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Darkness (III: El conejillo de Indias)

en Parodias

"El conejillo de Indias".

Tokio. Año 2025.

La estación terminal de Tonda, Japón, estaba desierta, eran casi las 3 de la mañana. En los talleres, los técnicos revisaban el mecanismo de los trenes que pronto empezarían a dar servicio. Mientras en las plataformas dos trenes se hallaban detenidos, con las puertas de acceso abiertas, a la espera de iniciar la jornada. En eso la figura de un hombre, bajo de estatura y algo regordete, interrumpió la tranquilidad del anden. Nerviosamente miraba hacia todas partes, atento a cualquier posible señal de peligro, caminaba a lo largo de los trenes. En eso sus ojos encontraron lo que busca, el vagón con el número 2843AKJ. Nuevamente miro en todas direcciones y finalmente entro en el carro, la oscuridad en el interior era más profunda que en el exterior. Por un momento se quedo quieto, dudando entre seguir adelante o huir a toda prisa.

-¿Lo tiene?.-el recién llegado estuvo a punto de gritar a causa del susto, mientras sujetaba contra su cuerpo el pequeño portafolios metálico que llevaba entre los brazos. Sus ojos miraron hacia el fondo del vagón y alcanzo a distinguir la figura de otro hombre, sentado perezosamente en un de los asientos.

-¿Señor Hagami?.-pregunto mientras se acercaba cautelosamente.

-¿Lo tiene?.-repitió el hombre sentado en las sombras.

-Sí.-dijo el hombrecillo extendiendo hacia su interlocutor el brillante portafolios. El llamado Hagami levanto el brazo derecho para tomar el portafolios, pero antes de que lo consiguiera el hombrecillo lo retiro de su alcance para volver a abrazarlo, casi como si fuera algo sagrado.

-¿Y que me dice usted?-dijo mirando hacia Hagami.-¿Cumplió su parte?.-el hombre sentado en las sombras se movió lentamente y tomo una gran bolsa de papel que tenía a su lado, misma que arrojo hacia el hombrecillo. Este soltó el portafolios metálico para atrapar la bolsa de papel. El sonido del choque fue como un cañón en las desiertas instalaciones.

-Lo siento.-dijo riendo tontamente. Mientras abría la boca de la bolsa para mirar el interior, una sonrisa se dibujo en su rostro al comprobar que la bolsa estaba llena de billetes americanos de cien y doscientos dólares.

-Dos millones.-dijo Hagami poniéndose de pie.-¿Seguro que los vale?.-

-¡Se lo aseguro!.-dijo el hombrecillo mientras miraba como su benefactor se inclinaba para recoger el portafolios.-¡Le aseguro que será el escándalo más grande del siglo!.-Hagami no agrego nada más y salió por la puerta más próxima. En le vagón el hombrecillo tomo asiento y empezó a soñar despierto con todas las cosas que podría hacer con todo ese dinero que ahora poseía. En eso algo llamo su atención, una pequeña luz oscilante que se apreciaba entre los fajos de billetes, curioso metió la mano y extrajo un curioso juguete, algo parecido a un Gameboy, juego de video portátil, pero ¿qué podría estar haciendo algo así entre su dinero?. Súbitamente la minúscula pantalla se ilumino y él pudo leer un mensaje.

-"Perdiste".-era todo. El hombrecillo comprendió el significado de aquella misiva un segundo antes de que la bomba que había en la bolsa lo hiciera pedazos. Afuera de la estación, el hombre a quien le había entregado su preciosa carga se detuvo al escuchar el estruendo de la explosión mientras una sonrisa macabra iluminaba su rostro.

-Adoro mi trabajo.-pensó mientras abordaba su auto, una poderosa camioneta de gran línea en color negro, para desaparecer en las desiertas calles de Tokio.

Horas más tarde, a las 8:00 am, un hombre se presento en las oficinas de la poderosa corporación medica Takawuchi. Era alto y de espaldas amplias, con el cabello largo y sujeto en una coleta que le daba un aspecto rebelde. En contraste vestía un elegante traje negro, con camisa blanca y corbata, y una pesada gabardina de color café. Su rostro era facciones muy varoniles que resaltaban con su quijada cuadrada. Sus ojos permanecían ocultos detrás de unas gafas con lentes de espejo. Con pasos firmes llego hasta la recepcionista del lobby para solicitarle el acceso.

-Tengo cita con el señor Togo.-dijo con firmeza. La recepcionista quedo impactada por el porte del hombre y le sonrió coquetamente mientras accionaba un interfono.

-¿Su nombre?.-pregunto sonriente.

-Masao Ayima.-respondió él devolviéndole la sonrisa. La recepcionzota informo de su llegada y de inmediato obtuvo respuesta.

-Puede pasar.-dijo extendiéndole a Masao un gafete de color blanco. El lo tomo y camino hacia la entrada, pero un guardia le salió al paso.

-Disculpe.-dijo señalando el metálico portafolios que el hombre llevaba en una mano.-Tengo que revisarlo.-Masao se volvió hacia la recepcionista y esta le grito al guardia.

-Déjalo pasar. El señor Togo lo autorizó a subir sin pasar la inspección.-el guardia se hizo a un lado y él siguió su camino. En minutos llego hasta una elegante oficina, amplia y decorada con exquisitas pinturas y estatuas de arte moderno. Ahí se encontró con varios personas. hombres y mujeres, que flanqueaban un gran escritorio de caoba y cristal, detrás del cual se encontraba un hombre de origen chino, anciano y de cabello blanco, portando un traje de inmaculada blancura, que contrastaba con el negro cuero de su sillón.

-Señor Ayima.-dijo alzando la vista para saludar al recién llegado.

-Señor Togo.-respondió él a su vez depositando el portafolios metálico sobre el amplio escritorio. El ejecutivo lo tomo de inmediato y accionando los seguros le hecho un vistazo a su contenido.

-Ese hijo de perra.-murmuro mientras examinaba los documentos que Masao había recuperado para él.-Si esto hubiera llegado a manos de ese estúpido reportero nos habría hundido. Por cierto, ¿qué fue del señor Namba?.-interrogo al tiempo que introducía los documentos en una trituradora de papel. Por toda respuesta Masao le lanzo una copia del diario matutino cuyo encabezado hablaba sobre una misteriosa explosión ocurrida esa madrugada en la estación de Tonda.

-Le di un bono extra.-dijo sarcástico.

-¿Y el señor Kaji, el reportero?.-

-Digamos que ahora él será la noticia... tan pronto como alguien lo encuentre.-ambos hombres sonrieron.

-Estoy muy satisfecho.-dijo el viejo mientras se recargaba indolente contra el respaldo de su sillón.-Su dinero será depositado inmediatamente en su cuanta bancaria. Como siempre.-

-Como siempre.-repitió Ayima haciendo una caravana de despedida. Pero el empresario le detuvo.

-Espere amigo mío.-Ayima se volvió lentamente, deslizando discretamente su mano dentro de uno de los bolsillos de su gabardina para tocar la cacha de su escuadra de alto poder, no confiaba en el señor Togo más de lo necesario. Por su parte, el empresario hizo un movimiento de cabeza indicando a sus asistentes que salieran de su despacho, todos obedecieron la orden, excepto una mujer de unos 28 años que portaba una elegante bata de medico. Cuando el sonido de la puerta se dejo escuchar la conversación se reanudo.

-Necesito su servicio en un asunto urgente.-dijo Togo mientras accionaba el interruptor de una gran pantalla de televisión empotrada en la pared. La mujer tomo la palabra.

