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Café literario (III)

en Sexo Virtual

La empresa para la que trabajaba desde hacía casi una vida, era una multinacional con sede en el corazón financiero e industrial de Alemania, Franckfurt. Tenía filiales en todo el mundo y, buena parte de los intereses en Latinoamérica, estaban bajo la custodia de la filial argentina a la que pertenecía.

Las funciones de su cargo lo habían llevado a viajar con frecuencia a Europa y no solo a la casa central, sino que los nuevos proyectos globalizados (y como no?) se realizaban por todas las representaciones a lo largo y a lo ancho del mundo a la vez, requiriendo de frecuentes reuniones de coordinación y, como Argentina no tiene las playas de Río, los europeos preferían que fueran los sudacas los que se tomaran la molestia de movilizarse del otro lado del océano.

Con el transcurso del tiempo estos viajes, que años atrás constituían un preciado ‘valor agregado’ a los beneficios propios del cargo, se habían convertido en una pesada carga de sobrellevar. Se la pasaba uno viajando 15/16 horas sin escalas para luego cambiar por otro vuelo doméstico, lidiar con migraciones, aduanas, el gentío, las esperas, los taxistas ¡ufff!! y por fin... el hotel. Una rápida ducha, traje y corbata mediante, y partir rumbo al primer encuentro, la mayoría de las veces sin poder reponer fuerzas y no teniendo idea clara de en que uso horario estaba uno parado.

Esta vez era distinto. Había algo más que valdría estos sacrificios. La respuesta que estaba buscando.

Hacía algunas semanas que estaba esquivando la alternativa de trasladarse a Colonia, Alemania y había tratado por todos los medios de ser relevado de esa obligación minimizando la importancia de su participación en el evento. Retomó el tema con sus colegas y superiores, comenzó a mostrarse interesado de participar y tres días después ya estaba todo decidido. Viajaría allí como parte de una comitiva aunque sus obligaciones eran diferentes a la del resto ya que debería contactar por su cuenta a algunos proveedores alemanes y realizar un informe al respecto para presentar en la ultima reunión del evento, lo que le daba la libertad de movimiento que precisaba.

Viajaría en una semana, un martes, para arribar el miércoles a Colonia. Se hospedarían todos juntos y tendrían una primera reunión de agenda ese mismo día. Convino citas con sus contactos europeos de forma tal que utilizaría jueves y viernes para los encuentros y, aunque tuviera que desvelarse, pasaría el viernes a la noche armando el informe que debería presentar en la reunión del lunes antes de emprender el viaje de regreso. Averiguó con su agencia de viajes los horarios de los vuelos entre Colonia y Barcelona y constató para su alegría que, a pesar de no haber muchas frecuencias rápidas y directas, si podría partir el sábado a primerísima hora de la mañana teniendo que volver recién el domingo entrada la tarde para arribar en la noche de regreso. De esta forma dispondría de todo el sábado y buena parte del domingo.

No soportaba las ganas de tener la posibilidad de contárselo a Mónica. Le mandó un e-mail tomando él esta vez la iniciativa de citarla en el Café. Llevaba como postdata la promesa de una sorpresa si no lo hacía esperar mucho.

Hecho esto y con solo tener que esperar a contarle para poder cerrar las reservas de vuelos y hotel en Barcelona (que por supuesto deberían correr por su cuenta), se propuso dedicarse concienzudamente a su trabajo para tratar de dominar la emoción que sentía.

Le parecía imposible lo que estaba viviendo. A los años de experiencia que aquilataba, no recordaba haberse sentido en un estado así anteriormente. Y la posibilidad, ahora cercana, de poder experimentar en carne propia por fin aquellas sensaciones descubiertas en la sala de chat, alimentaban su ansiedad.

La posibilidad que Mónica estuviera de viaje y no llegara a tiempo de leer su mail y se arruinaran sus planes era el primer pensamiento que lo preocupaba, aunque otro temor no menor ocupaba sus sentidos. Y era la alternativa que Mónica no quisiera, por las razones que fueren, encontrarse con él.

