tenía un revalorizado lugar en su maletín y dio por terminada la jornada partiendo en busca del reparador descanso.

 

Días después, y con el tilde puesto sobre aquella experiencia que lo había impactado, se preparó para, al final del día, reeditarla. Aunque esta vez ya no sería un aprendiz, sino que pretendía participar activamente en las conversaciones (de lo que se tratare) y poder volver a sentir aquella emoción de la vez anterior.

Cuando todo el mundo se hubo retirado, era muy cuidadoso de no dar el mal ejemplo ante sus subalternos, repitió el crepuscular rito del café y el cigarrillo y, como un conocedor en la materia, dos o tres clicks después estaba ya dentro del chat. Por supuesto esta vez no demoró en pensar un nick (ni cuenta se dio que hubiera podido encontrarlo ya ocupado) ni en seleccionar la sala de chat. Fue directamente al Café literario, total daba lo mismo, pensó.

Grande fue su sorpresa cuando vio que solamente había dos en la sala y para colmo... no chateaban!!!!.

Intento motivarlos para que le contestaran y nada. Los saludó amablemente, se hizo el gracioso... nada. Seguían sin contestar. (No sabía que podían estar chateando en privado ni que esa posibilidad existiera).

Dejo el chat abierto y se dedico a pasar distraídamente las noticias en otra ventana con la esperanza de que entraran sus ‘amigos’ del día anterior.

Pasaron los minutos y como nadie daba señales de vida, tampoco ‘esos dos que andá a saber que carajos están haciendo que se habilitan en un chat y no conversan’ decidió irse a su casa con el objetivo sin cumplir. Ahora seguramente mascaría su bronca al volante por no haber podido charlar con nadie.

Cerró la ventana del diario y, antes de cerrar la del chat, decidió darle irónicamente las gracias por la encantadora conversación a los dos que lo ignoraban desde hacía casi media hora. Les escribió algo y, sin esperar respuesta, dirigió el puntero del mouse a la X para cerrar el diálogo cuando, de improviso, se abrió una nueva ventanita que titulada AFRODITA le indicaba: te dice: esperáaaaa!!.

Se quedó duro mirando. No entendía nada. Porqué se abrió esta otra ventana? Ese esperaaa!! No era un mensaje preformateado, era algo que alguien (Afrodita?) le estaba enviando. Nada sabía de los privados y comenzó a entender de que se trataban. Tibiamente respondió:

Qué querés que espere? – Había reconocido a la emisora como uno de los dos nicks que lo obviaron esa tarde.

No te vayas, dame un segundo, sí? – Recibió de respuesta. No podía creerlo. Estaba manteniendo una conversación privada con alguien a quien no conocía, no sabia como era. Ni siquiera sabía donde estaba. No sabía por qué pero estaba tenso, emocionado, algo nervioso. Esto era todo nuevo para él.

Después de unos instantes que le parecieron interminables Afrodita se digno a volver a la conversación. Le pidió disculpas primero por la demora, después por no haberle respondido antes pero había estado en un privado con su hermana con quién se comunican así desde hace años ya que ambas viven muy lejos ‘una’ de la otra. (ya sabía que Afrodita era mujer, lo que aumento su emoción).

Palabras mas o palabras menos se contaron rasgos generales de sus vidas. Ella tenía 40 años. Vivía en Barcelona pero era argentina. Se notaba por el particular castellano que escribía.

Estaba allí desde hacía 2 años haciendo un post-grado de su profesión, abogacía! (Sonamos, se dijo. Un ave negra).

Hija de un ex-diplomático argentino venido a menos durante el proceso de reconstrucción nacional, había ido a parar con sus dos hermanos (un él y una ella) y sus padres, a Cartagena de Indias, en Colombia.

Oriunda de la ciudad de Mendoza, pasó su infancia en Bs.As., la continuó en Santa Cruz de la Sierra en Bolivia, y después de rebotar en Costa Rica un par de años, termino de hacerse mujer en la tierra del café (y la coca y la guerrilla también pensó él para sí).

Cuando terminó la carrera, cosa que había hecho muy dilatadamente ya que ‘papi’ bancaba la parada, puso un estudio y se especializó en no sé que cosa. Trabajo bien durante un tiempo cuando le pico el bichito de la especialización lo que la llevó a elegir entre Londres, Barcelona y no sé que otro lugar del globo donde se podía estudiar el Derecho Informático !! (Que carajos sería eso ???)

Desde entonces estaba allá y ‘solita’ según dijo.

Caramba! Penso Enrique. Esta me estará tomando el pelo ? Le voy a seguir la corriente...

Y como es que una Dra. como vos tan lega, e instruida, argentina, por lo que supongo bonita, anda por este mundo solita después de 40 años?

Y... no sé. No se fijarán en mí. – Explicó.

Pero Moni (se llamaba Mónica), a menos que seas un bagayo de cuarta, cosa que a pesar de desconocerte desde ya descarto, no hay explicación posible !