-Estamos desarrollando un revolucionario proyecto de ingeniería genética.-dijo señalando las imágenes que pasaban por la pantalla.-Le llamamos "Proyecto Géminis" y necesitamos su ayuda para llevar a buen termino la última fase.-

-Me confundes guapa.-interrumpió Ayima.-No soy científico... Ni tampoco rata de laboratorio.-Ayima remarco sus últimas palabras amenazante, tomando firmemente su arma dentro del bolsillo, listo para usarla si era necesario. Togo noto su nerviosismo.

-Desde luego que no, mi amigo. Desde luego que no.-dijo sonriente.

-¿Entonces que quieren?.-

-Es muy simple.-continuo la mujer.-Queremos que usted consiga un "conejillo de indias" para estudiar la reacción de la sustancia beta, resultado del "Proyecto Géminis", en un ser humano.-

-¿Sustancia beta? ¿Proyecto Géminis?. ¡No tengo maldita idea de lo que están hablando!-dijo Ayima volviéndose hacia el señor Togo.

-Muéstrele doctora Okata.-la mujer camino hasta colocarse junto al pantalla é introdujo una cinta de video en una reproductora implantada a su lado. Al instante apareció en la pantalla la imagen de un hombre, atado y amordazado a una camilla, al cual una mujer, obviamente la doctora Okata, le administraba una inyección. Casi de inmediato el sujeto comenzó a retorcerse, con los ojos desorbitado de dolor mientras que su cuerpo comenzaba a sufrir una increíble metamorfosis. Masao se despojo de las gafas y se tallo los ojos, aquello era increíble, tan espantoso y fascinante que por primera vez en su vida tuvo que tomar asiento en uno de las sillas colocadas frente al escritorio de su cliente para soportar la visión. Cuando todo termino, el resultado era sorprendente.

-¿Es un truco verdad?.-dijo negándose a creer lo que acababa de ver.

-No es truco, señor Ayima.-respondió ofendida la doctora. Pero antes de que Masao pudiera insistir ocurrió algo más. El sujeto empezó a convulsionarse de nuevo, tan violentamente que hizo saltar la camilla a la cual estaba atado, para luego quedar inmóvil, con gruesos surcos de sangre brotándole por la nariz y las orejas, muerto sin duda.

-Un lamentable fracaso.-comento Togo apagando la pantalla.

-¡Eso fue hace un año!.-replico Okata.-¡Ahora hemos mejorado la formula en un 100%! ¡Usted vio el éxito que tuvimos con los primates!.-

-¡Un momento!.-intervino Ayima recuperándose de la impresión.-¡¿Acaso pretenden que yo les traiga a un infeliz para sus experimentos de Frankestain?!.-

-No queremos que nos entregue a nadie.-respondió fríamente el empresario.-Lo que queremos es que usted secuestre a un sujeto y lo retenga el tiempo necesario para llevar a cabo el experimento.- Masao Ayima se estremeció por la gélida descripción de su nuevo trabajo.

-¿Por qué?... Es decir... ¿No tiene ustedes de donde sacar sus "conejillos de indias"?.-

-Señor Ayima.-dijo tranquilamente Togo poniéndose de pie.-Aunque usted a eliminado la amenaza inmediata de un escándalo contra nosotros. Ese no es el fin de nuestro problema.-

-¿No lo es?.-

-No amigo mío. Los reporteros son como las cucarachas. Cuando el señor Kaji se vuelva noticia, como usted dice, muchos vendrán hasta nuestra puerta siguiendo sus pasos. Desde luego estamos corrigiendo nuestros errores para no vuelva a ocurrir un incidente tan desagradable como el del señor Namba. Por desgracia eso significa que tendremos que suspender nuestras investigaciones más "atrevidas" por algunos meses, tal vez años.-

-Es por eso que necesitamos un "investigador de campo" que no este ligado a nosotros.-intervino la doctora Okata.-El "Proyecto Géminis" debe ser terminado lo antes posible.-

-Le pagaremos bien.-remarco Togo.

-¿Cuánto?.-interrogo Masao sintiendo que sus escrúpulos se desvanecían como una voluta de humo.

-¿Le parecen bien, 10 millones de dólares americanos?-Ayima trago grueso, aquella cantidad estaba muy por encima de sus sueños más salvajes, aun así actuó con cautela.

-¿Cuál sería el procedimiento?.-

-Usted consigue al sujeto, le administra la sustancia beta y filma los resultados. Si el sujeto sobrevive la doctora Okata le dará instrucciones adicionales y hará una serie de pruebas para comprobar el éxito del experimento. Si no, nosotros "limpiaremos" todo para que no queden rastros que lo comprometan ni a usted ni a nosotros.-respondió Togo.-Entonces ¿Hacemos el trato?.-

-Trato hecho.-dijo Masao. De inmediato la doctora Okata se acercó a él y le entrego un frasco de vidrio en color ámbar, dentro del cual podían verse unas cápsulas alargadas de color negro.-Creí que serían ampolletas.-comento intrigado recordando las imágenes en la pantalla.

-Ese fue parte del error.-le dijo la científica.-La reacción es demasiado violenta si la sustancia entra directamente en el flujo sanguíneo. La ingestión brinda mejores resultados.-

-Vaya. Espero que no tardaran mucho en darse cuenta.-comento burlón.

-Nos tomo seis meses.-respondió la doctora. El matón sintió un escalofrío recorrer su espalda y guardo silencio.

-Infórmenos cuando tenga la sujeto.-dijo Togo haciendo una breve reverencia.-Buenos días señor Ayima.-el hombre abandono la oficina y el edificio. Ya en la calle miro hacia arriba, admirando el paisaje urbano que se reflejaba en las cristalinas paredes del edificio. Aturdido metió la mano en su bolsillo y saco el extraño frasco. Comprobando así que no había soñado la entrevista con el señor Togo, ni tampoco los efectos de aquellas cápsulas. Aún él se estremecía al pensar en lo que tenía que hacer. Una cosa era matar a sangre fría y otra torturar a algún desgraciado "en nombre de la ciencia", para lograr resultados solo el diablo podía predecir. Pero... por otra parte, la paga prometida era demasiado tentadora, superaba en mucho la cantidad que él había reunido en su cuenta bancaria a lo largo de años. Justo lo que necesitaba para asegurar su futuro de una vez por todas. Así las cosas metió de nuevo el frasco en su bolsillo y emprendió el camino a su casa.

-¿Me pregunto quien demonios será mí "voluntario"?.-

Horas después el matón llego a su casa, una pequeña residencia en uno de los barrios más elegantes de la ciudad, misma que compartía con su esposa y su hijastro. Asuza, su esposa, era una mujer joven de 37 años, alta y de bella figura, con el cabello largo de color castaño oscuro, y ojos verdes mar. Ambos se habían conocido en una fiesta y, tras un breve noviazgo, se habían casado hacia ya un año. Su hijastro Hikari era el fruto del matrimonio anterior de Asuza con un ingeniero, fallecido en un accidente de mina, quien la dejo embarazada del chico. Hikari era un muchacho esbelto, no muy alto y con el cabello negro peinado con casquete corto, su rostro se mantenía limpio de acne gracias a las rutinas atléticas de la escuela y a las "comidas sanas" de su madre. Con todo era un chico inseguro y tímido que había sido catalogado por los demás estudiantes de secundaria como "un cerebro" más.

-Bienvenido a casa.-le dijo Asuza cuando le vio llegar.

-Hola querida.-le respondió el casi con indiferencia. Asuza estaba acostumbrada a la sequedad de su esposo, así que no se molesto por su falta de emoción.

