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Darkness (II: El juego de la venganza)

en Parodias

Nota del autor: Todos los personajes y eventos que aparecen en este relato son ficticios, por lo que cualquier parecido con algún hecho real es mera coincidencia.

"El juego de la venganza"

Aquella noche, como todas las noches de los días de paga, René Olmedo se hizo presente en su lugar favorito, un bar de mala muerte llamado "La Roca", donde era el azote de todas las chicas vendían sus favores a altas horas de la noche. En esa ocasión su atención estaba fija en Emma, una escultural mulata proveniente de las costas de Acapulco, una chica de apenas 18 años, con la piel oscura, casi ceniza, y unas formas por demás sensuales que lucía descaradamente con un minúsculo vestido.

-Buenas noches.-dijo René acercándose a la prostituta. Esta lo miro con indiferencia, dándose a desear con la esperanza de poder sacarle más dinero a su presuntuoso cliente.

-Hola.-dijo sonriendo.

-Eres nueva por aquí.-pregunto René mientras admiraba las piernas largas y morenas que sobresalían por debajo del vestido.

-Llegue hace dos semanas.-respondió ella moviéndose suavemente, dejando que sus pechos grandes y aún firmes se lucieran ante los ojos del hombre.

-¿Cuánto?.-pregunto mientras su mano acariciaba las bien formadas nalgas de la mujer pública.

-500.-dijo con seguridad.

-Es mucho.-replico René.

-Soy lo más fresco de la zona.-dijo ella apartando su muslo de las manso masculinas.-Pero si crees que es mucho. Pues vete con tu esposa.-Ambos se miraron por un momento y al cabo de unos instantes comenzaron a reír.

-Trato hecho.-dijo René al tiempo que abrazaba a la mulata para besarla con pasión. Poco después la pareja entro en un hotel de paso y, tras pagar por unas horas, subieron a uno de los cuartos. Una vez en el interior René le pidió a Emma que se desnudara bailando como solo las mulatas saben hacerlo. Ella le sonrió de nuevo, pero también le advirtió algo que no esperaba.

-Por bailarte serán cien más.-René frunció el ceño, pero estaba demasiado ansioso para protestar, así que asintió con la cabeza. Emma empezó a moverse sensualmente, al ritmo de una música imaginaria, despojándose lentamente del vestido que cubría su cuerpo, sus senos grandes y morenos fueron lo primero en aparecer a la vista en toda su belleza, erectos y puntiagudos, con unos pezones rojo oscuro que les daban un aspecto exótico. Cuando el vestido cayo al suelo ella se irguió en toda su hermosura, alta y esbelta, con caderas amplias y duras, con una cintura casi de avispa, y unos muslos anchos y bien torneados. Su rostro era lujurioso y sus labios carnosos y sensuales. Sus ojos eran verdes, grandes y provocativos.

René, sentado en la estrecha cama de la habitación, la admiraba extasiado, sintiendo como su pene se levantaba en pos de lucha.

-¿Te gusto corazón?.-pregunto Emma seductora, abriendo las pierna para lucir sus monte de Venus cubierto por una gruesa mata de vellos negro azabache. Por toda respuesta René se levanto y comenzó a desnudarse a toda prisa, su miembro largo y gordo por la excitación apareció ante los ojos de la chica.

-Eres un monumento.-dijo el hombre al quedar totalmente desnudo.

-¿Cómo quieres cogerme?.-pregunto acercándose a él, dejando que su aroma de mujer exaltara más los sentidos de su afortunado cliente. René lo pensó un momento y al fin tomo una decisión.

-Ponte en cuatro patas.-dijo suspirando deseoso de poseerla en el acto. Emma se arrodillo sobre la cama y recargo su cabeza sobre las sabanas, dejando así su expendido culo a merced de René.

-Anda, "mi amor" métemelo de una vez.-dijo ella moviendo las nalgas, incitando al hombre a montarla sin más preámbulos. René se colocó frente a esa espléndida grupa morena y palpo las firmes carnes de la mujer con la punta de su pene. Impaciente la prostituta le tomo el miembro y lo coloco a la entrada de su vagina y lo apuro a terminar con su negocio.

-Vamos querido, tómame de una vez con esa cosa tan grande que tienes.-René se afianzó a las voluptuosas caderas y arremetió con vigor. Incrustando su duro instrumento en la cálida vulva de la mulata, la cual, al sentirlo dentro de ella, empezó a mover sus ancas en círculos para luego empujarlas hacia atrás y hacia delante, ansiosa por terminar con su trabajo.

El hombre estaba excitadísimo, jadeando como un animal, al tiempo que sus manos se aferraron a los pechos de la morena para empujar con más fuerza su falo dentro de ella.

-¡Dame más de esa cosa tan rica que tienes!.-decía la mulata para alagar la vanidad del hombre, fingiendo como toda una actriz de primer orden.-¡Anda, dáme... ay... ay... que me lastimas... eres un dios papito.-Enardecido por las palabras de la puta, René acelero el ritmo de sus embestidas hasta que no pudo más y se corrió como su loco, inundando la vagina alquilada con su semen. Emma suspiro aliviada de haber terminado satisfactoriamente, sin que su cliente notara que ella no había sentido nada. Cuando René se salió de la mulata, esta tomo su bolso de mano y saco un rollo de papel higiénico con el cual se limpio la vagina, para luego ir la baño y darse un lavado rápido. Mientras René se vestía, orgulloso de sus supuestas dotes como amante.

-¿Quedaste contento amor?.-le pregunto la mujer al salir del baño y comenzar a vestirse.

-Si mi chula.-respondió el pavoneándose ante ella.-Creó que nos veremos pronto.-

-Cuando quieras.-dijo ella sonriendo.

Más tarde, cerca de las 4 de la madrugada, René hizo su entrada triunfal en su casa, un modesto apartamento en la colonia del Valle, antiguamente una zona residencial actualmente una zona popular, donde vivía con su esposa y su hija. Como siempre llego con el animo encendido, sintiéndose amo y señor de todo cuanto le rodeaba, ansioso de probar su hombría ante todos. Para lo cual no tenía mejor forma que ir directamente a la recamara de su esposa y, con toda la prepotencia del mundo, hacerla que se levantara a "servir a su macho". Así entro en la recamara, sin importarle el ruido de sus pisadas, y acercándose a la cama tiro de las sabanas con fuerza, dejando al descubierto a la mujer que dormía en el lecho.

-¡Levántate bruja!. ¡Tengo hambre!.-Andrea no se movió, estaba profundamente dormida. Esto enardeció a René quien no dudo en despojarse de su cinturón y comenzar a golpear a la durmiente.-¡LEVÁNTATE MALDITA SEA!.-

-¡Aaaayyyyyy!... ¡Aaaaayyyyy!...-grito Andrea al sentir los golpes sobre su cuerpo.

-¡OBEDECEME CON UN DEMONIO!.-le grito René mientras seguía golpeándola.-¡HAZME ALGO DE COMER INMEDIATAMENTE O TE MATO!.-

-¡Estaba bien!.-respondió Andrea, su mujer, saltando de la cama.-Pero ya no me pegues... ya nooo!.-René miro a su esposa salir de su habitación rumbo a la cocina y se sintió satisfecho de si mismo, orgulloso de su dominio sobre esa pobre que había seducido cuando ella tenía 15 años y el 23, lo único malo es que lo habían obligado a casarse con ella pero al menos así tenía sirvienta y puta gratis cuando no tenía dinero para acudir con las chicas de "la roca".

Por su parte Andrea era una espléndida mujer de 27 años, alta y espigada, dotada de unos pechos grandes y firmes como esculpidos en mármol, unas caderas levemente amplias y una cintura estrecha, pese a haber tenido ya una hija. Su piel era muy clara y su cabello largo hasta la cintura, tenía un color negro intenso, sus ojos eran marrones, grandes y hermosos con sus largas pestañas y sus cejas delgadas.

Sin embargo, su espíritu era débil, por eso se sometía mansamente a los abusos de su esposo, porque no se sentía capaz de salir adelante por si misma, por eso temblaba cada vez que él amenazaba con abandonarla y se tragaba sus lagrimas mientras soportaba las humillaciones y los golpes de René. Como pudo le preparo algo de comer y le sirvió, por desgracia su sazón nunca era bueno en esas circunstancias.

-¡¿PERO QUE PORQUERÍA ES ESTA?!.-grito René al probar lo que Andrea le había preparado.-¡¿LO HICISTE A PROPÓSITO VERDAD?!.-el hombre se levanto de la mesa y se dispuso a golpear a su esposa que solo acertaba a llorar. En eso una voz se dejo escuchar en la cocina.

