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Café literario (V)

en Sexo Virtual

Eran gritos y ruidos indescifrables los que su mente trataba de reconocer y ubicar en el tiempo.

Lentamente comenzó a andar por ese túnel que comunica el sueño con la realidad acercándose cada vez más a la luz del otro extremo, de donde provenían los sonidos, y esta golpeó con fuerza en sus ojos acostumbrados a la penumbra.

Estaba observando el cielo raso de la habitación desde la cama donde acababa de despertarlo el alboroto que, televisor mediante, le llegaba desde la habitación de al lado y que fuera el causante de arrancarlo de brazos de Morfeo.

Serían las 10 a.m. y el cuarto estaba inundado de una hiriente luz para su maltratada vista castigada por la falta de un debido descanso.

Se descubrió totalmente aturdido y lentamente fue tomando contacto con la realidad y recordando donde estaba, porqué, que hora era de que día y que es lo que tenía por delante.

Con cierta alegría tomó cuenta que contaba con tiempo suficiente para disfrutar tranquilamente con Mónica de las horas que le quedaban en Barcelona antes que debiera reportarse en el aeropuerto a las 5 de la tarde.

Los planes eran vestirse ligero de ropas con un short y zapatillas, disfrutar del sol y un almuerzo junto al mar para luego volver al hotel a cambiarse y partir al aeropuerto dejando tras de sí a aquella mina que irrumpió en su piel en el Café Literario y que, si bien no había podido cogerse, si había logrado sentir y que lo sintiera.

El objetivo de su viaje estaba cumplido y darse cuenta una vez más de ello, lo tranquilizó y lo invadió de una serena calma.

Se sobresalto con el teléfono que sonaba insistentemente ayudando a sacudirle de encima las pocas telarañas que lo retenían en ese agradable sopor con el que nos despertamos cuando el apuro no nos corre.

Sacó un brazo de entre las sábanas y lo extendió tomando el auricular. Era ella. Acababa de despertarse y, sin siquiera mover más que los músculos indispensables de su también extenuado cuerpo, lo llamaba desde la cama donde ronroneaba como una gata dándole los buenos días con una voz aguardentosa agradeciéndole, una vez más, la hermosa noche con que la había regalado y su comprensión y respeto en un gesto de inusual galantería que la halagaba.

Cambiaron unas pocas palabras y acordaron que se verían en media hora en el lobby del hotel.

Quitó rápidamente las sábanas de la cama y de un salto se incorporó y se encaminó al baño. Nueva ducha y reparadora afeitada mediante, cumplió con el rito de perfumarse y envolvió su cintura con la toalla para, mientras se templaba el cuerpo a la temperatura de la habitación, dejar todo el equipaje y la ropa que vestiría para el viaje preparada ya que pensaba volver allí con el tiempo justo para cambiarse y partir en busca de su vuelo.

Todo listo, repasó una vez más mentalmente. El bolso de viaje con todo dentro, solo faltaban las cosas de tocador pero las guardaría después de la ducha que seguramente tomaría antes de vestirse, la ropa sobre la cama sin destender, el pasaje de avión, y en sus bolsillos los documentos y el dinero y, los cigarrillos y el encendedor no habría mas remedio. Debería llevarlos en la mano durante el paseo.

Cerró la puerta y salió al jardín donde el sol, ya alto, prometía una más que cálida jornada que la del día anterior. Se calzó los lentes obscuros y se dirigió por el sendero que conducía al lobby.

Ella hacía su entrada, en ese mismo momento, por la puerta exterior. Caminaba hacia él con paso distraído. Llevaba puesto un vestido de finos breteles y falda muy corta de vistosos colores. Su semi-transparencia te dejaba adivinar un diminuto traje de baño debajo lo que creaba una imagen muy sugestiva. Los lentes obscuros como vincha y un bolso colgado del hombro le daban un aspecto delicadamente juvenil y fresco a la ves que lo decidido de su paso demostraban una seguridad que él sabía no era cierta.

Por un momento, mientras la observaba acercarse, sus latidos comenzaron a acelerarse para volver a su ritmo normal, habida cuenta de que ya había pasado la noche anterior todo cuanto debía pasar y solo restaba por delante, disfrutar de un hermoso día de playa junto a quien ya se había convertido en una muy buena e intima amiga.