-¿Y Hikari?.-pregunto por inercia, en realidad no le importaba, mientras se sentaba en un cómodo sillón en la sala.

-Salió con Akane.-le respondió Asuza mientras colgaba la pesada gabardina de su esposo.-Creo que son novios.-comento para si misma.

Masao sonrió complacido al escuchar esa noticia, lentamente se levanto de su asiento y caminando hasta Asuza la abrazo por detrás.

-¿O sea que estamos solos?.-interrogo mientras restregaba sus cadera contra las nalgas de su esposa. Ella se sonrojo, conocía lo impulsivo que era aquel hombre con el cual se había casado, sabía lo que estaba por ocurrir.

-Si.-contesto volviéndose hacia él para abrazarlo y basarlo en la boca. El día había sido caluroso, razón por la cual ella llevaba un vestido muy ligero del cual él la despojo a toda prisa. Asiza emergió de la ropa como una ninfa, desnuda y etérea, que se arrodillo ante su marido para despojarlo de su pantalón negro. El falo de Masao brotó como impulsado por un resorte debido a la excitación que le corría por las venas, las manso se su esposa se posaron sobre el tronco de su pene y comenzaron a sobarlo dulcemente, provocando temblores de placer en el cuerpo del gigante.

-¡Mmmmm!... Chiquilla.... Mi chiquilla...-gemía el matón mientras tomaba por el cabello la cabeza de su mujer para indicarle el ritmo con que debía acariciarlo, lo cual era más un gesto de poder que una necesidad, pues hacia mucho que ella conocía sus gustos, sentía como los delicados labios se posaban sobre la roja cabeza de su miembro, como la lengua de ella se movía como una víbora acariciando sus testículos.

-Te amo.-dijo ella suspendiendo su labor por unos instantes. Pero él no la escucho. Estaba demasiado ocupado disfrutando el contacto de su boca sobre su sexo, contemplando la belleza de sus pechos blancos que se apoyaban contra sus muslos. Disfrutando de esa lengua que lo acariciaba con ternura y deseo. El matón se subió las mangas de la camisa al tiempo que sacaba su falo de aquella boca, para recostarse en el suelo y colocar su cabeza entre los muslos de Asuza, donde procedió a acariciar los delicados labios de la vulva, sorbiendo cada gota de liquido que brotaba de ella, así pos largos minutos quedaron enfrascados en un singular combate que termino cuando el macho sintió que su orgasmo se acercaba.

-Móntate en mi querida.-le dijo mientras se recostaba sobre el piso, hasta el frío de la losa le parecía excitante en es momento. Asuza cumplió los deseos de su marido y se acomodo sobre él, guiando ella misma el grueso falo hacia su vulva, contrayendo el estomago al sentirse penetrada, apretando los dientes para resistir el grosor del miembro que la penetraba, dejándose caer lentamente hasta que sus nalgas encontraron apoyo en el pubis de Masao.

-Te amo.-repitió por segunda vez. Mientras se inclinaba para buscar los labios de su esposo y depositar en ellos un beso apasionado, al tiempo que sus caderas empezaron a moverse, subiendo y bajando, empalándose a si misma cada vez más hondo. El se apodero de sus pechos de alabastro para chaparlos, disfrutando como se ponían duros bajo el contacto de sus labios, mientras su cadera comenzaba su propio movimiento en respuesta al de su esposa, lanzando estocadas que entraban directo hacia la vulva, haciendo gemir de placer a la mujer. De pronto, Masao sintió que su esposa se estremecía, que los músculos de su vagina se cerraban vigorosamente en derredor de su miembro.

-¡Aaaaahhhh!... ¡Aaaagggggg!...-gemía Asuza al dejar escapar sus líquidos íntimos. Con los ojos muy abiertos. Entonces él la hizo rodar por el piso, colocándose sobre ella para embestir con furia contra sus entrañas, provocándole más espasmos. Las manazas del matón tomaron las firmes nalgas por debajo de sus caderas y jalo hacia sí. Asuza cerro las piernas alrededor de su esposo mientras este entraba y salía de sus entrañas, solo deseaba atraerlo más junto a ella. Masao estaba hecho un toro, disfrutando la sensación de esos pechos maduros contra su tórax, al fin sintió que sus testículos se hinchaban y se abandono a la deliciosa muerte de lanzar su esperma dentro de Asuza.

-¡Aaaaaahhhh!... ¡Toma todo!...-grito dejándose caer sobre ella. Por un rato ambos quedaron tendidos en el suelo de la sala, disfrutando del delicioso abandono que llega después del orgasmo. Pero Masao no espero mucho y poniéndose de pie se acomodo la ropa para subir a su habitación.

-Voy a darme un baño.-dijo. Asuza lo vio desaparecer en las escaleras y resignadamente volvió a vestirse para continuar con sus deberes, después de tomar ella misma una ducha en el baño de abajo. Mientras se bañaba Masao seguía pensando en su dilema, necesitaba encontrar a alguien que pudiera retener por varios días, si sobrevivía, sin llamar la atención de la policía. En ese momento una idea broto en su cabeza. No tenía que salir en busca de nadie, su "conejillo de indias" estaba justo bajo su techo, su hijastro Hikari. Una macabra sonrisa ilumino su rostro, finalmente aquel estúpido muchachito iba a serle útil para algo, casi tanto como la puta de su madre.

-"Te amo".-dijo imitando grotescamente el tono de voz de Asuza.-Pobre perrita tonta.-pensó mientras seguía con su baño.

En realidad aquel matrimonio no era sino una fachada que Masao empleaba para ocultarse, tanto de la policía como de sus propios clientes, ya que para sus vecinos era Tadao Ihima, vendedor de seguros, y su "familia" le ayudaba a mantener la farsa para "protegerlo", ya que para ellos era un detective especial que trabajaba para el gobierno. Con ese doble engaño Masao esperaba liberarse de cualquier posible represalia por sus actos criminales. Desde luego estaba conciente de que no importaba cual fuera el resultado, esa fachada caería en pedazos. Pero la suma prometida bien valía la pena. Sin esperar más salió del baño y tomando su celular marco el número privado del señor Togo.

-¿Señor Togo? Tengo a su "conejillo".-dijo alegremente.

En tanto, una pareja de jóvenes, ambos de 14 años, platicaba despreocupadamente en el parque central de Tokio. Se trataba de Hikari y su novia Akane. Los jóvenes estaban abrazados y se besaban aprovechando la soledad que se hacia junto al lago a esa hora, sus manos palpaban el cuerpo de su compañero, descubriendo así los puntos sensible de cada uno. De pronto Hikari dejo que su mano bajara hasta la entrepierna de Akane, la cual cerro con fuerza las piernas y se aparto de él asustada.

-No por favor.-dijo acomodándose la ropa.

-¿Por qué no?- pregunto el un tanto desilusionado.

-Es que me da vergüenza.-respondió ella con las majillas rojas.

-¡No es justo!.-se quejo infantilmente.-Siempre es lo mismo. Me dejas que te bese y cuando quiero tocarte me rechazas como si no fuera tu novio.-

-Comprende.-dijo ella con la cabeza baja.-Yo quiero llegar virgen al matrimonio.-Hikari guardo silencio. Sabía que nada que pudiera decir le haría cambiar de opinión. Sin embargo, estaba realmente ansioso por tener relaciones con Akane, en parte porque la amaba, en parte por la natural curiosidad de los adolescentes.