A lo cual ella contestó que se sentía my sola, que nunca se había explicado el porque y que se miraba al espejo permanentemente preguntándoselo sin encontrar respuesta, ‘como ahora, ves?’ (remató con un tono que a el se le antojó de estudiada inocencia).

Enrique le propuso entonces que, ya que estaba ante el espejo, porque no le contaba a él la imagen que el espejo le devolvía, tanto como para darse una idea de cómo era y poder formarse una opinión mas ajustada. (esto se estaba poniendo lindo !! nunca se hubiera imaginado que cosas así podrían ocurrir. Se sentía como uno de 15 intentando levantarse a la mina de sus sueños que se niega públicamente a que lo haga, aunque hace todo lo posible por ayudarlo a que lo consiga).

Ella aceptó tácitamente comenzando con la descripción. Lo hacía sutilmente, para agregar intriga, para dilatar la cosa y para provocarlo, cosa que lograba.

Estoy viendo un cuarto sencillo. Un dormitorio de color crema con una inmensa ventana que da a un balcón desde el cual se adivina la noche que comienza. Las cortinas de boile se mueven suavemente por la brisa que las acaricia y no alcanza a mitigar el calor de Barcelona a esta altura del año. La habitación está tenuemente iluminada por una luz de noche que parte de sobre la mesita junto a la cama.

La incipiente descripción aumentaba, ex profeso, la intriga, la emoción de Enrique, quién sin quererlo iba reconstruyendo en su cabeza los detalles que Afrodita le relataba aumentando un estado de... excitación?

Pero Moni. Todo muy bonito lo que me contás pero yo quiero que me contés de vos – Le dijo en tono que hubiera sido casi suplicante de haber podido hacerse escuchar.

Bueno, te sigo contando lo que me dice el espejo. Una cama de dos plazas, un sobrecama escocés, y sobre él, el cuerpo de una mujer levemente recostada. No está desnuda, pero sí en ropa interior. Mínima ropa interior (enfatizó para el delirio de Enrique que proseguía la representación con atención). Tiene un buen par de piernas largas, lo que habla de una mujer de aproximadamente 1.70 y pico. Más bien delgada pero con ‘todito’ en su lugar. No tengo pancita. Tengo las carnes bien firmes ya que me amasijo haciendo ejercicio lo que ayuda también a redondear mis caderas y afinar mi cintura. Ahora, de allí para abajo, solo tengo puesto un hilo dental. Sabés que es ? - (le sacudió)

Ni idea – Contestó asombrado y siendo sincero ya que no la tenía verdaderamente.

Ayyy, Henry!!! Un hilo dental le decimos a esas tanguitas que por delante te cubren... nada, y por detrás son solo un hilo, ves?

Ahhhh – Respondió él quedándose con la boca abierta como si hubiera visto un fantasma. No podía creer lo que le estaba sucediendo. No podía creer que esa mina a miles de Kms. lo quisiera calentar con eso....ni que lo estuviera logrando !!!!!!

Bueno, sigo. Tengo el cabello cortito porque no me banco el calor que me abraza el cuerpo, entonces me la paso disfrutando la caricia del agua corriendo por mi cuerpo bajo la ducha todas las veces que puedo, lo que me tendría los pelos permanentemente hechos un desastre. Pero no me queda mal. Tengo la cara mas bien fina, de ojos color miel (según mi papi que es mi ídolo), una boca de labios hechos para el placer... Ja Ja Ja – se largó a reír.

Del cuello no se como contarte pero mas abajo, sin ser exuberante, tengo un par de caramelitos de buen tamaño y que cada vez que me los acaricio así ves, como ahora, se ponen duriiitos, duriiitos.

El pobre de Enrique (Henry diría ella) no cabía en sus pantalones. Como lo estaba calentando esa mina. Decidió tirarse a la pileta y seguirle la corriente a muerte.

Y decime Moni, tan boludos son los gallegos que no te dan bola y tenes que acariciarte solita?

Y, viste? Son unos tontos. Estoy segura que con un argentino, no me pasaría esto.

Seguro que no ! No al menos conmigo. – Respondió rápidamente él,

Ah no? Y como me ayudarías vos ahora que tengo tanto calor?

Por empezar, es un hecho que la fuente del calor no es el clima de España... sos vos la ardiente. Seguramente tendría que esmerarme para no permitirte esfuerzos y ser yo el que le regale esos ‘caramelitos’ tuyos a mi boca. Los lamería enteros despacito, humedeciéndolos lentamente, Tanto como para que esa brisa que entra al contacto con la humedad de mi saliva te haga erizar la piel y te ponga duritos los pezones..... para entonces......tomarlos entre mis labios y mordisqueártelos despacito.....

Siiiii, siiiiii, seguíiiiii – Escribió ella, y ya no parecia con tanto control. El control se había cambiado de bando.