-¡Mamá! ¡Papá! ¡¿Por qué gritan tanto?!.-se trataba de Patricia, la hija del matrimonio, una encantadora chica de 12 años, de idénticos atributos que su madre pero con el agravante de su lozanía juvenil. La chica los miro fijamente, sintiendo compasión por su madre a quien consideraba una pobre mujer incapaz de hacer feliz a su padre. René se contuvo, como todos los machos de su calaña era capaz de vejar a cualquier mujer, pero su hija, su ángel ideal, era otra cosa. Ante ella se esforzaba por mantener una imagen de "hombre bueno", así que cambio su aptitud.

-No pasa nada hijita.-dijo acercándose a su hija para besarla en la frente.-Vete a dormir. Mañana tienes escuela.-sin más se marcho rumbo a su recamara para dormir.

-Ay mamá.-dijo Patricia contemplando a su madre, quien aliviada miro a su marido marcharse, y en un gesto egoísta le reclamo .-¿No puedes poner un poco de tu parte para que papá no se enoje? Sabes que odio verlos pelear.-sin decir más la chica regreso a su propia recamara. Andrea se sentó en la masa para llorar, su hija no podía saber que hacia mucho tiempo que el amor entre ellos había muerto, que ella era la única razón por la cual René y ella seguían juntos.

Al día siguiente la familia recobro su rutina normal, René se marcho temprano a su oficina, donde trabajaba como contador, Patricia se fue a la escuela y Andrea se dedico a hacer las cosas de la casa. No obstante, ese día, algo se salió de la rutina. Cuando Andrea regreso del mercado se encontró con que, a la puerta de su edificio, un pesado camión de mudanzas se había estacionado para que los macheteros descargaran unos muebles. En ese momento recordó que hacia poco uno de los departamentos de su piso se había desocupado.

-Espero que sean buenas personas.-se dijo recordando que, gracias a los escándalos que su esposo hacia cada 15 días, sus anteriores vecinos habían tenido problemas con su familia. Andrea miro un momento las maniobras y se dispuso a retomar su camino. En ese momento uno los muebles resbalo de las manos de los cargadores y cayo pesadamente del camión. En ese momento fue que la vio.

-¡Oigan les dije que tuvieran cuidado!.-grito una mujer, obviamente la dueña de los muebles, acercándose a los cargadores.-¡Si lo han roto los demandare!.-amenazo firmemente. Andrea se estremeció al ver a aquella mujer que sin temor enfrentaba a los rústicos hombres. Era un poco más alta que ella, de ojos verdes y ligeramente rasgados, nariz respingada y labios floreados tenidos de carmín; su piel tenía ese color dorado producto de largos baños de sol. Vestía unos ajustados pantalones de cuero que se pegaban como una segunda piel a sus bien torneadas piernas y a su carnosas nalgas de perfecta simetría. Su blusa era también atrevida, de manga corta y con dos puntas que se ataban sobre el ombligo, que apenas podía contener las perfectas esferas que adornaban su pecho.

Su cabello rubio y ondulado caía como una cascada de oro sobre sus espaldas un poco anchas. Andrea la miro encantada, como si viera a un ser de otro mundo.

-¡Que mujer y que personalidad!.-pensó mientras era testigo de la discusión entre la desconocida y el maese de los cargadores. De pronto la rubia dejo por la paz a los cargadores y fijando su atención en Andrea se le acerco con pasos firmes.

-¿Podría decirme que hora es?.-interrogo la mujer. Andrea sintió que su cuerpo se estremecía al escuchar la voz de esa mujer, a sus ojos admirable, y por un momento no pudo responder.-¿Disculpe?-insistió la desconocida extrañada por la forma en que Andrea la miraba.

-Perdone.-dijo aquella reaccionando por fin y consultando su reloj de pulsera.-Son las 2:30.-

-Gracias.-respondió la mujer mientras volvía la vista hacia los cargadores.-Los hombres son unos brutos ¿no lo creé?.-

-Si.-dijo Andrea sin saber porque. En ese momento la mujer le sonrió, era encantadora, y le tendió la mano.

-Soy Verónica Luna.-

-Andrea Olmedo. Mucho gusto.-al estrechar la mano de Verónica sintió que un hormigueo le corría por todo, su mano se torno fría y un sudor ardiente le corría por la espalda.

-Vive usted en este edificio.-pregunto Verónica soltando la mano de Andrea.

-Si. De hecho creó que usted va a vivir en el 24. ¿Verdad?.-

-Así es.-

-Pues yo vivo en el 23.-

-Entonces seremos vecinas.-en ese momento uno de los cargadores le grito algo a Verónica y esta tuvo que interrumpir su platica.-Espero verte otro día.-dijo al marcharse. Andrea pareció salir de un trance cuando su nueva vecina desapareció. De pronto se dio cuenta de lo tarde que era y se apresuro a reiniciar sus actividades. Pero la imagen de Verónica estaba fija en mente mientras hacia sus quehaceres.

-Parece una estrella de cine.-pensó emocionada y por primera vez se sintió inconforme con su situación.-Me gustaría mucho ser como ella.-Durante los días que siguieron a su primer encuentro Andrea hizo todo lo que estuvo a su alcance para entablar conversación con su nueva vecina, hasta que una mañana, después de haber dejado a su hija en la escuela, cuando subía las escaleras hacia su apartamento se encontró de frente con Verónica.

-Buenos días.-le dijo Verónica con una gran sonrisa iluminando su hermoso rostro.

-Buenos días.-respondió Andrea admirando cada vez más la belleza y el porte de su vecina.

-¿Me acompañarías a tomar un café?.-pregunto con toda calma.

-¡Si!-respondió Andrea en un acto reflejo que la hizo ruborizar.-Es decir... claro que si. Me encantaría.-Verónica rió maliciosamente. Más tarde ambas se encontraba en el departamento de Helena, quien ya había acomodado todas sus pertenecías, y disfrutaban de una platica casual sin un tema en particular. Sentadas sobre un cómodo sofá recubierto de terciopelo rojo.

-¿A que te dedicas?.-pregunto Andrea.

-Soy modelo profesional.-respondió Verónica.

-Lo sabía.-exclamo Andrea sin ocultar su emoción.

-¿Lo sabías?.-interrogo Verónica divertida por aquel entusiasmo.

-Mujer. ¿Qué otra cosa podrías ser con esa cara y ese cuerpo?. Apuesto que tienes una vida interesante, rodeada de hombres guapos y gente famosa.-Verónica rió de buena gana antes de objetar.

-No lo creas. De hecho vine a la capital para ver si puedo cotizarme mejor aquí. La competencia en el ramo es muy fuerte.-

-Aun así te envidio.-dijo Andrea tristemente. Los ojos de Verónica se llenaron de un brillo extraño al verla tan desvalida, tan vulnerable, era el momento de actuar.

-Pues yo creo que tu podrías tener hasta más éxito que yo si fueras modelo.-Andrea se sorprendió. Eran tantas las veces que René le había dicho que era mujer fea, una mujer vieja y acabada, que ella misma se consideraba un cero a la izquierda.

-¿Yooo? ¿Cómo crees? No tengo lo que hace falta.-En ese momento Verónica la miro de una forma extraña. Con un deseo que apenas podía ocultar bajo su apariencia de "buena vecina".

-¿Acaso estas ciega?.-dijo con una voz pastosa mientras colocaba sus manos se posaban sobre el cuerpo de Andrea.-¿No ves estos pechos hermosos, duros y agresivos que parecen esculpidos en mármol?.- Andrea se estremeció cuando las manos de Verónica rozaron sus pechos por encima de la ropa.- Y que me dices de estas piernas?. Son perfectas, largas y bien torneadas, creéme conozco a más de una que se moriría de envidia.-Verónica se acercó más a Andrea. Mientras su mano acariciaba suavemente uno de los muslos de su vecina.

-Verónica... yo... yo...-balbuceaba mientras aquellos dedos largos se encaminaban peligrosamente hacia el interior de sus muslos. En ese momento se dio cuenta de lo cerca que estaba su rostro y el de su vecina, tan cerca que podía sentir su aliento cálido y embriagador, como una misteriosa esencia que la invitaba a dejarse llevar hacia un mundo desconocido.

-Eres muy hermosa.-dijo Verónica acercándose todavía más.-Podrías encender el deseo de cualquier hombre... o mujer.-Andrea salto como impulsada por un resorte.