Y es que su amiga, realmente se había convertido en una chica muy atractiva. Un poco más alta que él, con un cuerpo bien formado y adornado delicadamente con todos los atributos femeninos. Su único defecto, si así se les podía considerar era su costumbre de peinarse siempre con dos gruesas trenzas y llevar anteojos de grandes aros de pasta. Pero justamente eso era lo que evitaba que otros chicos "más atractivos" se acercaran a ella.

-Akane.-dijo el chico acercándose decididamente a ella.-Lo que pasa es que no confías en mi, y si ese es el caso lo mejor será terminar.-Akane quedo impactada por aquel ultimátum ya que realmente amaba a Hikari.

-¿Lo dices en serio?.-

-Si.-

-Entonces se acabo.-dijo la chica antes de salir corriendo. Hikari se quedo perplejo, su gran estrategia se había vuelto en su contra y ahora estaba peor que antes.

-¡Mierda!.-se dijo a si mismo, antes de correr en pos de Akane. Pero la chica no estaba en ninguna parte. Desconsolado volvió a su casa, luchando por decidir entre llamarla para disculparse o esperar a que ella cediera. Al día siguiente, Asuza, como todos los años, le comunico a él y a Masao que iría un par de semanas a visitar a su madre, la cual vivía en Okinawa, ambos esperaban la ocasión, aunque por razones muy distintas. De hecho Hikari noto que su padrastro le miraba extrañamente, como si fuera un bicho raro, lo cual era muy poco frecuente en él. También le resulto extraño que le hiciera la platica sobre sus amigos, sus planes para el fin de semana y su relación con Akane.

-¿Crees que debo llamarla?.-le pregunto al matón cuando tocaron el tema.

-No. Si lo hacer ella será quien mande en su relación y eso es lo peor.-le respondió el falso detective, mientras meditaba sobre lo que debía hacer si el plan fallaba. Al fin llego el día siguiente y Asuza partió, Masao la llevo al aeropuerto y la vio abordar el avión, de regreso estaba listo para cumplir su misión. No obstante, se encontró con una sorpresa inesperada, Akane había llamado a Hikkari y el chico esta preparándose para salir.

-Me espera en el centro comercial.- dijo emocionado mientras subía a darse un baño y ponerse ropa limpia. Masao estaba contrariado, pero su experiencia le había enseñado a sacar provecho de los eventos inesperados. Tranquilamente fue la cocina y preparo un poco de limonada, la cual sirvió en dos vasos, luego partió a la mutar una de las cápsulas y vació su contenido en uno de los vasos. Por unos segundos el agua cambio de color, adoptando un tono azulado, pero después volvió a la normalidad. Satisfecho se sentó a esperar que el chico fuera a buscarlo, para pedirle como era su costumbre, lo cual no tardo en ocurrir.

Hikari entro en la cocina llevando una camisa blanca de algodón y unos pantalones cafés con zapatos del mismo tono.

-Este... Tadao, así lo conocía,... ¿podrías prestarme un poco de dinero para ir con Akane al cine?.-el matón sonrió y sacando su billetera le entrego varios billetes de cien yenes.

-¿Cayo la paloma?.-pregunto malicioso.

-Eso parece.-le contesto el chico muy complacido.

-Entonces brindemos por eso.-dijo extendiéndole el vaso envenenado. El chico tenía prisa y, por no discutir, acepto hacer lo que su padrastro le indicaba. Ambos bebieron, Hikari noto un sabor extraño en su limonada, pero no le dio importancia.

-¿Sabes? es una lastima.-dijo el falso detective cuando el chico termino su trago.

-¿Qué cosa?.-

-Que tu chica se quede esperando.-Hikari se quedo sorprendió por esas palabras, pero antes de que pudiera decir algo sintió que un dolor intenso nacía en su vientre para luego expandirse por todo su cuerpo, su cabeza le daba vueltas, su boca se abrió desesperadamente para jalar aire mientras una capa gruesa de sudor le escurría por todas partes. En ese momento sus ojos vieron el rostro sonriente de su padrastro y comprendió todo.

-¿Qué me hiciste?.-fue lo último que pudo decir antes de derrumbarse como un árbol en el piso de la cocina. Mientras tanto el falso detective le miraba lleno de morbo, atento a como se convulsionaba presa de los efectos de esa porquería que sus clientes llamaban "sustancia beta".

-Chico te juro que no lo se.-dijo levantándose para cargar con el cuerpo de Hikari y conducirlo hasta su recamara, la de Masao, donde ya había preparado un conjunto de video cámaras, todas apuntando a la cama. Al llegar Hikari comenzó a estremecerse con más fuerza y Masao lo arrojo lleno de asco sobre la cama, al tiempo que encendía las cámaras. Sobre la cama Hikari sentía que su cuerpo se desgarraba, reacomodándose de una forma anormal que le provocaba un terrible dolor, el cual se concentraba en su sexo, en su cintura y en su pecho. La sensación se fue haciendo más intensa y solo su incapacidad para respirar le impidió gritar como un animal herido.

Torpemente llevo sus manos a las áreas donde el dolor era más grave y lo que descubrió casi lo hizo enloquecer de horror. Su pene estaba reduciéndose de tamaño mientras algo semejante a una herida se abría lastimosamente en su entre pierna. Su pecho le ardía como hierro candente mientras una intolerable hinchazón le hacia temer que su tórax fuera a estallar. Al fin un piadoso desmayo lo libero del resto del sufrimiento. Por varios minutos Masao espero, observando atentamente el cuerpo inerte sobre la cama, aunque este había quedado sobre su costado de espaldas a él, finalmente se coloco un par de guantes quirúrgicos y se acercó. Atento a cualquier reacción, al llegar se dio cuenta de que la ropa del muchacho estaba empapada de sudor lo mismo que las sabanas, lanzando un suspiro movió la cabeza de un lado a otro.

-Mala suerte chico.-pensó seguro de que su hijastro había muerto. Aún así tenía que filmar los resultados de la prueba antes de llamar al señor Togo. Venciendo su repulsión coloco la mano sobre el hombro de su víctima para hacerlo girar. Lo que vio lo dejo mudo de asombro. El rostro de Hikari estaba pálido, demacrado como el de un cadáver, con los labios secos, los ojos hundidos y rodeados de grandes ojeras. Pero aún en ese estado el efecto de la misteriosa sustancia era evidente, sus rasgos eran los mismos pero, diferentes al mismo tiempo, más estilizados, más delicados... eran los rasgos de una chica.

-Mierda.-exclamo acercándose para ver mejor, era algo monstruoso y fascinante, en ese momento una duda le sacudió. ¿Si su rostro había quedado así? ¿Entonces que habría pasado con su cuerpo?. Masao trago grueso cuando empezó a desabotonar la húmeda camisa de algodón, ahora teñida de una tonalidad amarillenta a causa del sudor, su víctima no daba muestras de vida aún así lo hizo con cuidado, colocándose de tal modo que todo fuera visible para las cámaras. Al fin la camisa estuvo fuera, pero aún quedaba la camiseta, impaciente el falso detective la tomo en sus manos y la rasgo sin miramientos. Nuevamente se aparto del cuerpo y abrió los ojos al máximo. Ahí estaban... apenas visibles... pequeñas dunas coronadas con delicadas areolas rosas.

-Mierda.-dijo de nuevo mientras se acercaba, su mano se poso sobre aquellos pechos de colegiala y los tentó morbosamente, apretándolo para convencerse de que no estaba equivocado, en ese momento el cuerpo de Hikari se estremeció y un gemido escapo de sus labios. ¡Estaba vivo!.Por un momento el matón se quedo quieto, indeciso entre lanzar gritos de jubilo o estallar en maldiciones. Sus ojos estaban fijos en el rostro de su hijastro, advirtiendo como fruncía el ceño y entreabría sus propios ojos, asustado retiro su manos del pecho adolescente y espero.