Se saludaron con un leve beso, cambiaron saludos y él la invitó a desayunar ya que sus ajetreadas geografías necesitaban café a raudales para terminar de despabilarse.

Se sentaron en una terraza acompañados de la sombra de unos hermosos arboles, rodeados de canteros de flores y mimados por una fresca brisa.

Pasaron un par de horas, rigurosa taza de café y medialunas de por medio, conversando relajadamente, sin apuros, sin nervios, sin resabios del fragor que había tenido la batalla de la víspera. Realmente se sentían cómodos el uno con el otro liberados, ahora sí, de la presión que los había hecho comerse con los ojos durante las largas conversaciones del día anterior y que tuvieron su punto culminante por la noche.

El llamó a la jovencita que oficiaba de mozo, pidió la cuenta, firmó la boleta que se cargaría a su cuenta del hotel y pidió se acercara para decirle algo al oído poniéndole algunas monedas en la mano mientras Mónica, disimulando su asombro por lo extraño del acontecimiento, era mudo testigo.

La moza se alejo dirijiéndose a un puesto de flores que, atendido por una viejita, prestaba su colorido al lugar.

Después de unos minutos, volvió con una cómplice sonrisa dibujada en la cara y entregó a Mónica "de parte del caballero que la acompaña" un simpático ramito de violetas.

Desbordó toda su disimulada timidez al encendérsele la cara de rubor, que le hizo dar las gracias con una sonrisa que la iluminó por el halago del que había sido objeto, y delante de testigos!!!

Se pusieron de pie y, mientras encendían un cigarrillo, se encaminaron al auto.

Mientras subían al coche para salir del estacionamiento Mónica le preguntó:

Henry, a que hora era tu vuelo esta tarde?

A las seis, por?

Pero escuchame... – dijo –son más de las 12!!! No vamos a tener tiempo de ir a la playa tranquilos y volver con tiempo para que te cambies!!!

Tenés razón ¡!! – dijo sorprendido. – No me había dado cuenta de la hora.

Hagamos una cosa – propuso Mónica – Cambiate ahora, cerrá el hotel y cargamos tus cosas en el auto y nos vamos a comer algo a algún lugar lindo hasta la hora de ir al aeropuerto. Así no te vas sin conocer nada, che. Me da lástima que te hayas venido hasta acá y te vuelvas sin haber visto nada.

Mirá gatita – le dijo él poniéndose de frente y tomándola de las manos. – Yo no vine a ver nada diferente de lo que tengo frente a mi. En todo caso vine a conjugar otro verbo, sentir!!! y lo hice!!! así que vos...tranqui. Pero, respecto del horario, tenés razón. Mejor hacemos así. Me imagino que no te vas a quedar dentro de este horno esperándome, no?

Noooo bebé. Me muero!!! Voy con vos.

Dicho lo cual, se bajaron los dos del auto y desandaron sus pasos rumbo al ingreso del lobby.

Recorrieron el sendero rumbo a la habitación mientras ella hacía en voz alta el repaso de los lugares a donde podrían ir a comer.

Entraron a al habitación, que ya había sido acomodada y, por primera vez, Enrique se dio cuenta de la hermosa panorámica que dejaba ver el ventanal al costado de la cama. La vista en ese soleado día, era preciosa y, el calor reinante afuera no se notaba con la fresca atmósfera que reinaba dentro de la habitación.

Mónica se sentó sobre esa cama observando hacia fuera mientras dejaba sobre la mesa de noche sus lentes y encendía un cigarrillo.

Enrique, con total soltura, como si se tratase de una pareja de años, alistó la ropa interior y los pantalones que se llevó al baño para cambiarse.

Ella le hablaba de no se que mirando hacia fuera desde el borde de la cama mientras una suave melodía flotaba en el ambiente proveniente de los parlantes de la música funcional que había encendido.

Enrique, llevando los artículos de tocador que aún debía guardar en el bolso, salió del baño a medio vestir. Descalzo, llevaba puesto un jean color arena y el torso desnudo. Mientras el apuraba sus preparativos y se calzaba la chomba azul que completaría el conjunto veraniego, ella se acostó boca abajo en la cama transversalmente, dándole la espalda y mirando hacia fuera, mientras continuaban conversando.