Todo esto daba vueltas en su cabeza en esos días cuando arribó el e-mail esperado aceptando la cita y también con una postdata que lo hizo sonreír más tranquilo: ‘Extraño nuestra lujuria ¡!!’ – decía.

Comenzaron a hablar de cosas sin importancia cuando ella le preguntó por la sorpresa, a lo que él respondió:

Que planes tenés para el próximo fin de semana? Nunca me contaste como ocupas tu tiempo libre.

Hayy bebe, no mucho por contar. Me gusta mucho cuidarme y, como no tengo una nutrida vida social, si no voy con algunos amigos a tomar sol, que me encanta, descargo mi adrenalina y demás energías -(cambiando el tipo de letra para que se diera cuenta que ponía énfasis en el tipo de energías a las que se refería) – dándome como loca con la gimnasia, de paso cuido este cuerpito, viste? Porqué me preguntás? – terminó.

Te empiezo a responder con otra pregunta – dijo él – ¿A que no sabés quién viaja a Europa la semana que viene y va a tener el fin de semana libre pudiendosé hacer una escapada a Barcelona?

El chat se quedó mudo. En unos instantes que le parecieron siglos ninguna palabra apareció. ¿Será cierto entonces que no querrá verme?

No me digas que venís? Si?

Si – respondió él lacónicamente.

Biennnn! ¡!!!!!!!!!! Genial!!!!!!!! No puedo creerlo!!!! – fue la respuesta. Todo comenzaba a encajar. Segundo temor resuelto.

Comenzó a contarle los pormenores del viaje, de cómo lo había revivido después de cajonearlo por algún tiempo. De cómo se había decidido a aprovechar esa oportunidad de conocerla, tenerla enfrente, poder verla al fin cara a cara.

Ella comenzó a ponerle algunos paños fríos al asunto. Que debían ir con calma. Que era genial que viniera y por fin encontrarse pero, no quería que se hiciera ilusiones y tampoco se las hacía ella. Que todo esto había funcionado 10 puntos hasta ahora en este medio, de esta forma, pero que no había garantías para ninguno de que la química se repitiera cuando al fin estuvieran a un touch uno del otro.

Henry, (ya no era bebé) no quiero que nos hagamos falsas expectativas. Y si no te gusto? Y si no me motivas? Hemos hablado hasta el hartazgo todo este tiempo de cómo funcionan las cosas. Y si no funcionan para ambos? O para alguno de nosotros?

El también lo había pensado. Pero lo tenía claro, absolutamente claro.

Mirá Moni. Quedate tranquila. Yo no me hago ilusiones de nada. Hasta hoy he descubierto una nueva forma de verme y sentirme. Me he descubierto o despertado una faceta de mi que desconocía ... y me encanta todo lo que viví. Todo eso tiene un nombre, el tuyo. Ahora que tengo la oportunidad solo pretendo tenerte frente, mirarte a los ojos con una taza de café de por medio y descubrir, percibir si todo esto puede sentirse de verdad.

Pero... – lo interrumpió - y si descubrís que no es así? O soy yo la que no puedo responder?

Te digo que no te preocupes. El objetivo de mi viaje es el de tener en frente a la mujer que me sacudió, conocerla, compartir una charla, tomar un café... Si nada ocurre, si la piel no manda, si no se enciende la química.....el domingo me vuelvo con el recuerdo del sabor del mejor café que tomé en mi vida y chau. Sin rencores. Sin reproches.

Ayyy, bebé. Sos divino ¡!!! Ves? Eso me gusta de vos. Quién te dice después de todo?

Que cosa?

Que a lo mejor funcione.

Siguieron hablando del viaje. De los detalles. El le prometió que esa misma tarde confirmaba las reservas (ella le recomendó un hotel nuevo buenísimo que había cerca), y le mandaba un e-mail con la información de numero de vuelos, horarios y demás. Quedaron en que dos días después el la llamaría al celular para ponerse de acuerdo, y así fue.

