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What if...? (2: Carne y sangre)

en Parodias

What If...? 2

¿Qué pasaría... Si al final de al serie "Chica Marioneta" Otaru hubiera obtenido su propio milagro?

Carne y sangre.

El gran castillo de Japanes se preparaba para llevar a cabo la celebración más grande de su historia reciente. El cumpleaños número 16 de las llamadas "princesas de Japanes", Lima Cereza y Zarzamora, hijas adoptivas de la hermosa gobernante Loreley. Nadie podía imaginar que aquellas hermosas jovencitas habían sido hacia algunos años las tres marionetas(androides) que los habían salvado de la destrucción. De hecho muchos consideraban aquello como una mera leyenda. Solo el invitado de honor el Führer Fausto de la vecina Gartland y la propia Loreley sabían que todo era cierto. Mientras los preparativos se llevaban a cabo ambos regentes se encontraban en uno de los salones del castillo revisando los últimos reportes sobre los campos de plasma en la atmósfera de Terra II, cuando tres gráciles figuras hicieron su entrada triunfal. .

-¡Tío Fausto!.-exclamaron alegremente Cereza y Zarzamora acercándose al rubio comandante quien las recibió con los brazos abiertos.

-¿Cómo están pequeñas?.-les dijo mientras admiraba lo mucho que habían crecido. Al tiempo que se sorprendía por el extraordinario parecido que guardaban con las marionetas que el había conocido en el pasado. Cereza era baja de estatura, de figura menuda y frágil en apariencia. La larga cabellera violeta que enmarcaba su hermoso rostro era lo que más la asemejaba a su ser anterior. Zarzamora era idéntica a la marioneta que lucho contra él, sobre todo por su larga cabellera roja que ondeaba orgullosa bajo la brisa, sin mencionar su figura alta y voluptuosa que era la envidia de todas las chicas de su edad en Japanes. En ese momento el Führer fijo su atención en Lima, quien permanecía de pie a la entrada del salón. Ella poseía esa cara graciosa é inocente que transmitía calidez a todos los que la conocían, además de una figura perfecta, pero ese día su rostro estaba triste y demacrado.

-¿Qué ocurre Lima?.-le pregunto Loreley notando lo mismo que Fausto.-¿Estas enferma?-

-Necesito preguntarte algo mamá.- respondió Lima con la voz quebrada.

-Malo es si me llamas mamá.-sentencio preocupada la bella regente.

-Tengo que decirte mamá... y también Loreley... necesito a mi madre y a mi amiga.-Loreley miro tiernamente a su "hija" y pasando su brazo por sus hombros le acompaño fuera del salón.

-¿Qué es lo que quieres preguntarme?.-dijo cuando ambas llegaron a uno de los balcones del palacio.

-¿Dónde esta Otaru?.-pregunto directamente la joven princesa. Loreley perdió el color de sus mejillas y sin poderlo evitar sintió que sus manos temblaban. Por años ella misma se había hecho aquella pregunta sin encontrar jamás la respuesta.

-¿Por qué me preguntas eso Lima?.-

-Responde mamá:-suplico Lima con los ojos llorosos a causa de la impaciencia.

-Lima.-murmuro Loreley al tiempo que admiraba la infinita tristeza en los ojos de su "hija".-Sabía que las posibilidades de que tú memoria como marioneta perdurara en tu subconsciente era muy grande. Pero no esperaba que tanto.-

-Entonces, ¿realmente fuimos marionetas?.-interrogo Lima con ansiedad.

-Si.-respondió Loreley.-No me preguntes ¿como o porque? Pero el hecho fue que sus conciencias se transplantaron por si mismas a los tres primeros clones que se crearon a partir de mi base genética.... un milagro y nada más.-

-¿Y Otaru?.-pregunto nuevamente Lima retomando el tema de su conversación.-¿Dónde esta?.-

-Lima. Te juro que en cuanto supe que tu y tus hermanas habían "nacido" yo misma le busque para darle la buena noticia, pero fue en vano...no pude encontrarlo. Finalmente las traje a vivir conmigo al palacio y las presente al mundo como mis hijas.-

-Pero ¿por qué dejaste buscándolo?.-insistió la joven con evidente reproche.

-¡En aquel tiempo Japanes y Xi’an estaban en ruinas por la demoníaca maquinación del Dr. Hess!.-exclamo Loreley sintiéndose extrañamente acosada.-¡Mucha gente buena murió entonces y yo debía concentrar mi atención a ayudar a mí pueblo, no a un solo hombre!. ¡Aunque ese hombre fuera Otaru Namiya!.-ambas se miraron fijamente por unos segundos. Al final Lima perdió totalmente la compostura y salió del bacón llorando escandalosamente. Dejando a Loreley con la angustia clavada en el pecho.

-¿Dónde estas Otaru?.-se pregunto mirando hacia las lejanas montañas.

Los árboles se agitaban con el viento mientras los rayos del sol centellaban entre sus ramas. Aquel lugar era tan tranquilo que casi podía quedarse dormido, de no ser por que ella estaba a su lado. Su cuerpo no era casto ni voluptuoso, pero si bellamente formado, diría que era perfecta; una imagen digan de cualquier poeta. No había nada más agradable que tenerla desnuda a su lado, los dos tendidos sobre el húmedo pasto después de haber comido su almuerzo. Ahora sentía surgir otra clase de apetito, tiernamente deja que su mano se deslice por su cuerpo, esta fría... tan fría.... que parece arder bajo su tacto. Ella lo mira y le extiende los brazos.

-¡Aaaaaaa!- gime al sentirla entre sus brazos y sentir su hermoso y delicado cuerpo pegarse contra su propia piel. No hay palabras, no las necesitan desde hace mucho, simplemente dejan que su cuerpo actué. Que sus labios besen los hermosos pechos, que sus manos acaricien y aprieten cada palmo de ella. Y ella lo rodea con las piernas y le ofrece su flor intima para que enfunde su lanza de guerra. Ambos gimen cuanto el la penetra, pero con sus bocas unidas en un beso ardiente nadie puede oírlos, si hubiera alguien cerca.