Ese movimiento, hecho con dudoso descuido hizo que su corto vestido se levantara permitiendo a Enrique ver la tanga de su traje de baño que apenas cubría parte de esa hermosa cola que adivinaba bajo sus ropas.

Enrique, acomodando sus cosas y sus ropas, no podía dejar de mirar el espectáculo que su cuerpo tendido le ofrecía mientras ella se empeñaba en señalarle algún lugar de la ciudad que se veía desde su ubicación. Yá su cabeza volvía febrilmente a bullir de deseo, de ganas de tener a esa hembra que. lo estaba provocando o era muy inocente!!. No se atrevía a catalogarla en ese aspecto. Ya se había sorprendido con esa ambivalencia durante el día anterior.

Decidió intentar algo y se acostó paralelo a su lado, también boca abajo, pegados hombro a hombro con la excusa de poder, al fin, distinguir en esa posición, el objeto de interés que ella le indicaba.

Estaban tan cerca uno del otro que la tibieza del cuerpo de Moni contra el suyo lo excitaba y su entrepierna, presionada contra la cama, ya comenzaba a dar indicios de su calentura. Ella seguía conversando como si nada sucediera indicándole, con la mano, un lugar u otro cuando, casualmente, se dio vuelta para mirarlo y sus caras quedaron separadas por unos pocos centímetros mientras se miraban a los ojos.

Mantuvieron la mirada el uno al otro, durante algunos instantes, segundos, después de los cuales se acercaron mutuamente hasta que sus labios se encontraron en un ardiente beso.

Mientras con su lengua exploraba las profundidades de su boca ardientemente, Enrique pasó un brazo por sobre su hombro apretándola aún más contra sí.

Se besaron apasionadamente, como devorándose, reeditando los gemidos y acelerando el pulso hasta que latía en sus sienes como la noche anterior.

Casi sin separar sus bocas, Mónica se dio vuelta para quedar boca arriba en la cama y su rostro dirigido al de él para poder pasar sus brazos por sobre su cuello como colgándose de ese macho que la excitaba hasta el delirio.

Las manos de Enrique comenzaron a manosearla por sobre el vestido provocando sus ronroneos de gata en celo y los movimientos ondulantes de toda su figura.

Esto no era lo mismo que anoche, se dijo, él. Estamos solos en mi habitación, ambos acostados, casi uno sobre el otro......y se entregó febrilmente a desatar los breteles del vestido sin que hubiera oposición de parte de ella que continuaba devorando su boca y torsionando todo su cuerpo por el deseo y la lujuria que comenzaba a dominarla.

No se veían rastros de ese control con el que luchaba la noche anterior y, esta vez, él la notaba disfrutando libremente.

Bajando el vestido, no sin dificultad, descubrió el busto apenas cubierto por el diminuto corpiño del bikini que poco tiempo más levantaba, por sobre su cabeza, dejando a la vista esos hermosos pechos en los que se zambulló para lamerlos con desesperación.

Mientras él manoseaba ardientemente sus tetas y mordisqueaba los pezones ya erectos, ella con la cabeza tirada hacia atrás, le acariciaba con ambas manos el cabello de la nuca y continuaba moviendo cada vez mas descontroladamente sus caderas.

Enrique desocupó una de sus manos que deslizó suave y lentamente por sobre su vientre y metió dentro de la tanga recorriendo su vulva. Con dos dedos recorrió los húmedos labios de abajo hacia arriba apenas rozando los labios que comenzó a separar conforme se acercaba al clítoris arrancándoles grititos de placer. Una vez allí se dedicó a estimularlo suavemente pero con firmeza mientras ella disfrutaba en medio de una respiración agitada.

Su lengua y sus labios no podían dejar de chupar las tetas que se hinchaban de la calentura y mordisqueba suavemente con los dientes los pezones que se habían puesto increíblemente duros de la excitación.

Mientras esto hacía, su mano desató la tanga por un costado quitándosela por completo con un movimiento rápido en medio de los gemidos de ella que intuía la llegada de un mayor placer.

El disfrutaba de todo cuanto le estaba haciendo y nuevamente se excitaba alimentado por las demostraciones del placer que le estaba provocando a Mónica que separaba sus piernas poseída por una calentura increíble que parecía a punto de hacerla estallar en cualquier momento.