-Tengo que irme.-grito al tiempo que se ponía de píe y emprendía una huida precipitada de aquella casa. En su alma había estallado un infierno, un caldero lleno de extrañas y terribles sensaciones que nunca había sentido, pero que hacían palpitar su corazón violentamente.

Paso el resto del día turbada, sintiendo un fuego nuevo que le corría por las venas, luchando por regresar las cosas al lugar que supuestamente les correspondían. Esa noche se arreglo lo mejor que pudo y le preparo a René lo mejor de su repertorio culinario. Necesitaba aferrarse a su identidad de mujer "normal", aunque eso significara mendigar las caricias de un hombre al que ya no amaba. René se mostró sorprendido por aquella aptitud, pero no sospecho cual era la verdadera causa de la misma.

-De seguro quiere que le de más dinero para el gasto.-pensó mientras se preparaba para dormir. Al salir del baño se dirigió a su habitación y ahí la encontró, tendida en la cama, apenas cubierta por un vaporoso camisón negro. Andrea lo miro incitante, pasando una mano por entre sus hermosos pechos blancos, sus labios lucían húmedos y temblorosos. Sin embargo, René adopto una actitud moralina.

-Luces como una prostituta. ¿No te da vergüenza?.-dijo despectivamente mientras se ponía la pijama.

-Por favor René.-chillo ofendida.-Lo que pasa es que hace meses que no me tocas.-

-¿Y que?.-respondió altivo.-Lo correcto es que sea yo y no tú quien decida cuando lo hacemos.-

-Por favor René. Te necesito.-los ojos de Andrea estaban llenos de lagrimas, lo cual despertó el libido de René, adoraba sentirse poderoso y ver a su mujer humillada y, por otra parte, lo cierto es que Andrea lucía particularmente hermosa esa noche. El hombre hizo una mueca de supuesto disgusto y al fin accedió.

-Esta bien.-dijo como quien tiene que cumplir con un deber fastidioso.-Pero apaga la luz por que con ese cuerpo que tienes en lugar de dar ganas da asco.-Andrea paso por alto las groserías de su marido y sin replicar apago la luz de la habitación. René espero unos instantes más, dándose a desear, luego subió a la cama. No hubo preámbulos amorosos, de inmediato él se apodero de uno de los poderosos pechos de Andrea y comenzó a chupar con fuerza el oscuro pezón que lo coronaba, mientras que con la otra mano oprimía el otro seno. Andrea jadeaba enardecida, sintiendo su piel arder presa de extraños deseos, cada poro de su cuerpo estaba impregnado con un aroma a deseo que enardeció los sentidos de René, quien termino por hacer a un lado su presunta indiferencia para gozar de ese cuerpo que tenía casi olvidado.

Las manos del hombre recorrieron el vientre casi plano, acariciaron las ardientes ingles, sobaron los muslos carnosos y firmes de la mujer, finalmente René introdujo uno de sus dedos en la vulva húmeda de Andrea, haciendo que esta abriera las piernas al máximo para dejar a su pareja tocar libremente los pliegues de su sexo. Con sorpresa descubrió que estaba totalmente empapada, como cuando eran novios y se fajaban a escondidas de sus padres, esto excito más a René, y termino por hundir la cabeza entre las blancas columnas para morder y besar la parte interna de los muslos, los labios abultados de la vagina, para luego introducir su lengua dentro del coño saboreando así la intimidad de Andrea. La cual se retorcía lascivamente, aguijoneada por una lujuria que parecía no tener fin.

-¡Aaaaahhhh!.... ¡René!... ¡Sigue!... ¡Sigue!...-jadeo al tiempo que se corría salvajemente, pero no era suficiente. Por suerte René estaba embravecido, creyendo ser la razón de aquella inusual pasión que sacudía a su esposa. A toda prisa se acomodo entre los muslos de Andrea y coloco su miembro a la entrada de la vulva, frotándolo por un rato para despertar más los deseos de la mujer, luego, viendo el deseo en los ojos de su pareja, René empujo con decisión, abriéndose paso entre los pliegues de la cavidad femenina. Disfrutando la suave y ardiente presión que las entrañas de su mujer ejercían sobre su falo. Andrea no pudo soportar más y trenzo sus piernas en torno al cuerpo de René, para empezar a menear briosamente las caderas, besando ardorosamente los labios de su esposo, imponiendo el ritmo de las arremetidas del macho, quien se sentía asustado de la furia pasional de esa mujer que hasta entonces creía dominada. Finalmente llego el momento esperado, ambos se estremecieron y se fundieron en un solo ser al tiempo que oleadas de semen ardiente salían disparadas contra las paredes internas de Andrea. Sin embargo, en ese momento ella se abandono al orgasmo que sacudía su cuerpo una figura fantasmal se interpuso entre ella y su esposo, la imagen de una mujer rubia y de grandes ojos verdes.

-¡Verónica!.-grito entre jadeos. Para su fortuna René estaba tan metido en su propio goce que no alcanzo a distinguir el significado de sus palabras.

Cumplido su deber, René se dio la media vuelta y al poco tiempo se quedo dormido. No así Andrea quien estaba conciente de lo que había ocurrido, lo que no sabía era el ¿por qué?. Un poco más tranquila se puso una bata encima su salió de la habitación para fumar un cigarrillo en la sala.

-No entiendo que me pasa.-Andrea busco en vano la respuesta hasta el amanecer. Así pasaron varias semanas. Andrea sentía un claro temor de encontrarse con Verónica, pero al mismo tiempo se asomaba a la ventana de su apartamento, esperando verla llegar o partir, mientras su corazón latía con fuerza dentro de su pecho. No sabía cual era el significado de sus sentimientos, ¿era admiración? o era algo más profundo, algo que no quería ver pero que le recordaba aquellos días cuando se sintió enamorada por primera vez.

Un día, cuando regresaba de hacer unas compras, una mano la detuvo a la entrada de su casa.

-¡Hola Andrea!. ¿Por qué no has ido a visitarme?.-Andrea se sintió perturbada al sentir la mano de Verónica sobre su brazo.

-He estado ocupada.-dijo tratando de mantener la calma.

-Entiendo.-dijo Verónica mirándola fijamente.-Aún así me gustaría que fueras a mi casa esta noche. Necesito ayuda para escoger algunas fotografías nuevas para mi portafolios. ¿Me harías ese favor?.-Andrea se estremeció, deseaba ir con ella sin importarle nada, pero su conciencia le advertía un peligro, uno muy grande. Pero antes de que pudiera tomar una decisión Verónica se marcho.

-Te espero.-dijo desapareciendo por el pasillo. Andrea sintió que le habían dado una orden a la cual no podía negarse. Paso el resto de la tarde preparando la cena y limpiando la casa, sintiendo que sus nervios se tensaban al paso de cada minuto que transcurría, al fin no pudo contenerse más y tomando su bolso de mano, para darle a su hija la impresión de que iba lejos, se dispuso a salir.

-Regreso luego.-dijo mecánicamente.

-¿A dónde vas?-interrogo Patricia.-Papá no tarda en llegar para que cenemos.-Andrea se volvió hacia su hija con los ojos encendidos por la ira, ¿quién rayos creía que era esa chiquilla estúpida? ¿Una señorita a quien ella debía servir como... una criada?

-¡Creo que puedes servirte tú misma y a tu padre! ¿o no?.-sin más salió del apartamento dando un portazo. Patricia se quedo anonadada, hacía muchos años que su madre no le hablaba de esa manera. Andrea solo tuvo que caminar unos cuantos pasos para llegar ante la puerta de su vecina. Por un momento sintió el deseo de regresar a su casa, a la vida que conocía, pero su mano se movió sola y presiono el timbre antes de que se diera cuenta. La puerta se abrió un poco y el rostro de Verónica

-Llegaste temprano.-dijo mientras se hacía a un lado para abrir totalmente la entrada de su casa, Andrea miro por un segundo el curioso vestido rezado que ella llevaba puesto

-Pasa. Te estaba esperando.-Andrea entro como una sonámbula, sintiendo que sus pies no tocaban el suelo. Solo cuando la puerta se cerro a su espalda reacciono, y se dio cuenta de que lo que en un momento le pareció un vestido era en realidad una pesada toalla ceñida al cuerpo de Verónica. El impacto de Andrea fue tremendo al comprender que su vecina estaba casi desnuda junto a ella.