El deseo de poseerla se vuelve imperativo, debe ser suya.... suya para siempre, por eso, sin soltarla ni un centímetro la hace rodar sobre el pasto para quedar sobre ella, su miembro se hunde más profundamente y nuevamente siente que ha desflorado a una virgen.

Se mueve lentamente, disfrutando cada roce su pene contra las paredes vaginales, mientras ella se agita bajo su cuerpo, gimiendo y llorando como una niña, pero empujando su pelvis contra el de su cabalgador para que la herida sea aún más profunda. El quisiera detener el tiempo para disfrutar eternamente, pero sabe que no puede, entonces la rabia se apodera de él y arremete salvajemente mientras su boca y la de ella se unen una vez más jurándose amor eterno. Entonces ella sabe que es el momento y cerrando con fuerza las piernas en torno a su amante y lo empuja contra su cuerpo. El se derrama dentro de ella y ambos quedan tendidos sobre la hierba, bajo el moribundo sol de la tarde.

Las estrellas brillaban en el cielo, pero esa noche no había ojos que las admirasen. En su habitación Lima permanecía sentada en la oscuridad, sin esperanza de conciliar el sueño, solo pensando y recordando aquellos días lejanos, cuando su vida era tan sencilla como solo puede serlo la existencia de una maquina. Pero por sobre todas las cosas estaba el recuerdo de aquel joven de cabellos castaños y ojos color miel que la miraban llenos de ternura.

-Otaru.-murmuro antes de volver a llorar.

-Deberías olvidarlo Lima.-le dijo una voz en la oscuridad. La joven se volvió de inmediato y descubrió a sus hermanas, que sigilosamente habían acudido a su habitación para hablar con ella. Cereza y Zarzamora llegaron hasta ella y le abrazaron fraternalmente.

-No quiero.-les dijo con infantil terquedad.-¿Acaso ustedes lo han olvidado? ¿Ya no recuerdan todo lo que pasamos a su lado? ¿Lo que sentíamos por él?-Cereza y Zarzamora guardaron silencio, claro que ellas también lo recordaban, tan claramente como si todo hubiera pasado el día anterior, recordaban sus ademanes, su risa, la forma en que peleaban por el. Las aventuras que pasaron juntos... y la forma en que se separaron Y aunque en el corazón de Zarzamora también existía también el recuerdo del joven cirquero Ayashi, la añoranza por Otaru era más fuerte.

-Claro que lo recordamos.-dijo la pelirroja con voz temblorosa.-Pero las cosas ya no volverían a ser como antes aunque Otaru estuviera aquí.-

-Es cierto.-apoyo Cereza.-Ten en cuenta que mi señor Otaru debe haber envejecido en la misma proporción que nosotras hemos crecido. Así que no sería posible que....-

-NO ME IMPORTA!.-grito Lima cubriendo sus oídos con ambas manos.-¡YO QUIERO VER A OTARU! ¡QUIERO QUE ESTE AQUÍ CONMIGO!.-

-¡Lima!.¡¿Por qué insistes en eso?!.-interrogo Zarzamora tomando a Lima por los hombros para sacudirla como a una niña malcriada.

-Porque... lo amo.-respondió Lima con una sinceridad que dejo a sus hermanas sin habla.-Recuerdo perfectamente que quería ser humana para poder estar siempre con Otaru, para ser su novia, para casarme con él. Por eso caí en la trampa del Dr. Hess. Porque quería tener carne y sangre para que Otaru pudiera amarme... y ahora que las tengo él no esta aquí.-sin poder soportar más Lima se abrazo a su hermana pelirroja y dejo que sus lagrimas brotaran una vez más. Afuera de la habitación una figura había escuchado todo y tras un momento de duda partió por el pasillo hacia la habitación de huéspedes.

Fausto se encontraba aún despierto, leyendo un complejo informe sobre nuevos husos para la energía de plasma, cuando alguien llamo a su puerta.

-¿Quien es?.-pregunto sin apartar la vista del informe que tenía en las manos.

-Loreley.-le respondió una voz femenina al otro lado de la puerta. Al escuchar aquella respuesta el gobernante de Gartland se puso de pie inmediatamente y acudió hacia la puerta. Al abrirla se encontró con la grácil figura de Loreley, en cuyo rostro se rebelaba una gran pena.

-¿Ocurre algo Loreley?.-le pregunto haciéndose a un lado para dejarla pasar.

-Es Lima.-dijo en cuanto estuvieron a solas.

-¿Qué ocurre con ella?.-en pocas palabras Loreley le contó al Führer de Gartland sobre la conversación que había escuchado en la habitación de la joven.

-Pero eso es una tontería.-dijo Fausto en cuanto Loreley termino de hablar.-¿Cómo puede estar enamorada de un hombre que nunca ha visto?.-

-Recuerda que ella y las chicas conservan muchos recuerdos de su vida anterior y que sus sentimientos hacia Otaru eran muy fuertes.-

-Aun así me parece una locura.-afirmo Fausto.-En todo caso, aún cuando Otaru era muy joven entonces, ahora debe tener edad suficiente para ser el padre de Lima.-

-Lo se.-dijo Loreley con tristeza.-Pero aún así no puedo dejar de pensar que cometimos una injusticia.-

-¿Qué quieres decir?.-

-Tu sabes que por varios años todos nuestros esfuerzos estuvieron encaminados hacia la reconstrucción de Japanes y la creación de más clones femeninos para que la población aumentara de manera "natural". Por eso, en algún momento, nos olvidamos de Otaru y dimos por hecho que las chicas lo olvidarían también.-

-No fue nuestra culpa.-dijo Fausto fríamente.-Nunca quisimos ocultarle lo que había pasado. El tomo su decisión y nosotros teníamos un deber que cumplir.-

-Pues ahora nuestro deber es encontrarlo.-dijo decididamente la bella regente.-Tiene que saber que ellas viven y que lo recuerdan. ¿Me ayudaras?.-

-Tu sabes que sí.-dijo Fausto no muy convencido.-¿Pero que haremos respecto a Lima cuando lo encontremos?.-

-Dejaremos que el destino lo decida.-respondió Loreley acercándose a Fausto para depositar un beso de gratitud en su mejilla.-Es lo correcto.-la bella regente abandono la habitación de su invitado y regreso a sus propios aposentos. Al quedarse solo Fausto medito por algunos instantes antes de tomar una decisión.