Enrique se bajó de la cama rápidamente, como para no permitirle razonar un segundo, y arrodillándose en el suelo entre sus piernas, hundió su lengua en esa concha mojada y caliente habida de placer.

Lamió los labios carnosos con frenesí, los succionó con la boca como lamiendo todo el lujurioso néctar que despedía esa concha caliente. Hábilmente los separó con la lengua hasta llegar a ese botón de deseo que palpitaba de lujuria y se dedicó a presionarlo entre sus labios mientras, con ambos brazos estirados, jugaba con los duros pezones de las tetas que se agitaban al ritmo de la respiración.

Poco tiempo duró este ejercicio ya que Mónica comenzó una acabada como nunca antes había sentido él, explotando en su boca, inundándola de sus jugos en medio de espasmos que le recorrían todo el cuerpo descontroladamente, a la vez que imploraba desesperadamente:

Asiiii papito.... ahhhhhh... haceme acabarrrrrrrr, haceme acabarrrrrr.. assiiiiiiii siiii bebeeeeeeé, siiiiii....

El continuó lamiéndola delicadamente mientras los movimientos de la cadera comenzaban a serenarse un poco hasta detenerse casi por completo.

Ella, que no había soltado ni un segundo los cabellos de esa cabeza que la lamía, tomó su cara con ambas manos y le dijo:

Hayyy, Henry.... vení papito, vení bebé..... me hiciste acabar como una loca!!!! Era cierto que todo esto se podía sentir!!! veni acá que quiero besarte.

Enrique se tumbó boca arriba en la cama, a su lado, y fue ella quien comenzó lamerle suavemente la cara y la boca como limpiando todo vestigio de sus jugos, compartiendo con él su sabor...

Enrique, a todo esto, estaba terriblemente excitado pero, para su desconcierto y a pesar de no haber terminado, estaba satisfecho por lo que le había provocado. Estaba descubriendo mucho más de lo que había intuido. Estaba descubriendo una sensación maravillosa porque, aunque no acabara, aunque Mónica no lo hubiera tocado, estaba gozando tanto como ella con todo ese placer que le provocaba y jamás se le hubiera ocurrido que eso podía sentirse así.

Mónica se cruzó sobre su cuerpo, haciendo que sus tetas rozaran casi su cara, para alcanzar los cigarrillos que estaban sobre la mesa de luz. Mientras sacaba dos y tomaba el encendedor Enrique lamió con la punta de su lengua los pezones aún erectos de ella mientras con una mano le acariciaba la cola y dibujaba con un dedo la linea que conducía al agujero ya húmedo de su cola.

Ella encendió dos cigarrillos y, ocupando un lugar bajo el hueco que hacía su brazo. Le extendío uno relajándose por unos minutos mientras se miraban a los ojos y en los de ella ,se dibujaba una mirada pícara de quién la ha pasado bien pero aún no tiene suficiente. Ni pensar de lo que le pasaba a él que, a pesar de sentirse bien por cuanto había sentido quería más... mucho más de todo aquello.

Medio abrazada por él, con una pierna de su cuerpo desnudo sobre las suyas y su sexo casi apoyado contra la cadera de él, transcurrieron los minutos que duró el cigarrillo.

Enrique no dejó ni por un momento de acariciar los cachetes de la cola con su mano libre y ella, como distraídamente, jugaba con la punta de su dedo índice sobre el bulto de su slip que aparecía por el pantalón entreabierto, provocando o manteniendo la excitación que le mantenía la pija dura como una piedra y con la cabeza casi asomándose por sobre el elástico superior.

Una vez apagado el cigarrillo, y ella lo terminó apresuradamente antes que él, le quitó el pantalón casi sin moverse pidiéndole levantara la cola para lograr su cometido.

Continuaban ambos en la misma posición. El medio sentado, medio acostado boca arriba con la espalda apoyada sobre la almohada que habían levantado. Ella, a su lado, debajo de su brazo que le acariciaba el fin de la espalda y con medio cuerpo sobre el de él.

El contacto de su piel desnuda sentido por primera vez en casi todo su cuerpo lo excitaba por las promesas de delirio que se animaba a imaginar.