-Si quieres puedo volver después.-murmuro. Con los ojos fijos en la mojada cabellera rubia que en ese momento semejaba un casco dorado.

-De ninguna manera.-dijo tomándola de la mano para llevarla hasta la sala, donde la hizo sentar en uno de los mullidos sillones.-Terminare en un par de minutos.-dijo mientras caminaba lentamente de regreso al baño. Andrea respiro aliviada por un momento. Pero cuando el sonido de la regadera llego hasta sus oídos sintió que su cuerpo ardía de nuevo. Temerosa se puso de pie, tratando de decidir entre marcharse o... ¿qué?. Desesperada empezó a deambular por la sala, mirando los cuadros y los muebles, tratando de distraer su mente. Finalmente sus pasos la llevaron hasta la puerta del baño, por donde sobresalía una nube de vapor perfumado que parecía llamarla hacia el interior.

Lentamente se acerco a puerta y comprobó que no estaba cerrada, temblando la empujo un poco y miro hacia el interior. Su corazón pareció detenerse unos segundos la ver a Verónica bajo el chorro de agua, admirando todo el esplendor de su piel bronceada mientras pequeñas corrientes se deslizaban libres por las montañas y los valles que formaban su cuerpo. Andrea quiso huir de nuevo pero sus piernas parecían pegadas la piso. Extrañamente los movimientos de Verónica, quien estaba de espaldas a la puerta, se hicieron más bien provocativos, como si estuviera posando para un invisible fotógrafo. De pronto se dio la vuelta y enfrento la presencia de Andrea en el umbral del baño.

-Lo siento.-dijo esta sin moverse de su lugar. Verónica la miro con un sonrisa en los labios y sin cerrar el grifo salió de la ducha, su imagen era la de una sirena recién salida del mar, lentamente camino hacia la espía y le extendió los brazos como diosa a su adoradora. Andrea no supo cuando se dejo envolver en ese abrazo, cuando su corazón volvió a latir, cuando nació en ella el deseo de besar la boca de su vecina con toda la pasión que había guardado en tantos años de matrimonio frustrado.

Solo cuando sintió en su lengua el toque de la de Verónica reacciono, abrazándose con desesperación a esa diosa que la reclamaba, saboreando la dulzura de esos labios de mujer que sin embargo hervían con la pasión de un hombre. El beso fue largo que la hizo experimentar oleadas de sensaciones placenteras. Pero al final Andrea logro recuperar el control y apartarse de su seductora.

-¡Nooo!.. ¡Esto no esta bien!... ¡Yo no soy lesbiana!... ¡No lo soy!...-asustada salió corriendo de hay. Verónica la miro salir y encogiéndose de hombros volvió a la ducha. El tiempo siguió su marcha. Por varios meses no volvieron a dirigirse la palabra, evitándose como si se hubieran ofendido de la peor forma. Pero el deseo que había brotado en el corazón de Andrea se negaba a morir, como una hierba mala de renacía con más virulencia cada vez que trataba de arrancarla. En el fondo sentía que todo era su culpa, que de alguna forma ella había provocado a Verónica para que se le acercara de esa manera. Un día, estando sentada frente a la T.V., tratando de distraerse, su hija Patricia entro a la casa hecha un mar de llanto.

-¡Mamá!... sob... sob... ¡Mamá!... ¡Soy tan desgraciada!...- Andrea miró a su hija preocupada y la abrazo para brindarle consuelo.

-¡Que ocurre hija.-dijo apretándola contra su regazo.

-¡Fue horrible!. ¡Discutí con Pedro y terminamos!.-Pedro era un chico de la edad de Patricia, con el cual había establecido el primer romance de su vida. Andrea suspiro, conocía el amargo sabor de la primera decepción amorosa, y por eso comprendía a la perfección los sentimientos de su hija.

-Cálmate. Ya veras que pronto te llama para disculparse.-

-¡Yo no quiero verlo más.-dijo Patricia con orgullosa necedad.

-No hija.-replico la joven madre.-El amor es algo tan maravilloso, tan puro, que no debemos sacrificarlo por orgullo, ni por lo que digan los demás ni tampoco... por prejuicios.-en ese momento Andrea supo que no estaba hablando con su hija sino con ella misma, por un momento cerro los ojos y recordó el beso de Verónica, el calor de su cuerpo y su aroma de mujer; por un momento soñó que estaba con ella y sus manos empezaron a recorrer el cuerpo que tenía entre sus brazos, bajando por el talle hasta llegar a las fiemes nalgas que empezó a acariciar con todo su deseo.

-¡Mamá! ¡¿Qué te pasa?!.-la voz de Patricia la saco de su ilusión y se dio cuenta de que inconscientemente estaba acariciándola como le gustaría hacerlo con Verónica. Asustada se alejo de su hija y se encerró en su habitación, para llorar su desesperación.

-¿Por qué estaba manoseando a mi hija? ¿Acaso me he vuelto loca?.-por largas horas estuvo solo luchando contra ese extraño amor que la llamaba desde la casa de al lado.

El sonido del timbre en la puerta hizo que Verónica se levantara del sillón donde reposaba mientras veía la televisión, lentamente se acerco a la puerta y miro a través de un pequeño ojos de vidrio. Una sonrisa triunfal ilumino su rostro y sin esperar más abrió la puerta. En el umbral apareció la figura temblorosa de Andrea, por un instante ambas se miraron, no había necesidad de palabras. Andrea entro al apartamento de Verónica y la beso con todas sus fuerzas, mientras esta cerraba la puerta con la punta del pie, luego ambas caminaron hasta la recamara de la modelo y ahí cayeron sobre la cama.

Las manos de ambas se movían a toda prisa despojando a la otra de las estorbosas ropas que cubrían sus cuerpos, mientras sus bocas seguían entrelazadas en un combate amoroso, una vez libres de los vestidos; Verónica desajusto el sostén de Andrea al tiempo que aquella hacia lo propio con el suyo. Las dos sintieron como sus pechos se endurecían al frotarlos unos contra los otros. Los dedos experimentados de Verónica fueron recorriendo la blanca piel de Andrea, ejerciendo presión en las zonas erógenas del cuerpo de su compañera, mientras sus labios y lengua besaba y lamía el cuello, las mejillas y la boca de su nueva amante.

Sus cuerpo comenzaron a transpirar, presas del calor que las consumía, sus pieles se humedecieron provocando un leve chasquido a cada movimiento cada vez que Verónica se movía sobre el cuerpo de Andrea, quien había asumido el papel pasivo de la relación.

-Abre las piernas mi amor.-susurro Verónica con la voz deformada por el deseo. Andrea obedeció y sintió entre sus muslos las caderas de su amante, y en su sexo percibió el calor que emanaba del coño de su compañera. Entonces Verónica se incorporo se incorporo y tomando una de las piernas de Andrea la obligo a abrir el compás al máximo, de modo que sus piernas quedaran cruzadas y sus vulvas frente a frente, Andrea respingo un poco, no estaba acostumbrada a hacer ese tipo de cosas, pero resistió estoica el momentáneo dolor en su ingle. Por su parte Verónica se abrazó a la pierna de su compañera y empezó a frotar su coño contra el de Andrea, las dos sintieron que sus vulvas ardían con cada roce, de sus bocas comenzaron a brotar sonidos guturales de placer y dolor.

En ese momento Verónica soltó la pierna de Andrea y, tomándola del brazo, la hizo levantar para abrazarla. Así entre piernadas continuaron besándose, masajeando sus pechos y nalgas, hundiendo uñas y dientes en la carne de su compañera como si fueran fieras en medio de una lucha a muerte.

Al fin, las dos amantes sintieron que sus entrañas se abrían dejando en libertad sus caudales de amor.

-¡Aaaaggggggg!... ¡Verónica!... ¡Me corro Verónica!...-

-¡Aaaahhhhhh!... ¡Si!... ¡Yo también!... ¡Muévete más!...-el clímax llego incontenible y pleno. Las dos gimieron, gritaron y maldijeron, mientras sus cuerpos se estremecían, hasta que quedaron inmóviles sobre la cama.

-Te deseaba tanto.-dijo Verónica contemplando el hermoso cuerpo que al fin yacía a su lado.

-Yo también.-respondió Andrea mirando los ojos verdes de su amada.-Ahora se que te amo.-a partir de ese día la relación entre ellas se fue haciendo más intensa, tanto que Andrea sintió que no podía vivir sin Verónica, cualquier momento era bueno para reunirse y retomar sus votos de amor. Ya fuera aprovechando las horas en que la familia de Andrea estaba ausente o lanzarse de frente alegando una invitación a cualquier parte. Tanto René como Patricia miraban aquello con extrañeza, aunque sin sospechar nada de lo que en realidad pasaba entre ellas.