-¡Vengan!.-ordeno mientras tomaba asiento en su escritorio. Su voz aún resonaba en el cuarto cuando tres voluptuosas figuras se hicieron presentes ante él.

-¡Ordene usted señor Fausto!.-dijo marcialmente Tigresa la líder de las llamadas "muñecas sable de Gartland".

-Busquen y encuentren a Otaru Namiya.-ordeno Fausto sin miramientos. Las tres marionetas de guerra se miraron entre sí pero no se movieron de su sitio. Aptitud que no fue bien vista por el enérgico comandante. -¿Qué están esperando?.-dijo impaciente.

-Perdón mi señor Fausto pero...-empezó a decir tímidamente Tigresa.

-¿Dónde debemos comenzar?.-interrogo Lince sin atreverse a mirar a su señor.

-Han pasado tantos años.-observo Phanta. El Führer guardo silencio, buscando en su mente alguna pista que pudiera ayudar a sus sirvientes a cumplir con su misión. Entonces una idea paso por su mente, era tan obvia que no se había ocurrido en años.

Como cada mañana escucho sus pasos entrando a su habitación. Oyó perfectamente su voz cándida, llamándolo por su nombre, urgiéndolo para que tomara su desayuno y saliera hacia su trabajo. Como cada mañana sonrió como un niño travieso y fingió no despertar, ella entro en la habitación y sentándose a un lado de la cama le sacudió. Momento que él aprovecha, como siempre lo hacía, para atraparla entre sus brazos y jalarla a su lado. Ella se deja atrapar dócilmente y recibe sin dudar los labios masculinos sobre los suyos. Como cada mañana él la recorre con la mirada, es tan pequeña, de piel tan blanca con un cabello tan largo que casi cubre su desnudes. Dulcemente le pasa los labios por las delicadas curvas de su pecho mientras sus manos acarician las bien torneadas nalgas.

Ella gime un poco y él sabe lo que debe hacer, con cuidado se coloca sobre ella y acomoda su miembro en la entrada de su sexo. Ella es tan estrecha que siempre siente temor de lastimarla, pero ella acaricia su rostro con sus pequeñas manos alentándolo para seguir. El la besa apasionadamente en sus labios delgados y pálidos, al tiempo que la sujeta por las caderas y empuja por primera vez. Ella lo rodea con las piernas y también empuja su cadera contra la de su amante. Todo es suave y despacio, él siente la dulce opresión que sobre su pene ejercen las húmedas paredes de la vulva, siente como la punta de su miembro toca el fondo, en donde una especie de uñas minúsculas le cosquillean deliciosamente a cada embestida; por momentos ambos quedan inmóviles, como estatuas de piedra bañadas por el sol del amanecer. Ella lo besa apasionadamente mientras sus manos danzan voluptuosamente sobre el cuerpo de su señor, cuya piel se estremece bajo sus dedos fríos como el hielo.

Ambos gimen y tiemblan cuando el momento se acerca. Entonces la abraza con todas sus fuerzas, sintiendo su cuerpo se agita cuando él vierte toda su pasión en ella. Como cada mañana.

Mitsuru Hanagata se disponía a salir rumbo a su oficina. Ahora, tras el retiro de su padre, él era el hombre más rico de Japanes y probablemente de toda Terra II. Aunque seguía siendo el mismo debilucho y llorón de siempre, ahora era casi imposible que alguien le pusiera un dedo encima, contaba con los mejores guardaespaldas y con dos marionetas perfectamente equipadas para la lucha. Razón por la cual toda su atención estaba concentrada en la elección de una corbata adecuada para su primera reunión de negocios del día.

-Necesito un nuevo guarda ropa.-pensó mientras desechaba otra corbata más. Desesperado miro el montón de prendas que tenía a sus pies y decidió darle otra oportunidad a una corbata de color rojo, pero al colocarse frente al espejo descubrió que alguien lo miraba por encima de su hombro.

-¡Aaaaaayyyyyyy!.-grito volviéndose aterrado hacia el intruso.

-¡Silencio Hanagata!.-le ordeno una voz femenina llena de autoridad. Al mirar detenidamente a la dueña de aquella voz el cobarde empresario la reconoció al fin.

-¿Tigresa?.-dijo sorprendido.-¿Qué diablos estas haciendo aquí?-

-Mi Señor Fausto necesita hablar contigo.-explico la marioneta de guerra. Hanagata se puso de pie y reasumió sus aires de gran señor.

-Pues dile al "señor Fausto" que haga una cita con mi secretario.-dijo colocándose frente al espejo para continuar con su "ardua labor".-El día de hoy mi agenda esta llena.-Tigresa frunció el ceño.

Cinco minutos más tarde, en al palacio de Japanes, las puertas del comedor se abrieron de golpe para dejar el paso libre a Tigresa quien sostenía sobre su cabeza a un joven rubio atado con incontables corbatas en todo su cuerpo. Al llegar frete a su señor la voluptuosa marioneta arrojo su carga a sus pies.

-¡Aaayyyyy!... ¡Aaaayyyyy!... ¡¿Por qué me pasa esto a mi si soy tan bueno?!.-gimoteaba Hanagata retorciéndose a los pies e Fausto.

-¿Era eso necesario Tigresa?.-dijo el Führer de Gartlad, sorprendido de ver al empresario en aquel trance.

-Disculpe mi señor Fausto.-contesto Tigresa al tiempo que inclina respetuosamente ante él.-Pero este.... caballero se negó a aceptar su invitación y se que usted no esta acostumbrado a esos desaires.-Fausto bajo la cara para disimular su sonrisa. En verdad Tigresa le conocía muy bien.