Mientras Enrique daba la última pitada al cigarrillo, Mónica deslizó suave y lentamente su mano dentro del slip comenzando a acariciar con delicadeza ese falo que la necesitaba, sin apartar sus ojos de los de él que intentaban descubrir si habría llegado el momento de cojercela como quería.

Desidió seguir en la suya, preocupándose solamente de hacerla gozar y dejando librado a ella hasta donde quería y podría llegar, aunque ya no tenía sentido aquello del querer ‘preservarse’ después de todo cuanto había ocurrido entre ambos en las ultimas horas.

Mientras Enrique se dedicaba concienzudamente a comerle la lengua como queriendo deborársela y su mano acariciaba hasta donde podía los confines de la espalda, ella se incorporó algo para, con ambas manos, bajarle el slip dejándolo completamente desnudo sobre la cama.

El, siempre boca arriba y sin decir una palabra, aprovechando que ella se había puesto en cuclillas, la tomo de los hombros y la condujo para que se recostara sobre él. Quería que sintiera su verga dura contra su sexo y se frotaran ambos mientras le chupaba las tetas. Ella se volvió loca de placer no sabiendo que era lo que más la enloquecía, si esa pija que le separaba los labios de su sexo hasta frotarse contra su clítoris a cada movimiento de su cadera, o esa boca que se tragaba sus tetas como un bebé hambriento sintiendo la punta de la lengua jugar con sus pezones erectos en forma constante.

Las manos de Enrique acariciaban y apretaban los cachetes de la cola que subía y bajaba en cada movimiento. Se deslizó un poco más debajo de ella y todo calzó mejor. No debía estirarse tanto para tragarse esas tetas y mordisquear sus pezones arrancándole gemidos de placer que la encendían. Sus manos tenían ahora a su disposición toda esa cola que ahora podía presionar con fuerza separando las nalgas y dejando el camino libre para que uno de sus dedos jugara con ese negado agujero. Además, su verga a punto de estallar como desde hacía rato, ya jugaba abiertamente entre los labios húmedos y mojados de esa concha que lo lubricaba. Todo era placer, para ambos. Ella se movía de arriba abajo cuidando no sacar de su boca las tetas, cuidando no perder contacto con esa pija que la amenazaba entre sus piernas, empujando cada vez un poco más para que ese dedo entendiera que la cola ansiaba que lo perforara.

Y Enrique no aguantó más....metiendo rápidamente la mano por entre ambos cuerpos, tomo la verga tiesa con su mano y la apunto a la concha de Mónica empujando con firmeza todo su cuerpo para arriba y clavándosela de un golpe hasta los huevos...

Ahhhhhhhhh, noooo... que haces?????? – Dijo ella con una cara de espanto que él no esperaba y una voz que no quería haber dicho eso. – Como me la vas a poner así Henry..... Yo no me cuido..... de ninguna.... forma!!! – y sin embargo no podía dejar de disfrutar de esa pija que le llenaba las entrañas en una lucha atróz entre su lujuria que quería cabalgarlo salvajemente y su razón.

Sin decir palabra, y también en un movimiento rápido que pareció un solo acto, el se la sacó mientras su mano derecha se contorcionaba para abrir el cajón de la mesa de luz con una velocidad asombrosa. Sacó uno de los preservativos que había comprado y que estratégicamente había dejado sueltos en el cajón. Se llevó a la boca el envoltorio, lo mordió con fuerza de poseído para abrirlo y, sin dejar de mirarla a los ojos como diciéndole – Me importan un carajo ahora tus miedos y cuidados.... te voy a reventar!!! – lo abrió, saco el forro, lo calzó en la cabeza, lo estiro cubriendo la húmeda verga y nuevamente la empaló enterrándosela hasta el fondo.

Ahora si... pensó... ahora si te voy a coger guacha!!!!!! Y comenzó a subir y bajar su cadera empujándola para arriba con todas sus fuerzas....

Ella tenía una cara mezcla de dolor, miedo, desconcierto y una lujuria desenfrenada que estaba ganando la batalla. En esa posición cabalgó sobre él, estiró ambos brazos tomándose de la cabecera de la cama para poder aferrarse firmemente. Su calentura, sus ganas de ser cogida como lo estaba siendo más las violentas embestidas que él le daba desde abajo, amenazaban con su equilibrio!!!!!