Dos días después, con todo listo, pasaporte y pasajes en mano (los oficiales y los otros), ya había acordado con el resto de la delegación que no lo incluyeran en los planes del fin de semana porque aprovecharía para visitar unos ‘amigos’ en España y que los reencontraría en el hotel el domingo por la noche para preparar la última reunión y el regreso, y la llamó.

Le pareció percibir cierta frialdad del otro lado del tubo que no se llevaba bien con el estado de ansiedad que cargaba él. No se daba cuenta que estaba conociendo a ‘otra’ Moni diferente a la desinhibida del chat. En otro aspecto diferente.

Con el transcurrir de la conversación su ansiedad se fue calmando y ella fue endulzándose mas abandonando paulatinamente el Henry para dar lugar al bebé.

Como ella vivía cerca de Barajas y el hotel estaba a mitad de camino de Barcelona, ya había acordado que no acompañaría a sus amigos en su incursión veraniega y lo iría a esperar al aeropuerto a las 8:30!!! en que él llegaría y estaría a su disposición para acompañarlo y pasear hasta la tarde del domingo en que regresara.

Cuando hubieren terminado de ponerse de acuerdo y ya se despedían por última vez hasta su encuentro en el aeropuerto de Barajas, ella le dijo:

Bebé...te puedo confesar algo?

Si, por favor. Decime.

Tengo miedo, sabés?

Noooo Moni. Por favor.... – casi imploró.

Seguro que no nos vamos a hacer mal? Seguro que nos vamos a saber preservar de hacernos daño? Mirá que no quiero sufrir... ni que sufras....

Noooo, quedate tranquila.....

Estás seguro que no te vas a poner mal si esto no funciona? – lo interrumpió.

Moni, escuchame. Para encamarme y sacarme las ganas... no me hace falta viajar a Europa. Me oís? Mi viaje es para poder conocerte, tenerte frente a mi, compartir un trago o un café ...... Lo que ocurra más allá de ello, no me importa. Y si no ocurre nada, te repito, me habré tomado el mejor café de mi vida...y el más caro también.....- bromeó.

Se rieron unos instantes y al fin se despidieron por última vez.

Colgó el auricular, encendió un cigarrillo, se reclinó en el sillón de su escritorio y se quedó pensativo viendo las volutas del humo subir por el aire lentamente haciendo extraños dibujos.....

Era cierto. Si Sr.!!!, era cierto. Después de que organizara su viaje, obviamente con la sana intención de terminar revolcándose en la cama con Moni, en su afán de tranquilizarla.... había terminado descubriendo que todo cuanto le había dicho para lograrlo era verdad. Estaba dispuesto a cruzar el océano para solo tomarse un café aunque debiera regresar con las ganas de revivir aquellos delirantes encuentros que el chat le había deparado. Se conformaba con solo eso que sería lo que le permitiría descubrir la respuesta que estaba necesitando....Se podría sentir y provocar toda esta catarata de lujuria y placer descontrolado en la vida real?

Al fin lo sabría. Era su expectativa. Y se extraño pensando que, si no había nada más, igual estaría conforme.

 

Fueron pasando los días y la vorágine de acontecimientos que todo viaje acarrea, más aún si es de trabajo, ocuparon todo su tiempo, aunque no sus pensamientos.

Llegó a Colonia y tal como habían acordado, la llamó al celular para confirmárselo. Ella se notó muy contenta y entusiasmada ante la expectativa del encuentro del que hablaba con total naturalidad como si fuera a esperar a un viejo amigo a quien no ve desde hace años. No la notaba con esa sombra de temor que le confesó días atrás, lo que lo calmó.

Se recordaron los horarios y se despidieron con un ‘hasta el sábado’ que le sonó, en su boca y en sus oídos, cargado de sugestividad.