Hikari abrió los ojos lentamente, al principio solo alcanzo a distinguir sombras confusas, luego su visión se aclaro y miro al hombre que estaba a su lado.

-Tadao.-gimió asustado tratando se incorporarse, pero no tenía fuerzas para eso y se derrumbo de nuevo sobre la cama. Adoptando instintivamente la posición fetal para protegerse, pero al hacerlo sintió aquellas esferas adheridas a su cuerpo y lleno de incredulidad abrió los ojos para descubrir que eran, al hacerlo sintió estar atrapado en una pesadilla.

-¿Qué?... ¿qué me hiciste?....-grito con las fuerzas que le quedaban al comprender la transformación que se había operado en él. Su grito saco a Masao de su letargo. El matón tenía mucho que hacer antes de terminar con su trabajo y sin consideración atrajo a su lado a su víctima para continuar con su examen. Hikari quiso defenderse pero el simple hecho de haber sobrevivido le había despojado de todas sus fuerzas, dejándole como única defensa cerrar los ojos para no ver a su verdugo cuando este le quito los pantalones y sus calzones boxer. Desesperado cubrió su intimidad con ambas manos para impedir que Masao confirmara lo que él ya sabía. Esto enfureció al falso detective.

-¡Estate quieto de una maldita vez.-le grito su padrastro sujetando sus muñecas con fuerza para retirar sus manos y permitir que la cámara mirara la delicada vulva que ahora ocupaba aquel ángulo de su cuerpo. Una vulva rosada, con suaves labios que le daban el aspecto de un delicado capullo de flor.

-¡Que el diablo me lleve!.-exclamo Masao admirando el resultado de aquel singular experimento. Desconcertado soltó a su presa y tomo el teléfono celular para llamar a la doctora Okata, como le había indicado el señor Togo en su última conversación. Sus ojos no podían apartarse del ser que yacía en la cama, era hermoso, como un ángel creado por la ciencia. Al fin la científica respondió a su llamada.

-Bueno.-

-Esta vivo.-dijo el matón con la voz entrecortada.

-¿Cómo dice?.-interrogo la mujer sin comprender aquel mensaje.

-Su "conejillo de indias" esta vivo.-

-¿Señor Ayima?.-pregunto Okata recordando la conversación que habían tenido hacia unos días.-¿Acaso ha realizado la prueba?.-

-Sí.-

-¿Hace cuanto tiempo?-

-¿Qué?.-

-¿Hace cuanto tiempo que le dio al sujeto la sustancia Beta?-

-No lo se.-dijo el falso detective aturdido aun por lo que había visto.-Creo que hace una hora.-

-¿Y él aun vive?.-

-¡Ya le dije que sí!.-

-¡Magnifico! ¿Lo ha filmado?.-

-Si.-

-¡Estupendo! ¡Lleve mañana mismo las cintas a nuestras oficinas!.-

-¡Espere!.-grito Masao temeroso de que la mujer colgara en ese momento.

-¿Qué ocurre señor Ayima?.-

-¿Qué hago con... con "esto"?.-la voz del hombre estaba quebrada por los nervios.

-Cálmese.-dijo consecuentemente la científica del otro lado de la línea.-Las cápsulas que le di tienen un efecto transitorio, en 12 horas volverá a la normalidad.-sin decir más corto la comunicación.

-¡Maldita bruja!.-grito el matón arrojando el celular contra la pared. Luego salió del cuarto y cerro la puerta con llave, necesitaba un trago de alcohol. Por varias horas estuvo bebiendo, su mente no terminaba por aceptar lo que acababa de ver. De golpe todas las cosas que había tenido por seguras en la vida le parecían meras ilusiones, frente a sus ojos una de ellas, la barrera que separaba un sexo de otro se había derrumbado, arrasada por el poder de la ciencia. Ese pensamiento lo llevo a pensar en la "cosa" que estaba arriba. Nadie le creería que esa joven, hermosa y semidesnuda, tendida en la cama era en realidad su hijastro Hikari, un muchacho... un varón como él.... ¿y el mismo lo creía?...

Finalmente volvió a subir a su habitación y abrió la puerta, lentamente, procurando no hacer ruido; casi con temor se asomo al interior y vio a... Hikari, aun recostado sobre la cama, desmadejado como una muñeca de trapo. Por un momento pensó que bien podía haber muerto mientras él estaba en el bar de la casa. Curioso entro a la habitación y se acercó al lecho, sin saber porque experimento una sensación de alivio al observar las suaves contracciones del pecho, señal de que su "conejillo de indias" estaba respirando. Sigilosamente se sentó en la cama y lo contemplo más de cerca, era increíblemente "hermosa", con esos pechos diminutos pero firmes, esa cintura estrecha como la de una avispa y esas caderas perfectas. Lentamente dejo que su mano desnuda se posara sobre el cuerpo de su víctima, era de una textura extraña, suave y firme al mismo tiempo, diferente a la piel de las jovencitas, o de cualquier mujer, que hubiera poseído a lo largo de su vida. Pausadamente recorrió la nueva geografía de ese cuerpo, admirándose de la transformación que había ocurrido frente a sus ojos. Finalmente su mano llego al sexo de la nueva criatura y empezó a tocar los delicados belfos, cálidos y tiernos, el contacto le hizo estremecer y sintió que su pene se levantaba. Asustado de si mismo retiro la mano y se levanto para salir del cuarto, huyendo de lo que estaba sintiendo, pero en el umbral se detuvo y volvió la cabeza para mirar de nuevo al durmiente.

Sentía la sangre golpeándole las sienes, el corazón palpitando como un caballo dentro de su pecho, por no hablar de su verga erguida bajo los pantalones. Arrastrando los pies volvió hasta la cama y se inclino para mirar el bello sexo femenino que Hikari tenía ahora. Al hacerlo sintió que caía en un trance hipnótico, poco a poco fue acercado la cara hasta la vulva artificial, su nariz resintió el embate de una aroma dulzon que provenía de esa cavidad recién hecha. Al fin sintió que sus labios tocaban esa piel caliente y sin poderlo evitar dejo que su lengua saliera a explorar. El sabor era almizclado, diferente a cualquier otro.

-Mmmmmm..... Mmmmmm....-gimió Hikari al experimentar las nuevas sensaciones que la lengua de su padrastro le estaban provocando, pero aún sin despertar. Masao estaba loco de pasión por aquel ser fruto de la ciencia, chupaba y lamía como un recién nacido, en ese momento su lengua se tropezó con algo inesperado, algo duro y largo como un dedo, sorprendido se retiro para mirar con más precisión, lo que vio fue un clítoris anormalmente grande, del tamaño de un dedo meñique, de color rojo. Masao lo admiro y tras un momento de duda se lo llevo a la boca, su sabor era más fuerte y salado que el de los labios y la vagina, pero no por eso dejo de serle grato. El contacto de la boca del matón sobre su clítoris termino por despertar a Hikari, quien se mostró sorprendido de semejante situación.

-Noooo.-grito mientras sus manos trataban de apartar la cabeza de Masao de su sexo de mujer, pero su fuerza era insuficiente para lograr tal hazaña. De pronto Masao se aparto de su presa y bajando un momento de la cama se desnudo tan rápido como pudo. Hikari pudo ver el cuerpo de su padrastro, musculoso y velludo, lleno de cicatrices fruto de sus correrías, pero lo que más lo impacto fue el descomunal falo que se mantenía rígido entre las poderosas piernas de Masao.