-¡FAUSTO!.-exclamó el atado Hanagata desde el piso del salón.-¡YA VEO QUE NO HAS CAMBIADO! ¡SIGUES SIENDO EL MISMO MONSTRUO QUE OTARU Y YO DERROTAMOS HACE AÑOS!.-

-¡¿QUÉ TU Y OTARU QUE....?!-interrogo burlón un coro de voces femeninas. Sorprendido Hanagata volvió la cabeza y descubrió a cuatro mujeres sentadas a la mesa del comedor, una era Loreley y las otras tres le resultaron familiares de inmediato.

-¡LIMA, CEREZA, ZARZAMORA!.-exclamo con la cara roja de vergüenza. Más tarde, desatado y sentado a la mesa, Hanagata se entero de la razón de su "secuestro".

-¿Quieren saber donde esta Otaru?.-dijo sin comprender el porque de esa pregunta.

-Es importante.-dijo Loreley mirando de reojo a Lima.-Por favor si recuerdas algo que nos de una pista... lo que sea.-Hanagata se cruzo de brazos y cerrando los ojos asumió un aire pensativo, pero al final solo bajo la cabeza.

-Lo siento Loreley. Yo tampoco se donde pueda estar.-un pesado silencio se hizo en el salón, mientras Lima sentía sus esperanzas romperse en pedazos.

-Entiendo.-dijo la regente apenada por lo ocurrido.-Daré instrucciones para que te lleven de vuelta hasta tu casa y te ruego disculpes las molestias.-

-Lo siento.-repitió Hanagata mientras se ponía de pie para retirarse. Por un momento sus ojos se fijaron en las chicas, eran tan parecidas a las marionetas que él recordaba, sobre todo Lima. Ah si Otaru pudiera verlas, si pudiera saber que después de todo ahora eran felices. Ese pensamiento le hizo recordar algo que le ilumino el rostro.-¡UN MOMENTO!.-exclamó volviéndose hacia Loreley.

-¿Recordarte algo?.-interrogo Lima sintiendo renacer su fe.

-No estoy seguro.-dijo cautelosamente el joven empresario. Pero no bien termino de hablar unas manos firmes le sujetaron por las solapas y lo zarandearon como a un muñeco.

-¡Escucha bien lo que dijo gusano!.-rugió Zarzamora mirando fijamente al asustado Hanagata.-¡Dinos lo que sabes o te romperé todos los dientes!.-

-¡Zarzamora!.-grito a su vez Loreley poniéndose de píe.-¡Compórtate como una señorita!.-

-Lo siento.-dijo la pelirroja soltando a Hanagata.

-Discúlpala.-suplico Loreley mientras volvía a tomar asiento.-Pero estamos desesperados.-

-Por favor.-intervino Lima casi al borde del llanto.-Por favor si sabes algo dilo Hanagata.-

-De acuerdo.-dijo el joven empresario acomodándose la ropa.-Pero les repito que no estoy seguro.-todos los presentes guardaron silencio y expectantes escucharon lo que su "invitado" tenía que decirles.-Hace como tres años, cuando mi padre se retiro de los negocios, tuve que hacer un viaje a Romana. Con el objeto se supervisar un embarque de madera muy valiosa que habíamos comprado. Bueno mientras estaba en la estación del tren, revisando el embarque, vi a un hombre.... que me pareció era Otaru.-

-¡Estas seguro!.-grito Lima impaciente.

-Ya te dije que no.-replico Hanagata.-Solo se que debía tener más o menos la edad correcta, que vestía ropas de Japanes y que su cabello era igual al de Otaru. Lógicamente intente acercarme, pero era tal el movimiento de vagones y gente que lo perdí de vista. Intrigado fui donde el administrador y le pregunte si había algún Otaru Namiya en su nomina. El me dijo que no, pero que si tenía empleado a un hombre de Japanes que se hacia llamar Obirchi Ieyaso.-

-¿Obirchi Ieyaso?.-repitió Fausto intrigado.-No me parece un nombre muy común.-

-No lo es.-ratifico Hanagata.-De hecho, tanto Ieyaso como Obirchi son los nombres de dos personas que Otaru estimaba mucho, su maestro de artes marciales y nuestro último Shogun.-

-Luego entonces podría ser un nombre falso.-dedujo perspicazmente el Führer de Gartlad.

-¡Un momento!.-exclamo Lima poniéndose de pie.-¡¿Por qué no te quedaste para saber si de verdad era Otaru?!.¡¿Y por qué Otaru daría un nombre falso estando tan lejos de Japanes?!.-

-Por desgracia el embarque era urgente y no tenía tiempo para seguir una sospecha.-contesto sobriamente Hanagata.-En cuanto a cambiarse el nombre... a veces se hace por dolor, para romper totalmente el pesado. Tal vez no lo sepan pero cuando ustedes... es decir "ellas"... partieron en esa infernal nave espacial Otaru quedo hecho pedazos. No comía ni dormía, solo contemplaba el cielo como si creyera que volverían como la última vez. Luego, cuando perdió esa esperanza, se marcho sin decir nada a nadie.-todos guardaron silencio conmovidos por las palabras de joven empresario.

-Romana.-murmuro Loreley sopesando cual sería la acción más prudente a seguir. Pero antes de que pudiera decidirse Lima se puso de pie y emprendió la marcha fuera del salón.

-¡Espera Lima!.-ordeno Loreley adivinando las intenciones de su "hija".-¡Hanagata no esta seguro.! ¡Tal vez solo se confundió!.-

-¡Voy a buscar a Otaru!.-proclamo Lima sin inmutarse.-¡No me importa si esta en Romana o no! ¡Solo se que no voy a encontrarlo encerrada en el palacio!.-

-¡Bien dicho Lima!.-apoyo Zarzamora contagiada por el entusiasmo de su hermana.-¡Yo te acompañare y juntas lo encontraremos!.-

-¡Yo también voy!.-se les unió Cereza.-¡Tengo muchas ganas de ver a mi señor Otaru! ¡¿Cuándo nos vamos?!.-

-¡¿PERO ES QUE SE HAN VUELTO LOCAS?!.-grito Fausto atrayendo hacia si todas las miradas.-¡NO ES POSIBLE QUE LAS TRES PRINCESAS DE JAPANES ANDEN POR AHÍ SOLAS BUSCANDO A UN HOMBRE!-Lima sonrió maliciosamente.