-La cena esta en el refrigerador.-eran sus palabras de despedida para su esposo é hija. Nada le importaba más que correr al lado de su amada, quien la recibía no solo con caricias sino con halagos que la hacían sonrojar.

-Hoy estas hermosa.-le decía Verónica admirando los vestidos que Andrea se compraba para salir con ella.-Luces como una reina mi amor, ese color te sienta perfecto.-las palabras de la modelo fueron reconstruyendo la autoestima de Andrea, quien cada vez se sentía más mujer. Sin embargo, no todo era "miel sobre hojuelas", Verónica se rebelo como una amante posesiva y celosa que se mostraba intolerante cada vez que los deberes de madre o esposa de Andrea se interponían en su relación.

-Tardaste mucho.-le reclamo en una ocasión en que habían quedado de ir al teatro.

-Lo siento.-dijo Andrea bajando la cabeza.- Fui al súper mercado a comprar unas cosas que Patricia necesita para la escuela y tuve que preparar la cena de René.-

-¿Porque no los dejas? ¡Ven a vivir conmigo y mándalos al diablo!.-Andrea se estremeció, a pesar de todo la idea de romper definitivamente sus lazos familiares le aterraba, no tenía el valor para enfrentar al mundo.

-Yo... no podría.-contesto tímidamente.

-¿Por qué no?.-insistió Verónica.-Patricia ya no es una niña y tu esposo puede conseguirse otra que lo aguante.-aquella discusión se fue haciendo cada vez más frecuente, hasta que una tarde ambas se reunieron en casa de Verónica y, después de su encuentro amoroso, volvieron a discutir el tema; al final la modelo tomo a Andrea por los hombros y la miro de frente.

-Me hicieron una oferta.-dijo casi amenazante.-Quieren que me vaya a trabajar como maestra de ceremonias a un hotel en Baja California(península ubicada en la frontera norte de México).-Andrea se quedo muda, temblando de pies a cabeza, ante la posibilidad de perder a su amante.

-¿Qué vas a hacer?.-interrogo Andrea temerosa de la respuesta.

-Es una gran oportunidad.-dijo Verónica sin responder a la pregunta.-Me ofrecen una paga excelente y hasta podría entrar al circuito gringo(americano) de modelaje.-

-¿Entonces?-

-Me voy.-las palabras de Verónica fueron filosas agujas que hallaron blanco en el corazón de Andrea. Esta se puso pálida como un cadáver, las lagrimas brotaron incontenibles de sus ojos mientras se abrazaba desesperadamente a su cruel amada.

-¡No me dejes!.-suplico como una niña asustada. Verónica aprovecho el momento para volver a plantear el tema de sus disputas.

-Ven conmigo.-dijo acariciando las mejillas de Andrea.-Estoy segura de que puedo conseguirte trabajo como modelo, estaremos juntas y ya nada se interpondrá entre nosotras.-

-No lo se... no me atrevo.-dijo Andrea indecisa. Para presionarla más Verónica se bajo del lecho donde estaban y comenzó a vestirse.

-Me dieron una semana para arreglar mis asuntos y presentarme allá. Así que piénsalo.-ese día Andrea regreso a su casa con el corazón hecho pedazos. Día tras día medito el ultimátum de Verónica. Repasando su vida una y otra vez.

-¿Qué debo hacer Dios mío?.-decía cada vez que retomaba el tema.-Aunque René sea borracho y mujeriego sigue siendo mi esposo y Patricia... no puedo dejarla sola... aún no es el momento adecuado.-Pero otra idea le llegaba enseguida para atormentarla. El recuerdo de los besos y las caricias de su amante.-¡No quiero dejar a Verónica!... ¡No quiero!...-finalmente le plazo se cumplió.

Esa día ambas se reunieron en un parque cercano a su edificio. Era casi media tarde.

-¿Y bien?.-pregunto Verónica sin preámbulos.-¿Qué has decidido?.-

-No puedo dejar a mi hija. Perdóname...-un pesado silencio cayo sobre ellas. Andrea tenía los ojos rojos de tanto llorar, nada había sido tan doloroso para ella como tomar esa decisión. Verónica también estaba afligida, con el espíritu abatido, al perder a aquella mujer que tanto amaba. Pero las cosas estaban dichas y ella no era de las que retroceden.

-Esta bien.-dijo con la voz entrecortada.-Espero que seas feliz.-sin más que hablar Verónica se dio la media vuelta, pero no pudo avanzar, pues Andrea la abrazo por detrás para impedir su partida.

-¡NO TE VAYAS!.-grito al tiempo que caía de rodillas como una esclava ante su dueña.-¡NO ME ABANDONES!... ¡ME MORIRIA SI TE VAS!.-Verónica estaba sorprendida por aquel cambio tan repentino pero no por ello cedió en su postura.

-Lo siento.-dijo mientras ayudaba a su amante a levantarse.-Todo esta listo. Me voy mañana.-Andrea estaba desesperada, saber que iba a perderla para siempre le desgarraba, entonces una idea apareció en su mente, una idea extraña... casi una locura.

-Vamos a mi casa.-dijo de pronto tomando a Verónica de la mano.

-¡¿Qué cosa?!.-exclamo la modelo tomada por sorpresa.-¡¿Para que?!.-

-¡Para despedirnos como se debe!.-respondió Andrea con los ojos enfebrecidos.-¡Te quiero más que a nada en el mundo!... ¡Déjame demostrártelo!... ¡Por favor!...-Verónica estaba aturdida, con el alma hecha jirones por la separación, y no pudo soportar la mirada angustiosa de Andrea pidiéndole aquel último deseo. Por eso, a pesar de su buen juicio, termino por ceder a la demanda de su amante.

Apenas la puerta se cerro detrás de ellas se abrazaron y locas de pasión se basaron mientras se despojaban de sus ropas. Entre besos y caricias llegaron hasta la recamara y ahí se tumbaron sobre la cama.

-Te amo.-dijo Andrea mientras besaba el cuello de Verónica.

-Yo también.-dijo la otra oprimiendo la cabeza de su amante contra su pecho. Sin muchos preámbulos Andrea sumió su cabeza entre los muslos de Verónica y empezó a lamer como una fiera sedienta, la saliva escurría de sus labios y bañaba el vello púbico de la modelo, mientras esta se retorcía de placer sobre la cama. Así permanecieron largo rato, hasta que Verónica sintió la cercanía del orgasmo.

-Espera.-dijo apartando la cabeza de Andrea de su sexo.-No quiero terminar yo sola.-mientras hablaba, la modelo hizo que Andrea se recortara a su lado y cambiando de posición adoptaron el clásico 69, así ambas se lanzaron a besar y lamer sus vulvas húmedas de deseo. Las dos se hundieron en su propio goce, olvidándose del mundo. Disfrutando aquella entrega como si fuera la primera. Así llegaron al clímax, sintiendo como gruesos líquidos escurrían por sus muslos, jugos salados y aromáticos que se derramaban en honor a su amor. ¿Fue una casualidad o algo maliciosamente calculado? El caso es que en ese momento René y Patricia llegaron al departamento. Ambos se quedaron sorprendidos al ver la ropa de mujer tirada sobre el piso, como un curioso rastro hacia algo que ninguno de los imaginaba, René sintió que la ira le abrumaba cuando llego hasta ellos el gemido glorioso se las dos amantes.

-Espera aquí.-dijo a su hija mientras él avanzaba decidido hacia la recamara. Por un momento escucho detrás de la puerta y al confirmar sus sospechar la abrió de una violenta patada.

-¡¿Pero que demonios es esto?!.-grito al ver a las dos desnudas sobre la cama, no había posibilidad de duda, y la verdad le cayo como un tonelada de ladrillos.-¡Eres una perra!.. ¡Una asquerosa lesbiana!.-grito al tiempo que se lanzaba contra ellas a golpes. Atraída por el escándalo Patricia llego corriendo hasta la recamara y miro lo que ocurría en el interior. El espectáculo no podía ser más grotesco, su padre golpeando a su madre, mientras otra mujer desnuda trataba de impedirlo.

-¿Mamá?.-murmuro sin atreverse a intervenir en aquel infierno que se abría ante sus ojos. Pero las palabras de los que en el se encontraban llegaban claras hasta ella.