-Noooo.-grito de nuevo al sentir las manazas de su padrastro acariciar su nuevo cuerpo, inútilmente intentaba contenerlo, pero estaba débil como un recién nacido. Masao besaba desesperadamente los pechos de su hijastro, mordiéndolos y lamiéndolos como un perro hambriento, mientras sus manos recorrían cada palmo se esa piel andrógina. Como un loco se monto sobre Hikari y le coloco el pene los labios. El pobre chico deseaba escupir, maldecir ese cosa que amenazaba con abrirse paso hacia su boca, pero ni sus labios tenían fuerza para eso, por suerte Masao se conformo con restregar su virilidad entre sus labios, en sus mejillas y en su cuello, para luego descender hasta sus pequeños senos y, colocando su falo entre ellos, jalarlos para que le apretaran.

Hikari tuvo la impresión de que Masao era más alto de lo que él recordaba, la razón era que su cuerpo había perdido varios centímetros de estatura a causa de la transformación, se sentía pequeño, vulnerable é incapaz de resistirse. Entonces el falso detective lo tomo por las caderas y levantándolo volvió a pegar su rostro entre sus muslos. Al sentir de nuevo el contacto de la lengua del detective contra su vulva Hikari experimentó una sensación desconocida, una aguijonazo que le corría por todo el cuerpo, provocándole un calor intenso que le quemaba la piel y unos espasmos que le nacían en el sexo y se extendían hasta su pecho. Sintió como los labios de su vulva se inflamaban bajo el roce de su verdugo, como le latía como un corazón provisto de vida propia, Hikari no podía entender aquellas emociones; pero se daba cuenta de que eran mucho más intensas que cualquier puñeta que se hubiera hecho.

Aquel pensamiento le recordó cual era su verdadera naturaleza y cerrando los ojos lucho por controlar las sensaciones que le asaltaban, mientras tanto, Masao se acomodo entre los muslos de su víctima y coloco la cabeza de su pene entre los cálidos labios de la vulva y empujo.

-¡Hhuuuuuuu!... ¡Huuuuuuu!....-gimió Hikari sintiendo un agudo dolor, algo que le desgarraba las entrañas. Masao gruño como una bestia y lanzo nuevas envestidas contra esa fortaleza que se negaba a rendirse ante su fuerza.

-¡Huuuuuuu!... ¡Huuuuuuu!... ¡Huuuuuu!...-gemía Hikari a cada estocada, sintiendo la muerte en cada una de ellas, le parecía increíble que Masao quisiera penetrarlo con esa cosa enorme, más grande que la que el tenía cuando era hombre, pero el detective era un hombre experimentado y tomando a su presa por los hombros se impulso para hundir su pene más profundamente.

-¡Aaaaaagggggggg!...-bramo Hikari al sentir como la roja cabeza se abría paso dentro de su cuerpo, pero su verdugo no se apiado y empujo de nuevo clavando la mitad de su falo. Entonces se detuvo un momento deseando retener el recuerdo de aquella dulce sensación, esa vulva, salida quien sabe de donde, era la más estrecha que hubiera sentido. Al fin tomo impulso y lanzo su último ataque, logrando hundir toda su verga dentro de Hikari, este se estremeció como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Su rostro estaba cubierto por una fina capa de sudor, el cual resbalaba por sus mejillas y mojaba su cabello corto.

Por su parte Masao experimentaba la gloria al sentir ese cuerpo virginal y desfalleciente junto a él, y sobre todo sentir su estrechez, la presión que esas paredes ejercían sobre su miembro. Pausadamente comenzó a sacar su falo de aquella hermosa funda hasta que todo salió de "ella", luego empezó a meterlo de nuevo disfrutando cada centímetro que hundía en esa carne virgen.

-¡Noooo!... ¡Por favor!... ¡Ya basta!...-suplicaba Hikari sintiendo como las paredes de su vulva se dilataban en torno a la verga de Masao, en ese momento se dio cuenta de que su nueva forma era capaz de resistir las embestidas de su padrastro, al tiempo que el dolor se transformaba en un calor intenso, un fuego que lo envolvía llevándolo hasta un infierno de placer que nuca creyó posible. En poco tiempo ambos sintieron que sus cuerpos estallaban en una hoguera de placer.

-¡Aaaaaaggggggg!.... ¡Me corrroooo!..-grito de falso detective dejando que un torrente de su semen inundara la estrecha vagina de Hikari, el cual sintió que su cuerpo se convulsionaba dejando escapar todos los flujos de su cuerpo femenino. Los cuales salieron acompañados de un grueso y caliente chorro de orina, pues Hikari no tenía las fuerzas ni la experiencia para impedir ese tipo de accidentes.

-¡Ahhhhhhhhh!... ¡Ahhhhhhhhh!... ¡Si!.... ¡Siiiiiii!.- grito Hikari rindiéndose a las sensaciones que lo sacudían. Masao se inclino sobre "ella" y la beso desesperadamente, entrelazando sus lenguas, mientras seguía lanzando embestidas dentro de su "hijastra" hasta que se quedo sin fuerzas para seguir. Solo entonces quedo inmóvil, ocultando con su enorme cuerpo a la ninfa que había nacido hacia unas horas. Hikari sentía ahogarse debido al peso de su amante, por suerte el matón se dio cuenta y se hizo a un lado.

-Nadie va a creerte.-le dijo apenas recobro el aliento.-Si cuentas que te transformaste en chica y que yo te viole te encerraran en un manicomio. Así que todo esto será nuestro secreto.-Hikari dejo que las lagrimas rodaran por sus mejillas.

Al día siguiente Masao se presento en las oficinas de la corporación Takawuchi y se entrevisto con la doctora Okata.

-¿Trajo las cintas?.-interrogo impaciente la científica.

-Aquí están.-el hombre le entrego un pequeño paquete y juntos fueron hasta una sala de video destinada para los ejecutivos de la empresa.

-¿Quién es el sujeto?.-interrogo la científica.

-Mi hijastro.-Okata reacciono con sorpresa ante aquella revelación.

-¿Porque lo eligió a él?.-

-¿Importa?.-

-En realidad no.-dijo la mujer.-¿Y como esta?.-

-Bien.-dijo Masao soltando un suspiro extraño.-Como usted dijo regreso a su estado normal hace como seis horas, esta hambriento y fatigado como un naufrago, pero esta bien.-

-Tendré que examinarlo.-dijo la científica mientras colocaba la cinta en la reproductora.-¿Dónde esta?.-

-En casa.-

-Solo.-

-Si.-

-¿No teme que escape?.-

-Si lo hace. Su madre muere.-toco el turno a la doctora Okata se temblar ante la frialdad de un asesino como Masao.

-¿Seria capas de hacer eso?. Ella es su esposa.-

-Por 10 millones de dólares mataría a mi propia madre doctora.-Okata prefirió dejar el tema y encendió la reproductora. Por varios minutos ambos observaron las escenas, sin embargo, Masao descubrió un gesto de contrariedad en el semblante de la doctora.

-¿Algún problema?.-

-Esto no me sirve.-sentencio Okata apagando la reproductora.-Le dije claramente que necesitaba ver todo el proceso, no solo el resultado final. Tendremos que repetir el experimento.-

-¡¿Repetirlo?! ¡¿Usted cree que Hikari sobreviva?!.-

-Si. Según mis cálculos su cuerpo no se resistirá tanto a la metamorfosis como la primera vez. Lo cual asegura su sobre vivencia. ¿O acaso tiene alguna razón para oponerse?.-

-No.-dijo Masao. Sintiendo que su corazón se aceleraba al pensar en un nuevo encuentro con esa criatura que la ciencia había creado.

