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Café literario (II)

en Sexo Virtual

Una nueva mañana. Empieza un nuevo día. Se reedita el inevitable rito de descargar su maletín sobre el escritorio, conectar la notebook, revisar rápidamente la correspondencia sobre el escritorio esperando a que su revalorizada ‘amiga’ se encienda. Mientras ello ocurre, recorre los metros que lo separan de la cafetera para servirse el primero del día y no puede dejar de recordar lo ocurrido allí ayer por la tarde mientras una sonrisa de satisfacción se dibuja en su cara.

Decide quitárselo de la cabeza porque el trajín del día le impone el máximo de su concentración. Ya llegará la tarde y con ella ‘su’ tiempo, ese que se dedica a si mismo y que ahora ha cobrado una dimensión diferente.

Café en mano, sentado tras su escritorio, abre el correo y comienza a repasar los nuevos arribados haciendo la diaria selección: Tonteras..... a la basura. Interesantes...... para los momentos de tranquilidad. Urgentes... para atender de inmediato. Pero esta vez, se le presenta un desafío. Hay un e-mail que encaja en dos categorías a la vez, es de aquellos que quisiera disfrutar tranquilamente y a la vez necesita hacerlo urgentemente. Es de Moni y el asunto dice: ‘Que me has hecho ??? ‘. Realmente se encontró conmocionado. No esperaba recibir nada de ella, y menos aún tan pronto. Dejó el café sobre el escritorio y apuntó el mouse para abrirlo.

Dentro solamente se leía: "Que has hecho conmigo? Porqué has logrado hacerme sentir así? Cómo lo haces? Moni". Nada más.

Se quedó entre contento e intrigado mirando la pantalla e imposibilitado de pensar en otra cosa que no fueran los vívidos recuerdos de aquel encuentro.

A el le había gustado la experiencia, sin duda alguna. Pero pensaba que, siendo ella quién lo había provocado, ya tendría experiencia en este tipo de juegos y, si bien notó (o creyó notar) sinceridad en su llegada al éxtasis, no pensó que la afectaría de la misma forma que a él. Al menos era la interpretación que hacía de su e-mail.

Respiró hondo y largo, como queriendo tirar afuera de sí todo aquello que, aunque le gustaba y provocaba una extraña y placentera sensación, no le permitía arrancar definitivamente con su trabajo.

Las horas pasaron y con su transcurrir llegó el esperado momento de ingresar al chat, a solas, tranquilo, sin interrupciones e intentar reencontrar a aquella experiencia que le ocupaba cada uno de los momentos de tranquilidad.

Se había descubierto, en más de una oportunidad, durante el transcurso del día analizando lo que le había ocurrido. Pensaba en ella y se preguntaba si realmente había sido verdad todo cuanto le pareció provocar. De ser así, inevitablemente caía en la otra pregunta: Cómo es posible que dos personas que no se conocen, a minutos de haber entrado en contacto por el chat, sin siquiera hablarse, hayan podido entenderse y provocarse ese mar de lujuria que, ahora descubría, también lo había invadido.

El siempre había tenido aquel tipo de relaciones normales, o lo que la mayoría de la gente llamaría normal.

Alguna decena de mujeres habían transitado su cama en las 40 y pico de años que tenía. Algunas como casualmente, estaba aquella de ‘la primera vez’. Estaban también sus esposas, la de antes y la de ahora y también algún que otro encuentro casual entre ambas. El balance general que hacía de esas experiencias, era positivo. Siempre le había ido bien. Había logrado satisfacer a su compañera y ser satisfecho a la vez. Pero a la luz de las sensaciones que se descubriera disfrutando ayer... se daba cuenta que con todas había faltado algo...había faltado mmmm... un no se qué que no lograba definir. Tal vez no fuera una sola cosa, pero su cabeza daba vueltas necesitando respuestas y en ese frenesí se decía que lo que se encontró sintiendo ayer fue..... la libertad total. Definitivamente eso. Esa libertad no contenida, no controlada por nada. La de decir y hacer exactamente lo que le dictaban sus instintos. Y encontrar que con ello provocaba la excitación y el delirio de quien lo acompañaba en esa deliciosa tarea.

Si todo esto fuera cierto.... Si todo esto pudiera sentirse de verdad.... Si no estuviera alimentado por la imposibilidad de concretarlo...Sería la encamada ideal !!! Encontrar a quién complacer con todo cuanto me nazca. Sentir bajo la piel de mis manos como provoco el placer sin límites y descubrir que en esa visceral necesidad de provocar al otro, de hacer explotar al otro en un mar de placer y gozo incontenible, crecía el suyo, se provocaba el suyo, y llegaría al éxtasis de una forma que jamás lo había hecho y sentido. Sería genial.