-Eso significa que nos acompañaras. ¿No es así tío Fausto?-el poderoso Führer de Gartland se quedo mudo de indignación, y para cuando quiso responder las chicas ya se habían marchado. Entonces un leve risa se dejo escuchar en el salón.

-¿De que te ríes Loreley?.-pregunto sintiendo que la vista se le nublaba.

-Hacia tanto que no las veía tan entusiasmadas.-dijo Loreley más para si misma que para el ofendido Fausto. Quien no tardo en recobrar la serenidad.

-No obstante podrían sufrir una decepción.-dijo poco satisfecho del giro que habían tomado las cosas.

-Quizás.-replico Loreley.-Sin embargo, empiezo a creer que la decepción será mejor que la incertidumbre.-sin decir más la hermosa regente salió del salón seguida por Hanagata, quien ya estaba planeando ir con las chicas. Al quedarse solo con Tigresa Fausto decidió aceptar los hechos consumados y actuar en consecuencia.

-Comunícate con las autoridades de Romana. Si ese tal Obirchi Ieyaso sigue allá quiero saber donde encontrarlo antes de que lleguemos.-ordeno mientras abandonaba el mismo el salón.

-Enseguida Señor Fausto.-

El día había sido largo y el trabajo agotador, pero al fin estaba de regreso en casa. Realmente odiaba tener que bajar hasta el pueblo, pero necesitaba el dinero que el viejo herrero estaba dispuesto a pagarle por ayudarlo de vez en cuando. Ahora, después de su último trabajo, tenía dinero suficiente para comprar provisiones y tal vez algún regalo. Pero en ese momento solo quería darse un buen baño.

Al llegar a casa fue recibido con toda clase de mimos y palabras cariñosas, como si fuera un guerrero que vuelve de una gran batalla. Casi se sintió apenado al solicitar que le calentaran agua para darse un baño. Pero igual tenía que asearse así que lo pidió. Más tarde se limpio el cuerpo con abundante agua y jabón antes de sumergirse en la tina llena de agua caliente. Por un roto se quedo quieto, abandonándose a la delicada caricia del agua. Entonces la puerta se abre y ella aparece en el umbral.

-La cena estará pronto.-anuncia, pero no se retira. Solo espera. Ella era una visión celestial para sus ojos, con sus larga cabellera, con su bello rostro de facciones firmes, por no hablar de sus hermosos pechos, grandes y firmes como tallados en mármol, de su cintura breve y de sus caderas amplias y poderosas. El le tendió la mano y le dijo picaramente.

-Báñate conmigo.-ella no dudo un segundo y comenzó a despojarse de sus ropas. Dejando su cuerpo a la vista de su señor. El sintió como un fuego se encendía poco a poco en su entrepierna al verla desnuda é inocente mientras se acerca y se mete con el en la tina. Pero apenas ella se acomoda frete a él, las manos varoniles se lanzan en pos de los deliciosos frutos de su cuerpo, disfrutando de la dureza de sus pechos duros y erectos, de pezones delicados al tacto. El los acaricia por un rato entes de llevárselos a la boca para morderlos y chuparlos. Ella no dice nada, nunca lo hace, pero gime de dolor y placer.

Luego él lleva sus labios hasta su cuello y la colma de besos y palabras de amor, mientras su mano acaricia los delicados labios de su intimidad. Ella levanta las piernas y las separa para que él pueda acomodarse entre ellas. Sus bocas se buscan una y otra vez, sus lenguas se entrelazan y ya nada importa. Delicadamente coloca la roja cabeza de su falo entre los delicados pétalos, disfrutando con el solo hecho de estar ahí, antes de arremeter como el guerrero que es. Poco a poco va introduciéndose en ella hasta llegar al final de su vagina. Entonces las cosas cambian. Ella empuja su cadera contra él, quien se encuentra embebido disfrutando de lo estrecha que es su cavidad que parecía morder su lanza amatoria. Cuando ella se mueve el comienza a gemir, sintiendo dolor y placer al mismo tiempo, mientras ella le araña la espalda y le muerde el cuello casi hasta que la piel casi cede. Es casi demasiado doloroso, pero él lo resiste, no tiene más remedio, es el precio por gozar de ella. Quizá algún día lo mate, pero eso no le asusta. Todo es mejor que perderla, todo es tolerable si es ella la que le infringe el dolor.

La caminata se había prolongado por varias horas y todos daban claras muestras de cansancio, excepto Lima que parecía dispuesta a caminar hasta el fin el mundo. Hacia ya una semana que habían llegado a Romana, las autoridades locales no habían sido de mucha ayuda, había demasiada gente viviendo lejos de la capital como para tener un control estricto, así que no les quedo más remedio que buscar por ellos mismos. En cada casa, en cada iglesia, a cada persona que se cruzaba en su camino. Pero la respuesta fue siempre la misma, hasta esa mañana.

-Podría ser él.-les dijo el encargado de una bodega en un pueblo casi perdido en las montañas. Mientras veía la fotografía, proporcionada por Loreley, de Otaru Namiya.

-Se perece mucho al tipo que viene de vez en cuando a trabajar con el herrero Antolini.-con esa pista las chicas, acompañadas de Fausto y sus muñecas sables, así como del pegostioso Hanagata, se dirigieron a ver al citado herrero quien les confirmo lo dicho por el encargado.

-Es él sin duda.-dijo tras estudiar la foto un momento.-Aunque esta foto debe ser de cuando era más joven.-las jóvenes se miraron entre si llenas de entusiasmo. Solo Fausto se mostraba renuente, después de todo aquellos dos eran hombres viejos y podían confundirse. Aún así era la mejor pista en muchos años y no le quedo más que pedir la dirección de aquel hombre.