Comenzó su actividad esa misma tarde. Ya estaba trabajando aceitadamente como siempre fue su costumbre. Tenía la mente despejada y dedicada a sus obligaciones. Aquellos nervios, aquella ansiedad que lo invadiera desde día atrás, había dado lugar a una calma, a una paz de la que disfrutaba. Iba a jugar un partido solo por jugarlo, no importaba si ganaba o no. Con solo jugarlo ya estaba conforme.

Llegó el viernes por la noche, se despidió de sus colegas después de la cena y subió a su habitación a apresurar los preparativos.

Poner algo de ropa en la valija mas pequeña. Seleccionar cuidadosamente toda y cada una de las prendas que llevaría, incluso la ropa interior, como se obsesionaba tiempo atrás preocupándose que el tono y motivo de sus boxers hiciera juego con el resto de la vestimenta. Se sonrió en soledad descubriendo el revivir de esa manía.

Preparó la cosmética, el kit de higiene bucal, la afeitadora, el cepillo del pelo que, aunque poco debía ser ordenado, el desodorante y... el infaltable perfume. No por los demás.. sino por él mismo. Debía sentirse siempre el perfume sobre la piel, en sus manos, en su ropa, todo el día. Y como maníaco de las fragancias, no había podido eludir entrar al free shop del aeropuerto y reaprovisionarse de su consabida batería conformado por los dos o tres que alternaba para no acostumbrarse.

Esta vez, el Armani fue el elegido para parar en el bolso de viaje.

Pasó casi una hora preparando el informe que necesitaría el lunes, se dio una reparadora ducha y, último cigarrillo en mano, se tendió desnudo sobre la cama boca arriba disfrutando del fresco ambiente que le creaba el aire acondicionado mientras su cigarrillo se consumía al ritmo que lo ganaba un agradable sopor en el que se mezclaba la imagen de Mónica que le llegaba desde la foto que le mandara tiempo atrás por e-mail. La visión de ese cuerpo bronceado apenas cubierto por un diminuto traje de baño que no dejaba nada librado a la imaginación, sumado al recuerdo del calor de sus encuentros en el chat, terminaron por provocarle una erección que hubiera precisado de los buenos oficios de su Afrodita cibernética y no de su propia mano pero –pensó- ‘Mejor me doy vuelta y me duermo sino mañana pierdo el avión’, y apagó la luz durmiéndose de inmediato.

 

La voz metálica del parlante sobre su cabeza anunció, sacudiendo su adormecimiento, el arribo en minutos al aeropuerto de Barcelona. Se sentía ansioso, intrigado, pero tranquilo. Había llegado el momento y más de una alternativa de encuentro cruzaban por su mente.

Se encaminó con el resto del pasaje a la escalera del avión y comenzó de transitar los metros que lo separaban del edificio. El sol abrazador del verano lo cegó momentáneamente al tiempo que se calzaba los lentes obscuros. En cada paso que daba se imaginaba observado por un par de ojos desde algún lugar. Se sentía como en medio de un escenario, representando alguna obra sin poder distinguir al público presente.

Distraídamente y al amparo de sus anteojos de sol, recorría con la vista las caras que se acercaban en su horizonte tratando de descubrirla.

Se encolumnó en la hilera de pasajeros que se formo ante migraciones como tratando que quien lo observara no notara la excitación que recorría su interior.

Aquí tiene Sr. – le entregaron el pasaporte visado.

Lo guardo con un movimiento automático y levantó la vista siguiendo al grupo que se dirigía buscando la salida al tiempo que distinguía entre los apiñados parientes y conocidos que aguardaban a los viajeros, a Mónica que lo observaba desde lejos, con una media sonrisa en su rostro, mordiendo la patilla de sus lentes de sol.

Era tal cual ¡!! se dijo. Ni bonita, ni fea. Era ella. La esperada materialización de sus más privados pensamientos de los últimos tiempos.

Comenzaba algo nuevo, diferente, impensado. Empezaba rápidamente a cambiar idealizaciones por realidad. Comenzaba a tornarse real aquel cuerpo que había imaginado, todo comenzaba a ser real.