Todo esto pensaba mientras, ya habilitado al chat y dentro del Café Literario, veía transcurrir pesadamente los minutos sin que aparecería ella.

Se le agotó la media hora y se regaló de otros 15 minutos por si al final, entraba.

No fue así, y tratando de dimensionar correctamente la frustración para no jorobarse la tarde, partió de la oficina.

Pasaron los días en que intentaba continuar con sus obligaciones habituales mirando como de reojo el mail a la espera de alguna contestación a las tres líneas que le había enviado a Moni confesándole que la turbación y magnitud de aquella vez era compartida y requería de ser revivida.

Al paso de los problemas y corridas diarias el recuerdo comenzaba a desdibujarse en su cabeza amenazando quedarse en el lugar de los más preciados. Pasaron uno o dos semanas sin noticias y, cuando ya pensaba que aquella cibernética Afrodita había desaparecido tan definitivamente como intempestivamente irrumpió en su vida, recibió un nuevo e-mail: "Bebe, voy a estar esta tarde a las 6 p.m. tuyas en el Café . Esperándote. Un beso, Moni".

Un leve temblor de emoción lo invadió. Se sentía como el quinceañero aquel ante los nervios de la cita tan esperada.

No pudo dejar de mirar el reloj el resto del día, como queriendo comerse las horas que faltaban para el encuentro. Y pasaron, lenta y pesadamente una a una, hasta que al fin, el momento se acercaba.

Hola bebé – Fue el saludo que recibió no bien ingresó a la sala.

Hola Moni, que bueno verte – Contestó. – Que te pasó que desapareciste tantos días ?

Es que, como te conté la otra tarde, estoy acá estudiando pero además debo ganarme la vida y trabajo en un estudio de abogados. De vez en cuando debo atender a algunos clientes del interior y tengo que salir de viaje por varios días. Eso me tuvo fuera y ‘desconectada’. Pero, te confieso, te estuve extrañando.

El, tratando de disimular su ansiedad y como quitándole importancia a la sentida ausencia:

Yo también te estuve pensando y me llamaba la atención que no me respondieras.

Sabés que, te voy a dar el número de mi celular, así me podés ubicar y, si tenes ganas alguna vez, me llamas, si? -–Le preguntó provocando su excitación por la novedad.

Tomo prolijamente y en lugar seguro, nota del número y continuaron con la charla.

Ella no contaba con mucho tiempo pues debía ingresar unos expedientes en tribunales para lo que tenía un horario muy estricto, pero no había querido perder la oportunidad de conversar con quién se había apoderado –según declaraba- de sus sentidos.

Si vieras como me tenés – exclamó.

Y como te tengo ? Contame – escribió el agradeciendo que la escritura no dejara translucir la emoción que sentía.

Y... con muchas ganas de que me hagas mimitos. Aquí solita y abandonada.

Y donde estás ? En tu casa?

Si bebé. En casa, en mi habitación, y para ser mas precisa, tirada sobre la cama.

Porque no me contás que tenes puesto, así me ayudas a visaulizarte mejor – dijo lamentando no tener una de esas camaritas para poder estar viéndola.

Como vengo de la calle y hace un calor infernal, me quité los zapatos y el pantalón que llevaba y estoy solo en ‘tanguita’ y con una blusita blanca con botoncitos delante... por ? – preguntó.

Mmmmm.... porque me gustaría estar allí... jugando con vos.

Y pensar que yo tengo tus caramelitos en mis manos.... Si supieras como se me ponen los pezones al leerte !!

Allí vamos de nuevo, pensó Enrique. Ya sentía la excitación adueñarse de su entrepierna. Ya el mundo a su alrededor comenzaba a apagarse, a esfumarse, para concentrarse todo lo que existe en la tierra, en solo ese cuarto donde ella se entregaba a acariciarse en su nombre al ritmo del relato que llegaba por Internet provocando a la vez su excitación. Y era como una fiebre, como un descontrol. El solo imaginarla tocándose excitada por sus palabras, soñando que era él quien lo hacía, lo ponía a mil. Y las palabras brotaban de sus dedos sobre el teclado conforme las ideas y sensaciones le inundaban los sentidos.

Mmmm que lindo suena eso... no sabes como me gustaría que fueran mis manos las que te tocan.

Lo son, bebé. Lo son...