-Suban por el camino a las montañas.-les dijo el viejo herrero.-A unos 10 kilómetros encontrara un vereda que los llevara directo hasta su casa. Pero tengan cuidado el tipo es... raro.-Lima, Cereza y Zarzamora no prestaron atención a las últimas palabras del viejo y emprendieron el camino seguidas por Hanagata, quien cargaba con la mochila más pesada justo como en los viejos tiempos. Fausto les dejo alejarse un poco y luego se volvió hacia el viejo.

Varías horas después, cerca de las 4 de la tarde, el grupo llego finalmente al claro donde se levantaba la cabaña del hombre misterioso. Era más grande de lo que habían creído y estaba en buenas condiciones.

-Estén alerta.-ordeno Fausto discretamente a sus tres marionetas guerreras.

-¡OTARU!.-grito Lima antes de lanzarse a toda carrera hacia la cabaña.

-¡Espera Lima!.-le gritaron Cereza y Zarzamora quienes ya no podían dar un paso más. Fausto y las sables emprendieron la carrera detrás de Lima. La joven vio en la distancia como la puerta de la cabaña se abría y una recia figura masculina aparecía en el umbral.

-¡OTARU!.-grito de nuevo con todas sus fuerzas. El hombre en el umbral salió totalmente de la cabaña y ella pudo verlo bajo los rayos del sol. Era más alto de lo que ella recordaba y su cuerpo lucia mucho más fuerte, por un instante la duda surgió en su mente, pero cuando vio los rasgos de su cara y esos ojos color miel cualquier duda desapareció como por encanto.

-¡OTARU!... ¡OTARU!...-repetía llena de alegría, sintiendo como su corazón humano palpitaba con fuerza al reconocer al amor de su vida, o mejor dicho de sus vidas. El hombre la miraba desconcertado mientras ella se acercaba. Al fin ella llego hasta el y antes de que pudiera hacer nada se encontró en el suelo derribado por el impulso de aquella joven.

-¡Otaru!...-el hombre la miro asombrado de su atrevimiento y de su alegría, pero antes de que pudiera decir algo Tigresa llego hasta ellos y con un fuerte tirón arranco a Lima de su lado.

-¡Suéltame!.-ordeno Lima al tiempo que forcejeaba con la ruda marioneta.

-¡Contrólate!.-le grito Tigresa sin perder de vista al hombre que en ese momento se incorporaba.-Aun no estamos seguros de que este hombre sea....-

-¿Tigresa?.-la voz del hombre corto de tajo las palabras de la muñeca sable, quien se volvió incrédula y miro fijamente al hombre de la cabaña.

-¿Otaru?.-pregunto casi por reflejo. El no le respondió, pues en ese momento su atención se fijo en el grupo que llegaba hasta ellos.

-¿Lince?, ¿Phanta?... ¿Fausto?.-decía incrédulo mientras pasaba la vista por cada uno de ellos.-¡Hanagata!.-dijo frunciendo el seño al ver a "su amigo" del pasado.

-¡OTARU!.-grito emocionado el joven empresario al reconocer por si mismo al hombre que tenía frente a él.-¡En verdad eres tú cariño!.-Otaru retrocedió un poco para alejarse del sobre excitado empresario, cuyos ojos se habían transformado en corazones rozados.

-Ha pasado mucho tiempo Otaru.-dijo Fausto fríamente a modo de saludo.

-Así es.-respondió el antiguo héroe de Japanes, mientras miraba al que fuera su mortal enemigo, Fausto aún era alto y fuerte pero algunas canas empezaban a distinguirse entre sus cabellos dorados. A su vez el Führer de Gartland también lo miraba, ahora era casi tan alto como él, fuerte como un roble; sin que se le notara ningún cambio drástico en su rostro o en su cabello.

-Yujuuuu... Otarin....-la voz chillona de Hanagata les saco de su mutuo análisis.-¿Adivina quien viene con nosotros?.-dijo alegremente el empresario al tiempo que se hacía aun lado para que Otaru pudiera ver claramente a las dos jóvenes que habían permanecido al margen hasta ese momento. Ellas también sintieron latir fuerte sus jóvenes corazones al reconocer sin duda a su antiguo enamorado.

-Hola Otaru.-dijo sensualmente Zarzamora tratando de atraer su atención con sus encantos femeninos.

-Mi señor Otaru.-dijo respetuosamente Cereza, con las mejillas ruborosas a causa de su emoción. Otaru las miro fijamente, de pronto sus ojos se abrieron desmesuradamente.

-Ustedes son...-

-¡Lima, Cereza y Zarzamora!.-exclamo victoriosamente Hanagata.

-... Humanas.-dijo Otaru sin prestar atención a su antiguo amigo y vecino, quien se fue de espaldas al descubrirse ignorado de aquella forma.-¡Entonces realmente hay ahora mujeres en Terra II!.-

-¡OTARU! ¡¿ACASO NO ESCUCHASTE LO QUE DIJE?!.-grito Hanagata fuera de sí, al tiempo que se levantaba del suelo.-¡ELLAS SON LIMA, CEREZA Y ZARZAMORA!.-

-Ya te escuche.-dijo Otaru con cierta indiferencia.-Y me parece muy amable de parte de Loreley que les bautizara como "ellas", seguramente lo hizo porque ella y Lima fueron amigas hace años.-

-¡OTARU ELLAS SON REALMENTE LIMA, CEREZA Y ZARZAMORA. ¿ES QUE NO LO ENTIENDES?-grito lleno de rabia el rubio empresario.