El estaba descontrolado....sus manos iban y venían desde sus tetas a su cola, o una en cada lado.....

Cada vez que Mónica bajaba su cuerpo sobre su verga enterrándosela toda y gimiendo como una puta satisfecha, el le metía un poco el dedo en el culo y eso los calentaba a ambos.....

Estaban nuevamente muy calientes ambos... Sus respiraciones se hacían cada vez más entrecortadas y agitadas, el ritmo de la cabalgata cada vez más infernal, el descontrol los había ganado a ambos... cada uno bailaba su danza y a la vez era la misma, la de la lujuria y el placer de coger.... Ella fruncía la frente en un rictus de esfuerzo supremo.. el continuaba manoseándole las tetas, apretando sus pezones, estimulando su culo... era demasiado.... demasiado lo que se sentía.... demasiado el tiempo que había pasado..... y no aguantó más......

En un ultimo empujón, se la clavó hasta el fondo al mismo momento que le metía en la cola los dos dedos de la mano abriéndosela con fuerza... violándola... provocándole una placer descomunal por todos lados... y acabaron juntos en una catarata que él hubiera querido estuviera librada de esa goma que impedía que ella sintiera su leche caliente corriéndole por dentro, saliéndole a borbotones de su verga gorda, morada, caliente por tanto esperar..... y seguir empujando para arriba.. y ella tratando de clavarse massss y massss dentro...extinguiendo hasta la última gota de esa acabada fenomenal.....

Al final, los cuerpos sudorosos por el esfuerzo y el descontrol, comenzaron a aflojar la tensión. El bajo hasta apoyarse completamente en la cama mientras sacaba su pija, aun dura, de su concha para sacarse el preservativo antes que lo ganara la flacidez....

Ella hizo un gesto de desagrado al sentir salir su verga de adentro... hubiera querido sentirla toda la vida allí....Se deslizó hacia abajo lentamente, siempre sobre él, viendo como Enrique, dejaba caer al costado de la cama, aquel odioso envase de tanto placer desperdiciado....

El seguía en la misma posición, semi sentado boca arriba. Ella acostada sobre él pero con su cara apoyada en ambos brazos cruzados a la altura de su entrepierna, observando esa verga húmeda que comenzaba a ser ganada por la flacidez. Su lujuria se había despertado... y estaba hambrienta, le daría de comer.... Sin pensarlo y sin que Enrique lo hubiera esperado, tomo la pija medio blanda y se la metió en la boca comenzando a chuparla como saboreando los vestigios de esa leche que se había negado.

Era una golosina en sus labios.... el sabor de la mezcla de líquidos, ese olor a macho, a sexo, la calentaba o , mejor dicho, evitaba que se enfriara... no podía dejar de pensar en coger, en tenerlo de todas las formas...arrepintiéndose de todo el tiempo que habían perdido.

Se saco la pija de la boca con una mano y mirándolo a la cara le preguntó sin moverse...

Bebé... por que lo hiciste??

No hacían falta explicaciones. Estaba preguntándole porque se la había cogido.

Te acordás – empezó a explicar Enrique – que cuando te dije que venía me dijiste de tus miedos, que no me hiciera ilusiones, que bla bla bla...?

Sí – dijo ella que continuaba acariciando su pija, ahora frotándosela distraídamente por los labios.

Yo te calmé diciéndote que no te hicieras problemas, no? Que solo venía a conocerte y que mi única intención era tomarme un par de cafés con vos, y que nada me movería hasta no tener esas tazas vacía delante nuestro.

Ajá – dijo ella que jugaba descubriendo el glande de la piel que lo recubría.

Bueno – terminó explicando él – anoche después de cenar uno y hoy con el desayuno otro, ya nos tomamos los dos cafés..... no tenía más nada por esperar... – concluyó dibujando una pícara sonrisa en sus labios sin quitarle los ojos de encima.

Ella, que no había dejado de disfrutar un momento de sus juegos con esa verga, se sintió divertida por la ocurrente explicación y motivada para tomarla con firmeza con la mano mientras se la metía en la boca y la recorría con la lengua tragándosela toda.

Comenzó a mamársela en una forma increíble. Jamás nadie le había hecho algo igual, tan suave y tan profundo a la vez.