-¡Maldita revolcándote con otra mujer en mi cama!.-grito su padre con los ojos inyectados por el rencor.

-¡Basta déjela en paz!.-grito la mujer rubia interponiéndose entre sus padres.

-Para ti también tengo maldita.-grito René intentando golpear a Verónica, pero esta no era presa fácil como Andrea y, de un certero puntapié, le propino un golpe en los testículos que lo hizo caer de rodillas.

-¡NO PAPÁ!.-grito Patricia lanzándose a proteger a René. La chica miro con odio a esa mujer que, sin proponérselo, había echado todo su mundo abajo. Andrea sintió morir al darse cuenta de que su hija había presenciado todo.

-Patricia hija.-dijo tratando de acercarse a ella, pero la chica la rechazo violentamente.

-¡NO ME TOQUES MAMA!. ¡NO ME TOQUES!.-grito histérica abrazándose más a René. Este se recupero un poco y haciendo un esfuerzo se puso de pie para enfrentar a las amantes.

-¡LARGENSE DE MI CASA AHORA MISMO!.-grito con todas sus fuerzas.-¡NO QUIERO VOLVER A VERLAS NUNCA EN MI VIDA!.-Andrea tuvo otra reacción contradictoria y se arrodillo frente a su marido suplicante.

-¡NO RENE!¡NO ME SEPARES DE MI HIJA!.-

-¡TU NO ERES MI MADRE!.-grito la chica con el gesto contraído en una mueca de odio que Andrea jamás había visto.-¡TE ODIO! ¡TE ODIO!.-las palabras de su hija fueron un golpe devastador para Andrea quien siguió llorando inconsolable. Hasta que Verónica la ayudo a levantarse.

-Vamonos.-le dijo mientras le ofrecía su apoyo, así ambas salieron, desnudas y abrazadas de aquella alcoba. Seguidas por las palabras hirientes de René y las maldiciones de Patricia. Al día siguiente ambas partieron hacia Baja California. Dejando atrás la vida pasada de Andrea, o al menos eso creyeron. Por espacio de un año no supieron unos de los otros, salvo por las castas que Andrea le escribía a su hija tratando de lograr su perdón.

-"Hija mía.-le decía en todas sus cartas.-No sabes cuanto lamento que mis acciones te lastimaran de esa forma. No fue mi intención. Tu padre y yo dejamos de amarnos hace mucho tiempo, y lo que paso es algo que tratare de explicarte algún día. Lo que quiero que sapas ahora es que no he dejado de amarte a ti, y que si algún día me necesitas aquí estaré para ti.

Tu madre que te ama.".-

No obstante nunca recibir respuesta Andrea no dejaba pasar una semana sin enviar al menos una carta. Por suerte para ella Verónica estaba ahí para brindarle su apoyo y ayudarla a superar su propia crisis. Mientras tanto, en la capital, las cosas iban de mal en peor para Patricia, su padre se había hundido en una espantosa crisis emocional, su orgullo de macho estaba destrozado al comprender que su mujer lo había cambiado por otra persona de su mismo sexo, le había brindado el pretexto para beber sin control mientras maldecía una y otra vez a su destino.

-¡Me cambio por una mujer! ¡Maldita! ¡Maldita!-repetía una y otra vez mientras bebía y lloraba como un niño. Las consecuencias no se hicieron esperar y René perdió su trabajo al cabo de un mes; razón por la cual Patricia tuvo que dejar la escuela y conseguir un modesto trabajo como mesera en una pequeña fonda del rumbo. Ella también era víctima del rencor y constantemente maldecía a la mujer, Verónica, que había derrumbado su cómodo mundo adolescente.

-Todo por culpa de esa maldita. La odio, la odio.-se repetía una y otra vez mientras servía las mesas o lavaba los platos en la cocina. El golpe final llego un día, cuando Patricia regresaba de su trabajo, al entrar en su departamento la chica noto un extraño silencio, no se oían los lloriqueos de su padre ni sus ronquidos al quedarse dormido por el alcohol, su sexto sentido le indico que algo andaba mal y desesperada empezó a buscarlo por toda la casa, no tardo en encontrarlo, muerto, colgando grotescamente de la regadera del baño.

-¡PAPA!... ¡PAPACITO!..-grito mientras se abrazaba a las piernas de ahorcado. Así termino la vida de René Olmedo, aplastado por sus remordimientos y sus complejos. En ese momento Patricia tomo una decisión y sin dudar se fue directo a su recamara y empaco todo lo que cupo en un pequeño belis que usaba para viajar con su familia. Con una macabra sonrisa abrió el cajón de su tocador y saco un manojo de cartas, de las que su madre le había escrito, todas estaban cerradas pues ella no quería saber su contenido, pero si la dirección del remitente. Luego tomo el dinero que había juntado para el pago de la renta, y sin mas abandono aquel lugar que había sido su casa. Rato después llego al aeropuerto y compro el boleto más barato hacia Baja California que pudo conseguir.

Mientras esperaba Patricia fue hacia un teléfono público é hizo una llamada anónima a las autoridades para que fueran por el cadáver de su padre. Horas después volaba hacia su destino.

Ajenas a lo que venía Andrea y Verónica vivían el momento más feliz de su vida, ambas habían sido un éxito como modelos, trabajando para una importante firma de vestidos, y ahora les habían ofrecido un contrato excelente que incluía comerciales de televisión y apariciones en revistas de moda. En cuanto a su relación esta era cada vez más sólida y su amor más grande.

Era cerca de la una cuando el timbre de la casa que ambas alquilaban ceca de la playa sonó una y otra vez, hasta que Andrea fue a ver quien era. Todo esperaba excepto ver a su hija en el umbral, lucía cansada y sucia, con los ojos rojos por el llanto y el odio que anidaba en su corazón. Pero Andrea no se dio cuenta de esto último y sin dudarlo abrazo a su hija con todas sus fuerzas.

-¡Patricia!... ¡Hijita!.. ¡Te extrañe tanto!-la joven no le contesto. En su pecho se había desatado una confrontación de sentimientos, por una parte estaba todo el odio que venía acumulando por cada día desde su separación, pero también estaba presente todo el amor que siempre le había tenido a su madre el cual se mezclaba con su natural necesidad de apoyo en ese momento tan difícil para ella.

-Papá murió...-fue lo primero que pudo decir. Andrea se estremeció, ella había creído que René la había dado permiso para visitarla o algo parecido, pero ni por un momento le paso por la mente que algo malo le hubiera ocurrido.

-¿Murió?.-repitió con incredulidad.-¿Cómo?.-

-No soporto que lo hayas abandonado por... por ella. Tomaba mucho y... anteayer murió-dijo Patricia tratando de contener su rabia. Andrea por su parte bajo la cara, avergonzada de ser la responsable de aquella nueva desgracia.

-Ahora estoy sola.-murmuro la joven con abierto reproche.

-No mi vida.-dijo Andrea abrazándola de nuevo.-Me tienes a mí que quiero tanto. Esta es tu casa.-sin decir más la mujer tomo a su hija de la mano y la condujo a la habitación de huéspedes, donde la hizo instalar. Patricia estaba agotadas por las fuertes emociones y el largo viaje, de modo que no tuvo inconveniente en tomar un baño y recostarse a dormir. Rato después el sonido de unas voces la despertó. Verónica había llegado de su trabajo y ahora se venía a enterar de su presencia. Decidida la chica salió de su nuevo cuarto y se encamino hacia la sala, tal y como lo esperaba, Verónica la recibió con una mirada hostil que ella correspondió ampliamente.

-Andrea me dijo que murió tu papá... Lo siento.-dijo Verónica arrastrando las palabras, como una mera cortesía hacia su amante y no hacia Patricia. Esta sintió que el estomago se le revolvía de odio y asco al estar frente a la causante de todas sus desgracias, pero se contuvo y respondió lo mejor que pudo.

-Gracias... señora.-

-¿Piensas quedarte aquí?.-interrogo agriamente la modelo rubia.

-Solo mientras encuentro un trabajo para ganarme la vida. ¿Le molesta, señora?.-respondió la joven desafiante.

-¡De ninguna manera!.-exclamo Andrea interrumpiendo el sigiloso duelo entre sus dos amores.-Lo primero que vamos a hacer mañana es inscribirte en la escuela para que puedas terminar la secundaria y entrar a la preparatoria. Además no tienes porque irte de aquí. Esta es mi casa y tu eres mi hija. ¿Tu no te opones verdad Verónica?.-Por un momento se hizo una tensa calma.