-¡¿Pero que tonterías estas diciendo Hanagata?!.-replico Otaru indignado.-¡¿Acaso no puedes distinguir entre seres humanos y marionetas?!.-

-¡No son tonterías Otaru!.-intervino Lima exasperada por aquella discusión sin sentido.-Yo soy Lima. La Lima que tu encontraste bajo el museo en honor a los fundadores de Terra II, la misma que llevaste a vivir contigo y que lucho a tu lado, la que solo quería llegar a ser humana para estar contigo.-la joven se acerco a Otaru, quien la miraba estupefacto, y tomando su rostro entre sus manos le obligo a verla de frente.-¡Mírame Otaru!... ¡Ahora somos iguales!... ¡Tengo carne y sangre como tú!... ¡Soy humana al fin pero sigo siendo tuya Otaru!.-

-¡BASTA!.-grito con fuerza Otaru al tiempo que se apartaba de Lima.-¡No se quien te lleno la cabeza con esas mentiras niña! ¡Pero tú no puedes ser Lima!.-

-¡¿Cómo puedes decir eso?! -exclamo Fausto indignado.-¡¿Acaso crees que venimos aquí solo para engañarte?!-

-¡Esperen un minuto!.-exclamo Hanagata levantado tanto la voz que sorprendió a todos.-¡Escucha Otaru! ¡No puedo explicarte como o porque... pero ocurrió un milagro hace 16 años y estas chicas son el resultado! ¡Otaru créeme ellas son realmente Lima, Cereza y Zarzamora!.-

-¡No es posible!.-

-¡¿Por qué no?!.-interrogo el joven empresario casi al borde de un colapso nervioso.

-¡Porque ellas regresaron a mi lado hace mucho tiempo Hanagata.!-aquella respuesta dejo a todos sin palabras, pero con la seguridad de que algo andaba terriblemente mal. Mas antes de que alguien pudiera reaccionar una voz se dejo escuchar desde la cabaña.

-¡Otaru!.-todos dirigieron la vista hacia la cabaña y sintieron que la tierra se abría bajo sus pies. Alguien estaba saliendo de la cabaña, una figura delicadamente femenina vestida con un curioso atuendo blanco y amarillo y llevando en la cabeza una gran pañoleta adornada con una esfera roja. Ella caminó lentamente hacia ellos emitiendo un leve rechinido ocasionado por sus piernas mecánicas. Hanagata cayo sobre su trasero, las jóvenes se llevaron las manos a la boca para reprimir un grito de terror, Fausto abrió los ojos desmesuradamente sintiendo que los dedos de la muerte le rozaban la nuca. ¡Incluso las poderosas muñecas sables dieron un paso atrás, mientras sus circuitos de lógica se sobrecalentaban negándose a aceptar lo que veían!.-

-¿Qué ocurre Otaru?.-pregunto la visión con una voz muerta é impersonal.

-No ocurre nada Lima.-dijo Otaru colocándose entre la aparición y sus inesperados visitantes.

-¿Li...Li... Lima?.-pregunto Hanagata mirando alternativamente a la joven que había venido con el desde Japanes y a la aparición que había salido de la cabaña. ¡Eran idénticas como dos gotas de agua!, aunque si había una diferencia brutal, los ojos de la Lima de carne estaban llenos de emociones y sentimientos, los ojos de la Lima mecánica estaban vacíos, muertos, fijos en algún punto del espacio.

-Como vez Hanagata ella no puede ser Lima.-dijo Otaru mirando con lastima a la joven de Japanes.-Lima ha estado conmigo desde hace muchos años... y nunca nos separaremos otra vez.-

-Otaru te quiero mucho.-dijo inesperadamente la marioneta, como un perico repitiendo una oración que no comprende, al tiempo que abrazaba al hombre que tenía a su lado. Este la tomo entre sus brazos y la miro con toda la ternura que solo puede hallarse en los ojos de un enamorado.

-Y yo a ti Lima... y yo a ti.-sin importarle nada Otaru estrecho más a la marioneta contra su pecho y deposito un amoroso beso en sus labios muertos.

-¡¿PERO QUE ABOMINACIÓN ES ESTA OTARU?!.-grito Fausto reaccionando al fin.

-¿Abominación?.-interrogo Otaru separando su boca de la de "Lima".-La única abominación que cometí fue negar mis sentimientos hacia ellas. Yo las amaba, las amaba con todas las fuerzas de mi alma, pero era demasiado joven... demasiado estúpido para expresarles mis sentimientos, y por eso las perdí. ¡Pero ahora que las he recuperado voy a darles todo mi amor, toda mi vida, todo lo que debí darles siempre! ¡Y SI TODO EL MUNDO SE OPONE, ENTONCES TODO EL MUNDO PUEDE IRSE AL INFIERNO!.-

Lima veía la escena con indescriptible horror, sintiendo que todo se derrumbaba en su interior, sus puños estaban tan apretados que sus nudillos a punto de reventar la piel de sus manos, mientras en su corazón nacía violentamente un sentimiento que nunca había sentido antes, celos, su respiración se iba haciendo cada vez más agitada hasta que al fin su boca se abrió para gritar como nunca lo había echo en su vida.

-¡NOOOOOOOOOOO!...-su grito resonó contra las montañas é hizo estremecer a todos los presentes.-¡Esto no puedes ser!... ¡Otaru tu no puedes amarla a ella!..¡Ella es una marioneta, una maquina!... ¡Ella no soy yo entiéndelo!.-

-Eso puedo verlo.-dijo Otaru con toda tranquilidad.-¿Cómo podría esa niña tonta ser tu Lima?.-pregunto sonriente a la androide que sostenía entre sus brazos, y ambos comenzaron a reír burlándose de todo lo que los rodeaba.

-¡MALDITA!.-grito Lima antes de lanzarse loca de celos contra su gemela mecánica. Su movimiento fue tan rápido que Otaru no pudo impedir que la joven le arrebatara a la marioneta de los brazos. Así, trenzadas en una lucha extraña entre el presente y el pasado ambas rodaron por el pasto. En otra época Lima-humana no hubiera tenido ninguna oportunidad, pero ahora su rival mecánica era torpe y apenas ofrecía resistencia. De modo que no le costo trabajo sentarse sobre ella, al tiempo que tomaba entre sus manos una pesada piedra con la clara intención de aplastar el cráneo la marioneta.