-Perfecto.-dijo la doctora Okata.-Nos vemos en su casa esta noche.-Masao sintió como si un cubo de agua fría le cayera encima.

-¿Usted vendrá?.-

-Desde luego. Quiero verlo por mi misma y grabar todo como se debe. ¿Esta bien a las 7pm?.-

-No hay problema.-dijo el falso detective dando la media vuelta para salir de la sala. El hombre se daba cuenta de que no quería que nadie más viera a Hikari convertido en ese ángel extraño y sensual, pero no podía impedirlo. Al llegar a su casa el matón se encontró con un desastre en la cocina, todos los alimentos congelados habían sido procesados en el microondas y devorados, dejando como única prueba de su existencia las cajas vacías. El hombre subió a la habitación de Hikari y lo encontró cuando este salía del baño. Al verlo el chico corrió hasta su habitación y cerro la puerta por dentro. Masao lo miro y encogiéndose de hombros bajo de nuevo para limpiar la cocina. En ese momento el timbre de la puerta sonó haciendo estremecer al falso detective. No podía ser la doctora Okata, apenas eran las 2pm.

Intrigado fue hasta la puerta y se asomo por la mirilla. Del otro lado se encontraba una chica, de la misma edad de Hikari, con el cabello sujeto en dos gruesas trenzas y unos lentes de pasta gruesa.

-¿Diga?.-interrogo el matón.

-Disculpe. Soy Akane Fujikata, amiga de Hikari.-Masao recordó que su esposa le había mencionado a una tal Akane que era... ¿novia de su hijastro?. El falso detective sonrió cruelmente, preguntándose que pensaría esa chiquilla boba si supiera lo que había pasado la noche anterior. En ese momento sintió unos pasos descendiendo por las escaleras y al volverse se encontró con Hikari.

-Recuerda.-le dijo en voz baja haciéndose a un lado.-Una sola palabra, un intento de fuga y tú madre morirá esta misma noche.-el muchacho asintió con la cabeza y abrió la puerta, tratando de ocultar su semblante.

-Hola.-dijo al ver a su novia en el umbral.

-¿Hola?.-repitió ella indignada.-¿Es eso todo lo que me vas a decir? ¿Después de que me dejaste plantada ayer cuando íbamos a hacer.... eso?.-

-Lo siento.-fue todo lo que él joven pudo decir. Akane lo miro fijamente, se veía enfermo, ojeroso y su voz parecía a punto de quebrarse. Su instinto de mujer le indico que algo malo estaba pasando.

-Te vez mal.-dijo haciendo a un lado su disgusto.-¿Estas enfermo?.-Hikari estaba buscando una respuesta que darle cuando su padrastro le tomo por el brazo y lo hizo entrar en la casa. Akane vio aparecer frente a ella al falso detective, quien la miraba despectivamente.

-¡Hikari esta bien chica!.-le dijo violentamente.-¡Solo necesita que idiotas como tú lo dejen tranquilo!.-sin agregar más Masao cerro le cerro la puerta en las narices. Akane pensó en llamar de nuevo, pero algo en su interior le indico que era mejo no hacerlo, así que decidió irse. Por el momento.

-¿Por qué la trataste así?.-protesto tímidamente el joven al quedar a solas con su padrastro. Este se mostró condescendiente y colocando sus manos en sus hombros le dijo con firmeza.

-No quieres meterla en esto ¿o sí?.-Hikari negó con la cabeza.-Buen chico. Ahora vete a descansar. Tendremos visitas esta noche. Hikari lo miro sorprendido pero no dijo nada, simplemente se marcho hacia su cuarto. Esa noche, puntualmente, la doctora Okata se presento en la casa de Masao. Traía consigo un maletín medico, unas cintas de video y un blok de notas. Sin preámbulos ambos subieron al cuarto de Hikari y entraron en el sin llamar a la puerta. El chico, que había estado durmiendo toda la tarde, se levanto asustado por aquella intrusión.

-¿Quién es usted?.-dijo mirando a la doctora Okata.

-Eso no importa.-le contesto indiferente la científica mientras sacaba su libreta de apuntes.-Necesito que te desnudes y te acuestes en la cama.-

-¡¿Qué cosa?!.-interrumpió Hikari indignado.

-¡Obedece!.-ordeno Masao amenazante. Hikari se despojo de sus ropas y se tendió en la cama, sus ojos estaba húmedos por el llanto, se sentía humillado é impotente, como cualquier animal de laboratorio. La doctora se coloco un par de guantes de látex y comenzó a revisar meticulosamente el sexo de su "paciente", palpando cada centímetro de piel y tomando notas a cada paso. Luego le tomo el pulso, escucho los latidos de su corazón etc. Cuando termino aquel examen la científica se mostró asombrada por los resultados.

-Increíble.-comento mientras guardaba sus apuntes.-Realmente los resultados son extraordinarios. ¿Donde esta su equipo de grabación?.-interrogo.

-Lo instale en mi habitación..-respondió el matón.

-Entonces vamos allá.-impaciente la mujer tomo a Hikari de la mano y así, desnudo, lo llevo hasta el cuarto de sus padres. Las cámaras de video estaban cargadas y listas, además Masao había instalado dos reflectores pequeños para mejorar la calidad de las grabaciones. Cuando todo estuvo listo la doctora saco de su maletín un frasco similar al que Masao tenía en su poder y extrajo de el una cápsula negra.

-Salga.-ordeno al pistolero sin vacilar.

-¿Qué?.-exclamo sorprendido.

-No necesito su ayuda. Ahora váyase y no me moleste mientras realizo el experimento.-mientras hablaba la científica empujo al incrédulo Masao fuera del cuarto y cerro la puerta de un solo golpe. El matón sintió que la sangre le hervía en las venas y por un momento sintió el deseo de derribar la puerta a patadas, pero el recuerdo de la suma prometida le hizo desistir. Echando pestes bajo al bar para beber algo fuerte, lo necesitaba.

-¿Por qué me hace esto?.-interrogo Hikari al quedarse solo con la doctora. Pero no obtuvo respuesta. La mujer simplemente le extendió la cápsula y le ordeno fríamente.

-Trágatela.-el chico dudo unos instantes, resistiéndose a ser solo un objeto de investigación, pero las amenazas de Masao acudieron a su mente y al fin abrió lentamente la boca. Okata introdujo la cápsula y le miro deglutirla. Entonces Hikari se recostó en la cama y espero, mientras la científica encendía los reflectores y encendía las cámaras de video, por suerte los cálculos de la doctora eran correctos. Esta vez Hikari no experimentó ningún dolor, solo sintió un calor intenso recorriéndole las venas, su cuerpo empezó a sudar casi de inmediato como si estuviera haciendo un ejercicio extremo mientras fuertes espasmos lo sacudían.

La doctora Okata estaba impactada, la transformación de Hikari era algo más allá de sus expectativas, su pene disminuyo de tamaño en pocos minutos al tiempo que una cicatriz se abría entre los muslos, rodeada de abultados pliegues que terminaron por formar los labios de la vulva. Miro como la cintura de hacia estrecha, mientras los huesos crujían lastimosamente, contemplo extasiada el nacimiento de unos pechos, un poco más grandes que los primeros, perfectamente delineados y coronados por rozados pezones. En cuanto a la cara, los rasgos seguían siendo los mismo pero más delicados y los ojos adquirieron ese brillo intenso característico de las mujeres.