-No.-dijo Verónica mientras se iba a su recamara.-No hay ningún problema.-de esa forma, guardándose su odio hasta lo más hondo de su ser, Patricia se quedo a vivir con su madre. Al día siguiente las cosas se hicieron tal como Andrea había dispuesto, Patricia quedo inscrita en una escuela cercana y el cuarto de huéspedes fue redecorado como su recamara. La chica estaba sorprendida de lo mucho que su madre había cambiado en tan poco tiempo, ahora era una mujer glamorosa que se vestía y maquillaba con un gusto exquisito, que hablaba con seguridad y facilidad de palabra. Nada quedaba de la mujer oprimida y sumisa que ella recordaba, salvo el hecho de que seguía siendo su madre.

Sin embargo, nada de eso podía evitar que su sangre hirviera cada vez que la veía acariciar o besar a Verónica, aunque Andrea se había vuelto recatada en su relación, y por la noche escuchaba ó creía escuchar sus gemidos de placer. Los días transcurrieron lentamente y Patricia no encontraba la manera de vengar la muerte de su padre. Hasta que una noche una idea brillo en su mente, algo diabólicamente simple.

-Soy una tonta.- dijo plantándose frente al espejo.-Yo también soy bonita. Más que mamá y si logro que esa maldita se fije en mi entonces podré vengarme.-la joven se despojo de su pijama y admiro su cuerpo desnudo, en verdad su belleza había alcanzado niveles envidiables, sus pechos estaban ahora totalmente formados, redondos y firmes, su cintura era breve y sus caderas amplias, su piel era fresca y despedía sensualidad por cada poro.

-Si.-dijo satisfecha de lo que veía.-La haré humillarse a mis pies y entonces mamá la mandara al diablo. Papá yo vengare tu muerte.-

Al día siguiente, mientras Verónica tomaba un baño la puerta se abrió y patricia, desnuda, entro en escena, llevando una toalla para disimular.

-Perdón.-dijo sin cubrirse.-No escuche la regadera.-y sin más se retiro. Verónica no supo que decir, por una parte todo había sido rápido y por otra estaba admirada de la belleza adolescente de Patricia, en verdad era una joven hermosa. A partir de ese día los "accidentes" se hicieron frecuentes, cuando no era una prenda olvidada era otra cosa, pero el caso es que Patricia se paseaba desnuda o con muy poca ropa delante de Verónica. Moviéndose incitante y provocativamente. Además había renunciado a su aptitud hostil hacia la modelo y ahora la atendía como una colegiala enamorada. Por momentos su plan parecía rendir frutos, podía sentir sobre su cuerpo los ojos de Verónica mirándola intensamente. Sin embargo, la modelo no daba muestras más allá de un interés momentáneo, como quien admira por un rato la belleza de una mariposa.

Al paso del tiempo la chica se sintió decepcionada por los nulos resultados de su plan y pasaba horas ante el espejo tratando de idear la forma de atraer la atención de su víctima, ideando mil formas perversas de presentarse ante ella, mil planes para seducirla, mil formas para humillarla cuando más la deseara; pero siempre terminaba frustrada al darse cuenta de que nada de eso era posible, no si ella seguía siéndole indiferente.

-¡No lo entiendo!.-se decía frente al espejo.-¡Soy más hermosa que mamá!. ¡Mis pechos están más erguidos, mis nalgas son más firmes y mi piel es más suave!. ¡Porque no se fija en mi! ¿Qué tengo que hacer para que me desee?. ¡¿QUÉ?!.-al paso de los días Patricia fue obsesionándose cada vez más con hacer caer a Verónica en sus brazos, hasta el punto de pensar en ella las 24 horas del día.

-Verónica... Verónica....-murmuraba mientras se revolcaba entre las sabanas de su cama. Una tarde al llegar del colegio se sorprendió de no encontrar a su madre en casa, ya que había desarrollado el habito de esperar su llegada antes de irse a trabajar, en su lugar era Verónica quien preparaba la comida.

-¿Y mamá?.-pregunto sintiéndose repentinamente inquieta.

-Llamo por teléfono y me dijo que la sesión de fotos se alargo más de la cuenta. Así que estaremos solas por un rato.-Patricia se estremeció, era la oportunidad que esperaba, pero tenía miedo. De pronto todos sus planes le parecían absurdas fantasías, no es que hubiera olvidado la muerte de su padre, pero ya no le dolía tanto como antes, además estaba contenta por la vida que llevaba junto a su madre. Aun cuando le molestara verla acariciándose con Verónica, también ese rechazo se había diluido un poco. La voz de la modelo la saco de sus pensamientos.

-Ve a lavarte. Ya voy a servir la comida.-dijo fríamente. La chica se fue a su habitación y se cambio de ropa. Verónica parecía tan indiferente como siempre y eso la tranquilizo. La comida transcurrió sin sobresaltos.

-¿Cómo te fue hoy?.-pregunto Verónica mientras daba cuenta de su postre.

-Bien.-respondió Patricia más tranquila.

-¿Ya tienes novio?.-la chica salto en su asiento por aquella pregunta tan directa.

-No. ¿Por qué lo pregunta señora?.-

-Mi nombre es Verónica.-dijo sonriéndole por primera vez.-Es que me parece raro que una chica tan hermosa como tu no tenga pretendientes.-

-Yo... bueno... tengo algunos pero no les hago caso.-

-¿No te gustan los chicos?.-Patricia empezó a sudar por el giro que estaba tomando aquella conversación, pero no quiso demostrar su inquietud.

-Si me gustan... Pero he visto que no siempre se les necesita para ser feliz ¿verdad?.-dijo sorprendida de su propia audacia.

-Es verdad.-dijo la modelo fijando su mirada en Patricia.-Existen muchas formas en que una persona puede ser feliz y gozar de la vida. Sobre todo si se tiene un cuerpo tan bello como el tuyo.-

-¿Ah si?-respondió ruborizada.

-Claro. Te vez fabulosa desnuda.-Patricia no pudo soportar más y se levanto como impulsada por un resorte.

-¿Por qué me dices eso?.-dijo tuteando a su "enemiga" sin darse cuenta.

-No te hagas la tonta.-dijo Verónica con una voz cálida y sensual.-¿Crees que no he visto como me coqueteas?, ¿cómo me plantas tu belleza en la cara?.-la modelo se levanto de la mesa y se acercó a Patricia que estaba paralizada, sus sentimientos estaban hechos un embrollo, su corazón latía con fuerza reclamando venganza, pero también sentía un extraña excitación, como si deseara con toda su alma que la modelo llevara a cabo aquello que ella había estado esperando por tanto tiempo. Verónica llego a su lado y sin darle tiempo a nada empezó a tocar sus senos por sobre su vestido, algo en lo que la modelo tenía mucha experiencia.

-No... Aaaaahhhhhh...-gemía Patricia al sentir como sus pechos se ponían duros bajo las caricias de Verónica. La modelo abandono de pronto su busto y, tomando la cabeza entre sus manos, acercando su rostro al de Patricia la beso en la boca. La chica se revolvió por un momento, como un animal caído en una trampa, pero poco a poco se fue rindiendo a la caricia, hasta que entre abrió la boca y dejo que su lengua y la de Verónica se entrelazaran. No supo en que momento le rodeo con sus brazos para profundizar más ese beso, al tiempo que sus senos se frotaban unos contra otros.

Cuando se separaron Verónica la tomo de la mano y sin esperar nada la condujo hasta la recamara que compartía con Andrea. Las manos de Verónica recorrían los costados del cuerpo adolescente, aprendiendo cada curva y protuberancia que la joven poseía. Para luego empezar a desajustar los botones de su vestido, dejando al descubierto los hermosos pechos, blanco y erguidos como nunca habían estado.

-¡Aaaaaahhhh!... ¡Aaaaahhhhhhh!.-gimió cuando la boca de Verónica atrapó uno de sus pezones, para luego saltar al otro, su sexo se sentía caliente y mojado al mismo tiempo... ¿Así era como se sentía su madre cada vez que Verónica la amaba?. Esa pregunta la hizo reaccionar y tratar de contener el avance de la modelo.

-¿Y si viene mamá?.-pregunto.