Y meterlas bajo tu blusa, y dejarlas que acaricien tus tetas..... exciten tus pezones hasta que se pongan duritos...

Mmmm, si bebé, me gusta. Seguí por favor....

Y mientras tanto ir desprendiendo despacito, uno a uno, los botones para descolgarte la blusa por sobre tus hombros y dejar al descubierto esas tetitas que quiero comerme... mmmmm siii, y lamértelas con delicadeza....mordisqueándote los pezones excitados.

Siiii, papi, si. Así me gusta. Me volves loca... no .. te.... detengassss.....

Mientras con mi otra mano, iría acariciando entre tus piernas, subiendo despacito, despacito.... hasta llegar a tu tanga....

Ayyy.... mirá como me tenés de mojada....

Mmm que rico.... no te la sacaría. Solo la apartaría un a un costado para dejar tus labios hinchados al descubierto...

Siiiiii tocameeeeee, tocameeeee......

Y te recorrería con mis dedos separando tus húmedos labios hasta llegar a ese botoncito que se endurece y palpita de excitación..

Si papi, si.... tocame, lamemeeee, comeeeemeeeeee...

Y ya estaban de nuevo descontrolados.... el escupiendo sobre el teclado todo cuanto quisiera estar haciéndole. Ella dejándolo hacer, interpretando con sus propias manos la partitura que el paría para ella en la pantalla de su pc.

Y no lo pensó. Como ante un impulso, tomó el teléfono, marco la salida internacional, la característica de España y el número del celular que minutos antes ella le había dado.

Mientras ella reclamaba que no se detuviera, que siguiera escribiéndole... a pesar de lo cual, atendió el llamado que repiqueteaba en su móvil.

Y fue solo un: ‘Hola mamita’ al que le respondió otro ‘Hola bebe’ para que esas dos voces que jamás se habían sentido continuaran provocando una y respondiendo en gemidos y suspiros la otra. Y todo fue lamidos, mordidas, afiebradas caricias que él le relataba como al oído para que ella las interpretara mientras suplicaba que siguiera, que no se detuviera, que estaba por explotar como un animal pero que no quería hacerlo sola. Que ella también quería tocarlo, sentir su miembro duro entre las manos. Le suplicaba que se bajara el cierre debajo del escritorio. Que metiera la mano dentro de su pantalón. Que tomara esa pija húmeda, dura y tibia en su mano como lo haría ella....

Y el se descubrió irracional por primera vez en su vida..... No pensaba nada ... no era la suya.... era la de ella la mano que acariciaba su rojo glande cubierto de líquido preseminal mientras no dejaba de relatarle al teléfono las caricias que su lengua estaría haciendo sobre su hinchado clítoris.....

Y la excitación de ambos los alimentaba mutuamente. Cuanto más el provocaba su placer, más intentaba ella que el sintiera esa imaginaria lengua lamiendo su sexo, tragándose esa pija que apuntaba al cielo con toda su boca. Y ya era imposible continuar, ambos jadeaban. Sus palabras eran solo entendidas por ellos y se había convertido en un lujurioso y gutural lenguaje no comprendido por el ocasional testigo de este incontrolado arrebato de placer, sexo, lujuria y descontrol.

Cada vez más rápidamente se repetían las caricias, cada ves menos ininteligibles eran sus palabras. Cada vez mas afiebradamente se movía su cuerpo y su mano al compás de los gemidos que llegaban por el auricular. Y presagió le vecindad del clímax de ella en el momento que todo su cuerpo comenzó a temblar estallando en su mano todo el placer que le provocaba mientras en el otro extremo de la comunicación, Moni explotaba ya por segunda vez al mismo tiempo que él, desenfrenadamente, en medio de un fuerte e interminable gemido que provocó en el la necesidad automática de presionar el sexo chorreante, que tenía en sus manos como exprimiendo hasta la ultima gota para volcarla dentro de ella.

Haciendo un esfuerzo atroz para controlar el ritmo de su respiración y los nervios que, a flor de piel por la intensidad del encuentro, hacían agitar su cuerpo, recompuso su voz y le preguntó si estaba bien. Si lo había pasado bien.. Si le había gustado. A lo que ella respondió con un siiiiii, rotundo del que no le quedaron dudas, porque está vez, no había sido solo leer y escribir. Esta vez la había escuchado acabar con sus palabras y ella había presentido la leche explotando por entre sus dedos al escucharlo gemir al teléfono.