Mientras mi lengua y mis labios juegan con tus pechos, mis manos te habrían quitado el hilo dental y uno de mis dedos te estaría separando un poco las piernas para acariciar tus labios que ya deben estar comenzando a humedecerse.

Siiii Henry.... lo hago por vos..... controlás mis manos..... Seguí, no pares. No pares por favor. – Casi suplicó.

Mis dedos estarían separando los labios en busca de ese botoncito que cada vez se te endurece más y al encontrarlo no podrían dejar de tocarlo, acariciarlo como si fuera un pezón pero húmedo. Mi boca abandonaría tus tetas hinchadas a los caprichos de mis manos, mientras bajaría por tu vientre camino al inevitable encuentro de tu sexo húmedo y caliente de excitación....

ASIIiiiiii papi, asíiiii.... me volves loca... no te detengas... te siento hacerlo....

Y mi lengua se dedicaría a lamerte como queriendo chupar todo el néctar de tu sexo. Y lo haría de arriba abajo, llegando hasta tu cola...

Siii, me encanta que me hagas eso... – Dijo ya, entregando la rendición definitivamente. La violadora estaba siendo violada. Enrique sin proponérselo a priori, le estaba devolviendo toda la calentura que le había provocado. No meditaba ni una coma de lo que escribía. Lo hacía como poseído. Solo intentaba poner en letras y a la misma velocidad, lo que se le ocurría y sus ganas. Y estaba logrando hacerla gozar.

Te estaría haciendo poner en cuatro patas sobre la cama, dándome la espalda, y después de mojar mi sexo frotándolo con el tuyo que casi chorrea de la excitación...

Siiii siiiii asíiiiiii dame dame por favor.... no pares...

Te lo hundiría lentamente en la concha, hasta el fondo, para que sientas la dureza que me has provocado..

Siii, métemelo papi, métemelo!!!!! – Gritó casi Moni,

Y comenzaría a bombearte dentro, entrando y saliendo, entrando y saliendo cada vez más rápido...

Siiii, que me vengo... que me vengo.... ponémela asíiii, no pares que me haces acabarrrrrrr!!!!!

Y te explotaría dentro.. llenándote de mi leche caliente que golpea en tu interior inundándote...

Ahhhh, grrrrrrr.... siiiiiiiiiiiiiiiiii siiiiiiiiiiiiiii – Llegó a su pantalla, en clara evidencia de que había acabado.. o era una gran simuladora.

Enrique no cabía en sí. Ni por un segundo pensó en la posibilidad de una simulación. Si él, que lo estaba relatando sin haberlo buscado, tenía una terrible erección que abultaba sus pantalones y precisaba de esos masajes que con una mano se daba por debajo del escritorio como, Moni no podría haber acabado como parecía ?

Después de algunos instantes ella escribió:

Me hiciste acabar como los dioses !!! Sos un divino !!! Cómo haces para hacerme sentir todo esto...? jamás me pasó algo igual. – Intentó explicarle.

Sos vos la que me calentaste, la que me provocaste y te juro que sentí todas y cada una de las cosas que te conté y, no te das una idea de cómo me dejaste a mí !!

Hay bebé... quiero hacerte terminar yo también a vos..... dejame que te la agarre, si?? Tocatela y sentí que es mi mano la que lo hace..la que te la pajea..

El continuó con sus masajes aunque ahora había bajado el cierre de su bragueta y metido su mano dentro para sacar su verga erguida y caliente de entre sus ropas. No razonaba, no pensaba, solo hacía lo que Mónica le dictaba al teléfono y que lo excitaba como no recordaba.

Continuó leyendo de caricias y pajeadas que le daría a esa pija hinchada de placer y a punto de reventar.

Pocos minutos después y en medio de convulsiones que electrizaban todo su cuerpo, terminó acabando como en una explosión que desató una catarata de placer que se desparramo por el piso y lo hizo estremecer como no recordaba haberlo sentido.

Siguieron conversando un rato mientras sus respectivas respiraciones lentamente recobraban su ritmo habitual y los temblores iban disminuyendo dando lugar a esa hermosa calma que sobreviene después de tanta excitación.

Ella tenía que irse porque la esperaban y ya estaba por demás atrasada. Intercambiaron direcciones de mail y se despidieron con un ‘Gracias’. El pensó que esto de pasarse los mail era como cuando en ‘sus’ épocas, se pasaban el teléfono a la salida de algún boliche y nunca más volvían a saber el uno del otro.

Una vez que hubiera cortado la conexión y apagado la notebook, se quedo un rato inmóvil y en silencio mirando la pantalla gris como tratando de entender lo que acababa de sucederle.

Por fin, después de unos minutos, sacudió la cabeza como queriendo quitarse todo pensamiento, guardó sus cosas, y partió de la oficina. Esta vez tendría gratamente ocupada su mente en el trayecto a su casa.