-¿A quien le importa?.-respondió tajante la modelo. Mientras seguía despojando a Patricia de su ropa, dejando al descubierto aquel cuerpo juvenil que le había embrujado. Palpando cada centímetro de esa piel cálida y fresca que se iba encendiendo bajo el contacto de sus manos. Cuando Patricia quedo desnuda, Verónica la hizo tenderse en la cama mientras ella misma se despojaba de su ropa, la chica se quedo admirada al ver de cerca aquella figura imponente. Con su experiencia Verónica volvió a abrazar a Patricia para cubrirla de besos y restregar sus cuerpos con desmedida pasión, arrancando profundos suspiros.

-¡Me gustas mucho.-le dijo la modelo al oído mientras besaba su cuello, para luego bajar hasta sus pechos y volver a tomarlos entre sus labios, dándoles leves mordidas con sus dientes blancos como si fuera a comérselos. Patricia tomo la cabeza de Verónica y la hundió entre sus senos... pidiéndole que los devorara. Verónica rió y siguió chupando, mordisqueando y recorriendo con la lengua aquellas esferas de carne joven. Sin embargo, la modelo no se quedo ahí mucho tiempo y siguió su camino hacia el delta de la chica, al llegar a su destino, su lengua recorrió delicadamente toda la extensión de la vulva; masajeando suavemente los hinchados labios y deleitándose con los fluidos que brotaban entre ellos. Luego Verónica hundió sus dedos en la vagina de Patricia, haciendo que la chica saltara en la cama, pese a que penetraron con facilidad gracias a lo lubricada que tenía su vulva.

-¡¿Te molestan?.-

-No... no... sigue..-respondió Patricia empujando las caderas hacia delante para que la penetración fuera más profunda. La inexperiencia de Patricia y su ímpetu adolescente hicieron que su orgasmo llegara pronto, casi de forma violenta, gimiendo y gritando de placer.

-¡Aaaahhhhhh!... ¡Aaaaaahhhhhh!...-gritaba la chica sintiendo como su cuerpo liberaba toda su fuerza, era como tocar el cielo en brazos de esa mujer que tanto creyó odiar. Cuando se quedo quieta los labios de la modelo volvieron a recorrer su cuerpo.

-¡Ámame!.. ¡Ámame, por favor!..-suplicaba Verónica mientras besaba las mejillas de su nueva amante. Patricia había olvidado sus planes de venganza, solo quería devolver el placer que había conocido.

-Yo... no se como....-dijo tímidamente, mientras besaba los labios de Verónica.

-¡Yo te enseño, mi amor!.-dijo Verónica loca de pasión.-¡Yo te enseño como!.-uniendo las palabras a la acción, Verónica se recostó sobre el lecho é hizo que Patricia se recostara al lado opuesto para luego entrelazar las piernas, hasta que sus sexos quedaron frente a frente. Patricia se estremeció al sentir el contacto de la vulva húmeda y caliente de Verónica contra la suya. Ambas comenzaron a moverse, lenta y cadenciosamente, perdiendo la noción del tiempo y del espacio conforme su frotamiento se iba haciendo más fuerte, arrancándole a las dos gemidos profundos que inundaban toda la habitación.

Patricia se movía como loca, presionando su clítoris contra el de Verónica, sintiendo como la sangre le palpitaba en las sienes a cada embestida hasta que al fin todo estallo a su alrededor.

-¡Aaaaaahhhhhh!.. ¡Me corrroooo chiquitaaaaa!.-grito Verónica estremeciéndose en deliciosa agonía.

-¡Siii!... ¡Yo también!... ¡Yo también!...-los orgasmos llegaron con fuerza, sacudiéndolas y dejándolas agotadas y sudorosas sobre la cama. Al cabo de un rato Patricia rompió el enlace de sus piernas y recostándose junto a la modelo le dio un beso largo y profundo en la boca. Cuando se separaron Patricia descendió por el cuello de Verónica, basando y lamiendo aquella piel cubierta de un salido sudor, de un modo tan sensual que la modelo quedo atónita ante el rápido progreso de su alumna. La chica bajo por el estrecho abdomen de Verónica, hasta llegar a la altura de su sexo, de nuevo húmedo é hinchado.

Los ojos de Patricia se posaron aquellos labios que le esperaban anhelantes. Ella los contemplo por un momento y sintió nacer en su mente el deseo de chaparlos, cosa que hasta hacia unas horas consideraba repugnante, lentamente se fue acercando, aspirando el aroma íntimo de Verónica que la embriagaba, nublando su mente, hasta que sintió el contacto de esa extraña boca contra la suya. Entonces perdió el control y sacando la lengua penetro en ella, saboreando por primera vez la extraña combinación, salada y dulce del coño femenino, mientras el olor a mujer se hacia más fuerte. Patricia sorbía como una desesperada, atragantándose de aquellos flujos que brotaban cada vez que la punta de su lengua rozaba el erguido clítoris de su amante.

-Para por favor.-pedía Verónica agotada por los orgasmos que la sacudían cada vez que Patricia estimulaba su botón amoroso. Pero la chica parecía insaciable y no se detenía, mas de pronto, en una recreación casi burlona del pasado, la puerta de la recamara se abrió de golpe y la figura de Andrea apareció en el umbral.

-¡Maldita!, ¡Desgraciada!.-grito impactada por la escena que tenía ante sus ojos. Mientras una oleada de calor le corría por todo el cuerpo y sin poderse contener se lanzo contra su hija.-¡Malnacida!.-el vinculo entre ellas se había roto, Andrea era una mujer defendiendo al amor de su vida, poco le importaba que su rival fuera Patricia. Esta no acertaba a defenderse, era como si hubiera salido de un trance y ahora no supiera la razón por la cual su madre la golpeaba con esa saña.

-¡¿Para esto te abrí las puertas de mi casa?!.-le gritaba Andrea mientras descargaba toda clase de bofetadas y patadas sobre ella, la sangre no tardo en brotar. En ese momento Verónica reacciono y trato de contener la furia de su ex amante.

-¡Déjala!. ¡La vas a matar!.-dijo interponiéndose entre ambas. Pero Andera estaba fuera de si y no dudo en lanzarse también contra ella.

-¡Hazte a un lado!.-le grito al tiempo que le daba un fuerte empujón que mando a la modelo de espaldas contra el tocador, aquella acción fue la desgracia, pues en su caída Verónica estrello su nuca contra una de las esquinas del mueble. Un sonido sordo se dejo escuchar en la habitación y madre é hija pudieron ver como el cuerpo de la modelo se convulsionaba por unos instantes, para luego quedar inerte sobre el piso. Andrea estaba paralizada de terror al comprender el alcance de sus actos. Patricia por su parte tuvo una reacción extraña, como pudo se acerco al cadáver de Verónica y al comprobar su muerte sintió una furia increíble estallar en sus entrañas. Una furia donde se mezclaban todos sus sentimientos, amor, odio, deseo, arrepentimiento, todo unido en una sola idea... VENGANZA.

-¡LA MATASTE!...-grito con todas sus fuerzas, mientras se ponía de pie para enfrentar a su madre-¡MALDITA!... ¡HAS DESTRUIDO TODO LO QUE HE AMADO!... ¡A MI PADRE!... ¡A VERÓNICA!... ¡TODO!...-Andrea no alcanzaba a comprender las palabras de su hija, seguía paralizada por la miedo. En ese momento los ojos de Patricia se fijaron en unas afiladas tijeras de corte que alguien había dejado sobre el tocador y con la mente en blanco por la rabia las tomo para arrojarse sobre su progenitora, quien no atino defenderse, ni siquiera a gritar, aún cuando sintió el frío metal desgarrando su carne. Los brazos de Patricia subían y bajaban, clavando las afiladas cuchillas en la carne de su madre hasta que esta quedo convertida en una masa sanguinolenta.

-¡DÉJAME EN PAZ!... ¡DÉJAME EN PAZ!...-decía con cada golpe. Cuando al fin se detuvo contemplo la obra de su venganza. Había conseguido romper el vinculo amoroso entre su madre y Verónica, ambas habían pagado con su vida por la muerte de su padre. Por varias horas no se movió de su lugar, solo contemplaba a las dos mujeres tendidas, sin sentía nada, ninguna alegría o pena... ni siquiera dolor, solo un vació profundo que nada podría llenar.

Varios días después, alarmadas por la desaparición de Verónica y de Andrea, sus compañeras de trabajo dieron aviso a las autoridades y, cuando la policía se presento a investigar en la casa, encontraron los cuerpos de las dos mujeres en la recamara y pendiendo sobre ellas, como una ángel desnudo, el cadáver de una jovencita colgada de una viga del techo. El juego de la venganza había terminado y como siempre la muerte fue la única que salió victoriosa.

Fin.

Autor: "El Monje".