-¡Muere de una vez!.-le grito como si aquella pudiera entenderla.-¡Los humanos deben estar con humanos!... ¡Otaru debe estar conmigo!... ¡No contigo!...-pero antes de que joven pudiera terminar su maniobra una mano firme la tomo por la espalda y la arrojo por el aire como si fuera una pluma.

-¡Lince!.-grito Fausto al ver aquello. La marioneta de Gartland comprendió el deseo de su amo y de un poderoso salto interceptó a Lima en el aire y tomándola en sus brazos la bajo a salvo. Al volverse Lince descubrió a la atacante y retrocedió temerosa. Se trataba de otra figura familiar, alta y voluptuosa, de salvaje cabellera roja que se agitaba con el viento de la montaña.

-Za... Za... Zarzamora.-mascullo Hanagata arrastrándose para alejarse de aquellos espectros. Las jóvenes princesas quedaron impactadas al ver a aquella androide, cuyos ojos estaban tan perdidos como los de su compañera, y que solo esperaba una orden de su amo para atacar. Detrás de ella Otaru se inclinaba preocupado sobre "Lima", para levantarla entre sus brazos, furioso por aquel ataque a su amada marioneta.

-¡¿Para esto has venido Fausto?!.-pregunto amenazante mientras acomodaba a "Lima" en su regaso.-¡¿Es este un intento de venganza?!. ¡Responde!.-Fausto permaneció en silencio, dándose cuenta de que habían caído en una tierra de locura. Su mente trabajaba de prisa buscando una forma de enfrentar la situación. "Lima" podía no ser una amenaza, pero "Zarzamora" lucía tan poderosa como el la recordaba, eso quería decir que podía pelear contra sus muñecas sables casi sin problemas. Pero además Lince estaba incapacitada para soltar a Lima, quien se había desmayado por la impresión, las demás estaban aterradas, Hanagata solo era una carga. Por suerte para ellos el hombre en el que Otaru se había convertido estaba más interesado en cuidar de su amante mecánica que en luchar contra ellos.

-No se que tenías en mente Fausto. Pero será mejor que te vayas-dijo Otaru retrocediendo hacia su cabaña, resguardado por la alta marioneta pelirroja. Cautelosamente Fausto hizo un ademán silencioso y todos empezaron a retroceder. En ese momento Cereza cometió el error de mirar hacia la entrada de la cabaña, nunca olvidaría la imagen de quien esperaba a Otaru en el umbral, la recordaría cada vez que se mirara en un espejo.

Días después de regreso en Japanes Fausto y Loreley hablaban sobre lo ocurrido en las montañas de Romana. La joven dirigente palideció al escuchar el relato del rubio soldado.

-Es increíble.-dijo tomando un trago de aromático Té.-¿Qué fue lo que paso?.-

-Creo saberlo.-dijo Fausto mirando fijamente dentro de su propia tasa de Té.-Cuando el viejo nos dio la dirección de Otaru menciono que era un tipo "raro", yo le pregunte a que se refería y el me contesto que no entendía como alguien podía vivir solo en esas montañas por tantos años. La razón, según me contó, era que hacía algunos años una bola de fuego se había estrellado en esa zona ocasionando un voraz incendio en el bosque. Desde entonces los leñadores dejaron de subir a ese lugar, alegando que después del incidente varios demonios deambulaban por ahí.-

-No lo entiendo. ¿Qué tiene eso que ver con Otaru?.-

-Sospecho que esa bola de fuego no era otra cosa que la "Neo-Mesopotamia".-la tasa de Té resbalo de la mano de Loreley y fue a estrellarse contra el piso.

-¿Quieres decir que....?-

-Exacto.-dijo Fausto con el rostro sombrío.-Nunca sabremos que fue lo que paso en ese viaje Loreley. Pero de algún modo los "espíritus" de las chicas se desprendieron de sus cuerpo mecánicos y llegaron primero a Terra II, donde tomando posesión de esos tres clones que Hess dejo ocultos antes de su partida. Luego llegaron "ellas", a bordo de esa maldita nave, y se estrellaron en las montañas de Romana. Sus circuitos vírgenes deben haberse averiado cuando sus conciencias se "adelantaron" en el viaje y por esa razón simplemente vagaron por los bosques, perdidas y sin ningún propósito. Hasta que un día Otaru llego a esa región, escucho a los leñadores hablando de "los demonios del bosque" y subió a verlos por si mismo.-

-Pero sin eso es cierto ¿como es que reconocieron a Otaru como su amo?.-

-Supongo que algo así como un... recuerdo quedo implantado en sus circuitos secundarios. Como dije nunca lo sabremos.-

-Dios mío.-

-¿Cómo están las chicas?.-pregunto preocupado por las consecuencias de su malograda aventura.

-Cereza y Zarzamora no quieren hablar del incidente. Pero me pidieron permiso para asistir a la Universidad de Nuevo Texas. Se marcharan dentro de unos días. Y Lima.... ella sigue en el hospital.-

-Lo siento.-

-No fue tu culpa.... No fue culpa de nadie.-Fausto se levanto de su asiento y abrazo a Loreley, la hermosa dirigente de Japanes rompió a llorar contra su pecho.-lo que ella no le había dicho es que había visto a Lima aquella mañana, demacrada y casi inmóvil, murmurando una y otra vez.

-Tengo carne y sangre... tengo carne y sangre...-

Esa noche, muy lejos de Japanes, una fiesta estaba por terminar. Un aniversario más de un "milagro", del regreso de aquellas a quienes creyó perdidas. Otaru beso los labios fríos de Zarzamora, mientras sus manos jugueteaban con los grandes pechos de la marioneta pelirroja, a su espalda Lima le besaba el cuello y la espalda, al tiempo que la pequeña Cereza le estimulaba el miembro con sus delicadas manos de hielo.

-Las amo.-dijo Otaru mientras volvía la cabeza para besar a Lima.

-Nosotras también te amamos Otaru.-le respondieron en coro. La luna fue la única testigo de una larga noche de pasión, de entrega... y de amor.

Recuerda Oh lector. "El amor es la razón del corazón, que la razón no entiende".

Fin.

Autor: "El Monje"

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