Siempre fue muy sensible en esa parte de su anatomía. Lo cual era un problema porque las mujeres que se la habían chupado antes siempre habían estado tan calientes que no se fijaban en sutilezas y se la chupaban como con rabia, a veces provocando una sensación que no era del todo placentera.

Mónica, sin que tuviera que haber explicado nada, se la lamía como a un chupetín recorriéndola con la punta de la lengua, disfrutando de cada mm que su boca recorría. Jugaba viendo desnudar su glande cada vez más grande, mas rojo, mas duro....... Lo lamía con los labios húmedos suavemente, provocando su delirio....

La punta de su lengua dibujaba circulitos en la punta alrededor del agujero por el que comenzaban a aparecer las primeras gotas de líquido pre-seminal que lamía y paladeaba como una verdadera puta en celo...

Esas sensaciones lo ponían loco despidiendo más liquido, comenzando a contonearse entero mientras con el dedo gordo de su pié, acariciaba los labios de su concha mojada y la exploraba buscando el clítoris.

Eran dos cuerpos en una rara posición. Ella acostada boca debajo de una de sus piernas prendida a la verga que tragaba con dedicación mientras, su boca llena, ahogaba los gemidos de placer que sentía por todo su cuerpo, El, no pudiendo reprimir los movimientos de su cadera que pugnaba por cogerse esa boca que lo lamía mientras se la estaba cogiendo con el pie que, mojado por la mezcla de líquidos que la empapaba, resbalaba en su entrepierna. Ambos cuerpos retorciéndose de placer pero, y esto era lo que más lo enloquecía a Enrique, eran dos cuerpos más preocupados en dar y provocar placer que en sentirlo y provocárselo a ellos mismos y, sin embargo, lo estaban sintiendo como nunca. Tal vez precisamente por ello. Su lujuria era para el otro y en el placer del otro es que encontraban la excitación que los enloquecía.

Mónica ya gemía como rítmicamente por las sensaciones que le provocaba el estar siendo cogida por un pié y de su garganta solo escapan los sonidos del placer satisfecho mientras se aferraba a la verga que chupaba cada vez más furiosamente como un naufrago a su balsa de salvación.

El placer que recibía lo volcaba en cada chupada que le daba esa verga dura que le penetraba la boca. Estaba a punto de explotar nuevamente de placer y quería sentirlo todo dentro de su boca.

Más rápido se movían sus caderas ayudando en el movimiento a ese pie que lo provocaba tanto placer, más rápido aún agitaba su mano pajeando la pija que se comía y quería ordeñar con su boca. Y los movimientos se hacían cada vez más desesperados, más rápidos, más alocados y febriles. Su mano bajaba y subía la piel de la verga que se metía en la boca y chupaba como poseída. Esos dedos del pie mojados que se resbalaban por su concha la volvía loca de placer. Y todos los movimientos fueron haciéndose más rápidos, y mas rápidos....

Y todo era gemidos ininteligibles de placer satisfecho......

Enrique sintió como una ola de calor que lo invadía.....era algo que involuntariamente salía de sus entrañas... una necesidad visceral de gritar, aullar.. mientras el chorro de leche caliente salía de su verga inundándole la boca a Mónica que al sentir la tibieza de ese jugo llenándole la boca, no soportó más acabando como una yegua en una ola interminable de convulsiones que perdían ese pie dentro de su concha a cada empujón que daba a la vez que metía la verga en su boca chupando furiosamente para tragarse hasta la última gota de esa leche tan ansiada, tan extrañada que era toda suya.... por fin..... y no podía dejar de lamerla, de lamerse los labios, como relamiéndose, para no desperdiciar nada. Y volviendo a lamérsela la pija cuidadosamente tragándose cada gota de ese alimento de su lujuria hasta dejarla reluciente cuando ya la flacidez comenzaba su deplorable trabajo.

Mmmmmmmmm – fue todo lo que dijo mientras se ponía en cuatro patas y avanzaba hacía Enrique para terminar acostándose dándole la espalda de forma tal de quedar envuelta por su abrazo, su espalda contra su pecho. Su cola contra los vellos de su pubis, sintiendo el bulto, ahora flácido, entre sus nalgas.

El la rodeaba con su brazos y en cada mano una teta, acariciándola suavemente mientras le mordía suavemente el cuello.