Okata estaba paralizada, con un sudor frío cubriéndole el rostro, contando los minutos, temerosa de presenciar el mismo resultado que en sus pasadas pruebas. Pero nada ocurrió, Hikari quedo tendido en la cama, débil pero vivo. La científica se acercó al lecho y miro de cerca de su creación, era perfecta, anatómicamente perfecta, "hermosa"en grado superlativo. Con manos temblorosas empezó un nuevo examen, pero los ojos húmedos de Hikari, fijos en ella, la detuvieron. Eran fascinantes, brillantes como estrellas.

-¿Por qué me hacen esto?.-volvió a preguntar con una voz más aguda. Esta vez la doctora sintió que el corazón se le hundía en el pecho, por primera vez en su vida se sintió avergonzada de su ambición científica. Y esos ojos... esos ojos.... Incapaz de soportar esa mirada la científica se aparto de su obra y corrió hacia el baño de la habitación, torpemente se despojo de los guantes y de su bata blanca, y abriendo el grifo del agua empezó a mojarse la cara en un intento por recobrar la calma. Al terminar contemplo su imagen en el espejo del lavabo.

-¿Qué has hecho?.-se pregunto. En eso un gemido llego hasta ella procedente de la habitación, asustada se volvió y miro hacia la puerta, sintiendo que su corazón le latía con fuerza. Sin saber porque se despojo de sus zapatos de tacón antes de acercarse a la entrada del baño, acaso no deseaba hacer ningún ruido que perturbara a su "paciente", por un momento temió que algo hubiera salido mal; que Hikari estuviera muriendo a causa de la nueva transformación. Temiendo lo peor salió del baño y lo que vio la hizo estremecer.

Hikari seguía sobre la cama, tal como lo había dejado, solo que ahora se estaba masturbándose salvajemente, todo su cuerpo estaba cubierto por una fina capa de sudor, con los ojos cerrados y las mandíbulas apretadas, por su mentón escurría un hilillo de baba cristalina y entre las piernas, concretamente en su vulva recién hecha, tenía metido algo que después reconoció como un tubo plástico de desodorante. Okata estaba paralizada por la sorpresa. Sin poder apartar su mirada de aquel cuadro, escuchando los gemidos cada vez más fuertes y... ¿excitantes!, viendo como los pliegues de la vulva apretaban ese cuerpo cilíndrico mientras Hikari acribillaba dolorosamente su sexo de mujer. Mientras que, con su mano libre, se estrujaba los pechos que ahora estaban amoratados por la rudeza de las caricias. Pero lo que más altero a la mujer fueron las palabras de su víctima.

-¡Aaaaahhhh!... ¡si!... ¡Mírenme malditos!... ¡Vean lo que me han hecho!... ¿Ya están contentos?... ¡Lo están!...-decía masturbándose directamente frente a los ojos mecánicos del equipo de video. El cuarto estaba lleno de un aroma almizclado, tan intenso que la doctora Okata sintió que la cabeza le daba vueltas, pero su mayor horror fue sentir como escurría entre sus muslos los jugos calientes de su propia vulva. ¿Qué le estaba pasando? Ella nunca había sentido atracción por otras mujeres, y ¡además estaba a mitad del experimento más importante de su carrera!. Furiosa consigo misma entro a la habitación, desafiante, tratando de recobrar el control de sus emociones.

-No debes hacer eso.-le dijo con autoridad sentándose en un borde de la cama.-Podrías lastimarte seriamente si....-la doctora no pudo seguir hablando. Aquellos ojos la miraban llenos de dolor, de horror, de una pasión que parecía nacer del mismo infierno.

-Ayúdeme... ayúdeme....-suplicaba. Okata sintió que las lagrimas le corrían por las mejillas y haciendo a un lado su objetividad científica acaricio el cabello corto, mojado en sudor, de "la joven" El contacto de su mano sobre aquella piel fue un error fatal, al instante sintió que una oleada de fuego entraba en su cuerpo y sin poderse contener tomo la cabeza de Hikari entre sus manos y acercándose a "ella" pego sus labios a los suyos y dejo que su lengua penetrara en su boca, jamás había experimentado una sensación como aquella, noto que su cuerpo se abandonaba a ese beso extraño. Loca de pasión la doctora Okata empezó a desabotonar su blusa desesperadamente, arrancando los botones que se resistían a sus deseos, luego se despojo de su brassiere y sin perder tiempo se trepo sobre Hikari para frotar sus senos, grandes y redondos, contra los pequeños pechos del andrógino. Moviéndose en forma circular para que sus pezones se enroscaran, mientras su boca seguía unida a esos labios rojos y delgados, sorbiendo la saliva de la boca como si estuviera sedienta. Frenéticamente la científica lucho por despojarse de su falda sin soltar el cuerpo cálido que tenía bajo ella. Cuando lo logro se arranco también las bragas y acomodándose entre los muslos de su víctima comenzó a rotar las caderas contra el pubis de Hikari, como su fuera un macho ansioso de copular. Luego tomo una de las bien torneadas piernas de su creación y levantándose se abrazo a ella, mientras su vulva y la de Hikari se unían en un beso safico, entonces la mujer noto la presencia de algo puntiagudo y caliente que le picaba entre los labios vaginales, asombrada miro hacia la unión de sus sexos y descubrió el prominente clítoris de la chica artificial.

-¿Qué es esto?.-se pregunto acercando sus dedos para tocar esa cosa. Al hacerlo sintió como su amante se estremecía mientras una sabia escurría por sus muslos. La doctora tuvo entonces una idea extraña, y abriendo los labios de su vulva "devoro" el clítoris de Hikari, para enseguida volver a frotar su sexo contra el de "ella", el resultado fue más allá de sus expectativas. Aquella cosa era como una uña gigante que le raspaba casi dolorosamente en sus entrañas, provocando que sus líquidos brotaran a cada roce, hasta que la cabeza le dio vueltas y todo a su alrededor se torno negro.

Masao Ayima estaba sentado en la sala, de frente a su televisión pero sin prestar atención al programa que se transmitía, con un vaso de licor en la mano, esperando. Al fin sintió el sonido de la puerta de arriba y el ruido de pasos descendiendo por las escaleras. Rápidamente se puso de pie y fue directo a ver quien era, ante sus ojos apareció la imagen de una doctora Okata distinta a la que había dejado hacia casi ocho horas, pálida, de andar vacilante y ojos llorosos, con el cabello suelto y sus ropas en desorden, incluso hubiera jurado que su blusa estaba al revez, la mujer paso a su lado sin decir nada y camino hacia la puerta.

-¿Todo esta bien?.-pregunto preocupado. La mujer de volvió y asintió con la cabeza, luego salió sin decir nada. De inmediato el falso detective subió las escaleras de dos en dos escalones y se lanzo hacia el cuarto de Hikari, una oleada de desesperación se apodero de él cuando vio la cama vacía, miro en todas direcciones y por un momento pensó en correr detrás de la doctora Okata para averiguar la verdad. En ese momento recordó el cuarto de baño y sin titubeos se lanzo hacia la puerta, al abrirla encontró a su "hijastro", de pie frente al espejo, admirando ese cuerpo femenino que ahora era su prisión.

-¿Estas bien?.-le pregunto sin disimular su preocupación. "Ella" lo miro indiferente y solo asintió con la cabeza. Masao se acercó y admiro el reflejo de la criatura sobre el cristal. Con sumo cuidado el matón ayudo a su víctima a regresar a la habitación y a la cama. Apenas se hubo recostado Hikari sintió las manos de su padrastro acariciando suavemente su cuerpo de mujer... y sonrió.

¿Fin?.

Autor "El Monje"