Continuaron hablando unos minutos más, pero el poco tiempo con que contaba ella se había agotado ya hacia bastante y su tembloroso y sudoroso cuerpo, necesitaba de la demora complaciente de una buena ducha, aún antes de volver a salir.

Se despidieron rápidamente con la promesa de volverse a ‘encontrar’. Nuevamente ella le agradeció a su ‘bebé’ el que la hubiera llamado y le hubiera provocado una de las mejores dos acabadas de su vida confesándole que la segunda, la debía solo al hecho de escucharlo gemir al teléfono e imaginarlo tocándose como lo haría ella.

Chau, chau y ... nos vemos.

Se terminó la conversación.

Allí quedó él. Con el pene, húmedo y morado del esfuerzo, que comenzaba a denotar la inevitable flacidez entre sus dedos y la mirada perdida, mirando nada. Tratando de entender lo inentendible. No entendiendo lo simple. Intentando poner las cosas en lugares que tal vez no existan porque no todo tiene un porqué. Desconociéndose por esa momentánea pérdida de la racionalidad y el control. Descubriendo que, precisamente ese déficit, tenía un sabor maravilloso. Eso de permitirse sentir cuando y como le diera la gana y lo que tuviera ganas. Disfrutando de ese libre albedrío que se regalaba para sentir en su piel. Para dejar que su piel sienta y se exprese como tal vez siempre quiso aunque nunca encontró el como y el con quién. Hasta ahora.

Era precisamente ese ahora... lo que se le venía encima. Ese ahora que se agigantaba. Ese ahora que le comenzaba a sonar en los oídos. Ese: Y ahora, qué ?. Y después de esto, que?

Lo dejo para otro día !!! - se dijo. Puso todo donde debería estar. Fue al baño a lavarse y marchó en busca de su auto que lo llevaría camino al descanso hoy, más necesario que nunca.

Nuevamente no recorrería el trayecto solo, una amplia sonrisa sería su compañera.

Fueron pasando los días y con ellos se acumularon semanas y meses de esta nueva piel que le gustaba sentir.

Nada era premeditado. No había compromisos ni promesas.

La vida seguía su ritmo normal. Las obligaciones que imponían el trabajo y la familia continuaban ocupando su lugar y reclamando de su tiempo. Pero una parte de ese tiempo le era reclamado cada tanto en una sala de chat y lo entregaba con todo el gusto del mundo cuando, la llegada de un e-mail le proponía una nueva cita. Un nuevo encuentro para entregarse desenfrenadamente a sentir y provocar. A disfrutar de esta nueva dimensión que ingresara a su vida. Y le hacía bien. Lo sentía bien.

Entonces fue cuando, en su innegable racionalidad, comenzó a preguntarse si todo esto era tan sentido por el solo hecho de ser alimentado a la distancia y negado por esa misma distancia.

Se encontraba preguntándose como era que había tenido tantos años de sexo, que creía placentero, sin jamás llegar a sentirlo de esta forma.

Ya había comprendido que no era la aparición de una nueva sexualidad o una nueva forma de sentirlo. Simplemente era que su sexualidad había estado todos estos años controlada, limitada, inhibida.

Ensayó mil y una causas para que así hubiera sido. La enseñanza, mal adquirida e imperfecta de la calle. El conservadorismo de la crianza en el seno de su familia. Las permanentes, por turno, compañeras de cama que tal vez llevaban dentro la misma o peores inhibiciones. Aquellas amantes ocasionales que no lograron, o no supieron despertar en él esta forma de sentir como lo hizo Mónica, aún sin proponérselo.

Le quedaba claro que este Enrique que se entregaba a todo y cada uno de los juegos amatorios que se les iban ocurriendo y los disfrutaba arrancando gemidos de placer a su compañera, había sido siempre así. Solo que una parte de este ser sexual que había descubierto en sí, había estado aletargado, dormido, quizá esperando encontrarse con aquella que, al final, lograra despertarlo.

Todo eso estaba claro. No cabían dudas. Solo restaba responderse a la pregunta original: Se podría sentir todo esto, en toda su dimensión en un encuentro verdadero sin computadoras y teléfonos de por medio ? O solo se sentía así precisamente por saberlo imposible de materializar y la necesidad de provocarse al extremo el uno al otro ante la inseguridad de reconocer si efectivamente se lograba llegar hasta el fondo de la otra piel ?

No era de quedarse con las dudas. Sabía los riesgos que correría y de los límites que sus realidades les impondrían. Estaba dispuesto a someterse y aguantar luego el golpe, pero necesitaba la respuesta. Y ella estaba en España. Puso entonces manos a la obra.